Desde hace ya algún tiempo, el presidente Xi y su círculo más próximo están embarcados en una gran campaña “contra la corrupción” que se está traduciendo en una purga (la manera de realizar cambios en instituciones totalitarias como los partidos comunistas) de la cúpula militar, hay nueve generales con altas responsabilidades destituidos, y en algunos sectores del propio partido gobernante,
Es complicado conocer en profundidad qué está pasando por el secretismo y la propaganda que caracterizan la información oficial china y las dificultades para la libertad de investigación e información de los medios de comunicación, tutelados y vigilados por la Administración china. Pero todo parece indicar que el lento crecimiento de la economía china en algunos sectores, la filtración a la sociedad del crecimiento de la corrupción en las altas esferas y las crecientes necesidades de gasto público eficiente para sus objetivos estratégicos están sirviendo al presidente Xi para desarrollar una campaña de “moralidad” que, a la vez, le permite acallar críticas, desprenderse de los dudosos con la política del gobierno y lanzar mensajes de advertencia a la sociedad sobre la necesidad de disciplina y sumisión.
El problema no es exclusivamente la corrupción. Esta podredumbre existe en todos los sistemas, democráticos como España y totalitarios como China. El problema son los instrumentos para combatirla, la ausencia de un poder judicial independiente y la toma de decisiones ejecutivas que no se someten a ningún control.
China es una enorme maquinaria estatal cuyos éxitos indudables son presentados y vendidos por una no menos enorme maquinaria de propaganda y seducción engrasada con subvenciones e inversiones sustanciosas. Y de ahí, de ese sistema de poder, nacen los problemas y las contradicciones que, a pesar de los éxitos, frenan un mayos desarrollo.




