La Unión Europea recibirá el próximo 9 de abril a la delegación china para una reunión en la cumbre en Bruselas con la advertencia de que toma nota de que el país asiático es un competidor en todos los terrenos a tener en cuenta.
Como señalan los expertos, Bruselas ha comprendido con cierto retraso en relación con los Estados Unidos, el reto que supone China en el terreno económico, en el tecnológico y en el estratégico, apoyada en un poder interno total, adaptado sin filtros a sus intereses nacionales y su gobierno autoritario y con un pragmatismo sin muchos escrúpulos.
Pero ahora falta que, de ese descubrimiento estratégico se deriven decisiones políticas, lo más coordinadas posibles, para hacer frente a ese reto. Hay que recordar que en Europa hay países con intereses y perspectivas comerciales distintas en relación con China y que, a la vez, este país posee una importante cantidad de títulos de deuda de países europeos que aumentó en los años de la crisis. Para definir su política, la Unión Europea debe tener en cuenta estos elementos con los que China ha jugado, juega y jugará como elementos de presión y de división.
El desafío chino pondrá también sobre la mesa las vulnerabilidades europeas. Los críticos al erróneo y anticuado proteccionismo de la Administración Trump tendrán que reconocer que la UE es ya proteccionista en numerosas áreas económicas en teórica defensa de sus intereses y que algunas de las peticiones de medidas contra China discurren por la vía de impulsar un nacionalismo europeo poco definido y mas populista que efectivo.
Y también quedarán al descubierto las dificultades para adaptar una barrera cohesionada frente a la tecnología china capaz de competir en precios, penetrar las redes de las sociedades abiertas como mecanismos para competir, controlar y obtener ventajas comerciales y de seguridad estratégicas, y seguir poniendo piezas en el tablero mundial en detrimento de las sociedades de mayos bienestar.