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Xi Jinping en la APEC, en San Francisco. Nieves C. Pérez R.

El foro de Cooperación Económica Asia-Pacifico (APEC por sus siglas en inglés) que se lleva a cabo esta semana en San Francisco ha traído de regreso a Xi por está parte del mundo. El líder chino decidió finalmente participar en la cumbre y reunirse con destacadas personalidades y lideres internacionales entre los que figura el presidente Biden, después de tantas tensiones y tantos encuentros pospuestos.

Las relaciones entre Washington y Beijing llegaron a su punto más bajo a principios de este año con la aparición del globo espía en Montana que sobrevoló el país. después de años de fricciones y desencuentros. La Administración Biden, a pesar del globo y la larga lista de confrontaciones diplomáticas, ha venido haciendo esfuerzos a través de diálogos y reuniones, y enviando a China altos funcionarios pasando por los secretarios de Estado, Tesoro y Clima, entre otros.

Beijing, en un intento por abrir canales, envió a Washington unas semanas atrás a Wang Yi, el excanciller de relaciones exteriores de China y alto rango en las filas del Partido Comunista chino y quien ahora es director de la Oficina de Relaciones Exteriores del partido quien se reunió con el secretario de Estado, Antony Blinken, y el asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan, e incluso con el mismo Biden.

Fue precisamente la reunión entre Wang y Biden lo que pavimentó el camino a que se acordara el encuentro entre los dos líderes de las económicas más poderosa a mediados de esta semana en las adyacencias del foro del APEC.

El APEC es un foro al que pertenecen veintiún países, constituido en 1989, y es la principal plataforma para que Washington avance políticas económicas en la región, para promover el comercio libre y abierto y el crecimiento económico sostenible e inclusivo, de acuerdo con la web oficial del foro.

La región del Asia Pacifico es el hogar de 4.3 mil millones de personas, siendo el área más poblada del planeta por lo que el slogan del foro que es “la construcción de una región más interconectada, innovadora e inclusiva”, adquiere tanto sentido.

China no quiere perder ni presencia ni protagonismo en una región que por su propia cercanía es clave para su crecimiento, por lo que decide asistir a la cumbre.  Debido do a que el foro es en San Francisco, la presencia de Xi no tiene status de una visita de Estado, lo que disminuye su nivel protocolario a pesar de que esté previsto un encuentro con Biden.

La última vez que Xi estuvo en los Estados Unidos fue en el 2017, cuando fue recibido por el expresidente Trump en Mar-a-Lago, en Florida, hace seis años atrás. Otra visita que a pesar de haber estado rodeada de atenciones y lujos careció de los protocolos de Estado.

Xi también está aprovechando el viaje para sentarse a cenar con un grupo de millonarios estadounidenses, quienes seguramente están buscando opciones de inversiones con garantías en China. Cada comensal debe pagar 2000 dólares por la oportunidad de pasar una velada con el nuevo emperador chino.

Mientras tanto, la Administración Biden ha dado clarísimas señales de apertura diplomática mientras aprueban leyes anti-espionaje y de protección de los intereses nacionales estadounidenses, vetando materias primas cuyos orígenes se producen con mano de obra esclava como el algodón de Xinjiang, para proteger los derechos humanos de aquellos que la producen. O bloquean el acceso a China de los semiconductores o la penetración de empresas como Huawei.

En cualquier caso, el encuentro entre Biden y Xi se interpreta como un intento para aliviar tensiones e intentar escribir un nuevo capítulo en las relaciones bilaterales.

China, por su parte, está en una compleja situación interna de incertidumbre y una crisis económica que no tiene fácil salida, necesita estabilidad internacional para exportar sus productos, continuar sus planes de expansión del BRI o la nueva Ruta de la Seda e intentar consolidarse internacionalmente. A mayor inestabilidad mayor dificultad para lograr sus objetivos y más dificultad para navegar la crisis.

 

Las tres “D” que definen la política exterior de EEUU hacia China: Decoupling, De-risking & Diversifed. Nieves C. Pérez

La tensión entre Washington y Beijing ha pasado por casi todas las etapas posibles, desde la aceptación mutua como competidores, la cordialidad, la normalización, fricciones entre ambos, la subida de tensión, por el no dialogo o la confrontación, y, sobre todo, en los últimos años en cada momento la dependencia mutua ha conducido a la necesidad de que se busquen fórmulas de entendimiento.

La fuerte interconexión de las dos economías más grandes del planeta hace que, con frecuencia, el pragmatismo se imponga y que en el pasado Washington fuera permisivo con el gobierno chino en aspectos hoy impensable como la construcción de las islas artificiales. Construidas por el gobierno chino entre el 2013 y el 2015, ocupan una superficie de 3000 acres en el mar del sur de China meridional que reclaman como territorio propio.  Además de las implicaciones medio ambientales que ocasionó la obra sobre siete arrecifes de coral y obviamente la violación de las leyes internacionales.

Aun cuando las notas de protestas diplomáticas han sido el recurso habitualmente utilizado, está claro que Beijing ha ignorado muchos de estas llamadas de atención o en su defecto los tergiversa. La Administración Trump, en su momento, cambió el mecanismo y usó la queja verbal y la amenaza una vez que comprobó que los halagos no funcionaron. Hasta que decidió imponer controles como prohibir a empresas o individuos invertir en valores que cotizan en la bolsa en empresas que están en la lista de empresas militares chinas con el propósito de que el capital estadounidense no financie la modernización militar china.

A raíz de los problemas en la cadena de suministros, durante la pandemia se comenzó a popularizar él término “decoupling” en inglés o desacoplamiento de las economías, que es sin duda una postura radical y en este momento imposible de ejecutar, inclusive actualmente sigue siendo muy difícil de llevarla a la práctica, aunque para muchos es la única vía para neutralizar las pretensiones chinas.

El termino desacoplamiento abrió un gran debate incluso en el Congreso estadounidense que, en un principio, en un intento por aprobar legislación que condujera a desconectar las dos economías, comprendió que no podía hacerse un corte de raíz, por lo que comenzaron entonces a plantear un “desacoplamiento selectivo” que, consiste en poner el foco en áreas claves y especialmente vulnerables para su seguridad nacional e intentar de esa formar romper con la dependencia china esas áreas.

Dada la dureza del vocablo desacoplamiento, las continuas protestas chinas e incluso la presión a Washington por algunos de sus propios aliados, sumado a la dificultad de poder ejecutar tal desconexión, fue entonces que el cambio de léxico comenzó y los legisladores y expertos en Washington comenzaron a emplear el término “de-risking” o eliminación o reducción de riesgos, como una vía que se apega mucho más a la realidad puesto que es mucho más objetivo de plantear y /o ejecutar.

Beijing mientras tanto siempre opta por hacerse el ofendido y víctima de ser hostigado por su principal socio y competidor, presionando a todos los niveles internacionales. Y en efecto, esta primavera vimos que uno de los aportes del G7 en Hiroshima precisamente fue el cambio semántico de la definición de la política exterior hacia China. Los líderes europeos no se sienten cómodos con él término desacoplamiento y aparentemente tampoco con el de reducción de riesgos por lo que propusieron él uso de “diversificación de las economías” que no deja ser retórico y que deja mucho más amplio lo que en el fondo se está buscando.

El comité de Política Exterior del Congreso de los Estados Unidos está siguiendo rigurosamente cada rendija donde pueda colarse China y haber algún riesgo. El Departamento del Tesoro vigila las operaciones de empresas y ciudadanos chinos en su territorio para asegurarse de que no cometan algún tipo de infracción o atente contra la legislación. El escrutinio a los CEOs de empresas del orden de TikTok se han normalizado, en la búsqueda por mandar un mensaje claro de cero tolerancia a los abusos, robo de datos o intento de burlar la legislación nacional como la que protege a los menores.

El encuentro de Camp David con Japón y Corea del Sur fue la prueba del esfuerzo que la Administración Biden está haciendo para sellar alianzas estratégicas contra China. De blindarse contra el frente anti-Occidente que parece que Rusia y China han venido fortaleciendo desde la invasión de Ucrania y que incluye mucho más que solo a los Estados Unidos, es un frente en contra de los valores occidentales y la democracia.

Desde el Congreso estadounidense el consenso es bipartidista para poner freno a los abusos y pretensiones de China. Las tres “D” decoupling, de-risking & diversifed, definen por si solas como Washington percibe a Beijing y lo dispuestos que están de confrontarlos. Este debate no es semántico, las palabras solo intentan definir él mayor riesgo que enfrenta la potencia que ha venido liderando el mundo en las últimas décadas… y por tanto a cualquier otra nación que profese los mismos valores.

 

EEUU-China conversan

EE.UU. sigue endureciendo su lenguaje respecto a la política exterior y las prácticas comerciales de China, a la vez que tiende puentes con Pekín intentando institucionalizar cauces de diálogo sobre las áreas en las que puede haber puntos de encuentro. De ahí las visitas de altos cargos de la Administración Biden.

Recientemente ha visitado Pekín la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, que ha planteado a China la necesidad de someterse a las leyes del comercio internacional para fijar un marco de competencia más transparente, más abierto y con menos trampas. El problema es que el régimen chino, autoritario, defensor de los mercados controlados y de la acción decisiva del Estado que debe dirigir y controlar todo, por mucho que prometa y predique, no concibe la libertad de iniciativa de las empresas privadas como motor de la economía. Su herencia comunista  hace a China feudataria de principios ideológicos contrarios a la libertad de comercio (a la libertad en general) y eso dificulta un diálogo con Occidente.

Sin embargo, EE.UU. cree que hay marcos de entendimiento que, al menos, baje las tensiones y evite situaciones de riesgo comercial que se sumen a la tensión que provocan las ambiciones chinas sobre Taiwán y en el Mar de la China meridional que sitúa una posible crisis en el marco militar.

Yellen enmarcó su visita en el objetivo de para buscar “una sana competencia económica que beneficie a trabajadores y empresas estadounidenses y colaborar en desafíos globales” y añadió que EE.UU. tomará medidas necesarias para proteger la seguridad del país “cuando sea necesario”, en alusión a las prácticas chinas alertadas por los servicios de inteligencia occidentales de encubrir operaciones de recolección de datos tanto comerciales como de detección de vulnerabilidades de los adversarios en las empresas chinas y sus desarrollos tecnológicos. Aún así ha recalcado que asume este viaje con optimismo y reiteró que “presenta una oportunidad para comunicarnos y evitar malentendidos”.

INTERREGNUM: China y la relación transatlántica en 2022. Fernando Delage

Las tensiones entre Estados Unidos y China no desaparecerán en 2022. Si en algo coinciden demócratas y republicanos, aún más en un año de elecciones parciales al Congreso, es en que sólo cabe mantener una posición de firmeza frente a la República Popular. En Pekín, el presidente Xi Jinping se prepara para consolidar su poder en el Congreso del Partido Comunista en otoño, con el apoyo del resto de dirigentes y de la sociedad china a su política nacionalista. La dinámica interna en ambos casos complica la posibilidad de un entendimiento, pero también permitirá prevenir un choque mayor. La rivalidad entre las dos potencias seguirá influyendo por otra parte en la estrategia china de la Unión Europea: si en 2021 se ha dado un giro cualitativo a este respecto, en los próximos meses podría perfilarse un enfoque más elaborado, incluyendo una más estrecha coordinación con Washington.

Aunque la administración Biden aún no ha hecho pública su estrategia hacia China, algunos de sus elementos han comenzado a tomar cuerpo, y entre ellos destaca la prioridad otorgada a las cuestiones económicas. Lo que coincide, como es lógico, con la necesidad de convencer a sus socios y aliados en la región de que cuenta con un plan económico en su política hacia el Indo-Pacífico. Ante los obstáculos internos que le impiden sumarse a un acuerdo de libre comercio como el CPTPP, la Casa Blanca tendrá que demostrar el nuevo año su compromiso con el que ha denominado “Indo-Pacific economic framework” (IPEF), un instrumento a través del cual quiere hacer hincapié en asuntos como la gobernanza digital, el fortalecimiento de las cadenas de valor o las energías limpias. Los planes norteamericanos no pueden hacerse esperar, sobre todo si China presiona en su objetivo de incorporarse al CPTPP.

El IPEF no puede separarse por lo demás del recientemente establecido Consejo Estados Unidos-Unión Europea en Comercio y Tecnología, una iniciativa orientada a reforzar la coordinación entre Washington y Bruselas, e ilustración de los cambios producidos en la política china de la UE a lo largo de los dos últimos años. Pese a la tardía respuesta comunitaria a los movimientos del gigante asiático, Bruselas ha ido adoptando medidas concretas en coherencia con la definición que hizo de la República Popular en 2019: un socio con el que cooperar sobre los asuntos globales, un competidor económico, y un rival sistémico.

El instrumento anti-coerción puesto anunciado hace unas semanas es otro ejemplo del endurecimiento de la posición europea, aunque mayor relevancia puede tener a largo plazo el plan de desarrollo de infraestructuras. En septiembre de 2018, la Comisión publicó su estrategia de interconectividad Europa-Asia, una respuesta a la Ruta de la Seda china que se marcaba ambiciosos objetivos pero carecía de aportación presupuestaria. De ahí la especial relevancia de la nueva estrategia “Global Gateway”, una propuesta global de inversiones en infraestructuras de calidad que movilizará un total de 340.000 millones de euros entre 2021 y 2027.

El trabajo no ha terminado, pero la presidencia francesa de la UE y el nuevo gobierno alemán avanzarán durante 2022 en la formulación de una posición más sistemática al reto que representa China, en el marco a su vez de una actualizada estrategia hacia Asia, cuyos principios también se dieron a conocer el pasado año. La opción por los instrumentos geoecónomicos no debe ocultar las implicaciones geopolíticas del esfuerzo, que pone en valor los principales recursos con que cuenta la UE, al tiempo que facilita la reanudación de la coordinación transatlántica.

 

INTERREGNUM: Después de la cumbre Xi-Biden. Fernando Delage

La cumbre virtual mantenida por los presidentes de Estados Unidos y la República Popular China, Joe Biden y Xi Jinping, respectivamente, el 15 de noviembre puso de manifiesto la intención de ambas partes de cambiar el tono de la relación bilateral. Como señaló tras la reunión el asesor de seguridad nacional de Biden, Jake Sullivan, una “competición intensa” requiere una “diplomacia intensa”. El deseo de ambos presidentes de evitar una nueva guerra fría y prevenir un conflicto debería conducir, en efecto, al establecimiento de unas reglas que estructuren la interacción entre ambas grandes potencias.

Este encuentro ha supuesto un importante paso en dicha dirección, y corrige en buena medida el áspero intercambio mantenido por los representantes diplomáticos de los dos países en su reunión de marzo en Alaska. La declaración conjunta de Washington y Pekín sobre cambio climático acordada poco antes de concluir la COP26 en Glasgow es otra indicación del reconocimiento de las posibilidades de cooperación con respecto a sus intereses compartidos. Es innegable, sin embargo, que ni China va a dar marcha atrás en sus ambiciones, ni Estados Unidos está dispuesto a perder terreno. Las respectivas necesidades políticas internas de Biden y Xi tampoco aparecen especialmente sincronizadas.

Sólo dos días después de que ambos líderes mantuvieran su primera conversación cara a cara, la Comisión encargada por el Congreso de Estados Unidos de realizar un seguimiento de las relaciones con China publicó su informe anual. Entre otros asuntos, el texto, de más de 500 páginas, coincide con las estimaciones del Pentágono de hace unas semanas sobre el rápido crecimiento del arsenal nuclear chino, y el temor de que Pekín haya decidido abandonar su posición minimalista en este terreno. El documento identifica por otra parte la creciente presencia china en América Latina como un nuevo punto de fricción, y subraya en particular la construcción de una estación de seguimiento especial en Argentina bajo la supervisión del Ejército de Liberación Popular, el apoyo al régimen de Maduro en Venezuela, y el uso de la vacuna contra el covid para persuadir a algunos Estados a que abandonen su reconocimiento diplomático de Taiwán.

La intimidación de Taipei también irá a más, indica el estudio, cuyas conclusiones apuntan a que el gobierno chino “mantendrá con toda probabilidad su enfoque combativo”, y “cada vez está menos interesado en el compromiso, e inclinado a asumir acciones agresivas que conducirán a la inestabilidad”. Por lo que se refiere a Taiwán, fue el propio Xi quien advirtió a Biden del riesgo de “jugar con fuego”. Como es sabido, en el Congreso norteamericano se extiende la idea de que Washington debería abandonar la tradicional política de “ambigüedad estratégica” con respecto a la isla, para ofrecer una garantía de seguridad clara y explícita.

Ninguno de los dos líderes puede permitirse una percepción de debilidad. Xi, para evitar mayores obstáculos de cara al XX Congreso del Partido Comunista, en el otoño del próximo año, cuando será ratificado para un tercer mandato. Biden, porque en un contexto de notable caída de su popularidad, afronta elecciones parciales al Congreso en 2022, y unas presidenciales en 2024, bajo la sombra de Trump. Medios republicanos no han dejado de acusar a Biden de “rendición” por el mero hecho de reunirse con el presidente chino. El escenario político norteamericano obliga por tanto a la Casa Blanca a una posición de firmeza frente a Pekín, a la que China—por razones similares—no podrá dejar de responder. Mantener una diplomacia productiva en estas circunstancias va a ser un desafío constante, pero si en los próximos dos años no se alcanza algún tipo de modus vivendi entre ambos gigantes, esa posibilidad puede desaparecer por completo en el caso de una victoria republicana.

 

China-India, vuelve a subir la tensión

En las últimas semanas, India está reforzando sus posiciones militares en la frontera con China, desplegando más unidades y exhibiendo armas de fabricación estadounidense en medio del parón en las negociaciones entre ambos países sobre la crisis fronteriza en el Himalaya.

Varios factores llevan a esta confrontación, pero la raíz es la rivalidad entre ambos por sus objetivos estratégicos. India y China comparten una frontera de más de 3.440 kilómetros y tienen reclamaciones territoriales superpuestas. Desde los años 50, China se ha negado a reconocer las fronteras diseñadas durante la era colonial británica.

En 1962, eso llevó a una breve pero brutal guerra entre ambos países, que acabó con la humillante derrota militar de India.

Desde el conflicto bélico, las dos naciones asiáticas se han acusado mutuamente de ocupar su territorio. India asegura que China está ocupando 38.000 kilómetros cuadrados de su territorio, que tiene que ver con el área donde ocurrió la actual confrontación. China, por su parte, reclama la soberanía de todo el estado indio de Arunachal Pradesh, al que llama Tíbet del sur. También hay otros sectores donde ambos países tienen diferentes visiones sobre dónde se sitúa la frontera, como por ejemplo en la inflamable frontera de Cachemira donde confluyen límites de China, India y Pakistán, en la que estos dos países, dotados de armas nucleares, están en guerra, de baja o de gran intensidad según los tiempos, por el control de la región.

Tras  los sucesos de junio de 2020, en los que murieron 21 soldados indios sin que China haya dado datos de bajas propias, se constituyó un comité chino-indio de distensión para poner orden en las disputas fronterizas que no ha avanzado nada en sus propósitos. Entretanto India ha seguido profundizando su acercamiento a Estados Unidos y Europa enfriando un tanto sus tradicionales lazos con Rusia.

Según fuentes rusas, el suministro de helicópteros estadounidenses Chinook, obuses ultraligeros y fusiles, así como misiles de crucero y sistemas de vigilancia de fabricación nacional, se centra en la meseta de Tawang, en el noreste de la India, una zona reclamada por China y controlada por la India que es colindante con Bután y el Tíbet.

Las armas de producción estadounidense fueron adquiridas en los últimos años en el marco de una cooperación militar entre EE.UU. y la India que se ha profundizado ante el aumento de presencia militar de China en la región asiática.

La semana pasada, los militares indios mostraron su capacidad ofensiva a un grupo de periodistas en esa zona, ubicada en el estado de Arunachal Pradesh. “El Cuerpo de Ataque Alpino se encuentra completamente operativo. Todas las unidades, incluidas las de combate y de apoyo, están completamente preparadas y equipadas”, dijo el teniente general Manoj Pande, comandante del Ejército Oriental de India, a la agencia Bloomberg.

Decididamente, avanza la recomposición estratégica en la gran región Asia Pacífico, con repercusiones planetarias, a la que Estados Unidos va a dedicar esfuerzos prioritarios en la próxima década y en la que Europa, una vez más, va a ser en todo caso un actor secundario.

EEUU – Arabia Saudí: denuncia y continuidad. Nieves C. Pérez Rodríguez

La semana pasada concluía en Washington la desclasificación del informe de la CIA sobre el asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi, ocurrido en 2018. La Inteligencia estadounidense señala al príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohammed Bin Salman, como la persona que ordenó el asesinato que se llevó a cabo en Estambul, dentro de la propia sede diplomática saudí. Y, aunque esa información se supo después del suceso, el informe de cuatro páginas viene a reconfirmar con más datos y contundencia la necesidad de una respuesta fuerte por parte del gobierno estadounidense.

La monarquía saudí es uno de los regímenes más cerrados y absolutista del mundo, pero que gracias a su riqueza y sus extraordinarias reservas petroleras ha gozado de cercanas y cordiales relaciones con Occidente. A pesar de tener un sistema político sustentado en la aplicación extrema de los principios del Islam. 

El asesinato, además de haber sido un gran escándalo internacional, provocó una de las peores crisis entre Occidente y Riad, y la monarquía no esperó para recordar su influencia en la economía mundial, cuando la presión internacional empezó a hacerse sentir. Arabia Saudí posee alrededor del 18% de las reservas de petróleo del mundo y es el mayor exportador global de esta fuente de energía, según la OPEP. Si decidieran reducir su producción, se generaría una escasez de oferta que acabaría elevando considerablemente los precios del crudo en el mercado internacional.

Riad tiene la capacidad de estabilizar el mercado mundial mediante el equilibrio del suministro de petróleo, por lo que tiene en sus manos mantener los precios en línea con las condiciones económicas. Y Washington lo sabe bien, por lo que, en vez de responder sancionando al mismo príncipe, ha sancionado a 76 personas cercanas a la monarquía queriendo enviar un mensaje sin dañar las relaciones bilaterales.

La Administración Biden también ha priorizado mantenerse aliada de Arabia Saudí, con quien Washington ha tenido una larga relación que estableció el presidente Franklin Roosevelt con el rey saudí Adull Aziz en 1945. Esta relación ha estado basada en intereses mutuos desde el principio, como el petróleo, pero más recientemente en la lucha contra el terrorismo de ISIS y al-Qaeda, pues Riad también juega un papel clave en la estabilidad de Oriente Medio.

A raíz del asesinato de Khashoggi, Trump fue duramente criticado por no haber tomado una postura más dura. Y en su propia defensa Trump dijo en una entrevista a la cadena CBS “nosotros no podemos autocastigarnos al anular la venta de armamento a Arabia Saudí”.  Desde 1950, los saudeís han comprado armas y sistemas de defensa a empresas estadunidenses por unos 90 mil millones de dólares y, en los últimos años, han sido los mayores compradores que han tenido los estadounidenses en este sector. De acuerdo con el diario Washington Post, casi cada 1 de las 5 armas producidas en Estados Unidos se envían a Arabia Saudí, por lo que para Washington los saudíes son un cliente y aliado estratégico.

Biden criticó la posición de Trump en ese momento y durante su campaña dijo que la monarquía debía pagar el precio por lo que habían hecho e incluso lo califició como un “estado paria”, término usado por los estadounidenses para definir a los Estados que están al margen de la legalidad internacional. Sin embargo, ahora que ocupa la Casa Blanca, prioriza la necesidad de mantener relaciones cordiales.

El secretario de Estado fue interpelado por la prensa a este respecto y dijo que efectivamente el informe de la CIA habla por sí mismo, razón por la que están imponiendo sanciones a altos funcionarios saudíes, que han estado intimidando a disidentes en el exterior. Además, agregó, “estamos introduciendo una nueva legislación que le dará facultad al Departamento de Estado para restringir y revocar visas a cualquier persona que se crea que esté involucrada en actividades extraterritoriales dirigidas a presuntos disidentes o periodistas, al acoso o vigilancia de ellos o de sus familiares”, afirmando que, ya sean a ciudadanos saudíes o de otras nacionalidades, es una conducta inaceptable que piensan castigar. 

La Administración Biden no ha hecho más que continuar con la misma política de la administración anterior y con ello preservar sus relaciones con Arabia Saudí. Por un lado se asegura la continuidad de la colaboración en tema de terrorismo y estabilidad en Oriente Medio, por otro, no dañar sus intereses comerciales y la posibilidad de poder seguir abasteciendo a los saudíes del armamento que requieren, en vez de que miren a Rusia para comprarlo. Y por último evitan que la corona juegue con el suministro petrolero y con ello se acabe impactando las economías individuales del mundo en un momento tan frágil como es este de pandemia, en donde los mismos Estados Unidos han tenido que inyectar ayudas para mantener a flote su propia economía.

El pragmatismo ha sido el que ha guiado las decisiones de la nueva Administración estadounidense, que se ha decantado por sancionar a funcionarios que obedecieron órdenes, en vez de sancionar a quien les dio la orden. Este brutal asesinato es, en sí mismo, la transgresión de todos los derechos fundamentales juntos, incluido el lugar en el que fue perpetrado, la embajada del propio Estado ejecutor, y el silenciar a un periodista que usaba la libertad de expresión de un país democrático para denunciar hechos de su lugar de origen. Washington ha enviado un mensaje muy confuso a los líderes del mundo sobre la doble moral. Es sin duda una situación muy compleja que viene a probar que, tal y como hemos venido anunciando, la política exterior continuará el mismo camino de la Administración Trump. Aunque cambie el tono, el fondo es el mismo. (Foto: Flickr, Richard Mortel)

Alianza trasatlántica sí, pero…

La conferencia anual sobre política de seguridad internacional de Munich, este año con protagonismo del nuevo presidente de EEUU, Joseph Biden, ha sentado las bases del reforzamiento de los lazos trasatlánticos tras los roces entre Donald Trump y la UE. A la cabeza del discurso de reforzamiento de estos lazos, desde el lado europeo, han estado Francia y Alemania, la principal potencia militar y la principal potencia económica de la Unión tras la salida de Gran Bretaña.

Sin embargo, debajo de los discursos formales han una realidad que a veces queda oscurecida. Biden ha planteado las tres principales exigencias de EEUU: forjar una alianza contra el desafío de China, ser más exigente frente al creciente autoritarismo de Rusia y sus desafíos estratégicos en Europa y aumentar el gasto militar y de defensa europeo, hasta ahora apoyado en el presupuesto de los Estados Unidos; y estas tres exigencias son las mismas que planteaba Trump, aunque éste con malos modos y con menos énfasis en el factor ruso. Tanto Francia como Alemania han aceptado este marco y el aumento de gasto, pero este es un compromiso ya expresado en el pasado sin que se haya hecho realidad y esto crea cierta desconfianza en Estados Unidos. Hay que resaltar que coincidiendo con esta cita, buques de la Armada Francesa han hecho presencia en zonas marítimas del Pacífico en las que China exige exclusividad desafiando los tratados internacionales y la libre circulación.

Parece evidente que la nueva Administración estadounidense, por cultura, por tradición y por evidentes razones históricas y de interés común quiere alejar cualquier duda sobre los lazos estratégicos con la Europa democrática pero este concepto no es compartido homogéneamente por los socios europeos entre los que algunos preferirían ser una tercera vía entre EEUU y China o Rusia.

Y no hay que perder de vista las advertencias de Biden sobre el riesgo de deterioro de las instituciones democráticas que suponen los movimientos populistas a uno y a otro lado del Atlántico y detrás de algunos de los cuáles parece estar Moscú.

Además, EEUU quiere reforzar alianzas con sus aliados tradicionales en Asia, en lo que va a ganar protagonismo India, como analiza nuestro colaborador Fernando Delage, y Europa está ausente de aquella zona a pesar de la reciente exhibición de pabellón por parte de París que, por otra parte, está desarrollado una activa política diplomática y militar en otra zona tensa como es el mediterráneo oriental. A Europa se le acaba la coartada Trump y asumir sus compromisos.

Primeros roces Biden-UE

La UE está a punto de cerrar el gran acuerdo sobre inversiones con China acordado en la cumbre europea de abril. Se trata de un proyecto de convenio que pretende establecer un protocolo de garantías jurídicas a cada parte en el territorio de la otra parte, Alemania es el principal gran impulsor de este acuerdo y quiere cerrar con él la presidencia alemana de la UE antes del 1 de enero, aunque probablemente es imposible a estas alturas. Se aprobará pero probablemente no antes del 1 de enero.

Pero este proyecto ha provocado los primeros roces entre el equipo del presidente electo de Estados Unidos, Joseph Biden, y Bruselas. Y no se trata tanto del contenido del acuerdo, que en todo caso se analizará cuando esté aprobado, dicen desde EEUU, sino de que la aceleración de las negociaciones no ha sido ni comunicada ni coordinada con EEUU, ni siquiera con el equio de Biden.  Trump ya no es una coartada.

Las tensas relaciones entre Whashington y Bruselas de los últimos cuatro años no han estado motivadas solamente por el proteccionismo y la unilateralidad de Trump sino también por el crecimiento de los prejuicios anti EEUU de Europa y que, bajo la coartada de ganar autonomía política sin asumir más protagonismo ni en Defensa ni en una política exterior sólida, han debilitado la posición occidental en varios frentes y cedido espacio político a Moscú y a Pekín.

Detrás de la política exterior de un país o una alianza están siempre, obviamente, intereses nacionales esenciales y permanentes, y Estados Unidos tiene los suyos, independientemente de quién sea el presidente, que no puede cambiarlos sino gestionarlos a su manera. Los países de la UE tienen los suyos, claro y además de coordinarse entre sí, como el mundo es complejo, no puede jugar a la equidistancia entre EEUU y las otras potencias porque la Europa actual comparte muchos más intereses con EEUU país a cuya fuerza militar debe su existencia y la solidez de sus instituciones. Mejorar y fortalecer las relaciones trasatlánticas pasa por analizar y sopesar sus intereses y abandonar el discurso infantil de las caricaturas de Trump para avalar inacciones y una falta de energía notable para asumir retos y riesgos.

新课程待定问题

新的政治课程开始了,似乎我们处于一个巨大的循环中。 不仅在西班牙。 中美贸易争端,来自朝鲜的导弹试验,永久的中东冲突和与伊朗的紧张关系。 假期让我们回到了起点。

然而,在媒体和政治领导人颁布的表面之下,事情已经发生了。 在欧洲,新委员会尚未开发,英国不会离开英国退欧的迷宫; 在政治上无能为力的情况下,普京略微增加压力并等待,经济颤抖,对移民的担忧增加。

事情也发生在亚洲。 印度和巴基斯坦已经整顿了他们的政治和军事力量。 他们总是处于冲突的边缘,总是处于谈判的中间。 但正如我们在4亚洲所说的那样,亚洲的新奇事物一直是香港。 成千上万的抗议者推翻了中国守卫的地方政府。 台湾充满希望地观察了。 北京关注。 北京政府知道,它没有完全自由的手段在军事上粉碎抗议活动,但它必须向中国其他地区发出势力信息。

这将是未来几个月的舞台。 旧问题,新因素和新举措很少。有时,这些因素的结合会使问题的威胁增加几度。