Hace unos días se ha producido ya el primer choque entre soldados ucranianos y unidades norcoreanas llegadas al frente en apoyo del ejército ruso. Estos hechos son la expresión de la amplitud de la tensión generada por la invasión diseñada por Putin, de la crisis de liderazgo en EEUU en el escenario presidido por las elecciones presidenciales y en la recurrente parálisis europea que, a la vez que apoya a Ucrania con el freno de mano echado, no oculta que le urge un fin del conflicto aunque este venga con importantes cesiones a Rusia siempre que las asuma Ucrania.
En realidad, la participación de cerca de 3.000 soldados norcoreanos en el frente del Dombas (y aunque se incorporaran los 10.000 que los servicios de inteligencia occidentales estiman que se encuentran en Rusia) no constituye una acción decisiva ni desequilibrante en el escenario actual de la guerra aunque sí constituye un apoyo publicitario y de ánimo para un ejército ruso que trata de retomar la iniciativa, que revela señales de desánimo y que tiene dificultades de reclutamiento entre la población rusa. A esto hay que añadir, como dato anecdótico, que algunas decenas de norcoreanos huidos del país y procedentes de Corea del Sur, Europa y EEUU se han incorporado como voluntarios a luchar junto al ejército ucraniano frente a sus compatriotas y Rusia.
Hasta ahora, Corea del Norte se había limitado a enviar a Rusia munición de artillería y armas para la infantería a cambio de tecnología actualizada para su programa nuclear y de misiles. Pero Rusia necesita soldados, aunque muchos más que los que Corea del Norte ofrece, y Corea aspira a estrechar más sus lazos con Rusia como equilibrio frente a una China amiga pero vigilante de que las provocaciones norcoreanas no alteren su propia estrategia para la región.
Así pues a la nueva presidencia de Estados Unidos le toca gestionar estos nuevos elementos del escenario mundial, cada vez más interrelacionado y con otros puntos candentes y potencialmente más peligrosos como en Oriente Próximo. Y lo tendrá que hacer desde sus propias tensiones internas, sus necesidades de equilibrar gastos y sus contradicciones entre los impulsos aislacionistas y proteccionistas y la necesidad de ser líderes en la búsqueda de resolución de los conflictos internacionales.