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INTERREGNUM: Otoño multilateral. Fernando Delage

Como cada año por estas fechas, se concentran en unos pocos días las cumbres anuales de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN) con sus socios externos, la Cumbre de Asia Oriental, y la del foro de Cooperación Económica del Asia-Pacífico (APEC). Al ser este año Indonesia anfitrión de la reunión del G20, se suma un encuentro multilateral más en la región. No repiten los mismos participantes en todos los casos, pero buena parte de ellos se irán trasladando de Camboya—país anfitrión de los dos primeros encuentros—, a Bali—donde se celebra la cumbre del G20—, para terminar el próximo fin de semana en Tailandia, donde se reunirán los líderes de APEC. Tampoco la agenda es la misma, pero sí el contexto de fondo, marcado por el enfrentamiento entre Estados Unidos y China. Para la mayoría de los observadores lo más relevante de esta intensa semana es en consecuencia el encuentro de Joe Biden y Xi Jinping el lunes 14 en Indonesia.

En realidad, sólo en el G20 van a coincidir ambos mandatarios: Xi no estuvo en Camboya—le representó su primer ministro, Li Keqiang—, y Biden no estará en Bangkok: le sustituirá la vicepresidenta Kamala Harris. Pero las relaciones entre los dos países condicionan todos los encuentros. Para Biden, el principal objetivo de su viaje consiste precisamente en enviar una clara señal de su compromiso con las naciones del Indo-Pacífico (y, por tanto, de su intención de contrarrestar la creciente influencia china). En Phnom Penh, Biden declaró que la ASEAN es un pilar central de su política asiática, y anunció la puesta en marcha de una “asociación estratégica integral” con la organización. En el que fue su tercer encuentro bilateral con el grupo, el presidente norteamericano ofreció asimismo una partida de 850 millones de dólares en asistencia al sureste asiático, para promover—entre otros asuntos—la cooperación marítima, vehículos eléctricos y la conectividad digital.

La situación en Myanmar también formó parte de la discusión en Camboya, con el fin de reforzar de manera coordinada la presión sobre la junta militar, así como Corea del Norte, asunto sobre el que Biden mantuvo una reunión separada con el presidente surcoreano y el primer ministro de Japón. Los tres líderes, que ya mantuvieron un encuentro con ocasión de la cumbre de la OTAN en Madrid el pasado mes de junio, tratan de articular una posición común frente a la reciente oleada de lanzamiento de misiles por parte de Pyongyang, y la posibilidad de un séptimo ensayo nuclear. También trataba Biden de preparar con sus dos más importante aliados asiáticos la reunión bilateral con Xi.

Aunque Biden y Xi se conocieron cuando eran ambos vicepresidentes, no han coincidido presencialmente desde la llegada del primero a la Casa Blanca. Han hablado por teléfono cinco veces desde entonces, y llegaron a Bali poco después de obtener (Biden) unos resultados mejores de los esperados en las elecciones de medio mandato, y (Xi) un tercer mandato en el XX Congreso del Partido Comunista. Por las dos partes se aspiraba a explicar en persona sus respectivas prioridades—incluyendo Taiwán, Corea del Norte y Ucrania—, restaurando un contacto directo que pueda contribuir a mitigar la espiral de rivalidad.

Es innegable, no obstante, que—pese a su encuentro formal—tanto Washington como Pekín continuarán intentando orientar la dinámica regional a su favor, ya se trate del entorno de seguridad o de acuerdos económicos. En Tailandia, China podría dar algún paso hacia su adhesión al CPTPP—el antiguo TTP que Trump abandonó—, mientras que la alternativa que Biden promueve—el “Indo-Pacific Economic Framework”—puede resultar redundante con la propia función de APEC, foro que la corresponde presidir a Estados Unidos en 2023.

La interacción entre las dos grandes potencias y la división geopolítica resultante marca, como se ve, esta sucesión de encuentros multilaterales, que lleva a algunos a reconsiderar por lo demás el futuro de la ASEAN, justamente cuando celebra su 55 aniversario. Desde fuera de la región, habría también que preguntarse por la ausencia—salvo en el G20—del Viejo Continente, en la región que se ha convertido en el epicentro de la economía y la seguridad global.

INTERREGNUM: La ASEAN va a Washington. Fernando Delage

Sólo una semana antes de emprender un viaje a Corea del Sur y Japón, donde asistirá a la segunda cumbre presencial del QUAD a nivel de jefes de Estado y de gobierno, el presidente Biden recibió en Washington a ocho de los líderes de la ASEAN (sólo faltaron los presidentes de Myanmar y Filipinas). Esta cumbre especial, que ha servido para conmemorar 45 años del establecimiento de relaciones formales entre Estados Unidos y la organización, ha tenido una considerable relevancia al haberse situado el sureste asiático en espacio clave de la rivalidad estratégica entre Washington y Pekín. Los gobiernos de la región han podido recuperar el acercamiento a Estados Unidos que se perdió durante la administración Trump, un paréntesis durante el cual Pekín continuó avanzando en la integración económica con sus vecinos a través de iniciativas como la Nueva Ruta de la Seda y la Asociación Económica Regional Integral.

La cumbre lanzó dos importantes mensajes. El primero es que, pese a la guerra de Ucrania, la administración Biden mantiene el impulso de su estrategia hacia el Indo-Pacífico como orientación central de su política exterior. En segundo lugar, en el marco de esa estrategia, se quiere superar la percepción de que Washington no termina de reconocer la importancia del sureste asiático en la dinámica económica y geopolítica del continente.

Ese reconocimiento se formalizó al elevarse la relación al nivel de “asociación estratégica integral” y nombrarse un nuevo embajador norteamericano ante la organización, un puesto que había estado vacante desde 2017. Washington se esforzó asimismo por mostrar una especial sensibilidad hacia las prioridades de sus invitados, y anunció una serie de iniciativas hacia la región—en áreas como energías renovables, seguridad marítima y digitalización—aunque su montante se limita a unos modestos 150 millones de dólares.

La Casa Blanca ha insistido en que valora el papel de la ASEAN en sus propios términos y no sólo en función de la competición con China. Pero es innegable que uno de los principales objetivos de la cumbre era el de sumar los gobiernos de la región a su perspectiva estratégica. Es sabido, no obstante, que éstos nunca se adherirán a una abierta política de contención de la República Popular, ni a un esquema de cosas que ponga en duda la centralidad de la ASEAN en la arquitectura de seguridad regional. Problemas similares presenta otra de las cuestiones fundamentales para Estados Unidos: su plan económico (el denominado Indo-Pacific Economic Framework, IPEF), que Biden presentará formalmente en Tokio a final de mes. Es significativo que el comunicado final no hiciera mención alguna al mismo, quizá como respuesta a las dudas de los asistentes. En opinión de los líderes del sureste asiático presentes en la cumbre, el plan carece de claridad con respecto a sus elementos concretos.

Quizá había un problema de expectativas insuficientemente realistas, pero cada parte quiere algo que el otro difícilmente puede darle. La ASEAN desea que Estados Unidos se incorpore al CPTTP—el acuerdo de libre comercio que sucedió al TPP tras su abandono por Trump—y que abra su mercado a las exportaciones del sureste asiático; una posibilidad que hoy por hoy no aprobaría el Congreso norteamericano. Los Estados miembros de la organización evitarán igualmente toda presión dirigida a obligarles a elegir entre Washington y Pekín, como querría la Casa Blanca. En último término, por tanto, la cumbre restableció buena parte de la confianza perdida, pero Estados Unidos aún tendrá que hacer un esfuerzo mayor si aspira a corregir la percepción—y la realidad—de que está perdiendo influencia frente a China en la subregión.

Europa, en busca de un camino a China

Mientras Europa permanece alerta ante las noticias de la frontera ruso-ucraniana, la Unión Europea y la OTAN han venido manteniendo conversaciones con China para lograr un acuerdo estratégico que fije unas relaciones claras y en las que, pretende Bruselas, China actúe de acuerdo con las normas internacionales y con respeto a la libertad e comercio y la libre competencia. De momento, Europa sigue el camino dibujado por Ángela Merkel  basado en el diagnóstico de que China es un reto lleno de riesgos, incluso en el campo de la seguridad, pero no una amenaza como sí lo es Rusia. Para ello un grupo de políticos, diplomáticos, militares y expertos tanto de la OTAN como de China han venido encontrándose  para buscar un nuevo marco de relaciones.

Según la experta Stefanie Babst, “a lo largo de 15 meses, el grupo discutió una amplia gama de cuestiones de seguridad internacional, desde la evolución de la región de Asia-Pacífico hasta los posibles escenarios de las futuras relaciones entre Estados Unidos y China. Sin embargo, las conversaciones confidenciales se centraron en gran medida en la futura relación de la OTAN con China. ¿Cómo ven y analizan ambas partes las tendencias globales y regionales más importantes y los retos de seguridad? ¿Dónde hay diferencias fundamentales de intereses y en qué áreas existen posibles puntos de partida para el diálogo y la cooperación?  ¿Qué lecciones pueden extraer la OTAN y China de sus anteriores encuentros y formas iniciales de cooperación práctica?”. Porque las conversaciones han ido tomando un carácter más de encuentros OTAN-China que Unión Europea China.

En las conversaciones se ha tratado prácticamente toda la agenda internacional: cuestiones económicas, cambio climático, cooperación en la lucha contraterrorista, orden geoestratégico y normas posibles de cooperación para evitar riesgos de desestabilización general.

Europa llega tarde y lenta pero la realidad le ha impuesto una agenda inevitable y llena de incertidumbre porque no parece haber una idea clara de qué amenaza es la de China y qué medidas tomar que, además, se analizan en medio de la convulsión ucraniana en la que Putin mueve piezas sin complejo y parece ir ganando la partida e imponiendo sus intereses y su concepción sobre cuál debe ser el espacio estratégico europeo y quienes sus protagonistas imprescindibles.