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THE ASIAN DOOR: Los caminos de las empresas españolas para llegar a China. Águeda Parra

La Ruta de la Seda digital está posibilitando que los grandes titanes tecnológicos chinos realicen su expansión internacional. Un camino que se está consolidando como de doble sentido. Cada vez más, un número mayor de empresas españolas encuentran los mecanismos para incorporarse al complejo y dinámico mercado chino. Las diferencias culturales y la adaptación y conocimiento del cliente chino son cuestiones básicas que debe abordar con profundidad cualquier empresa extranjera que diseñe su estrategia de posicionamiento en el país. En esta nueva etapa de las empresas españolas hacia su internacionalización en el mercado chino, el buen reconocimiento del que gozan las marcas españolas en el extranjero está resultando ser un elemento diferencial.

Correos es uno de esos casos que ejemplifica cómo las empresas españolas están encontrando el camino que les lleve a abordar su incorporación en el mercado chino con garantías. Utilizando la fórmula de operar en el país gracias al acuerdo con socios locales, Correos pretende tener operativo a finales de año un centro de admisión y clasificación de paquetes a unos 100 kilómetros de Hong Kong. La región se ha consolidado como el área de comercio digital transfronterizo más importante del mundo, gestionando a través de su aeropuerto internacional el envío del 80% de la paquetería que genera la región asiática.

Para Correos, China significa poder iniciar el tránsito de los envíos desde donde tienen origen los cerca de 4.000 millones de paquetes que el gigante asiático envía al extranjero, de un total de 50.000 millones que genera el país anualmente. El potencial de la estrategia de internacionalización de Correos responde a la oportunidad que representa el país con el mayor mercado del e-commerce y el que más rápido crece del mundo, generando un volumen de paquetería que se estima crezca un 20% hasta 2022. Fomentar que los productos chinos alcancen más rápidamente otros mercados es lo que favorecen estrategias de internacionalización como la de Correos.

En China, el dominio del e-commerce corre a cargo de titanes tecnológicos como Alibaba y JD.com que, junto con otras empresas de tamaño más pequeño, como Pinduoduo y VIP.com, han configurado el comercio electrónico doméstico del país. Estas plataformas digitales están posibilitando que otras empresas extranjeras comiencen a operar en el maduro y dinámico mercado de comercio electrónico de China. En este ámbito, se entiende el acuerdo suscrito por ICEX con JD.com, para aprovechar la plataforma china como vía de entrada para las empresas españolas, que permitirá impulsar la internacionalización de nuestras firmas en el mayor ecosistema del e-commerce mundial. En el caso de la empresa de moda española Mango, la opción elegida para aumentar su presencia en las plataformas digitales de China se ha materializado a través de VIP.com, un acuerdo suscrito con un socio local que también contempla la apertura de nuevas tiendas físicas.

Al margen de los marketplaces digitales, otro de los factores que está posibilitando la internacionalización hacia el mercado chino es el reconocimiento de marca. Éste es el caso de SEAT, que comenzará a operar en el mercado chino en los próximos dos a tres años, gracias al acuerdo suscrito por Volkswagen, matriz del fabricante de coches español. La operación cuenta con un socio local a través de una joint-venture para impulsar la producción de coches eléctricos de marca española en el gigante asiático.

Entre los caminos que están impulsando que las empresas españolas alcancen el mercado chino, destaca la guerra comercial entre Estados Unidos y China. Este escenario está posibilitando que aquellas economías que dispongan de productos de sustitución a las importaciones estadounidenses encuentren una vía directa de acceso a los consumidores chinos. En la estrategia de evitar los aranceles impuestos por Estados Unidos, la comunidad de Murcia ha registrado el mayor incremento de exportaciones a China, hasta un 107% interanual entre enero y marzo de 2019, situándose como la quinta provincia española que más exporta al gigante asiático por detrás de Barcelona, Madrid, Huelva y Zaragoza. Los productos de la industria química, los aceites minerales y el sector cárnico son los que se están viendo más favorecidos ante la reorganización de las cadenas de suministro global por la guerra comercial de desgaste que mantienen Washington y Pekín.

Sin embargo, mientras las rutas digitales están proporcionando nuevas vías de acceso a los productos extranjeros en el mercado chino, el desarrollo de marketplaces por parte de empresas internacionales no termina de funcionar en el país que mayor volumen de e-commerce registra. La venta de productos chinos en plataformas digitales parece estar cubierta por los titanes tecnológicos y las startups chinas, no teniendo cabida otras empresas extranjeras. Éste es el caso de Amazon que, después de estar operando en el país desde 2004 y conseguir una cuota de mercado del 15% entre 2011-2012, su cuota ha estado por debajo del 1% en los últimos años, según algunas empresas de investigación de mercado locales.

Los titanes tecnológicos están haciendo cada vez más fuerte la “muralla china digital” propiciando que algunos competidores extranjeros del sector, como Amazon, no tengan cabida en el mercado ante la imposibilidad de ofrecer a los consumidores locales una oferta diferencial. Amazon.cn ha dejado de operar en China desde el pasado mes de julio, aunque mantiene el compromiso de permanencia en el país con su plataforma de comercio electrónico transfronterizo, que permite a los clientes chinos buscar productos internacionales, además de mantener sus operaciones de servicios de cloud computing y la venta de lectores Kindle.

El competitivo mercado del comercio electrónico doméstico en China alcanza una valoración de 2 billones de dólares anuales, muy superior al mercado estadounidense que equivaldría a un cuarto del valor de éste, según eMarketer. Eventos de promoción de los productos chinos, como el que realiza anualmente Alibaba con su conocido Día del Soltero, y el carnaval de descuentos que ofrece JD.com cada 18 junio en conmemoración de su aniversario, se convierten en campañas promocionales contra las que otros marketplaces han tenido difícil competir.

Xi visita Corea del Norte. Nieves C. Pérez Rodríguez

Washington.- A finales de la semana Xi Jinping visitó Corea del Norte, en medio de una de las peores crisis que atraviesa China en los años recientes. Con varios frentes abiertos, uno con Washington y una guerra comercial, que, a pesar de haber intentado manejarla con discreción está teniendo efectos negativos en su economía, con previsiones aún más perjudiciales; y el otro en Hong Kong, que se les ha complicado más de lo que previeron. Mientras los manifestantes siguen ocupando las calles, la suspensión de la ley de extradición prueba que, al menos de momento, la sociedad civil está ganándole el pulso a Beijing.

Hacía más de 14 años que un presidente chino no pisaba suelo norcoreano. Aunque entre las dos naciones hay lazos e intereses comunes, la persistencia de Pyongyang por desarrollar su carrera nuclear y las frecuentes pruebas tensaron la alianza y la cercanía comenzó a enfriarse. Hasta el punto de que China apoyó las sanciones a Corea del Norte en Naciones Unidas durante el momento en que Kim Jong-un insistía en mantenerse herméticamente aislado.

Pero la situación ha dado un vuelco. Desde que Trump ocupa la Casa Blanca el juego de poder es otro y las reglas han cambiado. Trump ha intentado lo que ningún otro líder estadounidense se hubiera atrevido tan siquiera pensar, y eso ha desequilibrado los centros de poder.

China, por su parte, ha sido acorralada en el plano económico, por sus prácticas irregulares y está padeciendo los efectos, por lo que se ha visto presionada a usar aliados históricos como Pyongyang para desviar la atención del mundo con su visita, que aprovecha en vender como parte de un proceso de negociación nuclear.

En tal sentido, la agencia china de noticias Xinhua publicaba el día de llegada de Xi a Pyongyang que “la esperanza sigue viva para resolver el estancamiento nuclear”. Queriendo poner en primer plano las discusiones del desarrollo nuclear norcoreano y darles protagonismo a estas conversaciones, intentando cambiar con esos nuevos titulares los que han ocupado las primeras páginas de los diarios en las últimas semanas.

No es nuevo que Beijing intente sacar partido a una situación de crisis. Por su parte, Corea del Norte está pasando una de las sequías más duras de su historia, de acuerdo con los medios oficiales, lo que agrava aún más la situación alimenticia en el país. Los norcoreanos saben lo que es pasar hambre, excepto Kim Jong-un que claramente está sobrealimentado. Ya en los años noventa miles de personas murieron en una terrible hambruna. Y actualmente Naciones Unidas está contemplando que un 40% de la población se enfrenta a una grave escasez de alimentos.

Para Kim Jong-un la visita de Xi Jinping es una buena noticia, pues revive su imagen de líder internacional, mientras que da esperanza a su gente de que están trabajando para mejorar la situación doméstica.

China sigue siendo el país que más asiste a Corea del Norte con todo tipo de ayuda. Los envíos de alimentos desde China superan considerablemente los envíos recibidos por ONGs. Rusia también es un donante importante para Beijing, la semana pasada anunciaba que estaba enviando cuatro mil toneladas de trigo y 4 millones de dólares, según la BBC. Seúl ha estado también enviando dinero y alimentos para tratar de contrarrestar los efectos de la crisis.

Mientras que Kim Jong-un ha hecho cuatro visitas oficiales a Beijing, Xi Jinping es la primera vez que recíprocamente le corresponde. Y lo hace en un momento en que tiene muchos líos en casa y le convenía salir y aparecer en Pyongyang en medio de la cobertura mediática casi exclusiva de los medios oficiales de ambos países, y en medio de un despliegue de caravanas, protocolos pomposos y honores a su persona que desvía la conversación hacia otro lugar.

Mientras todo ese derroche ocurre, la mitad del pueblo norcoreano es obligado a pasar hambre por los caprichos de su líder de mantenerse aislado y sancionado por no estar dispuesto a parar su carrera nuclear. Mientras, los hongkoneses mantienen su lucha al pie del cañón, dando un ejemplo al mundo de cómo se defiende un sistema democrático. (Foto: Gabriel Britto)

Tiempo de juego y resultado. Miguel Ors Villarejo

¿Quién está ganando la guerra comercial? Oigo la pregunta a menudo, y me temo que la respuesta ilumina más las preferencias de los opinantes que la situación real. ¿Hay algún modo objetivo de abordarla? Más o menos.

Lo primero que hay que decir es que las guerras comerciales no las gana nadie. Todos perdemos cuando se imponen aranceles. Donald Trump argumenta que los van a pagar los fabricantes chinos y es verdad que estos podrían decir: vale, pues gano menos dinero. Pero casi el 40% de los bienes penalizados son de consumo y ahí la competencia es intensa y los márgenes, por tanto, delgados como una hoja de afeitar. La única opción que les queda a los exportadores si no quieren arruinarse es trasladar al ciudadano el alza y eso es lo que está pasando. Tras la aplicación de las nuevas tarifas, los artículos afectados se han encarecido en promedio el 1,6%.

Pero aunque las guerras comerciales no las gana nadie, sí puede determinarse quién pierde más y, para ello, en Bloomberg han desarrollado unos marcadores con los que nos podemos hacer una idea aproximada.

 

Primer marcador: ¿qué está pasando con el déficit comercial?

Este ha sido el desencadenante de las hostilidades, un desencadenante absurdo, porque el déficit comercial no es un indicador de bienestar. De hecho, Estados Unidos se ha pasado más de la mitad de su historia en déficit, y no podemos decir que le haya ido mal. Al contrario. Y si el superávit fuera un signo de salud económica, sus mejores momentos habrían sido las dos guerras mundiales y la Gran Depresión. Un disparate.

Sea como fuere, ¿qué ocurre con la balanza bilateral entre Estados Unidos y China? Pues que se ha estrechado efectivamente, lo cual tiene toda la lógica, porque si subes los precios de los productos chinos, su demanda caerá.

Así que en este marcador, Trump 1, China 0.

 

Segundo marcador: los precios. ¿Suben o bajan?

Ya hemos visto que suben. O sea, Trump 0, China 1.

 

Tercer marcador: confianza del consumidor.

Los ánimos se mantienen por ahora altos en ambas retaguardias.

Reparto de tantos, dice Bloomberg: Trump 1, China 1.

 

Cuarto marcador: el mercado de divisas.

Habrán oído que una de las manipulaciones más escandalosas de los chinos tiene que ver con la cotización de su moneda, que mantienen artificialmente baja para facilitar la salida de sus productos. ¿Y qué ha pasado con el yuan? Pues que se ha debilitado en torno al 7% durante el último año. Pero, claro, un yuan tan débil también supone un problema para China, porque importa inflación y tarde o temprano obliga a subir los tipos de interés, lo que ralentiza la economía.

Empate, concluye Bloomberg: Trump 1, China 1.

 

Quinto marcador: crecimiento.

¿Qué están haciendo las economías respectivas? Si tenemos en cuenta que el peso de las exportaciones en el PIB es muy superior en el caso de China (19,6% frente a 11,9%), lo lógico es que sea ella la que acuse el golpe mayor, y eso es lo que refleja la contabilidad nacional: mientras su PIB se desacelera, el de Estados Unidos se acelera.

Trump 1, China 0.

 

Sexto marcador: las bolsas.

Aquí nuevamente se lleva la mano Trump. Tanto el Dow como el Shanghai Composite registran pérdidas desde enero de 2018, pero las del segundo son superiores.

Trump 1, China 0.

 

Séptimo marcador: inversión directa.

El año pasado, la inversión estadounidense en China mantuvo su tono, o sea, que el Imperio del Medio conserva su atractivo para los capitales americanos. La inversión china en Estados Unidos, por el contrario, se ha desplomado. Mano para China.

Trump 0, China 1.

Si han llevado la cuenta, el resultado global de la eliminatoria arroja un apretado 5 a 4. Es posible que haya que recurrir a la prórroga y los penaltis. (Foto: Nicolas Stafford)

El imperio chino contraataca. Ángel Enríquez de Salamanca Ortiz

Los últimos acontecimientos acaecidos han puesto de manifiesto, aún más, las tensas relaciones entre China y Estados Unidos.

El 15 de mayo la compañía Huawei, y su filial Honor, fue vetada por el gobierno de Trump, no pudiendo vender sus productos en el país ni compañías como Google trabajar con empresas chinas. Estados Unidos acusó a la marca china de robar información y secretos comerciales entre los años 2012 y 2014.

Huawei es un gigante chino con más de 180.000 empleados y con un beneficio neto de 7.200 millones de dólares y es la segunda marca, por volumen de ventas, en China convirtiéndose así en un gigante de la telefonía móvil a nivel mundial:

Fuente: https://es.statista.com/grafico/16384/cuota-de-mercado-mundial-de-fabricantes-de-smartphones/

Este veto podría afectar muy negativamente a la marca China ya que no podría vender sus productos en un mercado de unos 300 millones de personas, como es EEUU, pero, ¿Qué puede hacer China?, ¿Qué opciones tiene?

En primer lugar las tierras raras. Las tierras raras son un grupo de 17 minerales muy utilizados para la fabricación de tecnología o productos tecnológicos, el 80% de la producción mundial está en China y, ante este veto del gobierno de Trump, China podría restringir o vetar la exportación  de  estos productos tan preciados a Estados Unidos.

Porcentaje sobre la producción total de tierras raras (2018)

Fuente: https://es.statista.com/estadisticas/600572/porcentaje-de-tierras-raras-producidas-por-paises/

En un mundo digital y tecnológico estos productos son imprescindibles en el desarrollo o en la economía de un país y más si es un país tan tecnológico como Estados Unidos donde las Startups, o empresas con base tecnológica, como Uber, Airbnb, Pinterest o Dropbox, son punteras a nivel mundial.

El “Escandio” se usa para la fabricación de aviones, el “Itrio” para la fabricación de láseres, “Lantano” para la fabricación de telescopios, el “Tulio”, uno de los más escasos, para dispositivos portátiles de rayos X, “Erbio” para la fibra óptica etc…

En segundo lugar, China tiene la mayor reserva de divisas del mundo y posee casi una quinta parte de la deuda de Estados Unidos, 1,13 billones de dólares en bonos del tesoro:

Fuente: https://www.lavanguardia.com/economia/20190526/462469973977/china-estados-unidos-guerra-comercial-deuda.html

Si el gobierno de Xi Jinping decidiera vender masivamente estos bonos, el valor de su divisa caería vertiginosamente afectando negativamente a la economía de EEUU y  haría caer el propio valor de éstos bonos restantes en manos de China y, además, generar inestabilidad en los mercados internacionales.

Por último, China también podría establecer aranceles a las empresas americanas establecidas en el país. Si esto se produjera, las empresas americanas podrían perder un importante mercado y perder valor en sus acciones. Un ejemplo es Microsoft, que tiene su principal filial en China y el gobierno ya ha decidido bloquear su buscador “Bing” en el país.

Estas podrían ser las armas más importantes para evitar las sanciones de Trump. Quizás estas sanciones o amenazas no lleguen a nada y simplemente sea una demostración de poder de las dos principales potencias del mundo para lograr la hegemonía mundial. Foto: Flickr, JD Hancock

Comercio, seguridad y 5G sobre la mesa

4Asia reúne el 10 de junio a colaboradores y expertos en un nuevo encuentro de debate, esta vez para analizar e intentar dar respuesta a dudas e incertidumbres ante la política proteccionista de Estados Unidos, la disputa comercial y tecnológica con China y los riesgos para la estabilidad internacional.

 Además, trataremos de poner luz en el nivel de amenaza que puede suponer el hecho de que uno de los factores de la ecuación internacional, China, sea un Estado con un importante y creciente desarrollo tecnológico, un sistema autoritario que no responde a otro control que al del propio sistema y a su partido único, el Partico Comunista, y un respeto arbitrario y según su concepto de sus intereses nacionales de las normas de derecho internacional.

Esta serie de hechos son los argumentos que exhibe un Trump atolondrado que a veces parece, él mismo ha llegado a decirlo, que añora reinar para siempre con un sistema como el chino. Esta política, incluso con alguna razón, es no sólo errónea sino peligrosa y sitúa a una Europa en crisis de identidad y desorienta ante un reto que no parece fácil de afrontar.

Así, repasaremos el desarrollo y la evolución tecnológica de la sociedad china; las previsibles consecuencias, buscadas o no, de la guerra comercial; los peligros para la seguridad cibernética y el orden y la libre competencia en los mercados, y también algo tan esencial y a veces tan poco valorado como los peligros tecnológicos para la seguridad nacional, la defensa de los intereses nacionales y estratégicos de España y la necesidad de proteger las instituciones y la estabilidad democrática. Esperamos debatir todos estos asuntos con quienes quieran asistir.

INTERREGNUM: Washington aprieta las tuercas. Fernando Delage

El 23 de mayo, el Senado de Estados Unidos aprobó, a instancias de 14 miembros de la Cámara—un grupo que incluía tanto a demócratas como a republicanos—una ley que permitirá “sancionar a aquellos individuos y entidades chinas que participen en las actividades ilegítimas de Pekín dirigidas a afirmar la expansión de sus reclamaciones territoriales” en los mares de China Meridional y de China Oriental. Presentada en 2017 pero no puesta en marcha hasta ahora, este instrumento legislativo confirma cómo las tensiones económicas entre Washington y Pekín se extienden con rapidez al terreno político y de seguridad.

Que la medida iba a endurecer la posición de Pekín resultaba previsible. Pero la escalada ha sido mera cuestión de días. El 1 de junio, en la reunión que cada año organiza por estas fechas el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos e Internacionales de Londres en el hotel Shangri-la de Singapur, el secretario de Defensa en funciones de Estados Unidos, Patrick M. Shanahan, advirtió que “el comportamiento que erosiona la soberanía de otras naciones y alimenta la desconfianza en las intenciones de China debe acabar”. Nada más concluir su discurso, muy beligerante en el tono contra Pekín, su departamento hizo público un informe sobre la estrategia de Estados Unidos en el Indo-Pacífico—el primero desde 1998—en el que se acusa a China de buscar “la hegemonía regional en el Indo-Pacífico a corto plazo, y la preeminencia global a largo plazo”.

Pese a sus 60 páginas, el Informe, tras realizar esa descripción hostil de la República Popular como rival, ofrece una descripción del proceso de reforzamiento de las capacidades militares norteamericanas en la región, más que una estrategia operativa propiamente dicha. Pero el guante estaba lanzado de nuevo—retomando el lenguaje y las críticas ya lanzadas por el vicepresidente Pence en su discurso de octubre en el Hudson Institute—, y así fue recibido por Pekín. El 2 de junio, en el mismo foro en Singapur, el ministro de Defensa, Wei Fenghe, respondió a Shananan prescindiendo de toda sutileza diplomática. Además de negar las acusaciones de militarización de las islas del mar de China Meridional, advirtió que China “luchará hasta el final” en la disputa comercial con Estados Unidos, como “luchará asimismo cueste lo que cueste” contra la reunificación de Taiwán, asunto—dijo en alusión a los comentarios del jefe del Pentágono sobre la isla—con respecto al cual toda interferencia externa concluirá en fracaso.

Como en un acto reflejo con los movimientos en Washington, al terminar Wei su discurso, fue el viceministro de Comercio chino, Wang Shouwen, quien presentó en Pekín un Libro Blanco sobre las relaciones comerciales y económicas con Estados Unidos. Apenas 48 horas antes, las autoridades chinas amenazaron con posibles sanciones a empresarios y compañías norteamericanas si interrumpían el suministro a sus socios chinos. En la presentación del informe, Wang acusó a Washington de “imponer unas demandas nada razonables que interfieren en la soberanía china”. “Después de darle una mano, Estados Unidos quiere un brazo”, dijo. “Si quiere recurrir a una presión extrema para que una escalada de las fricciones comerciales obligue a China a capitular, esto es imposible”, concluyó.

Las espadas están pues en alto. Trump confía en su instinto y en las prácticas negociadoras a las que recurrió como empresario inmobiliario. Pero su presión no hace sino reforzar el nacionalismo de una China que no puede permitirse ceder en cuestiones de principio. Pekín se prepara para un conflicto que durará años.  Foto: Flickr, Darkday

THE ASIAN DOOR: 5G, el dragón comienza a rugir. Águeda Parra

En cuestión de tecnología no existe país pequeño. La era de la revolución tecnológica está facilitando que países en vías de desarrollo aborden una transformación de su estructura económica gracias a la facilidad que permite la aplicación de las nuevas tecnologías. Algunos pronostican una guerra de desgaste entre Estados Unidos y China mientras ambos países mantienen su lucha por aplicar nuevos aranceles.

Por el momento, la guerra estrictamente comercial cae a favor de China, que sigue manteniendo una balanza comercial positiva con Estados Unidos, pero no sucede lo mismo en lo económico, pues ambos países están sufriendo un significativo desgaste, además de las implicaciones que esta lucha de poder está suponiendo para la economía internacional. Pero mientras la imposición de nuevos aranceles, respondidos de nuevo por Pekín, no ha conseguido reducir el déficit comercial entre Estados Unidos y China, tampoco parece estar teniendo mucho efecto la advertencia de Washington al resto de Estados de que no confíen el despliegue de su nueva red de comunicaciones móviles 5G a la tecnología china, con el suministrador Huawei como punta de lanza.

Pero no es sólo la balanza comercial la que preocupa, sino las aspiraciones de China de convertirse en referente tecnológico mundial. La batalla tecnológica se libra principalmente en base al estratégico mercado de los microchips, ya que quién consiga imponer sus estándares tendrá una ventaja sustancial frente al resto de sus competidores. En el caso americano, Qualcomm mantiene luchas internas para sacar del mercado a Apple e Intel, mientras que del lado chino, Huawei y ZTE muestran una alta implicación en los trabajos del 3GPP, el consorcio internacional de tecnología que define los estándares que se utilizan en las aplicaciones con tecnología 5G.

Si cabe, de las batallas que China tiene ganadas sin haber entrado todavía en guerra, la de los estándares es la más destacada. Es decir, la garantía de que los componentes chinos formarán parte del ecosistema tecnológico mundial durante los próximos años. Muy a pesar de las advertencias de la administración Trump, en la decisión de los Estados ha primado la alta dependencia de su red a los componentes de Huawei, más que los posibles problemas de ciberseguridad, un ámbito en el que cada país considera que puede encontrar soluciones con garantías conjuntamente con el suministrador chino. Los países europeos han convertido a Huawei en los últimos diez años en el proveedor de casi un tercio de los sistemas de telecomunicaciones que utilizan las operadoras y las administraciones. La alta flexibilidad para adaptarse a las necesidades de cada cliente frente al resto de proveedores tradicionales le ha permitido a Huawei incrementar entre 2013 y 2018 hasta en un 8% su cuota de mercado, permitiéndole alcanzar así el liderazgo con el 28,6% del mercado mundial de proveedores de telecomunicaciones. Con escasa presencia en el mercado norteamericano, Asia Pacífico representa para Huawei su principal fuente de ingresos, con un 42% de la cuota, seguida a partes iguales por la zona EMEA (Europa, Oriente Medio y África) y América Latina y Caribe, representando ambas un 31% de la cuota de mercado, según Bloomberg.

Mientras la nueva Ruta de la Seda no parece estar captando demasiado la atención de Estados Unidos, como sí lo hace en el caso de la Unión Europea, el gran proyecto de Pekín del Made in China 2025 es la gran batalla de esta guerra fría entre los dos titanes. En el ámbito tecnológico, Huawei ya compite de igual a igual con el resto de las grandes tecnológicas, también a nivel del registro en el número de patentes. Precisamente, en el ámbito de la tecnología 5G, las patentes registradas por Huawei alcanzan las 1.529, el doble de las registradas por su principal competidor, la americana Qualcomm, con 757, lo que significa que Huawei está en mejor disposición que el resto de suministradores de recibir royalties y pagos por licencias por el uso de la tecnología 5G. El propósito primigenio del proyecto de que China no dependa de la tecnología de Occidente para su progreso económico parece tener ahora mayor relevancia tras el veto de Google a Huawei, tras la nueva directiva norteamericana de incluir a la empresa china en una lista negra comercial. Una nueva vuelta de tuerca en lo que está resultando ser unas duras negociaciones para poner fin a la guerra comercial que ambas potencias mantienen abierta.

Un duro golpe que viene después de que aún en plena guerra comercial Huawei batiera su propio récord en ingresos y beneficios durante 2018, un buen comportamiento financiero que se ha mantenido durante el primer trimestre de 2019, registrando un incremento anual de ingresos del 39%, hasta los 26.800 millones de dólares. Con más de 200 millones de smartphones vendidos durante 2018, Huawei ha seguido incrementado sus ventas hasta en un 50% en el primer trimestre de 2019, hasta superar los 59 millones de smartphones, lo que le ha permitido convertirse en el segundo fabricante mundial de teléfonos móviles, desbancando a la americana Apple. La bajada de precios del iPhone para paliar la aplicación de aranceles no ha tenido el efecto esperado ante el creciente fervor nacionalista que se está despertando entre la población china ante la guerra comercial con Estados Unidos. Una situación que, de no ser por el veto de Google, podría haber llevado a Huawei a optar por el asalto al líder mundial, Samsung. La suerte está echada y ahora China tendrá que demostrar hasta dónde ha avanzado su desarrollo tecnológico, y sus estándares, para hacer frente a un sistema operativo propio. Foto: Flickr, Rob Oo

THE ASIAN DOOR: El iceberg de nombre Huawei. Águeda Parra

Estados Unidos y China no parecen entenderse. O quizá demasiado. La decisión de la administración Trump de empezar a aplicar nuevos aranceles sobre los productos chinos por valor de 200.000 millones de dólares vuelve a tensar una relación que la tregua comercial no ha conseguido rebajar. Competir por el mismo objetivo, uno como valedor de ostentar la posición de potencia hegemónica, y el otro como protagonista de la reivindicación por un nuevo orden mundial, tiene este tipo de consecuencias.

La advertencia del gobierno norteamericano se basa en considerar que los componentes chinos puedan tener puertas traseras que permitan el espionaje de las comunicaciones por parte del gobierno chino, sin que por el momento existan pruebas que lo demuestren. Sin embargo, la CIA acusa a Huawei de haber estado financiada por el gobierno chino y, de existir la amenaza que pronostica Washington, las consecuencias más importantes no serían únicamente las comerciales, sino las implicaciones militares, por el grave efecto que podrían tener las vulnerabilidades de seguridad de Huawei en cuestión de seguridad nacional.

Con una batalla no se gana la guerra, y mientras la campaña comercial no parece tener un ganador claro, sin embargo, en lo tecnológico, China parece estar sorteando los planes de Estados Unidos de frenar su futuro liderazgo. El clásico chino de El arte de la guerra de Sun Tzu indica que “un ejército victorioso gana primero y entabla la batalla después”, situación que parece adaptarse a la estrategia seguida por Pekín en su ambición tecnológica. En este contexto, China ha estado haciendo sus deberes casi desde que Washington comenzara a alertar sobre los problemas que podría acarrear para la seguridad del resto de países incorporar la tecnología china como parte de la red de sus telecomunicaciones nacionales. Y hasta ahora el “ejército victorioso” ha ganado ya algunas batallas.

La primera sería la del liderazgo por la inversión, donde China se ha posicionado como un fuerte competidor, sobrepasando el gasto realizado por Estados Unidos hasta alcanzar los 24.000 millones de dólares, con una estimación de 411.000 millones de dólares en los próximos diez años. Una inversión que también se extiende por los países de África, donde muchos gobiernos están optando por la tecnología de Huawei para el desarrollo de la red 5G en base, por una parte, a las buenas relaciones bilaterales con China y, por otra parte, a los competitivos precios del suministrador chino respecto al resto, sin entrar a valorar demasiado las amenazas por cuestiones de ciberseguridad sobre las que Washington no ha cesado de advertir.

En lo geopolítico, la balanza también parece estar cayendo del lado de Pekín. Que los países que se han mostrado a favor de no vetar a Huawei para el despliegue de la red 5G sumen más del 40% del producto interior bruto mundial es un éxito de la diplomacia china. Entre ellos, Reino Unido que, en busca de aliados ante un posible Brexit, y a pesar de ser miembro de la alianza de inteligencia denominada Five Eyes (FVEY), ha optado por no seguir la recomendación de Washington, pasando a liderar el grupo de aquéllos que apoyan a Huawei aunque incorporando medidas de seguridad adicionales. Reino Unido, no es el único a favor de la empresa china del grupo los cinco países, que además integran Estados Unidos, Australia, Canadá y Nueva Zelanda. Éste último, aunque inicialmente siguió la recomendación de Washington de aplicar el veto en diciembre de 2018, se ha pasado al grupo de países que no quieren verse desplazados en una más lenta adopción de las revolucionarias aplicaciones que utilizarán la tecnología 5G, una carrera que marcará una clara diferencia entre los países, esta vez no por su nivel de desarrollo económico, sino por el tecnológico. Al final, la relación calidad-precio está marcando el debate en muchos países, incluido España. En la decisión de Nueva Zelanda también ha influido el enfriamiento de las relaciones comerciales con China tras la decisión de vetar inicialmente a Huawei, un efecto que ya ha comenzado a resentirse en el entorno de los negocios en Canadá.

Sin embargo, otros países encuentran otras razones para vetar a Huawei, como la República Checa, un país pequeño que, a pesar de formar parte del mecanismo 16+1 que reúne a China y a los Países de Europa Central y Oriental (CEEC, en sus siglas en inglés), ha preferido situarse al lado de Estados Unidos, buscando un mayor apoyo ante las posibles consecuencias. En el caso de Vietnam, donde el gobierno considera el desarrollo de la red 5G una prioridad política, el veto a Huawei surge, sin embargo, por diferencias históricas con China.

Entre los países a favor también figura Alemania, la propia Comisión Europea, y el operador holandés KPN, que han alcanzado el acuerdo de dar acceso a Huawei a su red de radio, menos expuesta a cuestiones de ciberseguridad, mientras la parte de la red principal, mucho más sensible a este tipo de ataques, quedará fuera del alcance del suministro chino. Un respaldo que muestra el nivel de integración al que ha llegado Huawei con los operadores europeos con los que ha cerrado hasta 23 de los 40 contratos de despliegue de red 5G en Europa. El resto se reparten entre 10 en Oriente Medio, 6 en Asia Pacífico y 1 en Asia, mientras resulta sorprendente que en China solamente figuren, por el momento, algunos proyectos en Shanghai y Shenzhen.

Todo un caleidoscopio de razones que mantienen de nuevo dividido el mundo en una cuestión bipolar, esta vez teniendo que elegir entre Estados Unidos y China. Una decisión que trasciende al reconocimiento internacional de quién es la potencia hegemónica y qué capacidades tiene la aspirante al puesto, sino que esconde múltiples derivadas que van a marcar en los próximos meses el devenir de la economía internacional, la lucha por el poder tecnológico, y el futuro desarrollo militar de China, principalmente por una cuestión de estándares, aunque ésta es otra guerra.

Repliegue chino en Venezuela. Nieves C. Pérez Rodríguez

Washington.- China ha apostado fuertemente por América Latina. La concesión de créditos públicos ha sido extraordinaria y su presencia ha ido aumentado progresivamente en los últimos años. Comenzaron en los 90 y no han hecho más que crecer, en parte gracias al abandono de Washington de su patio trasero, aunque también debido a la proliferación de gobiernos de izquierda en la región que han preferido las relaciones con China.

Huawei es un buen ejemplo de esa penetración china. La gigantesca corporación de telecomunicaciones china y la segunda que más móviles inteligentes vende, de acuerdo con Forbes, y que tiene acuerdos con 45 operadoras mundiales, tiene presencia desde México hasta Argentina, en mayor o menor media, y ha conseguido hacerse con cuotas de mercado que no hacen más que creer.

En el caso de Venezuela sus operaciones comenzaron en el 2002, y para el 2012 tenía alianzas comerciales con todas las operadoras de telecomunicaciones existentes en el país, tanto de telefonía fija como móvil -CANTV, Movilnet, Movistar y Digitel-.

El plan de Huawei en Venezuela era ambicioso. Llegaron a contar con 3000 empleados de los que sólo quedan 5. Tuvieron oficinas comerciales que ocupaban más de 8 plantas en distintos edificios y ciudades del país. Su visión inicial era convertir a Venezuela en el Hub o el eje tecnológico de América Latina. Lo que no sorprende, pues Venezuela cuenta con una ubicación geográfica privilegiada para conectar a cualquier otro país de la región, además de que Chávez abrió la puerta a China sin restricciones, junto con la posibilidad de múltiples negocios, a cambio de inversiones y mucho efectivo para gastar.

Para Chávez y ahora para el régimen de Maduro, China era una chequera con profundos bolsillos de donde tirar. Las inversiones eran la cobertura perfecta para demostrar que estaban trabajando por el desarrollo del país y la generación de empleos. Lo cierto es que todas esas inversiones se realizaron con personal chino, están paradas, con graves problemas técnicos, y para lo que sirvieron fue para generar más corrupción y enriquecimiento del círculo cercano del régimen.  Y a pesar de que no aportaron realmente a la economía, la deuda está vigente, y Maduro está enviando petróleo para encarar el compromiso.

Huawei ha protagonizado un fuerte debate internacional debido a que representa peligro para la seguridad nacional de los países en los que opera. Con Estados Unidos a la cabeza, las democracias más sólidas del planeta se han cuestionado el uso de equipos Huawei y más preocupante aún, el permitir sus redes de transmisión de datos, por la sospecha que esos datos puedan ser usados por Beijing a su conveniencia. La semana pasada terminó en Washington con la prohibición veto de Huawei en su territorio. Lo que es otro paso adelante en la guerra comercial.

En medio de la mayor crisis que afronta el gigante asiático, Maduro anunció que invertirá en la compañía y llenará al país de antenas para que la nación sudamericana cuente con cobertura 4G. De acuerdo al observatorio de Internet NETBlocks.org, lo que buscan es crear una organización paraguas dirigida por CONATEL (Comisión Nacional de telecomunicaciones) que ha sido el verdugo de los canales de radio y televisión para erradicar la libertad de prensa en Venezuela. Curiosamente CANTV, que es la compañía de telecomunicaciones más antigua y grande de Venezuela, fue renacionalizada en 2007 por Hugo Chávez, controla contenidos y bloquea accesos a páginas webs, de acuerdo a su conveniencia. Cuando las protestas aumentan, tumban las señales de twitter para que los ciudadanos no puedan saber realmente lo que está pasando, pues los canales y radios que quedan responden a los intereses del régimen.

El anuncio del dictador Maduro puede tener dos lecturas. Por un lado, el régimen de Maduro no tiene dinero, Venezuela es un país quebrado gracias al despilfarro y la corrupción, y las sanciones que se han impuesto al régimen que ahora está dejando ver sus efectos. Un Estado fallido, con un país en ruinas en donde los ciudadanos no tienen ni alimentos para sobrevivir. Por otra parte, el momento del anuncio es oportuno para Maduro para intentar reconquistar a Beijing, después de que Huawei fuera vetada por Washington en la misma semana.

China, en su tónica habitual, ha intentado mantenerse al margen del conflicto, aunque tan sólo en el mes de mayo ha dicho en tres oportunidades que abogan por una salida pacífica de la crisis, alineando su posición con la UE.  Los intereses de China en Venezuela son profundos, y sus expectativas de cobrar sus préstamos pragmáticas. Mientras tanto, Maduro es consciente que cada día está más solo, y en un intento desesperado de coquetear con Beijing lanza esa propuesta que carece de lógica, en un país en el que el sistema eléctrico es irregular, hay apagones, y racionamientos, y para poder tener sistemas de internet funcionando, lo primero es tener electricidad.

Maduro necesita de China, pero China da señales de estar prescindiendo del tirano para garantizarse sus intereses en Venezuela. (Foto: Wilfredorrh)

¿Es Trump el malo de esta película?

Las presiones entre Estados Unidos y China antes de la guerra comercial abierta que parece avecinarse y sobre todo la decisión de la Administración de EEUU de presionar a Google para que bloquee sus acuerdos con Huawei ha elevado una ola de indignación contra Donald Trump. Como de costumbre, los medios europeos y la mayoría de los intelectuales o creadores de opinión europeos y buena parte de los propios líderes de opinión de Estados Unidos acusan a este país de ser el origen de las turbulencias. Esta es un viejo tic que llegó a su máxima expresión vergonzante cuando el 12 de septiembre de 2001 un influyente medio español, con 3.000 muertos sobre el asfalto entre las ruinas de Nueva York, tituló que el mundo estaba preocupado por la posible respuesta de Estados Unidos, lo que no merece más comentario.

Parece claro que Trump se equivoca con su política proteccionista, que ésta va a acarrear problemas a los estadounidenses a medio plazo aunque parezca favorecedora a corto plazo y que del proteccionismo han surgido grandes conflictos mundiales dirimidos con las armas en la mano. Pero no es que Trump haya amanecido un día con una manía por desestabilizar el mundo.

China es un país autoritario, despótico, que utiliza pretendidos instrumentos del capitalismo para mejorar su posición comercial basada en la explotación de una población con pocos derechos , en no respetar leyes de patentes y en violar cuanta norma internacional le proporcione beneficios. Es decir, en vaciar al capitalismo de lo que tiene de progreso: la libertad de mercado, el imperio de las leyes y la libertad individual.  Trump se equivoca en la receta pero no en el diagnóstico. Y la ofendida Europa debería ser más comedida porque en muchas áreas no es menos proteccionista que Trump y, si no lo creemos, oigamos lo que dicen de sus productos agrícolas Marruecos, Túnez, Israel o Turquía, por poner algunos ejemplos.

Además, en la decisión sobre Huawei, además de criterios obviamente comerciales y políticos, hay argumentos de seguridad no desmentidos. Estados Unidos es una sociedad abierta donde las majaderías y los errores de Trump pueden ser criticados y llevados a los tribunales. En China, donde el Estado y sus empresas son todo uno subordinados a los intereses que marca el presidente, esto no es posible y frente a eso y sus ataques a la seguridad occidente está debilitado. Ahí es donde debería estar el terreno de debate y de confrontación.