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China y la guerra desconocida. Ángel Enríquez de Salamanca Ortíz

Etiopía es uno de los países más pobres del mundo, con un PIB per cápita de poco más de $925. Su economía se basa en la agricultura y ha experimentado una inflación de casi el 27% en 2021, además de carecer de infraestructuras adecuadas. El país cuenta con más de 100 millones de habitantes y más de 80 etnias, cada una con su propia cultura y lenguaje. Las etnias más numerosas son los Omoros, los Amhara y los Tigray.

Etiopía es, junto con Liberia, el único país del mundo que nunca ha sido colonizado. En 1974, el general Mengistu Haile Mariam dio un golpe de estado y estableció una dictadura de carácter socialista que duró 17 años. Durante ese tiempo, el régimen gobernó con mano dura, sin preocuparse por los derechos humanos. Llevaron a cabo una purga conocida como “El Terror Rojo”, eliminaron la oposición y colectivizaron la economía, lo que provocó la gran hambruna de los años 1984 y 1985, entre otras acciones.

En 1991, una coalición dirigida por Meles Zenawi derrocó al gobierno y el Frente de Liberación Popular del Tigray (FLPT), también de carácter socialista, gobernó el país durante casi dos décadas. En 2018, Abiy Ahmed llegó al poder. Durante su mandato, se logró la paz con Eritrea, se liberaron presos políticos y se llevaron a cabo importantes reformas económicas en el país. Además, se limitó el poder de la etnia Tigray.

Debido a la pandemia, Ahmed tuvo que retrasar las elecciones que debían celebrarse a finales de 2020. Esto no fue bien recibido por la etnia Tigray, ya que no consideraban legítimo el gobierno de Ahmed.

En resumen, Etiopía ha sido afectada por guerras y una mala situación económica, pero en los últimos años ha experimentado un notable crecimiento económico y se ha convertido en una de las economías de mayor crecimiento en el mundo, con una tasa media de crecimiento superior al 8%.

Este crecimiento ha sido posible gracias a las políticas favorables implementadas por el gobierno, similares a las llevadas a cabo por China.

Estas políticas incluyen la liberalización económica para atraer inversión extranjera, la diversificación de la economía hacia otros sectores como el turismo, la mejora de infraestructuras como el tren Addis-Abeba-Djibouti, la presa del Gran Renacimiento en el Nilo, el parque industrial Easter Industry Zone y el aeropuerto de la capital, Addis-Abeba. China ha invertido más de 10.000 millones de dólares en estos proyectos y ha aumentado su presencia económica, política y militar en África en los últimos años, y muchos países africanos se han convertido en importantes socios de la Iniciativa de la Ruta de la Seda.

Etiopía es un socio clave para China en África debido a su ubicación estratégica, su gran población y sus abundantes recursos naturales. China ha invertido fuertemente en Etiopía, especialmente en proyectos de infraestructura, sin embargo, el conflicto en Tigray ha generado preocupaciones sobre la estabilidad y seguridad de Etiopía, lo cual podría tener implicaciones en las inversiones e influencia de China en la región. China ha llamado a una resolución pacífica del conflicto y ha expresado su apoyo al gobierno etíope y sus esfuerzos por mantener la estabilidad. Aunque su participación en el conflicto ha sido limitada, el gobierno chino ha expresado preocupación por la situación humanitaria y ha pedido una solución política, a pesar de que se han utilizado equipos militares chinos en el conflicto y ha habido apoyo diplomático.

La participación de China puede tener implicaciones económicas para el país africano, ya que la inversión del gigante asiático podría reducirse y podría profundizar en los problemas de derechos humanos en los que está inmersa Etiopía.

La relación entre China y Etiopía también se ha fortalecido en el ámbito político y diplomático. Los líderes de ambos países han realizado visitas de alto nivel y han fortalecido la cooperación en áreas como la paz y la seguridad en la región del Cuerno de África y el apoyo a la Agenda 2063 de la Unión Africana.

La comunidad internacional ha condenado la participación de China. Tanto Estados Unidos, la Unión Europea como las Naciones Unidas han solicitado una resolución pacífica del conflicto que ya lleva más de 3 años y ha cobrado la vida de miles de personas. El Consejo de Seguridad de la ONU ha instado al gigante asiático a promover un diálogo entre ambas partes para lograr una solución pacífica.

Las inversiones de China en África en las últimas décadas han sido el motor de crecimiento económico en todo el continente, pero su apoyo a las acciones del gobierno etíope en Tigray podría dañar su reputación y perjudicar sus relaciones con el resto de los países africanos:

[Fuente: Visualcapitalist]

 

África es un continente con abundantes recursos naturales y una población joven y dispuesta a trabajar, y China lo sabe. Su presencia y apoyo en los conflictos del continente pueden afectar sus relaciones tanto en África como a nivel mundial. Las reuniones del FOCAC entre China y los países africanos no deben verse afectadas, ya que ninguna de las dos partes saldría beneficiada si las relaciones entre ambas regiones se debilitaran.

 

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@angelenriquezs

 

 

INTERREGNUM: Encuentros multilaterales. Fernando Delage

La última semana ha sido prolífica en cuanto a la celebración de encuentros interregionales. Con pocos días de diferencia, China ha mantenido una reunión con sus vecinos de la ASEAN y con el continente africano. Por su parte, cuando se cumplen 25 años de su nacimiento, el proceso Asia-Europa (ASEM) celebró su 13ª cumbre.

Aunque China y la ASEAN tuvieron en octubre su cumbre bilateral anual, el 22 de noviembre se encontraron de nuevo con motivo del 30 aniversario del establecimiento del diálogo formal entre ambas partes. El sureste asiático es uno de los principales espacios de competición entre Washington y Pekín, y China continúa dedicando notables esfuerzos al aumento de su influencia en la subregión. Para marcar un cambio de etapa en las relaciones bilaterales, el presidente chino anunció que se elevará el nivel de la asociación estratégica con la ASEAN, en reconocimiento de la importancia de la organización en la arquitectura asiática y global. Xi indicó, por otro lado, que China ofrecerá 150 millones adicionales de vacunas al grupo, donará 1.500 millones de dólares en ayuda al desarrollo los próximos tres años, e importará más de 150.000 millones de dólares en productos agrícolas en cinco años.

Apenas una semana después de su reunión virtual con el presidente de Estados Unidos, Xi no dejó de aprovechar la ocasión para denunciar los actos “contrarios a la paz, el desarrollo y la cooperación”, en una velada referencia al acuerdo firmado en septiembre por Estados Unidos, Reino Unido y Australia (AUKUS). El presidente chino declaró su intención de adherirse tan pronto como sea posible al protocolo del tratado del sureste asiático como zona libre de armamento nuclear.

Si bien Asia es la prioridad diplomática de China, su relación con África está adquiriendo una relevancia cada vez mayor. Hace poco más de 20 años que se puso en marcha el Foro de Cooperación China-Africa (FOCAC), cuyo octavo encuentro trienal  se ha celebrado el 29 y 30 de noviembre en Dakar. El crecimiento de los intercambios económicos desde entonces ha sido espectacular. El comercio entre ambos ha aumentado de 10.000 millones de dólares en el año 2000 a más de 200.000 millones de dólares en la actualidad (lo que supone algo más del 20 por cien del total del comercio exterior africano). La inversión directa anual china en África se incrementó, por otra parte, desde algo menos de 75 millones de dólares en 2003 (año a partir del cual hay datos disponibles), a 5.500 millones de dólares en 2018 (en 2019 cayeron a 2.700 millones de dólares, para aumentar de nuevo, pese a la pandemia, a 4.200 millones de dólares en 2020). El stock acumulado se ha multiplicado casi por 100 en este período: de 490 millones de dólares en 2003 a 43.400 millones de dólares en 2020 (46.100 millones en 2018), lo que hace de China el cuarto mayor inversor en África desde 2014.

Las proyecciones de crecimiento de esas inversiones permiten estimar que, en diez o quince años, será el primer inversor externo. A todo ello hay que añadir los préstamos concedidos por la República Popular a África: unos 153.000 millones de dólares en los últimos veinte años. Como indica el nuevo Libro Blanco sobre el continente, hecho público por Pekín en vísperas de la cumbre, China está comprometida a integrar estrechamente su propio desarrollo con el de África, reforzando su presencia en infraestructuras, tecnología, salud y educación. Ya hay en funcionamiento más de 100 parques industriales en los que las inversiones chinas—cada vez más diversificadas—contribuyen a la modernización industrial africana y a la creación de empleo.

La relación China-África es en consecuencia una variable a la que europeos y americanos deben prestar atención, aun cuando los primeros no pueden desatender de manera más inmediata el desafío asiático. Pero en contraste con el impulso de Pekín a sus redes multilaterales, la cumbre de ASEM, celebrada con Camboya como anfitrión el 25 y 26 de noviembre, ha pasado prácticamente inadvertida. Tras la adopción en septiembre de su estrategia hacia el Indo-Pacifico, y la próxima presentación de la iniciativa “Global Gateway”, que desarrolla y adapta la estrategia de interconectividad Asia-Europa de 2018 al contexto actual, podía esperarse un mayor interés. Después de todo, ASEM representa en torno al 50 por cien del PIB global y la mitad de la población del planeta, y es el único instrumento multilateral en el que Bruselas y los Estados miembros coinciden con sus interlocutores asiáticos. La amplitud de su representación puede ser quizá una de las razones de que se haya convertido en otro ejercicio burocrático, pero no deja de llamar la atención el contraste con la manera en que China saca partido a sus medios diplomáticos