China y la guerra desconocida. Ángel Enríquez de Salamanca Ortíz

Etiopía es uno de los países más pobres del mundo, con un PIB per cápita de poco más de $925. Su economía se basa en la agricultura y ha experimentado una inflación de casi el 27% en 2021, además de carecer de infraestructuras adecuadas. El país cuenta con más de 100 millones de habitantes y más de 80 etnias, cada una con su propia cultura y lenguaje. Las etnias más numerosas son los Omoros, los Amhara y los Tigray.

Etiopía es, junto con Liberia, el único país del mundo que nunca ha sido colonizado. En 1974, el general Mengistu Haile Mariam dio un golpe de estado y estableció una dictadura de carácter socialista que duró 17 años. Durante ese tiempo, el régimen gobernó con mano dura, sin preocuparse por los derechos humanos. Llevaron a cabo una purga conocida como “El Terror Rojo”, eliminaron la oposición y colectivizaron la economía, lo que provocó la gran hambruna de los años 1984 y 1985, entre otras acciones.

En 1991, una coalición dirigida por Meles Zenawi derrocó al gobierno y el Frente de Liberación Popular del Tigray (FLPT), también de carácter socialista, gobernó el país durante casi dos décadas. En 2018, Abiy Ahmed llegó al poder. Durante su mandato, se logró la paz con Eritrea, se liberaron presos políticos y se llevaron a cabo importantes reformas económicas en el país. Además, se limitó el poder de la etnia Tigray.

Debido a la pandemia, Ahmed tuvo que retrasar las elecciones que debían celebrarse a finales de 2020. Esto no fue bien recibido por la etnia Tigray, ya que no consideraban legítimo el gobierno de Ahmed.

En resumen, Etiopía ha sido afectada por guerras y una mala situación económica, pero en los últimos años ha experimentado un notable crecimiento económico y se ha convertido en una de las economías de mayor crecimiento en el mundo, con una tasa media de crecimiento superior al 8%.

Este crecimiento ha sido posible gracias a las políticas favorables implementadas por el gobierno, similares a las llevadas a cabo por China.

Estas políticas incluyen la liberalización económica para atraer inversión extranjera, la diversificación de la economía hacia otros sectores como el turismo, la mejora de infraestructuras como el tren Addis-Abeba-Djibouti, la presa del Gran Renacimiento en el Nilo, el parque industrial Easter Industry Zone y el aeropuerto de la capital, Addis-Abeba. China ha invertido más de 10.000 millones de dólares en estos proyectos y ha aumentado su presencia económica, política y militar en África en los últimos años, y muchos países africanos se han convertido en importantes socios de la Iniciativa de la Ruta de la Seda.

Etiopía es un socio clave para China en África debido a su ubicación estratégica, su gran población y sus abundantes recursos naturales. China ha invertido fuertemente en Etiopía, especialmente en proyectos de infraestructura, sin embargo, el conflicto en Tigray ha generado preocupaciones sobre la estabilidad y seguridad de Etiopía, lo cual podría tener implicaciones en las inversiones e influencia de China en la región. China ha llamado a una resolución pacífica del conflicto y ha expresado su apoyo al gobierno etíope y sus esfuerzos por mantener la estabilidad. Aunque su participación en el conflicto ha sido limitada, el gobierno chino ha expresado preocupación por la situación humanitaria y ha pedido una solución política, a pesar de que se han utilizado equipos militares chinos en el conflicto y ha habido apoyo diplomático.

La participación de China puede tener implicaciones económicas para el país africano, ya que la inversión del gigante asiático podría reducirse y podría profundizar en los problemas de derechos humanos en los que está inmersa Etiopía.

La relación entre China y Etiopía también se ha fortalecido en el ámbito político y diplomático. Los líderes de ambos países han realizado visitas de alto nivel y han fortalecido la cooperación en áreas como la paz y la seguridad en la región del Cuerno de África y el apoyo a la Agenda 2063 de la Unión Africana.

La comunidad internacional ha condenado la participación de China. Tanto Estados Unidos, la Unión Europea como las Naciones Unidas han solicitado una resolución pacífica del conflicto que ya lleva más de 3 años y ha cobrado la vida de miles de personas. El Consejo de Seguridad de la ONU ha instado al gigante asiático a promover un diálogo entre ambas partes para lograr una solución pacífica.

Las inversiones de China en África en las últimas décadas han sido el motor de crecimiento económico en todo el continente, pero su apoyo a las acciones del gobierno etíope en Tigray podría dañar su reputación y perjudicar sus relaciones con el resto de los países africanos:

[Fuente: Visualcapitalist]

 

África es un continente con abundantes recursos naturales y una población joven y dispuesta a trabajar, y China lo sabe. Su presencia y apoyo en los conflictos del continente pueden afectar sus relaciones tanto en África como a nivel mundial. Las reuniones del FOCAC entre China y los países africanos no deben verse afectadas, ya que ninguna de las dos partes saldría beneficiada si las relaciones entre ambas regiones se debilitaran.

 

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INTERREGNUM: China en África. Fernando Delage

Ninguna gran potencia presta a África la atención que China le dedica desde hace años. La República Popular es el primer socio comercial del continente, su principal acreedor y el primer inversor en el desarrollo de sus infraestructuras, tanto físicas como digitales. China se ha convertido en una variable decisiva del futuro de África, a la vez que ésta ilustra las ambiciones globales de Xi Jinping.

Así lo pone de relieve el extraordinario cambio producido en las relaciones China-África en los últimos veinte años. La lógica de su presencia respondía desde finales de los años noventa a las necesidades de desarrollo de la República Popular, es decir, el acceso a recursos y materias primas y la adquisición de mercados para la exportación de sus productos manufacturados. Los resultados hablan por sí solos: el comercio en ambas direcciones aumentó de apenas 10.000 millones de dólares en el año 2000 a 254.000 millones de dólares en 2021, una cifra más de cuatro veces mayor que los intercambios entre Estados Unidos y África. Para China, África representa sólo el cuatro por cien de su comercio exterior (menos que Alemania), pero de ser el primer socio comercial de sólo cuatro países africanos hace dos décadas, hoy lo es de los 54 Estados del continente.

En la primera década del siglo XXI, China aumentó asimismo su participación en la financiación de infraestructuras, y no—como lo han hecho los países occidentales—a través de su política de ayuda al desarrollo, sino en forma de préstamos. Entre el año 2000 y 2020, la banca pública china ha concedido créditos por valor de 160.000 millones de dólares a los gobiernos africanos. No es cierto, sin embargo, como se mantiene con frecuencia, que la República Popular sea la principal causa de la deuda de estos países. En 2020—último año con datos disponibles—los créditos chinos equivalían al 17 por cien de la deuda pública del África subsahariana, menos que el Banco Mundial (19 por cien) o la banca comercial internacional (30 por cien). Es significativo asimismo que los préstamos chinos se hayan reducido notablemente desde 2016: en 2020 sumaron 1.900 millones de dólares, la cifra más baja desde 2004.

Pese a su indudable relevancia, los intereses económicos de Pekín van acompañados de objetivos políticos cada vez más evidentes. Desde el establecimiento de la República Popular en 1949, un hecho que coincidió con el comienzo del proceso de descolonización, Pekín hizo de África un espacio para la proyección del maoísmo—hasta los años setenta—y para la consecución de apoyo en los foros multilaterales a sus grandes prioridades diplomáticas (Taiwán en particular). Hoy, una China camino de convertirse en la primera economía del planeta, recurre al continente en su estrategia de proyección global y de contraequilibrio de la influencia occidental.

África, en efecto, forma parte junto a América Latina y Oriente Próximo—y el mundo islámico en general—de ese Sur Global cuyo liderazgo Pekín asume de manera no oficial. El enfrentamiento con Estados Unidos y con la Unión Europea de nuestros días redobla la importancia de este espacio para intentar reconfigurar las bases del orden internacional de manera favorable a los intereses y valores chinos. Es una estrategia no sólo orientada a influir en la política exterior de los países africanos: Pekín promueve igualmente de manera activa su modelo económico y político como alternativa al libre mercado y la democracia liberal.

Norteamericanos y europeos—el “Global Gateway” de la UE es la más reciente prueba—han reaccionado gradualmente a esta presencia china en África. No obstante, como indican varios estudios recientes, existe el riesgo de sobrevalorar la influencia china y no tener en cuenta los obstáculos que también afronta Pekín (de la corrupción a los daños al medio ambiente, de la complicidad con las elites políticas a las condiciones laborales de los trabajadores locales). La dinámica actual en el continente no es, por resumir, un simple juego de suma cero, pero sí un terreno complementario de la competición geopolítica entre las grandes potencias.

THE ASIAN DOOR: El valor de África para la nueva Ruta de la Ruta. Águeda Parra

Sin que la financiación de proyectos englobados en la nueva Ruta de la Seda haya recuperado el vigor de los años anteriores a la pandemia, al menos la inversión ha conseguido estabilizarse, alcanzando los 59.500 millones de dólares en 2021, respecto a los 60.500 millones de dólares de 2020. Una financiación estable en tiempos de incertidumbre de crecimiento económico global pero centrada en dos áreas que han atraído el interés de la iniciativa china en 2021, África y Oriente Medio.

Aunque los proyectos en Irak han acaparado el mayor protagonismo, alcanzando los 10.500 millones de dólares en contratos de construcción, el compromiso con África ha conseguido situar a la región como el segundo destino de la inversión china alcanzando un crecimiento del 156% respecto a 2020, lo que representa el 19,01% de toda la inversión y cooperación realizada a través de la nueva Ruta de la Seda en 2021. Los proyectos englobados en la iniciativa china se suman así a la tendencia global en la inversión extranjera directa (IED), registrando África el mayor aumento de entrada de IED y de acuerdos de fusiones y adquisiciones en 2021.

Después de la ralentización de la inversión a nivel global por efecto de la crisis sanitaria mundial en 2020, África recupera de nuevo el impulso que había conseguido durante 2018 y 2019 para seguir atrayendo el interés de China. De hecho, el gigante asiático ha destinado mayor inversión a África que el volumen conjunto de las ocho entidades que han proporcionado préstamos al continente. Se trata de 23.000 millones de dólares entre 2007 y 2020 en proyectos de infraestructuras que son 8.000 millones de dólares más que los préstamos realizados conjuntamente por el Banco Mundial, el Banco Africano de Desarrollo (AfDB), y los bancos de desarrollo de Estados Unidos y la Unión Europea.

A pesar del volumen de IED destinada a África por todas las partes, este volumen apenas representa una décima parte de las necesidades del continente para afrontar los desafíos que suponen los retos de salud, de desarrollo y de abastecimiento de energía que necesita el continente, según muestra un reciente informe del think tank estadounidense Center for Global Development. Entre los proyectos financiados por China destaca la construcción de 1.320 kilómetros de vía férrea en Tanzania para conectar el lago Victoria con Dar es-Salam que permite mejorar las necesidades de infraestructuras que demanda la región. Un ámbito de desarrollo prioritario al que deberían sumarse otros proyectos dentro la iniciativa lanzada por Estados Unidos, Build Back Better World (B3W), y la propuesta de la Unión Europea, Global Gateway, para impulsar el desarrollo de la región.

No solamente las inversiones han atraído el interés del gigante asiático, sino que el comercio ha alcanzado también una cifra récord de 254.000 millones de dólares en 2021, un 35% superior a 2020, que fortalece la posición de China como el mayor socio comercial de África. La pandemia ha sido un importante dinamizador de este crecimiento, impulsado principalmente por las exportaciones de China de material sanitario y farmacéutico de los que el gigante asiático es uno de los principales proveedores, mientras China importa de África minerales, metales, productos agrícolas y petróleo.

En un escenario en el que la financiación externa es mucho más significativa que la local, siendo dominante la inversión china y más marginal la estadounidense, el desarrollo de África sigue estando ligado a la inversión privada. Sin embargo, en el ámbito del comercio, a pesar de que la capacidad de China como potencia exportadora excede por mucho las exportaciones africanas., las ventas hacia el gigante asiático están experimentando un importante crecimiento gracias al impulso que genera incorporar al proceso plataformas de e-commerce y herramientas online.

Aunque el comercio entre China y África apenas representa el 4% del comercio global de China, los proyectos lanzados por la iniciativa china están impulsando mejoras en la conectividad terrestre y en el desarrollo de infraestructuras digitales que permiten a las empresas africanas mejorar su acceso a los mercados de exportación. Ámbitos de desarrollo que igualmente deben ser destino prioritario de las iniciativas B3W y Global Gateway

 

Angola y la Ruta de la Seda. ÁNGEL ENRIQUEZ DE SALAMANCA ORTIZ

Desde el fin de la guerra civil en 2002, China se ha convertido en el principal socio comercial de Angola. El comercio bilateral entre ambos países ha crecido a una media del  10% anual, siendo hoy China, el principal socio comercial de Angola:

[Fuente: Elaboración propia con los datos obtenidos del Instituto Estadística de China]

A pesar de la crisis del Covid19, que ha azotado todo el planeta en 2020, China sigue siendo el principal socio comercial de Angola, por delante de su ex metrópoli, Portugal.

[Fuente: INE.Gov.ao]

China es el principal cliente con casi el 63% de las exportaciones, siendo estas, sobre todo, petróleo, que suponen casi el 90% de todo lo exportado por el país africano.

Tras la guerra el gobierno de Angola necesitaba dinero para la reconstrucción del país. El problema era que los países y los organismos internacionales como el Fondo Moneta­rio Internacional (FMI) exigían a Luanda reformas en el sector económico, financiero y político.

En un solo año el Exim Bank Chino llegó a prestar más de 2.000 millones de dólares al país africano con el aval del petróleo angoleño. De esta manera China ocupaba el lugar del Fondo Monetario Internacional (FMI) y de las ayudas de la Unión Europea (UE). La financiación china se dedicó a realizar mejoras en las infraestructuras como, por ejem­plo, 400 kilómetros de carreteras o la construcción del hospital general de Luanda.

Angola es un país calificado como de riesgo alto (D4)  por la compañía Euler Hermes:

  • Alto riesgo económico.
  • Alto riesgo para los negocios
  • Alto riesgo comercial
  • Alto riesgo de financiación
  • Riesgo político Medio-alto

Las principales ventajas del país pueden ser:

  • Elecciones relativamente pacificas
  • Frontera con R.D. del Congo, a pesar de esto,  no hay amenazas significativas a la seguridad por parte de fuerzas externas.
  • Miembro de la OPEP y 2º mayor productor de petróleo de África Subsahariana con reservas para las próximas décadas
  • Grandes reservas de productos mineros (diamantes) y agrícolas
  • Importantes entradas de I.E.D.  de economía avanzadas y emergentes (China)

Los principales inconvenientes del país son:

  • Alta deuda: más del 100% del Producto Interior Bruto (PIB)
  • Baja diversificación: 98% exportaciones petróleo y dependientes de su precio
  • Infraestructura débil que requiere altas inversiones
  • Pobreza à 47% vive con menos de 1,90 usd/día
  • Corrupción
  • Recesión en los últimos años: Caídas de más del 2,5% del Producto Interior Bruto.

[Fuente: EH.es]

A lo anterior hay que añadir que la región de Cabinda, al norte, y separada por la R.D. del Congo es una de las regiones más ricas de petróleo y en sus tierras se produce más de la mitad de la producción de Angola. Esta región es muy conflictiva debido a los mo­vimientos separatistas del “Frente para la Liberación del Enclave de Cabinda” que han sido apoyados por países como Sudáfrica o por empresas petroleras.

La Ruta de la Seda Sanitaria surgió por primera vez en el año 2013, a manos del presidente chino Xi Jinping. El avance de la pandemia del Covid-19 a nivel mundial no ha hecho más que reforzar la necesidad de promover la cooperación sanitaria, y para ello, China dotó nuevas funciones a bancos  como el “Export and Import Bank” (EXIM Bank) y ha creado instituciones públicas para la financiación de la ruta como el “Silk Road Fund”.  

Con la llegada del nuevo siglo, las relaciones entre China y África se han intensificado. A principios de siglo, en torno al 80% de la asistencia medica china se encontraba en África y para el año 2006, China, ya había enviado más de 15.000 médicos, doctores, enfermeras a todo el continente, un beneficio para toda la sociedad.

Con la Malaria, el presidente de China del momento, Hu Jintao, construyo 30 hospitales y 30 centros de prevención y tratamiento de esta enfermedad, una enfermedad que China tenía casi controlada.

China y Angola han reforzado la cooperación en muchos campos, en octubre del año pasado China envió al país africano médicos para luchar contra el COVID-19, y no solo eso, además la empresa china Huawei invirtió 60 millones de dólares para completar un parque tecnológico que se espera esté acabado a finales de este año 2021. Durante los últimos años, China ha desarrollado infraestructuras que posibilitan la existencia de internet, fibra óptica y antenas de 5G, unas infraestructuras que suponen un eje para la creación de la ruta de la seda digital, que por ejemplo ha permitido a empresas como Alibaba, crear la plataforma “Electronic World Trade Platfrom” (e-WTP), creada con el fin de facilitar las comprar por internet en todo el mundo, incluido África.

En el marco de la BRI, China ha podido desarrollar infraestructuras como la ampliación del aeropuerto de Abidjan o el ferrocarril entre Addis-Abeba y Djibuti.

En el 2018 se celebró la cumbre del FOCAC, que reunió a más de 50 países africanos, uno de los objetivos de esta cumbre fue promover los ambiciosos proyectos de la Belt and Road Initiative (BRI) entre China y África. El gigante asiático ha asistido a más de 150 países con pruebas PCR, ventiladores o test rápidos; entre marzo y abril exporto 4.000 millones de mascarillas, más de 35 millones de equipos de protección, más otros 3 millones de termómetros y gafas protectoras, así como  grupos de médicos, enfermeros y expertos en salud:

[Fuente: AVECH]

A Pekín le interesa que el impacto del coronavirus sea pequeño en África, la deuda del continente ronda los 145.000 millones de dólares y más de 10.000 empresas están instaladas en África. En la actualidad, China ha proporcionado 10 millones de vacunas para el coronavirus, el “Plan de implementación de la vacuna de la nueva corona”, que incluye a Angola, proporciona vacunas que se convertirán en un producto asequible para todos los países en vías de desarrollo. En Marzo 2021 llegaron a Angola 200.000 dosis de la vacuna China para el Coronavirus así como 40.000 kits de detección rápida.

[Fuente: MERICS]

En el 2012 entró en funcionamiento el ferrocarril de Benguela, un tren que une las regiones de Luau y Lobito, el este y oeste de Angola, una forma barata y segura de transportar, no solo petróleo, sino también alimentos, cemento etc… a zonas que antes era imposible por la destrucción de la guerra civil que duro casi 30 años.

La conexión con la estación de Luau (Este) supone también un ancla importante para el desarrollo de los Países de la Comunidad de África Austral, una línea de más de 1.200 km de largo que constituye una prueba de los esfuerzos entre China y Angola por mejorar las infraestructuras del país.

La R.D. del Congo y Zambia no tienen salida al mar, por lo que conectar estas áreas con el puerto de Lobito supone una mejora en las exportaciones e importaciones de estos países y, una alternativa al puerto de Beira en Mozambique y Dar-Es-Salaam en Tanzania.

Además, la R.D. del Congo posee grandes reservas de Cobalto y otros minerales, por lo que el transporte a Lobito y al resto del mundo podría ser más barato que a Dar-Es-Salaam o Beira, por lo hablar del tráfico de personas.

Lobito está destinado a ser una puerta de entrada entre África y el resto del mundo; y la ciudad de Luau destinada a ser el nexo de unión e integración del sur de África.

Las ciudades por las que pasa este tren también se han visto favorecidas, muchos pueblos y aldeas se han trasladado a las inmediaciones de las vías con el fin de poder comprar y vender productos, mercados que avivan la esperanza de una vida mejor.

La extensión de la Ruta de la Seda por el continente africano se ha ido incrementando año tras año gracias a los acuerdos surgidos en las cumbres del FOCAC (Forum on China-Africa Cooperation) y a las ayudas de China, como los 35.000 millones de USD que se comprometieron en 2016 para la construcción de infraestructuras, líneas de ferrocarril o carreteras. A través de la Belt and Road Iniciative, China ha concedido préstamos a los países africanos por valor de más de 50.000 millones de dólares solo entre los años 2015 y 2017, cuyos mayores beneficiarios fueron Angola y Costa de Marfil, entre otros.

China quiere aumentar su presencia en todo el continente africano y, obviamente, lo está haciendo a través de la Ruta de la Seda, pero los préstamos concedidos por el gigante asiático, las inversiones en infraestructuras, en muchas ocasiones realizadas sin tener en cuenta las necesidades locales, la violación de los Derechos Humanos o los problemas políticos son algunos de los aspectos muy criticados por la comunidad internacional.

ÁNGEL ENRIQUEZ DE SALAMANCA ORTIZ es Doctor en Economía por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Relaciones Internacionales en la Universidad San Pablo CEU de Madrid.

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THE ASIAN DOOR: Suez y Malaca, enclaves estratégicos. Águeda Parra

La pandemia ha ejercido un importante efecto transformador en las dinámicas de generación de flujos de inversión extranjera a nivel mundial. En el caso de China, el impacto de la crisis sanitaria se ha visto ampliamente reflejado en los ritmos de desarrollo de los proyectos contemplados en el marco de la iniciativa de la Franja y la Ruta que alcanzaron una inversión de 23.500 millones de dólares durante el primer semestre de 2020, según un informe de Moody’s. Las tensiones financieras se están produciendo a nivel mundial y estos volúmenes sugieren que la inversión a final de año estará bastante lejos de alcanzar los 104.700 millones de dólares que se registraron un año antes.

Los efectos de la pandemia en la economía internacional se prolongarán todavía durante varios años, y la construcción de infraestructuras que conecten China con Asia, Europa y África no volverán a tener los mismos ritmos de despliegue que se alcanzaron durante 2014-2019 hasta al menos dentro de un par de años. No obstante, las conexiones y las rutas abiertas hasta el momento por la nueva Ruta de la Seda siguen siendo un factor dinamizador en el desarrollo y crecimiento económico de los países que participan de la iniciativa, unos 139 según la agencia Moody’s. Y el Canal de Suez es un enclave estratégico en todo este esquema.

A diferencia del canal de Suez, la encrucijada del estrecho de Malaca en Malasia como vía de comunicación de China con el exterior podría suponer que su bloqueo por cuestiones geoestratégicas conllevara a que el gigante asiático quedara aislado del comercio internacional y, por ende, del suministro de los recursos energéticos necesarios para seguir manteniendo el desarrollo de su economía. Sin embargo, en el esquema de la Ruta de la Seda Marítima, el canal de Suez supone para China su conexión con los mercados europeos y, para el mundo en general, el bloqueo de este enclave estratégico representa la paralización del 12% del tráfico mundial de mercancías por vía marítima.

Por el canal de Suez pasa diariamente un volumen de tráfico que se estima en 9.600 millones de dólares entre los cerca de 50 barcos que cada día utilizan este canal, entre los que figuran buques portacontenedores, petroleros y otro tipo de cargueros en los que se transporta artículos de consumo como ropa y muebles, además de piezas para la fabricación de automóviles, entre otros componentes. Su uso como vía de comunicación entre Oriente y Occidente conlleva que la actividad de transporte de mercancías que se dirige hacia los puertos del oeste asciende diariamente a 5.100 millones de dólares, mientras que el tráfico que se dirige hacia el este está valorado en 4.500 millones de dólares, según la revista especializada Lloyd’s List.

La demora en la recuperación de este tránsito de mercancías está desviando el tráfico por la vía anterior a la construcción del canal de Suez, que supone bordear el extremo sur de África por el Cabo de Buena Esperanza. Desviar el tráfico por esta ruta suma más de 12 días al tiempo de transporte, algo más de 5.600 kilómetro, además del exceso en consumo de carburante que supone incrementar significativamente los costes de uno de los medios de transporte considerados más rentables.

La cadena de suministro se resiente por el bloqueo del canal de Suez, mientras China tiene ante sí la oportunidad de revitalizar el único corredor terrestre que contempla la iniciativa de la Franja y la Ruta para dinamizar el transporte de mercancías por vía férrea. El tren que conecta varias ciudades chinas con hubs de distribución de mercancías en varios enclaves estratégicos en Europa, y que tiene como trayecto más largo el que conecta la ciudad china de Yiwu con Madrid, pone de relieve la estrategia en la definición de las nuevas infraestructuras planteadas como parte de la Ruta de la Seda. Aunque la inversión en el desarrollo de los proyectos contemplados en esta iniciativa haya reducido su intensidad por motivos de la pandemia, las infraestructuras ya desplegadas comienzan a cobrar relevancia en el esquema de transporte del comercio internacional.

Algo más que amigos. Ángel Enríquez de Salamanca Ortíz.

El pasado 27, 28 y 29 de junio tuvo lugar en Hunan (China) la primera expo comercial entre China y África. A este evento asistieron más de 1.300 invitados de 53 países del continente. Se firmaron más de 230 proyectos para África por valor de casi 75 mil millones de  dólares. Desde hace siglos las relaciones entre China y África han existido, en parte gracias a la ruta de la seda, pero no ha sido hasta el siglo XXI cuando estas relaciones comerciales han tenido su mayor crecimiento.

África es, actualmente, el continente más inestable y pobre del mundo. Solo Liberia en 1847 y Etiopia (históricamente independiente) lograron su independencia en el siglo XIX. Tras décadas de esclavitud, violación de DDHH y saqueo, llegó la descolonización, pero a causa de esta, los países africanos quedaron arruinados y con dependencia de su ex metrópoli. Se sucedieron gobiernos títeres, disputas territoriales o guerras civiles como la de Sudán,  Somalia o Angola. África fue olvidada a su suerte.

A partir de 1993, China pasó de ser un exportador de petróleo a importador, lo que supuso un cambio para el desarrollo de África. Pero China busca algo más que recursos en África, busca una relación “win-win” en la que ambas partes salgan beneficiadas.
Según las estadísticas de la Administración General de Aduanas de China, en 2018, el volumen total de comercio entre China y África fue de 204.190 millones de dólares, un aumento interanual del 19,7%.  En 2018, la tasa de crecimiento  del comercio entre China y África fue la más alta del mundo.

En este mismo año, más de 3.700 empresas chinas han invertido en África en proyectos de transporte, electricidad, telecomunicaciones, agricultura, colegios y hospitales por valor de 46.000 millones de dólares. La construcción de infraestructuras ha sido una prioridad para China en el marco de la Nueva Ruta de la Seda, donde están involucrados más de 20 países africanos y cubre áreas de transporte o generación de energía. El pasado 30 de mayo, en Adís Abeba, el jefe de la misión China ante la Unión Africana (Lui Yuxi) llamó a más países africanos a que se unieran al proyecto del siglo, la nueva ruta de la seda, un megaproyecto que promoverá la unión y el desarrollo entre Asia y África.

Imágen: El Órden Mundial. https://elordenmundial.com/mapas/prestamos-de-china-a-africa/

Actualmente, África es un mercado de más de 1.100 millones de personas –no envejecidas y en aumento-  deseando consumir productos chinos como móviles, ordenadores o coches, lo que ha hecho que las exportaciones de China a África hayan alcanzado, en el 2018, los 9.550 millones de dólares. Un mercado que para finales del siglo XXI, superará los 4.300 millones de consumidores.

África necesita fondos para su desarrollo y China se los está concediendo al continente; más del 50% de los fondos de ayuda al desarrollo concedidos por Pekín van con destino a África. Además, en muchos casos estas concesiones de créditos son mucho mejores que las ofrecidas por el Banco Mundial. El enorme desarrollo en infraestructuras que ha sufrido África en los últimos años ha sido gracias a las multimillonarias empresas chinas (públicas y privadas) que cada vez están más interesadas en el continente. Para muchos países africanos, China representa una fuente bien recibida de estabilidad, un nuevo socio estratégico y un proveedor de ayuda al desarrollo.

Pekín ha invertido en el país africano en proyectos de desarrollo e infraes­tructuras como presas, centrales hidroeléctricas, industrial textil y planes agrícolas. Si damos algunos ejemplos, para la construcción de la presa de Merowe (Sudán) el gobierno chino prestó 608 millones de dólares al gobierno sudanés, el Exim Bank of China y el China Development Bank ya han desbancado al Banco Mundial como primer prestamista del mundo. En contrapartida está que las empresas chinas no se preocupan ni del impacto ecológico ni de la población local.

China ha contribuido con 750 millones en la construcción del nuevo aero­puerto internacional de Jartum, y con otros 750 millones para una nueva presa en el Nilo del norte. Se ha gastado, aproximadamente, 100 millones en fábricas textiles y 500 millones para construir refinerías de petróleo.

Otro ejemplo más de ayuda al desarrollo es el de la empresa china CMIC que recibió un contrato de 373 millones de dólares para construir un acueducto que transporta agua de la confluencia del río Atbara con el Nilo hasta Port Sudán. Esta empresa, además, tiene  otro contrato de 5,2 millones de dólares para abastecer agua a Atbara y Al Damr.

En Angola, en un solo año, el Exim Bank Chino llegó a prestar más de 2.000 millones de dólares al país africano con el aval del petróleo. De esta manera China ocupaba el lugar del Fondo Monetario Internacional (FMI) y de las ayudas de la Unión Europea (UE). La financiación china se dedicó a realizar mejoras en las infraestructuras como, por ejemplo, 400 kilómetros de carreteras o la construcción del hospital general de Luanda.

En este mismo país, mientras que China & Road Corporation pidió 20 millones de dólares para realizar la carretera de 90 kilómetros que separa Viana de María Teresa, la compañía brasileña Queiroz de Galvão facturó 34 millones de dólares por el tramo que va de Viana a Cucuaco, de tan sólo 20 kilómetros. Aquí es donde se ve claramente las ventajas en costes que tiene el país asiático frente a sus competidores.

Las importaciones de China en 2018 de productos –no relacionados con recursos naturales- crecieron un 32% y la de productos agrícolas un 22%. A cambio, el 56% de lo que exporta China al continente son productos mecánicos o de alta tecnología.

También en Nigeria, el 12 de abril de 2018, en Abuja, el gigante de la construcción chino CCECC realizó un taller sobre carreras universitarias para algunos graduados universitarios nigerianos inmediatamente después de su servicio nacional de un año. El resultado de la capacitación fue una contratación inmediata de 50 de ellos por parte de esa firma. La gerencia de la compañía dijo que era uno de los primeros pasos hacia el empleo a gran escala de los nigerianos para garantizar que hubiera mano de obra nigeriana cualificada en la empresa. En menos de 15 años los estudiantes africanos en China han pasado de 2.000 a 50.000 en el año 2015 (USA y UK acogieron solo 40.000 al año). Gracias al “Plan de Cooperación 20+20”, en 2018, China se comprometió a proporcionar a África 50.000 becas gubernamentales y 50.000 oportunidades de capacitación para seminarios y talleres, e invitará a 2.000 africanos a visitar el país. Además, se lanzarán programas de asistencia médica gracias al Centro Africano para el control y la Prevención de Enfermedades para luchar contra la esquistosomiasis, la malaria o el sida.

China lanzará 50 proyectos de desarrollo ecológico para luchar contra en cambio climático, contaminación en océanos o desertificación en el continente gracias al “China-Africa Green Envoys Program”. Así mismo, el Instituto Confucio tiene presencia en más de 40 países de todo el continente, trasmitiendo la cultura y la lengua china.

En la reunión del FOCAC, en 2015, China prometió 60.000 millones de dólares en financiación para África, esto incluye 15.000 millones en préstamos sin intereses, 20.000 millones en líneas de crédito, 10.000 millones en fondos para el desarrollo y 5.000 millones para financiar las importaciones del continente así como ayuda en la lucha contra el terrorismo y condonación de deuda a los países más necesitados del continente. Desde el año 2000 al 2016, China ha prestado al continente más de $125.000.000.000.

Bajo la administración de Donald Trump, EEUU ha criticado estos préstamos por el endeudamiento del continente y porque pueden hacer perder la soberanía a los países africanos. China rechaza las críticas y, a pesar de  esto, gran parte de la deuda del continente es con instituciones financieras occidentales o en eurobonos.

Desarrollo en infraestructuras y en energía, desarrollo económico, cultural, social, medio ambiental… China lleva 10 años siendo el mayor socio comercial de África y, una cooperación y desarrollo con todo el continente será fundamental para que China pueda seguir manteniendo sus relaciones con todo el territorio africano, una relación que va más allá del petróleo, trabajando juntos para el desarrollo común, una relación que heredaran los hijos de China y África. El gigante asiático está listo para tener un papel constructivo y de paz con África, porque, como dijo Presidente Xi Jinping en la reunión del FOCAC de septiembre de 2018, “nadie que se mantenga solo en una isla tendrá jamás futuro”

THE ASIAN DOOR: China y Estados Unidos, dos estrategias para África. Águeda Parra

Las estrategias de Estados Unidos y China en África están lejos de coincidir. Difiere el enfoque, apostando Washington por la seguridad militar para combatir la amenaza del terrorismo, mientras que Beijing fomenta estrechar lazos comerciales y dotar al continente de financiación para abordar proyectos energéticos y de infraestructuras. Un enfoque que también difiere en la puesta en escena. Mientras China organiza el Foro de Cooperación China-África (FOCAC, en inglés) cada tres años, Estados Unidos condensa su nueva estrategia para África en un documento, publicado el pasado 13 de diciembre.

Siendo las necesidades del continente africano todavía considerables, tanto el enfoque de seguridad militar que aporta Trump, como el fomento del desarrollo económico con inversión en infraestructuras y energía que promueve Xi, cubren ampliamente dos ámbitos de cooperación muy bienvenidos para la región. La cuestión reside, sin embargo, en que mientras la estrategia de Estados Unidos algunos la catalogan como de retirada de la primera potencia mundial de África, China está encontrando en el continente africano su tabla de salvación para mitigar las posibles réplicas que generará la guerra comercial que está lastrando el desarrollo económico del país.

Tres meses después del exitoso evento diplomático que reunía en Beijing a 53 de los 54 países africanos en torno a la celebración trianual del FOCAC, con la excepción de Suazilandia, único país del continente que mantiene el reconocimiento a Taiwán, Washington desvelaba su estrategia en África centrada en tres ejes estratégicos. El primero, orientado a combatir el creciente poder de potencias como China y Rusia, siendo el gigante asiático el principal competidor de Estados Unidos, principalmente por la posición de China en Djibouti, primera base militar desplegada fuera del país. El segundo eje responde a la amenaza del terrorismo radical islámico, mientras el tercero está orientado a asegurar el buen uso de la asistencia económica estadounidense en el continente.

Frente a la propuesta de defensa y seguridad de Estados Unidos, Djibouti solamente es una parte de la estrategia de China en la región que, además de la componente militar, incluye afianzar los lazos diplomáticos y la financiación económica para impulsar la inversión de proyectos de infraestructuras y energía asociados a la Belt and Road Initiative (BRI), como se conoce en inglés a la iniciativa de la nueva Ruta de la Seda. La apuesta por la región mantiene una financiación de 60.000 millones de dólares, misma cifra que la comprometida en el foro celebrado en 2015, acabándose así con la tendencia de eventos anteriores de aumentar la financiación, creciendo desde los 5.000 millones de dólares en 2006, a 10.000 millones en 2009 y 20.000 millones en 2012. Una financiación que en esta edición se encuadra en ocho campos de actuación, desde promoción industrial, mejora de las conexiones, promoción del comercio, desarrollo sostenible, creación de capacidad, salud e higiene, intercambios culturales, y paz y seguridad.

En esta ocasión, la incertidumbre económica motivada por la guerra comercial ha obligado a mantener el compromiso financiero en la misma cuantía que en 2015, aunque variando la composición. La primera novedad supone reducir la cantidad asignada para ayudas, préstamos a interés cero, préstamos en condiciones favorables y líneas de crédito, pasando de los 40.000 millones de dólares de 2015 a 35.000 millones de dólares, buscando de esta forma asegurar el retorno de la inversión y la viabilidad comercial. Como segunda novedad, las empresas chinas se incorporan al modelo de financiación con África, responsables de aportar en tres años al menos 10.000 millones de dólares del total comprometido.

Con todo, África sigue siendo de las regiones hacia donde fluye menos inversión china, en comparación con otras regiones. El stock de inversión extranjera directa de 100.000 millones de dólares a finales de 2017 supone la mitad de los 200.000 millones de dólares que acumulan regiones como América Latina en el mismo período. Pero, aunque de menor cuantía, la inversión china consiguió generar tres veces más empleo que Estados Unidos en 2017, según un informe de Ernst & Young.

Más allá de la financiación, China también persigue en África asegurar su abastecimiento de recursos energéticos. El objetivo se centra en mitigar los efectos de la guerra comercial, reduciendo la dependencia del 40% del crudo que importa China de Oriente Medio, y aumentar la importación procedente de África, que representa el 20% del total, una tendencia que ya se ha consolidado durante 2018. Pero, además de asegurar sus reservas de crudo, China tiene ante sí un mercado de tamaño similar al suyo, formado por cerca de 1.200 millones de personas, a los que ofrecer toda una amplia gama de productos.

Dos visiones bastantes dispares de las dos potencias mundiales más importantes que parecen reproducir el esquema seguido en otras latitudes como en el Indo-Pacífico, donde el apoyo para el desarrollo económico corre a cargo de China mientras Estados Unidos sigue siendo el garante de la seguridad mundial. Sin embargo, para China la cooperación sur-sur, está resultando ser especialmente fructífera con África, un refugio donde asegurar en los próximos años la viabilidad económica de sus proyectos económicos y militares. (Foto: Thomas Retterath)

Las Relaciones Comerciales entre China y Guinea Ecuatorial. Ángel Enríquez de Salamanca Ortiz

Introducción:

El rápido crecimiento de China desde su apertura económica en 1978 y, sobre todo, desde su incorporación a la Organización Mundial de Comercio (OMC) el 11 de diciembre 2001, han obligado al país asiático a buscar recursos energéticos más allá de sus fronteras, con el fin de poder mantener este crecimiento económico y poder abastecer a una población de más de 1.350 millones de habitantes. Esta búsqueda de recursos ha llevado al país asiático, entre otros muchos países, hasta Guinea Ecuatorial, un pequeño país centro africano, donde se descubrió petróleo en 1996.

El Impacto económico de China en Guinea Ecuatorial.

La República de Guinea Ecuatorial, es un pequeño país de algo más de 28.000km2 y situado en el golfo de Guinea que cuenta con una población de más de 1,2 millones de habitantes.

Su economía se basa en los hidrocarburos que representan en torno al 70 por ciento del PIB del país y entre el 85-90 por ciento de las exportaciones por lo que la caída de los precios en el año 2015 supuso una reducción en la inversión y gasto público y una reducción del superávit en la balanza comercial. Si tenemos en cuenta su pequeño territorio (algo más de 28.000km2 o el 0,09% del territorio de África), podemos decir que es un país con gran cantidad de recursos petroleros ya que cuenta con unas reservas de 1.100 millones de barriles, lo que representa un 0,9 por ciento de las reservas totales de petróleo de África, lo que hizo que en el año 2017 fuera el séptimo productor de petróleo del continente.

Para este mismo año 2017, el total de exportaciones fue de 7.059 millones de dólares, de los cuales más de 6 mil millones de dólares fueron exportaciones de petróleo. El principal destino fue China (17,2%), Corea del Sur (15,6%) y España (9,4%). Durante los últimos años estas exportaciones han sufrido altibajos debido a las fluctuaciones del precio del petróleo, que ha estado por encima de los 100 USD el barril desde principios del año 2011 a caer a algo más de 30 USD en enero 2016, una caída del 70% en solo 5

años. Esta caída del precio del petróleo se ha visto reflejada en la economía del país africano que ha pasado de un PIB en 2013 de 21.943 millones de dólares a los 12.487 millones de dólares en 2017, lo que refleja su clara dependencia de las exportaciones de petróleo.

Por el lado de las importaciones, en el año 2017 alcanzaron un valor de 4.730 millones de dólares de productos manufacturados procedentes principalmente de Holanda (17%), España (16,5%) y China (15%).

La disminución de los ingresos del petróleo (caída de los precios), los gastos en infraestructuras o la falta de diversificación económica (centrada en el petróleo) han hecho que en los últimos años la economía del país se resienta, dejándose, aproximadamente, un 50% de su PIB desde 2012.

Como vemos en la figura 1, el riesgo del país está calificado como D (Riesgo Alto) por Euler Hermes.

Fig. 1. Calificación de riego de Guinea Ecuatorial
[Fuente: Euler Hermes: https://www.eulerhermes.com/en_global/economic-research/country-reports/Equatorial-Guinea.html]

En la tabla 1 se muestran los datos macroeconómicos de Guinea Ecuatorial y sus relaciones con China:

Tabla 1. Datos macroeconómicos de Guinea Ecuatorial y sus relaciones con China
[Fuente: Elaboración propia a partir de los datos obtenidos1]
1 Las fuentes utilizadas han sido: Banco Mundial, Instituto Estadística de China y Statista.com

Como se observa en la tabla 1, el volumen de comercio ha ido creciendo año tras año hasta alcanzar más de 3.569,71 millones de dólares en 2014 para caer hasta los 780,14 millones de dólares en el año 2016, arrastrado por la caída de las exportaciones que en un año descendió desde los 3.217,19 millones de dólares hasta los 631,85 millones de dólares; el volumen de comercio se redujo un 80,35 por ciento.

En la figura 2 se observa el peso que han tenido las exportaciones hacia China sobre el PIB de Guinea Ecuatorial:

Fig.2 Volumen comercio y Exportaciones guineanas entre China y Guinea Ecuatorial (2005-2017). [Fuente: elaboración propia a partir de la tabla 1.]

Fig.2 Volumen comercio y Exportaciones guineanas entre China y Guinea Ecuatorial (2005-2017). [Fuente: elaboración propia a partir de la tabla 1.]

Como vemos, a partir del año 2008 el volumen de comercio descendió debido a la caída de los precios del petróleo que se produjeron en este año, para a partir del año 2010 alzarse hasta los más de 3.500 millones de dólares y por último caer hasta poco más de 1.500 millones de dólares. Hay que añadir que del volumen de comercio, casi la totali-dad, es debido a las importaciones de China, que en su mayoría consisten en petróleo.

El valor de estas importaciones chinas está muy ligado a los precios del petróleo que como ya hemos comentado han sufrido muchos altibajos en los últimos años

Por último, añadir que durante los primeros años casi el total del volumen de comercio fueron exportaciones con destino a China, es decir, apenas hubo exportaciones por parte de China hacia Guinea Ecuatorial.

El crecimiento del país africano está muy ligado al crecimiento de China que, si mantiene tasas positivas de crecimiento del PIB, seguirá importando petróleo de Guinea Ecuatorial, un recurso natural básico para la economía del país africano y que, como hemos visto, puede llegar a suponer el 25% de las exportaciones de Guinea (Año 2006), lo que significa que si China sigue creciendo seguirá importando petróleo de Guinea, lo que provoca un tirón en la economía del país.

Conclusión:

Desde 1993 las ayudas del Banco Mundial y del FMI a Guinea Ecuatorial han sido cortadas debido a la corrupción interna del país, por el mal uso de los ingresos petrolíferos y la falta de transparencia antes estos organismos. Estados Unidos también ha cortado esta ayuda a este país con el fin de proteger a las víctimas de la trata. Pero no solo esto, en Guinea se encuentra una de las cárceles más peligrosas del mundo, Black Beach, donde las violaciones y torturas están a la orden día. La violación de los derechos humanos, torturas, delincuencia en lugares públicos o los asaltos están presentes en la vida de Guinea Ecuatorial. Mientras tanto, su presidente, Teodoro Obiang, que lleva en el poder desde 1979, nada hace para que esta riqueza proveniente del petróleo llegue a los ciudadanos, que la gran mayoría vive con menos de 1 dólar al día, y casi la mitad de los niños no están matriculados en la escuela.

En otro lado esta China, que obviamente no va a apoyar una democracia en Guinea (China tampoco es una democracia y países como Francia, EEUU o España lo consideran una dictadura), pero sí debería, como potencia mundial, fomentar el desarrollo del país con sanciones económicas para que sus dirigentes canalicen esa riqueza y llegue a toda la población civil y no solo a unos pocos. Fomentar el desarrollo del país y la diversificación, para no depender tanto del petróleo, son tareas que China debe tener con Guinea. Guinea es un país muy rico y con más de 1 millón de personas y, si ambos países crecen juntos, podrán sacar mucho más provecho de sus relaciones económicas. Si las relaciones económicas entre ambos países siguen mejorando, Guinea Ecuatorial tiene una posición estratégica notable para ser una puerta de entrada hacia los países de la CEMAC, hacia otros mercados como Nigeria o Angola y hacia todo el continente, una posición estratégica que China debe saber aprovechar.

 

Ángel Enríquez de Salamanca Ortiz es Doctor en Economía por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Relaciones Internacionales en la Universidad San Pablo CEU de Madrid.