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Estas son las razones por las que China compra equipos de fútbol europeos (y 3). Miguel Ors Villarejo

En un congreso de emprendedores celebrado el año pasado en Londres, algunos asistentes manifestaron su inquietud por el caudal de dinero que los inversores chinos estaban volcando sobre los clubes europeos. ¿No podría desvirtuar la competición? “Los ejemplos de propietarios extranjeros que se entrometen en la gestión, los fichajes y las tácticas han dado pie a abundantes titulares en la prensa”, escribe Angus McNeice. Y recuerda cómo Vincent Tant intentó (sin éxito) potenciar el “atractivo mundial” del Cardiff City cambiando su tradicional color azul por el rojo o sustituyendo la golondrina del escudo por un dragón.

Las sugerencias no se ciñen al terreno del marketing. Ledman, la empresa de Sian que patrocina la segunda división portuguesa, colgó en su web que iba a enviar a 10 jugadores chinos para que los alinearan los principales conjuntos de la competición. Al final debió retractarse, pero el mero anuncio dejó en el aire la inquietante pregunta de si esta gente sabe lo que se trae entre manos.

La respuesta es que, con alguna excepción, no tiene ni idea. Como reconoció en el encuentro de Londres Lin Feng, el consejero delegado de la consultora DealGlobe, los compradores chinos son en su mayoría “inversores pasivos” que “no conocen bien el negocio del fútbol”.

¿Y por qué se meten, entonces? Justamente por eso: porque no conocen bien el negocio y quieren aprenderlo. Simon Chadwick, que da clases de Estrategia para Firmas Deportivas en la Universidad de Salford, dice que, a diferencia de los oligarcas rusos o los jeques árabes, los millonarios chinos no compran equipos para hacer alarde ante sus amigotes, sino para enterarse de cómo funcionan y ayudar al camarada Xi Jinping en su propósito de convertir la República Popular en una potencia balompédica. “No es nada nuevo”, señala Chadwick. “Aplican el manual que les ha funcionado en otros ámbitos. Toman participaciones en sociedades extranjeras y contratan a técnicos para que formen a su mano de obra”. La entrada de Wanda en el Atlético sigue el mismo patrón que la de Geely en Volvo o la de ChemChina en Pirelli.

“Las fusiones y adquisiciones son un aspecto clave de la estrategia de desarrollo china”, declara en el Telegraph Danae Kyriakopoulou, investigadora del Centro de Estudios Económicos y Empresariales de Londres. “Pekín debe asimilar las tecnologías necesarias para dejar de fabricar artículos baratos y evolucionar hacia actividades de más valor añadido, y la entrada en compañías de países desarrollados es un modo de conseguirlo”.

Estas fiebres suelen ser de todos modos pasajeras y, en el caso del fútbol, parece que empieza a remitir. A mediados de agosto, el Consejo de Estado incluyó los clubes deportivos en la lista de sectores en los que las firmas locales no pueden invertir. Se conoce que ya disponen de suficientes modelos para destripar y copiar, aunque también ha debido de pesar un poco en la decisión el amor propio. “Si no adoptamos alguna medida”, escribía este verano el fundador del conglomerado Fosun, “estos extranjeros nos van a tomar por unos idiotas con los bolsillos llenos de dinero”.

Estas son las razones por las que China compra equipos de fútbol europeos (2). Miguel Ors Villarejo

“Mi gran sueño es que el fútbol chino se convierta en uno de los mejores del mundo”, proclamaba en 2015 el presidente Xi Jinping. Los motivos de este anhelo no están claros, como es habitual en los regímenes autoritarios. Influye sin duda que Xi “es un gran aficionado”, explica Ned Kelly, “pero el juego es asimismo un instrumento de poder blando, un modo de presentar un rostro amable ante una comunidad internacional que mira a China con suspicacia”.

La decisión tiene también una justificación económica. “El crecimiento de doble dígito ha perdido fuelle”, escribe Mark Dreyer. El Gobierno ha explorado nuevas áreas de desarrollo y ha visto un gran potencial en el deporte. “Pekín quiere que esta industria aporte 750.000 millones de dólares en 2025, lo que la convertiría en la mayor del planeta”.

Finalmente, Charlie Campbell no descarta que tras el anuncio se oculte el deseo de “distraer a la población” de la languideciente prosperidad.

Sea como fuere, Pekín ha lanzado un pormenorizado plan de 50 puntos que, por fortuna para ustedes, voy a resumirles en tres: clasificarse para Rusia 2018, organizar un Mundial y, finalmente, ganarlo antes de 2050.

De momento, el primer objetivo ya está descartado. La selección ha caído en la fase previa, a pesar de la contratación de un entrenador de la talla de Marcello Lippi.

El segundo parece más asequible. A raíz de los escándalos protagonizados por Sepp Blatter, la FIFA lo estaba pasando regular para encontrar financiación, porque las multinacionales europeas y estadounidenses son muy sensibles al riesgo reputacional. Pero eso no ha sido nunca un inconveniente para las chinas, y Vivo, Wanda y Hisense han accedido encantadas a patrocinar el campeonato de Rusia.

En cuanto a ganar un Mundial hacia 2050, queda por delante una labor ciclópea. “Nuestro equipo nacional es un chiste”, admite con pesar en The New York Times un aficionado de 16 años. Es lo mismo que, más educadamente, sugieren los números. En el ranking de la FIFA, China ocupa el puesto 62, justo por debajo de Jamaica, una modesta isla de tres millones de habitantes.

Para sacar al fútbol patrio de su postración, Xi va a construir 70.000 terrenos de juego y multiplicar por 10 las 5.000 escuelas actualmente existentes. Además, se ha propuesto que en 2020 haya 50 millones de jóvenes federados y ha fichado a técnicos de todo Occidente para entrenarlos.

La última pieza de esta operación son las compañías, que han reaccionado como cabía esperar en un régimen donde la rentabilidad depende de lo bien que uno se lleve con las autoridades. (Continuará)

La apuesta por el fútbol indio. Julio Trujillo

La celebración en India del Mundial de Fútbol Sub-17 2017, promocionado por el grupo China Wanda y varias empresas de Qatar, refleja bien a las claras el gran plan estratégico de reforzar y extender la práctica del futbol por los países más poblados de Asia susceptibles por tanto de generar millones de consumidores de partidos por televisión, además del importante merchandising que ya supone un mercado de muchos millones de dólares.

En India, a pesar de contar con varias competiciones regionales y nacionales y una liga a la manera europea gestionada por la Federación India de Fútbol, este deporte no goza de la popularidad que tiene en Europa y que en China gana enteros cada día que pasa. Pero en China hay empresas muy potentes con estrechas relaciones comerciales con Europa y especialmente con Gran Bretaña, lo que la hace permeable a que el fútbol gane fuerza. Hay un gran empeño en reforzar la Superliga de India (ISL) una nueva apuesta por relanzar el fútbol en el país asiático, el segundo más poblado del mundo con 1.200 millones de habitantes y cuyo deporte rey es el cricket.

El consorcio Reliance Industries, propiedad del magnate indio Mukesh Ambani, el gigante de marketing deportivo IMG, Star TV de Rupert Murdoch y la Federación de Fútbol son los organizadores de la ISL, que recoge el relevo de la poco atractiva I-League, instaurada en 2006. Los equipos cuentan entre sus dueños a cracks del cricket, estrellas de Bollywood y clubes europeos, en especial varios italianos, entre ellos la Fiorentina.

Pero también hay intereses españoles. El Atlético de Calcuta, es un equipo franquicia del Atlético Madrid. Es el ‘Spanish team’ ya que además de ir de rojiblanco como los ‘colchoneros’, tiene entre sus impulsores a Antonio López (ex ayudante de Rafa Benítez en el Valencia y ex seleccionador boliviano) y a los jugadores Luis García (ex Barça y Atlético), Jofre Mateu, Borja Fernández, Josemi, Arnal Llibert y Basilio Sancho.

Estas son las razones por las que China compra equipos de fútbol europeos (1). Miguel Ors Villarejo

Unas 600 personas poseen en China una fortuna superior a los 1.000 millones de dólares, según The Hurun Report. El editor del informe, Rupert Hoogewerf, declaraba hace un año en el Daily Telegraph que estos megarricos aumentan a un ritmo de cinco por semana y muestran un “gran interés” por el fútbol europeo. La lista de conjuntos que han adquirido es larga: Manchester City, Aston Villa, Atlético de Madrid, Granada, Inter de Milán, Auxerre, Niza… ¿Qué es lo que van buscando?

El rendimiento financiero no suele ser particularmente elevado en este ramo, en buena medida porque los incentivos están mal alineados. La prioridad de cualquier gestor es la deportiva. Como alguna vez le oí a Jorge Valdano: “Nadie va a la Cibeles a celebrar que el Real Madrid ha cerrado la temporada con superávit”. La exigencia no ya de ganar la Liga, sino de sencillamente mantener la categoría obliga a realizar fichajes astronómicos que no son siempre compatibles con unas cuentas saneadas.

Los chinos no ignoran esta realidad. Wang Jianlin, el dueño de Wanda, lo dijo alto y claro en Davos: “El Atlético quema el dinero”. Jianlin acababa de afirmar en el foro que era “un hombre de negocios” y que para él “la rentabilidad es lo primero”. ¿Por qué paga entonces 45 millones de euros por el 20% de la ruinosa sociedad rojiblanca?

Desde el punto de vista del marketing, estas operaciones dan mucha notoriedad, algo que entusiasma a los accionistas. Sam Wallace escribe en el Daily Telegraph que la acogida de la bolsa puede ser “transformadora” y cita a continuación a Hoogewerf: “Cuando incorporas [un club británico] a tu balance”, la cotización sube y a menudo “te encuentras con que vale más en China que en Reino Unido”. Esta reacción especulativa contribuye a que la inversión se pague en parte sola.

Pero es que, además, aunque aquí vemos a nuestros equipos como formidables colosos, no son gran cosa en términos económicos. El Barcelona y el Madrid, que con sus casi 700 millones de ingresos son los más prósperos, no figuran ni entre las 200 mayores empresas de España. Y varios conjuntos de la Liga se las tienen que arreglar con 50 millones o menos, lo que técnicamente los sitúa en la categoría de pymes.

Los 45 millones que puso en el Atlético son calderilla para Wanda. En 2016 el grupo facturó 34.000 millones. Jianlin se ha gastado menos en los colchoneros que en su casa de Londres, una mansión de 110 millones en la que, encima, planea meter otros 70 millones porque la piscina no le convence y necesita una sala de proyecciones. El Evening Standard aprovechó la noticia para recordar que su hijo Wang Sicong ya escandalizó a la opinión pública cuando desveló que le había regalado dos relojes Apple de 900 euros a su perro Keke (aquí pueden ver una foto de la mascota luciendo uno en cada pata).

Sin embargo, sería simplista atribuir la entrada de Wanda en el Atlético o de Tony Xia en el Aston Villa o de China Media Capital en el City a meras excentricidades de nuevos ricos. Detrás de estas transacciones hay una elaborada y mucho más amplia estrategia para conquistar el fútbol mundial. (Continuará)

La diplomacia futbolística de Xi Jinping. Nieves C. Pérez Rodríguez

Washington.- El fanatismo por el fútbol de Xi Jinping ha influido en su visión diplomática, de negocios e incluso de Estado. Generalmente, sus apariciones internacionales dejan fotos de apretones de manos, poses protocolares y caras amables, pero en Alemania en julio pasado, en el marco de un partido amistoso entre jóvenes de ambos países, se dejó llevar por su pasión por este deporte y en compañía de Ángela Merkel se relajó frente al objetivo y nos dejó imágenes menos rígidas y de amplias sonrisas.

En China, cada vez que los medios de comunicación hacen referencia al fútbol deben referirse también a la afición futbolística de su líder, casi como si fuera una norma periodística inquebrantable. Entre las prioridades del Estado chino está convertirse en la “súper potencia mundial de fútbol” para el 2050 y para lograrlo están invirtiendo grandes sumas tanto dentro del país como fuera.

Los chinos han conseguido su espectacular avance económico estudiando los modelos exitosos de occidente y copiándolos, pero en su particular intensidad e ímpetu que los lleva a dar resultados en tiempo récord comparado con otras naciones. El año pasado el gobierno de Pekín presentó un plan en el que está previsto que 50 millones de niños y adultos jueguen al fútbol en el 2020, por lo que están invirtiendo en unos 20.000 centros de entrenamiento y 70.000 estadios, de acuerdo con el organismo superior de planificación económica de Beijing.

El objetivo de ésta gran inversión es que el deporte contribuya con su PIB. Se trata de un esfuerzo mancomunado entre el sector público y privado. Las grandes empresas chinas como Alibaba, Wanda y Suning están invirtiendo en fútbol, porque lo ven como un gran negocio en el que hay que participar. Hay equipos europeos que pertenecen a multimillonarios chinos en su totalidad y muchos otros equipos cuentan como una participacón significativa de capital chino, como es el caso del Atlético de Madrid, cuyo 20% está en manos de Dalian Wanda Group Co. (de acuerdo con Bloomberg). El boom por invertir en fútbol ha sido tan grande que a finales de agosto el Consejo de Estado chino puso a los clubes deportivos en su lista de industrias en las que las empresas locales tienen límites para invertir en el extranjero, para frenar la salida de capital y proteger el yuan de una mayor depreciación.

El caso del fútbol en los Estados Unidos es radicalmente opuesto al de Europa. La profesionalización de esta categoría deportiva llego a finales de los 60, y para mediados de los 80 se registraban pérdidas millonarias hasta su refundación con el mundial 1994, lo que propició la creación de la actual “Major league Soccer”, hasta el 2007 cuando Beckham fue fichado por Los Angeles Galaxy, lo que revivió mediáticamente este deporte.

Sin embargo, el fútbol en Estados Unidos se disputa en años naturales y eso difiere del europeo y de algunas de las ligas más importantes de Sudamérica, donde las temporadas empiezan a mitad del año y culminan al año siguiente. El mismo fenómeno ocurre en el fútbol chino, que se cree que fue copiado del modelo estadounidense. Tanto China como Estados Unidos toman el fútbol como una cuestión de Estado; ambos fomentan la práctica con programas que comienzan con niños de muy corta edad, invierten en canchas en colegios, y centros de recreo. Y en ambos casos se pretende descubrir y albergar a futuras estrellas futbolísticas.

Sin embargo, la afición europea es completamente diferente a la estadounidense; ese nivel de pasión deportiva aquí se vive por el futbol americano o el béisbol. A pesar de las astronómicas cifras invertidas para avivar este deporte, la falta de cultura futbolística ha enfriado ese deseo.

Estados Unidos en el ámbito deportivo ha figurado siempre entre los primeros en el mundo; es el país con más medallas olímpicas, y las becas deportivas son parte fundamental del sistema educativo universitario. Sin embargo, los clubes de fútbol estadounidenses no cuentan con la misma reputación que los europeos, y sus fichajes internacionales suelen estar más orientados a jugadores de mayor edad, lo que hace una liga menos competitiva. En términos económicos, los salarios medios de los futbolistas rondan los 326 mil dólares, otra gran diferencia.

Consecuentemente el gigante asiático en su acostumbrada practica de replicar, miró el fútbol estadounidense y al ver su bajo rendimiento y, comparativamente con los clubes europeos, menor valor comercial, se enfocó en desarrollar su diplomacia de penetración futbolística en Europa, al menos de momento.