Las maniobras militares que llevan a cabo las fuerzas navales de China, Rusia e Irán en aguas del Índico nororiental son algo más que un símbolo y un intento de mostrar fuerza, por más que dos de estos países, Rusia e Irán, este en retroceso estratégico relativo, el primero en el Mediterráneo tras la crisis siria, y el segundo precisamente en el Índico occidental tras los golpes de Israel, la presión de EEUU y el retroceso del llamado Eje de la resistencia que agrupa a Irán y a parte del terrorismo palestino.
Las maniobras, denominadas Cinturón de Seguridad 2025, organizadas y dirigidas formalmente por Irán desde el puerto de Chabahar, están marcadas por el protagonismo chino que, pieza a pieza, desde Pakistán e Irán, va avanzando en el escenario índico y en las rutas estratégicas hacia Occidente. Las maniobras monitorizadas por medio mundo pero especialmente por India y EEUU de cerca e Israel de lejos, se producen en un momento en que Donald Trump ha dado una patada al tablero estratégico convencido de ser un Metternich renacido de su aparente soberbia arrogante. Uno de los objetivos de Trump, según afirman algunos expertos estadounidenses, sería abrir una brecha en la alianza chino rusa con el caramelo ucraniano ofrecido a Moscú.
De ahí el intento de exhibir fuerza de una alianza de la que Rusia obtiene armamento y suministros para su agresión en Ucrania, Irán demostraría no estar tan aislada y Pekín amplía su sombra estratégica.
China juega con discreción mientras observa la evolución de la crisis desatada por Trump y calcula la posible evolución el el escenario asiático. Taiwán, las disputas territoriales con Japón y Filipinas, la influencia china en el sureste asiático con sus aliados los dictadores birmanos y la evolución de los mercados en la región pueden afectados por el nuevo desorden mundial y la política aparentemente errática del presidente estadounidense.
