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Xi el omnipotente. Nieves C. Pérez Rodríguez

Xi se consagra, tal y como se había anticipado, como el nuevo Mao, o más bien se corona como el nuevo emperador chino moderno que una vez que agotó los dos periodos establecidos para gobernar modificó la Constitución para poder continuar en el poder.

El XX Congreso del Partido Comunista que se llevó a cabo la semana pasada contó con 205 hombres que eligieron este domingo a los 24 miembros del Politburó, que representa el segundo escalafón jerárquico en la pirámide de mando, y a las siete distinguidas personalidades que componen el Comité Permanente, el órgano más poderoso que es presidido por Xi Jinping.

En medio de la confirmación de Xi, como es habitual, tocaba la reconfirmación de los líderes de mayor jerarquía del Partido Comunista y los que serán la mano derecha del presidente.  Los seis hombres aparecieron en cámaras caminando detrás de Xi en fila india y en absoluta prestancia cuasi militar, y permanecieron parados uno al lado del otro mientras el propio Xi los presentaba al público uno por uno y estos hacían una reverencia en agradecimiento, con la prestancia que caracteriza los eventos chinos.

El llamado Comité Permanente del Partido Comunista equivale a un gabinete presidencial y quedó compuesto por los siguientes personajes:

Li Qiang: es el secretario del partido de Shanghái y el segundo al mando justo detrás del presidente. Acumula una larga experiencia política en regiones económicamente fuertes en China, como la zona de libre comercio de Shanghái. Ayudó a imponer las estrictas medidas para contener el Covid-19 lo que significó rígidas restricciones y el cierre de Shanghái con costos altísimos económicos para el país, pero que a su vez muestra su devoción a la política “Cero Covid” de Xi.

Cai Qi: actualmente se desempeña como alcalde de Beijing y jefe del Partido en la capital china. Se cree que es la persona más cercana al presidente y que le ha sido especialmente leal. Como organizador de los Juegos Olímpicos de invierno, considerados por el gobierno como un éxito, afianzó su respeto y reputación, aunque había sido cuestionado por su campaña de “echar de la capital a la población de bajo nivel”, que consistió en movilizar a la fuerza a migrantes en 2017.

Ding Zuexiang: director de la oficina del secretario general y la oficina presidencial. Un personaje curioso, porque no viene de abolengo político, lo que es muy importante en China; sin embargo, se le conoce por sus habilidades para escribir y memorizar, lo que lo hace ser un muy buen jefe de gabinete. Se ha ganado profundamente la lealtad de Xi, probablemente porque le ha mostrado serle leal en cualquier circunstancia y algunos analistas consideran que él es la persona que pasa más tiempo al lado del presidente.

Li Xi: es el jefe del PC chino en la provincia de Guangdong, además de tener viejos vínculos personales con la familia de Xi. En efecto, trabajó con alguien muy cercano al padre de Xi Jinping, quién fue un respetado político en la provincia. Es también conocido por su capacidad de resolver crisis y sacar al partido de comprometidas situaciones políticas.

Wang Huning: con un perfil un poco más global dada su prominente educación internacional, se cree que es el teórico político del PC chino, pues ha dado forma a las teorías rectoras de los últimos tres líderes chinos y los expertos lo perciben como el creador de la filosofía y la política de Xi. Además de que ya había sido miembro del Comité Permanente del PC chino y se le atribuye la autoría del ambicioso proyecto del BRI o la franja y ruta de la seda.

Zhao Leji: también ex miembro del Comité Permanente y jefe de la Comisión Central de Control Disciplinario. Se le considera un político prominente cuyo origen es la provincia de Shaanxi, donde el propio Xi Jinping fue enviado durante la época de la Revolución Cultural, y de donde han surgido varias estrellas del partido.

Algunos de estos nombres como el de Li Qiang muestran como Xi valora sobre todo la lealtad por encima de la eficacia de las políticas públicas o resultados económicos. Algo que es muy propio de la cultura china y que una vez más evoca la era de Mao en la que primó la lealtad al líder sobre la capacidad de respuesta o acción. Li es acusado de maltratar a unos 10 millones de ciudadanos por mantener rigurosísimas medidas de control y confinamiento para evitar contagios en Shanghai, lo que ha tenido además un efecto devastador en la economía china y ocasionó huida de capitales extrajeron frente la agresividad de la medida. Sin embargo, hoy es el según por detrás del propio Xi..

Xi ha demostrado ser un líder sumamente astuto y calculador que ha cambiado a China. Ha convertido al gigante asiático en un Estado que vigila los pasos de sus ciudadanos a través del uso de tecnología punta, que le ha servido para que posea el mayor control que nunca un líder ha acumulado. El mejor ejemplo se ha visto durante la pandemia del Covid-19 en que los ciudadanos han tenido que pasar controles diarios para poder salir de sus viviendas, se han tenido que hacer cientos de pruebas para evitar contagios masivos, se les ha negado en casos extremos, atención médica porque no contaban con la capacidad de atender más o porque se decidió a quien priorizar. Además del encubrimiento de información que han padecido los ciudadanos junto con el resto del planeta sobre el origen del virus, el número real de muertes o contagios.

Además, con sus rígida política de Cero-Covid ha generado una desaceleración de la economía china en el último año, tiene una gravísima crisis inmobiliaria que además irrita a la población y anula sus posibilidades de adquirir una vivienda. Simultáneamente ha perseguido a las minorías del país sin piedad al punto que durante su gobierno ha establecido centros de reeducación, de acuerdo con la definición oficial, o centros de reclusión donde se ideologiza y tortura a uigures, así como otras minorías por ser musulmanes y querer seguir sus tradiciones.

Xi aprovechó la pandemia para consolidar el sistema de control social con dispositivos super modernos, aplicaciones novedosas que obligan al ciudadano a fichar diariamente su estado de salud, mientras hacen un seguimiento de cada movimiento del individuo.

EL Congreso del PC chino fue una muestra de ese cálculo diminuto con cada detalle, con el nombramiento de personajes íntimos de confianza de Xi, lo que refleja el inmenso poder que ha conseguido acumular. E incluso el altercado en el que Hu Jintao, respetada figura y exlíder que fue sacado del salón en vivo después de que se le vio intentar coger un documento mientras que Xi puso sus manos sobre el mismo como un intento de que no pudiera tenerlo.  Incidente que no se ha visto en China, ni se ha comentado en las redes chinas pues fue suprimido de la transmisión.

Se vea por el ángulo que se vea, el control acumulado por el Xi Jinping lo consagra más que como un presidente como un líder supremo de por vida que ha cambiado las reglas del juego, y que con la excusa del rejuvenecimiento de China se ha vuelto capaz de todo al precio que sea necesario.

 

INTERREGNUM: SÚPER XI

Con la inauguración, el 5 de marzo, de la reunión anual de la Asamblea Popular Nacional, arranca en China la preparación formal del próximo Congreso quinquenal del Partido Comunista. El XIX Congreso renovará en otoño sus principales órganos, incluyendo el Comité Permanente del Politburó, el corazón del poder político chino. Decidirá asimismo sobre las grandes orientaciones de la política nacional hasta el Congreso siguiente, cuya celebración, en 2022, coincidirá con el centenario de la fundación del Partido el año anterior.

Los analistas observarán con atención cualquier señal que pueda producirse en la Asamblea con respecto a las figuras en ascenso. De los actuales siete miembros del Comité Permanente, cinco abandonarán la política y sus sustitutos serán quienes formarán el núcleo de la sexta generación de líderes. Importa, sobre todo, confirmar si esos nuevos miembros serán cercanos al secretario general, Xi Jinping, y éste logrará por tanto imponer su criterio y ver así posibilitada su intención—según creen numerosos observadores—de abandonar las reglas establecidas en su día por Deng Xiaoping, y continuar en el poder más allá de los dos mandatos previstos tras el Congreso de 2022.

Las decisiones de la Asamblea permitirán llegar a algunas conclusiones sobre si se confirma el regreso de un liderazgo unipersonal. Pero no menos relevante será la discusión sobre las reformas, cuya ejecución está en gran medida paralizada por el temor de las autoridades a perder el control político de la economía. El nombramiento, el 24 de febrero, de cuatro nuevos ministros en el área económica, y el próximo relevo al frente del Banco Central, da idea de la estrecha relación existente entre ambas esferas.

Pese a la necesidad de cambiar el modelo de crecimiento económico de las últimas tres décadas, durante los primeros cinco años de su mandato Xi ha dado prioridad a la política, luchando contra la corrupción, centralizando el poder en su figura, imponiendo unas estrictas normas de disciplina en el Partido, y reafirmando el discurso ideológico. Desde su nombramiento como secretario general en 2012, Xi intentó superar la fragmentación interna y mejorar los mecanismos de decisión, para fortalecer la organización—la implosión de la Unión Soviética es un ejemplo permanente—y lograr un liderazgo más eficaz.

La Asamblea y el Congreso ratificarán sus poderes y su estrategia. Pero el margen para hacer realidad sus ambiciones se estrecha. De conformidad con su programa, el PIB chino habrá de duplicarse en 2021 con respecto al de 2010. Quizá el Congreso sea la ocasión para reactivar las reformas estructurales, una vez que Xi se ha concentrado en intentar eliminar buena parte de las resistencias a las mismas. La política, sin embargo, ha ido en la dirección contraria de lo que necesita la economía. Pueden perseguirse atajos para evitar los cambios políticos sin renunciar al crecimiento, como el hincapié en la innovación y las tecnologías, o la búsqueda de un nuevo motor de desarrollo en el exterior (como la iniciativa de la Ruta de la Seda). Pero pretender tener una economía moderna con un sistema político premoderno es un dilema de difícil solución.