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EE.UU.: gestos de distensión con China

La visita de Antony Blinken, secretario de Estado de EE.UU., a China, y su encuentro con Xi Jinping revelan un esfuerzo norteamericano por contener la tensión con China, objetivar los puntos de máxima tensión y reforzar los canales de contacto que deben funcionar antes de que un choque o un desencuentro deriven en un conflicto de mayor envergadura.

Aunque, según se ha sabido tras las reuniones, la mayor parte de la conversaciones han tratado de buscar soluciones para encauzar las diferencias comerciales y la necesidad de respetar las reglas del libre comercio internacional, que China ignora en su mayor parte, es importante la reafirmación por parte de EE.UU. de que no van a apoyar una declaración unilateral y formal de independencia por parte de Taiwán.

Como es sabido, Taiwán, como sistema político diferenciado de la China continental, nace de la instalación en el territorio insular de los derrotados por el asalto al poder en 1949 por parte de los comunistas chinos liderados por Mao Tse Tung. Tras etapas de autoritarismo, Taiwán ha devenido un en una democracia de éxito, político y comercial, homologable a los países mas desarrollados. Pero, hasta hace poco, Taiwán se ha considerado China, democrática pero china, y ha aspirado a una reunificación bajo un régimen democrático. Desde Pekín se pretende, y se amenaza, restaurar la unidad, si hace falta con la fuerza bajo su sistema autoritario.

Mientras, en Taiwán ha ido apareciendo fuerzas, y no precisamente minoritarias, que plantean dejar de obsesionarse con lograr una reunificación democrática y proclamar la independencia sin excluir una unidad a más largo plazo. Y ese proyecto, que sería más propagandístico y simbólico que otra cosa, es inadmisible para una China que teme que encuentre apoyos occidentales. EE.UU. nunca ha abonado esa idea, aunque mantiene excelentes y cada vez más estrechas relaciones con la isla.

El crecimiento del independentismo taiwanés, unido a los choques comerciales chino-estadounidenses y el descenso del ritmo de crecimiento en China, han hecho aumentar las presiones de Pekín sobre la isla, en realidad sobre todo el mar de la China meridional, con incursiones militares, problemas para el tráfico marítimo y declaraciones altisonantes que han sido respondidas con un aumento de unidades militares estadounidenses en la región, un fortalecimiento de la alianza regional de Australia, Reino Unido y EE.UU. con Japón, Filipinas y Corea del Sur. Este escenario cada vez más explosivo necesitaba alguna iniciativa de distensión y eso es lo que ha intentado e intenta Antony Blinken. China necesita tiempo para rearmarse más y EE.UU. necesita reevaluar la situación y enfriarla. La situación es proclive a un enfriamiento pero no a una distensión duradera, que requeriría al menos una admisión por parte de China de que una acción militar en Taiwán no es factible, no sólo por razones éticas y de legalidad internacional sino porque puede no obtener los objetivos que busca. Una desescalada es un avance, pero como el conflicto de Ucrania demuestra cuando los Estados autoritarios creen que sus conceptos geoestratégicos están por encima de todo, suelen general tragedias aunque, a la larga, su propia derrota.

Beijing grita su descontento a Taiwán y el mundo. Nieves C. Pérez Rodríguez

Como era de esperar, China ha reaccionado bruscamente al viaje de la presidenta taiwanesa Tsai Ing-wen a las Américas. Durante la visita, los portavoces oficiales chinos a diario expresaban su absoluto desacuerdo con que hiciera una parada en territorio estadounidense. Aunque el disgusto no tardó en escalar de declaraciones al mayor despliegue de maniobras militares nunca vista como protesta del encuentro entre la líder taiwanesa y el presidente de la Cámara de Representante de EEUU, Kevin McCarthy.

McCarthy es el sucesor de Nancy Pelosi y como líder de la Cámara de Representantes es el segundo en la línea de sucesión en los Estados Unidos, y aunque no cuenta con un largo historial en defensa de derechos humanos, específicamente en contra de las violaciones chinas, como Pelosi, por su alto perfil político le resulta muy incómodo a China que se reúna con Tsai. Y a pesar de que el encuentro entre ambos no fue catalogado de oficial, ni siquiera fue recibida en Washington precisamente para evitar más tensiones, no deja de ser un encuentro de altísimo nivel en el que el líder de la Cámara ratifica su apoyo a Taiwán.

Justo unas semanas antes de que la presidenta taiwanesa anunciara su viaje McCarthy había expresado su deseo de visitar la isla, lo que produjo una fuerte protesta china, además del desacuerdo de consejeros y expertos quienes desaconsejaron el viaje, así como el propio gobierno taiwanés para evitar más subida de tensiones entre los dos países.

Para el Partido Comunista chino Taiwán es una provincia china, por lo que se oponen a cualquier iniciativa que pueda dar más legitimidad internacional a las autoridades taiwanesas y contacto oficial entre autoridades de Taiwán con otros países.

En tal sentido, en el nuevo Libro Blanco chino sobre Taiwán hecho público el verano pasado (después de que Pelosi visitara la isla) titulado “La cuestión de Taiwán y la reunificación de China en la nueva era” define en tres puntos lo que para el Partido Comunista chino es una prioridad y que han convertido en un objetivo de Estado: “Resolver la cuestión de Taiwán y realizar la reunificación completa de China es una aspiración compartida por todos los hijos e hijas de la nación china. Es indispensable para la realización del rejuvenecimiento de China. También es una misión histórica del Partido Comunista chino”.

Bajo esos principios opera y justifica sus acciones el gobierno chino y, en efecto, como protesta al encuentro que tuvo lugar en California, el Ejército de Liberación Popular chino anunció la ejecución de ejercicios militares a gran escala en el estrecho de Taiwán. Y ciertamente estas maniobras que se llevaron a cabo durante tres días fueron mucho más agresivas que las realizadas con anterioridad como protesta a los viajes de los líderes taiwaneses a los Estados Unidos. Aunque en el verano del 2023, justo después de que Pelosi visitara Taiwán, Beijing respondió con maniobras militares que fueron la mayor demostración de fuerza hasta ese momento hasta el punto de que la situación propició la cuarta crisis del estrecho de Taiwán.

Objetivamente, las maniobras militares chinas de esta semana superaron en tiempo, dimensión y cálculo a todos las anteriores y hasta enviaron guardacostas para patrullar e inspeccionar embarcaciones taiwanesas bajo la justificación de ser sospechosas con el propósito de aumentar la presión sobre la isla. De acuerdo con un informe de la cadena oficial china CCTV “bajo el comando unificado del Centro de Operaciones Conjuntas varios tipos de unidades llevaron a cabo ataques de precisión conjunto simulados contra objetivos claves en la isla y en aguas circundantes”.

Fuentes oficiales taiwanesas informaron que solo en un día habían detectado un total de 70 aviones del ejército chino y embarcaciones alrededor de la isla. Entre esos aviones se encontraban 4 cazas J-15 que despegaron del portaviones Shandong. Este juego de guerra, como ha sido denominado por algunos expertos, se centran en la práctica de bloqueo marítimo y ataques dirigidos a embarcaciones enemigas. Con todo este despliegue, China busca perfeccionar un ataque que bloquee las rutas aéreas de Taiwán y consiga el bloqueo de sus puertos y rutas marítimas.

Al término de las maniobras el ministro de defensa taiwanés declaraba que “Taiwán no dejará de fortalecer su preparación para el combate” desafiando y resistiendo la fuerte presión. Y aunque en teoría las maniobras fueron dadas como concluidas el lunes, un día después fueron detectados 26 aviones y 9 embarcaciones realizando patrullaje de preparación para el combate alrededor de Taiwán.

El portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores chino afirmaba que “todo el despliegue es una fuerte advertencia a las actividades provocadoras de las fuerzas secesionistas de la independencia de Taiwán y su colusión con fuerzas externas, enfatizando por tanto que los ejercicios son una medida necesaria para salvaguardar la soberanía nacional y la integridad territorial china”.

Un grupo de expertos en el área del ChinaPower del think thank CSIS con base en Washington D.C. que se encuentran desarrollando un estudio en tiempo real sobre lo que está sucediendo en el mar del sur de China, sostiene que, en contraste con la gran demostración de fuerza militar, en esta ocasión parece que China se ha abstenido de tomar fuertes medidas de otro tipo como económicas y diplomáticas. Al menos de momento parecen relativamente menos directas para castigar a Taiwán y a los Estados Unidos en estas áreas, aunque el Estado chino ha sancionado a individuos y entidades, comparativamente con otras situaciones similares estas medidas han sido menos significativas.

Beijing seguirá mostrando su enfado y continuará tomando medidas y, de hecho, ya advirtió que cerrará el espacio aéreo el domingo durante media hora, lo que afectará los vuelos comerciales. Por su parte, el ministro de defensa taiwanés, Sun Li-fang, notificó que entre abril y julio van a realizar ejercicios de defensa civil en diferentes partes de la isla para preparar a los ciudadanos frente a una potencial guerra en el estrecho.

Claramente estamos bajo una tensión exacerbada e innecesaria, una situación preocupante que viene a generar más inestabilidad y confrontación internacional. No obstante, parte de la magnitud de respuesta china es claramente propaganda, y el mejor ejemplo es el video que publicaron en sus medios oficiales en el que se observa como ejecutarían un ataque a la isla y recrean con una especie de video juego la toma de Taiwán por la fuerza con misiles lanzados desde distintos puntos de China que aterrizan muy cerca de la costa y otros impactaran en tierra.

Para Beijing una toma de Taiwán a la fuerza es el escenario menos deseado porque significaría que los taiwaneses rechazarían el nuevo gobierno y habría un gran descontento y una masiva oposición. Recordamos que actualmente Taiwán es un régimen democrático en el que sus ciudadanos gozan de todos los derechos y libertades que tiene cualquier ciudadano europeo. Razón por la que el PC chino ha intentado acercamientos a través de acuerdos políticos, influyendo en la vida política de la isla y en muchos casos pagando apoyos.

Y finalmente, Estados Unidos y sus aliados siguen teniendo una capacidad militar superior a la china y con el apoyo que ha venido demostrando Washington en los últimos años a Taipei, con la venta de armamento, acuerdos militares e incluso la introducción hace pocos días del proyecto de ley para “formular la respuesta de Estados Unidos ante una posible invasión de Taiwán”. Una propuesta partidista que deja claro el nivel de preocupación y responsabilidad que los estadounidenses están dispuestos a asumir en cuanto a la supervivencia de Taiwán…

El día después de la conclusión de los ejercicios “Joint Sword”, el MND de Taiwán informó que había detectado 26 aviones y nueve embarcaciones que realizaban patrullas de preparación para el combate. Reuters declaró que se estaban realizando ejercicios militares a pequeña escala frente a las costas de Fuzhou, que probablemente formaban parte de los ejercicios anunciados previamente por Fujian MSA.

China emitió cuatro fuertes declaraciones denunciando el tránsito y la reunión con McCarthy el 6 de abril y sancionó a un puñado de entidades de EE. UU. y Taiwán después. El 10 de abril, China manifestó su deseo de profundizar los intercambios económicos y de otro tipo con Taiwán. Lo que queda por ver es cómo el viaje del ex presidente de Taiwán, Ma Ying-jeou, a China afectará la política interna en Taiwán, un viaje que probablemente fue alentado y al menos parcialmente orquestado por Beijing. Por ejemplo, Beijing probablemente recibió con agrado los comentarios de Ma a la prensa el 7 de abril después de su regreso a Taiwán. Ma caracterizó el liderazgo y la política actual de Taipei como uno que lleva a Taiwán hacia el peligro y la guerra y advirtió que Taiwán tiene que elegir entre la paz y la guerra.

 

 

INTERREGNUM: Biden vuelve sobre Taiwán. Fernando Delage

El 18 de septiembre, en una entrevista en televisión, el presidente Joe Biden indicó que Estados Unidos intervendría en defensa de Taiwán si China lanzara un ataque no provocado sobre la isla. Sus palabras, las primeras sobre la cuestión después del viaje a Taipei de la presidenta del Congreso, Nancy Pelosi, a principios de agosto, no constituían sin embargo ninguna novedad. Por cuarta vez en poco más de un año, Biden se expresó en ese sentido sobre el compromiso norteamericano. Y, como en las ocasiones anteriores, su administración negó inmediatamente después que Estados Unidos haya cambiado de política. ¿Es creíble este desmentido? Sobre todo, ¿resulta convincente para Pekín?

La reiteración del mensaje obliga a pensar que no se trata de un simple error. En un contexto de creciente presión de la República Popular sobre Taiwán—y de hostilidad de Washington hacia Pekín—políticos y expertos norteamericanos consideran que ha llegado la hora de sustituir la “ambigüedad estratégica” mantenida desde 1979 sobre lo que se haría en caso de conflicto, por una posición de mayor claridad. Para algunos especialistas, esta última sería compatible con el continuidad del principio de “una sola China”, pero el propio Biden ha puesto de manifiesto la contradicción. En la entrevista con la CBS, en efecto, Biden no se limitó a transmitir una nueva “claridad”, sino que añadió: “es Taiwán quien hace sus propios juicios sobre su independencia (…); es su decisión”.  En otras palabras, el presidente dio a entender que son sólo los taiwaneses quienes deben pronunciarse, y que Estados Unidos apoyaría su decisión. Éste sí es un giro relevante.

Desde el establecimiento de relaciones diplomáticas con la República Popular, sucesivas administraciones norteamericanas han rechazado de manera explícita la independencia de Taiwán. Así sigue apareciendo en la página web del departamento de Estado, y así lo reiteró su titular, Antony Blinken, en su discurso de la pasada primavera sobre la política hacia China. Siempre se consideró que se trataba de una exigencia ineludible para evitar que Taipei siguiera un camino que pudiera provocar un ataque por parte de Pekín. China ya dejó claro en la ley antisecesión de 2005 que el recurso a la fuerza sería la respuesta a todo intento de independencia.

El ministro chino de Asuntos Exteriores, Wang Yi, que se encontraba en Nueva York para asistir a la Asamblea General de las Naciones Unidas, fue el primero en advertir sobre las consecuencias de la violación de esta ley, sólo horas después de las palabras de Biden. Tanto en su visita  personal a Henry Kissinger el pasado lunes, como en su posterior encuentro formal con Blinken a finales de semana, Wang manifestó su preocupación por el impacto de estos movimientos sobre las relaciones entre China y Estados Unidos. Ocurre, además, que no han sido sólo Biden y Pelosi quienes parecen haber alterado el statu quo. El 14 de septiembre, el Comité de Relaciones Exteriores del Senado dió el visto bueno a la tramitación de la “Taiwan Policy Act” por una amplísima mayoría (17 frente a 5). Si el Congreso aprueba el borrador actual—que eleva de manera significativa el estatus diplomático de la isla y el apoyo militar y económico norteamericano—la nueva ley reconfigurará por completo la política de los últimos 40 años, vaciando de contenido la idea de “una sola China”.

La Casa Blanca se opone parcialmente a ese borrador, que ahora discutirá la Cámara de Representantes. Lo relevante, en cualquier caso, es que si China concluye que Washington apoya la independencia de Taiwán, su presión económica, política y militar sobre Taipei irá lógicamente en aumento. La proximidad de las elecciones parciales al Congreso pueden haber llevado a Biden a exponer un ajuste retórico con respecto a la posición tradicional de Estados Unidos, pensando quizá que podría contribuir de este modo a alejar a Xi de la tentación del uso de la fuerza.Pero lejos de reforzar las posibilidades de disuasión de Pekín, sus dirigentes han percibido por el contrario una nueva provocación que no hará sino agravar la inseguridad de la isla y la inestabilidad en el estrecho

Taiwán la joya del Pacífico oeste. Nieves C. Pérez Rodríguez

Factum, el centro de investigación y pensamiento con sede en Sri Lanka dedicado a estudiar las relaciones internacionales, cooperación tecnológica y comunicaciones estratégicas de Asia, publicaba un artículo la semana pasada titulado Taiwán la joya del Pacifico oeste en el que su autor, Kasum Wijetilleke, hacía un paseo por la historia de Taiwán y las razones por las cuales es una isla tan apetecible.

Tras la primera guerra chino-japonesa, en 1885, cuando la dinastía Qing cedió la isla de Taiwán bajo el Acuerdo de Shimonoseki, daba comienzo así la creación de la primera colonia del Japón imperial. El plan de los japoneses era crear una colonia modelo para así demostrar la superioridad de la “japonización”.

Lo primero fue desarrollar vías de comunicación e infraestructuras, así como una red de salud pública y sistemas de saneamiento.  Integrar a los taiwaneses al sistema de educación que fue una prioridad. Aunque los locales solo recibían educación primaria obligatoria mientras que la secundaria era exclusiva para los japoneses. Sin embargo, el autor afirma que los japoneses sentaron una importante base para el desarrollo humano y el crecimiento económico en la entonces precaria isla.

El experimento del modelo de colonización que desarrolló Japón en Taiwán fue un éxito puesto que estableció orden, erradicó enfermedades existentes, modernizó la isla y creó una economía que fue la base de la que tienen hoy. Aunque Japón gobernó con mano dura y sin contemplaciones.

Así continuó hasta la década de 1940 cuando se promulgaron importantes reformas agrarias en Japón y que los taiwaneses replicaron, pero bajo un modelo propuesto por la comisión conjunta de Estados Unidos y Taiwán que construyó una base agrícola para el desarrollo de la economía de la isla.

Wijetilleke subraya que Taiwán se benefició enormemente de la política exterior y las consideraciones estratégicas de Estados Unidos puesto que el Partido Nacionalista Kuomintang (KMT) tenía conexiones cercanas con Washington y el presidente Roosevelt había estado fomentando un acuerdo con el líder del KMT Chiang Kai Shek.

Taiwán es devuelta a China por el acuerdo del Cairo en 1943 y ratificado dos años más tarde, a pesar de que el comunismo avanzaba y controlaba China. Con este acuerdo, Taiwán quedó como una provincia china, pero comenzó un sistema de autonomía que ya los japoneses habían permitido, pero en este punto sin colonos comenzaron a desarrollar una identidad más propia.

Tras la derrota japonesa y la toma del poder por los comunistas en la China continental, los nacionalistas chinos derrotados se instalaron en la isla sustrayéndola del control de Beijing.

Entre los años 50 y 80 Taiwán recibió muchas inversiones provenientes de los Estados Unidos destinadas al desarrollo en áreas de infraestructuras, educación, industria y tecnología de comunicaciones. En 1979, Estados Unidos aprueba el histórico acuerdo la ley de relaciones con Taiwán que formuló las disposiciones para el establecimiento diplomático con Taiwán, además de asegurar la protección militar estadounidense a la isla e incluso proporcionarle armamento de carácter defensivo a Taiwán si lo necesitara.

La liberación de los mercados en los setenta, junto con la planificación y el apoyo estatales, una fuerza laboral capacitada, mano de obra a bajo costeo, adecuadas infraestructuras físicas y tecnológicas atrajeron inversiones tanto estadounidenses como japonesas a Taiwán.

Domésticamente, las industrias pequeñas y medianas en manos de familias y empresarios impulsadas por el gobierno de Taiwán a través de préstamos pequeños y subsidios fueron clave para estimular el crecimiento de una clase media fuerte y una base industrial potente en manos de los taiwaneses.

Con esas bases nace lo que el autor llama el “milagro de Taiwán”. En los ochenta, la economía taiwanesa se había convertido en uno de los “tigres asiáticos” junto con Singapur, Hong Kong y Corea del Sur debido a que se convierte en un centro de fabricación de alta tecnología.

La relación de China con Taiwán, subraya el autor, refleja la dinámica rusa-ucraniana. En ambos casos está la presencia de un Estado mucho más grande y poderoso cerca de una nación separada que es considerablemente más pequeña, pero con un mismo idioma y vínculos compartidos. Y en ambos casos los grandes Estados tienen a su joya de la corona, Ucrania era el proveedor de maíz y trigo para la Unión Soviética, lo que lo era clave, pero Taiwán hoy es mucho más importante en la cadena de suministro mundial de fabricación y tecnología.

Taiwán concentra la fabricación de semiconductores utilizados en casi todos los equipos que se fabrican en el mundo. Sólo por el hecho de que las empresas taiwanesas satisfacen más del 50% de la demanda china de semiconductores, y las americanas dependen aún más de los conglomerados taiwaneses que manufacturan los semiconductores, Taiwán adquiere una importancia estratégica.

A pesar de las inversiones chinas en esta área, la industria taiwanesa está cinco años por delante a la tecnología china. Debido a esta situación, el Congreso de los Estados Unidos recientemente aprobó la legislación del Chips que provee de un subsidio de unos 50 mil millones de dólares por cinco años a empresas que se dediquen a la fabricación de tan codiciado componente. Y lo que a priori ha incentivado es un acuerdo para el establecimiento de una planta de semiconductores taiwaneses en Arizona en el 2024.

China, por su parte, es indudablemente el hub más grande de manufacturas en el mundo y a pesar de los 14.000 km de costas que posee la salida y distribución de mercancías no es una tarea fácil. La dinámica es compleja debido a los miles de islas en la zona y que varían en tamaño, lo que complica la navegación marítima.

Las islas japonesas Ryukyu, Borneo y Sumatra así como Filipinas e indudablemente Taiwán, todas fueron utilizadas inicialmente como un escudo defensivo para la costa occidental de EE.U. y luego se convirtieron en una contra defensa eficaz contra posibles invasiones chinas desde el Pacífico occidental. La estrategia de contención fue denominada “cadena de defensa de islas” según el secretario de Estado John Foster Dulles.

En este contexto, Taiwán sigue siendo la joya de la corona en la estrategia de contención. Está ubicada justo en el centro de la inmensa costa de China lo que podría convertirse en un embudo para la maquina comercial global de China. Sin contar con los lazos históricos que existen entre ambos, la ubicación de Taiwán convierte a la isla en la “joya” en la cadena de defensa que la isla le daría a China el control de un lugar de avanzada clave desde el cual ingresar al Océano Pacífico Occidental.

Taiwán representa una intersección significativa entre la seguridad nacional, los intereses económicos y la enemistad histórica, lo que la convierte posiblemente en la isla estratégicamente más importante del siglo XXI, concluye el autor.

China-Taiwán, provocación permanente

China ha vuelto a anunciar formalmente, por enésima vez, que si Taiwán decide convertir su actual estatus político en una situación de independencia oficial, no dudará en intervenir militarmente en la isla para “garantizar la unidad nacional”.

Taiwán y su actual realidad política nacieron de la guerra civil china de la posguerra mundial que concluyó con la victoria de los comunistas de Mao Zedong y el refugio en la isla de los restos del régimen, que pasó de democrático a autoritario, de Chian Kai Shek. Desde entonces, ambos gobiernos han insistido en presentarse como representantes del pueblo chino y aspirantes a la unidad nacional desde sus respetivos valores. Andando el tiempo, Taiwán se ha convertido es una democracia  ejemplar mientras la China continental ha vivido el terror y la criminalidad revolucionaria y también un progreso material sin derechos humanos ni sociales.

Es verdad que en Taiwán han aparecido fuerzas que creen que es el momento de abandonar la idea de unificar China en un sistema democrático y convertirse en una república oficialmente independiente que han llegado al gobierno pero no hay indicios de que estén avanzando hacia una situación de independencia más allá de algunas manifestaciones verbales.

Entonces, ¿a qué se debe la reiteración de la amenaza china ahora, unida a la presión desde hace meses de las fuerzas aeronavales chinas del espacio aéreo taiwanés?

Esto puede deberse a varios factores. Uno es una cierta ralentización del crecimiento económico chino que trata de envolverse en un discurso nacionalista. Otro es que China ve en el conflicto de Europa una brecha en Occidente y, a la vez, que se refuerzan los lazos entre Reino Unido, EEUU y Australia para hacer frente a la amenaza china. China quiere recordar que la región del Indo Pacífico es su prioridad estratégica aunque no la única, y cree que Occidente es meno sólido en su cohesión interna de lo que parece, y un tercero es que EEUU ha subrayado su decisión de defender Taiwán ante cualquier amenaza china.

China sigue haciendo de su política exterior un ejemplo de ambigüedad calculada y peligrosa. Amenazante en su entorno y comprensiva de causa rusa en Ucrania mientas clama por un acuerdo que no aumente la inestabilidad en Europa y estropee los intereses comerciales chinos.

A la vez, Estados Unidos no se ha visto tan distraído por la invasión rusa de Ucrania como para no aumentar la alarma en el Pacífico, el rearme y la creciente amenaza china, un escenario en el que la Unión Europea va a tener que pensar aunque ahora no sea el mejor momento.