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El nuevo Congreso y la Administración Trump. Nieves C. Pérez Rodríguez

Washington.- Cada cuatro años en noviembre tienen lugar las elecciones de medio término en los Estados Unidos y de la mitad del periodo presidencial. Razón por la que los analistas ven los resultados como una especie de test para el ocupante de la Casa Blanca, su liderazgo y cómo los ciudadanos perciben sus políticas en general. Además de la influencia partidista que se impondrá de acuerdo a los resultados.

Como todas las elecciones en los Estados Unidos éstas son complejas. La Cámara de Representantes cuenta con 435 escaños y el resultado arroja una mayoría a Partido Demócrata con 226 escaños, que de hecho podría aumentar cuando termine el recuento de votos. Lo que se sabe con seguridad es que, a partir el 3 de enero, la Cámara de Representantes del congreso estará controlada por el partido de la oposición. Y, por lo tanto, éste tendrá mayor influencia en la toma de decisiones.  De acuerdo al Brooking Institute, la población que más votó a los demócratas fueron los ciudadanos que se encuentran por debajo de los 45 años, que además son quienes tienen mayor educación académica, entre los que se encuentran mujeres y en su mayoría blancos.

Con los demócratas controlando la Cámara de Representantes es bastante probable que la Casa Blanca ahora tendrá más dificultades para que la Cámara le apruebe leyes a la medida de Trump. El nuevo NAFTA o el USMCA tienen que pasar por la aprobación de esta cámara.  Y aquí los demócratas podrían dilatar el proceso o en su defecto presionar con negociaciones paralelas, como que para aprobar el nuevo NAFTA los republicanos tengan que desistir de la construcción del muro con México con un presupuesto que seguramente morirá en las palabras pues la ahora mayoría de la Cámara no está de acuerdo. Se debe mencionar que es un plan casi utópico pero que ayudó a captar muchos votos durante la campaña. A Trump le ha servido de mucho radicalizarse y usar temas como la inmigración ilegal para mantener su electorado.

Con los demócratas manejando la cámara baja también se podría plantear la posibilidad de comenzar un proceso de “Impeachment” o acusación contra el presidente. No sería la primera vez en la historia de los Estados Unidos que ha ocurrido, y, en efecto, es algo de lo que se ha hablado mucho desde que Trump tomó la presidencia. Sin embargo, es más probable que los demócratas dirijan su esfuerzo a aprobar presupuestos que permitan abrir más investigaciones sobre las relaciones de Trump con Rusia.

En cuanto al Senado, cuya mayor concentración de poderes se centra en ratificar los cargos políticos señalados por el presidente, entre ellos embajadores, ministros, jueces o el Tribunal Supremo de justicia, seguirá en manos de los republicanos, lo que realmente no representa ningún cambio para esta Administración.

4Asia tuvo oportunidad de conversar con alguien que sirvió como alto oficial del comité de reglas de la Cámara de Representantes durante más de 8 años, del partido republicano, y que pidió no ser identificada. Le pedimos su análisis de los resultados electorales y esto fue los que nos dijo:

“Los resultados son malos para el Partido Republicano, nunca es bueno perder una cámara. Pero los Demócratas no obtuvieron los resultados que debieron obtener a pesar de quién es el presidente, y la razón es que no terminan de entender por qué la gente vota a Trump. Los demócratas no se han preocupado por buscar el origen del voto a Trump y cultivar ese electorado. Otro gran problema es que los pocos republicanos moderados se han jubilado o perdieron sus escaños.

La reacción de la prensa e incluso de algunos observadores demócratas a las formas inapropiadas de Trump sólo consiguen alimentar esa base que le apoya y con ello aumentan su popularidad. Y eso terminará ayudándolo a su reelección. A la vez, dentro del Partido Republicano está ocurriendo un fenómeno curioso: los que no han apoyado a Trump han perdido sus escaños y posiciones; por lo tanto, los que están aún en desacuerdo entienden que tienen que apoyar a Trump para navegar el mar político del momento.

Tanto el Partido Demócrata como el Republicano están atravesando una especie de crisis interna. La prueba es que en el lado demócrata no hay un figura que lidere el partido, por lo que vimos al ex- presidente Obama en eventos políticos durante la campaña, mientras Nancy Pelosy (líder del Partido Demócrata en la Cámara de Representantes y que potencialmente puede convertirse en presidente de la Cámara, que valga decir es la tercera posición más alta que se puede ostentar en Estados Unidos, después del vicepresidente y el presidente) muy a pesar de los años que tiene militando parece ser la única que consigue movilizar votos masivamente.

Por el lado Republicano, Trump dedicó una parte importa de su agenda a los rallies que tanto alimentan su inagotable ego, y en los que francamente consigue aglutinar masas y emocionarlas, y llevarlos a las urnas electorales. Pero el resultado final es un país mucho más dividido que hace unos años, y mucho más radicalizado en sus posturas. (Foto: Kari Hoepner, Flickr.com)

Trump

Trump está ya valorado por los votantes estadounidenses respecto a la primera mitad de su primer mandato y tal vez es un momento oportuno para aproximarse con serenidad al personaje.

Donald Trump era, y es, un outsider en la política de EEUU. Un outsider que inquieta a los demócratas porque derribó su último sueño de seguir en la Casa Blanca en la estela del mucho mejor publicitado que gestor, Barack Obama, y pone nerviosos a muchos republicanos por su mala educación, su ruptura de formas, su populismo de taberna y su cambio en las formas públicas de gestión, más cercanas a las de un tendero de pueblo metido en grandes negocios que a las del presidente de una de las democracias más sólidas y ejemplares del planeta.

Sin embargo, a pesar de las profecías de los medios de comunicación europeos y no pocos norteamericanos que llevan sus deseos a las encuestas que encargan, en términos generales y trascendiendo el resultado, la fidelidad de la base electoral de Donald Trump sigue fuerte. Entre otras cosas, porque el presidente ha cumplido muchas de las promesas hechas, que no es poco.

A pesar de los intentos de presentar a Trump como una amenaza para la democracia, algo que, como poco, es una exageración propagandista, su gran pecado es la defensa de prácticas proteccionistas que la izquierda europea dista mucho de criticar porque en eso están juntos. Sin embargo, los ataques de Trump al libre comercio y sus medidas están produciendo, en el corto plazo, resultados espectaculares: Estados Unidos está cerca del pleno empleo, los salarios están subiendo y el optimismo crece. Aunque es previsible el crecimiento de la deuda y caídas a medio plazo, no debe subestimarse el saldo en este momento.

Esto debería ser un aviso a navegantes. En Europa y en España, donde la arrogancia, la soberbia y la superioridad política suelen cegar los análisis de la realidad como le ocurrió a Hillary Clinton. Más vale asumir que viene una guerra comercial con China, que ni el Estados Unidos de Trump ni China son campeones del libre comercio y que hace falta una voz firme que defienda un menor intervencionismo de los Estados en la vida económica y política de los ciudadanos.