EEUU – Arabia Saudí: denuncia y continuidad. Nieves C. Pérez Rodríguez

La semana pasada concluía en Washington la desclasificación del informe de la CIA sobre el asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi, ocurrido en 2018. La Inteligencia estadounidense señala al príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohammed Bin Salman, como la persona que ordenó el asesinato que se llevó a cabo en Estambul, dentro de la propia sede diplomática saudí. Y, aunque esa información se supo después del suceso, el informe de cuatro páginas viene a reconfirmar con más datos y contundencia la necesidad de una respuesta fuerte por parte del gobierno estadounidense.

La monarquía saudí es uno de los regímenes más cerrados y absolutista del mundo, pero que gracias a su riqueza y sus extraordinarias reservas petroleras ha gozado de cercanas y cordiales relaciones con Occidente. A pesar de tener un sistema político sustentado en la aplicación extrema de los principios del Islam. 

El asesinato, además de haber sido un gran escándalo internacional, provocó una de las peores crisis entre Occidente y Riad, y la monarquía no esperó para recordar su influencia en la economía mundial, cuando la presión internacional empezó a hacerse sentir. Arabia Saudí posee alrededor del 18% de las reservas de petróleo del mundo y es el mayor exportador global de esta fuente de energía, según la OPEP. Si decidieran reducir su producción, se generaría una escasez de oferta que acabaría elevando considerablemente los precios del crudo en el mercado internacional.

Riad tiene la capacidad de estabilizar el mercado mundial mediante el equilibrio del suministro de petróleo, por lo que tiene en sus manos mantener los precios en línea con las condiciones económicas. Y Washington lo sabe bien, por lo que, en vez de responder sancionando al mismo príncipe, ha sancionado a 76 personas cercanas a la monarquía queriendo enviar un mensaje sin dañar las relaciones bilaterales.

La Administración Biden también ha priorizado mantenerse aliada de Arabia Saudí, con quien Washington ha tenido una larga relación que estableció el presidente Franklin Roosevelt con el rey saudí Adull Aziz en 1945. Esta relación ha estado basada en intereses mutuos desde el principio, como el petróleo, pero más recientemente en la lucha contra el terrorismo de ISIS y al-Qaeda, pues Riad también juega un papel clave en la estabilidad de Oriente Medio.

A raíz del asesinato de Khashoggi, Trump fue duramente criticado por no haber tomado una postura más dura. Y en su propia defensa Trump dijo en una entrevista a la cadena CBS “nosotros no podemos autocastigarnos al anular la venta de armamento a Arabia Saudí”.  Desde 1950, los saudeís han comprado armas y sistemas de defensa a empresas estadunidenses por unos 90 mil millones de dólares y, en los últimos años, han sido los mayores compradores que han tenido los estadounidenses en este sector. De acuerdo con el diario Washington Post, casi cada 1 de las 5 armas producidas en Estados Unidos se envían a Arabia Saudí, por lo que para Washington los saudíes son un cliente y aliado estratégico.

Biden criticó la posición de Trump en ese momento y durante su campaña dijo que la monarquía debía pagar el precio por lo que habían hecho e incluso lo califició como un “estado paria”, término usado por los estadounidenses para definir a los Estados que están al margen de la legalidad internacional. Sin embargo, ahora que ocupa la Casa Blanca, prioriza la necesidad de mantener relaciones cordiales.

El secretario de Estado fue interpelado por la prensa a este respecto y dijo que efectivamente el informe de la CIA habla por sí mismo, razón por la que están imponiendo sanciones a altos funcionarios saudíes, que han estado intimidando a disidentes en el exterior. Además, agregó, “estamos introduciendo una nueva legislación que le dará facultad al Departamento de Estado para restringir y revocar visas a cualquier persona que se crea que esté involucrada en actividades extraterritoriales dirigidas a presuntos disidentes o periodistas, al acoso o vigilancia de ellos o de sus familiares”, afirmando que, ya sean a ciudadanos saudíes o de otras nacionalidades, es una conducta inaceptable que piensan castigar. 

La Administración Biden no ha hecho más que continuar con la misma política de la administración anterior y con ello preservar sus relaciones con Arabia Saudí. Por un lado se asegura la continuidad de la colaboración en tema de terrorismo y estabilidad en Oriente Medio, por otro, no dañar sus intereses comerciales y la posibilidad de poder seguir abasteciendo a los saudíes del armamento que requieren, en vez de que miren a Rusia para comprarlo. Y por último evitan que la corona juegue con el suministro petrolero y con ello se acabe impactando las economías individuales del mundo en un momento tan frágil como es este de pandemia, en donde los mismos Estados Unidos han tenido que inyectar ayudas para mantener a flote su propia economía.

El pragmatismo ha sido el que ha guiado las decisiones de la nueva Administración estadounidense, que se ha decantado por sancionar a funcionarios que obedecieron órdenes, en vez de sancionar a quien les dio la orden. Este brutal asesinato es, en sí mismo, la transgresión de todos los derechos fundamentales juntos, incluido el lugar en el que fue perpetrado, la embajada del propio Estado ejecutor, y el silenciar a un periodista que usaba la libertad de expresión de un país democrático para denunciar hechos de su lugar de origen. Washington ha enviado un mensaje muy confuso a los líderes del mundo sobre la doble moral. Es sin duda una situación muy compleja que viene a probar que, tal y como hemos venido anunciando, la política exterior continuará el mismo camino de la Administración Trump. Aunque cambie el tono, el fondo es el mismo. (Foto: Flickr, Richard Mortel)

Cinco consecuencias del asesinato del periodista saudí en Estambul. Nieves C. Pérez Rodríguez

El brutal asesinato del periodista saudí de manos de su propia corona ha sido uno de los grandes escándalos de la historia reciente. La astucia de la víctima de llevar un dispositivo que transmitiera en tiempo real lo sucedido ha obligado al victimario a tener que admitir su culpa, pese a lo atroz del hecho. La Administración Trump titubeó en su postura mientras los hechos se iban clarificando. Pero en vista de lo indeseable y gracias a la información que han ido filtrando los turcos progresivamente, el mismo Gobierno saudí ha tenido que admitirlo bajo una inmensa presión internacional. En este complejo escenario ¿cuáles son las consecuencias a gran escala de este asesinato?

  1. El Departamento de Estado se manifestó imponiendo unas primeras sanciones, que afirman no serán las únicas, y poniendo énfasis en que no van a tolerar ese tipo de acciones despiadadas. De entrada, han sancionado a 21 sujetos a los que se les ha vinculado con el crimen y quienes a su vez son agentes del servicio secreto saudí, funcionarios de la corte e incluso funcionarios del Ministerio de Exteriores saudí. Las sanciones han consistido en revocar visas y prohibirles la entrada a Estados Unidos. De momento el Departamento del Tesoro sigue trabajando en más sanciones que se irán haciendo públicas en la medida en que más datos de los vínculos del Príncipe Mohamed bin Salmán con el suceso se conozcan.

La grabación del suceso llegó a altos niveles de la Administración Trump a finales de la semana pasada, por lo que habrá anuncios de más castigos a la corona saudí.

  1. La normativa de visa del Departamento de Estado contempla expresamente que no podrán ser candidatos a recibir una visa para los Estados Unidos aquellos sujetos quienes en el exterior han cometido, ordenado o asistido en algún acto de tortura o crimen. Esto trasciende a los individuos que ya han sido sancionados y de hecho podría haber repercusiones para el príncipe y a sus directos colaboradores, lo que deja a éste en una situación realmente complicada en el plano internacional en medio de esta tormenta diplomática, pues no podrá asistir a eventos o encuentros internacionales en territorio americano y es muy posible que se acabaran fracturando las buenas relaciones entre ambos, como ya se ha visto ha sucedido con las severas protestas que han tenido lugar en otras capitales destacadas del mundo.
  1. La Monarquía saudí, a pesar de estar sustentada en la aplicación extrema de los principios del Islam y ser una de los regímenes absolutistas más cerrados del mundo, consiguió tener cordiales relaciones con Occidente. Por un lado, su riqueza lo hace un atractivo cliente o socio, así como sus reservas petroleras le han garantizado un lugar privilegiado en el comercio internacional. Solo con Estados Unidos el intercambio comercial asciende a más de 30 mil millones de dólares en exportaciones y exportaciones.

Sin embargo, su mayor socio es China cuyo intercambio bilateral en el 2017 fue de 42 mil millones de dólares, según Natasha Turak (periodista de CNBC). Los saudís han apostado por las relaciones con China desde los años 90, a sabiendas de que sanciones por violación de los derechos humanos podrían llegar en algún momento desde la UE o USA, de acuerdo con Samal Vakil (miembro del think tank Chatham House). Ahora bien, el negocio de las armas es el aspecto clave de las relaciones entre Washington y Riad, pues desde 1950 Arabia Saudita ha comprado armas y y sistemas de defensa a empresas estadounidense por unos 90 mil millones de dólares, y en los últimos años han sido el mayor cliente que han tenido los estadounidenses en este sector. Según Washington Post casi cada 1 de 5 armas producidas se envían a Arabia Saudita, por lo que a Washington no le interesa perder este cliente y menos aún que busquen en Rusia un nuevo proveedor. En medio de la presión que se está ejerciendo exigiendo explicaciones por el crimen, se están llevando a cabo paralelamente conversaciones por debajo de la mesa para mantener la cercanía dentro del marco legal.

  1. El rol del Congreso estadounidense en este asunto será clave, pues tienen que aprobar la venta de armas a otros países. Si la resolución del suceso no llega a esclarecerse satisfactoriamente para el Congreso, éste podría bloquear la venta de armamento a Riad, lo que a su vez generaría un cambio geoestratégico en la región, pues China y Rusia tomarían el rol que hasta ahora ha tenido Washington equilibrando el Medio Oriente.
  1. El príncipe Mohamed bin Salmán será sustituido. Los vínculos del Príncipe con el asesinato son aparentemente imposibles de ocultar, pues los individuos señalados eran miembros de la corte y con una tremenda cercanía al monarca. Es posible que así como la Administración Trump exaltó al Príncipe dándole un trato diferencial, sea la misma Administración Trump la que presione al Rey para que lo desplace, como el precio a pagar para limpiar la imagen de Arabia Saudí ante el mundo.

Jamal Khashoggi fue un férreo crítico del Príncipe Salmán. En cuanto ascendió, Khashoggi se exilió en Estados Unidos, dónde seguía sus críticas desde el Washington Post, medio para el que trabajaba. A pesar de su desaparición física, su propósito parece seguir tan vivo como antes de su muerte, pues toda la prensa internacional lleva semanas hablando de lo atroz del hecho y lo turbio de la Corona y su líder.

El crimen no quedará impune y las primeras consecuencias no se han hecho esperar, pues el mismo Príncipe se ha visto obligado a reconocer e medias el asesinato. (Foto: Beverly Harrison, flickr.com)

Armas a Arabia Saudí, el cinismo en primer plano

El crimen de Estado cometido por Arabia Saudí en una de sus representaciones diplomáticas en Turquía, además de revelar la peor cara y la capacidad cruel del régimen wahabita, ha puesto a Europa ante su propio espejo en el que se refleja el peor de los cinismos y el asomo de los gestos populistas en política exterior.
Aunque el crimen ha puesto de actualidad la realidad de Ryad, no es nada nuevo para Occidente aunque, es justo y a la vez difícil reconocerlo, mientras la arbitrariedad se hace explícita hay gestos de apertura que no pueden ser descartados con simpleza en un régimen que viene de tradiciones medievales y dónde cambios insignificantes que son habituales hace siglos en Occidente significan allí una revolución en las costumbres.
Pero, lamentablemente, el crimen saudí no es ni poco habitual, ni una sorpresa en Oriente Medio. Solo es más publicitado éste por razones políticas, ideológicas y oportunistas, además de por la barbaridad que ha supuesto. Recuérdense los condenados por homosexualidad colgados de grúas en plazas públicas de Teherán o las imágenes de opositores a Hamás o supuestos colaboradores de Israel arrastrados por motocicletas por las vías de Gaza ante el alborozo de los militantes de la organización terrorista.
Lo sorprendente es cómo la brutalidad saudí está convirtiéndose en el estrado en el que predican quienes quieren apretar las tuercas al régimen en sus intentos de rearme y eso en un momento de máximo enfrentamiento (militar en el escenario yemení) con Irán. Y eso explica que los que más gritan en España son los dirigentes de una formación política que podría estar siendo financiada por Irán, según algunos datos significativos.
Pero es el terreno de los gobiernos en el que el asunto chirría más. Países europeos como Alemania, Francia y España, que avalaron el dudoso acuerdo con Irán para contener sus proyectos de armamento nuclear, se lanzaron a hacer negocios, legítimos, con Teherán y ante las dudas sobre aquel acuerdo cierran filas con la teocracia iraní. Ninguno de estos países se ha replanteado sus negocios en este terreno o la aportación de apoyo financiero a la Gaza en las que gobierna Hamás.
Esta es la política real, aunque se esconda tras una hipócrita defensa de los derechos humanos, y habrá que explicar que, a veces, los intereses nacionales mandan y constituyen la defensa más pragmática de esos derechos humanos junto a la defensa de las libertades.