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THE ASIAN DOOR: Shenzhen, el principio del todo. Águeda Parra

El milagro económico de China tiene un origen y una decisión primordial que lo sustenta. El origen es Shenzhen, ciudad al sureste de China que ha pasado de ser un pueblo de pescadores en el delta del río de la Perla a finales de la década de 1970 a convertirse en una gran metrópoli. La decisión, por su parte, acaba de cumplir 40 años, y fue la de incorporar a Shenzhen en la iniciativa de generar una Zona Económica Especial (ZEE).

El impulso de la ZEE ha convertido a la ciudad en el centro de la innovación tecnológica. Compitiendo al nivel de Silicon Valley, Shenzhen marca el origen desde donde el gigante asiático se ha posicionado como principal rival de Estados Unidos en la carrera por el liderazgo en las nuevas tecnologías. No es por menos que la empresa china Tencent, el segundo inversor más exitoso del mundo en unicornios, tras la empresa de capital riesgo americana Sequoia, y propietario de WeChat, la aplicación omnipresente en China, tenga la sede en la ciudad que se ha denominado la Silicon Valley del hardware. También tienen sus oficinas centrales en esta ciudad otras empresas chinas de vanguardia como Huawei, ZTE y la empresa de drones DJI. El poder del ecosistema.

La categoría de ZEE ofreció a Shenzhen, que dista unos 20 kilómetros de Hong Kong, la capacidad de explorar la nueva vía de impulsar el desarrollo comercial y la industrialización como parte de la nueva era de reforma económica y apertura al exterior iniciada por Deng Xiaoping. Shenzhen ha sido testigo de la historia de éxito en la estrategia de China de puertas abiertas. De hecho, la ciudad ha experimentado crecimientos medios anuales del PIB de doble dígito de hasta el 21,6% entre 1979 y 2019, registrando, asimismo, un crecimiento del PIB per cápita que supera todos los registros, pasando de unos 600 yuanes a más de 200.000. De ahí que el discurso de Xi Jinping durante la celebración de este aniversario haya sido reafirmar el compromiso de Pekín con el modelo de apertura y reforma, pero también con el de innovación y desarrollo.

El poder tecnológico de Shenzhen se aprecia en iniciativas como la reciente prueba piloto de la nueva moneda digital de China (DCEP) donde el gobierno chino ha regalado 10 millones de yuanes a 50.000 ciudadanos afortunados por un sistema de lotería. Este evento se hizo coincidir con la visita de Xi Jinping para la celebración del 40 aniversario de la ZEE de Shenzhen el 12 de octubre, y las múltiples referencias a “innovación local” y a “autosuficiencia” en el discurso del presidente chino dan indicación de cómo se estructurará el XIV Plan Quinquenal (2021-2025) que se presentará el próximo 26 de octubre y cuya hoja de ruta tendrá la vista puesta en 2035.

Las referencias en el discurso de Xi a la creación de una “innovación industrial de alto nivel con influencia mundial” y al hecho de que se tengan que abordar “muchos desafíos sin precedentes” refleja la actual situación de rivalidad tecnológica con Estados Unidos. Centro de la conocida como Greater Bay Area, en el que también se encuentran Hong Kong y Macao, Shenzhen está impulsando el potencial de la región para conseguir rivalizar con la industrializada Bahía de Tokio y la tecnológica Silicon Valley.

El simbolismo de la visita de Xi está estrechamente ligado a la gira que realizó Deng Xiaoping en 1992 para reforzar el compromiso con las políticas de reforma después de que el país hubiera pasado por el aislamiento internacional tras los acontecimientos de Tiananmen en 1989. Después de 40 años el fondo del discurso se mantiene, aunque en esta ocasión sea la impronta del pensamiento de Xi Jinping el que ha quedado remarcado por la referencia del presidente chino a hacer de Shenzhen una “ciudad modelo para un gran país socialista moderno” en los próximos cinco años. Si esta transformación de Shenzhen, y de la región, se ha producido en cuatro décadas, quizá lo mejor esté todavía por llegar.

THE ASIAN DOOR: La innovación como leitmotiv. Águeda Parra

China ha hecho de la innovación su leitmotiv para consolidar el desarrollo económico que le ha llevado a situarse en segunda posición entre las economías mundiales más importantes en apenas 40 años. El crecimiento de China no tiene precedentes en la historia, y si las reformas económicas y la apertura al exterior han sido la clave que han marcado la transición del gigante asiático hacia una economía avanzada en estas últimas cuatro décadas, China cuenta con la inversión en innovación como la palanca que va a caracterizar el desarrollo futuro del gigante asiático en las próximas décadas.

Los planes de China pasan por convertirse en una “nación de innovación” en 2020, como así se refleja en el XIII Plan Quinquenal (2016-2020), con el objetivo de posicionarse como “líder de la innovación internacional” en 2030 y ser una “potencia mundial de innovación científica y tecnológica” en 2050. La inversión en investigación y desarrollo ha sido una prioridad en estos últimos años, duplicando el gasto en I+D desde el 0,9 que registraba en el año 2000, a alcanzar el 2,1 en 2017, sobrepasando desde 2013 la inversión que realiza la Unión Europea. En relación con Estados Unidos, la inversión china en I+D ya supone el 88% de la norteamericana en paridad de poder adquisitivo, según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD) de 2017. Aunque el gasto en porcentaje del PIB de China se sitúa por debajo de la media de los países OECD, que se sitúa en el 2,37%, la determinación de China por convertirse en potencia innovadora hará que en los próximos años estas cifras sean similares, o incluso superiores a la de otros países más desarrollados.

Hoy China genera más graduados en las disciplinas STEM (Science, Technology, Engineering and Mathematics) donde el enfoque científico de las carreras de Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas está generando un capital humano de talento tecnológico protagonista en la creación del ecosistema que está propiciando la revolución tecnológica que vive el país. El Índice Global de Innovación (GII, Global Innovation Index) en su edición de 2019 sitúa a China en la posición 14 (Hong Kong aparece incluso mejor posicionada en la posición 13), por delante de Japón (15), Francia (16) y a gran distancia de España (29), en una lista de 129 países. Como clusters de innovación mundial, el informe destaca dos ciudades de China en el Top 50, Shenzhen-Hong Kong en la posición 2, por detrás de Tokio-Yokohama, y Beijing en la posición 4, por detrás de Seúl.

En la carrera por convertirse en país de innovación, China cuenta con dos palancas que están resultando determinantes en la capacidad del gigante asiático de modernizarse a través de la generación de innovación tecnológica. Una de ellas es la capacidad de China de generar unicornios, aquellas empresas valoradas en más de 1.000 millones de dólares, convirtiéndose en uno de los verdaderos artífices del potencial de innovación del gigante asiático, consiguiendo generar más unicornios que Estados Unidos por primera vez en la historia, 206 por parte de China frente a 203 del lado norteamericano. Asimismo, la iniciativa Made in China 2025 es la segunda palanca de innovación con la que el país aspira a producir contenido nacional de componentes y materiales básicos que le permita ser cada vez más independiente de la tecnología extranjera. La previsión es que alcance el 40% en 2020 para pasar al 70% de producción nacional cuando se complete la iniciativa en 2025.

El potencial tecnológico que está generando este nuevo ecosistema de innovación ha propiciado la transformación de muchas ciudades chinas que basan su desarrollo económico en convertirse en hubs de innovación capaces de rivalizar con Silicon Valley. Este nuevo entorno de creación tecnológica que confluye en el delta del río Perla, en la provincia de Cantón, reúne a ciudades como Shenzhen, más conocida por ser la ciudad del software, Macao y Hong Kong, un núcleo de innovación que China pretende consolidar con la creación de la iniciativa conocida como Greater Bay Area.

Se trata de una región en la que viven 68 millones de personas con un PIB conjunto que alcanza los 1,5 billones de dólares, equivalente a las economías de Australia o Corea del Sur. Se trata de aunar el potencial de once ciudades de la región, que van desde Guangzhou, Shenzhen, Zhuhai, así como Hong Kong y Macao, para dar forma al gran proyecto de China de construir un centro de innovación tecnológico global. Esta megaciudad, la más grande del mundo con el doble del tamaño de Tokio, reunirá a centros de desarrollo tecnológico e instituciones financieras que rivalizarán a la vez con Silicon Valley y Wall Street. La presión de la guerra comercial con Estados Unidos ha supuesto un retraso en las ambiciones de China de construir el Greater Bay Area, lo que ha motivado que haya decidido priorizar los objetivos establecidos en la iniciativa Made in China 2025.

 

En teoría, Silicon Valley no debería existir. Miguel Ors Villarejo

Cuando a finales del siglo pasado se matriculó en la Universidad de Berkeley para cursar un posgrado, Enrico Moretti (Milán, 1968) decidió que quería saber todo de Estados Unidos y empezó a bucear en los datos del censo. Miraba las magnitudes que podían medirse de cada ciudad (ingresos, nivel educativo, sectores de actividad), las tabulaba y las comparaba. Esperaba descubrir una sociedad más homogénea que la que había dejado en Italia, donde un abismo separa al norte del sur, pero le sorprendió comprobar las diferencias que había entre las regiones. Y lo llamativo es que desde entonces no han dejado de ampliarse. “Internet, el correo electrónico y los móviles han democratizado el acceso a la información”, explica Moretti en Econ Focus, la revista del Banco de la Reserva Federal de Richmond. Esto debería hacer irrelevante el lugar de trabajo. En teoría, si se dispone de una conexión de datos y un ordenador, da igual que se esté en Bután o San Diego. Pero no es así. El tipo de empleo, de salario y de carrera varía cada vez más de una ciudad a otra. Nunca importó tanto donde uno resida.

Estas desigualdades regionales no son una novedad. Las llamadas “economías de aglomeración” hacen que las empresas se agrupen sectorialmente. Cuando viajas por el sur de Toledo solo ves fábricas de muebles. ¿No tendría más sentido que se dispersaran por la provincia, para repartirse el mercado? No, porque para el cliente es más cómodo que los establecimientos estén pegados: así, si no se encuentra algo en uno, se va al de al lado dando un paseo. A los empleadores también les resulta más sencillo localizar mano de obra cualificada y a la mano de obra cualificada, empleo. Lo mismo ocurre con los proveedores de materia prima y los servicios auxiliares. Por último, la difusión del conocimiento (modas, nuevas técnicas) es más rápida.

La explotación de estas sinergias da lugar a la aparición no ya de polígonos, sino de ciudades enteras. Wolfsburgo surgió de la nada en 1938 para albergar las plantas de Volkswagen. La producción del Escarabajo requería la acción coordinada de miles de obreros, que debían ocupar un puesto concreto en la cadena de montaje. Lo mismo ocurría con la aeronáutica o la siderurgia. Pero en la economía del conocimiento se funciona con ideas y portátiles, no con carbón y hornos. Y los productos consisten en análisis financieros, aplicaciones informáticas o series de televisión que viajan por el ciberespacio, no por tren o carretera. ¿Qué más da donde estemos? Silicon Valley no debería existir. Sin embargo, es una obstinada realidad. ¿Por qué?

Puede que las economías de aglomeración sean menores que en la era industrial, pero no han desaparecido y las pequeñas ventajas de partida se retroalimentan y acumulan hasta abrir brechas considerables. Pensemos en dos alumnos de primaria, uno nacido en febrero y otro en noviembre. Físicamente son bastante parecidos, pero es probable que el profesor de gimnasia elija para el equipo de hockey al primero, que está unos meses más hecho. En consecuencia, recibirá un entrenamiento y adquirirá una experiencia que harán que, al año siguiente, vuelvan a escogerlo. Así, curso tras curso, lo que no era más que una modesta diferencia de edad se agrandará y, al final, como observa Malcolm Gladwell en Fuera de serie, te encuentras con que “en cualquier club de la élite del hockey [de Canadá] el 40% de los jugadores habrá nacido entre enero y marzo [y apenas] el 10% entre octubre y diciembre”.

Con las ciudades ocurre igual. Cuando William Shockley se mudó a Palo Alto, allí no había más que almendros. Pero su labor pionera en electrónica arrastró a un puñado de ingenieros, cuyo éxito estimuló a otros colegas, que a su vez atrajeron a más y, poco a poco, fue erigiéndose un formidable ecosistema que es como un imán para los inversores. “Las empresas de sectores avanzados o especializados no quieren instalarse en áreas donde están aisladas”, dice Moretti. “Ninguna quiere ser la primera en moverse porque va a pasarlo mal para hallar trabajadores cualificados. Y los trabajadores cualificados tampoco quieren trasladarse a ciudades donde hay poca oferta de empleo”.

Es la pescadilla que se muerde la cola, y lo hace con una intensidad desconocida en términos históricos. “Cuando se analizan los principales campos [de la economía del conocimiento], se aprecia una aglomeración de inventores que es asombrosa. En ciencia de la computación, las 10 primeras ciudades concentran el 70% de toda la innovación, medida por las patentes. Para los semiconductores, es el 79%. Para biología y química, es el 59%. Esto significa que las 10 primeras ciudades generan la inmensa mayoría de los avances en cada campo. Y esta cuota no ha hecho más que aumentar desde 1971”.

En consonancia con su mayor productividad, los residentes de estas capitales punteras perciben generosas retribuciones, muy superiores a las de sus compatriotas, que los ven prosperar mientras ellos languidecen, y esto no carece de implicaciones políticas. ¿Se han preguntado quiénes son los que votan por Trump en Estados Unidos, por Le Pen en Francia y por el brexit en el Reino Unido?

THE ASIAN DOOR: Las 5 cosas que debes saber si tu futuro pasa por China. Águeda Parra

En el radar de las empresas occidentales siempre ha estado intentar conquistar el mercado chino para aumentar su huella de internacionalización y abrir nuevos mercados de comercio e inversión. Las dificultades inherentes a las diferencias culturales han sido, en muchos casos, el primer escollo que han tenido que superar y que, en muchos casos, se ha convertido en una barrera difícil de salvar.

Después de décadas desde la reforma y apertura económica promovida por Deng Xiaoping en 1978, todavía existen sectores de la economía china que no están abiertos para la inversión extranjera, cuestión que no impide, sin embargo, que las oportunidades en el mercado chino sigan siendo muy numerosas. Pero, aparte de las diferencias culturales, ¿qué más debes saber sobre China? Éstas son las cinco cosas que es necesario saber sobre la realidad económica y tecnológica del país:

[PRIMERO_ China es la mejor oportunidad de inversión, comercio y talento del siglo XXI]

Todo CEO, empresario, emprendedor, estudiante, etc., debe saber que el crecimiento económico de China y la revolución digital que está experimentando la segunda economía mundial hacen que el gigante asiático pueda considerarse como la mejor oportunidad de inversión, comercio y talento del siglo XXI.

[SEGUNDO_ Los BAT mueven la economía digital en China]

Conocer el mercado chino y los actores claves supone saber que BAT es la palabra que identifica a los tres grandes titanes tecnológicos chinos. Baidu, Alibaba y Tencent están marcando el ritmo de la revolución tecnológica en China al margen de las grandes tecnológicas americanas. Baidu ha reproducido y mejorado el motor de búsqueda de Google, que está pensando regresar a China. Alibaba es el gigante del e-commerce mundial, mientras que Tencent ha agrupado en torno a su aplicación estrella WeChat todo un ecosistema tecnológico de mini-aplicaciones que integran todas las necesidades diarias, desde redes sociales, e-commerce, citas médicas, seguros, alquiler de vehículos compartidos, etc., sin salir de la aplicación.

[TERCERO_ Silicon Valley está dando los primeros pasos para establecerse en China]

Casi el 39% de los unicornios residen en China, concretamente 98 de 252 hasta septiembre de 2017, lo que significa que el gigante asiático es el segundo destino después de Estados Unidos, que cuenta con el 42,1% de este tipo de empresas valoradas en más de 1.000 millones de dólares. Los unicornios se establecen en las ciudades más punteras tecnológicamente, creando centros de innovación que rivalizan con Silicon Valley. Los BAT son parte de los unicornios chinos más destacados, cuyo valor de mercado les permite formar parte del Top20 de gigantes tecnológicos mundiales, Alibaba (6), Tencent (7) y Baidu (13). Si se unieran los BAT con los FAANG, es decir, Facebook, Appel, Amazon, Netflix y Google, alcanzarían un valor de más de 4 billones de dólares.

[CUARTO_ China es el mayor mercado de usuarios de Internet]

China ha alcanzado a principios de año la cifra récord de 802 millones de usuarios de Internet, lo que supone más de la mitad de su población de casi 1.400 millones de habitantes. Poniéndolo en contexto, son 290 millones de personas más que toda la Unión Europea las que se conectan diariamente a la red. La transformación tecnológica se ha producido de forma acelerada en China, de hecho, muchos no han conocido ni el teléfono fijo, y hasta el 98% de las personas se conecta a Internet a través del móvil.

[QUINTO_ La nueva Ruta de la Seda China es la iniciativa mundial del momento]

La nueva Ruta de la Seda es la iniciativa de infraestructuras del billón de dólares que unirá China con el corazón de Europa permitiendo que los productos chinos alcancen nuevos mercados a través de varias rutas que atraviesan Asia Central. Los corredores terrestres se complementan por mar con la Ruta de la Seda Marítima que se extiende hasta África Occidental. OBOR (One Belt, One Road), como se conoce comúnmente a la iniciativa, también tiene una componente tecnológica incorporando a las Tech chinas que abren negocios de e-commerce y de FinTech en los países por los que se extiende la Ruta.