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THE ASIAN DOOR: El factor China en la cadena de suministro de las baterías eléctricas. Águeda Parra

Poniendo en perspectiva la rivalidad tecnológica entre China y el resto de grandes potencias en lo que a transición digital y energética se refiere, los avances alcanzados por el gigante asiático en materia de tecnología de energías limpias, tanto en renovables como baterías eléctricas, sitúan a China en una posición de dominio, teniendo el resto de países una clara dependencia del gigante asiático. Por el contrario, la transición digital muestra el escenario inverso, situando a China en la carrera por la autosuficiencia tecnológica en la fabricación de chips avanzados. Mientras los chips que se necesitan en la fabricación de coches eléctricos no son excesivamente sofisticados, las baterías eléctricas sí son un elemento clave donde el factor China ejerce especial presión sobre todas las etapas en la cadena de suministro.

Cuando a nivel global las grandes economías buscan aumentar su autonomía estratégica y fortalecer su autosuficiencia tecnológica, el dominio de China del 50% del suministro global de baterías, muy por delante de la cuota de mercado que tienen sus rivales de Corea del Sur y Japón, es un factor muy a tener en cuenta en el actual escenario de creciente tensión geopolítica. Los grandes protagonistas son el fabricante chino de baterías CATL, con un 37,1% de cuota de mercado, y suministrador para fabricantes de automóviles como Tesla y Volkswagen, y el también fabricante de coches eléctricos BYD, cuyo crecimiento le ha situado con una cuota del 13,6%, desplazando en este ascenso a la surcoreana LG Energy Solution y situándose como el segundo mayor productor del mundo.

La competitividad de los fabricantes de coches eléctricos estadounidenses y europeos está, por tanto, vinculada actualmente, y en gran medida, a la dependencia de las baterías chinas. Tanto la fortaleza en el desarrollo tecnológico como el control de la cadena de suministro son elementos clave para entender el dominio de los fabricantes chinos. Todo ello les ha permitido tener mejores economías de escala que sus rivales, y competir con mejores precios ante la creciente subida que han experimentado el níquel y el litio en los últimos años, metales esenciales en esta industria.

Mientras la industria de la automoción está abordando un cambio de paradigma que está impulsando que sean las empresas chinas las que inicien un proceso de internacionalización para competir con sus rivales europeos en su propio territorio, la tendencia en la industria de las baterías está adoptando la misma estrategia, aunque en este caso, no se trata tanto de competir con otros rivales sino de beneficiarse del auge en la fabricación de coches eléctricos en otros hubs productivos. El fabricante CATL comenzó su expansión en Europa con una fábrica en Alemania, la primera fuera de China, a la que le seguirá una nueva planta en Hungría. Y no será el único.

No obstante, el atractivo del mercado chino de coches eléctricos está propiciando que otros importantes protagonistas de la industria sigan apostando por construir fábricas de baterías en territorio chino. A pesar de la creciente tensión geopolítica entre Estados Unidos y China, Tesla seguirá apostando por incrementar su protagonismo en uno de los hubs de automoción más importantes del mundo, aprovechando el mejor posicionamiento de China en la cadena de suministro de baterías, para seguir aumentando su inversión en el país con la construcción de una fábrica de baterías en Shanghai, con inicio de producción en el segundo trimestre de 2024.

Evitar presiones sobre la cadena de suministro se ha convertido en una de las principales preocupaciones en la industria, buscando reducir la influencia que las tensiones geopolíticas puedan tener en posibles disrupciones en la producción de baterías y, por tanto, en la fabricación de los coches eléctricos. Conseguir asegurar la disponibilidad del elemento clave en la movilidad sostenible pasa, por tanto, por fortalecer las capacidades de los fabricantes incorporando en su línea de producción la fabricación de baterías, una estrategia recientemente adoptada también por la empresa china Xpeng, uno de los tres ensambladores de coches eléctricos más importantes de China.

El factor China en la fabricación de baterías es susceptible que se reduzca a medida que vayan surgiendo nuevos players en otros países, aunque su protagonismo en plena transición energética seguirá muy presente. El dominio de China del 75% de la capacidad de refinería del cobalto y del 59% de la capacidad de procesado del litio, según la consultora Benchmark Mineral Intelligence, añade mayor complejidad a la reducción de la dependencia de China en todas las fases claves en la cadena de suministro de la movilidad sostenible. Un dominio que, más allá de la fabricación de coches eléctricos, pone de manifiesto los retos que deben afrontar las grandes potencias para reducir esta dependencia en aras de impulsar la seguridad energética, la seguridad económica y la seguridad nacional.

 

THE ASIAN DOOR: Estrategia del litio, una oportunidad. Águeda Parra

Asegurarse el acceso a los metales necesarios para afrontar la transición energética y digital se ha convertido en una prioridad para países y empresas. La cadena de suministro de las tecnologías limpias comienza a tensionarse por la elevada demanda, la escasa disponibilidad y los precios al alza de algunos metales tecnológicos. Ante una década decisiva en la adopción de nuevas políticas que aseguren un desarrollo óptimo del sector, empresas y países parecen abordar la estrategia de acceso y/o producción de metales críticos desde distintas perspectivas.

No todos los países disponen de reservas de litio. Chile se encuentra en el conocido como triángulo de litio, del que también forman parte Bolivia y Argentina, concentrando casi el 60% de las reservas mundiales. De estos tres países, Chile es el que dispone de un menor volumen de reservas, pero su gran valor estratégico en la industria del litio es ser el segundo productor mundial, contando con una cuota de mercado del 26%, aunque a gran distancia de Australia, líder mundial en producción de litio con un 55% del total en 2022, según el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS).

Las empresas chinas no son ajenas a la privilegiada posición de Chile en el mercado del litio, teniendo en cuenta que la demanda crecerá un 30% cada año, según McKinsey. De ahí que el mayor fabricante de coches eléctricos del mundo, BYD, haya anunciado la construcción de una fábrica de cátodos de litio con una inversión asociada de 290 millones de dólares para producir hasta 50.000 toneladas de litio ferrofosfato (LFP), operativa a partir de 2025.

Además, BYD ya está presente en el panorama de movilidad sostenible de Chile como suministrador de autobuses eléctricos, y la inversión anunciada en el país le permitirá asegurarse el suministro del litio desde uno de los principales países de producción del mundo, además de diferenciarse del resto de competidores al generar todo un ecosistema de negocio que va desde la fabricación de componentes para baterías, hasta las propias baterías, el diseño y la manufactura del coche eléctrico. Una integración vertical más amplia en su esquema de negocio que le diferencia, asimismo, del resto de fabricantes de coches eléctricos, de los que además es suministrador de baterías.

Ante el auge que está experimentando uno de los metales más importantes en la transición energética, Chile ha anunciado la nacionalización del litio, como ya antes lo hiciera México, buscando participar de una boyante economía de energía limpia que se va a desarrollar en la próxima década. De aumentar la producción, Chile podría competir más directamente con Australia, que dispone de un volumen de reservas sensiblemente menor. La estrategia nacional busca colaborar con el sector privado para abordar esta nueva etapa, apoyándose en las empresas chilenas Sociedad Química y Minera de Chile (SQM) y Albemarle que, a su vez, son el primer y el segundo mayor productor de litio del mundo, respectivamente, en una asociación público-privada. Para ello, primero tendrán que finalizar sus contratos, en torno al 2030 y 2043, respectivamente, antes de empezar a tomar el control de las mismas.

Argentina, por su parte, se sitúa como cuarto productor mundial, y aumentar la producción es una de las prioridades del país, creciendo la exportación de litio desde un 5% registrado en 2021 hasta el 18% de las exportaciones mineras alcanzado en 2022. Aunque los proyectos de litio están en plena expansión, algunos con participación de empresas chinas, todavía serían necesarios unos dos años para que las inversiones anunciadas alcancen mayores capacidades de producción, con el objetivo puesto en alcanzar, e incluso superar, a Chile y situarse entre los principales productores de litio del mundo en 2030.

De entre los 24 países que cuentan con reservas de litio, México se sitúa en décimo lugar con poco más del 2% de las reservas mundiales, y la nacionalización de la industria para proteger sus recursos naturales ha sido la opción elegida por el país para no perder las oportunidades que presenta este metal en la fabricación de coches eléctricos y dispositivos electrónicos. La cercanía con el mercado estadounidense le permitiría a México beneficiarse de las subvenciones propuestas en la Ley de Reducción de la Inflación (IRA) promovida por Estados Unidos, exenciones de las que no podrá participar ni Chile ni Argentina. Sin embargo, a diferencia de Chile, México no cuenta con una industria ya desplegada. y la inversión privada es altamente necesaria para su extracción y para convertir el litio en baterías.

Ante la creciente atención que está recibiendo la industria del litio, ningún país quiere dejar pasar la oportunidad de un nuevo ciclo de desarrollo económico ligado con la transición energética y digital. No obstante, los altos volúmenes de capital que necesita la producción de litio requieren de un ecosistema que impulse la atracción de inversión, con políticas nacionales que favorezcan la estabilidad y el impulso de la minería. La oportunidad que tiene América Latina para acomodar su desarrollo económico a la transformación que va a propiciar la transición energética podría verse mermada por la estrategia nacional adoptada, propiciando que la inversión se dirija a otros países como Australia, a pesar de disponer del mayor volumen de reservas mundial.

 

THE ASIAN DOOR: Minerales tecnológicos y transición energética, dinámicas de cambio en un mundo en transición. Águeda Parra.

Las grandes potencias son cada vez más conscientes que necesitan desplegar un rol protagonista en las cadenas de valor tecnológico bien desde la parte del diseño, bien desplegando capacidad en manufactura de chips. Aunque cualquiera de estas dos posiciones confiere una importante competitividad estratégica, el acceso a los minerales estratégicos se va a convertir en el elemento indispensable que las potencias innovadoras necesitan asegurar para seguir manteniendo sus ventajas competitivas en las próximas décadas. Podríamos decir que los chips y los minerales tecnológicos representan dos caras de la misma moneda.

En este cambio geopolítico que estamos viviendo, los minerales estratégicos van a acaparar gran parte de la atención, aunque ya lo estaban haciendo hasta ahora. Por una parte, la disrupción de las cadenas de suministro va a propiciar que se desarrolle una nueva tendencia de producir más cerca, lo que va a suponer acabar con el modelo de globalización que ha estado vigente durante las últimas tres décadas.

Por otra parte, la escalada de precios de estos elementos indispensables para la transición energética y la movilidad sostenible es quizás el aspecto más conocido. Sin embargo, el verdadero reto está en las reservas, que se están agotando a pasos acelerados justo cuando la demanda supera en mucho a la oferta. Y, para complicar la ecuación, Rusia y Ucrania figuran entre los países exportadores más importantes de estos minerales.

Es el caso del aluminio, que se utiliza en multitud de industrias porque no emite tóxicos ni olores, y del que se espera un crecimiento de la demanda estimada de hasta catorce veces más a la actual. También catorce veces más crecerá la demanda del níquel, que se utiliza para fabricar acero inoxidable, y de hasta nueve veces más será en el caso del litio, esencial para la fabricación de los chips y las baterías.

Este exceso de demanda previsto hasta 2030 va a atraer el interés hacia aquellos países que concentran un mayor volumen de reservas, o que generan una alta producción de estos minerales. En este caso, América Latina va a volver al foco de atención de las cadenas de suministro, ya que Chile y Argentina concentran una de las mayores reservas de litio del mundo.

Sin embargo, los elevados precios y los bajos niveles de reservas no son los únicos factores que van a afectar al desarrollo de las baterías y al despliegue de tecnologías de emisiones cero. Un tercer eje va a marcar las dinámicas que van a definir la geopolítica de la tecnología en el corto y medio plazo, y no es otro que la invasión rusa de Ucrania.

Después de tres meses de guerra, la invasión de Ucrania se ha convertido en el integrante inesperado del proceso de transición energética, poniendo presión a la línea temporal de objetivos climáticos comprometidos que se habían marcado los países. El aspecto más negativo de la actual coyuntura internacional es que se está prolongando la dependencia del carbón más tiempo del deseado, y esto repercutirá directamente sobre los objetivos de movilidad sostenible.

Sin embargo, en la otra parte de la ecuación, la necesidad de reforzar la seguridad energética está motivando también impactos positivos. El primero de ellos es que las renovables van a vivir una gran época dorada, con una aceleración del despliegue de energía eólica y solar, aunque el fomento de esta energía verde no va a conseguir sustituir la mitad del suministro del gas natural ruso hasta 2030.

Por otra parte, los mercados internacionales no están siendo ajenos a toda esta tensión energética, y el primer efecto de la invasión de Ucrania ha supuesto que se dispare la entrada de capital en fondos de energías renovables, cambiando la tendencia a la baja que existía hasta el momento.

Estos impactos considerados positivos se suman a las iniciativas impulsadas por la Unión Europea de simplificar los procesos de aprobación de premisos para impulsar proyectos de infraestructuras de renovables durante los próximos ocho años. Una ventaja que los países deben aprovechar para impulsar un mayor despliegue de infraestructuras de tecnologías de emisiones cero y conseguir así que la tormenta perfecta de la invasión de Ucrania no suponga que el hito de alcanzar los compromisos climáticos no sea un objetivo inalcanzable.