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THE ASIAN DOOR: Geopolítica y renovables, el giro inesperado de la invasión de Ucrania. Águeda Parra

Considerada la cumbre del Cambio Climático COP26 como una de las menos ambiciosas en los últimos años, la invasión rusa de Ucrania ha dado en apenas un mes un giro inesperado sobre los objetivos mundiales de acción climática. La recuperación de la economía tras los confinamientos y las restricciones de la pandemia planteaban apenas hace cuatro meses una trayectoria de emisiones que conducían a un calentamiento de 2,4ºC al final de este siglo, considerando el escenario más desfavorable. La situación geopolítica actual plantea, sin embargo, un cambio de escenario de orden global que puede resultar beneficioso para los objetivos climáticos.

La guerra en Ucrania plantea el mayor desafío geopolítico desde la Segunda Guerra Mundial, no solamente para Europa, sino que supone una reordenación en la balanza de poder geopolítica a nivel mundial. La firme determinación de la Unión Europea de reducir su dependencia energética del gas de Rusia, que alcanza el 40%, y asciende al 60% en el caso de Alemania, supone situar el cambio de la estrategia europea sobre seguridad energética como uno de los principales game-changer en el juego de rebalanceo de fuerzas de poder que va a dejar la etapa post-guerra.

La cuenta atrás para alcanzar cero emisiones netas en 2050 comenzó para la Unión Europea en 2021. Por delante, unas tres décadas para alcanzar la descarbonización convirtiendo a las renovables en la pieza central del modelo de seguridad energética de los países europeos. El mismo tiempo que resta para que potencias energéticas como Rusia pierdan su influencia, al ser fuente de una quinta parte de las reservas de gas natural del mundo. De hecho, la reflexión sobre esta paulatina pérdida de influencia geopolítica podría haber acelerado la incursión militar sobre Ucrania.

Mientras un giro inesperado de la geopolítica global impulsa que la Unión Europea intensifique la política de fomento de las renovables, China mantiene su esquema y redobla la atención sobre las energías limpias con la publicación de un plan para desarrollar un sistema energético moderno para 2021-2025 como parte del itinerario marcado por el 14º Plan Quinquenal (2021-2025). De cumplirse los objetivos recientemente publicados, el plan estratégico definido por China podría adelantar hasta en cinco años el pico de emisiones de carbono comprometido para 2030.

El liderazgo de los gobiernos regionales marca la pauta de adecuación a los compromisos climáticos anunciados por China y, a falta de que 12 de los 34 gobiernos regionales comuniquen sus planes de desarrollo, la acción conjunta de los 22 restantes ya contempla el objetivo de agregar más de 600 gigavatios (GW) de capacidad de renovables de forma combinada entre 2021 y 2025. Una cifra que supone más del doble de la capacidad eólica y solar instalada a finales de 2020.

La ambiciosa hoja de ruta que plantea este nuevo plan supondría incrementar la generación de energía a partir de fuentes no fósiles a un 39%, desde el 33,9% registrado en 2020 y el 34,6% en 2021, según el plan energético presentado de forma conjunta por la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma, y la Administración Nacional de Energía.

La bajada de los costes de producción son parte esencial que favorece la cifra récord de generación de energía eólica y solar año tras año, mientras la inversión en investigación y desarrollo energético, que crecerá un 7% entre 2021 y 2025, según el plan, complementa el impulso por acelerar la transición hacia un mix energético donde el carbón va teniendo cada vez un menor peso.

La geopolítica provoca movimientos inesperados y, entre los múltiples efectos que tendrá la invasión de Ucrania, la aceleración de la transición hacia las renovables figura entre los cambios más significativos. La dimensión de la seguridad energética marcará en el corto y medio plazo gran parte de los cambios geopolíticos globales.

THE ASIAN DOOR: Una COP26 poco agresiva mientras China anuncia su plan. Águeda Parra

En las semanas previas a la celebración de la COP26 en Glasgow, Reino Unido, la atención se ha centrado en las altas expectativas puestas sobre el encuentro, esperando que la cumbre fuera recordada por establecer una hoja de ruta más ambiciosa y agresiva contra el cambio climático. En estos días, el análisis científico independiente proporcionado por Climate Action Tracker ha presentado los riesgos de no hacer todo lo posible mientras todavía se está a tiempo, planteado diferentes escenarios según la senda de crecimiento de las emisiones actuales. Un escenario que, aunque pesimista, ha conseguido arrancar apenas un par de acuerdos entre los líderes asistentes a la COP26.

De continuar la evolución actual de emisiones de gases de efecto invernadero, las predicciones indican que solamente la trayectoria de emisiones correspondiente a los países del G20 ya conducirían a un calentamiento de 2,4 ºC al final de este siglo, lejos del objetivo fijado de no superar los 1,5 ºC respecto a los niveles preindustriales. Tras el descenso registrado durante los meses de mayor impacto de la pandemia, los ritmos de recuperación económica están generando un repunte de las emisiones de gases contaminantes entre los países del G20, que podría elevarse hasta un 4%, según un informe de Climate Transparency. De hecho, los veinte países más ricos del mundo son responsables de alrededor del 75% de los gases contaminantes.

Durante la celebración de las cumbres climáticas afloran numerosos análisis y estimaciones que muestran el avance de los planes climáticos. Entre ellos, destaca el emitido por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente que advierte de que el mundo solamente dispone de ocho años para reducir a la mitad los gases de efecto invernadero si se pretenden alcanzar los compromisos del Acuerdo de París. Un planteamiento que revela, asimismo, que con los compromisos anunciados por los países del G20 solamente se conseguirá reducir las emisiones en un 7,5%.

Compromisos sí, pero quizá no todos los que se esperaban. Desde Washington se ha buscado que los dos mayores emisores de carbono del mundo, entre Estados Unidos y China acumulan el 40% de las emisiones globales de carbono, alcanzaran un acuerdo que pudiera anunciarse durante la cumbre. Las reuniones preparatorias no han sido exitosas, y la falta de asistencia de Xi Jinping a la COP26 ha rebajado la expectativa de que se pudieran alcanzar objetivos más ambiciosos.

Tres días antes de que se celebrara la COP26, China ya realizó uno de los anuncios más relevantes de la cumbre. Se trata del “Plan de acción de pico de emisiones de carbono de China 2030”, en definitiva, la contribución nacional (NDC, por sus siglas en inglés) para las próximas décadas donde se especifica el despliegue sectorial de reducción de emisiones. Sin fijarse nuevos límites a los ya anunciados, el documento sí especifica que la intensidad energética se reducirá en más de un 65% (las emisiones de CO2 por unidad de PIB) con respecto a los niveles de 2005, cuando antes se barajaba una intensidad entre el 60% y el 65%. El documento también eleva la proporción de consumo de combustibles no fósiles en el mix energético hasta el 25% en 2030, que mejora las previsiones respecto del objetivo anteriormente anunciado del 20%.

Entre las propuestas que han tenido un mayor éxito durante la cumbre climática figura el compromiso de poner fin a la deforestación en 2030, firmado por más de cien líderes mundiales, China entre ellos, que incluye fondos públicos y privados que alcanzan los 19.000 millones de dólares. Los países firmantes agrupan el 85% de los bosques del mundo, recuperando un compromiso que ya se formalizó en 2014, aunque en esta ocasión se espera que tenga un mayor éxito por el volumen de la financiación prevista y por los países clave que apoyan el compromiso.

Una de cal y otra de arena. El compromiso colectivo de reducir las emisiones de gas metano en un 30% para 2030, que incluye entre los países clave a Estados Unidos y Europa como dos de los mayores consumidores de gas natural, es otro de los acuerdos alcanzado por más de 90 países, dos tercios de la economía mundial. Entre los ausentes figuran China, Rusia e India que, conjuntamente, generan alrededor de un tercio de las emisiones de metano.

Dos grandes acuerdos, aunque uno de ellos no haya sumado los esfuerzos de todas las partes, que constatan que no se hayan alcanzado las expectativas creadas antes de la celebración de la COP26. Se esperaba una cumbre de acuerdos agresivos que frenaran significativamente el aumento de las temperaturas y las emisiones de carbono a nivel mundial que, finalmente, no ha sido tal.