Taiwán y la OTAN. Nieves C. Pérez Rodríguez

La invasión de Ucrania definitivamente cambió la geopolítica internacional, trayendo de vuelta la importancia de la organización transatlántica y el acercamiento de los aliados occidentales y, con ello, la unificación en una sola voz del mundo democrático sobre los problemas internacionales, más allá de Europa.

La región del Indo-Pacífico es un buen ejemplo que en este nuevo escenario ha tomado gran relevancia debido a que parece que se ha comprendido el riego que tiene y por tanto la necesidad de protegerlo, con el amparo implícito del mantenimiento del actual estatus de Taiwán.

En este sentido, Gabriel Sheinmann, experto y director de la Alexander Hamilton Society,  explica, en un artículo de Foreing Policy del 24 de mayo, que “el desastroso desempeño militar del aliado más importante de Beijing en Ucrania es un gran revés geopolítico para China. Mientras que la exitosa defensa de Ucrania de su territorio con el apoyo de Occidente podría tener un efecto disuasorio significativo en los propios planes de China para reunificar a Taiwán por la fuerza”.

Como demuestra el derribo de misiles hipersónicos rusos por el sistema de defensa antimisiles “Patriot” de fabricación estadounidense, Washington también está aprendiendo lecciones valiosas del desempeño de Rusia y Ucrania en una guerra a gran escala, después de décadas en los que su ejército se centró casi por completo en misiones de contraterrorismo y contrainsurgencia, afirma Sheinmann.

Por tanto, la ayuda a Ucrania está empujando la modernizar las fuerzas armadas de Estados Unidos, reactivar la producción de defensa inactiva, desarrollar y acelerar procesos para construir y desplegar amas y estimular la mayor acumulación de defensa por parte de Estados Unidos y sus aliados en 40 años, y todo está sucediendo sin el uso de tropas americanas.

Por otra parte, Sheinmann también expone que el apoyo de Occidente a Ucrania ha propiciado que los aliados asiáticos asuman un mayor compromiso y aumenten significativamente sus propios presupuestos de defensa. Lo ha hecho Japón considerablemente, Corea del Sur anunció a principios de este año que aumentaría también su presupuesto y Taiwán lo ha venido haciéndolo desde el 2019 con un incremento del 80%.

En este nuevo escenario geopolítico, el concepto de la OTAN parece estar trascendiendo las fronteras de Europa junto con el deseo de crear nuevas organizaciones defensa para garantizar la seguridad en otras regiones del planeta.  De ahí que el Quad o Diálogo de Seguridad Cuadrilateral haya tomado una importancia crítica para equilibrar el poder en la región del Indo-Pacifico, en que sus socios Australia, India, Japón y Estados Unidos buscan contrarrestar el poder de China en la región, aunque por sí solo no es suficiente.

En este sentido, la semana pasada, Lee Shih-chiang, jefe de planificación estratégica del Departamento de Defensa de Taipei, en una interpelación frente a los legisladores de la isla afirmó que Washington está ayudando a Taiwán a obtener el “Link 22” que es un sistema de radio digital seguro que las fuerzas militares utilizan para conectar datos tácticos y que es utilizado por la OTAN.

El sistema Link 22 permite comunicaciones más allá de la línea de visión que interconectan sistemas de datos tácticos aéreos, de superficie, subterráneos y terrestres, al mismo tiempo que facilita el intercambio de datos tácticos entre las unidades militares de las naciones participantes.

Las lecciones aprendidas en Ucrania están siendo usadas como analogía ante un posible escenario de invasión de Taiwán. Tal y como hemos dicho en esta misma columna anteriormente, Beijing ha observado con mucha atención la manera como Occidente ha reaccionado y apoyado con la guerra, mientras Washington ha estudiado cómo se comporta Beijing en todo momento. La información de ambas conductas puede darnos las claves del futuro cercano y los roles de ambos rivales.

Lee aseguró a los legisladores que el Link 22 es compatible con el sistema táctico taiwanés existente y podrán ser interoperables. Actualmente Taiwán cuenta con el Link 16 que es un sistema más obsoleto por lo que el Link 22 fortalecería las capacidades anti-interferencia y mejoraría la eficiencia del comando, al tiempo que proporciona transmisiones de comunicación más rápidas, de acuerdo con conocedores de la materia.

De acuerdo con los posibles escenarios que se han planteado, frente a una potencial invasión china a la isla, lo más probable es que Beijing bloquee los sistemas de comunicaciones taiwaneses en las primeras horas. China posee los sistemas de enlace de datos XS-3 y DTS-03 y estos ya son superiores a Link 16 y en la actual coyuntura la mejora de este sistema es clave para la defensa nacional de Taiwán así como para el futuro de la isla y la libertad de la navegación en el mar del sur de China.

Las instituciones de formación de la OTAN, como su Escuela de Defensa y la Escuela Oberammergau se han comprometido con actores de la región del Indo-Pacífico incluido Taipéi y aunque estas instituciones no son parte de la estructura de mando de la OTAN, en ellas se imparte la doctrina militar y es además donde reciben formación sus miembros. Por lo que Taiwán parece estar siendo más que instruido, parece que Occidente basado en el ejemplo de Ucrania prepara a Taiwán de la inminente invasión.

Si bien, Washington ha sido un gran padrino de Taipéi en la defensa de su estatus y sus valores democráticos, en los últimos años la posición estadounidense ha venido reforzándose y ha sido más tajante en la promoción de esta defensa.

Taiwán representa una intersección significativa entre la seguridad nacional, los intereses económicos y la enemistad histórica, lo que la convierte en la isla más importante del siglo XXI. Y aunque sean los estadounidenses quienes estén respaldando la trasferencia del Link 2, objetivamente es el sistema usado por la OTAN, lo que significa que el resto de los miembros de la organización están a favor y comprenden la necesidad de que está pequeña pero estratégica isla lo adquiera para su protección.

 

 

Beijing grita su descontento a Taiwán y el mundo. Nieves C. Pérez Rodríguez

Como era de esperar, China ha reaccionado bruscamente al viaje de la presidenta taiwanesa Tsai Ing-wen a las Américas. Durante la visita, los portavoces oficiales chinos a diario expresaban su absoluto desacuerdo con que hiciera una parada en territorio estadounidense. Aunque el disgusto no tardó en escalar de declaraciones al mayor despliegue de maniobras militares nunca vista como protesta del encuentro entre la líder taiwanesa y el presidente de la Cámara de Representante de EEUU, Kevin McCarthy.

McCarthy es el sucesor de Nancy Pelosi y como líder de la Cámara de Representantes es el segundo en la línea de sucesión en los Estados Unidos, y aunque no cuenta con un largo historial en defensa de derechos humanos, específicamente en contra de las violaciones chinas, como Pelosi, por su alto perfil político le resulta muy incómodo a China que se reúna con Tsai. Y a pesar de que el encuentro entre ambos no fue catalogado de oficial, ni siquiera fue recibida en Washington precisamente para evitar más tensiones, no deja de ser un encuentro de altísimo nivel en el que el líder de la Cámara ratifica su apoyo a Taiwán.

Justo unas semanas antes de que la presidenta taiwanesa anunciara su viaje McCarthy había expresado su deseo de visitar la isla, lo que produjo una fuerte protesta china, además del desacuerdo de consejeros y expertos quienes desaconsejaron el viaje, así como el propio gobierno taiwanés para evitar más subida de tensiones entre los dos países.

Para el Partido Comunista chino Taiwán es una provincia china, por lo que se oponen a cualquier iniciativa que pueda dar más legitimidad internacional a las autoridades taiwanesas y contacto oficial entre autoridades de Taiwán con otros países.

En tal sentido, en el nuevo Libro Blanco chino sobre Taiwán hecho público el verano pasado (después de que Pelosi visitara la isla) titulado “La cuestión de Taiwán y la reunificación de China en la nueva era” define en tres puntos lo que para el Partido Comunista chino es una prioridad y que han convertido en un objetivo de Estado: “Resolver la cuestión de Taiwán y realizar la reunificación completa de China es una aspiración compartida por todos los hijos e hijas de la nación china. Es indispensable para la realización del rejuvenecimiento de China. También es una misión histórica del Partido Comunista chino”.

Bajo esos principios opera y justifica sus acciones el gobierno chino y, en efecto, como protesta al encuentro que tuvo lugar en California, el Ejército de Liberación Popular chino anunció la ejecución de ejercicios militares a gran escala en el estrecho de Taiwán. Y ciertamente estas maniobras que se llevaron a cabo durante tres días fueron mucho más agresivas que las realizadas con anterioridad como protesta a los viajes de los líderes taiwaneses a los Estados Unidos. Aunque en el verano del 2023, justo después de que Pelosi visitara Taiwán, Beijing respondió con maniobras militares que fueron la mayor demostración de fuerza hasta ese momento hasta el punto de que la situación propició la cuarta crisis del estrecho de Taiwán.

Objetivamente, las maniobras militares chinas de esta semana superaron en tiempo, dimensión y cálculo a todos las anteriores y hasta enviaron guardacostas para patrullar e inspeccionar embarcaciones taiwanesas bajo la justificación de ser sospechosas con el propósito de aumentar la presión sobre la isla. De acuerdo con un informe de la cadena oficial china CCTV “bajo el comando unificado del Centro de Operaciones Conjuntas varios tipos de unidades llevaron a cabo ataques de precisión conjunto simulados contra objetivos claves en la isla y en aguas circundantes”.

Fuentes oficiales taiwanesas informaron que solo en un día habían detectado un total de 70 aviones del ejército chino y embarcaciones alrededor de la isla. Entre esos aviones se encontraban 4 cazas J-15 que despegaron del portaviones Shandong. Este juego de guerra, como ha sido denominado por algunos expertos, se centran en la práctica de bloqueo marítimo y ataques dirigidos a embarcaciones enemigas. Con todo este despliegue, China busca perfeccionar un ataque que bloquee las rutas aéreas de Taiwán y consiga el bloqueo de sus puertos y rutas marítimas.

Al término de las maniobras el ministro de defensa taiwanés declaraba que “Taiwán no dejará de fortalecer su preparación para el combate” desafiando y resistiendo la fuerte presión. Y aunque en teoría las maniobras fueron dadas como concluidas el lunes, un día después fueron detectados 26 aviones y 9 embarcaciones realizando patrullaje de preparación para el combate alrededor de Taiwán.

El portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores chino afirmaba que “todo el despliegue es una fuerte advertencia a las actividades provocadoras de las fuerzas secesionistas de la independencia de Taiwán y su colusión con fuerzas externas, enfatizando por tanto que los ejercicios son una medida necesaria para salvaguardar la soberanía nacional y la integridad territorial china”.

Un grupo de expertos en el área del ChinaPower del think thank CSIS con base en Washington D.C. que se encuentran desarrollando un estudio en tiempo real sobre lo que está sucediendo en el mar del sur de China, sostiene que, en contraste con la gran demostración de fuerza militar, en esta ocasión parece que China se ha abstenido de tomar fuertes medidas de otro tipo como económicas y diplomáticas. Al menos de momento parecen relativamente menos directas para castigar a Taiwán y a los Estados Unidos en estas áreas, aunque el Estado chino ha sancionado a individuos y entidades, comparativamente con otras situaciones similares estas medidas han sido menos significativas.

Beijing seguirá mostrando su enfado y continuará tomando medidas y, de hecho, ya advirtió que cerrará el espacio aéreo el domingo durante media hora, lo que afectará los vuelos comerciales. Por su parte, el ministro de defensa taiwanés, Sun Li-fang, notificó que entre abril y julio van a realizar ejercicios de defensa civil en diferentes partes de la isla para preparar a los ciudadanos frente a una potencial guerra en el estrecho.

Claramente estamos bajo una tensión exacerbada e innecesaria, una situación preocupante que viene a generar más inestabilidad y confrontación internacional. No obstante, parte de la magnitud de respuesta china es claramente propaganda, y el mejor ejemplo es el video que publicaron en sus medios oficiales en el que se observa como ejecutarían un ataque a la isla y recrean con una especie de video juego la toma de Taiwán por la fuerza con misiles lanzados desde distintos puntos de China que aterrizan muy cerca de la costa y otros impactaran en tierra.

Para Beijing una toma de Taiwán a la fuerza es el escenario menos deseado porque significaría que los taiwaneses rechazarían el nuevo gobierno y habría un gran descontento y una masiva oposición. Recordamos que actualmente Taiwán es un régimen democrático en el que sus ciudadanos gozan de todos los derechos y libertades que tiene cualquier ciudadano europeo. Razón por la que el PC chino ha intentado acercamientos a través de acuerdos políticos, influyendo en la vida política de la isla y en muchos casos pagando apoyos.

Y finalmente, Estados Unidos y sus aliados siguen teniendo una capacidad militar superior a la china y con el apoyo que ha venido demostrando Washington en los últimos años a Taipei, con la venta de armamento, acuerdos militares e incluso la introducción hace pocos días del proyecto de ley para “formular la respuesta de Estados Unidos ante una posible invasión de Taiwán”. Una propuesta partidista que deja claro el nivel de preocupación y responsabilidad que los estadounidenses están dispuestos a asumir en cuanto a la supervivencia de Taiwán…

El día después de la conclusión de los ejercicios “Joint Sword”, el MND de Taiwán informó que había detectado 26 aviones y nueve embarcaciones que realizaban patrullas de preparación para el combate. Reuters declaró que se estaban realizando ejercicios militares a pequeña escala frente a las costas de Fuzhou, que probablemente formaban parte de los ejercicios anunciados previamente por Fujian MSA.

China emitió cuatro fuertes declaraciones denunciando el tránsito y la reunión con McCarthy el 6 de abril y sancionó a un puñado de entidades de EE. UU. y Taiwán después. El 10 de abril, China manifestó su deseo de profundizar los intercambios económicos y de otro tipo con Taiwán. Lo que queda por ver es cómo el viaje del ex presidente de Taiwán, Ma Ying-jeou, a China afectará la política interna en Taiwán, un viaje que probablemente fue alentado y al menos parcialmente orquestado por Beijing. Por ejemplo, Beijing probablemente recibió con agrado los comentarios de Ma a la prensa el 7 de abril después de su regreso a Taiwán. Ma caracterizó el liderazgo y la política actual de Taipei como uno que lleva a Taiwán hacia el peligro y la guerra y advirtió que Taiwán tiene que elegir entre la paz y la guerra.

 

 

La presidente taiwanesa en EEUU: visita no oficial rodeada de asuntos oficiales. Nieves C. Pérez Rodríguez

 

FE DE ERRATAS: POR UN ERROR TÉCNICO, ESTE ARTÍCULO APARECIÓ INCOMPLETO EN LA PUBLICACIÓN DE LA SEMANA PASADA. VOLVEMOS A PUBLICARLO ESTA SEMANA DE MANERA ÍNTEGRA.

Tsai Ing-wen, presidenta de Taiwán, en un intento por cultivar sus aliados visitó el continente americano en un tour de 10 días cuyo destino central tenía a Guatemala y Belice, naciones con las que la isla tiene relaciones diplomáticas.

De camino a sus destinos oficiales, Tsai hizo una parada en Nueva York, ciudad en la que asistió a varios encuentros, entre ellos uno con la comunidad taiwanesa residente en la ciudad. Aunque su visita a los Estados Unidos no es oficial, debido a que desde que se establecieron relaciones formales entre Washington y Beijing en 1979 los líderes taiwaneses solo han viajado a Estados Unidos en forma de visitas privadas y/o tránsito y, se le reserva la distinción de visitas oficiales a los funcionarios o dirigentes de Pekín.

Para Taipei, el gobierno estadounidense es la clave en la preservación de su semi-autonómico estatus y el hecho de que figuras políticas taiwanesas usen de tránsito a los Estados Unidos potencia las relaciones y en este caso le permite a Tsai reunirse con algunas figuras distinguidas y hacer un poco de lobby para su isla.

De acuerdo con el informe ChinaPower del Think Thank CSIS sobre Taiwán, históricamente las visitas de los líderes taiwaneses a Estados Unidos se han manejado con sutileza e intentando no ofender al gobierno chino y evitando provocaciones innecesarias.

La Administración Clinton, por su parte, inicialmente negó la visa al entonces presidente taiwanés Lee Teng-hui pero el Congreso presionó para que la visita privada se llevara a cabo. En 2001 a Chen Shui-bian no se le permitió realizar eventos públicos. Posteriormente el presidente Bush en 2002 cambió esa dinámica, aunque en 2006 la misma Administración, preocupada por las políticas de Chen hacia China, limitó las actividades.

A partir del 2008 el tratamiento de Estados Unidos a estos viajes se hizo más consistente bajo el entonces presidente Ma Ying-jeou, al cual se le permitió reuniones con líderes locales y congresistas y hasta la posibilidad de realizar eventos públicos.  Desde el 2016, año en que Tsai se convierte en presidente, Washington ha actuado con más flexibilidad y ha dado más tiempo a los visitantes taiwaneses para participar en actividades en sus paradas técnicas en territorio estadounidense.

Como es costumbre, en esta última visita la respuesta china no se hizo esperar y el ministro de Relaciones Exteriores calificó a Tsai como la “jefa de las fuerzas secesionistas de independencia de Taiwán” alegando que la visita viola la política de una sola China que mantiene los Estados Unidos.

Poco antes de que se conociera la visita de Tsai, Honduras rompía relaciones con Taipei y se pudo saber que China ofreció 2.95 mil millones de dólares a Honduras como estímulo para establecer relaciones bilaterales, y el canciller hondureño, Eduardo Enrique Reina, fue invitado al gigante asiática en el momento en que Tegucigalpa rompió sus relaciones diplomáticas con Taiwán.

Taipei mantiene relaciones diplomáticas con 13 Estados pequeños (Ministry of Foreign Affairs, Republic of China (Taiwan)-Diplomatic Allies (mofa.gov.tw)  y la visita de la presidenta en este momento es importante, puesto que Taiwán necesita hacerse presente y enviar un mensaje claro a sus aliados recordándoles que siguen estando ahí y que a pesar de la ausencia física durante la pandemia, una vez que se ha vuelto a la normalidad, Tsai se presenta y les recuerda que aprecia y necesita de sus aliados.

Los países que tienen relaciones diplomáticas con China no pueden tener relaciones diplomáticas con Taipei, razón por la que en los últimos años la lista de Estados que reconocen a Taiwán se ha ido encogiendo. Mientras que Beijing ha ido aumentando su influencia y comprado con proyectos y créditos sus relaciones por el mundo.

Paralelamente a la visita de Tsai, en el Congreso estadounidense se introducía un proyecto de ley para “formular la respuesta de Estados Unidos ante una posible invasión de Taiwán”. Una propuesta bipartidista y bicameral puesto que dos representantes de la cámara baja presentarán una legislación complementaria.

En la presentación del proyecto de ley  explícitamente se solicita que el Departamento de Defensa, en colaboración con la comunidad de inteligencia y los Departamentos del Tesoro, Comercio y Homeland Security elaboren una estrategia de sanciones efectiva contra la República Popular China en caso de una agresión contra Taiwán. Solicitan a estas instancias tener identificadas las vulnerabilidades y las posibles medidas de respuesta a China.

Asentándose sobre la orden que dio Xi Jinping al Ejército Popular de liberación de que esté preparado para invadir Taiwán en el 2027 se justifica este proyecto de ley y en las consecuencias devastadoras que dicha invasión puede acarrear para los aliados de Washington en la región. Dice también que aún hay tiempo para formular una estrategia clara para proteger la economía y fortalecer significativamente a nuestros socios en la región como medida disuasoria.

En este sentido 4Asia se puso en contacto con la Representación Económica y Cultural de Taipei en Washington para conocer su opinión sobre dicha ley y esto fue lo que nos dijeron:

“El Congreso de los Estados Unidos ha sido una fuerza impulsora para acercar las relaciones entre Taiwán y los Estados Unidos. Estamos muy agradecidos por el apoyo bipartidista y bicameral a largo y ancho del Congreso de los Estados Unidos”.

Por su parte, el pasado viernes, mientras la presidente taiwanesa estaba en la gran manzana, Beijing envió 10 aeronaves militares a sobrevolar el Estrecho de Taiwán como una respuesta de protesta y quizás hasta de alerta sobre lo que puede suceder si Occidente se opone a una futura adhesión de Taiwán al territorio chino.

Antes de regresar a Taiwán Tsai hará una parada técnica en Los Ángeles en su camino de regreso, ciudad estadounidense con más taiwaneses, unos 45.000 aproximadamente. Aunque el Estado de California tiene una comunidad de casi 95.000 taiwaneses. Además de diferentes encuentros previstos, la presidente planifica reunirse con Kevin McCarthy el nuevo líder de la Cámara de Representantes que sustituyó a Nancy Pelosy. Y aunque el encuentro no es oficial, con un recibimiento en el Congreso, es posible que Beijing proteste enérgicamente debido a que McCarthy es el segundo en la línea de sucesión de EEUU.

Estados Unidos ha venido aumentando su apoyo a Taiwán en los últimos años, ante el potencial peligro de que China invada la isla. A finales de año se acordaba que se le vendería a Taiwán armamento por un importe superior a 1.1 mil millones de dólares, lo que provocó la ira de China.

El General Mark Milley, jefe del Estado Mayor Conjunto, hizo un llamamiento a cambiar la retórica alarmante sobre una inminente guerra de Estados Unidos contra China y dijo que él duda de las posibilidades de que China pueda conquistar a Taiwán. Mientras, dijo que Washington debe continuar acelerando los envíos de armas a Taiwán y aumentar las capacidades militares de la isla, por si acaso…

Milley dijo también que Taiwán necesita defensa aérea, misiles de crucero antibuque y minas antibuque. Aunque admitió que la isla en sí misma, su población de 23 de millones, incluidos los 170.000 militares en servicio activo y entre 1 y 2 millones de reservistas, junto con la falta de experiencia de China hacen que una toma de control sea poco probable. “Taiwán sería una isla difícil de conquistar”.

Ideología versus pragmatismo. Nieves C. Pérez Rodríguez

La conmoción dejada por el XX Congreso Nacional del Partido Comunista chino parece empezar a normalizarse bajo la idea de que Xi Jinping continuará como el líder supremo de China. No sólo ha sido ratificado en su tercer mandato, sino que ha acentuado todo en torno a su figura y por tanto a su ideología y el realce del nacionalismo en toda la política del país.

El sesgo ideológico y nacionalista de Xi ha comenzado a hacer merma en la prosperidad sostenida que ha tenido el gigante asiático en las últimas décadas. Las extremas medidas para prevenir los contagios de Covid-19 y que siguen estando vigentes, han ralentizado el crecimiento de la economía debido al cierre de ciudades, regiones y hasta puertos como fue el de Shanghái que además ha servido de agravante a la cadena de suministro internacional.

Como consecuencia, las empresas internacionales que han venido operando en China durante años han empezado a irse o considerar opciones más estables. Al mismo tiempo, países como Estados Unidos han venido aprobando leyes que desestimulan a sus corporativos nacionales a mantener su producción en territorio chino.

En tal sentido, Mickey D. Levy, economista jefe para Asia y las Américas en Berenberg Capital Market LLC, miembro del Comité de Mercado abierto del Instituto Manhattan y columnista para el Wall Street Journal, escribió un interesante análisis en el que sostiene que existe una gran ironía en el alejamiento de Xi cada vez más mayor de los mercados, ya que los mercados fueron precisamente los que convirtieron a China en la potencia económica que es hoy.

Levy insiste en que el crecimiento tan robusto que experimentó China fue debido a un modelo híbrido, que consistió en una forma de capitalismo de Estado en el que Beijing permitió a empresas privadas, al más puro estilo de negocios estadounidenses, florecer paralelamente con la producción de empresas estatales chinas.

El gran atractivo para las corporaciones occidentales de movilizarse hasta China se sostenía sobre la seguridad que ofrecía, la mano de obra barata y el crecimiento de la nación, mientras que generaban puestos de trabajo domésticos¸ prosperidad y el aumento exponencial de sus exportaciones, tal y como sucedió del 4% en el año 2000 a un 14% en el 2015.

Xi ha reducido las empresas libres, ha apretado los controles al punto de restringir el espíritu empresarial privado, la innovación y la movilidad del capital. El gobierno chino ha incrementado, además, la expropiación de las industrias y la asignación deficiente de los recursos nacionales, por lo que se están generando ineficiencia y excesos, asegura Levy.

El autor concluye que el control cada vez más estricto de Xi y el rechazo a la libre empresa aumentan la probabilidad de que China se sumerja en la trampa de los ingresos medios que ha capturado a muchas naciones emergentes. Sus ciudadanos oprimidos pagaran el precio. Los socios comerciales de China ya están sintiendo los efectos. Mirando hacia el futuro este entorno económico hace que las maniobras internacionales de China sean propensas a riesgos y fuentes potenciales de inestabilidad global.

Son esas las razones por las que China es cada vez menos atractiva para occidente. Beijing parece haber perdido parte de su pragmatismo económico por priorizar su nacionalismo e ideología. El rejuvenecimiento de la nación asiática pasa por la incorporación de Taiwán al territorio chino indiscutiblemente de acuerdo a Xi, pues represente una especie de reivindicación en contra de occidente, la materialización de las promesas de la época de la fundación del PC chino y como si fuera poco, su ubicación en el centro de la inmensa costa china lo puede convertir en un embudo para la salida del comercio global de China, así como le podría servir de línea de defensa que le daría a Beijing un lugar de avanzada clave desde donde ingresar al Océano Pacífico Occidental.

Y eso parece ser el foco del líder. Sacrificar el espectacular crecimiento y bienestar obtenido a cambio de materializar el proyecto ideológico…

INTERREGNUM: Biden vuelve sobre Taiwán. Fernando Delage

El 18 de septiembre, en una entrevista en televisión, el presidente Joe Biden indicó que Estados Unidos intervendría en defensa de Taiwán si China lanzara un ataque no provocado sobre la isla. Sus palabras, las primeras sobre la cuestión después del viaje a Taipei de la presidenta del Congreso, Nancy Pelosi, a principios de agosto, no constituían sin embargo ninguna novedad. Por cuarta vez en poco más de un año, Biden se expresó en ese sentido sobre el compromiso norteamericano. Y, como en las ocasiones anteriores, su administración negó inmediatamente después que Estados Unidos haya cambiado de política. ¿Es creíble este desmentido? Sobre todo, ¿resulta convincente para Pekín?

La reiteración del mensaje obliga a pensar que no se trata de un simple error. En un contexto de creciente presión de la República Popular sobre Taiwán—y de hostilidad de Washington hacia Pekín—políticos y expertos norteamericanos consideran que ha llegado la hora de sustituir la “ambigüedad estratégica” mantenida desde 1979 sobre lo que se haría en caso de conflicto, por una posición de mayor claridad. Para algunos especialistas, esta última sería compatible con el continuidad del principio de “una sola China”, pero el propio Biden ha puesto de manifiesto la contradicción. En la entrevista con la CBS, en efecto, Biden no se limitó a transmitir una nueva “claridad”, sino que añadió: “es Taiwán quien hace sus propios juicios sobre su independencia (…); es su decisión”.  En otras palabras, el presidente dio a entender que son sólo los taiwaneses quienes deben pronunciarse, y que Estados Unidos apoyaría su decisión. Éste sí es un giro relevante.

Desde el establecimiento de relaciones diplomáticas con la República Popular, sucesivas administraciones norteamericanas han rechazado de manera explícita la independencia de Taiwán. Así sigue apareciendo en la página web del departamento de Estado, y así lo reiteró su titular, Antony Blinken, en su discurso de la pasada primavera sobre la política hacia China. Siempre se consideró que se trataba de una exigencia ineludible para evitar que Taipei siguiera un camino que pudiera provocar un ataque por parte de Pekín. China ya dejó claro en la ley antisecesión de 2005 que el recurso a la fuerza sería la respuesta a todo intento de independencia.

El ministro chino de Asuntos Exteriores, Wang Yi, que se encontraba en Nueva York para asistir a la Asamblea General de las Naciones Unidas, fue el primero en advertir sobre las consecuencias de la violación de esta ley, sólo horas después de las palabras de Biden. Tanto en su visita  personal a Henry Kissinger el pasado lunes, como en su posterior encuentro formal con Blinken a finales de semana, Wang manifestó su preocupación por el impacto de estos movimientos sobre las relaciones entre China y Estados Unidos. Ocurre, además, que no han sido sólo Biden y Pelosi quienes parecen haber alterado el statu quo. El 14 de septiembre, el Comité de Relaciones Exteriores del Senado dió el visto bueno a la tramitación de la “Taiwan Policy Act” por una amplísima mayoría (17 frente a 5). Si el Congreso aprueba el borrador actual—que eleva de manera significativa el estatus diplomático de la isla y el apoyo militar y económico norteamericano—la nueva ley reconfigurará por completo la política de los últimos 40 años, vaciando de contenido la idea de “una sola China”.

La Casa Blanca se opone parcialmente a ese borrador, que ahora discutirá la Cámara de Representantes. Lo relevante, en cualquier caso, es que si China concluye que Washington apoya la independencia de Taiwán, su presión económica, política y militar sobre Taipei irá lógicamente en aumento. La proximidad de las elecciones parciales al Congreso pueden haber llevado a Biden a exponer un ajuste retórico con respecto a la posición tradicional de Estados Unidos, pensando quizá que podría contribuir de este modo a alejar a Xi de la tentación del uso de la fuerza.Pero lejos de reforzar las posibilidades de disuasión de Pekín, sus dirigentes han percibido por el contrario una nueva provocación que no hará sino agravar la inseguridad de la isla y la inestabilidad en el estrecho

INTERREGNUM: Taiwán: choque de trenes. Fernando Delage

Mes y medio después de su visita a Taipei, la crisis abierta en el estrecho de Taiwán por el viaje de la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, parece no tener fin. Pekín ha mantenido su presión militar, mientras que Washington anunció a principios de septiembre la venta de un nuevo paquete de armamentos a la isla por valor de 1.100 millones de dólares. Estados Unidos ha calificado las acciones chinas como desproporcionadas y dirigidas a establecer un “nuevo statu quo”, mientras que, para la República Popular, es la administración Biden la que ha violado el principio de “una sola China”.

Lo que viene a ilustrar este “choque de narrativas” es la desaparición del contexto en el que se definió el problema durante décadas. El aumento de capacidades chinas ofrece a Pekín un margen de maniobra del que carecía con anterioridad; la política de ambigüedad estratégica norteamericana puede resultar insuficiente como instrumento de disuasión; y la consolidación de una identidad taiwanesa cada vez más separada del continente acelera la urgencia de los dirigentes chinos por completar un proceso de reunificación que forma parte esencial de la agenda de rejuvenecimiento nacional perseguida por Xi Jinping (el conocido como “sueño chino”). Taipei ha anunciado por su parte un impulso adicional a la modernización de sus Fuerzas Armadas, pero son sobre todo los dos grandes los que tienen en sus manos la gestión de esta espiral de enfrentamiento, en la que por ahora han optado por dar protagonismo a la dimensión militar.

Es ésta una crisis que cabía esperar tarde o temprano, pero Pelosi—guiada por motivaciones de política interna norteamericana—ha provocado un estallido que, ante todo, no ha hecho sino perjudicar la seguridad de Taiwán, es decir, la que debía ser la primera obligación de Washington. Las supuestas meteduras de pata del presidente Biden, quien hasta tres veces ha dicho que Estados Unidos intervendría militarmente en el caso de una invasión, han sido otra señal para Pekín—no importa que el Departamento de Estado las haya corregido posteriormente—de que las cosas están cambiando. Pero igualmente tiene razón la Casa Blanca al percibir que la inquietud china por resolver la cuestión se precipita. Ambas partes, como también el gobierno de la isla, han dejado en consecuencia de compartir el marco de referencia que proporcionó un entorno de relativa estabilidad hasta al menos 2016, año en el que, tras la victoria electoral del Partido Democrático Progresista—revalidada en 2020—, la presidenta Tsai Ing-wen evitó adherirse formalmente al “consenso de 1992” sobre las diferentes interpretaciones mantenidas por Pekín y Taipei sobre el concepto de “una sola China”.

A la ruptura del statu quo apuntan igualmente la continuidad de las acciones coercitivas chinas en torno al espacio marítimo y aéreo taiwanés, así como el lenguaje empleado en el tercer Libro Blanco de la República Popular sobre Taiwán (el primero desde que Xi llegó al poder), hecho público por Pekín tras la visita de Pelosi: “no permitiremos que este problema pase de una generación a la siguiente”. Por su parte, de manera simultánea al nuevo suministro de armamento, el Congreso de Estados Unidos discute estos días una propuesta legislativa (la “Taiwan Policy Act”), cuyos proponentes—un senador demócrata y otro republicano—pretenden que sustituya a la ley de 1979 que hasta la fecha guiaba las relaciones con la isla, y sirva para reforzar el compromiso de seguridad norteamericano.

Como las tres crisis anteriores en el estrecho (1954-1955, 1958, 1995-96), la de 2022 marca un nuevo punto de inflexión en las relaciones entre China y Estados Unidos. Pero la principal diferencia es que esta vez existe un equilibrio de poder muy diferente entre ambos, a la vez que los respectivos imperativos internos de cada parte complican los esfuerzos a favor de un acercamiento que permita prevenir un choque mayor. Es posible que el XX Congreso del Partido Comunista establezca el próximo mes unas nuevas líneas rojas sobre Taiwán (Xi debe demostrar que el problema se orienta en la dirección querida por Pekín), mientras que el calendario electoral de Estados Unidos—como ya ha demostrado Pelosi—tampoco facilitará que la Casa Blanca se incline por avanzar hacia un escenario de distensión.

Taiwán la joya del Pacífico oeste. Nieves C. Pérez Rodríguez

Factum, el centro de investigación y pensamiento con sede en Sri Lanka dedicado a estudiar las relaciones internacionales, cooperación tecnológica y comunicaciones estratégicas de Asia, publicaba un artículo la semana pasada titulado Taiwán la joya del Pacifico oeste en el que su autor, Kasum Wijetilleke, hacía un paseo por la historia de Taiwán y las razones por las cuales es una isla tan apetecible.

Tras la primera guerra chino-japonesa, en 1885, cuando la dinastía Qing cedió la isla de Taiwán bajo el Acuerdo de Shimonoseki, daba comienzo así la creación de la primera colonia del Japón imperial. El plan de los japoneses era crear una colonia modelo para así demostrar la superioridad de la “japonización”.

Lo primero fue desarrollar vías de comunicación e infraestructuras, así como una red de salud pública y sistemas de saneamiento.  Integrar a los taiwaneses al sistema de educación que fue una prioridad. Aunque los locales solo recibían educación primaria obligatoria mientras que la secundaria era exclusiva para los japoneses. Sin embargo, el autor afirma que los japoneses sentaron una importante base para el desarrollo humano y el crecimiento económico en la entonces precaria isla.

El experimento del modelo de colonización que desarrolló Japón en Taiwán fue un éxito puesto que estableció orden, erradicó enfermedades existentes, modernizó la isla y creó una economía que fue la base de la que tienen hoy. Aunque Japón gobernó con mano dura y sin contemplaciones.

Así continuó hasta la década de 1940 cuando se promulgaron importantes reformas agrarias en Japón y que los taiwaneses replicaron, pero bajo un modelo propuesto por la comisión conjunta de Estados Unidos y Taiwán que construyó una base agrícola para el desarrollo de la economía de la isla.

Wijetilleke subraya que Taiwán se benefició enormemente de la política exterior y las consideraciones estratégicas de Estados Unidos puesto que el Partido Nacionalista Kuomintang (KMT) tenía conexiones cercanas con Washington y el presidente Roosevelt había estado fomentando un acuerdo con el líder del KMT Chiang Kai Shek.

Taiwán es devuelta a China por el acuerdo del Cairo en 1943 y ratificado dos años más tarde, a pesar de que el comunismo avanzaba y controlaba China. Con este acuerdo, Taiwán quedó como una provincia china, pero comenzó un sistema de autonomía que ya los japoneses habían permitido, pero en este punto sin colonos comenzaron a desarrollar una identidad más propia.

Tras la derrota japonesa y la toma del poder por los comunistas en la China continental, los nacionalistas chinos derrotados se instalaron en la isla sustrayéndola del control de Beijing.

Entre los años 50 y 80 Taiwán recibió muchas inversiones provenientes de los Estados Unidos destinadas al desarrollo en áreas de infraestructuras, educación, industria y tecnología de comunicaciones. En 1979, Estados Unidos aprueba el histórico acuerdo la ley de relaciones con Taiwán que formuló las disposiciones para el establecimiento diplomático con Taiwán, además de asegurar la protección militar estadounidense a la isla e incluso proporcionarle armamento de carácter defensivo a Taiwán si lo necesitara.

La liberación de los mercados en los setenta, junto con la planificación y el apoyo estatales, una fuerza laboral capacitada, mano de obra a bajo costeo, adecuadas infraestructuras físicas y tecnológicas atrajeron inversiones tanto estadounidenses como japonesas a Taiwán.

Domésticamente, las industrias pequeñas y medianas en manos de familias y empresarios impulsadas por el gobierno de Taiwán a través de préstamos pequeños y subsidios fueron clave para estimular el crecimiento de una clase media fuerte y una base industrial potente en manos de los taiwaneses.

Con esas bases nace lo que el autor llama el “milagro de Taiwán”. En los ochenta, la economía taiwanesa se había convertido en uno de los “tigres asiáticos” junto con Singapur, Hong Kong y Corea del Sur debido a que se convierte en un centro de fabricación de alta tecnología.

La relación de China con Taiwán, subraya el autor, refleja la dinámica rusa-ucraniana. En ambos casos está la presencia de un Estado mucho más grande y poderoso cerca de una nación separada que es considerablemente más pequeña, pero con un mismo idioma y vínculos compartidos. Y en ambos casos los grandes Estados tienen a su joya de la corona, Ucrania era el proveedor de maíz y trigo para la Unión Soviética, lo que lo era clave, pero Taiwán hoy es mucho más importante en la cadena de suministro mundial de fabricación y tecnología.

Taiwán concentra la fabricación de semiconductores utilizados en casi todos los equipos que se fabrican en el mundo. Sólo por el hecho de que las empresas taiwanesas satisfacen más del 50% de la demanda china de semiconductores, y las americanas dependen aún más de los conglomerados taiwaneses que manufacturan los semiconductores, Taiwán adquiere una importancia estratégica.

A pesar de las inversiones chinas en esta área, la industria taiwanesa está cinco años por delante a la tecnología china. Debido a esta situación, el Congreso de los Estados Unidos recientemente aprobó la legislación del Chips que provee de un subsidio de unos 50 mil millones de dólares por cinco años a empresas que se dediquen a la fabricación de tan codiciado componente. Y lo que a priori ha incentivado es un acuerdo para el establecimiento de una planta de semiconductores taiwaneses en Arizona en el 2024.

China, por su parte, es indudablemente el hub más grande de manufacturas en el mundo y a pesar de los 14.000 km de costas que posee la salida y distribución de mercancías no es una tarea fácil. La dinámica es compleja debido a los miles de islas en la zona y que varían en tamaño, lo que complica la navegación marítima.

Las islas japonesas Ryukyu, Borneo y Sumatra así como Filipinas e indudablemente Taiwán, todas fueron utilizadas inicialmente como un escudo defensivo para la costa occidental de EE.U. y luego se convirtieron en una contra defensa eficaz contra posibles invasiones chinas desde el Pacífico occidental. La estrategia de contención fue denominada “cadena de defensa de islas” según el secretario de Estado John Foster Dulles.

En este contexto, Taiwán sigue siendo la joya de la corona en la estrategia de contención. Está ubicada justo en el centro de la inmensa costa de China lo que podría convertirse en un embudo para la maquina comercial global de China. Sin contar con los lazos históricos que existen entre ambos, la ubicación de Taiwán convierte a la isla en la “joya” en la cadena de defensa que la isla le daría a China el control de un lugar de avanzada clave desde el cual ingresar al Océano Pacífico Occidental.

Taiwán representa una intersección significativa entre la seguridad nacional, los intereses económicos y la enemistad histórica, lo que la convierte posiblemente en la isla estratégicamente más importante del siglo XXI, concluye el autor.

Para Beijing, la reunificación de Taiwán es incuestionable. Nieves C. Pérez Rodríguez

En medio del mayor número de maniobras militares realizadas por el Ejército Popular de Liberación de China en los alrededores de Taiwán como una contundente muestra de rechazo a la visita de Nancy Pelosi, la presidenta de la Cámara de Representantes del Congreso estadounidense, Beijing publicó el nuevo Libro Blanco sobre Taiwán titulado “La cuestión de Taiwán y la reunificación de China en la nueva era”.

El documento se hacía público justo cuando se cumplía una semana de la visita de Pelosi a la isla como otra muestra de su rechazo y a su vez por la necesidad de ratificar que Taiwán es territorio chino. El preámbulo reza:

… “Resolver la cuestión de Taiwán y realizar la reunificación completa de China es una aspiración compartida por todos los hijos e hijas de la nación china. Es indispensable para la realización del rejuvenecimiento de China. También es una misión histórica del PC chino”.

En esos tres puntos se resume la importancia política de la reunificación como ellos la llaman. Es una aspiración de los ciudadanos porque estos han sido ideologizados bajo el esquema de una China con dos modelos o lo que es lo mismo un país dos modelos, pero siempre enfatizando la idea de que es una solo nación.  Xi Jinping recuperó varios términos desde que se hizo con el poder, como es el sueño chino o el rejuvenecimiento de China, que a diferencia del sueño americano donde un individuo con su trabajo puede conseguir lo que se proponga, el chino es la subordinación de los sueños individuales en pro del sueño colectivo. Y definitivamente, el PC chino lo ha promocionado desde que tomó el poder una misión histórica porque desde su creación han insistido en que Taiwán es parte del territorio de China.

Claramente, el rejuvenecimiento del que tanto habla Xi es una necesidad y una oferta política de carácter nacionalista que, en el fondo, busca el impulso económico de China y a su vez la consolidación y liderazgo internacional chino en el mundo. Y en el plano doméstico se traduce como el retorno o vuelta de los territorios desperdigados, cuya lista hasta hace poco incluía a Macao y Hong Kong, pero que en el documento afirma que una vez que han regresaron se restauró el orden y la prosperidad en esos territorios.  Aun cuando reconocen que en Hong Kong hubo un periodo de agitación que fue superado gracias a la represión de las fuerzas de seguridad china.

En el libro Blanco de Taiwán se recrea la historia que ha vinculado a China y a Taiwán desde la antigüedad, basado en descubrimientos arqueológicos en ambos lados del estrecho, pasando por distintas dinastías, documentos y hechos históricos. Todo para justificar que son parte de China porque así lo han sido desde tiempos remotos. Y de hecho literalmente dice: “Después de un siglo de sufrimiento y privación, la nación ha superado humillación, emergió del atraso y abrazó oportunidades ilimitadas de desarrollo. Ahora China se dirige hacia el rejuvenecimiento”.  Dejando por sentado que a pesar del tiempo que Taiwán ha sido independiente, que es más de un siglo, están cada vez más cerca de la reunificación.

Sin embargo, el sentimiento ciudadano en Taiwán es otro. Hoy en día sólo el 2% de los taiwaneses se identifican exclusivamente como chinos lo que se traduce en una caída del 25% en las últimas tres décadas, según la Universidad Nacional de Chengchi, que es uno de los centros de estudios más prestigiosos de Taiwán. Curiosamente Beijing, a pesar de su crecimiento indiscutible en los últimos años, ha conseguido más distanciamiento de esos territorios y rechazo social de esos ciudadanos.

El documento asevera en múltiples ocasiones que la reunificación es un proceso que no puede ser detenido porque es crítico para el rejuvenecimiento de la nación, así como que el progreso de China es la prueba que marcará el bienestar en ambos lados del estrecho, “desarrollo que se ha alcanzado gracias al socialismo con características chinas y al alto precio del mismo.  Cualquier intento de fuerzas separatistas para prevenir la reunificación está destinado al fracaso”. Y por último sostienen que si fuerzas externas obstruyen la reunificación de China serán vencidas.

Aunque asegura el texto que trabajarán para una reunificación pacífica, afirman que no renunciarán al uso de la fuerza, así como se reservan la opción de tomar las medidas necesarias para cumplir el objetivo. Si bien a lo largo del documento invitan a los taiwaneses a trabajar de la mano como “patriotas”, el desacato es considerado como un crimen que será penado.

Aunque este es el tercer Libro Blanco sobre Taiwán (el primero fue en 1993 y el segundo en 2000) el momento en que ha sido publicado es sin duda decisivo para Beijing, que aprovecha otro medio para manifestar su posición en medio de la crisis. En las primeras versiones se dejaba abierta la opción de que Taiwán mantuviera su sistema de semi autonomía, político, judicial y financiero, pero está última versión sólo describe que puedan mantener su sistema social y manera de vivir, que la misma ambigüedad genera inquietud e incógnitas.

El PC chino ha montado toda su estrategia basada en el control social y la manipulación individual, donde el ciudadano tiene que plegarse a lo que desde el partido / Estado se dicta. No existe una diferencia entre ambos, el partido usa la figura del Estado para imponer sus lineamientos, como lo hemos visto repetidamente en el Tibet, en Xinjiang, o en políticas como la de un solo hijo, que se impone sin importar la crueldad o el daño psicológico se coacciona a su cumplimiento.

THE ASIAN DOOR: Taiwán en el eje del epicentro de la geopolítica. Águeda Parra

Ante la invasión de Ucrania, China no se ha salido de su propio guión. China ha seguido su máxima de no injerencia en los asuntos internos de otros países, y no ha buscado ni influir ni mediar en el conflicto, pero tampoco está prestando apoyo militar a Rusia.

No obstante, ni los retos militares ni económicos que tenga que afrontar Rusia en su invasión de Ucrania van a influir en sus intenciones futuras respecto a Taiwán.  Un conflicto que, de producirse, plantea un escenario de guerra asimétrica por la diferencia de poderío militar entre ambos países. En este sentido, las lecciones aprendidas que está aportando la invasión de Ucrania están permitiendo remodelar la estrategia de las fuerzas defensivas de Taiwán.

En este contexto, las tácticas militares están muy ligadas al tipo de tecnología militar disponible en cada momento, y la modernización de las capacidades de China están incorporando un uso intensivo de la inteligencia artificial (IA), además de desarrollar su propia capacidad de defensa de antimisiles. De hecho, la aplicación de la IA que utiliza China en sus capacidades militares marcaría una diferencia importante respecto al escenario militar que se está desarrollando en Ucrania.

De ahí, que la invasión de Ucrania esté aflorando la necesidad de disponer de armamento más moderno. El asesoramiento de Estados Unidos en este sentido estaría dirigido a que Taiwán realizara compra de equipamiento militar que le permita reforzar los sistemas de defensa de la isla. La venta de armas por parte de Estados Unidos hacia la isla ya se incrementó en tiempo de la administración Trump, y se ha seguido reforzando durante la presidencia de Biden. De hecho, el ritmo de compra de armamento que Taiwán ha venido realizando a Estados Unidos se ha intensificado en la última década, alcanzando los 23.000 millones de dólares desde 2010, de los que 5.000 millones de dólares corresponderían sólo a 2020, según un informe del Pentágono.

Respecto a las capacidades de China, el gigante asiático se encuentra actualmente inmerso en un proceso intensivo de modernización de su poderío militar y de una mayor capacitación del su ejército, un proceso de reforma que comenzó en 2015, poco tiempo después de que Xi Jinping asumiera el cargo en 2013. Con esta modernización, China aspira a garantizar que sus capacidades militares sean las necesarias para disponer de una ventaja decisiva en todos los escenarios que se puedan plantear en un conflicto con Taiwán donde también intervenga Estados Unidos. Asimismo, el objetivo es poder “luchar y ganar” guerras modernas e “informatizadas”, según figura en las fuentes oficiales, es decir, aquéllas que hagan un amplio uso de las nuevas tecnologías.

El plan de modernización planteado hace más de un lustro estaba previsto que culminara para 2035, pero China recientemente ha adelantado esa fecha a 2027. Con este adelanto del proceso de modernización militar, el gigante asiático acelera su agenda asertiva respecto a sus objetivos de reunificación de la isla en un entorno de creciente tensión por la coyuntura internacional que ha planteado la guerra de Ucrania.

Al permanente estado de alerta en el que se mantiene el estrecho por las continuas incursiones en la zona de defensa área de Taiwán por parte de aviones chinos, se ha sumado recientemente la tensión generada por la visita de un senador estadounidense a la isla, provocando el malestar propio que este tipo de visitas suele producir en China. No obstante, el anuncio de la presidenta de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, Nancy Pelosi, de su intención de visitar la isla, intensificaría más de lo esperado la tensión, ya de por sí muy elevada. De hecho, sería la primera vez en 25 años que un presidente de la Cámara visita la isla.

Taiwán, una vez más en el ojo del huracán. Nieves C. Pérez Rodríguez

La advertencia que ha venido haciendo reiteradamente Taiwán durante años y de la que en los últimos tiempos se han hecho eco muchos analistas y expertos, por desgracia parece estar llegando al punto de convertirse en un peligro inminente. El Partido Comunista chino ha expresado abiertamente sus ambiciones y en la medida en que han crecido y fortalecido su economía y poderío militar se sienten con el derecho de exigir y hablar más abiertamente y sin filtros.

Taiwán es una provincia china histórica de acuerdo con el PC chino, por lo que se oponen a cualquier iniciativa que pueda dar más legitimidad internacional a las autoridades taiwanesas y contacto oficial entre autoridades de Taiwán con otros países. Como suele suceder cada vez que se le da trato preferencial de Estado a un funcionario taiwanés, China se queja enérgicamente. Lo mismo ha sucedido cuando un país permite que abran una oficina pseudo diplomática taiwanesa en su territorio. Incluso Beijing ha ido más allá. En los países en los que existen o existían oficinas de intereses comerciales taiwaneses, a través de presión diplomática, económica y política, Beijing ha ido presionando a los Estados receptores hasta el punto de que muchas oficinas han desaparecido.

Desde que se diera a conocer que la presidenta de la Cámara de Representantes del Congreso de EEUU quiere visitar Taiwán en medio de una gira que tiene pautada a Asia en agosto, la tensión entre China y Estados Unidos ha vuelta a subir, lo que rememora la era Trump y la guerra comercial en la que los días transcurrían intentando determinar hasta donde podría llegar la tensión e incluso especulándose sobre cómo esa lucha tarifaria podría comprometer las economías.

Para el PC chino Taiwán es parte de su territorio soberano, por lo que cualquier asunto que aborde o incluso roce la legalidad de la isla o su estatus hace a Beijing reaccionar bruscamente. Sin embargo, las visitas de oficiales estadounidenses se suceden con frecuencia y aunque Beijing las sigue muy de cerca toca admitir que la reacción esta vez ha sido mucho más extrema.

El portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Zhao Lijian, advertía de que China tomará medidas firmes y decididas si Pelosi continuaba con los planes de su visita. Incluso el Ministro de Defensa chino llegó a sugerir que podría haber una respuesta militar.  Lo que claramente demuestra el nivel de irritación del gobierno chino.

Pelosi es una figura muy prominente en la política de los Estados Unidos, tiene 35 años de servicio en el Congreso, ha sido muy crítica de las violaciones de derechos humanos en China y además es una mujer muy respetada internacionalmente por su larga trayectoria y, como si todo eso fuera poco, es además la segunda en la línea de sucesión a la presidencia de los Estados Unidos de pasarle algo a Biden. Lo que todavía la eleva a un rango más alto internacionalmente.

Todas estas razones han abierto un gran debate en Washington mientras que del otro lado del Pacífico ha causado conmoción. El General Mark Milley, jefe del Estado Mayor de los Estados Unidos, declaró que “si Pelosi solicitase apoyo militar para el viaje, yo mismo haré lo necesario para garantizar que transcurra con seguridad”. Mientras que cuando un periodista preguntó al mismo presidente Biden sobre el posible viaje dijo: “que el ejército no cree que sea una buena idea en este momento”, cosa que no sorprende porque Biden tiene una fuerte propensión de responder lo que le viene en el momento y no seguir el guion de la Casa Blanca. Es bien conocida esta tendencia entre quienes han trabajado cerca de él desde su paso por el Congreso, durante su etapa como vicepresidente o incluso los que trabajan hoy para su Administración.

Una respuesta que, aunque sea razonablemente acertada, muestra desmembración o división en el Partido Demócrata y, sin duda, debilidad frente a China. Pelosi conocida también por su astucia política e ironía respondía a los periodistas que ella creía que “el presidente había dicho era que tal vez los militares tenían miedo de que mi avión fuera derribado o algo así…”, saliendo mejor parada que el mismo Biden del altercado.

Es muy probable que la razón por la que China ha reaccionado tan fuerte es porque esta visita se ha filtrado. Desde que el Financial Times lo publicó no se ha parado de hablar del viaje en cuestión. No obstante, en abril de este año se llevó a cabo una visita “no anunciada” de un grupo de representantes a la que justamente Pelosi tenía previsto unirse, pero debido a que se contagió de Covid-19 no pudo asistir con sus colegas.

Hace veinticinco años que Taipéi no recibe la visita de un presidente de la Cámara de Representantes del Congreso de los Estados Unidos. En 1997 el republicano Newt Gingrich visitó Taiwán junto con otros once miembros de su cámara en una visita oficial que tuvo una duración de tres días.

Esta polémica sucede la misma semana que estaba pautada la quinta cumbre virtual entre Biden y Xi Jinping en la que éste último afirmó que “aquellos que juegan con fuego acaban quemándose” además de que recordó que “hay una firme voluntad de 1400 millones de chinos de salvaguardar firmemente la soberanía integral territorial de China”.

Biden por su parte respondía que “EE. UU. no ha cambiado su posición frente a Taiwán y se opone enérgicamente a los esfuerzos unilaterales para cambiar su status quo”, durante las más de dos horas que duró el encuentro.

Coincidiendo con el mismo día de la cumbre virtual entre Biden y Xi, un portaaviones estadounidense y su grupo de ataque regresaron al Mar de China meridional después de una escala de descanso en Singapur, lo que para algunos observadores se traduce en una estrategia de despliegue en la región en medio del aumento de tensiones entre Washington y Beijing.

Nunca es un buen momento para subir tensiones entre dos potencias pero objetivamente ahora mismo la situación geopolítica internacional está especialmente complicada con la Guerra rusa en Ucrania y las consecuencias de ésta en los precios y distribución de los combustibles, los cereales y el impacto en la ya golpeada economía internacional debido a la pandemia.

A Estados Unidos le preocupa que, en el mismo marco de la invasión de Ucrania, Beijing vea un buen momento para invadir Taiwán basados en sus reclamaciones históricas. Aun cuando Washington ha aceptado la ambigüedad de estas reclamaciones, entiende que se basan en una nación dos modelos, y reconocen también que la agresividad que han venido manifestado en sus peticiones es cada vez más fuerte, tal es el caso de las aguas internacionales alrededor de Taiwán que ahora Beijing insiste en que son suyas.

Zack Copper, ex asesor del Pentágono y profesor de Georgetown y Princeton, y Bonnie Glasser, directora del programa de Asia de la Fundación German Marshall, en un artículo conjunto publicado por el New York Times explicaban que “una sola chispa podría encender esta situación combustible en una crisis que escale a un conflicto militar. Pelosi y sus asesores pueden pensar que esto tendría un efecto estabilizador, así como muchos en Washington creen que las fuertes demostraciones del compromiso de Estados Unidos con Taiwán disuadirán a China de una aventura militar. Pero en este momento la visita de Pelosi a Taiwán podría provocar una respuesta china contundente.

Cooper y Glasser afirman que sí a Xi se le acorrala en una esquina éste se verá presionado a reaccionar. Además, hay que tener en cuenta la cercanía con el congreso del Partido Comunista que puede servir de una mayor presión para que Xi tome una decisión inminente. Una escalada de tensiones por una visita oficial sería entendida por los aliados estadounidenses como ocasionada por Washington.