Alemania está ejerciendo el liderazgo europeo en muchos asuntos desde casi siempre y más claramente desde la salida de Gran Bretaña de la UE. Sólo Francia, activa sobre todo en política exterior y en los ámbitos africanos y de Oriente Próximo, compite con Berlín en la visualización de ese liderazgo. Y en el análisis, la gestión y las medidas en relación con China y sus retos económicos y políticos, Alemania es el referente europeo.
La canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente chino, Xi Jinping, mantuvieron la semana pasada una conversación telefónica en busca, han señalado ambas partes, de profundizar sus relaciones bilaterales pese a las recientes tensiones entre Beijing y Berlín y, por extensión, con la Unión Europea (UE).
De acuerdo a la nota alemana, Merkel y Xi hablaron de «los esfuerzos internacionales en la producción y reparto de vacunas», «cooperación económica» y los esfuerzos en la lucha contra el cambio climático. «La canciller y el presidente estuvieron de acuerdo en que las consultas gubernamentales entre Alemania y China deben aprovecharse para profundizar los trabajos en las tareas comunes», señala el texto.
Por su parte, Pekín ha subrayado la importancia de las oportunidades en el terreno económico y, lo que es la clave del gran objetivo chino a medio plazo, de que la UE “gane autonomía estratégica y analice la realidad china con más objetividad”. Es decir, que China mueve pieza en un escenario en que se está produciendo un realineamiento europeo con Estados Unidos y demuestra que le convendría más que se mantuviera la desconfianza que existía entre la UE y Trump (que no ha desaparecido del todo) para abrir espacio a los intereses chinos. En realidad es lo mismo a que aspiran los rusos y explica en parte el aumento de la presión sobre Ucrania en estos momentos.
Alemania, por razones obvias de su pasado, no tiene capacidad militar disuasoria por sí misma ni se caracteriza por grandes iniciativas diplomática hacia el exterior de la UE, pero su potencia económica y el prestigio de Merkel en un escenario de incertidumbre de liderazgo dentro de la UE y de escaso protagonismo en el exterior, Berlín gana peso.