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La Ruta de la Seda en Lationamérica. Nieves C. Pérez Rodríguez

La antigua Ruta de la Seda ha sido ambiciosamente rediseñada por Xi Jinping. La ahora llamada BRI (por su nombre en inglés Belt and Road Initiative) o corredor de transporte, ya cuenta con 131 países y con una inversión de 575 mil millones de dólares en la fase de desarrollo de la misma, según el Banco Mundial.

Se estima que, con la BRI, el comercio mundial podría aumentar hasta un 6,2% a pesar de la amenaza de guerra comercial que ha tenido expectante al mercado. Sin embargo, los ejemplos de Malasia, Myanmar, Sri Lanka, Pakistán y el de las Maldivas, levantan muchos interrogantes sobre cuatro aspectos claves del desarrollo del magno proyecto: el impacto ecológico, la real sostenibilidad de la deuda que adquieren los países receptores, la transparencia en el proceso y el retraso en los proyectos, tal y como afirma Pepe Zhang -Director Asociado de China para el Atlantic Council-, quién publicó la semana pasada un informe sobre la BRI en Latinoamérica.

La publicación del informe se hizo en el marco de una conferencia en la que expertos, tanto del sector público como del privado, intercambiaron sus impresiones sobre lo que está ocurriendo en el continente americano y en la que 4Asia participó.

La entrada de China en América Latina comenzó con la necesidad de Beijing de ampliar sus suministros y proveedores. La adquisición de productos como soja, arroz y minerales, fue la primera parte.  Han ido adquiriendo extensiones de tierra para asegurarse sus cultivos y la seguridad alimentaria de sus ciudadanos. Así lo han hecho en Argentina, Cuba, México y Venezuela. Asimismo, ha ocurrido en muchos países africanos. También tienen acuerdos con Rusia y las naciones exsoviéticas para alquilar o comprar terrenos agrícolas, tal y como lo anunció el ministro de Agricultura chino, Shirong Chen, en el 2018.

Pero ese interés inicial por materias primas ha ido transformándose. Beijing ha entendido que Latinoamérica es también un gran mercado para sus productos. Sobre todo, en este momento en que Huawei ha sido vetada por las economías fuertes, y que la necesidad del 5G es cada día mayor. China ofrece conectividad a la región y, al menos por ahora, la región tiene una imagen positiva de la llegada de las inversiones chinas, según Leigh Wedell -jefe de operaciones de Basilinna, firma consultora especializada en China y Medio Oriente.

Wedell afirma que “la BRI llegó a Latinoamérica y el Caribe con inversiones en Panamá, pero ahora cuenta con 19 países y seguirá creciendo”. Uno de los grandes focos de interés chino es el sector energético en la región.

“La mayor inversión de China en Latinoamérica está en Perú”, apunta Federico Cuadra del Carmen -consultor de Baker McKenzie-. Más de 170 empresas chinas operan en Perú. La mayoría están en el sector minero. En efecto, el embajador chino en Perú anunció a principios del 2019 que, en los próximos tres años, Beijing invertirá un total de 10 mil millones de dólares en energía, minas, telecomunicaciones, construcción y financiación en esta nación.

Las entidades Development Bank y Export-Import Bank de China están detrás de la mayoría de las obras de infraestructura de la región, sustituyendo así a los tradicionales Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo. Un plan milimétricamente calculado por Beijing, quién ve estratégico desarrollar infraestructuras que permitan conectar mejor las rutas comerciales.

Desde el año 2005, las entidades bancarias chinas han otorgado más de 141 mil millones de dólares en créditos a proyectos y compromisos, conforme al informe del Atlantic Council.

Los proyectos con grandes problemas ecológicos y deudas insostenibles han tenido eco en Beijing, que ahora empieza a preocuparse de su reputación. Y de acuerdo con los expertos, comienzan a tomar medidas.

El informe concluye que es vital adoptar un enfoque pragmático y creativo del corredor de transporte. Cada país debe desarrollar estrategias adaptadas a sus particularidades, especialmente en una región tan diversa como América Latina y el Caribe. Para garantizar que la BRI sea masiva y en su evolución proporcione beneficios concretos a la región, debe desarrollarse un plan individualizado para cada país.

Xi Jinping no ha escatimado esfuerzos en el desarrollo estratégico de la ruta. Es su plan estrella para conectar China con el mundo a través de rutas comerciales que ellos mismos han financiado, diseñado y controlarán, mientras cobran los intereses a cada país por el dinero que les han prestado. Es claramente un proyecto brillante y muy ambicioso, con el cual Beijing se garantiza a largo plazo controlar todo el flujo de intercambios, la seguridad alimentaria de sus ciudadanos, el control y manejo de alimentos y muchas otras materias primas y ahora además se suma el aspecto tecnológico, del que dependerán estos países para su conectividad.

El abandono de Washington se ha traducido en carta blanca para China. Beijing ha sabido aprovechar muy bien la ausencia de Estados Unidos en su propio continente, y ha ido ganando espacios que ni tan siquiera habiendo un cambio de dirección en la política exterior de Washington se podrían cambiar fácilmente en el futuro. Lo único que podrán cambiar en este punto es que se respeten ciertas normas comerciales y de convivencia, para que el gigante asiático no saque para sí todo el beneficio de la relación. Y aun así será difícil.

Comercio, seguridad y 5G sobre la mesa

4Asia reúne el 10 de junio a colaboradores y expertos en un nuevo encuentro de debate, esta vez para analizar e intentar dar respuesta a dudas e incertidumbres ante la política proteccionista de Estados Unidos, la disputa comercial y tecnológica con China y los riesgos para la estabilidad internacional.

 Además, trataremos de poner luz en el nivel de amenaza que puede suponer el hecho de que uno de los factores de la ecuación internacional, China, sea un Estado con un importante y creciente desarrollo tecnológico, un sistema autoritario que no responde a otro control que al del propio sistema y a su partido único, el Partico Comunista, y un respeto arbitrario y según su concepto de sus intereses nacionales de las normas de derecho internacional.

Esta serie de hechos son los argumentos que exhibe un Trump atolondrado que a veces parece, él mismo ha llegado a decirlo, que añora reinar para siempre con un sistema como el chino. Esta política, incluso con alguna razón, es no sólo errónea sino peligrosa y sitúa a una Europa en crisis de identidad y desorienta ante un reto que no parece fácil de afrontar.

Así, repasaremos el desarrollo y la evolución tecnológica de la sociedad china; las previsibles consecuencias, buscadas o no, de la guerra comercial; los peligros para la seguridad cibernética y el orden y la libre competencia en los mercados, y también algo tan esencial y a veces tan poco valorado como los peligros tecnológicos para la seguridad nacional, la defensa de los intereses nacionales y estratégicos de España y la necesidad de proteger las instituciones y la estabilidad democrática. Esperamos debatir todos estos asuntos con quienes quieran asistir.

THE ASIAN DOOR: El iceberg de nombre Huawei. Águeda Parra

Estados Unidos y China no parecen entenderse. O quizá demasiado. La decisión de la administración Trump de empezar a aplicar nuevos aranceles sobre los productos chinos por valor de 200.000 millones de dólares vuelve a tensar una relación que la tregua comercial no ha conseguido rebajar. Competir por el mismo objetivo, uno como valedor de ostentar la posición de potencia hegemónica, y el otro como protagonista de la reivindicación por un nuevo orden mundial, tiene este tipo de consecuencias.

La advertencia del gobierno norteamericano se basa en considerar que los componentes chinos puedan tener puertas traseras que permitan el espionaje de las comunicaciones por parte del gobierno chino, sin que por el momento existan pruebas que lo demuestren. Sin embargo, la CIA acusa a Huawei de haber estado financiada por el gobierno chino y, de existir la amenaza que pronostica Washington, las consecuencias más importantes no serían únicamente las comerciales, sino las implicaciones militares, por el grave efecto que podrían tener las vulnerabilidades de seguridad de Huawei en cuestión de seguridad nacional.

Con una batalla no se gana la guerra, y mientras la campaña comercial no parece tener un ganador claro, sin embargo, en lo tecnológico, China parece estar sorteando los planes de Estados Unidos de frenar su futuro liderazgo. El clásico chino de El arte de la guerra de Sun Tzu indica que “un ejército victorioso gana primero y entabla la batalla después”, situación que parece adaptarse a la estrategia seguida por Pekín en su ambición tecnológica. En este contexto, China ha estado haciendo sus deberes casi desde que Washington comenzara a alertar sobre los problemas que podría acarrear para la seguridad del resto de países incorporar la tecnología china como parte de la red de sus telecomunicaciones nacionales. Y hasta ahora el “ejército victorioso” ha ganado ya algunas batallas.

La primera sería la del liderazgo por la inversión, donde China se ha posicionado como un fuerte competidor, sobrepasando el gasto realizado por Estados Unidos hasta alcanzar los 24.000 millones de dólares, con una estimación de 411.000 millones de dólares en los próximos diez años. Una inversión que también se extiende por los países de África, donde muchos gobiernos están optando por la tecnología de Huawei para el desarrollo de la red 5G en base, por una parte, a las buenas relaciones bilaterales con China y, por otra parte, a los competitivos precios del suministrador chino respecto al resto, sin entrar a valorar demasiado las amenazas por cuestiones de ciberseguridad sobre las que Washington no ha cesado de advertir.

En lo geopolítico, la balanza también parece estar cayendo del lado de Pekín. Que los países que se han mostrado a favor de no vetar a Huawei para el despliegue de la red 5G sumen más del 40% del producto interior bruto mundial es un éxito de la diplomacia china. Entre ellos, Reino Unido que, en busca de aliados ante un posible Brexit, y a pesar de ser miembro de la alianza de inteligencia denominada Five Eyes (FVEY), ha optado por no seguir la recomendación de Washington, pasando a liderar el grupo de aquéllos que apoyan a Huawei aunque incorporando medidas de seguridad adicionales. Reino Unido, no es el único a favor de la empresa china del grupo los cinco países, que además integran Estados Unidos, Australia, Canadá y Nueva Zelanda. Éste último, aunque inicialmente siguió la recomendación de Washington de aplicar el veto en diciembre de 2018, se ha pasado al grupo de países que no quieren verse desplazados en una más lenta adopción de las revolucionarias aplicaciones que utilizarán la tecnología 5G, una carrera que marcará una clara diferencia entre los países, esta vez no por su nivel de desarrollo económico, sino por el tecnológico. Al final, la relación calidad-precio está marcando el debate en muchos países, incluido España. En la decisión de Nueva Zelanda también ha influido el enfriamiento de las relaciones comerciales con China tras la decisión de vetar inicialmente a Huawei, un efecto que ya ha comenzado a resentirse en el entorno de los negocios en Canadá.

Sin embargo, otros países encuentran otras razones para vetar a Huawei, como la República Checa, un país pequeño que, a pesar de formar parte del mecanismo 16+1 que reúne a China y a los Países de Europa Central y Oriental (CEEC, en sus siglas en inglés), ha preferido situarse al lado de Estados Unidos, buscando un mayor apoyo ante las posibles consecuencias. En el caso de Vietnam, donde el gobierno considera el desarrollo de la red 5G una prioridad política, el veto a Huawei surge, sin embargo, por diferencias históricas con China.

Entre los países a favor también figura Alemania, la propia Comisión Europea, y el operador holandés KPN, que han alcanzado el acuerdo de dar acceso a Huawei a su red de radio, menos expuesta a cuestiones de ciberseguridad, mientras la parte de la red principal, mucho más sensible a este tipo de ataques, quedará fuera del alcance del suministro chino. Un respaldo que muestra el nivel de integración al que ha llegado Huawei con los operadores europeos con los que ha cerrado hasta 23 de los 40 contratos de despliegue de red 5G en Europa. El resto se reparten entre 10 en Oriente Medio, 6 en Asia Pacífico y 1 en Asia, mientras resulta sorprendente que en China solamente figuren, por el momento, algunos proyectos en Shanghai y Shenzhen.

Todo un caleidoscopio de razones que mantienen de nuevo dividido el mundo en una cuestión bipolar, esta vez teniendo que elegir entre Estados Unidos y China. Una decisión que trasciende al reconocimiento internacional de quién es la potencia hegemónica y qué capacidades tiene la aspirante al puesto, sino que esconde múltiples derivadas que van a marcar en los próximos meses el devenir de la economía internacional, la lucha por el poder tecnológico, y el futuro desarrollo militar de China, principalmente por una cuestión de estándares, aunque ésta es otra guerra.