Después de
que las potencias extranjeras se hayan referido a la expansión de la nueva Ruta
de la Seda, la gran iniciativa geopolítica de este siglo, como una “trampa de
deuda”, por el alto nivel de endeudamiento al que pueden verse sometidos
algunos países, y hayan resaltado los problemas de sostenibilidad
medioambiental que puede generar un desarrollo masivo de infraestructuras,
China ha decidido encaminar la iniciativa hacia una segunda fase más sostenible.
Después de siete años desde que se anunciara la mayor apuesta de la diplomacia
china en busca de la expansión de su influencia entre Oriente y Occidente,
China busca encaminar la iniciativa a una consolidación de las relaciones
bilaterales con los países adheridos a través del despliegue de nuevos
proyectos.
La visita de
Xi Jinping a Myanmar, la primera de un presidente chino a la región desde 2001,
responde a este nuevo enfoque de ensalzar la relación entre ambos países y de
enfatizar el carácter geoestratégico que tienen las inversiones chinas en el
país vecino, donde la ventaja para China es la salida preferente al Océano
Índico donde podrá rivalizar con la potencia hegemónica de la región, India.
Desde la última visita de un dirigente chino, la relación entre ambos países ha
avanzado hasta situar al gigante asiático como el mayor socio comercial de
Myanmar, lo que refuerza la relación económica de los dos países que comparten
más de 2.200 kilómetros de frontera, la tercera más larga después de la que
existe con Rusia y Mongolia.
La ocasión
lo merece, la conmemoración de los 70 años de relaciones diplomáticas, la más
larga que mantiene la República Popular de China, se ha celebrado con la firma
de 33 acuerdos que refuerzan la colaboración en el desarrollo de proyectos de
infraestructuras dentro de la iniciativa de la nueva Ruta de la Seda, y con el
acuerdo de impulsar el Corredor Económico China-Myanmar. Una ruta alternativa
al Corredor Económico China-Pakistán que enlaza con China a través de la
provincia de Xinjiang y donde la autopista que conecta ambas regiones atraviesa
zonas con una altitud de 4.714 metros, una zona más expuesta a las inclemencias
del tiempo y poco segura para el transporte de petróleo y otras mercancías.
Como mayor
inversor y socio comercial del país, China busca con estos proyectos reforzar
la colaboración económica, pero también su influencia política y estratégica en
el golfo de Bengala y el Mar de Andamán. De los acuerdos firmados, cuatro son
los que mayor impacto van a tener en la búsqueda de China por conseguir mayor
suficiencia energética y ampliar su influencia
en el Sur de Asia y el Sudeste Asiático, conectando sus provincias del
interior sin salida al mar con una vía que las comunica directamente con el
Índico. De los cuatro proyectos, la prioridad es impulsar el estancado puerto
de Kyaukphyu, la
joya de la corona, situado en el golfo de Bengala, con el que China tendría
de facto acceso al Índico y con el
que aspira a cambiar la dimensión geoestratégica de su presencia en la zona,
compitiendo frente a frente con India en su zona de influencia hegemónica.
Myanmar ha
conseguido reducir el coste del proyecto de 7.000 millones de dólares a 1.300
millones de dólares, bajando la participación china del 85% al 70%. Una medida
que mejora la viabilidad del proyecto y que reduce la posibilidad de que
Myanmar se vea inmersa en una trampa de deuda. Asimismo, el consorcio chino responsable
de su construcción encargó a una empresa canadiense a finales de 2019 una evaluación
del impacto ambiental y social del proyecto como medida para recabar mayor
apoyo y
cumplir con los requisitos de protección medioambiental sobre los que el
gobierno de Myanmar está prestando especial atención. El desarrollo del puerto
de aguas profundas de Kyaukphyu forma parte de la zona económica especial del
estado de Rakhine, epicentro del conflicto con los Rohingya, es parte del
collar de perlas desplegado por China por todo el Índico, y además es origen de
dos oleoductos de gas natural y de petróleo que sirven parte de su producción hasta
la ciudad china de Kunming, en la provincia de Sichuan. De esta forma, China se
asegura un abastecimiento más seguro de las fuentes de recursos energéticos del
Índico, por donde circula el 60% del abastecimiento mundial de petróleo y donde
transita el 85% del tráfico de contenedores del mundo, sin necesidad de pasar por
el cuello de botella que supone el estrecho de Malaca, punto estratégico que
podría cerrarse en caso de conflicto o de desastre natural.
Del resto de cuatro proyectos más significativos destaca la construcción de una autopista entre la frontera norte de Myanmar con la zona sur de China hasta la ciudad de Mandalay, que podría extenderse hasta la costa sur del país. El tercero de los proyectos es la construcción de la “nueva ciudad de Rangún”, al lado de la antigua capital, mientras el último de los cuatro grandes proyectos sería el establecimiento de una “Zona de Cooperación Económica Fronteriza” situada entre Muse, en el norte de Myanmar, con la ciudad china de Ruili. Proyectos que enmarcan una nueva etapa en las relaciones de China con uno de los vecinos con los que siempre ha mantenido una estrecha relación y cuyo apoyo ha sido crucial en casos como el conflicto con la etnia Rohingya. Un amigo y también socio que le permite a China impulsar su influencia en el Océano Índico.