Los presidentes de EEUU y Corea del Norte han sorprendido al mundo y a algunos de sus colaboradores que nada sabían anunciando que van a mantener un encuentro cara a cara en mayo para tratar de llegar a un acercamiento y disminuir la tensión.
Parece evidente que China, Corea del Sur y Japón estaban en el secreto y particularmente los dos primeros han animado a que esto tuviera lugar y han allanado obstáculos. Con este anuncio se entienden mejor los esfuerzos de Corea del Sur en el marco de los Juegos Olímpicos de Invierno y las visitas de responsables de seguridad de ambas Coreas a las capitales enemigas.
Pero no debe minusvalorarse el papel de China, al contrario. Solo Pekín puede avalar un encuentro de este tipo y, además, garantizar, a ambas partes, eventuales resultados si son realistas.
Pero la pregunta es, ¿quién de los dos presidentes gana más y parte con ventaja antes del encuentro? Por una parte, Donald Trump, eufórico, ha avanzado que su política de presión y mano dura ha conseguido un escenario de negociación sin hacer concesiones. De hecho, al menos de momento, mantiene el programa de maniobras militares con Corea del Sur y mantiene las sanciones a Corea del Norte mientras pide un compromiso público de paralizar el programa de misiles.
Por otra parte, Kim Jong-un, ha conseguido lo que oficialmente ha sido su objetivo estratégico: lograr un encuentro de igual a igual, lo que para él supone reconocer a Corea del Norte como potencia nuclear de hecho y, sobre esta base, pedir concesiones económicas.
No es razonable pensar, salvo accidente, que Corea del Norte provoque un choque militar que no puede ganar, pero sentarse a la mesa va a visualizar a su líder como un personaje de la escena mundial. Y China, que quiere una moderación, pero no una derrota de Kim ni un fortalecimiento de Estados Unidos se frota las manos.
Ahora habrá que ver si el encuentro finalmente se produce, qué escenario se elige y de qué se habla. Un proceso de diálogo, en sí mismo, no es bueno ni malo, pero si es un instrumento que abre una escena de oportunidad. Repartida las cartas, habrá que jugarlas. (Foto: Marija Milenkovic)