Modi visita Washington. Nieves C. Pérez Rodríguez.

Narendra Modi, el primer ministro de la India, estuvo de visita en los Estados Unidos y la Administración Biden desplegó los honores que sólo se le reservan a un aliado estratégico. A pesar de la cuantiosa lluvia en el momento de su aterrizaje, el despliegue en el aeropuerto para darle la bienvenida fue opulento para los estándares estadounidenses, además de que la Casa Blanca se esmeró en organizar una cena de Estado para homenajearlo.

La última visita de Estado en la que Biden ofreció una cena en honor a su invitado fue precisamente la del presidente surcoreano, Yoon Suk Yeol, el pasado abril, otro momento en donde se pude ver la cercanía entre ambas naciones e incluso la complicidad entre ambos lideres.

En esta ocasión el ambiente que se vivió fue similar, la cena ofrecida por la Casa Blanca en honor a Modi en la que el primer ministro indio agradeció el gesto y aprovechó para de derrochar un poco de simpatía, a la que no suele tener a la audiencia acostumbrada, y hasta ofreció el primer brindis por el presidente y la primera dama en un tono especialmente jocoso que mostraba su comodidad en la Casa Blanca. También hizo alguna broma como la que le hizo al mismo presidente Biden en el momento en el que le invita a empezar a cenar, respondiendo que él estaba cumpliendo ayuno durante ese día, lo que dejó una expresión de confusión temporal en Biden pero que segundos más tarde hizo reír a todos los invitados.

De acuerdo con las palabras del propio Modi esta visita ha sido preparada para resaltar los profundos lazos entre ambas naciones:

“Podemos pronunciar los nombres de los demás correctamente. Podemos entendernos mejor el acento del otro. Los niños en la India se disfrazan de Spiderman en Halloween y los jóvenes estadounidenses bailan al ritmo de Naatu Naatu, una conocida canción de una película india”

Curiosamente Modi se ha negado a a usar la lengua inglesa mientras ha estado de visita. Siempre habla hindi, por lo que se necesita traducción simultánea, una muestra más de su nacionalismo y apego a sus costumbres y tradiciones.

Por su parte, la Administración Biden tiene muy claro la importancia de la India en la actual y muy compleja situación internacional. India se ha convertido para Washington en un actor clave que puede equilibrar la región del Indo Pacifico frente a las pretensiones chinas. De manera especial porque India mantiene una gran tensión con China en sus fronteras y en las montañas del himalaya.

Esos litigios pueden contribuir en que India se alinee cada vez con Occidente en contra de China y si eventualmente Taiwán fuera invadida por Beijing, India podría ayudar en blindar sus fronteras con China y en efecto jugar un rol clave.

Además, el Quad o dialogo de seguridad cuadrilateral entre Australia, India, Japón y Estados Unidos toma por tanto una importancia crítica para equilibrar él poder regional, razón por la que algunos expertos lo llaman él OTAN del Pacifico.

En cuanto al aspecto económico de las relaciones bilaterales entre Washington y Deli también comparten lazos importantes y en efecto esta visita ha perfilado un camino a un mayor acercamiento en áreas como la fuerza de trabajo que de acuerdo con el think thank CSIS con cese en Washington en Estados Unidos ya existe un problema de escases de mano de obra cualificada que trabaje en industrias como las de semiconductores, y esa necesidad se incrementara aún más puesto que los estimados proveen que se necesitaran entre unos 70.000 a 90.000 empleados en las manufactureras de Chips que Biden planifica abrir en territorio estadounidenses.

También se ha venido invirtiendo en áreas de investigación científica en la que existen acuerdos bilaterales entre universidades y otros centros incluidos algunos del Estado. Así mismo la cooperación académica es un área fuerte pero que no hace más que aumentar sus lazos bilaterales, pues nuevas universidades de ambos lados del Pacifico han anunciado nuevos acuerdos que movilizaran estudiantes y profesionales.

En pocas palabras Modi y Biden han acordado acuerdos amplios en áreas diversas que generaran más acercamiento y menos dependencia china. Aunque la prensa fue crítica con Biden por recibir con honores a Modi, un líder que  no responde nunca a la prensa en su propio país o que tiene una reputación poco democrática, lo cierto es que él pragmatismo gana y él futuro apremia..

INTERREGNUM: Blinken en Pekín, Modi en Washington. Fernando Delage

Llamar dictador a Xi Jinping como hizo el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, sólo un día después de que el secretario de Estado, Antony Blinken, se reuniera con el presidente chino, no parece la mejor manera de encauzar las relaciones bilaterales. Quizá Biden sólo tenía in mente a los votantes y legisladores republicanos, y no esperaba mayores consecuencias de sus palabras: sabe—como le transmitiría Blinken—que también Pekín necesita un cierto grado de estabilidad en las relaciones con Washington. La reciente visita del primer ministro indio, Narendra Modi, a Estados Unidos ha sido la indicación más reciente de los límites a la capacidad de maniobra de la República Popular.

El ministro de Asuntos Exteriores, Qin Gang, el jefe de la diplomacia china, Wang Yi, y el presidente Xi atendieron sucesivamente a Blinken. Pese al reparto de tareas y de tiempo (un importante número de horas los dos primeros y apenas 30 minutos Xi), los líderes chinos mostraron su disposición a restaurar la normalidad en los contactos. Una voluntad que podría parecer contradictoria, sin embargo, con el repetido mensaje de que ha sido Estados Unidos el culpable del deterioro en las relaciones al rechazar una “actitud racional y pragmática” hacia China. Las dos partes acordaron “continuar las discusiones acerca de los principios que deben guiar la relación”, si bien Pekín rechazó la posibilidad de un diálogo entre las fuerzas armadas de ambos países.

Si no hubo resultados sustanciales de la visita de Blinken, quedó claro al menos el interés compartido en prevenir un conflicto. Los dos gobiernos son conscientes de la naturaleza estructural de sus divergencias, por lo que se trata de minimizar riesgos y evitar choques accidentales. Si Xi asiste en noviembre a la cumbre de APEC en San Francisco, habrá una oportunidad para seguir avanzando en esta dirección, aunque la proximidad de las elecciones presidenciales de 2024 no propiciarán una posición menos polarizada por parte norteamericana hacia China.

La reanudación de los contactos diplomáticos al más alto nivel no implica por lo demás un cambio de estrategia. Justo antes del viaje de Blinken a Pekín, el asesor de seguridad nacional, Jake Sullivan, visitó Japón e India con el fin de coordinar posiciones con respecto al “desafío chino”, mientras que la visita de Estado de Modi a Washington confirma la consolidación de una asociación estratégica que inquieta a la República Popular y será una de las variables clave en la reconfiguración del orden asiático y global.

Aunque hace ya dos décadas que comenzó el acercamiento entre Estados Unidos e India, en los últimos años ha adquirido un impulso sin precedente. Si cuatro sucesivos presidentes norteamericanos han visto el valor de India como socio económico y estratégico, dos gobiernos de distintos partidos en Delhi han concluido igualmente que Washington es un factor imprescindible para su prosperidad y seguridad. Las dos mayores democracias del planeta deberían ser socios “naturales”, pero en realidad es la coincidencia de sus intereses más que sus valores lo que orienta su aproximación. La administración Biden prefiere, de hecho, ignorar el deterioro de la democracia india bajo Modi ante las ventajas que puede ofrecerle en su estrategia hacia China.

Frente al imperativo de corregir la dependencia de las cadenas de valor chinas, India puede convertirse no en un sustituto pero sí en una de las principales alternativas, por lo que Washington le ofrecerá capital y tecnología, además de coordinar sus políticas industriales (de manera destacada en la producción de semiconductores). Especial atención se prestará al terreno militar, lo que permitirá a India minimizar a su vez su dependencia del armamento ruso. Mientras Estados Unidos avanza en su política de diversificación con respecto a China y de aislamiento de Rusia, India podrá desarrollar su sector tecnológico y competir globalmente con la República Popular, además de jugar sus propias cartas ante el eje Pekín-Moscú.

Afrontar el desafío geopolítico chino y garantizar la estabilidad del Indo-Pacífico es, en efecto, la segunda motivación por la que Delhi y Washington se complementan. Sin tener que convertirse en su aliado (posibilidad que sería contraria a su cultura estratégica), India verá reforzada su autonomía mientras continúa construyendo su ascenso como gran potencia económica (tendrá el tercer mayor PIB del planeta antes de que termine está década) y diplomática (compitiendo con Pekín por el liderazgo de los países del Sur Global).

Rusia: un fantasma recorre el mundo

Hay un problema en el que China y Occidente están  plenamente de acuerdo: un proceso de inestabilidad en Rusia supondría un riesgo muy alto para el mundo y tendría que ser abordado con serenidad, decisión y con la mayor coordinación posible. Aunque es casi seguro que en el concepto de estabilidad y en las soluciones ante una posible crisis ya no habría tanta unanimidad de análisis.

En todo caso, las muestras de debilidad institucional, militar y política que ha dado el régimen ruso ante el desafío de los mercenarios de Wagner han hecho sonar las alarmas en Pekín, Washington y Bruselas con especial intensidad. Si el régimen de Putin entra en un proceso de descomposición rápida, en un escenario caudillista donde la democracia y la institucionalidad son débiles, con reflejos estalinistas sólidamente asentados en los sistemas de seguridad (no menos que en China) y con una guerra que está siendo un desastre para Rusia el orden mundial sufriría un terremoto.

No hay que olvidar que Rusia, un país socialmente nacionalista y con un arraigado resentimiento anti occidental tiene un arsenal bélico nuclear que, aunque tuviera un mal mantenimiento o fuera poco eficaz, bastaría con un 10 por ciento de eficacia para dar lugar a un escenario apocalíptico. Aunque para Ucrania la crisis rusa constituya una ventana de oportunidad que debe aprovechar para consolidar su contraofensiva de liberación de territorios invadidos lo que sería una buena noticia. No hay que aplaudir con entusiasmo cualquier crisis que debilite a Putín en un país en el que ya hay generales que, desde antes de la crsis Wagner, han venido defendiendo estudiar  el uso de armas nucleares tácticas contra Ucrania.

En todo caso, paradójicamente, la crisis rusa tiene algunas consecuencias positivas para Pekín. Para China, se consolida la debilidad de Moscú en las zonas de influencia que podrían disputarse, hace más dependiente a Rusia de la ayuda económica china y refuerza la propaganda china que trata de presentar a Xi como un elemento más fiable y garante de estabilidad- A la vez, para Occidente, la crisis puede suponer mejores condiciones para explorar primero un alto el fuego en Ucrania y luego una paz negociada muy difícil pero no imposible.

Carlos Marx comenzaba su Manifiesto Comunista con la afirmación “un fantasma recorre Europa…”. Hoy, en el país donde se encarnó un sistema que aplicó aqel catálogo de sueños criminales se puede gestar una última consecuencia catastrófica de aquel totalitarismo y un fantasma recorre el mundo.

EE.UU.: gestos de distensión con China

La visita de Antony Blinken, secretario de Estado de EE.UU., a China, y su encuentro con Xi Jinping revelan un esfuerzo norteamericano por contener la tensión con China, objetivar los puntos de máxima tensión y reforzar los canales de contacto que deben funcionar antes de que un choque o un desencuentro deriven en un conflicto de mayor envergadura.

Aunque, según se ha sabido tras las reuniones, la mayor parte de la conversaciones han tratado de buscar soluciones para encauzar las diferencias comerciales y la necesidad de respetar las reglas del libre comercio internacional, que China ignora en su mayor parte, es importante la reafirmación por parte de EE.UU. de que no van a apoyar una declaración unilateral y formal de independencia por parte de Taiwán.

Como es sabido, Taiwán, como sistema político diferenciado de la China continental, nace de la instalación en el territorio insular de los derrotados por el asalto al poder en 1949 por parte de los comunistas chinos liderados por Mao Tse Tung. Tras etapas de autoritarismo, Taiwán ha devenido un en una democracia de éxito, político y comercial, homologable a los países mas desarrollados. Pero, hasta hace poco, Taiwán se ha considerado China, democrática pero china, y ha aspirado a una reunificación bajo un régimen democrático. Desde Pekín se pretende, y se amenaza, restaurar la unidad, si hace falta con la fuerza bajo su sistema autoritario.

Mientras, en Taiwán ha ido apareciendo fuerzas, y no precisamente minoritarias, que plantean dejar de obsesionarse con lograr una reunificación democrática y proclamar la independencia sin excluir una unidad a más largo plazo. Y ese proyecto, que sería más propagandístico y simbólico que otra cosa, es inadmisible para una China que teme que encuentre apoyos occidentales. EE.UU. nunca ha abonado esa idea, aunque mantiene excelentes y cada vez más estrechas relaciones con la isla.

El crecimiento del independentismo taiwanés, unido a los choques comerciales chino-estadounidenses y el descenso del ritmo de crecimiento en China, han hecho aumentar las presiones de Pekín sobre la isla, en realidad sobre todo el mar de la China meridional, con incursiones militares, problemas para el tráfico marítimo y declaraciones altisonantes que han sido respondidas con un aumento de unidades militares estadounidenses en la región, un fortalecimiento de la alianza regional de Australia, Reino Unido y EE.UU. con Japón, Filipinas y Corea del Sur. Este escenario cada vez más explosivo necesitaba alguna iniciativa de distensión y eso es lo que ha intentado e intenta Antony Blinken. China necesita tiempo para rearmarse más y EE.UU. necesita reevaluar la situación y enfriarla. La situación es proclive a un enfriamiento pero no a una distensión duradera, que requeriría al menos una admisión por parte de China de que una acción militar en Taiwán no es factible, no sólo por razones éticas y de legalidad internacional sino porque puede no obtener los objetivos que busca. Una desescalada es un avance, pero como el conflicto de Ucrania demuestra cuando los Estados autoritarios creen que sus conceptos geoestratégicos están por encima de todo, suelen general tragedias aunque, a la larga, su propia derrota.

INTERREGNUM: Dos estrategias de seguridad. Fernando Delage

La semana pasada Alemania hizo pública la primera estrategia de seguridad nacional de su historia. Fue un compromiso asumido por el gobierno de coalición al tomar posesión a finales de 2021, pero adquirió un enfoque distinto del previsto originalmente tras la invasión rusa de Ucrania. La agresión de Moscú hizo evidente la vulnerabilidad europea y condujo, sólo unos días después del 24 de febrero, al anuncio por el canciller Olaf Scholz de un giro histórico en la política de defensa alemana. Ha habido que esperar más de un año desde entonces, sin embargo, para dar forma a una estrategia de seguridad que contara con el consenso de los socios de gobierno. Un consenso que sigue aún sin existir con respecto al documento estratégico sobre China que debía haberse adoptado al mismo tiempo.

Según el texto aprobado, Rusia es, “por el futuro previsible, la mayor amenaza a la paz y seguridad del área euroatlántica”. También advierte que algunos países “tratan de reconfigurar el orden internacional” mediante instrumentos de desinformación, ciberataques y coerción económica; una descripción que incluye a China. El documento subraya que, para Berlín, la República Popular es “un socio, competidor y rival sistémico” (los mismos términos que ya empleó la estrategia china de la UE de 2019, pendiente a su vez de una próxima actualización), pero indica igualmente que los elementos de rivalidad y competición se han agravado durante los últimos años. Aun así, la importancia de China como mercado para las exportaciones alemanas y fuente de materias primas explica la búsqueda de un lenguaje y de una posición de equilibrio que evite la hostilidad de Pekín. Es una incógnita, no obstante, qué orientación asumirá la estrategia hacia China—además de su fecha de publicación—, dadas las discrepancias entre los socialdemócratas y los Verdes, partido responsable del ministerio de Asuntos Exteriores.

También Corea del Sur acaba de anunciar una nueva estrategia de seguridad nacional, la primera del gobierno conservador de Yoon Suk-yeol. Al igual que la anterior (redactada por el gabinete de Moon Jae-in en 2018), se identifica a Corea del Norte como el principal desafío de seguridad. Pero la política de acercamiento a Pyongyang, defendida entonces como medio para normalizar las relaciones entre las dos Coreas, se ve sustituida en el nuevo texto por el reforzamiento de la alianza con Estados Unidos. Se trata, además, de un documento mucho más ambicioso, y no sólo por su extensión (150 páginas en su versión en inglés).

Rompiendo la tradición de estrategias anteriores—la primera de Corea del Sur data de 2004—no se comienza por la situación en la península, cuestión que pasa a la segunda sección, sino por una evaluación del estado de la seguridad global, enumerando entre otros riesgos la rivalidad Estados Unidos-China, las disrupciones de las cadenas de valor y las amenazas no tradicionales. Para afrontar tanto los desafíos globales como los regionales, Seúl dará prioridad, como se indicó, a la alianza con Washington, aunque también ampliará sus relaciones de defensa con otros socios, se implicará en mayor medida para asegurar el orden internacional, y desarrollará sus capacidades militares. Son básicamente las mismas orientaciones que ya se habían recogido en documentos anteriores, como la Estrategia hacia el Indo-Pacífico aprobada en diciembre de 2022 y el último Libro Blanco de Defensa, también del pasado año.

Dada la estructura de su industria y sector exportador, la estrategia surcoreana presta especial atención por otra parte a la seguridad económica y tecnológica. Finalmente, se destaca la identidad internacional del país con una diplomacia basada en valores como la libertad, los derechos humanos y el Estado de Derecho. Es innegable, no obstante, que tendrá que compatibilizar esos principios con las exigencias pragmáticas de sus intereses en las relaciones con Pyongyang, Pekín y Moscú. El gobierno de Yoon señala en cualquier caso su ambiciosa intención de adoptar un enfoque global sobre el papel de Corea del Sur; una perspectiva que, además de maximizar su papel en Asia oriental, le acercará a las democracias europeas.

 

Blinken finalmente visitó Beijing. Nieves C. Pérez Rodríguez

El esperado y pospuesto viaje del secretario de Estado, Antony Blinken, a China, se llevó a cabo entre el pasado domingo y el lunes en una intensa jornada de reuniones de alto nivel que incluyó un encuentro con el líder supremo de la nación. Blinken tenía previsto hacer una visita oficial a principios de este año a China que la Administración Biden se vio obligada a suspender debido al incidente del globo espía chino que sobrevoló los Estados Unidos de costa a costa.

El esperado encuentro de alto nivel entre las dos potencias adversarias era considerado clave para conseguir un efecto neutralizador de las altísimas tensiones que hemos vivido en lo que va de año. Que vale la pena apuntar que no es una tirantez exclusiva de la Administración actual; por el contrario, la mayor escalada de tensiones entre Washington y Beijing se produjo durante los años en los que Trump ocupó la Casa Blanca con la llamada guerra comercial o guerra tarifaria.

Para los estadounidenses, China no sólo es un competidor comercial sino un actor internacional de altísimo perfil que no sigue las reglas internacionales de convivencia; por lo tanto se ha convertido en un dolor de cabeza y un peligro inminente. Pero, en busca de un acercamiento que pudiera bajar la tensión y reanudar el diálogo, el secretario de Estado visitó Beijing con la esperanza de frenar el deterioro de las relaciones y, de paso, quizás conseguir un acercamiento en temas como Ucrania, las provocaciones en el mar del sur de China o un intento en bajar la temperatura en el estrecho de Taiwán.

En palabras del propio Blinken “el viaje a China tuvo como propósito fortalecer los desafíos de comunicación de alto nivel, aclarar nuestras posiciones e intenciones en áreas de desacuerdo y explorar áreas en las que podríamos trabajar juntos cuando nuestros intereses se alineen con desafíos transnacionales compartidos”.

Una vista de este nivel no ocurría desde hace casi cinco años y curiosamente parece que uno de sus logros es que ambas partes reconocieron la necesidad de estabilizar las relaciones y ese podría definirse prácticamente como el gran avance. Sin embargo, si se hace un análisis de lo que se sabe la conclusión quizá no es tan positiva.

En primer lugar, fueron los estadounidenses los que fueron a China. Cruzaron el planeta para expresarles su preocupación por su negación al diálogo bilateral. Aun cuando esta preocupación ha sido trasladada en público por distintas vías.

El encuentro entre Blinken y Xi sólo tuvo una duración de 35 minutos, lo que es realmente corto considerando que se hacen traducciones simultaneas. En conclusión, cada uno tuvo unos 10 minutos para exponer su posición y unos cinco minutos para intercambiar opiniones. Pero desde el punto de vista de propaganda o liderazgo, los que más se benefician son los chinos que consiguen que la primera potencia y a la que China debe en parte su crecimiento y mayor número de exportaciones les visite en casa a pesar de que les humillaron con la presencia del globo espía en territorio estadounidense.

Igualmente, la visita de Blinken dejó la promesa de una serie de visitas de otras autoridades americanos como la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, la secretaria de Comercio, Gina Raimondo, o el enviado especial para el cambio climático John Kerry. Mientras que China acordó que Qin Gang, el canciller chino visite Washington pronto.

El Partido Comunista Chino había venido presionado fuertemente para que Washington enviara a estos altos cargos previamente a la visita del secretario de Estado y acertadamente no se les había concedido. La realidad es que ambas economías están realmente interconectadas, pero China necesita venderle a su principal comprador, y la arrogancia con la ahora China gestiona sus relaciones debe ser más ecuánime.

Bonnie Glaser, una de las más respetadas expertas en Washington sobre China, tuiteó su lectura de la reunión entre Blinken y Xi en la que comienza por exponer que la ha dejado con gran preocupación que Xi haya dicho que la competencia entre las principales potencias no se ajusta a la tendencia de los tiempos. Mientras que por su parte la Administración Biden ha venido trabajando en convencer a los chinos de que acepten la competencia como pilar de la relación y reconozcan que es esencial trabajar juntos para gestionar la competencia y evitar que la competencia se convierta en conflicto.

Glaser dice encontrar decepcionante que el encuentro no haya arrojado un auténtico avance, aun cuando ambas partes afirmaron que acordaron estabilizar sus relaciones.

Y aunque parezca una pregunta retórica cabe hacerla, ¿valió la pena de que el secretario de Estado le hiciera una visita a su principal socio y competidor comercial? Y aunque el diálogo siempre es fundamental y la clave para evitar escaladas en los conflictos también es cierto que parece que a los estadounidenses se les ha olvidado que, especialmente cuando se puede y se tiene razón, se debe mantener una posición un poquito menos condescendiente para así enviar mensajes más claros que no puedan ser distorsionados o mal empleados…

 

THE ASIAN DOOR: Punto de inflexión en el decoupling de chips. Águeda Parra

La rivalidad tecnológica entre Estados Unidos y China va cumpliendo etapas. Las restricciones de acceso a tecnología estadounidense se intensifican por parte de Washington para limitar la capacidad tecnológica de China, mientras Pekín, por su parte, están insuflando impulso financiero a las grandes tecnológicas chinas para incentivar la ansiada autonomía tecnológica. Un escenario en el que mientras Washington busca ralentizar la capacidad de desarrollo tecnológico de China, Pekín redobla esfuerzos para desacoplarse de la tecnología estadounidense, estando cada vez más cerca el punto de inflexión del decoupling tecnológica de China de Occidente.

Mientras llega ese momento en el que China consiga estabilizar sus capacidades tecnológicas con producción propia, las sanciones estadounidenses comienzan a consolidarse generando un impacto significativo en la reducción de las exportaciones de chips avanzados y de maquinaria para el desarrollo de semiconductores hacia China. Las importaciones de circuitos integrados cayeron un 21,1% entre enero y abril, lo que supone duplicar la caída respecto al 11,4% registrado un año antes, reflejándose así no sólo el descenso de la demanda global, que sigue cayendo, sino también el efecto de las sanciones estadounidenses.

Asimismo, los datos del descenso de importaciones registran además una tercera variable, que es la consolidación de los efectos de la Alianza Chips 4, creada por Estados Unidos junto con Corea del Sur, Japón y Taiwán para reducir la exportación de chips avanzados y equipamiento para la fabricación de semiconductores a China. La alianza Chips 4 se consolidaba en septiembre del año pasado como otro eslabón más en la estrategia desplegada por Washington, sumándose a las restricciones impuestas a las empresas estadounidenses en su exportación de tecnología a China, y a los esfuerzos por recuperar producción local bajo el impulso que generará la Ley de Chips y Ciencia lanzada en 2022, y que contempla hasta 52.000 millones de dólares para incentivar la fabricación local de chips.

Mientras la nueva política industrial tardará todavía unos tres años en tener efecto, la alianza Chips 4 entre Washington y sus socios asiáticos ha comenzado ya a generar una reducción de las exportaciones de material y equipamiento tecnológico procedentes de estos países hacia China. En el caso de los circuitos integrados, las importaciones procedentes de Corea del Sur descendieron un 35,1% durante el primer trimestre del año en comparación con el año pasado, siendo del 23,6% en el caso de Japón. Similares son los datos que reflejan un descenso en las importaciones de maquinaria para la fabricación de chips procedentes de Taiwán, que se redujo un 26%, según el ministerio de Finanzas de Taipei. En el caso de las máquinas para la fabricación de obleas, el descenso varía entre el 12% del valor de las importaciones procedentes de Japón, y el 50% que registraron las procedentes de Corea del Sur y Taiwán, según datos de aduanas, a pesar de que Seúl todavía no ha anunciado la formalización de restricciones a la exportación, como sí lo han hecho el resto de socios de la alianza.

Para contrarrestar los efectos que las restricciones puedan tener a la capacidad tecnológica, China lleva dos años incentivando el desarrollo de innovación entre sus empresas tecnológicas con subsidios a 190 compañías de semiconductores nacionales que ascendieron a 1.750 millones de dólares en 2022. Aunque el objetivo es dotar de estímulo financiero a toda la industria, las 10 empresas más importantes son las que han acaparado hasta el 45% de los pagos, entre las que destacan la compañía china de fundición de semiconductores SMIC y el fabricante de chips LED Optoelectronics. Los resultados pueden no ser inmediatos, pero los estímulos para seguir potenciando el desarrollo de chips avanzados ya se traducen en la capacidad de China de desarrollar chips de 7nm con recursos propios, aunque todavía no sea como producción en masa.

Por el efecto de las sanciones, China ha pasado de liderar las ventas de equipos de semiconductores en 2022, a mantenerse como segundo mayor mercado del mundo, por detrás de Taiwán, pero por delante de Corea del Sur, apenas un año después. Las restricciones seguirán ampliándose, ya que en julio comenzarán a aplicarse las que establezca Japón sobre los equipos y materiales avanzados para fabricar chips, a las que se sumarán también las que aplique Países Bajos después del acuerdo alcanzado con Washington. Restricciones que, más que reducir la capacidad de desarrollo tecnológico de China, están incentivando el desacople tecnológico del gigante asiático de Occidente, un escenario que puede conllevar una complejidad y unos riesgos geopolíticos mayores si el desacople supone la generación de dos ecosistemas tecnológicos paralelos con reparto de influencia geopolítica a nivel global.

 

 

INTERREGNUM: Estados Unidos, China y los europeos. Fernando Delage

La reciente cumbre de Shangri-La, el encuentro que organiza en Singapur el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS) y que se ha convertido en la más relevante conferencia anual sobre seguridad en Asia, ha puesto de relieve que las espadas siguen en alto en la relación China-Estados Unidos. La presencia de los responsables de Defensa de ambos países podía haber contribuido a relajar la tensión bilateral, pero fue una oportunidad perdida. Pekín mantiene una actitud de resistencia frente a Washington.

Durante los últimos meses, la administración Biden ha intentado restaurar los canales de diálogo. En mayo, visitó Pekín el director de la CIA, William Burns; el representante de más alto nivel en viajar a China desde 2021. Y en Singapur, el secretario de Defensa, Lloyd Austin, criticó las acciones de la República Popular en la región, pero hizo hincapié en la necesidad de establecer mecanismos de gestión de crisis entre las fuerzas armadas de los dos países, así como unos principios de interacción para prevenir conflictos. El mantenimiento de ese diálogo, suspendido por Pekín en agosto del año pasado a raíz de la última crisis en el estrecho de Taiwán, debe ser—insistió—un imperativo, no una recompensa.

Sin embargo, el nuevo ministro de Defensa chino, Li Shangfu, rechazó la invitación de Austin para reunirse. La respuesta de Li a la petición norteamericana de adoptar medidas de confianza fue que no se trata de dialogar, sino de que Occidente “se dedique a sus asuntos” y se mantenga alejado de las aguas y del espacio aéreo cercanos a China. Tras acusar a Estados Unidos (sin nombrarlo explícitamente) y a sus aliados de utilizar la libertad de navegación como pretexto para su “hegemonía”, Li reiteró que la República Popular, por el contrario, nunca presionará a otros Estados. Es Washington, subrayó, quien debe cambiar de actitud si quiere estabilizar las relaciones con Pekín.

El tono hostil de su intervención no fue bien recibido por los socios y aliados de Estados Unidos presentes en la conferencia. El temor a una escalada de la rivalidad entre Washington y Pekín se reflejó en sus respectivos discursos, en los que mostraron una opinión similar a la de Austin y denunciaron la manipulación de los hechos descritos por Li al culpar a la OTAN de la guerra de Ucrania. Los ministros de una larga lista de países hicieron patente la unidad occidental frente a la agresión rusa. Pero la solidaridad por parte europea en Singapur no oculta la falta de un consenso entre los Estados miembros de la UE sobre la estrategia a formular hacia China; una realidad bien conocida por el gobierno chino, cuyo primer ministro, Li Qiang, visitará Berlín y París en las próximas semanas.

Las desafortunadas declaraciones sobre Taiwán del presidente francés, Emmanuel Macron, a la vuelta de su viaje a Pekín en abril, no ayudaron a la causa de la unidad transatlántica, ni tampoco a la formación de una posición común europea. Su opinión, luego parcialmente corregida, parece coincidir sin embargo con lo que piensa la mayoría de los europeos, según revela un sondeo del European Council on Foreign Relations hecho público la semana pasada. El porcentaje de quienes quieren que Europa permanezca neutral en un conflicto entre Estados Unidos y China es mayoritario en los once países en los que se realizó la consulta. El 43 por cien de los europeos consideran a China como un “socio necesario”, mientras sólo el 35 por cien ve en ella a un “rival” (24 por cien) o “adversario” (11 por cien). La mayoría se opone, eso sí, a un control chino de las infraestructuras, compañías tecnológicas y medios de comunicación del Viejo Continente.

La combinación de unos gobiernos inclinados a defender sus intereses económicos nacionales por delante de los intereses estratégicos europeos, y una opinión pública cuya percepción de China no parece haberse alterado por el apoyo político ofrecido a Moscú tras la invasión de Ucrania, transmite una relativa despreocupación por las nuevas realidades geopolíticas. Europa no sólo ha perdido peso relativo global, sino que, con independencia del desafío revisionista ruso, la transformación de Asia—con China al frente—le obliga a reorientar su estrategia internacional en defensa de sus intereses y valores. Para los interesados, reflexiono en mayor profundidad sobre estos asuntos en un ensayo publicado en el último número de la revista Araucaria (“Europa en la era de Eurasia y del Indo-Pacífico”), como parte de un monográfico sobre “Europa y el desafío asiático”: https://revistascientificas.us.es/index.php/araucaria/issue/view/1331.

Y finalmente ¿cuál fue el origen del Covid-19? Nieves C. Pérez Rodríguez

La OMS declaraba el fin de la pandemia del Covid-19 el 5 de mayo del año en curso y para el momento del anuncio el saldo de víctimas fatales se encontraba en unos siete millones, de acuerdo con los registros oficiales, y con más de trece mil millones de dosis de vacunas administradas alrededor del mundo.

Desde finales de noviembre de 2019 había rumores sobre un virus misterioso que contagiaba indiscriminadamente a su paso y dejaba en estado crítico a muchos de los pacientes y con fuerte dificultades respiratorias. A pesar de lo poco que salió de China se supo algo por algunas fuentes como influencers o incluso Li Wenliang, el médico que se contagió mientras trabajaba en el hospital de Wuhan. Li, por ejemplo, intentó advertir al público de la agresividad del virus y el 30 de diciembre fue neutralizado por la policía por difamación, al más típico estilo opresor. Este médico fue silenciado para evitar que el problema se conociera.  Li murió de Covid unas semanas más tarde y con su partida el silencio sobre el virus continuó.

Poco se sabía hasta que el virus llegó a Italia, España y a Estados Unidos dejando cientos de infectados a su paso y con ello el reclamo social lógico sobre origen del virus. Las grandes potencias intentaron diligentemente gestionar la crisis, en algunos casos con más acierto que en otros, aunque lo cierto es que el virus se fue propagando por el mundo a gran rapidez mientras la ciencia hizo un extraordinario trabajo de seguimiento e investigación para poder entender el genoma del virus y así buscar una solución a la grave situación. Todo esto sin que Beijing aportara información básica inicial, solo basándose en los datos que se estaba obteniendo en tiempo real en hospitales directamente de los pacientes, en los centros de pruebas.

Desde el comienzo y probablemente debido al excesivo secretismo de las autoridades chinas en todo lo relacionado con el virus, todo tipo de teorías surgieron en un intento por explicar el origen. Y entre ellas la posibilidad de que el virus se escapara accidentalmente de un laboratorio en Wuhan, ciudad donde fueron reportados los primeros casos del coronavirus.

Durante los primeros meses de la pandemia, ante las constantes preguntas de los medios y de los ciudadanos en busca de respuestas sobre el origen, las autoridades sanitarias de casi todos los países priorizaron la atención en los métodos preventivos y probablemente intentando apaciguar la ira ciudadana que demandaba más información sobre el virus. La teoría de que el virus pudo salir por accidente de un laboratorio fue prácticamente ignorada por las autoridades, quizás para evitar más especulación de la que ya se había generado. Quizás con la idea de centrar el foco en el control de la enfermedad la teoría fue contenida y el foco estuvo en educar, vacunar y continuar con la investigación en pro de dar con las claves para los tratamientos.

En los Estados Unidos el virus se politizó como en ningún sitio. Los republicanos presionaban para una normalización de la pandemia mientras que los demócratas exigían los cierres y las cuarentenas y en cuanto se tuvo la primera vacuna la vacunación masiva incluido cualquier extranjero que visitara el país que tenía el derecho a recibirla. Aunque la guerra comercial con China había llegado al punto más álgido de la historia, los políticos estadounidenses hicieron un esfuerzo en no condenar a China directamente, aunque algunas voces afirmaban estar convencidos de que el Covid-19 fue originado en China.

No obstante, países como Australia se resistieron a quedarse callados y por tanto exigieron respuestas a China y como consecuencia Beijing les castigó con el bloqueo de las exportaciones de sus productos.  Y de hecho desde entonces Beijing y Camberra no han mantenido relaciones diplomáticas fluidas.

El Partido comunista chino (PCC) acusó fuertemente a Estados Unidos de politizar el virus cada vez que surgía algún comentario sobre el origen del mismo. El PCC usó la propaganda y el descredito para quitarse la culpa y atacar a quien los señalara. Las campañas chinas señalaban a los Estados Unidos como el lugar de donde surgió el primer paciente y hasta insistían en que los estadounidenses habían llevado el Covid-19 a China.

A principio de este año, El FBI sorprendió a muchos afirmando que la agencia creía que la teoría del laboratorio era correcta. El Departamento de Energía de los Estados Unidos también llegó a la misma conclusión y de hecho se lo comunicó oficialmente a la Casa Blanca. Alrededor de esa fecha, apareció el globo chino espía sobrevolando los cielos estadounidense y obviamente la atención se trasladó al preocupante robo de información militar que pudo haber hecho el globo, lo que, sumado a la tremenda presión interna, hizo que Washington pusiera su foco en la crisis de los globos y dejara el virus aparcado aun cuando en este punto ya parecía haber consenso institucional sobre que el virus salió del laboratorio de Wuhan.

Hace unos días, el profesor George Gao, una autoridad respetada en China y exjefe del Centro de Control de enfermedades chinas, dijo en una entrevista a la BBC que no se puede descartar ninguna teoría sobre los orígenes de la pandemia, incluso la teoría de que el virus pudo provenir de un laboratorio. Así mismo el profesor afirmó que China había investigado la posibilidad de que el virus saliera del Instituto de Wuhan y admitió que en realidad no había visto los resultados de la investigación, pero que sabía que esa investigación había sido autorizada.

Una autoridad como el profesor Gao no hace una afirmación de ese calibre accidentalmente o de manera casual. Por el contrario, todo parece apuntar a que el PCC está usando al científico para abrir la posibilidad o mandar un mensaje en una entrevista concedida a un medio internacional como la BBC.

Algunos analistas internacionales coinciden en que esas declaraciones no son fortuitas y que, en efecto, el momento de las declaraciones tienen una razón de ser. ¿Quizás aceptar culpas indirectamente para evitar más escrutinio y condena internacional?… Quizás evitar que se siga investigando y se lleguen a conclusiones más específicas… O para intentar parar la reacción de los aliados en bloque que ahora hablan del “decoupling” o rompimiento de la dependencia comercial china o de “offshoring” o reubicación de los centros de producción en otros destinos bien sea en otros países o el regreso a casa.

Es lógico y además necesario que el mundo pida explicaciones a Beijing, primero por haber sido el país donde claramente se originó el virus; desde el punto de vista internacional China es la segunda economía del planeta que no sólo tiene derechos sino deberes para con el resto por esos más de siete millones de fallecidos que merecen ser dignificados, por el coste económico que produjo la pandemia, el retroceso que propició en algunos países, hasta por los problemas psicológicos y de aprendizaje en los niños que fueron sometidos a aislamiento.

Occidente debe ser tajante y puede exigir respuestas. Y tiene además el derecho de tomar decisiones comerciales en el corto y mediano plazo basado en la falta de seguridad que representa China en la cadena de producción internacional, en el aumento de los costos de los productos debido a la poca oferta, a los estrictísimos cierres de ciudades enteras y los rígidos controles que impusieron en China que repercutieron en la producción de todos los productos que el resto del planeta importa desde China.

China, por su parte, debe entender que su economía depende del comercio internacional y a los socios no se les puede tratar como plebeyos sino como iguales.

 

China en América, alarma en EEUU

Las informaciones, más o menos confirmadas, de que China tendría desplegados en Cuba sistemas de intercepción electrónica que permitirían la obtención de inteligencia en toda la región pero fundamentalmente en EEUU, ha puesto un punto de alarma en los servicios de seguridad estadounidenses.

Al margen de las afirmaciones apocalípticas, y electoralistas, de Donald Trump, que ha afirmado que China ha tomado el control de Cuba, existen algunos datos de que La Habana habría autorizado, a cambio de una importante compensación económica, la instalación de una base de intercepción de comunicaciones en la isla. No es una situación comparable a la de los misiles soviéticos en Cuba en los años sesenta como a Trump le gusta sugerir pero hay que prestarle atención porque Pekín sigue, paso a paso, extendiendo su influencia económica y política y esto se convierte en n riesgo cuando apuntala regímenes despóticos, como el suyo, y refuerza las tendencias antidemocráticas que recorren el hemisferio sur de aquel continente.

Y esto se produce cuando EEUU comienza a desplegar, aunque tímidamente y con excepciones, algunos intentos de frenar la expansión china en Perú y en Chile, aunque no actúa de momento respecto a Colombia y Venezuela, y hace un seguimiento de las inversiones chinas en Argentina, Brasil y centro América.

Hace varias décadas que EEUU ha reducido sus acciones de influencia política y de seguridad (salvo casos de máxima urgencia)  al sur de sus fronteras, tal vez para alejarse de los graves errores y las barbaridades cometidas en los años 60 y 70 cuando era mayor el terrorismo de coartada revolucionaria y la democracia naufragaba entre el desafío comunista y las soluciones militaristas. Ahora, con el frente europeo  abierto y las tensiones en el Indo Pacífico la Administración de EEUU sigue teniendo otras prioridades pero comienza a ver cómo aquellos conflictos lejanos juegan partidas en zonas cercanas aprovechando la debilidad institucional y la discusión de los sistemas democráticos que existe en la región.

A la estrategia china se van sumando intentos rusos de estar más presente en la región y los escarceos iraníes, sobre todo en Venezuela, con su sombra de radicalismo y apoyo a grupos islamistas que ya han protagonizado atentados terroristas. El escenario es inquietante pero lo será más si no se presta atención a los detalles.