China lleva décadas soñando con establecer una amplia zona económica planetaria donde la moneda de referencia no sea el dólar sino la divisa oficial china, la renminbi (RMB), “moneda del pueblo” y cuya unidad básica es el yuan. Con el crecimiento de influencia en regiones en desarrollo y el apoyo servil de una Rusia en dificultades muy necesitada de apoyos chinos, Pekín cree que ha llegado el momento de acelerar en ese objetivo estratégico. No parece sencillo, no sólo por la fuerza del dólar y el euro, sino porque estas monedas corresponden a economías dinámicas y poderosas que marcan el ritmo mundial, que suponen las tasas de I+D más altas, a pesar de la creciente competencia china, y porque incluso en aquellas economías en las que China va penetrando la dependencia del comercio mundial y de los mercados libres y desarrollados es grande y no parece descender.
En su reciente definición de su “nueva política exterior”, proclamada por Putin ante la Duma, Rusia alude a este objetivo estratégico, básicamente chino porque Rusia no puede aspirar a un mayor protagonismo del rublo, aludiendo a la necesidad de dar respuesta a “EEUU y el neoliberalismo” que es como Moscú y Pekín, con la izquierda mundial denominan la economía que trata de limitar los intervencionismos estatales a lo estrictamente necesario. En el caso ruso se liga su oposición a Occidente en una alianza con la iglesia cristiana ortodoxa y su rechazo al “libertinaje occidental” sobre lo que no se sabe qué opinan las izquierdas mundiales.
En todo caso esta es una batalla en curso, inmediata y relativamente silenciosa, que implica muchos frentes, muchos intereses cruzados y, como en las guerras sangrientas, mucha propaganda, muchas desinformación y muchas mentiras. Por el momento, China, con Rusia, y algunos aliados dudosos y coyunturales como Sudáfrica y Brasil (por otra parte con economías mucho más interrelacionadas con el mundo del dólar y el euro) quieren presentar como siempre un mundo (falso y demagógico) de Norte contra Sur y ricos contra pobres. Es decir, y a pesar de las contradicciones, del Occidente de las libertades y el bienestar contra los sistemas autoritarios, ineficientes y agresivos contra sus vecinos y contra sus propios pueblos.