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Ucrania: Japón promete inversiones para después de la guerra

Mientras crece la sensación de que puede estarse debilitando lentamente el apoyo a Ucrania y el mensaje de que sería mejor para Kiev buscar un acuerdo con Moscú, las autoridades ucranianas han conseguido algunos compromisos para constituir alianzas de seguridad para después de la guerra y promesas de importantes inversiones para la reconstrucción nacional tras la catástrofe. En estos capítulos se han adelantado Francia y Japón.

En una conferencia que Japón coorganizó con el Gobierno ucraniano y organizaciones empresariales, el primer ministro japonés, Fumio Kishida,  dijo que la cooperación pública y privada japonesa será una asociación a largo plazo basada en la inclusión, el humanitarismo, así como la tecnología y el conocimiento. Entre los acuerdos suscritos destacó la promesa de Japón de entregar 15.800 millones de yenes (105 millones de dólares o unos 97 millones de euros) en nuevas ayudas para Ucrania, con el propósito de financiar el desminado y otros proyectos de reconstrucción que se necesitan con urgencia en los sectores de energía y transporte.

El primer ministro de Ucrania, Denys  Shmyhal, señaló que la reconstrucción de Ucrania va mucho más allá de la retirada de minas terrestres y escombros. Destacó la fortaleza de su país en agricultura, sus ricos recursos naturales y su ambición de ser un centro digital de Europa con su experiencia en información y ciberseguridad. También instó a los fabricantes de automóviles japoneses a abrir fábricas en Ucrania.

La Conferencia Japón-Ucrania para la Promoción del Crecimiento Económico y la Reconstrucción fue organizada conjuntamente por los Gobiernos japonés y ucraniano, la poderosa organización empresarial japonesa Keidanren y la Organización de Comercio Exterior de Japón.

Es muy probable que las sutiles presiones a Ucrania para encontrar una solución que la haga ceder en una fórmula hipócrita que tranquilice las conciencias y, más exactamente, las economías europeas necesite promesas de futuro, una anestesia económica para el después. Pero, a la vez, un Japón con una economía que se ralentiza también necesita vender a sus empresarios operaciones de futuro, rentables y con marca de humanitarias.

China sigue presionando

A pesar de la ligera distensión que están protagonizando China y Estados Unidos, el gobierno de Pekín mantiene la presión sobre los límites de sus mares territoriales e imponiendo la presencia de sus fuerzas  navales cerca de islas pertenecientes a Japón, Filipinas y otros países cuya soberanía es reclamada por China.

Agencias de noticias vienen  informando hace semanas de la movilización de fuerzas navales filipinas tras denunciar la aparición de más de 135 barcos de la Milicia Marítima de China que han comenzado a patrullar  por las islas. Aparentemente, China quiere seguir manteniendo alta tensión con un gran despliegue naval en el justo límite de sus aguas territoriales  y realizando incursiones sorpresa que elevan la alarma, alteran las rutas comerciales y ponen en alerta todos los sistemas de defensa en la región con los riesgos de que un error de cálculo o una maniobra arriesgada hagan estallar un conflicto de incalculables consecuencias.

China está teniendo altibajos en su economía que están aumentando las tensiones sociales internas  y ralentizando sus planes de inversiones e influencia en África y, en parte, en América Latina. Estos hechos podrían estar actuando sobre los intentos chinos de calentar el fervor nacionalista sobre los mares territoriales, aunque no hay que olvidar que el nacionalismo chino siempre ha constituido una constante de Pekín y ninguna de sus reclamaciones son nuevas desde el fin de la guerra mundial y el triunfo de la revolución comunista que acaudilló Mao.

Esta pulsión china puede constituir un obstáculo en sus planes de acercamiento relativo a una distensión con Estados Unidos, aunque las autoridades de Pekín consideren que mantener la presión es el pulso necesario para que Washington admita la necesidad de relacionarse con China al más alto nivel de potencia a potencia. Como todas las grandes operaciones estratégicas, ésta también tiene el enorme peligro de sus efectos secundarios, generales en el caso de que den lugar a un conflicto abierto, y particularmente para China porque su agresividad está fortaleciendo las alianzas de EEUU en la región y estimulando el crecimiento de las inversiones en recursos militares de quienes se sienten amenazador por Pekín.

Filipinas dice NO a la Ruta de la Seda. Nieves C. Pérez R.

Manila anunció que Filipinas no formará parte de los proyectos de infraestructuras de la gran iniciativa de la nueva Ruta de la Seda china (BRI por sus siglas en inglés) lanzada por Xi Jinping en 2013.

El anuncio de la terminación de los proyectos por un valor cercano a 5.000 millones de dólares se dio posterior a la visita del presidente filipino Ferdinand Marcos Jr. al foro que tuvo lugar hace un par de semanas en Beijing para celebrar los diez años del lanzamiento de esta iniciativa, la más ambiciosa lanzada por China.

El Senado filipino, por su parte, ya había expresado que “casi todas las iniciativas claves de inversión china en Filipinas estaban siendo reevaluadas debido tanto a factores económicos como políticos”. El ex presidente filipino, Rodrigo Duterte (2016-2022) había fortalecido la relación y acercamiento con China, por lo que este cambio de dirección de manos del actual presidente marca un cambio total.

Marcos Jr. entiende que la cercanía con Beijing es perjudicial para los intereses nacionales, en parte motivado por los “créditos trampa” que ha venido proveyendo Beijing por el mundo, quizás el mejor ejemplo es Sri Lanka y el efecto devastador para su economía.

Además, no se puede dejar a un lado las disputas y agravios en el mar de China meridional. Hace tan solo unas semanas Manila protestaba fuertemente por las “cada vez más provocativas y peligrosas maniobras de la guardia costera y los barcos de la Armada de China. El último y muy grave accidente tuvo lugar el 22 de octubre en el que dos barcos chinos bloquearon y chocaron por separados con dos barcos filipinos cerca del Second Thomas Shoal”, en las disputadas islas Spratly, que fue extensamente reportado por los medios.

Estas disputas no son nuevas ni tampoco las protestas. En efecto, Manila ganó el caso de arbitraje en el 2016 sobre la Isla Scarborough que China reclama también como suyas. Además de que China envía barcos a pescar en esas aguas, probablemente para mantener presencia y vigilancia.

Paralelamente, el primer ministro japones, Kishida Fumio, visitó Filipinas la semana pasada para expresar su solidaridad mientras se presenta como una alternativa regional frente al liderazgo chino. Un viaje que busca recomponer relaciones históricas complejas mientras se presentan como la opción más prooccidental en la región.

Washington, mientras tanto, ha venido haciendo su parte fortaleciendo alianzas con los aliados e incluso acercándolos. Así quedó sentado en el encuentro trilateral en Camp David en el que Biden recibió con los mayores honores a los lideres de Corea del Sur y de Japón en agosto y los hizo comprometerse en trabajar en conjunto.

En septiembre, Biden se tomó el tiempo necesario para hacer una visita estratégica a Vietnam y expresarles la importancia que tienen para los estadounidenses este país; elevando de esta manera las relaciones bilaterales.  Todo mientas arma a Taiwán para que Beijing entiendan que ni están desprovistos ni están solos.

Lo que ha venido ocurriendo en los últimos años es un despertar para algunas naciones que vieron en China su solución económica y empiezan a evaluar el futuro de esas relaciones y el precio de la dependencia económica de un país como China. Algunos ya están pagando un altísimo precio, otros como Filipinas entienden que por su propia condición de archipiélago de más de siete mil islas es imperioso la libertad marítima para su supervivencia, por lo que alejarse de Beijing mientras se acercan a los aliados occidentales puede ser la única solución a su supervivencia.

 

Camp David: consolidación de una triple alianza. Nieves C. Pérez Rodríguez

Camp David es el lugar de descanso de los presidentes estadounidenses, ubicado a unos 100 kilómetros de Washington D.C. y un lugar conocido por haber servido para destacados encuentros que han condicionado el curso de la historia mundial.

En 1943 el presidente Franklin Roosevelt se reunió con Winston Churchill durante la II Guerra Mundial. En 1979 fue él lugar de acogida de las negociaciones que produjeron el tratado de paz entre Egipto e Israel que sirvió de marco para la paz en el Medio Oriente. Más adelante, en 1984, Ronald Reagan recibió a la primera ministra británica Margaret Thatcher en Camp David; posteriormente, Bill Clinton organizó allí el encuentro entre Ehud Barak, primer ministro israelí, y el presidente de la autoridad palestina, Yasser Arafat, en el año 2000. El presidente George W. Bush reunió allí a su gabinete para preparar la invasión de Afganistán después de los ataques terroristas del 11 de septiembre.

Y en esa línea, Joe Biden recibió allí él pasado viernes a los líderes de Japón y Corea del Sur en un significativo encuentro en el que Biden se apunta el gran triunfo de haber conseguido conciliar ambas naciones. De acuerdo con Sue Mi Terry, la experta en asuntos coreanos y ex miembro de la CIA, y Max Boot, historiador y analista en relaciones internacionales en un artículo conjunto que escribieron para el Washington Post, si las relaciones entre Japón y Corea del Sur pudieron llegar a este punto es fruto de un arduo trabajo diplomático de la Administración Biden que ha venido desarrollándose desde sus primeros días en el poder.

Pasos como los tomados por Japón en mayo han sido la clave de la mejoría de relaciones. Fumio Kishida, el primer ministro japonés, expresó su simpatía por los coreanos forzados a la esclavitud industrial durante el periodo colonial japones (1910-1945) en la península coreana. Ese gesto público de reconocimiento ha sido muy significativo para Seúl y contribuyó no solo a limar las asperezas entre ambas naciones sino a abrir el camino a la cooperación frente a una Corea del Norte con capacidad nuclear y una China expansionista.

Durante el encuentro del G7 este año, que tuvo lugar en Japón, él presidente surcoreano Yoon visitó él memorial de Hiroshima como un gesto de reciprocidad que muestra el esfuerzo de ambas partes en dejar un pasado atrás.

En el marco de la misma cumbre se consiguió abrir otros canales de cooperación como el de defensa con el anuncio del establecimiento de un radar que intercomunica las señales de los tres países para conseguir una respuesta más precisa antes un potencial ataque de misiles de Pyongyang.

En materia económica, Samsung anunció también la construcción de una planta de un valor de unos 222 millones de dólares en Yokahama en la que tanto Japón como Corea del Sur colaborarían en la elaboración de materiales para semiconductores. No es casual que sea precisamente uno de los rubros que más obsesiona a la Administración Biden, que hasta ha aprobado leyes para proteger la industria de semiconductores y asegurarse que permanecerá en manos estadounidenses y/o de los aliados, pero lejos de los tentáculos del PC chino.

En junio el gobierno japonés anunció que Corea del Sur había sido restablecida en la lista de destinos de exportaciones preferidos, levantando así las restricciones y cerrando una etapa gris en la disputa comercial entre ambos que comenzó en el 2019.

Todos esos movimientos estratégicamente impulsados desde Washington con la visión de consolidar dos grandes aliados y acercarlos hacia él mismo objetivo común han comenzado a dar resultados, y la cumbre en Camp David es la mejor prueba de ello. Es un logro de Biden aunque tanto Tokio como Seúl entienden la necesidad de operar como bloque frente a China.

Él levantamiento de las restricciones de importaciones entre ambas naciones asiáticas es un punto clave porque de esa forma conseguirán bajar de alguna manera la dependencia que tienen de China en la cadena de suministro.

Tanto Japón como Corea del Sur son los aliados más importantes para Washington en el Pacifico y Camp David tenía que ser él lugar del encuentro por ser el reservado para encuentros de un altísimo nivel. Está cumbre trilateral lo ha sido, los temas discutidos han sido algunos de los ya mencionados con anterioridad además de pone énfasis en la necesidad de contrarrestar las agresiones de Corea del Norte y China en el Indo-Pacifico.

Los tres lideres acordaron abrir canales directos de comunicación frente a cualquier tipo de crisis que se suscite. Los teléfonos rojos estarán siempre listos para recibir una llamada de uno de los aliados, pues acordaron que una amenaza para uno es una amenaza para todos.

INTERREGNUM: China en la cumbre de Vilna. Fernando Delage

La cumbre de la OTAN celebrada en Madrid en junio del año pasado incluyó por primera vez como invitados a los líderes de Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda. La presencia de estos socios asiáticos (los conocidos como AP4) puso de relieve la naturaleza global de los asuntos de seguridad y la preocupación compartida por el desafío que representa el ascenso de China para el statu quo internacional. El imperativo de la cooperación entre socios transatlánticos y transpacíficos ha vuelto a estar en la agenda de la cumbre de 2023, organizada en esta ocasión en la capital de Lituania. Aunque Rusia y el debate sobre la eventual adhesión de Ucrania han sido el tema central de discusión, la relación Moscú-Pekín y las implicaciones de las acciones chinas fueron igualmente tratadas por los participantes en el encuentro. Una vez más quedaron patentes, no obstante, las dificultades para dar forma a un consenso europeo.

Tras la adopción el pasado año de un nuevo concepto estratégico que, entre otras cuestiones, describió el desafío que representa China para los “intereses, seguridad y valores” de la Alianza Atlántica, el secretario general, Jens Stoltenberg—quien visitó oficialmente hace unos meses Tokio y Seúl—ha insistido en que la OTAN debe prestar una atención sostenida a la República Popular y a la dinámica del Indo-Pacífico. Es un objetivo que cuenta con la misma disposición por parte del cuarteto asiático: la rápida reacción de la Alianza a la invasión rusa de Ucrania la convierten en un socio más que deseable como contrapeso disuasorio de una China más ambiciosa.

En la sesión conjunta mantenida con el AP4, y en la que de manera significativa también participaron los presidentes de la Comisión Europea y del Consejo, Ursula von der Leyen y Charles Michel, respectivamente, se intercambiaron puntos de vista sobre el conjunto de temas relevantes tanto para la seguridad europea como para la asiática. Cabe destacar, entre ellos, la inquietud sobre el riesgo de control por China de infraestructuras críticas, sus acciones de coerción económica, las operaciones de influencia y desinformación de Pekín, la cooperación de seguridad con el Kremlin, el aumento de sus capacidades militares, o las consecuencias de un conflicto en el estrecho de Taiwán. Ya se trate de posibles contingencias militares o del fortalecimiento de las cadenas de suministro, el papel de estos países asiáticos resulta fundamental para los intereses occidentales.

La posición que adopte la Alianza Atlántica sobre China es especialmente importante para Estados Unidos, principal miembro de la organización y potencia percibida como rival por Pekín. Por esa misma razón, el futuro de la OTAN y de las relaciones transatlánticas no pueden desvincularse de cómo norteamericanos y europeos se aproximen a esta cuestión. Puesto que un desafío a Estados Unidos en Asia no dejará de tener consecuencias para la OTAN y para la seguridad europea, establecer prioridades comunes y acordar un equilibrio entre ambos escenarios es una exigencia para los aliados si quieren formular una estrategia eficaz hacia la República Popular.

La identificación de esa necesidad no asegura, sin embargo, que esa aproximación se produzca. Así lo demuestran, por ejemplo, el problema de Taiwán o los desacuerdos sobre la apertura de una oficina de la OTAN en Tokio. Con respecto al primer asunto, las declaraciones del presidente de Francia, Emmanuel Macron, a su regreso de su viaje a China en abril, a favor de la neutralidad europea, alarmaron a Washington. Pero no parece ser el único lider europeo que piensa que el Viejo Continente no tiene nada en juego. La recién aprobada estrategia de seguridad nacional de Alemania no menciona a Taiwán ni una sola vez. El canciller Olaf Sholtz se muestra por otra parte reticente a sumarse a la más firme política hacia Pekín  defendida por la Comisión Europea, y prefiere que sea la industria de su país la que decida el grado de dependencia de China que más le convenga, minusvalorando sus riesgos estratégicos.

Esa resistencia de los principales Estados miembros a que la UE asuma una proyección geopolítica aparece igualmente cuando la OTAN discute sobre el Indo-Pacífico, aunque nadie esté planteando una ampliación de los límites geográficos establecidos por los artículos 5 y 6 del tratado de Washington. Aunque ya existe una oficina de enlace en Asia central, ha sido de nuevo Macron quien se ha manifestado en contra de abrir otra en Tokio (opinión compartida naturalmente por Pekín), por tratarse de un continente ajeno. Según el Elíseo, tampoco las autoridades japonesas tendrían especial interés, una información que fue desmentida por el gobierno de Fumio Kishida.

A falta de conocer el comunicado final de la cumbre cuando se redactaban estas líneas, las divisiones entre los europeos complican la posición de la Alianza sobre China, y erosionan la unidad transatlántica. Si Washington duda del apoyo europeo a sus problemas en Asia, quizá el Viejo Continente precipite su aislamiento, sin haber podido desarrollar esa autonomía estratégica que Macron más que nadie ha defendido como indispensable.

Creciente agresividad militar china

En los últimos meses ha aumentado perceptiblemente la agresividad militar china y no sólo en el estrecho y los alrededores de Taiwán como ya venía ocurriendo. Pekín lleva tiempo testando la rapidez de las reacciones de Taiwán y de las fuerzas occidentales desplegadas en los espacios aéreos y marítimos de la región que tratan de impedir que China ocupe de facto rutas protegidas por los acuerdos internacionales. El principal problema está, como han señalado fuentes militares de Estados Unidos, en que “si operan tan de cerca no se necesita mucho para que haya un error y alguien se haga daño”.

La opción china, sin embargo, forma parte de una estrategia planificada en la que los riesgos están rigurosamente calculados, aunque eso no excluye la posibilidad de accidentes. Pekín es consciente de que, desde el punto de vista estrictamente militar, China es aún inferior a los aliados occidentales, aunque en los conflictos intervienen elementos que traspasan el balance militar entre las fuerzas enfrentadas. Hay que tener en cuenta los recursos de cada uno, el acceso a fuentes de energía, la producción industrial, la estabilidad institucional de cada lado, el territorio de choque y los ánimos y voluntades de las fuerzas. China está intentando acortar distancias en todos esos campos, además de incrementar con toda la rapidez que puede sus capacidades aeronavales.

Pero, además, China interpreta que la incertidumbre internacional está planteando a Occidente dificultades que no reconocen y que aumentar la presión en las áreas sensible del Indo Pacífico las agudiza creando contradicciones entre los aliados. En realidad, al menos públicamente, parece estar ocurriendo justamente lo contrario: Japón y Corea del Sur guardan sus viejos recelos, Filipinas y EEUU superan reticencias y aumentan su colaboración, EEUU lidera una alianza más estrecha con Australia, Reino Unido, India se acerca a Occidente y, en general, la solidaridad sobre el terreno con Taiwán es mayor que nunca.

China, que estudia cada paso en la guerra de Ucrania, ha visto las vulnerabilidades rusas y la capacidad de reacción de Occidente, y analiza sus propias capacidades. Pero estima que la situación en el Pacífico es distinta, que muchas declaraciones de alianzas son más débiles de lo que parecen y ganan tiempo para plantear sus desafíos.ç

Por otra parte, China está más involucrada en el sistema económico internacional que Rusia, porque tiene mucho capital y muchas inversiones en el exterior y, a la vez, mucha dependencia de recursos energéticos ajenos para mover su economía y, eventualmente, sus fuerzas armadas.

En ese escenario, la agresividad militar china es un conjunto de muchas cosas: puesta a punto, chantaje, exigencia de que se reconozca un mayos liderazgo regional y mensajes de autoestima para una sociedad que ahora crece menos y en la que crecen tensiones sociales. Pero el riesgo es, tal vez, excesivo.

El G7 y la visión geoestratégica japonesa del mundo. Nieves C. Pérez Rodríguez

Hiroshima fue el lugar escogido para la cumbre del G7, tristemente simbólica ciudad por haber sido bombardeada con la bomba atómica en 1945, además de tener especiales vínculos con el propio Fumio Kishida, el primer ministro japonés quien ha representado esa ciudad a lo largo de su carrera política. Y en sus propias palabras “la terrible historia de Hiroshima propició el desarme nuclear y la no proliferación y mi propia motivación de vida, la lucha por un mundo sin armas nucleares”.

El lugar donde se usó la primera bomba atómica en el mundo fue el centro de acogida de un selecto grupo de líderes muy poderosos del planeta en un momento internacional crítico en el que las democracias del mundo parecen haber entendido el inminente peligro que acecha las libertades.  En este sentido, Ken Moriyasu, corresponsal diplomático del Nikkei, analizó la cumbre del G7 desde Hiroshima en el podcast One Decision y afirmó estar convencido que este G7 pasará a la historia como un punto de inflexión fundamental en el que se dejó claro que la crisis de Taiwán no es un problema interno de China, sino un asunto de interés internacional.

Desde el punto de vista japonés, el equilibrio de poder en el Indo-Pacífico se ha inclinado excesivamente a favor de China y el mejor ejemplo es la diferencia en número de misiles de alcance intermedio que posee China (2000 unidades) en comparación con los que posee los Estados Unidos, que no tiene ninguno. Y esto obedece fundamentalmente al Tratado de Fuerza Nuclear de Alcance intermedio con la Unión Soviética firmado en 1987 por Reagan y Gorbachev, razón por la que durante años Washington no ha podido fabricar misiles de este tipo.

China por su parte, al no ser firmante del acuerdo, pudo fabricar estos misiles y hoy cuenta con un número muy considerable como resultado de la producción y acumulación a lo largo de los años. Japón teme que para el momento en que la crisis de Taiwán llegue a su punto máximo, que estiman será entre cinco a diez años, Washington no podrá llenar el vacío de estos misiles, razón por la que Japón, Australia y el Reino Unido tienen que unir fuerzas para reequilibrar la deficiencia, explica Moriyasu.

El Quad o Diálogo de Seguridad Cuadrilateral toma por tanto una importancia crítica para equilibrar el poder regional. Este foro de seguridad estratégica entre Australia, India, Japón y Estados Unidos es fundamental para contrarrestar el poder de China, razón por la que ya hay algunos expertos que lo llaman la OTAN del Indo-Pacífico. Aunque cuenta con más de quince años de creación, está siendo impulsado por la Administración Biden, el gobierno japonés y el australiano.

Actualmente, India mantiene una gran tensión con China en sus fronteras y en las montañas del Himalaya, que si llegado al momento de exacerbación de la crisis en Taiwán, India podría jugar un rol clave en mantener sus fronteras blindadas lo que crearía un problema para China mientras que beneficiará a Estados Unidos y Japón junto con la península coreana.

Moriyasu también afirma que si Corea del Sur y Estados unidos fortalecen su posición se conseguiría crear otra debilidad para China y también para el Mar de China Meridional en el Pacífico del Sur con el apoyo de Australia y Reino Unido a través del AUKUS, que es otra alianza de seguridad creada a finales del 2021 entre Australia, Reino Unido y Estados Unidos en busca fortalecer y dotar de capacidad y respaldo a Australia y reforzar la cooperación en materia de tecnología avanzada de defensa, como inteligencia artificial y vigilancia de largo distancia.

Para Tokio lo importante en este momento no es centrarse exclusivamente en el problema del Estrecho de Taiwán, sino equilibrar los problemas para China en todas sus fronteras, lo que a mediano plazo sería muy beneficioso para todos.

La cumbre en Hiroshima reveló que los miembros están sólidamente unidos en sus planteamientos principales: En el apoyo a Ucrania, en la necesidad de una seguridad económica, a favor del desarme nuclear y frente a los desafíos globales como la pobreza y el cambio climático, así como en unificar un frente que llamaron en favor del mantenimiento de Estado de derecho y el orden mundial y el apoyo a un Indo-Pacífico libre y abierto y oponerse a cualquier intento unilateral de cambiar el statu quo por la fuerza o la coerción, en vez de usar un vocabulario más directo en contra de Beijing.

Hoy más que nunca, en el complejo entramado internacional, ante la amenaza rusa y las crecientes aspiraciones chinas, las palabras de Kishida durante la cumbre tienen una gran validez “Hiroshima debería servir como recordatorio de lo que puede suceder cuando la paz y el orden se desmoronan y dan paso a la inestabilidad y el conflicto. Debemos demostrar poderosamente nuestra determinación de defender un orden internacional libre y abierto basado en el estado de derecho.

Se estrechan las alianzas en el Pacífico

Conforme avanza la presencia y la presión aeronaval china (provocaciones en realidad) sobre Taiwán y las rutas marítimas internacionales en los mares adyacentes, los tradicionales aliados de Occidente van dejando atrás viejos rencores y antiguos resentimientos históricos y acercándose para reforzar lazos y reforzar acuerdos ante el peligro chino como en el pasado debieron alertarse ante el imperialismo japonés.

Así, el primer ministro nipón, Fumio Kishida, visitará Seúl para encontrarse con el primer ministro surcoreano, Yoon Suk Yeol, visita que no se producía desde 2011. En la agenda estarán los sistemas de alerta y defensa frente a Corea del Norte, una evaluación de los movimietos de la flota china y sus amenazas a Taiwán, sus respectivos acuerdos de seguridad con Estados Unidos y, como telón de fondo, las consecuencias económicas y geopolíticas de las agresiones rusas en Europa.

Japón prepara la cubre del G7 que se producirá en el país, ofrece un mensaje de lazos estrechos  con Corea del Sur dejando pendiente algunos contenciosos bilaterales que colean desde las agresiones japonesas en la II Guerra Mundial y avala su decisión de mantener el pulso ante la presión china a la que se va incorporando Rusia en el Pacífico.

Hace unos meses, Filipinas frenó un leve acercamiento comercial a China, superó algunos roces con Estados Unidos y decidió ampliar las instalaciones militares norteamericanas en las islas, con gran disgusto y expresiones de protesta de Pekín.

Todo esto se da en el marco del rearme australiano con ayuda y programas conjuntos con Estados Unidos y Gran Bretaña y el aumento de fuerzas navales en la región y en las rutas internacionales de la zona. La situación es, desde luego, crecientemente tensa aunque los expertos consideran que, de momento, no es de alto riesgo aunque éste existe. Analistas de EEUU consideran que China tiene capacidad suficiente para atacar Taiwán aunque añaden que a Pekín le costará, como a Rsia en Ucrania, resolver rápidamente el conflicto si se produce y añaden que la disuasión de una agresión china es militar pero también política y económica y creen que debe dejársele claro a China que un enfrentamiento en la zona sería especialmente catastrófico para China con dus vulnerabilidades estructurales en economía.

INTERREGNUM: Manila se acerca a Washington. Fernando Delage

Una nueva pieza se ha vuelto contra China en el tablero estratégico asiático. Después de contar Pekín durante seis años con la simpatía del gobierno de Rodrigo Duterte, su sucesor como presidente de Filipinas, Ferdinand “Bongbong” Marcos Jr., ha reforzado la relación con Estados Unidos. Como Duterte, Marcos defiende una política exterior independiente, pero, frente al complejo equilibrio que debe mantener el archipiélago entre su principal aliado de seguridad y su principal socio comercial, la balanza se ha inclinado esta vez hacia Washington, proporcionando a Manila un papel no menor en la estrategia de la administración Biden hacia el Indo-Pacífico. Es, con todo, un giro causado por las propias acciones chinas, más que por las diferentes perspectivas de ambos líderes filipinos.

Tras llegar a la presidencia, Duterte prefirió hacer caso omiso a la sentencia del Tribunal Permanente de Arbitraje de La Haya que, en julio de 2016, falló a favor de Filipinas en la demanda presentada ante el Tribunal por su antecesor, Benigno Aquino III, contra las reclamaciones de soberanía de Pekín sobre las islas del mar de China Meridional. Duterte pensaba que una relación más estrecha con China reduciría las tensiones por los conflictos marítimos, supondría un apoyo externo a su guerra contra las drogas y, sobre todo, se traduciría en inversiones para el desarrollo de su ambicioso plan nacional de infraestructuras. El fracaso de dicha política se haría pronto evidente, sin embargo. Los compromisos de inversiones chinas nunca fueron los previstos, y los incidentes entre buques de pesca filipinos y unidades paramilitares chinas tampoco cesaron.

El propio Duterte terminaría dando marcha atrás, al ser consciente del carácter indispensable de la alianza con Washington para la seguridad de Filipinas. La normalización de las relaciones con Estados Unidos no es por tanto una sorpresa ni una decisión abrupta.  Pero conforme la presión china ha ido a más—las patrullas de sus buques guardacostas se han incrementado notablemente en los últimos meses—, también Marcos ha ido más lejos en su acercamiento a la administración Biden. Además de la integridad territorial filipina, otro factor explica ese resultado:

Taiwán. Marcos ha manifestado públicamente su preocupación por el aumento de la tensión en el estrecho, pues, dada su cercanía, todo escenario de conflicto implicaría de una manera u otra a Filipinas.

Su respuesta a la asertividad china se concretó el mes pasado. Por una parte, durante la visita a Manila del secretario de Defensa de Estados Unidos, Lloyd Austin, ambas naciones anunciaron la ampliación del acuerdo de cooperación en defensa de 2014 de las cinco instalaciones militares contempladas originalmente a un total de nueve (incluyendo al menoscuna situada enfrente de Taiwán). Las fuerzas norteamericanas, que además podrán establecerse de manera permanente y no rotatoria, contarán de este modo con una capacidad adicional de proyección desde el archipiélago en el caso de futuras contingencias.

Sólo unos días después Marcos viajó a Tokio, donde firmó con el primer ministro, Fumio Kishida, un acuerdo que permitirá a las fuerzas de autodefensa japonesas operar en Filipinas en caso de desastres naturales y urgencias humanitarias. Para los dos gobiernos se trata tan sólo del primer paso hacia una mayor cooperación militar entre ambas naciones. La relación Manila-Tokio—aliado clave de Estados Unidos—complementa así la estrategia norteamericana con respecto al mar de China Meridional y el estrecho de Taiwán. De hecho, el propio Marcos reveló que los tres países mantienen conversaciones acerca de un posible pacto de defensa trilateral.

Tokio y Washington más amigos que nunca. Nieves C. Pérez Rodríguez

La visita del primer ministro japonés, Fumio Kishida, junto con altos funcionarios de su gobierno a Washington la semana pasada, a menos de un mes del anuncio hecho por Tokio de su nueva Estrategia de Seguridad Nacional, prueba el nivel de alerta en materia de seguridad  en la que se encuentra Japón en su entorno, con una Corea del Norte que se ha empecinado en desarrollarse nuclearmente como una vía de supervivencia probando misiles cada pocos días, con un Taiwán amenazada con perder su autonomía y libertades y una China cada más poderosa militarmente cuya expansión en cuanto a territorio y valores representa el mayor de los riesgo para la región y el mundo.

El equilibrio de poderes a nivel global está en entredicho. La seguridad y la paz internacional se han visto violentadas con hechos como la invasión rusa a Ucrania que ha despertado a muchos románticos que cosecharon la esperanza de una Rusia más civilizada y en mayor consonancia con los valores democráticos. La cercanía de Beijing y Moscú justo en medio del padecimiento de Europa en territorio propio de una guerra y las consecuencias de esta ha revivido la posibilidad de una guerra a mayor escala y ha acelerado acercamientos pragmáticos.

En este sentido, la visita de las autoridades japonesa a Estados Unidos sirvió para mucho más que apretones de manos y fotos, pues hubo anuncio de acuerdos estratégicos. En cuanto al encuentro en materia de seguridad llamado 2+2 entre el secretario de Estado y su homólogo japonés y el ministro de Defensa nipón y el secretario de Defensa se acordó fortalecer la cooperación bilateral para un uso efectivo de las capacidades de contraataque de Japón. Por lo que los japoneses están duplicando su gasto de Defensa en los próximos cuatro años y reforzando su armamento para tener capacidad de alcanzar bases enemigas. El paraguas nuclear estadounidense que protege a Japón se expandirá también al espacio para incluir satélites nipones, lo que es otro reflejo del profundo nivel de cooperación que ha alcanzado esta alianza bilateral.

El secretario de Defensa estadounidense anunció que los marinos designados en Okinawa, en la parte más al sur de las islas japonesas cercanas a Taiwán, contarán con más capacitación y rapidez de reacción ante una potencial crisis. Mientras se van preparando para responder frente a un ataque real, de momento sirve como un efecto disuasorio para minimizar las provocaciones de Beijing que cada vez son más constantes. También se informó que Tokio se equipará con misiles de largo alcance. Todo esto mientras los aliados intentan navegar los avances tecnológicos chinos que representan per se otro grandísimo riesgo.

Tokio ya contaba con una Estrategia de Seguridad Nacional elaborada en el año 2013 pero este nuevo relanzamiento se debe a que “la comunidad internacional ha pasado por cambios rápidos, sobre todo el centro de gravedad del poder global que se traslada a la región del Indo- Pacífico”. Y continúa el documento oficial “es probable que estos cambios continúen a mediano o largo plazo y acarreen consecuencias históricas que transformarán la naturaleza de la comunidad internacional”.

De igual forma, la estrategia explica como los dominios cibernéticos, marítimos, espaciales y electromagnéticos muestran más riesgos para el libre acceso. En particular la amenaza de los ciberataques que es cada vez mayor pues se han venido utilizando para inhabilitar o destruir infraestructuras, interferir en elecciones extranjeras, exigir rescates y robar información confidencial, siendo en muchos casos patrocinados por Estados. Por lo que predicen que las guerras futuras serán híbridas, en las que se combinen medios militares y no militares, haciendo uso de la desinformación mediática generando por tanto confusión antes de un ataque armado.

Tanto para Japón como para Estados Unidos la región del Indo-Pacífico es el núcleo de la actividad global y hogar de más de la mitad de la población del planeta. Su dinamismo económico por tanto es inmenso, por ser la intersección del Pacífico y el Índico, ambos océanos son motores de crecimiento mundial. Y además la región tiene también el reto de contar con Estados con grandes capacidades militares, armas nucleares y valores humanos opuestos a lo establecido por el derecho internacional que representan un gran riesgo para el bienestar del mundo.

China es, sin lugar a duda, la mayor de todas las amenazas, razón por la que el QUAD (Estados Unidos, India, Australia y Japón) aunque cuenta con más de 15 años de creado, ha sido reforzado por la Administración de Biden, mientras crearon el AUKUS a finales del 2021 en busca de fortalecer y dotar de capacidad y respaldo a Australia y reforzar la cooperación en tecnología avanzada de defensa, como inteligencia artificial y vigilancia de larga distancia. Por lo que ambas organizaciones junto con la cercanía de la relación bilateral nipón-americana vienen a robustecer aún más la defensa del estado de derecho y el desequilibrio en la región del Indo- Pacífico.

Biden dijo en febrero del 2021 que “las alianzas de Estados Unidos son nuestro mayor activo y liderar con diplomacia significa estar hombre con hombro con nuestros aliados y socios claves”. El siglo XXI ha mostrado nuevas retos y amenazas, el progreso tecnológico y la globalización unieron y ayudaron tremendamente al mundo en el siglo XX, pero hoy es el detonante de la división que estamos viviendo y la razón de los nuevos equilibrios de poder global que están marcando el curso de la historia.