La figura de Donald Trump, su irrupción brusca y bronca en la escena política internacional y el anuncio de algunas iniciativas que parecen romper con la política exterior de EEUU de los últimos cincuenta años han puesto sobre la mesa incertidumbres, dudas y viejas afirmaciones ideológicas, y hasta teológicas, que merecería ser analizadas con mayor detenimiento.
En el último debate organizado por www.4asia.es el pasado 12 de marzo en Madrid sobre la incertidumbre que están creando en la región del Indo Pacífico las propuestas e iniciativas del presidente Trump, sobrevoló la sugerencia de, ante las críticas a la política europeo, tal vez convendría un acercamiento a China y un entendimiento con Moscú buscando una política diferenciada y que equilibre la influencia de Estados Unidos.
Y todo esto, de ahí viene la sugerencia de la apelación teológica mencionada más arriba, se está aderezando en algunos ambientes en los que coinciden la extrema izquierda y la extrema derecha con el argumento de que en realidad compartimos más identidad con Rusia que con EEUU y lo fundamentan en el cristianismo ortodoxo ruso con valores europeos, como si en EEUU no fueran herederos directos de Europa y mayoritariamente cristianos y como si el cristianismo ortodoxo ruso no fuera la columna vertebral del nacionalismo paneslavo y de la sumisión de la Igleia al Estado,
La realidad, como se subrayó en el debate, es que China es un país totalitario en regresión sobre sus mismos planteamientos aperturistas de hace unos años y que Rusia no reúne las garantía suficientes para avalar un entendimiento con la UE nada menos que como alternativa a los planteamientos de Trump que parece tener aspiraciones autocráticas en un sistemas que es una democracia aunque le pese a algunos.
La confusión no es un buen elemento para forjar alianzas y, además, suele ser uno de los objetivos de los proyectos totalitarios. Construir un aparato europeo de disuasión, para lo que se va a requerir no solo medios sino voluntad de usarlos si fuera preciso, es una necesidad frente al expansionismo ruso y las amenazas chinas y no contra el errático Trump cuya gestión tiene muchos riesgos precisamente por asumir discursos de los adversarios de Occidente y europeos.
