El foro de Cooperación Económica Asia-Pacifico (APEC por sus siglas en inglés) que se lleva a cabo esta semana en San Francisco ha traído de regreso a Xi por está parte del mundo. El líder chino decidió finalmente participar en la cumbre y reunirse con destacadas personalidades y lideres internacionales entre los que figura el presidente Biden, después de tantas tensiones y tantos encuentros pospuestos.
Las relaciones entre Washington y Beijing llegaron a su punto más bajo a principios de este año con la aparición del globo espía en Montana que sobrevoló el país. después de años de fricciones y desencuentros. La Administración Biden, a pesar del globo y la larga lista de confrontaciones diplomáticas, ha venido haciendo esfuerzos a través de diálogos y reuniones, y enviando a China altos funcionarios pasando por los secretarios de Estado, Tesoro y Clima, entre otros.
Beijing, en un intento por abrir canales, envió a Washington unas semanas atrás a Wang Yi, el excanciller de relaciones exteriores de China y alto rango en las filas del Partido Comunista chino y quien ahora es director de la Oficina de Relaciones Exteriores del partido quien se reunió con el secretario de Estado, Antony Blinken, y el asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan, e incluso con el mismo Biden.
Fue precisamente la reunión entre Wang y Biden lo que pavimentó el camino a que se acordara el encuentro entre los dos líderes de las económicas más poderosa a mediados de esta semana en las adyacencias del foro del APEC.
El APEC es un foro al que pertenecen veintiún países, constituido en 1989, y es la principal plataforma para que Washington avance políticas económicas en la región, para promover el comercio libre y abierto y el crecimiento económico sostenible e inclusivo, de acuerdo con la web oficial del foro.
La región del Asia Pacifico es el hogar de 4.3 mil millones de personas, siendo el área más poblada del planeta por lo que el slogan del foro que es “la construcción de una región más interconectada, innovadora e inclusiva”, adquiere tanto sentido.
China no quiere perder ni presencia ni protagonismo en una región que por su propia cercanía es clave para su crecimiento, por lo que decide asistir a la cumbre. Debido do a que el foro es en San Francisco, la presencia de Xi no tiene status de una visita de Estado, lo que disminuye su nivel protocolario a pesar de que esté previsto un encuentro con Biden.
La última vez que Xi estuvo en los Estados Unidos fue en el 2017, cuando fue recibido por el expresidente Trump en Mar-a-Lago, en Florida, hace seis años atrás. Otra visita que a pesar de haber estado rodeada de atenciones y lujos careció de los protocolos de Estado.
Xi también está aprovechando el viaje para sentarse a cenar con un grupo de millonarios estadounidenses, quienes seguramente están buscando opciones de inversiones con garantías en China. Cada comensal debe pagar 2000 dólares por la oportunidad de pasar una velada con el nuevo emperador chino.
Mientras tanto, la Administración Biden ha dado clarísimas señales de apertura diplomática mientras aprueban leyes anti-espionaje y de protección de los intereses nacionales estadounidenses, vetando materias primas cuyos orígenes se producen con mano de obra esclava como el algodón de Xinjiang, para proteger los derechos humanos de aquellos que la producen. O bloquean el acceso a China de los semiconductores o la penetración de empresas como Huawei.
En cualquier caso, el encuentro entre Biden y Xi se interpreta como un intento para aliviar tensiones e intentar escribir un nuevo capítulo en las relaciones bilaterales.
China, por su parte, está en una compleja situación interna de incertidumbre y una crisis económica que no tiene fácil salida, necesita estabilidad internacional para exportar sus productos, continuar sus planes de expansión del BRI o la nueva Ruta de la Seda e intentar consolidarse internacionalmente. A mayor inestabilidad mayor dificultad para lograr sus objetivos y más dificultad para navegar la crisis.