El alto el fuego de las últimas horas entre Irán e Israel tiene todo el perfil de una rendición del régimen de los ayatolah duramente castigado por las fuerzas israelíes y por el bombardeo por parte de EEUU de las instalaciones de enriquecimiento de uranio que aún quedaban en pie. Como expresión bufa del delirio del gobierno iraní ha quedado su último ataque, presentado como “respuesta a la agresión norteamericana” de una docena de misiles lanzados contra la base de EEUU en Qatar, la más importante de la región, de la cual avisaron antes y que apenas ha causado daños.
Pero el conflicto ha dejado varias enseñanzas que deberían ser tenidas en cuenta a la hora de analizar cómo queda la geopolítica regional tras los recientes enfrentamientos. En primer lugar, Irán ha dado muestra de una importante debilidad militar a la hora de enfrentar un crisis de alta intensidad. A pesar de sus capacidad militar, en soldados, unidades y tecnología, la crisis económica y social, la falta de mantenimiento y los desequilibrios tecnológico en la modernización de sus fuerzas armadas ha mostrado su vulnerabilidad.
En segundo lugar, Irán ha visto con claridad su aislamiento. Rusia y China no han movido un dedo a pesar de sus acuerdos bilaterales en materia militar y los países árabes no sólo han dado la espalda a Teherán sino que algunos de ellos no han creado el menor obstáculo a los aviones israelíes que se hicieron con el control del espacio aéreo desde el primer momento, Además, las organizaciones terroristas aliadas oficiales de Irán, Hamás, Hizbullah y los huties de Yemen, no han creado problemas en la retaguardia israelí como parece que Teherán esperaba.
En tercer lugar, Israel, a pesar del éxito de sus operaciones sobre Irán, a descubierto que más misiles de los que esperaban han traspasado sus tres capas de escudo defensivo. No ha sufrido daños en lugares esenciales o estratégicos pero los cohetes y los drones iraníes han causado daños en algunas infraestructuras civiles y han revelado tácticas de ataque renovadas que han causado roturas del escudo imprevistas.
Pero lo más importante es que se han creado nuevas condiciones para reordenar la geopolítica regional. La derrota del llamado “eje de la resistencia” es evidente e importante, pero no definitiva. Aparentemente esto facilitaría nuevas condiciones para un pacto sobre Gaza y para un nuevo acercamiento entre Arabia Saudí e Israel lo que sería un salto inimaginable hace unos años.
Finalmente, la necesidad iraní de reconstrucción y de reorientación de su economía sin chocar más con EEUU, da nuevos espacios a la inversión china en Irán, que ya es importante, y con ella influencia si se mantiene en su papel de padrino moderador.