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INTERREGNUM: Manila se acerca a Washington. Fernando Delage

Una nueva pieza se ha vuelto contra China en el tablero estratégico asiático. Después de contar Pekín durante seis años con la simpatía del gobierno de Rodrigo Duterte, su sucesor como presidente de Filipinas, Ferdinand “Bongbong” Marcos Jr., ha reforzado la relación con Estados Unidos. Como Duterte, Marcos defiende una política exterior independiente, pero, frente al complejo equilibrio que debe mantener el archipiélago entre su principal aliado de seguridad y su principal socio comercial, la balanza se ha inclinado esta vez hacia Washington, proporcionando a Manila un papel no menor en la estrategia de la administración Biden hacia el Indo-Pacífico. Es, con todo, un giro causado por las propias acciones chinas, más que por las diferentes perspectivas de ambos líderes filipinos.

Tras llegar a la presidencia, Duterte prefirió hacer caso omiso a la sentencia del Tribunal Permanente de Arbitraje de La Haya que, en julio de 2016, falló a favor de Filipinas en la demanda presentada ante el Tribunal por su antecesor, Benigno Aquino III, contra las reclamaciones de soberanía de Pekín sobre las islas del mar de China Meridional. Duterte pensaba que una relación más estrecha con China reduciría las tensiones por los conflictos marítimos, supondría un apoyo externo a su guerra contra las drogas y, sobre todo, se traduciría en inversiones para el desarrollo de su ambicioso plan nacional de infraestructuras. El fracaso de dicha política se haría pronto evidente, sin embargo. Los compromisos de inversiones chinas nunca fueron los previstos, y los incidentes entre buques de pesca filipinos y unidades paramilitares chinas tampoco cesaron.

El propio Duterte terminaría dando marcha atrás, al ser consciente del carácter indispensable de la alianza con Washington para la seguridad de Filipinas. La normalización de las relaciones con Estados Unidos no es por tanto una sorpresa ni una decisión abrupta.  Pero conforme la presión china ha ido a más—las patrullas de sus buques guardacostas se han incrementado notablemente en los últimos meses—, también Marcos ha ido más lejos en su acercamiento a la administración Biden. Además de la integridad territorial filipina, otro factor explica ese resultado:

Taiwán. Marcos ha manifestado públicamente su preocupación por el aumento de la tensión en el estrecho, pues, dada su cercanía, todo escenario de conflicto implicaría de una manera u otra a Filipinas.

Su respuesta a la asertividad china se concretó el mes pasado. Por una parte, durante la visita a Manila del secretario de Defensa de Estados Unidos, Lloyd Austin, ambas naciones anunciaron la ampliación del acuerdo de cooperación en defensa de 2014 de las cinco instalaciones militares contempladas originalmente a un total de nueve (incluyendo al menoscuna situada enfrente de Taiwán). Las fuerzas norteamericanas, que además podrán establecerse de manera permanente y no rotatoria, contarán de este modo con una capacidad adicional de proyección desde el archipiélago en el caso de futuras contingencias.

Sólo unos días después Marcos viajó a Tokio, donde firmó con el primer ministro, Fumio Kishida, un acuerdo que permitirá a las fuerzas de autodefensa japonesas operar en Filipinas en caso de desastres naturales y urgencias humanitarias. Para los dos gobiernos se trata tan sólo del primer paso hacia una mayor cooperación militar entre ambas naciones. La relación Manila-Tokio—aliado clave de Estados Unidos—complementa así la estrategia norteamericana con respecto al mar de China Meridional y el estrecho de Taiwán. De hecho, el propio Marcos reveló que los tres países mantienen conversaciones acerca de un posible pacto de defensa trilateral.

Tokio y Washington más amigos que nunca. Nieves C. Pérez Rodríguez

La visita del primer ministro japonés, Fumio Kishida, junto con altos funcionarios de su gobierno a Washington la semana pasada, a menos de un mes del anuncio hecho por Tokio de su nueva Estrategia de Seguridad Nacional, prueba el nivel de alerta en materia de seguridad  en la que se encuentra Japón en su entorno, con una Corea del Norte que se ha empecinado en desarrollarse nuclearmente como una vía de supervivencia probando misiles cada pocos días, con un Taiwán amenazada con perder su autonomía y libertades y una China cada más poderosa militarmente cuya expansión en cuanto a territorio y valores representa el mayor de los riesgo para la región y el mundo.

El equilibrio de poderes a nivel global está en entredicho. La seguridad y la paz internacional se han visto violentadas con hechos como la invasión rusa a Ucrania que ha despertado a muchos románticos que cosecharon la esperanza de una Rusia más civilizada y en mayor consonancia con los valores democráticos. La cercanía de Beijing y Moscú justo en medio del padecimiento de Europa en territorio propio de una guerra y las consecuencias de esta ha revivido la posibilidad de una guerra a mayor escala y ha acelerado acercamientos pragmáticos.

En este sentido, la visita de las autoridades japonesa a Estados Unidos sirvió para mucho más que apretones de manos y fotos, pues hubo anuncio de acuerdos estratégicos. En cuanto al encuentro en materia de seguridad llamado 2+2 entre el secretario de Estado y su homólogo japonés y el ministro de Defensa nipón y el secretario de Defensa se acordó fortalecer la cooperación bilateral para un uso efectivo de las capacidades de contraataque de Japón. Por lo que los japoneses están duplicando su gasto de Defensa en los próximos cuatro años y reforzando su armamento para tener capacidad de alcanzar bases enemigas. El paraguas nuclear estadounidense que protege a Japón se expandirá también al espacio para incluir satélites nipones, lo que es otro reflejo del profundo nivel de cooperación que ha alcanzado esta alianza bilateral.

El secretario de Defensa estadounidense anunció que los marinos designados en Okinawa, en la parte más al sur de las islas japonesas cercanas a Taiwán, contarán con más capacitación y rapidez de reacción ante una potencial crisis. Mientras se van preparando para responder frente a un ataque real, de momento sirve como un efecto disuasorio para minimizar las provocaciones de Beijing que cada vez son más constantes. También se informó que Tokio se equipará con misiles de largo alcance. Todo esto mientras los aliados intentan navegar los avances tecnológicos chinos que representan per se otro grandísimo riesgo.

Tokio ya contaba con una Estrategia de Seguridad Nacional elaborada en el año 2013 pero este nuevo relanzamiento se debe a que “la comunidad internacional ha pasado por cambios rápidos, sobre todo el centro de gravedad del poder global que se traslada a la región del Indo- Pacífico”. Y continúa el documento oficial “es probable que estos cambios continúen a mediano o largo plazo y acarreen consecuencias históricas que transformarán la naturaleza de la comunidad internacional”.

De igual forma, la estrategia explica como los dominios cibernéticos, marítimos, espaciales y electromagnéticos muestran más riesgos para el libre acceso. En particular la amenaza de los ciberataques que es cada vez mayor pues se han venido utilizando para inhabilitar o destruir infraestructuras, interferir en elecciones extranjeras, exigir rescates y robar información confidencial, siendo en muchos casos patrocinados por Estados. Por lo que predicen que las guerras futuras serán híbridas, en las que se combinen medios militares y no militares, haciendo uso de la desinformación mediática generando por tanto confusión antes de un ataque armado.

Tanto para Japón como para Estados Unidos la región del Indo-Pacífico es el núcleo de la actividad global y hogar de más de la mitad de la población del planeta. Su dinamismo económico por tanto es inmenso, por ser la intersección del Pacífico y el Índico, ambos océanos son motores de crecimiento mundial. Y además la región tiene también el reto de contar con Estados con grandes capacidades militares, armas nucleares y valores humanos opuestos a lo establecido por el derecho internacional que representan un gran riesgo para el bienestar del mundo.

China es, sin lugar a duda, la mayor de todas las amenazas, razón por la que el QUAD (Estados Unidos, India, Australia y Japón) aunque cuenta con más de 15 años de creado, ha sido reforzado por la Administración de Biden, mientras crearon el AUKUS a finales del 2021 en busca de fortalecer y dotar de capacidad y respaldo a Australia y reforzar la cooperación en tecnología avanzada de defensa, como inteligencia artificial y vigilancia de larga distancia. Por lo que ambas organizaciones junto con la cercanía de la relación bilateral nipón-americana vienen a robustecer aún más la defensa del estado de derecho y el desequilibrio en la región del Indo- Pacífico.

Biden dijo en febrero del 2021 que “las alianzas de Estados Unidos son nuestro mayor activo y liderar con diplomacia significa estar hombre con hombro con nuestros aliados y socios claves”. El siglo XXI ha mostrado nuevas retos y amenazas, el progreso tecnológico y la globalización unieron y ayudaron tremendamente al mundo en el siglo XX, pero hoy es el detonante de la división que estamos viviendo y la razón de los nuevos equilibrios de poder global que están marcando el curso de la historia.

INTERREGNUM: Japón regresa a la geopolítica. Fernando Delage

La invasión rusa de Ucrania no sólo transformará la identidad de la Unión Europea como actor internacional. El apoyo a Moscú por parte de Pekín ha puesto de relieve la estrecha interconexión existente entre la seguridad euroatlántica y la seguridad asiática, propiciando una evolución similar en las democracias de esta última región. Así como los europeos—Alemania en particular—han despertado de su inocencia geopolítica para afrontar la realidad del desafío revisionista planteado por dos potencias autoritarias al orden internacional, la guerra de Ucrania ha contribuido asimismo a que Japón avance un escalón más en el proceso de normalización de su política de seguridad emprendido hace una década.

La amenaza de Corea del Norte, una China más asertiva en sus reclamaciones de soberanía y militarmente más poderosa, y una alianza con Estados Unidos condicionada por un incierto escenario internacional, condujeron a finales de 2013 a importantes cambios en las bases de la diplomacia japonesa. El gobierno de Shinzo Abe creó el Consejo de Seguridad Nacional, aprobó la primera Estrategia de Seguridad Nacional y actualizó las orientaciones de la política de defensa. Sin modificar la Constitución, que en su artículo 9 limita la proyección militar del país, una ley le otorgó en 2015 el derecho de autodefensa colectiva, sujeto a condiciones muy estrictas. Abe mejoró por otra parte la interoperabilidad con las fuerzas armadas de Estados Unidos y firmó acuerdos de asociación estratégica con India, Australia y varios miembros de la ASEAN.

Como en otros momentos clave de su historia, Japón supo adaptarse a la alteración de la estructura del sistema internacional. Siguiendo esa línea de continuidad, el actual primer ministro, Fumio Kishida, ha procedido a un nuevo reajuste, con la diferencia de que, esta vez, quedan prácticamente superadas las premisas que marcaron la acción exterior del país tras la segunda guerra mundial. Desde 1945, Japón no ha conocido un entorno de seguridad más complejo que el de estos tiempos.

Así lo percibe la revisión de la Estrategia de Seguridad Nacional (ESN) anunciada por Kishida el pasado viernes. Frente al “desafío estratégico sin precedente” que representa China, la “amenaza cada vez más grave e inminente” de Corea del Norte y la “grave preocupación de seguridad” que es Rusia, Japón no tiene otra opción que reforzar sus capacidades defensivas y de disuasión. Conforme a los cambios previstos (detallados, además de en la ESN, en otros dos documentos que actualizan simultáneamente las directrices de defensa nacional), el país contará con medios de respuesta directa contra el territorio de otro país (respetando en cualquier caso las estrictas limitaciones legales de 2015) y, al igual que los miembros de la OTAN, aumentará su gasto en defensa hasta el dos por cien del PIB en cinco años. Dado el tamaño de su economía, esto significa que, pese a la aparente paradoja de su Constitución pacifista, Japón contará con el tercer mayor presupuesto militar del planeta, tras Estados Unidos y China.

La guerra de Ucrania ha servido para crear un amplio consenso nacional con respecto a la necesidad de fortalecer la política de defensa. No se han resuelto, en cambio, las diferencias sobre cómo financiar ese gasto, dadas las circunstancias demográficas y económicas de la nación, así como su gigantesca deuda pública. Pero lo relevante es este regreso de Japón como actor geopolítico proactivo, asumiendo un papel que, más allá de sus meros intereses nacionales, aspira a crear una estructura regional estable y basada en reglas. Sumados estos cambios a sus iniciativas de seguridad económica—concretadas en una ley aprobada en mayo—, y a la firme defensa normativa de los valores democráticos, Japón ha adquirido un liderazgo regional y una proyección global que se traducirá asimismo en una coordinación aún mayor con Estados Unidos y con sus socios europeos frente a los grandes desafíos estratégicos de nuestro tiempo.

China: la ambigüedad calculada como arma diplomática

China está intentando recomponer sus relaciones con los países del Pacífico tratando de dar la sensación de que no es un enemigo ni un peligro sino un activo buscador de la distensión y la creación de un clima de paz en la región. Eso sí, sin aludir a las provocaciones de su aliado de Corea del Norte ni a sus reiteradas amenazas de destrucción de la única parte de territorio chino que vive en un régimen de libertades, garantías y libre comercio: Taiwán.

Hace unos días se encontraron los líderes de China y Japón y en el marco de este encuentro Japón expresó “serias preocupaciones” sobre cuestiones de seguridad regional a Xi Jinping, en Bangkok, donde el primer ministro Fumio Kishida y el presidente chino mantuvieron sus primeras conversaciones cara a cara.

Los dos países son socios comerciales pero las relaciones se han agriado en los últimos años a medida que el régimen chino refuerza su ejército y sus ambiciones en la región.

“Expresé mis serias preocupaciones por la situación en el mar de China Oriental, incluidas las islas Senkaku”, dijo Kishida a los periodistas, en referencia a unos islotes en disputa controlados por Japón que China denomina Diaoyutai. También indicó que le había planteado su preocupación por “las actividades militares de China, incluidos los lanzamientos de misiles balísticos” desde su territorio.En agosto varios misiles chinos disparados durante unas maniobras militares en torno a Taiwán habrían caído en la zona económica exclusiva de Japón.

No obstante, ambos países han acordado hacer un esfuerzo para mantener abiertas líneas permanentes de comunicación ante cualquier discrepancia y su disposición a avanzar por caminos de distensión. China, por su parte ha hecho una lectura más optimista aún al sostener que “China y Japón conmemoraron conjuntamente el 50° aniversario de la normalización de las relaciones bilaterales este año, Xi dijo que las dos partes han adoptado los cuatro documentos políticos China-Japón y han llegado a varios importantes entendimientos comunes.

Esto ha generado –ha añadido Pekín- importantes beneficios para los dos pueblos y ha contribuido a la paz, desarrollo y prosperidad regionales. Al indicar que China y Japón son vecinos cercanos, subrayó que la importancia de la relación China-Japón no ha cambiado y no cambiará. Xi hizo énfasis en que las dos partes tienen que tratarse con sinceridad y confianza y aprender las lecciones de la historia, y añadió que tienen que ver el desarrollo de ambos de forma objetiva y racional, y traducir en políticas el consenso político de que los dos países deben ser socios, no amenazas”.

Esta es la esencia de la política exterior china, el más desarado ejercicio de hipocresía política, cualidad abundante en el mundo pero que ejercida desde un Estado totalitario aparece en toda su desnudez. Pero con estas cartas hay que jugar la partida.

Kamala Harris en Asia. Nieves C. Pérez Rodríguez

A finales de la semana pasada, la Casa Blanca anunciaba la asistencia de la vicepresidenta Harris al funeral del primer ministro Abe. En el marco de la visita se va a aprovechar para cubrir temas críticos para las alianzas estadounidenses. Tal y como hemos venido afirmando, la región del Indo Pacífico es la columna vertebral en materia de política exterior y China la mayor preocupación de Washington.

Este es el segundo viaje de Harris a Asia. El primero fue el verano pasado cuando hizo una gira por dos países del sureste asiático, con la intención de generar un acercamiento después de que los primeros meses de la Administración Biden fueron distantes, a pesar de que Washington ha sostenido consistentemente su compromiso de larga data tanto con Vietnam y con Singapur.

ublicó en su momento la oficina de la vicepresidenta “estamos de regreso en una región de importancia crítica en el mundo”. Ese ha sido el mensaje a través de todos los encuentros, visitas e incluso afirmaciones tanto del secretario de Estado como del de Defensa o el mismo Biden.

Este viaje debe servir para robustecer el fuerte compromiso tanto económico como de seguridad que Estados Unidos tiene con el otro lado del Pacifico. En este sentido, el portavoz de la Casa Blanca señaló que esta gira tiene un triple propósito, primero honrar la memoria y el legado de Abe. En segundo lugar, reafirmar el compromiso de Estados Unidos con los aliados en un entorno de seguridad cada vez más complejo. Y el tercero, profundizar el compromiso de Washington con la región del Indo-Pacífico.

La Casa Blanca adelantaba que se aprovecharía para llevar a cabo reuniones estratégicas para discutir temas como la fortaleza de la alianza bilateral con Japón. Una cooperación entre ambos que incluye materia espacial, temas regionales y globales, incluida la estabilidad del Estrecho de Taiwán, la importancia de promover un Indo-Pacifico libre y abierto y la preservación de la paz.

Entre los puntos más destacados de la agenda está la reunión con el primer ministro australiano, Anthony Albanese, que es clave para la discusión del estatus de la región y las actividades del Quad, o alianza cuadrilateral en materia de seguridad entre India, Australia, Japón y EE. UU.

Así mismo, Harry tiene previsto reunirse con el primer ministro surcoreano Han, quien también se encuentra en Tokio, para discutir el eje de seguridad y prosperidad en el Indo-Pacífico.  En la visión de la Administración Biden Corea del Sur es prioritario para atender los desafíos globales empezando por los de la propia península de Corea.

En la visión de la Administración Biden, Corea del Sur es prioritario para atender los desafíos globales empezando por los de la propia península de Corea.

También se prevé encuentros con ejecutivos de empresas japonesas de la industria de semiconductores para debatir sobre los chips y el proyecto de ley en ciencia recién convertido en ley en Washington e intentar persuadir de que tener un marco legal como ese brinda muchos beneficios no solo a los Estados Unidos sino también a sus aliados y socios.

En este sentido, las inversiones en manufacturas en territorio estadounidense ocupan una prioridad muy alta, junto con la elasticidad y diversificación de la cadena de suministros, en pro de prevenir cualquier disrupción sobre todo después de los grandes problemas vistos durante la pandemia. Washington ve en Tokio un aliado estratégico no solo en cuanto a la seguridad y defensa de la región sino también como socio vital en todos los frentes en los que China representa un problema.

En efecto, después de la primera reunión entre Harris y el primer ministro japonés Kishida, la vicepresidenta tuiteó que la alianza entre ambas naciones es más fuerte que nunca. Y ratificó el compromiso de seguir fortaleciendo la alianza, ya que es fundamental para la prosperidad y la seguridad del pueblo estadounidense.

Con la compleja situación internacional, la caída de la economía como consecuencia de la pandemia en todos los países, los altos precios del petróleo, la inseguridad alimentaria producto de la invasión rusa a Ucrania y lo escasa o ninguna transparencia china en el origen de la pandemia y las extremas medidas de contención del virus, ha habido una especie de despertar en muchas naciones. Países que eran aliados como Japón y Estados Unidos, tienen interés en mostrar más sus vínculos, o como la UE y Washington, que han cerrado fila en contra del agresor, sin medias tintas.

Y países que han venido siendo presionados por Beijing para aceptar sus condiciones, empiezan a ver las consecuencias de los estrangulamientos de los créditos chinos, como ha sucedido en Zambia o Sri Lanka, por nombrar casos emblemáticos.

Sobre todo, los países cuyas fronteras están cerca de las chinas o comparten mares con Beijing temen perder la libertad de los mismos, la capacidad soberana de tomar decisiones porque el gigante asiático se imponga por la ley del más fuerte.

Son esos temores los que están acercando viejas alianzas, fortaleciendo acuerdos y recordarles a los mismos estadounidenses que la presencia es insustituible y necesaria. Esperemos pues que la vicepresidenta desenvuelva un buen papel, contenga sus comentarios defensivos frente a la prensa, y el centro de atención lo ocupe los temas en materia de seguridad de la región y desarrollo de alianzas económicas.

 

El Océano Índico, ¿Un tablero de ajedrez? Ángel Enríquez de Salamanca Ortíz

El Océano Índico es el tercer océano más grande del mundo, y se extiende desde el este de África hasta la costa oeste de Australia, incluye el Mar Rojo y el Golfo Pérsico y conecta más de 30 países como Sudáfrica, Singapur, Egipto, Timor Oriental o Indonesia. Un océano por el que circulan dos tercios del comercio mundial y que da acceso al estrecho de Malaca, uno de los estrecho mas importantes del mundo por conectar la región de Asia-Pacifico con Oriente Medio y África.

Pero este océano no solo da acceso al estrecho de Malaca, también da acceso al estrecho de Ormuz, al estrecho de Bad-El-Mandeb y al Canal de Suez, es decir, 4 de los 7 estrechos más importantes del mundo se encuentran en el océano Índico, a excepción del Canal de Panamá, el estrecho de Daneses y el de Turquía. Por poner algún ejemplo, solo por el estrecho de Ormuz ya circula el 20% del crudo mundial; las consecuencias del Evergiven, encallado en el Canal de Suez en el 2021, fueron devastadoras para la logística mundial y para las pequeñas y grandes empresas en todo el mundo; o solo por el estrecho de Ormuz y Malaca circula casi dos tercios del crudo mundial. Un océano que ha ganado importancia a nivel mundial, sobre todo, desde el ascenso de China como potencia mundial.

Uno de los proyectos más ambiciosos del mundo, la Ruta de la Seda de China, unirá el país asiático con África y Europa, y lo hará por tierra y por mar, por el Océano Índico. India, potencia emergente, está creciendo a ritmos acelerados y muy posiblemente se convierta en una potencia mundial en las próximas décadas, y reclamará su dominio en la región y, por lo tanto, en el Océano Índico.

Este océano es reclamado por los países de la zona al igual que Estados Unidos, potencia militar mundial, dispone de bases militares en el Pacifico, en Guam o en el Atolón de Midway con el objetivo, primero disuasorio, y segundo proteger las rutas marítimas que van hasta sus costas, y para frenar a contrabandistas o piratas que intentan bloquear el comercio marítimo mundial.

El “collar de perlas” es un conjunto de bases militares de China en el Índico, que conecta al país con África y Oriente Medio, dos regiones desde las que China importa la mayor parte de sus recursos, unas bases militares con el objetivo de dar estabilidad a estas rutas marítimas por las que circulan las importaciones del gigante asiático: bienes de consumo o petroleo, entre otros, tan necesarios para mantener su crecimiento económico.

 

Fuente: https://dossiergeopolitico.com

Este “collar de perlas” esta formado por un conjunto de bases militares en el Océano Índico que garantizarían la seguridad de sus buques y aumentaría la influencia en la zona, puertos como por ejemplo el de Gwadar o el de Yibuti.

Con la base de Yibuti, primera base militar china en el extranjero, el país asiático incrementaría su importancia estratégica y militar en la zona , una región donde China invierte millones de dólares en los países del litoral índico. En la base de Gwadar (Pakistán) China también ha invertido grandes cantidades de dinero con el fin de asegurar el corredor económico China-Pakistán (CPEC) que conecta por vía terrestre a China con el Océano Índico, lo que garantiza una conexión con la Ruta de la Seda. Un puerto crucial para el gigante asiático que puede convertirse en un centro comercial de primer nivel que conecte Asia y Oriente Medio. Además, Pakistán esta involucrado en un conflicto con la India por la región de Cachemira, un conflicto iniciado en 1947, pos-colonial, que ha generado 3 guerras y que, a día de hoy, sigue abierto entre otras cosas, por uno de los recursos más valiosos del planeta: el agua.

El Puerto de Hambantota (Sri Lanka) también es un punto clave, no solo por poder garantizar las seguridad en las rutas marítimas hacia China, sino porque también puede controlar los movimientos de la India y tener un refuerzo militar en caso de conflicto directo. Un país endeudado con China que, en 2015, se vio obligado a ofrecer el puerto de 60 km² por un periodo de 99 años.

Bangladés, en la región de Chittagong se encuentra el puerto más grande del país, un puerto, también, en manos chinas.

India, por su lado, está en posesión de las Islas de Andaban y Nicobar, unas islas en el Océano Índico que podrían bloquear los cargueros con destino a China, lo que podría provocar el colapso del gigante asiático al quedarse sin recursos provenientes de África y Oriente Medio. Además, India, ve con temor el collar de perlas por considerarlo un cerco a su región pudiendo causar bloqueos comerciales o ataques directos y próximos a sus costas. A pesar de que China ha manifestado que el Collar de Perlas tiene el único fin de garantizar la seguridad de sus buques, India, que también aspira a convertirse en líder de la región, ha incrementado su presupuesto militar y ha realizado acuerdos con países como Irán para establecer, también, puertos marítimos en posiciones estratégicas cercanas a las de chinas o en regiones como Omán o Seychelles.

El océano Índico se ha convertido en otro campo de batalla entre China y la India, un terreno de juego crucial para asegurar el suministro y controlar las rutas marítimas más importantes del mundo. Un posible conflicto en esta zona o un bloqueo por parte de una de las dos potencias podría desencadenar consecuencias devastadoras para toda la región de Asia-Pacifico, África, Oriente Medio y Oceanía. Un conflicto por este basto océano que se añade al ya existente entre las dos potencias más pobladas del mundo en la “Linea de Control Actual”, la frontera en discordia, de más de 4.000 kilómetros entre ambos países desde hace más de 60 años. El océano Índico será la región que determinará quien tendrá la hegemonía en Asia en las próximos décadas, y para ello, las alianzas económicas, políticas o militares con los países colindantes será clave para el dominio de este basto océano, una partida de ajedrez entre las dos potencias nucleares para controlar las rutas marítimas más importantes del mundo que dan sustento al comercio mundial de bienes y servicios.

Ángel Enríquez de Salamanca Ortíz es Doctor en Economía por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Relaciones Internacionales en la Universidad San Pablo CEU de Madrid

www.linkedin.com/in/angelenriquezdesalamancaortiz

@angelenriquezs

Taiwán la joya del Pacífico oeste. Nieves C. Pérez Rodríguez

Factum, el centro de investigación y pensamiento con sede en Sri Lanka dedicado a estudiar las relaciones internacionales, cooperación tecnológica y comunicaciones estratégicas de Asia, publicaba un artículo la semana pasada titulado Taiwán la joya del Pacifico oeste en el que su autor, Kasum Wijetilleke, hacía un paseo por la historia de Taiwán y las razones por las cuales es una isla tan apetecible.

Tras la primera guerra chino-japonesa, en 1885, cuando la dinastía Qing cedió la isla de Taiwán bajo el Acuerdo de Shimonoseki, daba comienzo así la creación de la primera colonia del Japón imperial. El plan de los japoneses era crear una colonia modelo para así demostrar la superioridad de la “japonización”.

Lo primero fue desarrollar vías de comunicación e infraestructuras, así como una red de salud pública y sistemas de saneamiento.  Integrar a los taiwaneses al sistema de educación que fue una prioridad. Aunque los locales solo recibían educación primaria obligatoria mientras que la secundaria era exclusiva para los japoneses. Sin embargo, el autor afirma que los japoneses sentaron una importante base para el desarrollo humano y el crecimiento económico en la entonces precaria isla.

El experimento del modelo de colonización que desarrolló Japón en Taiwán fue un éxito puesto que estableció orden, erradicó enfermedades existentes, modernizó la isla y creó una economía que fue la base de la que tienen hoy. Aunque Japón gobernó con mano dura y sin contemplaciones.

Así continuó hasta la década de 1940 cuando se promulgaron importantes reformas agrarias en Japón y que los taiwaneses replicaron, pero bajo un modelo propuesto por la comisión conjunta de Estados Unidos y Taiwán que construyó una base agrícola para el desarrollo de la economía de la isla.

Wijetilleke subraya que Taiwán se benefició enormemente de la política exterior y las consideraciones estratégicas de Estados Unidos puesto que el Partido Nacionalista Kuomintang (KMT) tenía conexiones cercanas con Washington y el presidente Roosevelt había estado fomentando un acuerdo con el líder del KMT Chiang Kai Shek.

Taiwán es devuelta a China por el acuerdo del Cairo en 1943 y ratificado dos años más tarde, a pesar de que el comunismo avanzaba y controlaba China. Con este acuerdo, Taiwán quedó como una provincia china, pero comenzó un sistema de autonomía que ya los japoneses habían permitido, pero en este punto sin colonos comenzaron a desarrollar una identidad más propia.

Tras la derrota japonesa y la toma del poder por los comunistas en la China continental, los nacionalistas chinos derrotados se instalaron en la isla sustrayéndola del control de Beijing.

Entre los años 50 y 80 Taiwán recibió muchas inversiones provenientes de los Estados Unidos destinadas al desarrollo en áreas de infraestructuras, educación, industria y tecnología de comunicaciones. En 1979, Estados Unidos aprueba el histórico acuerdo la ley de relaciones con Taiwán que formuló las disposiciones para el establecimiento diplomático con Taiwán, además de asegurar la protección militar estadounidense a la isla e incluso proporcionarle armamento de carácter defensivo a Taiwán si lo necesitara.

La liberación de los mercados en los setenta, junto con la planificación y el apoyo estatales, una fuerza laboral capacitada, mano de obra a bajo costeo, adecuadas infraestructuras físicas y tecnológicas atrajeron inversiones tanto estadounidenses como japonesas a Taiwán.

Domésticamente, las industrias pequeñas y medianas en manos de familias y empresarios impulsadas por el gobierno de Taiwán a través de préstamos pequeños y subsidios fueron clave para estimular el crecimiento de una clase media fuerte y una base industrial potente en manos de los taiwaneses.

Con esas bases nace lo que el autor llama el “milagro de Taiwán”. En los ochenta, la economía taiwanesa se había convertido en uno de los “tigres asiáticos” junto con Singapur, Hong Kong y Corea del Sur debido a que se convierte en un centro de fabricación de alta tecnología.

La relación de China con Taiwán, subraya el autor, refleja la dinámica rusa-ucraniana. En ambos casos está la presencia de un Estado mucho más grande y poderoso cerca de una nación separada que es considerablemente más pequeña, pero con un mismo idioma y vínculos compartidos. Y en ambos casos los grandes Estados tienen a su joya de la corona, Ucrania era el proveedor de maíz y trigo para la Unión Soviética, lo que lo era clave, pero Taiwán hoy es mucho más importante en la cadena de suministro mundial de fabricación y tecnología.

Taiwán concentra la fabricación de semiconductores utilizados en casi todos los equipos que se fabrican en el mundo. Sólo por el hecho de que las empresas taiwanesas satisfacen más del 50% de la demanda china de semiconductores, y las americanas dependen aún más de los conglomerados taiwaneses que manufacturan los semiconductores, Taiwán adquiere una importancia estratégica.

A pesar de las inversiones chinas en esta área, la industria taiwanesa está cinco años por delante a la tecnología china. Debido a esta situación, el Congreso de los Estados Unidos recientemente aprobó la legislación del Chips que provee de un subsidio de unos 50 mil millones de dólares por cinco años a empresas que se dediquen a la fabricación de tan codiciado componente. Y lo que a priori ha incentivado es un acuerdo para el establecimiento de una planta de semiconductores taiwaneses en Arizona en el 2024.

China, por su parte, es indudablemente el hub más grande de manufacturas en el mundo y a pesar de los 14.000 km de costas que posee la salida y distribución de mercancías no es una tarea fácil. La dinámica es compleja debido a los miles de islas en la zona y que varían en tamaño, lo que complica la navegación marítima.

Las islas japonesas Ryukyu, Borneo y Sumatra así como Filipinas e indudablemente Taiwán, todas fueron utilizadas inicialmente como un escudo defensivo para la costa occidental de EE.U. y luego se convirtieron en una contra defensa eficaz contra posibles invasiones chinas desde el Pacífico occidental. La estrategia de contención fue denominada “cadena de defensa de islas” según el secretario de Estado John Foster Dulles.

En este contexto, Taiwán sigue siendo la joya de la corona en la estrategia de contención. Está ubicada justo en el centro de la inmensa costa de China lo que podría convertirse en un embudo para la maquina comercial global de China. Sin contar con los lazos históricos que existen entre ambos, la ubicación de Taiwán convierte a la isla en la “joya” en la cadena de defensa que la isla le daría a China el control de un lugar de avanzada clave desde el cual ingresar al Océano Pacífico Occidental.

Taiwán representa una intersección significativa entre la seguridad nacional, los intereses económicos y la enemistad histórica, lo que la convierte posiblemente en la isla estratégicamente más importante del siglo XXI, concluye el autor.

Japón quiere revisar su doctrina de defensa

La invasión rusa de Ucrania ha supuesto una patada en el tablero del orden geoestratégico mundial que está obligando a prácticamente todos los países del mundo a revisar sus estrategias de seguridad y sus alianzas políticas desde ámbito regional al internacional. El conflicto europeo está, en mayor o menor medida, detrás de la mayoría de las decisiones estratégicas del planeta y eso supone como se ha venido afirmando una revisión de todos los  compromisos, públicos y secretos, explícitos e implícitos, adquiridos tras el fin de la II Guerra Mundial y durante el largo y peligroso periodo denominado Guerra Fría en que el peligro de la extensión de dictaduras comunistas con apoyo soviético era la principal amenaza para las libertades y el bienestar europeo y occidental.

Japón es un ejemplo. Tras la derrota de su régimen criminal, el país volcó sus energías en la modernización, el crecimiento económico y la construcción de un sistema democrático cuya eficiencia ha sido ejemplar. Y todo ello garantizado por un esquema de seguridad basado en la limitación de fuerzas propias y en un paraguas disuasorio proporcionado por su alianza con Estados Unidos.

Ahora que está en auge la rivalidad entre los países democráticos y autocráticos, Japón necesitará revisar su estrategia de seguridad para tratar al mismo tiempo con China, que está intensificando su actitud hegemónica, y Corea del Norte, que continúa con su desarrollo nuclear y de misiles, así como con Rusia con quien Japón tiene contenciosos territoriales procedentes aún de la II  Guerra Mundial. Con este escenario el gobierno japonés ha anunciado un proceso de revisión de sus parámetros de seguridad.

“Ucrania podría ser mañana Asia Oriental”, ha mencionado de forma repetida el primer ministro japonés Kishida Fumio en sus discursos en foros internacionales desde que comenzara la invasión rusa de Ucrania el 24 de febrero. El líder japonés se mantiene alerta ante posibles acciones inesperadas en la región, como un posible conflicto en torno a Taiwán. De hecho, ya se ha filtrado que Tokio está estudiando el despliegue de un sistema propio de misiles de largo alcance capacitados para actuar frente a eventuales agresiones china o norcoreana. El Gobierno de Japón deliberará sobre el fortalecimiento de sus capacidades de defensa mediante la revisión, a finales de este año, de tres conjuntos de documentos relativos a la materia, entre ellos la estrategia de seguridad nacional.

El gobiero japonés ha anunciado oficialmente que pretende repensar cómo actuar ante China y Rusia mientras profundiza en la alianza con los Estados Unidos y refuerza la colaboración con sus aliados y otros países con valores semejantes, así como en el marco del Quad, del que forman parte Japón, los Estados Unidos, Australia e India, y otras alianzas.

INTERREGNUM: El legado de Abe. Fernando Delage  

Desde hace al menos una década, Japón afronta un triple dilema en su entorno geopolítico: cómo prevenir un estatus subordinado a China en Asia; cómo corregir una excesiva dependencia en su relación con Estados Unidos; y cómo equilibrar las relaciones con ambas potencias sin convertirse en rehén de su rivalidad. Puesto que Japón no puede permitirse abandonar la alianza con Washington ni renunciar a su relación de interdependencia económica con Pekín, tenía que dar forma a una estrategia  que permitiera defender sus intereses y valores en esta era de cambios en el equilibrio de poder.

Fue Shinzo Abe, el exprimer ministro asesinado el pasado 8 de julio, quien supo articular una respuesta a esa encrucijada, abandonando las premisas de la diplomacia japonesa posterior a 1945—la conocida como “doctrina Yoshida”—, para dar a su país una nueva identidad como actor internacional. Sus propuestas fueron, no obstante,  más lejos, pues supo intuir como pocos los vientos de cambio que se avecinaban en la seguridad regional y, con sus ideas e iniciativas, hizo que fueran otros actores—Estados Unidos incluido—los que le siguieran. Así ocurrió con el concepto del Indo-Pacífico, que no existió hasta que Abe lo empleó para describir la realidad de una Asia cada vez más interdependiente, o con el diseño del QUAD como expresión de una comunidad definida por los valores democráticos.

Considerando a un mismo tiempo los intereses de Japón y los de la región en su conjunto, Abe construyó una estructura diplomática que perseguía tres objetivos. El primero de ellos consistía en preservar el equilibrio de poder en Asia estableciendo un contrapeso eficaz de China. Aunque el eje principal de este último es el sistema de alianzas liderado por Estados Unidos, Japón lo ha completado durante estos años con una red adicional de asociaciones estratégicas con otros Estados vecinos. Participando de manera proactiva en la redefinición de la arquitectura de seguridad regional con el fin de condicionar el margen de maniobra chino, mientras de manera paralela ha “normalizado” su propia política de defensa (eliminando algunas de las restricciones impuestas por la Constitución a su acción internacional y ampliando sus capacidades militares), Japón ha ampliado su espacio estratégico y adquirido una mayor flexibilidad para adaptarse a un eventual escenario de inestabilidad.

Un segundo objetivo promovido por el gobierno japonés ha sido la integración económica de la región, sin dejar fuera a China. Japón es la mayor economía del CPTPP—es decir, el antiguo TPP sin Estados Unidos—y la segunda en el RCEP. Sus capacidades financieras y tecnológicas, sumadas a las iniciativas acordadas con otros socios en materia de infraestructuras de calidad, control de sectores estratégicos y gobernanza digital, contribuirán a prevenir que el continente se oriente en su totalidad hacia China.

Por último, Abe hizo de la defensa de los valores liberales un núcleo central de su política exterior. Como indicó la Estrategia de Seguridad Nacional de 2013, la primera en la historia del país, los intereses nacionales de Japón residen en “el mantenimiento y protección de un orden internacional basado en reglas y valores universales, como la libertad, la democracia, el respeto a los derechos humanos fundamentales y el Estado de Derecho”.

Responsable de que Japón haya vuelto a ser un actor estratégico—la guerra de Ucrania ha reforzado aún más sus argumentos—, Abe deja un vacío difícil de cubrir. Aun fuera del gobierno, su liderazgo seguía presente, marcando una misma orientación a sus sucesores. Su ausencia puede conducir a posiciones menos explícitas en determinados asuntos, pero sin que pueda ignorarse la infraestructura de seguridad construida durante sus cerca de ocho años en el poder. La actualización—prevista para finales de año—de la Estrategia de Seguridad y de las orientaciones de las fuerzas de autodefensa, confirmará esta transformación en la acción exterior de Japón, que representa a su vez uno de los hechos más relevantes de las relaciones internacionales del Asia contemporánea.

INTERREGNUM: Malas noticias para Pekín. Fernando Delage

Las últimas semanas no han sido fáciles para los dirigentes chinos. Los problemas parecen acumularse en un año en el que Xi Jinping quería verse libre de obstáculos de cara a la confirmación de su tercer mandato en el XX Congreso del Partido Comunista en otoño. El escenario económico empeora, mientras la primera visita de Biden a Asia ha servido para demostrar que, pese a la guerra de Ucrania, China no ha dejado de ser la prioridad central de la política exterior de Estados Unidos.

Los datos dados a conocer el 16 de mayo han revelado el impacto negativo que la política de covid-cero (con decenas de millones de personas confinadas), además de los efectos indirectos del conflicto en Ucrania, están teniendo sobre la economía: en abril se registraron los peores indicadores de los dos últimos años. Sin embargo, lejos de dar marcha atrás en la posición adoptada con respecto a la pandemia, el Comité Permanente del Politburó ha publicado duras advertencias contra quienes la cuestionen. Con independencia de las dudas sobre su eficacia desde una perspectiva sanitaria, su coste económico impedirá en cualquier caso que pueda lograrse el objetivo de un crecimiento del 5,5 por cien del PIB en 2022 (se aspiraba a conseguir una cifra superior a la de Estados Unidos).

Xi piensa que el liderazgo del Partido Comunista y “las ventajas del sistema socialista” bastan para resolver los problemas que afronta la nación. Así lo afirmó en el discurso que pronunció en la conferencia interna sobre economía celebrada el pasado mes de diciembre, y que ha publicado recientemente Qiushi, la revista teórica del Partido. Las dificultades existentes, dijo el presidente, tienen como principal causa la expansión sin freno del capital y del sector privado, un proceso que debe limitarse devolviendo un mayor control al gobierno. Esa ha sido en realidad su posición de siempre, lo que no ha evitado, sin embargo, la aparición de rumores sobre posibles enfrentamientos entre distintas facciones políticas.

La economía no es la única preocupación de Pekín. El viaje de Biden a Corea del Sur y Japón ha servido para reafirmar el compromiso estratégico norteamericano con la contención de la República Popular. Y da idea de la percepción de alarma de Pekín la activa campaña realizada en días previos por los responsables de su diplomacia con el fin de advertir a los socios de Washington del riesgo de una nueva guerra fría entre dos bloques.

En su visita a Corea del Sur, Biden confiaba encontrar en el nuevo gobierno del conservador Yoon Suk-yeol una mayor disposición a cooperar de lo que fue posible con su antecesor, el liberal Moon Jae-in. Washington quiere ampliar el enfoque regional de la alianza con Seúl y hacer que ésta se aproxime gradualmente al QUAD (el grupo formado por Estados Unidos, Japón, India y Australia). Un primer paso consiste en ayudar a mejorar las deterioradas relaciones entre Corea del Sur y Japón. Con el problema nuclear norcoreano por medio, siempre resultará difícil, no obstante, que Seúl se sume de manera explícita a una política de enfrentamiento con Pekín.

En Japón Biden dio un nuevo impulso a la alianza con su principal socio asiático, coincidiendo con el proceso de actualización por el gobierno de Fumio Kishida de la Estrategia Nacional de Seguridad, a la vez que se sondea la posibilidad de la incorporación japonesa a AUKUS. Pero la estancia en Tokio del presidente norteamericano no respondía sólo a motivaciones bilaterales; fue también la ocasión para anunciar formalmente el plan económico de la Casa Blanca para la región (el “Indo-Pacific Economic Framework, IPEF”), y asistir a la segunda cumbre presencial a nivel de jefes de Estado y de gobierno del QUAD. El IPEF se presentó con algunos cambios tras las reservas mostradas por los líderes de la ASEAN en la cumbre celebrada en Washington la semana anterior. En cuanto al QUAD, éste ha adquirido una creciente relevancia a la luz de la agresión rusa en Ucrania, si bien se plantean nuevas dudas sobre India, país que, como es sabido, no puede prescindir de Moscú en su política de contraequilibrio de China.

Biden regresa a la Casa Blanca después de transmitir un claro mensaje de compromiso con la estabilidad asiática pese a la guerra en curso en Europa, y haber reforzado la cooperación con sus aliados frente a las ambiciones revisionistas chinas. La retórica y las advertencias de Pekín parecen confirmar que ha logrado su principal objetivo.