China es una pieza cada vez más destacada en el tablero de la política internacional. El hecho de que este protagonismo creciente esté apoyado en una cultura vista desde Occidente con tópicos, mitos e ideas de superioridad difícilmente demostrables, y en un pueblo sobre que se han vertido calificativos humillantes, hace que los análisis sobre la situación, las perspectivas y las consecuencias de este protagonismo queden desdibujados.
¿Es China la próxima potencia que va a dominar el planeta?, ¿es una amenaza contra la forma de vida occidental? ¿está demostrando China que la democracia, con su separación de poderes, su orden jurídico y sus garantías individuales non son imprescindibles o, incluso, ni siquiera un estímulo para el crecimiento económico?
Todas estas cuestiones estuvieron sobre la mesa en el debate sobre China que 4Asia organizó el 25 de mayo. Colaboradores, expertos y público intervinieron para plantear dudas e hipótesis. Y, entre otras conclusiones, quedó claro que, desde las sociedades occidentales, debemos tener en cuenta que otras culturas conforman un sentido del tiempo y los ritmos, una concepción de la vida, la muerte, Dios o los dioses, y de su propia felicidad que están en la base de la toma de decisiones políticas y de la percepción de las mismas y sin tenerlas en cuenta poco se entiende. Eso no quiere decir que todos los valores valgan lo mismo por el hecho de existir ni que los avances de las libertades individuales no deban ser para todos.
China está haciendo una apuesta decidida e inteligente para defender sus intereses nacionales (como cualquier país) y conseguir la hegemonía, recuperarla más bien, en su zona geoestratégica; participar de igual a igual con las otras grandes potencias en el resto del mundo y gestionar sus propias contradicciones internas como las desigualdades sociales y políticas, donde un sistema autoritario impulsa leyes de capitalismo salvaje interior, sin garantías, y con éxito en los números.
En este contexto Occidente tiene que tomar sus decisiones teniendo en cuenta que EEUU parece perdido entre el proteccionismo y la improvisación y Europa no parece saber qué hacer. No es poca cosa. (Foto: Lucien Schilling, Flickr)