Entradas

THE ASIAN DOOR: Estrategia Sun Tzu para competir con Estados Unidos. Águeda Parra

Dice Sun Tzu en la famosa obra de “El arte de la Guerra” que la mejor victoria es vencer sin combatir y esta es la máxima que parece estar siguiendo el gobierno chino en su rivalidad con Estados Unidos. Semiconductor Manufacturing International Co. (SMIC) es la empresa estatal con la que China se ha incorporado a competir en la liga de los fabricantes de semiconductores más importantes del mundo. En un mercado dominado en un 80% por proveedores americanos en la producción de ciertos equipos muy especializados, y esenciales en la fabricación de chips de última generación, las restricciones impuestas por Estados Unidos para limitar las ventas a empresas chinas dejan un escenario poco prometedor para continuar con los ritmos de producción actuales.

Asimismo, conseguir un nivel de producción propio que reduzca la dependencia de importaciones pasa también por reducir el gap tecnológico en la fabricación de chips avanzados que den respuesta a las necesidades de computación de alto rendimiento que va a requerir el despliegue de las nuevas tecnologías. Aquí los grandes referentes son la empresa taiwanesa Taiwan Semiconductor Manufacturing Co. y la americana Intel. De ahí, que, cuando el objetivo de China es alcanzar un nivel de producción propio que le permita auto provisionarse y no depender de importaciones que paren la cadena de producción, urge un cambio de estrategia.

Algunos expertos estiman que la competitividad de China en el sector de equipos semiconductores, aunque ha crecido mucho en los últimos años, apenas representa el 2% del mercado global, situándose todavía a dos o tres generaciones de distancia de sus competidores. Se trata de una autosuficiencia en el sector de equipos de semiconductores de alrededor del 10% que limita ostensiblemente las ambiciones de China en un entorno de guerra comercial con Estados Unidos. El gap tecnológico es otro de los grandes caballos de batalla. En este aspecto, la desventaja es bastante similar, y la producción de chips altamente competitivos y de reducidas dimensiones se sitúa a una distancia de entre una y dos generaciones de sus principales rivales, es decir unos 5 a 10 años de desarrollo. De ahí que, en líneas generales, China disponga de una capacidad de autosuficiencia de chips de menor calidad, que se utilizan en dispositivos menos sofisticados, de apenas un 30%.

Con este escenario, la estrategia para completar el largo camino hasta conseguir una suficiencia de aprovisionamiento en producción propia del 70% para 2025 pasa por una inversión masiva en la industria, que algunos medios barajan en unos 1,4 billones de dólares. Aunque la cifra todavía está por confirmar, la cantidad final estará en un orden de magnitud similar, teniendo en cuenta el esfuerzo titánico que debe realizar China para reducir el gap tecnológico que todavía mantiene con Estados Unidos en este sector. El entorno empresarial se ha complicado de forma exponencial tras las medidas establecidas por la administración Trump, que podrían igualmente mantenerse en el tiempo más allá de un hipotético cambio de gobierno tras las próximas elecciones presidenciales en Estados Unidos.

En una industria tan intensiva en capital como es la de los semiconductores, el dinero fluirá entre las empresas que China está impulsando para aumentar su competitividad global en la industria, pero no así lo hará el talento. El sector requiere de perfiles técnicos muy especializados para mantener una alta competitividad, de ahí que se haya desatado una lucha feroz por atraer el mejor talento. La demanda se estima en 720.000 nuevos puestos hasta finales de 2021, que reflejan la presión que viene experimentando el mercado para cubrir perfiles especializados, superando con creces los 460.000 trabajadores que se registraron en 2018, según el Ministerio de industria y Tecnología de la Información de China.

Con la vista puesta en implementar las directrices del próximo Plan Quinquenal, China pretende desarrollar una estrategia de “circulación dual” para hacer crecer la demanda doméstica a la vez que reduce su dependencia de las importaciones extranjeras. De ahí que, el objetivo a corto plazo pase por evitar que una escalada en los salarios de la industria de los chips y una floreciente creación de nuevos unicornios no desemboque en una gestión descontrolada de la inversión que conduzca a una situación similar a la que provocó la burbuja de las “puntocom” hace tres décadas.

INTERREGNUM: Xi en Birmania. Fernando Delage

Después de dos años de guerra comercial, Estados Unidos y China acordaron una tregua la semana pasada. Ambas partes la necesitaban: Trump aspira a su reelección, mientras que la economía china ha registrado el menor crecimiento en casi 30 años, un resultado en parte consecuencia de las sanciones norteamericanas. El acuerdo es parcial (no incluye por ejemplo los subsidios a las empresas estatales chinas, una de las principales exigencias de Washington), y no servirá para superar las causas estructurales de la rivalidad entre las dos potencias. Pero se abre un periodo de (relativa) calma en las relaciones bilaterales y, por tanto, una oportunidad para ajustar, o consolidar, posiciones.

En el caso de Estados Unidos, la retórica de hostilidad hacia Pekín oculta una indefinición de objetivos a largo plazo, pues frenar el ascenso de la República Popular es del todo irrealista. Por su parte China, que no quiere un conflicto con Washington, lo desafía de manera inevitable al ambicionar un papel como potencia central en Asia. El viaje del presidente Xi Jinping a Birmania el 17 y 18 de enero es la más reciente demostración de cómo continúa avanzando en su estrategia dirigida a reconfigurar los equilibrios estratégicos de la región.

La primera visita de Estado de un presidente chino a este país en 19 años, motivado por la conmemoración de siete décadas de relaciones diplomáticas, tiene por objeto impulsar el Corredor Económico China-Myanmar (CECM), acordado por ambos gobiernos en septiembre de 2018. La visita se produce cuando el corredor paralelo que junto a este último enlazan los dos ejes—continental y marítimo—de la Ruta de la Seda, el Corredor China-Pakistán, ha sido por primera vez denunciado de manera expresa por Estados Unidos, situando a Islamabad ante un complejo dilema de equilibrios políticos entre Washington y Pekín. Tal problema no existe en Birmania, Estado con el que la República Popular comparte una frontera de 2.200 kilómetros—la tercera más extensa después de la que le separa de Rusia y Mongolia—, y donde es el mayor inversor extranjero y representa un tercio de su comercio exterior. China cuenta con proyectos en marcha por valor de más de 20.000 millones de dólares (la mayor parte en el sector energético), y en los primeros nueve meses de 2019 el comercio bilateral aumentó cerca de un 20 por cien, hasta 13.540 millones de dólares.

El asunto central durante la visita de Xi ha sido el desarrollo del puerto de Kyaukphyu, punto de conexión de infraestructuras de transporte, gaseoductos y oleoductos con Kunming, en la provincia suroccidental china de Yunnan. Se trata de un proyecto de 1.500 millones de dólares, en el que junto a las instalaciones portuarias se construirá un gigantesco parque industrial. Una vez completado, Pekín contará con un acceso directo al océano Índico desde la bahía de Bengala, y un sistema de distribución de recursos energéticos que evita la vulnerabilidad de un posible bloqueo marítimo por Estados Unidos en el mar de China Meridional. Kyaukphyu forma así parte central de los planes de Pekín dirigidos a expandir su presencia en Asia meridional y en el Índico y es, en tal sentido, uno de los ramales clave de la Ruta de la Seda.

Pekín quiere asegurarse el apoyo del gobierno birmano, y de la consejera de Estado Aung San Suu Kyi en particular, antes de las elecciones parlamentarias de noviembre. Con sus acciones, hace ver al mismo tiempo a Washington el creciente margen de maniobra del que dispone en este espacio geopolítico en el que se solapan sureste asiático y Asia meridional.

China intenta ganar protagonismo en el BRICS. Nieves C. Pérez Rodríguez

Washington.- La semana pasada tuvo lugar la XI cumbre de los BRICS (acrónimo de la alianza de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, como grupo de potencias en ascenso) en medio de la “guerra comercial” entre China y Estados Unidos y los efectos de ésta en la economía mundial.

Los cinco líderes de los países miembros asistieron a la cita en Brasilia y a pesar de que el país anfitrión suele gozar de un protagonismo natural, en esta ocasión el protagonismo se centró en China. Xi Jinping fue agasajado con los más altos honores y todos los ojos estaban puestos en él. En sus palabras de cierre de la cumbre aseguró que “el proteccionismo y la intimidación van en contra de la corriente” y están perjudicando el comercio internacional y la inversión, lo que significa una caída de la economía mundial”, refiriéndose a Estados Unidos como el intimidador y el culpable de la guerra comercial.

La cumbre tenía su foco puesto en el crecimiento económico por un futuro innovador, lo que es exactamente la imagen que proyecta China hoy. Y el objetivo de este encuentro, que tiene lugar cada año, es sentar en un mismo recinto a las cinco economías emergentes más significativas del mundo.

El BRICS representa hoy el 50% del crecimiento de la economía mundial, el 42% de la población del planeta, 30% del territorio del globo, el 23% del producto interior bruto global, y el 18% de los intercambios internacionales, de acuerdo a la página oficial del BRICS.

Para analizar la cumbre consultamos a Leigh Wedell, experta en economía china e inversiones, y jefe de operaciones de Basilinna (firma especializada en China y Medio Oriente).

¿Cuál fue el centro de la Cumbre en esta ocasión? ¿Diría Usted que Xi Jinping hace uso de su gran chequera para ejercer más influencia?

“El presidente Xi Jinping ciertamente fue el centro de BRICS de esta semana en parte debido a su poder económico, pero también por el microscopio bajo el cual se está observando el acuerdo comercial entre Estados Unidos y China. Estábamos a la espera hace poco más de una semana que los dos presidentes firmen un acuerdo de “fase uno” al margen de las reuniones de APEC que se debieron celebrar en Chile. Todavía no hay una fecha fijada para una reunión entre los dos líderes. Y la falta de un acuerdo comercial está causando una desaceleración económica global.

Sin embargo, China también centró la atención en la cumbre por restaurar su relación con Jair Bolsonaro, quien abiertamente críticó a la “depredadora China” durante su campaña electoral.

Bolsonaro además afirmó que ahora China es parte cada vez mayor en el futuro de Brasil. Obviamente China es el mayor socio comercial de Brasil y ambos países aprovecharon para discutir la diversificación del comercio y la expansión de la inversión.  Mientras que también observamos como China e India suavizaron sus tensiones, y que el anuncio de la visita de Modi a China el próximo año, así lo prueba.

Brasil es una pieza clave porque está intentando equilibrar su posición entre Estados Unidos y China. Particularmente en este momento en el que se ven presiones para tomar una posición, de manera especial en el aspecto tecnológico. A pesar de que exista cercanía entre Bolsonaro y Trump, es poco lo que Brasilia a podido ver materializado de esa relación -al menos por el momento-. Sin embargo, ya Brasil tiene acuerdos para diversificar sus acuerdos de intercambios con China”.

¿Estamos viendo a la segunda economía del mundo tomando control del liderazgo internacional?

“La retórica oficial china los posiciona como los líderes de la globalización ante el abandono de los Estados Unidos.  Un buen ejemplo es como Beijing ha tomado la delantera en la promoción del cambio climático mientras Washington se retira del Acuerdo de París, o mientras Beijing lidera una propuesta de reforma de la OMC.

Estamos viendo el ascenso de China en el escenario global y un cambio significativo de su máxima tradicional de política exterior: “esconde tu fuerza, espera tu tiempo, nunca tomes la delantera”. La política exterior bajo el presidente Xi es más sofisticada en gran medida porque tienen una mayor participación en el juego con una mayor inversión extranjera.

El resultado más significativo de esta cumbre fue la alineación de los BRICS contra el “acoso y el proteccionismo” de Estados Unidos que está impactando la economía global. A medida que China se posiciona como un modelo alternativo para el desarrollo económico, están ganando terreno entre las economías en desarrollo, en parte debido a capacidad económica para financiar inversiones e infraestructuras, pero también debido a su historial de desarrollo económico que incluye sacar a cientos de millones de personas de la pobreza.

En el contexto de los disturbios generalizados en toda la región de América Latina, que también fue un tema de discusión, el mensaje de China es particularmente resonante y podría presentar un desafío conjunto para Estados Unidos en algunos de sus mercados clave”. Foto GovernemtZA, Flickr.

Sin acuerdos en plena guerra tarifaria. Nieves C. Pérez Rodríguez

Washington.- Las fuertes protestas en Chile han tenido eco en la escena internacional. Santiago de Chile estaba preparándose para ser el anfitrión de la APEC a mediado de noviembre y el gobierno de Piñera se ha visto presionado a suspenderlo antes la ola de violencia y destrucción. La principal consecuencia ha sido la suspensión del encuentro entre Donald Trump y Xi Jinping en el que se tenían las esperanzas puestas para formalmente poner en acción algún tipo de acuerdo comercial entre Estados Unidos y China.

En medio del desconcierto de cuál será el próximo paso, el ministro de Comercio chino afirmaba el pasado jueves que “el alivio arancelario sería una parte del primer acuerdo de tarifas”. A lo que Trump contestó un día más tarde que no se había acordado la reversión de tarifas aún. También Peter Navarro -el asesor de intercambios comerciales de la Casa Blanca- aseguraba que “No hay acuerdo en este momento para eliminar las tarifas existentes como una condición para alcanzar un acuerdo”.

Entre comentarios de ambos lados del Pacífico transcurrió la semana. Y la cerró Lou Jiwei, ex ministro de Finanzas chino, quién afirmaba en el foro industrial el sábado en Beijing que “Estados Unidos ha sido secuestrado por el nacionalismo y el populismo y está recurriendo a la intimidación”. Mientras, afirmaba que los esfuerzos de Washington por contener a China no funcionarán, porque Beijing opera en una economía de mercado que está integrada con las cadenas de valor mundial que no dependen de Estados Unidos.

Lou pronostica que una rivalidad tan fuerte entre ambas naciones puede acabar en una guerra financiera entre China y Estados Unidos, refiriéndose al intento de bloqueo de ZTE y Huawei.

Las declaraciones de Luo marcan un cambio de postura de China, puesto que hasta ahora había intentado manejar la situación con diplomacia y guantes de seda. Pero las declaraciones del final de la semana pasada son una muestra de que Beijing se siente acorralada y que está cambiando la estrategia a una de mayor presión. Además de que están sintiendo los efectos de las tarifas impuestas por Washington.

Christopher Balding -economista, profesor de la Universidad de Pekin e investigador de la ESADE- publicaba un artículo en Bloomberg en el aseguraba que el comercio total de Estados Unidos no está disminuyendo. Por el contrario, está creciendo a un ritmo similar a una década atrás. Una disminución en los envíos hacia y desde China se ha compensado con el aumento del comercio con socios como Vietnam y México. Afirma que el mercado global es muy grande y los bienes pueden sustituirse fácilmente, los fabricantes absorberán los aumentos de precios y los trasladarán a diferentes productores.

Pero el problema al que se enfrenta Trump ahora es de otra índole, es doméstico. El “impeachment” o juicio político es una especie de nube negra que ha llegado a Washington y que tiene distorsionado el ambiente. Mientras Trump intenta desesperadamente usar sus tweets para desviar la atención, en el congreso y los medios de comunicación estadounidenses no se habla más que de eso.

Como si fuera poco, el país está en cuenta regresiva para las elecciones presidenciales del 2020, la evaluación de su gestión no es positiva porque no se ven resultados tangibles, en efecto, lo más probable es que Trump pierda apoyo en los Estados claves, que lo llevaron a la presidencia, como Iowa, Wisconsin y Michigan, así como Minnesota- que, en las elecciones pasadas, aunque lo ganó el partido demócrata cuenta con un fuerte electorado republicano-. En estos estados agrícolas los productores se han visto perjudicados por la guerra comercial y las tarifas. Por lo que Trump podría hacer llegar a un acuerdo con Beijing al último minuto sólo para garantizarse el voto en esos estados claves.

Si eso sucede, todo el tiempo que se ha invertido en “la llamada guerra arancelaria” no habría servido de nada. Y el acorralamiento de Washington a Beijing, que ha tenido efectos en la economía china, como su desaceleración, será recordado como un intento fallido de hacer que China juegue bajo las reglas del comercio internacional.

Y tal y como ha sido repetido por varios funcionarios estadounidenses, el mismo Robert Lighthizer -el representante comercial de la Casa Blanca-, “la razón de los aranceles por 250 mil millones de dólares son una forma de asegurarse que China cumpla con sus compromisos y los mantenga por un largo plazo”.

INTERREGNUM: Macron en Pekín, Merkel en Delhi. Fernando Delage

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, visita esta semana China por segunda vez desde su llegada al Elíseo. Con posterioridad a su viaje anterior, en 2018, la Unión Europea adoptó una posición más firme con respecto a la República Popular, calificada en un documento estratégico del pasado mes de marzo como “rival sistémico”. Macron ha sido uno de los líderes europeos que de manera más explícita ha defendido esta aproximación, convencido de que, en el contexto de enfrentamiento entre Washington y Pekín, Europa se juega en buena medida su futuro como actor internacional. La cercanía de un acuerdo entre ambos gigantes—aunque de momento en el aire por la cancelación en Chile de la cumbre de APEC—puede hacer de la UE la próxima diana de la agresividad comercial de Trump.

El problema, una vez más, es cómo la exigencia de cohesión reclamada por Bruselas es olvidada en la práctica. Aunque ésta hubiera sido la ocasión para dar un impulso a las interminables negociaciones de un acuerdo bilateral de inversiones entre la Unión y China, Macron ha viajado en nombre de los intereses franceses más que de los europeos. Una visita conjunta de Macron y de la canciller alemana, Angela Merkel—que juntos, y acompañados por el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, ya recibieron al presidente chino, Xi Jinping, en París en marzo—hubiera obligado a Pekín a prestar mayor atención a la posición europea. Por el contrario, Macron ha ido a China sólo dos meses después de haberlo hecho Merkel, acompañada—como el presidente francés—por los grandes empresarios de su país.

Resulta llamativo que Macron llegara a la República Popular 48 horas después de que Merkel terminara una visita oficial a India. La guerra comercial entre China y Estados Unidos empuja a Alemania a abrirse un mayor espacio en esta enorme economía, tercera del planeta en términos de paridad de poder adquisitivo, que representa sin embargo menos del uno por cien de sus exportaciones. Durante demasiado tiempo, la política asiática de Alemania se ha centrado en China, sin apenas dirigir su mirada al gigante indio. El conocido laberinto regulatorio del país, y el abandono por Delhi de un acuerdo de protección de inversiones en 2016, no han contribuido a atraer a los inversores alemanes. De ahí que Merkel, quien ha firmado una veintena de acuerdos de cooperación durante su visita, haya hecho hincapié en la necesidad de retomar la negociación del acuerdo de libre comercio entre India y la UE, prácticamente en suspenso desde 2013.

El problema con India es quizá que Alemania se ha enfocado demasiado en las cuestiones comerciales, a costa de la dimensión diplomática y estratégica, que no obstante incluye hoy asuntos como las inversiones en infraestructuras o la telefonía móvil de quinta generación. Ahora bien, ¿qué margen de maniobra tiene Berlín por sí solo para dar forma a una relación equilibrada entre los dos gigantes asiáticos, ambos con una compleja relación entre sí? En septiembre de 2020, Merkel será la anfitriona en Leipzig de la cumbre UE-China, que se celebrará bajo un nuevo formato: asistirán los 27 jefes de gobierno europeos. Será una oportunidad sólo útil si Alemania y Francia coinciden en apoyar una política común hacia la República Popular y si, por otra parte, esa política responde a un contexto geopolítico que también incluye a India y Japón, así como a esa incierta variable que es hoy la relación transatlántica.

China-EEUU: el acuerdo que llega

Las revueltas de Chile han impedido la presentación litúrgica y mediática de un acuerdo entre China y Estados Unidos para objetivar el conflicto comercial, ordenar las disputas para su negociación problema a problema, y desactivar las medidas más agresivas de cada parte. Se plantee como se plantee por los terminales mediáticos del gobierno chino, Pekín no ha sido capaz de aguantar el pulso planteado por Estados Unidos y ha visto como se deteriora su economía sólo en el preámbulo de una guerra comercial general. La última medida china de abaratar la carga financiera de los prestamos internos a sus empresas amamantadas por el Estado chino revelan la situación que viven.

Esto, en todo caso, no avala el proteccionismo norteamericano como arma en sus disputas comerciales, aunque hay que dejarse de hipocresías y admitir que debajo de toda disputa comercial hay diversos grados de proteccionismo, y Europa no se queda atrás en esto. Una razonable libertad de comercio es difícil de admitir porque el miedo a la competencia es una larga tradición.

La desactivación de la tensión con China va a traer relajación a los mercados y menos presión a la hora de tomar decisiones ante una recesión que amenaza a las economías occidentales. Bueno será que no se insista en los viejos remedios intervencionistas que no han hecho más que dopar los sistemas y aplazar las crisis. De hecho, la economía chilena, la más pujante y la menos desigual de América, está siendo presentada al calor de la violencia y los saqueos como el fracaso de un modelo liberal en nombre de remedios neomarxistas cuyos resultados están a la vista en Cuba, Venezuela, Argentina y otros países cercanos.

China-Estados Unidos: tregua y a esperar

Fiel a la estrategia repetida de Donald Trump, tras la virulencia verbal y anuncios de aranceles acompañados de negociaciones discretas “a cara de perro” se ha producido un acercamiento entre Estados Unidos y China que implica una tregua de momento y una fase de exploración de un acuerdo más amplio.

Según la agencia Bloomberg, este acuerdo hará que China acepte volver a adquirir algunos productos agrícolas estadounidenses, mientras Estados Unidos detenga la imposición de aranceles a algunos productos de origen chino.

Este primer acuerdo buscaría sentar las bases para un acuerdo más amplio al que se llegaría a finales de año, cuando los presidentes Donald Trump y Xi Jinping se reúnan nuevamente a negociar su relación comercial.

Según el entorno de Trump, EEUU suspenderá la aplicación nuevos aranceles que tenía programados para aplicar a algunos productos chinos y lo mismo sucede con los aranceles que entrarían en vigor el 15 de diciembre.

Sin embargo, señalan los expertos, quedan pendientes temas más complicados como las acusaciones de Estados Unidos a China por robo de propiedad intelectual, transferencias forzadas de tecnología y quejas sobre los subsidios industriales chinos.

Y estos son, precisamente, asuntos esenciales. El neoproteccionismo de Trump es una respuesta simplista e ineficaz a largo plazo, además de peligrosa, pero sigue siendo verdad que China no compite limpiamente sino subvencionando a sus empresas, no respetando patentes y en el marco de una legislación laboral que pone todos los poderes en manos de la Administración y los empresarios que en China acaban siendo lo mismo con demasiada frecuencia.

La Ruta de la Seda en Lationamérica. Nieves C. Pérez Rodríguez

La antigua Ruta de la Seda ha sido ambiciosamente rediseñada por Xi Jinping. La ahora llamada BRI (por su nombre en inglés Belt and Road Initiative) o corredor de transporte, ya cuenta con 131 países y con una inversión de 575 mil millones de dólares en la fase de desarrollo de la misma, según el Banco Mundial.

Se estima que, con la BRI, el comercio mundial podría aumentar hasta un 6,2% a pesar de la amenaza de guerra comercial que ha tenido expectante al mercado. Sin embargo, los ejemplos de Malasia, Myanmar, Sri Lanka, Pakistán y el de las Maldivas, levantan muchos interrogantes sobre cuatro aspectos claves del desarrollo del magno proyecto: el impacto ecológico, la real sostenibilidad de la deuda que adquieren los países receptores, la transparencia en el proceso y el retraso en los proyectos, tal y como afirma Pepe Zhang -Director Asociado de China para el Atlantic Council-, quién publicó la semana pasada un informe sobre la BRI en Latinoamérica.

La publicación del informe se hizo en el marco de una conferencia en la que expertos, tanto del sector público como del privado, intercambiaron sus impresiones sobre lo que está ocurriendo en el continente americano y en la que 4Asia participó.

La entrada de China en América Latina comenzó con la necesidad de Beijing de ampliar sus suministros y proveedores. La adquisición de productos como soja, arroz y minerales, fue la primera parte.  Han ido adquiriendo extensiones de tierra para asegurarse sus cultivos y la seguridad alimentaria de sus ciudadanos. Así lo han hecho en Argentina, Cuba, México y Venezuela. Asimismo, ha ocurrido en muchos países africanos. También tienen acuerdos con Rusia y las naciones exsoviéticas para alquilar o comprar terrenos agrícolas, tal y como lo anunció el ministro de Agricultura chino, Shirong Chen, en el 2018.

Pero ese interés inicial por materias primas ha ido transformándose. Beijing ha entendido que Latinoamérica es también un gran mercado para sus productos. Sobre todo, en este momento en que Huawei ha sido vetada por las economías fuertes, y que la necesidad del 5G es cada día mayor. China ofrece conectividad a la región y, al menos por ahora, la región tiene una imagen positiva de la llegada de las inversiones chinas, según Leigh Wedell -jefe de operaciones de Basilinna, firma consultora especializada en China y Medio Oriente.

Wedell afirma que “la BRI llegó a Latinoamérica y el Caribe con inversiones en Panamá, pero ahora cuenta con 19 países y seguirá creciendo”. Uno de los grandes focos de interés chino es el sector energético en la región.

“La mayor inversión de China en Latinoamérica está en Perú”, apunta Federico Cuadra del Carmen -consultor de Baker McKenzie-. Más de 170 empresas chinas operan en Perú. La mayoría están en el sector minero. En efecto, el embajador chino en Perú anunció a principios del 2019 que, en los próximos tres años, Beijing invertirá un total de 10 mil millones de dólares en energía, minas, telecomunicaciones, construcción y financiación en esta nación.

Las entidades Development Bank y Export-Import Bank de China están detrás de la mayoría de las obras de infraestructura de la región, sustituyendo así a los tradicionales Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo. Un plan milimétricamente calculado por Beijing, quién ve estratégico desarrollar infraestructuras que permitan conectar mejor las rutas comerciales.

Desde el año 2005, las entidades bancarias chinas han otorgado más de 141 mil millones de dólares en créditos a proyectos y compromisos, conforme al informe del Atlantic Council.

Los proyectos con grandes problemas ecológicos y deudas insostenibles han tenido eco en Beijing, que ahora empieza a preocuparse de su reputación. Y de acuerdo con los expertos, comienzan a tomar medidas.

El informe concluye que es vital adoptar un enfoque pragmático y creativo del corredor de transporte. Cada país debe desarrollar estrategias adaptadas a sus particularidades, especialmente en una región tan diversa como América Latina y el Caribe. Para garantizar que la BRI sea masiva y en su evolución proporcione beneficios concretos a la región, debe desarrollarse un plan individualizado para cada país.

Xi Jinping no ha escatimado esfuerzos en el desarrollo estratégico de la ruta. Es su plan estrella para conectar China con el mundo a través de rutas comerciales que ellos mismos han financiado, diseñado y controlarán, mientras cobran los intereses a cada país por el dinero que les han prestado. Es claramente un proyecto brillante y muy ambicioso, con el cual Beijing se garantiza a largo plazo controlar todo el flujo de intercambios, la seguridad alimentaria de sus ciudadanos, el control y manejo de alimentos y muchas otras materias primas y ahora además se suma el aspecto tecnológico, del que dependerán estos países para su conectividad.

El abandono de Washington se ha traducido en carta blanca para China. Beijing ha sabido aprovechar muy bien la ausencia de Estados Unidos en su propio continente, y ha ido ganando espacios que ni tan siquiera habiendo un cambio de dirección en la política exterior de Washington se podrían cambiar fácilmente en el futuro. Lo único que podrán cambiar en este punto es que se respeten ciertas normas comerciales y de convivencia, para que el gigante asiático no saque para sí todo el beneficio de la relación. Y aun así será difícil.

Nuevo curso, problemas pendientes

Comienza el nuevo curso político y parece que estamos en un inmenso bucle. No sólo en España. Ahí está el tira y afloja de la disputa comercial chino-norteamericana, las pruebas de misiles desde Corea del Norte mientras se espera algún avance en el despliegue de lo acordado en los encuentros con Estados Unidos, el eterno conflicto de Oriente Medio y las tensiones con Irán. El paréntesis vacacional nos ha devuelto al punto cero.

Sin embargo, por debajo de la superficie que los medios de comunicación y los dirigentes políticos han decretado, han pasado cosas. En Europa la nueva Comisión sigue sin arrancar mientras Gran Bretaña no sale del laberinto del brexit; Putín aumenta la presión ligeramente y espera, la economía balbucea y crecen los recelos ante la inmigración en medio de la impotencia política.

También en Asia han pasado cosas. India y Pakistán han resituado sus fuerzas políticas y militares al borde del conflicto siempre a punto de estallar y siempre en medio de alguna negociación. Pero la gran novedad asiática, como hemos venido contando en 4Asia la ha protagonizado Hong Kong. Miles de manifestantes han hecho retroceder al gobierno local tutelado por China observados con esperanza y contención en Taiwán y preocupación en Pekín, que sabe que no tiene las manos completamente libres para aplastas militarmente las protestas si fuera necesario pero que tiene que enviar un mensaje de fortaleza al resto de China.

Ese va a ser el escenario en los próximos meses. Viejos problemas, nuevos factores y pocas iniciativas nuevas, A veces, la combinación de estos elementos sube varios grados las amenazas de un problema.

INTERREGNUM: Señales desde Pekín. Fernando Delage

La designación de China por Estados Unidos como “manipulador de su divisa”, el pasado 5 de agosto, supone la ampliación de la guerra comercial a la escena monetaria o, si se prefiere, a una abierta guerra económica entre ambos países. La beligerante reacción de la administración Trump a la depreciación del yuan por Pekín, una medida que neutraliza en cierta medida los aranceles impuestos por Washington, revela su alarma al descubrir que China cuenta con un margen de maniobra mayor del previsto. Pero sorprende que siga sin entenderse que para la República Popular es una cuestión política de primer orden: no puede ceder ante lo que interpreta como la intención norteamericana de frenar su crecimiento económico y su ascenso como potencia.

La nueva escalada comenzó cuando Trump—contra el consejo de la mayor parte de sus asesores—anunció días antes la imposición de nuevas tarifas a las importaciones chinas por valor de 300.000 millones de dólares a partir del 1 de septiembre. En su reciente encuentro con sus interlocutores chinos en Shanghai, Los negociadores norteamericanos no obtuvieron de los primeros el acuerdo—exigido por Trump—de incrementar de manera inmediata la importación de productos agrícolas de Estados Unidos. La decisión del banco central chino de depreciar el yuan—considerada como lógica por todos los expertos dado el impacto de las sanciones de la Casa Blanca—, precipitó la acusación de manipulación de su divisa, una medida que tiene no obstante escasos efectos prácticos más allá de iniciarse consultas al respecto en el marco del FMI.

El impacto de las tensiones bilaterales sobre las bolsas de medio planeta—una situación que en nada beneficia a un Trump que comienza la campaña para su reelección—, muestra que Pekín conoce mejor que nadie su vulnerabilidad. Al contrario de lo que parece creer, el presidente norteamericano en absoluto tiene la situación bajo su control. El riesgo es que esta espiral conduzca a una dinámica autodestructiva y se extienda a otros terrenos, en los que también China ha lanzado varias señales en las últimas semanas.

Una de ellas ha sido la primera incursión aérea conjunta de China y Rusia en el noreste asiático. El 23 de julio, aviones de ambos países patrullaron sobre el mar de Japón y el mar de China Oriental, entrando en la Zona de Identificación de Defensa Áerea de Corea del Sur. Si a Washington le preocupa el acercamiento entre Pekín y Moscú, esta operación marca un nuevo hito en la relación estratégica entre ambos. Realizada la víspera de la llegada a Seúl del asesor de seguridad nacional del presidente, John Bolton, y semanas después de que el Pentágono hiciera pública su estrategia hacia el Indo-Pacífico, la iniciativa va dirigida a debilitar las alianzas de Estados Unidos con Corea del Sur y con Japón, y representa una respuesta al despliegue por Washington de un sistema de defensa antimisiles en la región tras su abandono del INF.

En relación con este último asunto, a finales de julio China también realizó por primera vez una prueba de sus misiles anti-barco en las aguas del mar de China Meridional. Los ensayos, coincidentes con la publicación por Pekín de su último Libro Blanco de Defensa, abren un nuevo capítulo en la competencia militar entre Washington y Pekín en la periferia marítima china. El uso de este tipo de misiles, que pueden destruir buques de grandes dimensiones (portaaviones incluidos), lanza un poderoso mensaje político y militar a Estados Unidos sobre las crecientes limitaciones de sus capacidades en el espacio que los estrategas navales chinos denominan “la primera cadena de islas”.

Las opciones norteamericanas, tanto en el frente económico como en el de seguridad, se complican en consecuencia. China tampoco está libre de problemas: además de muchas otras dificultades, Hong Kong se ha convertido en un desafío difícil de gestionar. La celebración, el 1 de octubre, del 70 aniversario de la fundación de la República Popular marca los tiempos al presidente Xi. Una nueva guerra fría aparece cada vez más como inevitable.