THE ASIAN DOOR: El yuan y las alianzas energéticas en el nuevo equilibrio de poder. Águeda Parra

El derisking energético de Europa ha propiciado un giro geopolítico de Rusia hacia Oriente, confluyendo en el Indo-Pacífico, como estrategia para diversificar el destino de sus exportaciones de gas y petróleo, redirigiendo así el excedente que ya ha dejado de suministrar a Europa. China y, principalmente, India, se sitúan en esta nueva configuración entre los nuevos socios energéticos de Rusia, propiciándose tras la invasión de Ucrania una redefinición de la geometría de las alianzas geopolíticas globales.

El nuevo equilibrio de poder emergente que está dirigiendo a Rusia hacia Oriente está promoviendo, asimismo, que evolucione la relación de Rusia con los países del Indo-Pacífico. Si, en el caso de India, Rusia ha pasado de ser su principal suministrador de armas a ser además uno de los principales destinos de sus exportaciones energéticas, en el caso de China el fortalecimiento de los vínculos va más allá de la seguridad energética. En esta geopolítica en transición bajo una coyuntura internacional compleja, China ha afianzado sus relaciones económicas y geopolíticas, atrayendo a Rusia hacia su esfera de influencia utilizando uno de los elementos que está emergiendo como clave en la redefinición de las alianzas geopolíticas de China con otros países, es decir, la utilización del yuan en las transacciones bilaterales.

Esta vinculación financiera a través del yuan le permite a Rusia evitar posibles sanciones internacionales, a la vez que reduce su dependencia del dólar, promoviendo un inesperado impulso en la internacionalización del renminbi. De esta forma, el yuan ha pasado de tener una escasa representación del 1% en los volúmenes de negociación del mercado ruso, a situarse en el 40-45%. Una tendencia que también se observa en el sentido inverso, ya que la acelerada reducción de la dependencia del dólar está promoviendo que pase de representar el 80% de los volúmenes de negocio a caer al 40%, según fuentes oficiales de la Bolsa de Moscú.

Además de la redefinición de las alianzas energéticas globales, la invasión de Ucrania ha acelerado, asimismo, el ritmo de inversión en transición energética a escala mundial, no solamente en Europa. La vulnerabilidad a la que se ha visto sometida la seguridad energética europea tras el inicio de la guerra ha puesto de manifiesto la necesidad de apostar por la autosuficiencia energética, propiciando un aumento en la inversión en renovables a pesar de la compleja situación económica y geopolítica global.

El auge que están experimentando las renovables ha sido sustancial, pasando la inversión en tecnologías verdes de los 755.000 millones de dólares alcanzados en 2021, a superar el billón de dólares en 2022, principalmente por el impulso de China, cuya inversión supuso más de la mitad de la inversión global con 546.000 millones de dólares. En el caso de Estados Unidos, que figura en segundo lugar, los 141.000 millones de dólares de inversión récord en transición energética, principalmente destinada a los coches eléctricos, corresponden en parte al impulso dado por la Ley de Reducción de la Inflación (Inflaction Reduction Act, IRA), según se conoce en inglés, aprobada por la administración Biden y con la que Washington está impulsando su estrategia de asegurar la autosuficiencia energética.

En cuanto a la Unión Europea, el efecto Ucrania no sólo ha promovido la diversificación energética, sino que ha acelerado además los procesos de concesión de autorizaciones para proyectos de energías renovables. En este sentido, la propuesta presentada a finales del año pasado pretende impulsar los proyectos en renovables como de interés público superior. Un nuevo entorno con mecanismos renovados para poder afrontar en mejores condiciones el nuevo objetivo planteado por la Unión Europea de duplicar la producción de energías renovables para finales de esta década, situándose el consumo energético verde en el 42,5% en 2030, respecto del 21,8% que representaba en 2021 en la UE, según Eurostat.

Mientras la redefinición de alianzas energéticas termina de consolidarse, el auge en las renovables puede considerarse como el efecto más positivo de una geopolítica en transición que está redefiniendo los equilibrios de poder tanto en la dimensión digital, energética, comercial como de defensa.

 

 

India, el aliado deseado

EE,UU, sigue explorando discretamente las posibilidades de estrechar más los lazos con India y convertirlos en pilares de una alianza estratégica en lo que, sumado al Aukus (la alianza entre Australia, Reino Unido y Estados Unidos) algunos estrategas denominan una OTAN Plus o una OTAN del Pacífico.

Como hemos recordado desde esta publicación, India ha sido una aliada histórica de Rusia y de la URSS, por sus necesidades de equilibrar la influencia de la antigua potencia colonial, el Imperio británico, y por consiguiente de Occidente. Así, sus fuerzas armadas se han organizadas con doctrina, armamento y tecnología rusa. Hay que tener en cuenta que India, además de sus reticencias ante Occidente, tiene otro enemigo histórico, China, con el que ha sostenido varias guerras y escaramuzas y ha perdido territorios en su frontera norte. Pero, sobre todo, China es una muy estrecha aliada del enemigo existencial de India: Pakistán.

Pero el paso del tiempo ha cambiado ese escenario y alumbra uno muy distinto. La URSS no existe, Rusia es más débil, su influencia en Asia Central retrocede a favor de China que ha aumentado su amenaza y Pakistán sigue reclamando territorios indios. En este escenario lleva años abierta la ventana de oportunidad que podría permitir a Occidente recuperar influencia y presencia y, sobre todo, atraerse a un país. India cuyas fuerzas armadas son importantes y cuya situación geopolítica para el control de las rutas marítimas en el Indo Pacífico es vital ante el expansionismo chino.

En este contexto se desarrollan las relaciones EE.UU.-India y el acercamiento a una, al memos, coordinación de esfuerzos militares, comerciales y políticos junto a Australia, Japón, Corea del Sur  y aliados menores junto al Reino Unido y EE.UU. Si junto a esto comienza a producirse una reestructuración de las fuerzas armadas indias  reorientándose a tecnologías occidentales y una homologación de sistemas de armas con la OTAN el horizonte comenzará a despejarse.

INTERREGNUM: China en la cumbre de Vilna. Fernando Delage

La cumbre de la OTAN celebrada en Madrid en junio del año pasado incluyó por primera vez como invitados a los líderes de Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda. La presencia de estos socios asiáticos (los conocidos como AP4) puso de relieve la naturaleza global de los asuntos de seguridad y la preocupación compartida por el desafío que representa el ascenso de China para el statu quo internacional. El imperativo de la cooperación entre socios transatlánticos y transpacíficos ha vuelto a estar en la agenda de la cumbre de 2023, organizada en esta ocasión en la capital de Lituania. Aunque Rusia y el debate sobre la eventual adhesión de Ucrania han sido el tema central de discusión, la relación Moscú-Pekín y las implicaciones de las acciones chinas fueron igualmente tratadas por los participantes en el encuentro. Una vez más quedaron patentes, no obstante, las dificultades para dar forma a un consenso europeo.

Tras la adopción el pasado año de un nuevo concepto estratégico que, entre otras cuestiones, describió el desafío que representa China para los “intereses, seguridad y valores” de la Alianza Atlántica, el secretario general, Jens Stoltenberg—quien visitó oficialmente hace unos meses Tokio y Seúl—ha insistido en que la OTAN debe prestar una atención sostenida a la República Popular y a la dinámica del Indo-Pacífico. Es un objetivo que cuenta con la misma disposición por parte del cuarteto asiático: la rápida reacción de la Alianza a la invasión rusa de Ucrania la convierten en un socio más que deseable como contrapeso disuasorio de una China más ambiciosa.

En la sesión conjunta mantenida con el AP4, y en la que de manera significativa también participaron los presidentes de la Comisión Europea y del Consejo, Ursula von der Leyen y Charles Michel, respectivamente, se intercambiaron puntos de vista sobre el conjunto de temas relevantes tanto para la seguridad europea como para la asiática. Cabe destacar, entre ellos, la inquietud sobre el riesgo de control por China de infraestructuras críticas, sus acciones de coerción económica, las operaciones de influencia y desinformación de Pekín, la cooperación de seguridad con el Kremlin, el aumento de sus capacidades militares, o las consecuencias de un conflicto en el estrecho de Taiwán. Ya se trate de posibles contingencias militares o del fortalecimiento de las cadenas de suministro, el papel de estos países asiáticos resulta fundamental para los intereses occidentales.

La posición que adopte la Alianza Atlántica sobre China es especialmente importante para Estados Unidos, principal miembro de la organización y potencia percibida como rival por Pekín. Por esa misma razón, el futuro de la OTAN y de las relaciones transatlánticas no pueden desvincularse de cómo norteamericanos y europeos se aproximen a esta cuestión. Puesto que un desafío a Estados Unidos en Asia no dejará de tener consecuencias para la OTAN y para la seguridad europea, establecer prioridades comunes y acordar un equilibrio entre ambos escenarios es una exigencia para los aliados si quieren formular una estrategia eficaz hacia la República Popular.

La identificación de esa necesidad no asegura, sin embargo, que esa aproximación se produzca. Así lo demuestran, por ejemplo, el problema de Taiwán o los desacuerdos sobre la apertura de una oficina de la OTAN en Tokio. Con respecto al primer asunto, las declaraciones del presidente de Francia, Emmanuel Macron, a su regreso de su viaje a China en abril, a favor de la neutralidad europea, alarmaron a Washington. Pero no parece ser el único lider europeo que piensa que el Viejo Continente no tiene nada en juego. La recién aprobada estrategia de seguridad nacional de Alemania no menciona a Taiwán ni una sola vez. El canciller Olaf Sholtz se muestra por otra parte reticente a sumarse a la más firme política hacia Pekín  defendida por la Comisión Europea, y prefiere que sea la industria de su país la que decida el grado de dependencia de China que más le convenga, minusvalorando sus riesgos estratégicos.

Esa resistencia de los principales Estados miembros a que la UE asuma una proyección geopolítica aparece igualmente cuando la OTAN discute sobre el Indo-Pacífico, aunque nadie esté planteando una ampliación de los límites geográficos establecidos por los artículos 5 y 6 del tratado de Washington. Aunque ya existe una oficina de enlace en Asia central, ha sido de nuevo Macron quien se ha manifestado en contra de abrir otra en Tokio (opinión compartida naturalmente por Pekín), por tratarse de un continente ajeno. Según el Elíseo, tampoco las autoridades japonesas tendrían especial interés, una información que fue desmentida por el gobierno de Fumio Kishida.

A falta de conocer el comunicado final de la cumbre cuando se redactaban estas líneas, las divisiones entre los europeos complican la posición de la Alianza sobre China, y erosionan la unidad transatlántica. Si Washington duda del apoyo europeo a sus problemas en Asia, quizá el Viejo Continente precipite su aislamiento, sin haber podido desarrollar esa autonomía estratégica que Macron más que nadie ha defendido como indispensable.

El fentanilo, la nueva guerra del opio

Estados Unidos padece la peor crisis de drogas de su historia con cifras de muertes récords que se ubican en los 1500 individuos semanales por el consumo de algún opioide, de acuerdo con él Centro Nacional de Estadísticas de Salud de la nación.

Las muertes por sobredosis de estupefacientes aumentaron en casi un 30% entre él 2019 al 2020 y se han quintuplicado desde 1999. El 75% de los fallecidos por sobredosis en el año 2020 se debió al consumo de algún opioide, según el CDC (Centro para Control y Prevención de Enfermedades estadounidense).

Los opioides se derivan de la planta de adormidera y se dividen en dos grandes categorías: medicamentos fabricados de manera rigurosa y legal y los narcóticos ilícitos.

En la década de los noventa los médicos estadounidenses comenzaron a recetar opioides a pacientes que habían sufrido de cáncer o que habían tenido cirugías complejas. Pero ya para la década del 2000 los médicos recetaban cada vez más frecuentemente opioides para afecciones crónicas de padecimiento de dolor por lo que no sólo se disparó el consumo sino su adicción. Lo que definitivamente contribuyó al origen del problema.

Aunada a esa realidad, la pandemia empeoró la situación debido a las interrupciones en la cadena de suministros que empujaron a consumidores a recurrir a nuevas sustancias, junto con él aspecto psicológico de la pandemia, la soledad producto del confinamiento que propició que muchas más personas recurrieran a consumir drogas estando solos.

Durante la pandemia, la disponibilidad del fentanilo aumentó considerablemente por lo que fue realmente fácil adquirirlo. Además, se podía encontrar en presentaciones que lo encubría como opioide recetado por los médicos como el OxyContin, Oxycodone, Oxypro, Longtec, Reltebon, Zomestine, entre otros nombres comerciales para el tratamiento del dolor moderado o severo.

Él 70% de los consumidores se concentra en la población blanca estadounidense seguidos por los afro américos y latinos en un porcentaje mucho menor entre un 17 y un 12%. Aunque también se encuentran los veteranos de guerra que padecen algún dolor crónico y que son otra parte de la población altamente vulnerable y más propensa a consumir estas sustancias.

Además del impacto social la epidemia de opiáceos está generando un grandísimo problema económico en la economía estadounidense, solo en él 2020 él costo para él Estado fue de 1.5 billones de dólares, lo que representa él 7% del producto interno bruto de la primera nación del mundo. Y se estima que lo peor está por llegar, según las proyecciones del Comité Económico del Congreso.

La mayor cantidad del fentanilo llega a Estados Unidos a través de la frontera mexicana aunque proviene directamente de China. Él gigante asiático es el principal fabricante de los ingredientes necesarios para producir el fentanilo.

Las redes chinas envían fentanilo a México, donde los cárteles de drogas mexicanos como el de Jalisco Nueva Generación o él Cártel de Sinaloa cuentan con sus propias redes de distribución, aunque también hay una gran cantidad de ciudadanos estadounidenses que contrabandean fentanilo en las fronteras según un estudio realizado por Claire Klobucista  y Alejandra Martínez para el Cónsul en Relaciones Internacionales , un think thank con sede en Nueva York.

En algunos casos, los carteles en México sirven también de laboratorio a los fabricantes chinos, importan los ingredientes químicos necesarios para fabricar opioides sintéticos en fábricas ilícitas ubicadas en territorio mexicano y producen los narcóticos que finalmente son enviados a Estados Unidos de contrabando.

Otros consumidores adquieren el fentanilo en pagines webs, convencidos que están comprando heroína, cocaína o analgésicos a traficantes de drogas en las redes sociales, sin saber que los productos están mezclados con sustancias mortíferas. En algunos casos, los consumidores estadounidenses hacen sus peticiones virtualmente en sitios webs ubicados físicamente en el extranjeros y estos envían sus productos por correspondencia normal que entra a Estados Unidos y es entregando directamente en el buzón del consumidor.

Washington ha intentado llegar a la raíz del problema y ha establecido acuerdos con el Estado mexicano, el mismo Biden visitó a López Obrador en la ciudad de México en busca de mecanismos de cooperación para atacar el problema.

También ha habido diálogos con China. En 2018 Beijing introdujo controles sobre dos precursores químicos necesarios para producir él fentanilo, conocidos como NPP y 4ANPP, luego de reuniones bilaterales. Pero con el aumento de tensiones entre las dos grandes potencias China decidió dejar la persecución de los grupos dedicados a tal actividad.

Para el PC chino perseguir a estos grupos ilícitos no representa una tarea especialmente difícil debido a los excesivos controles y vigilancia social que tienen sobre su población.

Pero el PC chino sabe bien la crisis que padecen los estadounidenses y la presión doméstica que eso causa a la Administración. En efecto, los republicanos han ejercido una gran presión sobre la actual Administración en busca de soluciones a lo que describen como la peor crisis que ha pasado la nación.

El PC chino había emprendido un plan de cooperación en la lucha contra el fentanilo pero la visita de Nancy Pelosi, en ese momento presidente de la Cámara de Representantes del Congreso, a Taiwán el pasado agosto, molestó tanto al gobierno chino que decidió parar todos los avances. Además, es importante destacar que el fentanilo no es un problema interno para Xi por lo que la lucha contra éste es una carta reservada para negociar con Washington que usarán sólo si les retribuye o beneficia en algo.

Existe otro elemento histórico a considerar. Los chinos no perdonan a Occidente la introducción del opio y las consecuencias y adicción que la sustancia causó en la sociedad china durante él siglo XIX y este momento puede servirle de revancha.

Aunque las Guerras del Opio tuvieron lugar en el siglo XIX y cueste creer que hoy sigue presente el sentimiento de revancha la realidad es que la humillación china por haber perdido sigue presente. Los chinos no olvidan y siguen sintiéndose un imperio superior que con el brutal crecimiento de su economía en las últimas décadas se siente vigorizado y con la capacidad de imponerse.

Tan sólo él año pasado, la DEA incautó 376 millones de dosis de fentanillo lo que pudo haber acabado con la vida de cada adulto y niño de los Estados Unidos de haber sido consumido por la altísima toxicidad que posee, que en algunos casos es cincuenta veces más potente que la heroína.

EEUU-China conversan

EE.UU. sigue endureciendo su lenguaje respecto a la política exterior y las prácticas comerciales de China, a la vez que tiende puentes con Pekín intentando institucionalizar cauces de diálogo sobre las áreas en las que puede haber puntos de encuentro. De ahí las visitas de altos cargos de la Administración Biden.

Recientemente ha visitado Pekín la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, que ha planteado a China la necesidad de someterse a las leyes del comercio internacional para fijar un marco de competencia más transparente, más abierto y con menos trampas. El problema es que el régimen chino, autoritario, defensor de los mercados controlados y de la acción decisiva del Estado que debe dirigir y controlar todo, por mucho que prometa y predique, no concibe la libertad de iniciativa de las empresas privadas como motor de la economía. Su herencia comunista  hace a China feudataria de principios ideológicos contrarios a la libertad de comercio (a la libertad en general) y eso dificulta un diálogo con Occidente.

Sin embargo, EE.UU. cree que hay marcos de entendimiento que, al menos, baje las tensiones y evite situaciones de riesgo comercial que se sumen a la tensión que provocan las ambiciones chinas sobre Taiwán y en el Mar de la China meridional que sitúa una posible crisis en el marco militar.

Yellen enmarcó su visita en el objetivo de para buscar “una sana competencia económica que beneficie a trabajadores y empresas estadounidenses y colaborar en desafíos globales” y añadió que EE.UU. tomará medidas necesarias para proteger la seguridad del país “cuando sea necesario”, en alusión a las prácticas chinas alertadas por los servicios de inteligencia occidentales de encubrir operaciones de recolección de datos tanto comerciales como de detección de vulnerabilidades de los adversarios en las empresas chinas y sus desarrollos tecnológicos. Aún así ha recalcado que asume este viaje con optimismo y reiteró que “presenta una oportunidad para comunicarnos y evitar malentendidos”.

Putin ensalza a Xi. Nieves C. Pérez Rodríguez

El Estado ruso hizo público la creación de un “Centro sobre la Ideologia de Xi Jinping” en Moscú, convirtiéndose así en el primer instituto que se dedicará al estudio del pensamiento del líder chino fuera del gigante rojo.

La Academia Rusa de Ciencias es la responsable de la creación del llamado laboratorio de investigación de la ideología moderna china. En este sentido, el director del área de estudios contemporáneo en Asia, Kiril Babaev, dijo que el centro de investigación tiene como propósito realizar un análisis objetivo y profundo de las ideas y conceptos que constituyen la base del Estado chino moderno.

Así mismo, Babaev aseguró que “este instituto permitirá al gobierno ruso, las empresas y la comunidad científica del país comprender la China moderna para así formular estrategias y pronósticos más acertados en el curso de las relaciones bilaterales”.  Lo que se ha convertido en una clara prioridad para los rusos en los años recientes.

El centro de estudio ideológico de Xi además se centrará en cinco áreas de investigación que pasan por la economía política, política doméstica y legislación, política exterior y relaciones internacionales, defensa y seguridad y ecología y sociedad de acuerdo con la agencia oficial china Xinhua.

En el anuncio inicial también dieron a conocer que tienen previsto comenzar en 2025 con una serie de publicaciones explicativas sobre las ideas de Xi y su importancia en el desarrollo de China y las relaciones entre Rusia y China para poder ir familiarizando a los lectores rusos con esa realidad.

Babaev afirmó también que Rusia necesita conocer y analizar el pensamiento ideológico de Xi porque China es hoy el principal socio estratégico y socioeconómico de Moscó. Especialmente después de que Rusia invadió a Ucrania y el rechazo que esa guerra a causando en Occidente y la dura respuesta que ha propiciado las sanciones que han aislado a Putin de la esfera global y bloqueado los productos rusos al mercado internacional.

La creación y lanzamiento de este instituto es un claro guiño de Putin a Xi, él cuasi emperador chino, un gesto de autócrata a autócrata, una reafirmación entre ellos sobre la importancia y reconocimiento de Xi como él gran líder chino o él nuevo Mao.

Además de ser un valioso movimiento estratégico ruso para elogiar al dirigente chino es una manera también de reconocer la importancia que tiene para Moscú su principal socio económico y prácticamente único aliado poderoso en este momento que podría eventualmente financiarlos, apoyar con material bélico para la guerra y servir hasta de lobby internacional a Rusia.

 

INTERREGNUM: China y el motín de Prigozhin. Fernando Delage

Aunque neutralizada, la rebelión contra el presidente Vladimir Putin por parte del líder del grupo de mercenarios Wagner, Yevgeny Prigozhin, vaticina un incierto futuro para Rusia. También alimentará las dudas de Pekín sobre la supervivencia de un régimen con el que contaba para construir un orden internacional postoccidental. Una Rusia inestable complicará el entorno de seguridad chino y reducirá las posibilidades de que el Kremlin apoye a la República Popular en el caso de un conflicto con Estados Unidos si intentara hacerse con Taiwán por la fuerza.

China se mantuvo en silencio hasta que concluyó la crisis, momento en el que  calificó el incidente como “un asunto interno de Rusia”. Tras volar a Pekín ese mismo día, el viceministro ruso de Asuntos Exteriores, Andrei Rudenko, recibió de sus anfitriones un mensaje de confianza en las relaciones bilaterales. Los medios chinos han ocultado por su parte cualquier atisbo de preocupación oficial sobre el impacto de los hechos. Resulta innegable, no obstante, que los problemas de Putin también suponen nuevos problemas para el presidente chino, Xi Jinping.

El dilema más urgente que afronta Xi es cómo continuar apoyando a Putin mientras se prepara para la eventualidad de que deje de estar en el poder. El acercamiento  de Pekín a Moscú responde a unas premisas ideológicas compartidas, pero también a unos imperativos estratégicos propios que pueden verse debilitados tras la rebelión de Prighozin. La dependencia energética china y su vulnerabilidad marítima hacen de Rusia un suministrador de gas y petróleo a salvo de las acciones de terceros (por ejemplo, de las sanciones que pudieran imponer las democracias occidentales a la República Popular como respuesta a una acción unilateral de Pekín). Es una ventaja que puede verse en riesgo en un contexto de inestabilidad política en el Kremlin. Como miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, Moscú tiene por otra parte la capacidad de bloquear toda resolución contra China; una posibilidad también sujeta, en principio, a la permanencia de Putin en el poder.

La evolución de los acontecimientos, marcada por una dinámica bélica que desde la misma invasión ha puesto en evidencia las erróneas expectativas del presidente ruso, y por la rebelión interna de un grupo que él mismo apadrinó, revela a ojos de los dirigentes chinos un creciente descontento social, un agravamiento de la rivalidad entre las elites rusas, y una notable incompetencia estrátegica. Sobre esas bases, la pretensión de Xi de que él y Putin podrían reconfigurar el orden internacional, según le dijo a las puertas del Kremlin hace sólo tres meses, parece cada vez más alejada de la realidad. El debilitamiento del socio imprescindible en su enfrentamiento con Occidente obliga a Pekín a asumir una posición mucho más prudente. La opción pragmática consistiría en intentar reducir las tensiones con Washington y la Unión Europea, pero las convicciones ideológicas de Xi y los tiempos que se ha marcado para avanzar en sus objetivos, pueden conducir en realidad a una desconfianza aún mayor en las democracias liberales.

La vinculación con Moscú no va a desaparecer. Cualquier otro dictador ruso seguirá necesitando a Pekín. Eso sí, ni podrá tener el tipo de relación que Xi ha mantenido con Putin—al que llamó su “mejor y más íntimo amigo”—, ni estará dispuesto a depender en tan alto grado de la República Popular como precio para continuar la guerra en Ucrania. Y China, que ya tiene suficientes problemas en su periferia marítima, tendrá que volver a prestar atención a un espacio que había desaparecido como preocupación de seguridad tras su normalización y desmilitarización a finales de los años noventa—los 4.200 kilómetros de frontera continental con Rusia—, por no hablar del control del arsenal nuclear ruso.

THE ASIAN DOOR: En el derisking energético, el Indo-Pacífico acoge a Rusia. Águeda Parra

Las complejas sanciones que la Unión Europea ha venido imponiendo sucesivamente contra Rusia desde el inicio del conflicto han estado orientadas a debilitar su economía y capacidad bélica. Los esfuerzos también se han redoblado para reducir la vinculación energética construida durante décadas con el país que hasta ese momento era el mayor proveedor de combustibles fósiles de la UE. La necesidad de diversificar el suministro, por una parte, y la urgencia por desplegar las renovables a un mayor ritmo de lo esperado, por otra, han permitido a los países europeos con mayores dependencias con Rusia romper esa estrecha vinculación de recursos y abordar una nueva etapa de seguridad energética.

A la misma velocidad a que la UE ha reducido el suministro que fluía por el extenso entramado de gaseoductos diseminados por gran parte del territorio europeo, y que había creado una amplia capilaridad del gas ruso hacia Occidente, el Kremlin ha encontrado nuevos destinos para sus exportaciones energéticas en Asia. India y China, principalmente, pero también Turquía. De esta forma, se han consolidado como los nuevos destinos prioritarios de las exportaciones de crudo y gas ruso, distribuidos a través de buques gaseros y petroleros, produciéndose un importante giro de Occidente hacia Oriente en las exportaciones de crudo y gas de Rusia. De hecho, entre los tres países agrupan hasta el 70% de los nuevos flujos de crudo ruso transportado por mar, según el equipo Reality Check de la BBC.

La alta dependencia de la UE del suministro energético procedente de Rusia que, hasta antes de la invasión de Ucrania, se situaba en el 25% del petróleo y más del 40% del gas, según Eurostat, no ha permitido una desconexión inmediata, ni una ruptura rápida de los lazos económicos. Menor problema ha tenido Rusia, que ha dado viabilidad al excedente generado aplicando una significativa rebaja de precios a las exportaciones energéticas que ya no suministra a Europa, haciendo su suministro mucho más atractivo que el de sus competidores más directos, Estados Unidos y Arabia Saudita, primer y segundo productor de petróleo del mundo, respectivamente.

En este giro de alianzas energéticas, India se ha consolidado como el principal socio de Rusia, pasando de recibir apenas el 2% de las exportaciones de crudo ruso a convertirse en el principal destino de sus reservas durante 2022, multiplicándose por catorce desde el inicio del conflicto. En esta transición de relaciones energéticas, Rusia ha pasado a proporcionar casi la mitad del petróleo que abastece a la economía india, reduciéndose la vinculación con sus socios energéticos históricos, Iraq y Arabia Saudita, que han pasado a representar apenas la mitad de los flujos de crudo que llegan al país desde que comenzara la invasión de Ucrania.

Tras más de año desde que comenzara la guerra, Rusia no sólo ha conseguido mantener sus flujos de exportación de petróleo, sino incrementarlos, gracias a una estrategia de diversificación de los destinos que le ha resultado muy propicia. De hecho, la producción de petróleo de Rusia ha registrado un incremento del 2%, con unas ganancias asociadas que han crecido un 20%, hasta los 218.000 millones de dólares, según datos de la Agencia Internacional de Energía (IEA) y el gobierno ruso.

En este nuevo esquema de relaciones energéticas que redefine el equilibrio de poder geopolítico, India se sitúa más cerca de la esfera de Rusia ya que los nuevos vínculos energéticos y económicos se suman a los ya existentes en el ámbito del suministro armamentístico, donde India es el principal destino de las exportaciones de armamento ruso, hasta el 28% entre 2017 y 2021, según el instituto internacional SIPRI.

Parece evidente que la geopolítica se encuentra en transición. Y es que el nuevo panorama energético mundial que comienza a trazarse tras la invasión de Ucrania no responde a las dinámicas competitivas del mercado, sino a un cambio mucho más profundo en el esquema geopolítico global, donde el giro energético sitúa a Rusia más cerca del eje del Indo-Pacífico, hacia donde parecen confluir todas las fuerzas de poder global y, por tanto, más cerca de la esfera de China.

 

Francia exhibe pabellón en el Pacífico

Francia es la primera potencia militar de la Unión Europea una vez que Reino Unido ha abandonado la Unión aunque no las alianzas militares. Francia, además, lleva casi un siglo viviendo de acuerdo con un relato mítico que parte de una grandeur histórica que en realidad es un bucle melancólico francés. Aunque todo eso no impide que, desde Paris, se lleven a cabo iniciativas internacionales con éxitos relativos, fundamentalmente en África, pero siempre revestidas de gestos de gran potencia y no exentos de arrogancia.

En el Pacífico, el principal escenario de tensiones y riesgos en la actualidad junto con Ucrania, Francia tiene posesiones y aspira a jugar un papel de protagonista que EEUU y Reino Unido le niegan, De hecho, el Aukus, la alianza de Australia, Estados Unidos y Reino Unido para diseñar estrategias y poner en pie recursos para hacer frente al expansionismo chino, no solo no ha integrado a Francia sino que le ha arrebatado el jugoso contrato-programa que los franceses habían firmado con los australianos para renovar su flota de submarinos. Ahora esta renovación se hará con Estados Unidos y los submarinos llevaran tecnología  nuclear.

Todo está en la base de las maniobras aeronavales que Francia está desarrollando en el Pacífico y en las cuales va a desplegar gran parte de sus como parte de un ejercicio militar que durará hasta el 3 de agosto y cuyo objetivo oficial es “equilibrar fuerzas de cara a los desafíos que representa Pekín en la región”. La misión, llamada Pegase 23, está compuesta por cerca de 320 pilotos que han realizado unas primeras maniobras hasta la víspera en el mar Arábigo con 19 aviones apoyados por las Fuerzas Aéreas francesas en Emiratos Árabes Unidos, según ha informado el Ejército francés en un comunicado.

Es evidente que Francia es militarmente clave para la autonomía estratégica a la que aspira la Unión Europea y, aunque pueden rastrearse en los discursos franceses vestigios de nacionalismo anti EEUUque viene de muy lejos, quiere ser integrada entre las grandes potencias. Tiene influencia y tropas en África, ha desplegado barcos en el Mediterráneo oriental ante las tensiones greco-turcas y quiere ser socio de primera fila en el Indo Pacífico.

El principal problema es que, a veces, Francia presenta la autonomía estratégica europea como un pilar con EEUU en muy segundo plano y con libertad que que Paris actúe fuera de Europa con amplio margen en defensa de sus intereses nacionales que no siempre son compatibles von los intereses de tros socios europeos, Y es obvio que lo primero es un sueño imposible por incapacidad de Europa y lo segundo una aspiración que tiende a instalar desconfianza en la UE.