China sigue su ofensiva diplomática para ser referencia imprescindible en el nuevo orden internacional que parece estar dibujándose como efecto secundario de las agresiones rusas en lo que Moscú defiende que es su zona de influencia y de la respuesta israelí a los ataques terroristas de Hamás que está haciendo emerger nuevas alineaciones en la región en las que Israel comienza a ser algo más que el odiado enemigo común.
El encuentro entre Macron y Xi (una Francia que, a su vez, busca ganar protagonismo internacional tras sus fracasos en África y el vacío europeo) puso de manifiesto que ambos países quieren ejercer de potencias y escenifican una presión de París a Pekín para que China medie en Ucrania a cambio de una disminución de las presiones comerciales a las empresas chinas en Europa. Aunque Francia no puede garantizar esto y China no puede mediar honradamente en Ucrania, la operación de imagen sigue en marcha. Xi, con una frase tópica que refleja las limitaciones de la política exterior china por sus relaciones con Rusia transmitió que en la negociación de un acuerdo de paz para Ucrania “ambas partes deben ceder” como si no hubiera habido una invasión rusa e igualando la responsabilidad de ambos bandos. Aunque al final haya una cesión de ese tipo, quizá conviene marcar las diferencias morales aunque sólo sea por blindarse ante el riesgo de futuras agresiones rusas en Europa.
Pero para China eso no parece tener importancia. Su estrategia está en situarse como gran padrino internacional, por encima de su crisis económica, de sus contradicciones y sus ambiciones territoriales en el Indo Pacífico. Ese es el sentido de haber reunido en Pekín hace unos días a dirigentes palestinos de Fatah y Hamás (enemigos irreconciliables salvo en los ataque a Israel y a intereses judíos) para impulsar un acuerdo entre ellos desde el que abordar una solución de alto el fuego en Gaza. Y eso mientras se negocia en Doha y El Cairo el único alto el fuego factible con presencia de Israel y dirigentes del grupo terrorista además de Qatar y Egipto.
Pero China no tiene en su punto de mira un resultado inmediato respecto a un conflicto concreto sino situarse en el panorama futuro y seguir ocupando con paciencia las zonas de influencia que puede ir perdiendo Rusia en los próximos años. China parece presa de sus contradicciones. Respecto a Europa proclama su defensa de la integridad territorial de Ucrania pero no condena a quien la viola e invita al país violado a ceder y respecto a Oriente Medio quiere aparecer en las fotos para a asociarse a un proceso de paz del que Pekín no forma parte pero que permite ir defendiendo sus negocios en la región y consolidando sus avances de influencia hacia el Mediterráneo.