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INTERREGNUM: De Jakarta a Hanoi, vía Delhi. Fernando Delage

Como cada año por estas fechas se han sucedido en pocos días las cumbres anuales de distintos foros multilaterales, poniéndose de relieve en todas ellas el deterioro del entorno de seguridad y la dinámica de competición en que se ven envueltas las grandes potencias.

Tras el encuentro de los BRICS celebrado en Johannesburgo a finales de agosto—cita en la que el presidente chino logró su objetivo de ampliar el grupo a un total de 11 miembros (cifra que aumentará en años próximos) y presentar a China como líder del Sur Global—, Xi Jinping se ausentó de manera llamativa de las cumbres posteriores, dejando la representación de la República Popular en manos del primer minstro, Li Qiang. Sin conocerse sus motivos, parece innegable, no obstante, que el éxito logrado en Suráfrica no oculta las consecuencias negativas de la asertividad exterior china en Asia.

Apenas unos días antes de las cumbres de ASEAN, de ASEAN+3 y de Asia Oriental en Jakarta, los vecinos de Pekín se encontraron con la publicación de un nuevo mapa oficial que incluye como parte de China territorios en disputa con India, Rusia y Japón, así como la práctica totalidad del mar de China Meridional (el conocido trazado de nueve puntos pasa a tener 10, al extenderse hasta la costa oriental de Taiwán). La “provocación” china, las inmediatas protestas diplomáticas de Vietnam, Malasia y Filipinas, y las divisiones internas entre los Estados miembros sobre Myanmar (que por segundo año consecutivo no fue invitada a la reunión de la ASEAN) marcaron la agenda de las reuniones.

Los encuentros de la organización con sus socios externos en ASEAN+3 y en la cumbre de Asia Oriental se vieron devaluados por su parte por la ausencia de Xi, pero también por la de Biden, quien tampoco estuvo presente en la capital indonesia; un hecho que alimentó una vez más el escepticismo de la región sobre el compromiso de Washington con los países del sureste asiático. Debe destacarse, no obstante que, después de haberse reforzado la alianza con Manila en abril, el presidente norteamericano viajó a Hanoi el 10 de septiembre, tras la cumbre del G20 en Delhi, donde firmó un nuevo acuerdo de asociación estratégica global con Vietnam. Con la previsible adopción de un pacto similar con Kuala Lumpur, la Casa Blanca avanza así en la construcción de una actualizada arquitectura estratégica, de la que ya dio fe la institucionalización el 18 de agosto, en Camp David, de la cooperación trilateral Estados Unidos-Japón-Corea del Sur al más alto nivel; un mecanismo permanente que se añade de este modo al QUAD y al AUKUS.

Los dos días anteriores, en Delhi, Biden confirmó por otra parte la extraordinaria salud de las relaciones de Estados Unidos con India, además de aprovechar la oportunidad del G20 para formular nuevas propuestas que también tienen como objetivo contrarrestar el activismo diplomático chino. Destacó entre ellas la iniciativa, que cuenta con el apoyo de la Unión Europea, para construir nuevas redes de infraestructuras entre India, Oriente Próximo y el Mediterráneo. La ausencia de Xi permitió al primer ministro Narendra Modi, por lo demás, proyectar a India como puente entre Occidente y el Sur Global; una percepción que ha promovido, entre otras iniciativas, al sugerir la incorporación formal de la Unión Africana como miembro del grupo.

Si en Johannesburgo China reforzó su influencia geopolítica mediante la ampliación de los BRICS, no puede decirse, por el contrario, que en el Indo-Pacífico esté logrando la confianza de los Estados vecinos. Es un contexto que facilita los esfuerzos de la administración Biden orientados a modernizar su sistema de alianzas mediante la consolidación de una tupida red de acuerdos bilaterales y trilaterales en la periferia de la República Popular. Si Xi tampoco asiste a la cumbre de APEC en San Francisco, en noviembre, habrá rechazado la última posibilidad de un encuentro directo con su homólogo norteamericano antes de que acabe el año, planteando nuevos interrogantes sobre la dinámica interna china, afectada sin duda por el deterioro de los indicadores económicos y la desconfianza exterior.

India, el aliado deseado

EE,UU, sigue explorando discretamente las posibilidades de estrechar más los lazos con India y convertirlos en pilares de una alianza estratégica en lo que, sumado al Aukus (la alianza entre Australia, Reino Unido y Estados Unidos) algunos estrategas denominan una OTAN Plus o una OTAN del Pacífico.

Como hemos recordado desde esta publicación, India ha sido una aliada histórica de Rusia y de la URSS, por sus necesidades de equilibrar la influencia de la antigua potencia colonial, el Imperio británico, y por consiguiente de Occidente. Así, sus fuerzas armadas se han organizadas con doctrina, armamento y tecnología rusa. Hay que tener en cuenta que India, además de sus reticencias ante Occidente, tiene otro enemigo histórico, China, con el que ha sostenido varias guerras y escaramuzas y ha perdido territorios en su frontera norte. Pero, sobre todo, China es una muy estrecha aliada del enemigo existencial de India: Pakistán.

Pero el paso del tiempo ha cambiado ese escenario y alumbra uno muy distinto. La URSS no existe, Rusia es más débil, su influencia en Asia Central retrocede a favor de China que ha aumentado su amenaza y Pakistán sigue reclamando territorios indios. En este escenario lleva años abierta la ventana de oportunidad que podría permitir a Occidente recuperar influencia y presencia y, sobre todo, atraerse a un país. India cuyas fuerzas armadas son importantes y cuya situación geopolítica para el control de las rutas marítimas en el Indo Pacífico es vital ante el expansionismo chino.

En este contexto se desarrollan las relaciones EE.UU.-India y el acercamiento a una, al memos, coordinación de esfuerzos militares, comerciales y políticos junto a Australia, Japón, Corea del Sur  y aliados menores junto al Reino Unido y EE.UU. Si junto a esto comienza a producirse una reestructuración de las fuerzas armadas indias  reorientándose a tecnologías occidentales y una homologación de sistemas de armas con la OTAN el horizonte comenzará a despejarse.

Modi visita Washington. Nieves C. Pérez Rodríguez.

Narendra Modi, el primer ministro de la India, estuvo de visita en los Estados Unidos y la Administración Biden desplegó los honores que sólo se le reservan a un aliado estratégico. A pesar de la cuantiosa lluvia en el momento de su aterrizaje, el despliegue en el aeropuerto para darle la bienvenida fue opulento para los estándares estadounidenses, además de que la Casa Blanca se esmeró en organizar una cena de Estado para homenajearlo.

La última visita de Estado en la que Biden ofreció una cena en honor a su invitado fue precisamente la del presidente surcoreano, Yoon Suk Yeol, el pasado abril, otro momento en donde se pude ver la cercanía entre ambas naciones e incluso la complicidad entre ambos lideres.

En esta ocasión el ambiente que se vivió fue similar, la cena ofrecida por la Casa Blanca en honor a Modi en la que el primer ministro indio agradeció el gesto y aprovechó para de derrochar un poco de simpatía, a la que no suele tener a la audiencia acostumbrada, y hasta ofreció el primer brindis por el presidente y la primera dama en un tono especialmente jocoso que mostraba su comodidad en la Casa Blanca. También hizo alguna broma como la que le hizo al mismo presidente Biden en el momento en el que le invita a empezar a cenar, respondiendo que él estaba cumpliendo ayuno durante ese día, lo que dejó una expresión de confusión temporal en Biden pero que segundos más tarde hizo reír a todos los invitados.

De acuerdo con las palabras del propio Modi esta visita ha sido preparada para resaltar los profundos lazos entre ambas naciones:

“Podemos pronunciar los nombres de los demás correctamente. Podemos entendernos mejor el acento del otro. Los niños en la India se disfrazan de Spiderman en Halloween y los jóvenes estadounidenses bailan al ritmo de Naatu Naatu, una conocida canción de una película india”

Curiosamente Modi se ha negado a a usar la lengua inglesa mientras ha estado de visita. Siempre habla hindi, por lo que se necesita traducción simultánea, una muestra más de su nacionalismo y apego a sus costumbres y tradiciones.

Por su parte, la Administración Biden tiene muy claro la importancia de la India en la actual y muy compleja situación internacional. India se ha convertido para Washington en un actor clave que puede equilibrar la región del Indo Pacifico frente a las pretensiones chinas. De manera especial porque India mantiene una gran tensión con China en sus fronteras y en las montañas del himalaya.

Esos litigios pueden contribuir en que India se alinee cada vez con Occidente en contra de China y si eventualmente Taiwán fuera invadida por Beijing, India podría ayudar en blindar sus fronteras con China y en efecto jugar un rol clave.

Además, el Quad o dialogo de seguridad cuadrilateral entre Australia, India, Japón y Estados Unidos toma por tanto una importancia crítica para equilibrar él poder regional, razón por la que algunos expertos lo llaman él OTAN del Pacifico.

En cuanto al aspecto económico de las relaciones bilaterales entre Washington y Deli también comparten lazos importantes y en efecto esta visita ha perfilado un camino a un mayor acercamiento en áreas como la fuerza de trabajo que de acuerdo con el think thank CSIS con cese en Washington en Estados Unidos ya existe un problema de escases de mano de obra cualificada que trabaje en industrias como las de semiconductores, y esa necesidad se incrementara aún más puesto que los estimados proveen que se necesitaran entre unos 70.000 a 90.000 empleados en las manufactureras de Chips que Biden planifica abrir en territorio estadounidenses.

También se ha venido invirtiendo en áreas de investigación científica en la que existen acuerdos bilaterales entre universidades y otros centros incluidos algunos del Estado. Así mismo la cooperación académica es un área fuerte pero que no hace más que aumentar sus lazos bilaterales, pues nuevas universidades de ambos lados del Pacifico han anunciado nuevos acuerdos que movilizaran estudiantes y profesionales.

En pocas palabras Modi y Biden han acordado acuerdos amplios en áreas diversas que generaran más acercamiento y menos dependencia china. Aunque la prensa fue crítica con Biden por recibir con honores a Modi, un líder que  no responde nunca a la prensa en su propio país o que tiene una reputación poco democrática, lo cierto es que él pragmatismo gana y él futuro apremia..

India y la UE con Rusia al fondo

En la reciente cumbre europea de ministros de Asuntos Exteriores de países integrantes de la UE se ha hablado mucho de Ucrania, pero también de India. El motivo: que empresas petroleras y refinadoras de aquel país están haciendo grandes negocios con países europeos revendiendo el petróleo y productos derivados y tratados en India que compran a Rusia a precios muy bajos (por las necesidades rusas de financiar una guerra frente a un bloqueo occidental, al menos oficial).

Obviamente, Europa no puede llevar este asunto a organismos jurídicos internacionales en lo que hace referencia a India, aunque sí tal vez en referencia a algunos países europeos que, habiéndose sumado, oficialmente, a las sanciones y a la decisión de no comprar recursos energéticos a Rusia, lo compran a través de países terceros y no siempre por canales legales . Como ha explicado el responsable de la política exterior de la Unión Europea, Josep Borrell, no hay nada reprochable desde el puto de vista legal a India y a sus empresas, “pero estamos estudiando cómo actuar teniendo en cuenta que, en todo caso, Rusia se ve obligada a vender más barato y obtener menos ingresos”.

Pero el asunto no es de legalidad ni económico, aunque también, sino esencialmente político. India siempre ha sido un aliado de Rusia desde los tiempos en que los imperios inglés y ruso se disputaban su influencia sobre la península del Indostán y toda la región. Mucha tecnología india y sus fuerzas armadas son de sello ruso. Y, aunque desde hace décadas hay un ligero giro indio hacia Occidente por las amenazas chinas y pakistaní y la pérdida de influencia rusa, los lazos co Moscú se mantienen. Por eso, EEUU y la UE quieren aprovechar la coyuntura y propiciar un mayor alejamiento indio respecto a Rusia y para que gane protagonismo frente a China.

En todo caso, India está en buena posición para empujar a Rusia hacia una aceptación de negociar la paz, aunque sea Turquía la que está consiguiendo algunos acuerdos parciales y China la gran propagandista de su papel de mediación aunque de momento sin grandes avances.

En ese entramado, la UE quiere jugar un papel sin alterar mucho el escenario. La UE no tiene, ni ha querido tener, durante decenios la fuerza ni la estrategia necesaria para jugar un papel propio y el aumento de la importancia de EEUU, de nuevo, en el escenario internacional, parece dar alergia a algunos países europeos instalados entre la soberbia y el desconocimiento, tal vez voluntario, de su propia historia.

Estos son los límites europeos que pivotan en la redefinición de las relaciones geoestratégicas con India, un país en crecimiento, en una posición geográfica muy importante frente al expansionismo de la influencia china, cn unas fuerzas armadas nada despreciables y en una región de creciente expansión.

INTERREGNUM: Poder e influencia en Asia. Fernando Delage

Como cada año por estas fechas, el Lowy Institute, el conocido think tank australiano con sede en Sidney, ha publicado una nueva edición del “Asia Power Index”; un estudio que, mediante el examen comparativo de 133 indicadores en 26 naciones, evalúa los cambios que se van produciendo en la distribución de poder en el continente. Aunque en los resultados de la entrega de 2023 todavía pesan los efectos de la pandemia, las conclusiones deparan algunas sorpresas de interés.

La más significativa es quizá la relativa al parón del ascenso internacional de la República Popular China. En coincidencia con otros análisis que han venido publicándose durante los últimos meses, los datos recogidos por el informe rechazan, en efecto, la posibilidad de un “siglo chino”. No sólo se considera improbable que el PIB de China pueda alcanzar al de Estados Unidos hacia finales de esta década como proyectaban estimaciones anteriores, sino que, incluso, si lo lograra más adelante, su estatus tampoco sería comparable al disfrutado por Estados Unidos tras el fin de la Guerra Fría.

El escepticismo sobre las posibilidades chinas deriva de los malos resultados económicos obtenidos en 2022—en particular de la drástica caída de la inversión extranjera en China y la de ésta en el exterior—, así como del completo aislamiento que ha sufrido el país por el covid,  una medida que contrajo su conectividad con los Estados de la región. El desarrollo de sus capacidades militares se mantuvo, no obstante, al alza. Y, como matiza el Índice, aunque su poder militar siga estando por debajo del de Estados Unidos, supera cada vez en mayor medida al de sus vecinos.

Por este motivo, y puesto que el Índice mantiene en cualquier caso que no hay marcha atrás con respecto al fin de la hegemonía norteamericano, podría pensarse que el escenario alternativo al liderazgo chino sería un Indo-Pacífico multipolar, apoyado en una fórmula de equilibrio de poder entre varias grandes potencias. El estudio no encuentra evidencias, sin embargo, a ese respecto. Lo que observa es un significativo desfase entre el poder de China y el de Japón e India, ambos a la baja en sus respectivos indicadores. Por la misma razón, y en contra de opiniones muy extendidas (incluidas las de Pekín), tampoco se considera que la región se esté dividiendo en dos grandes bloques geopolíticos. Sin negar la división entre unos y otros Estados, lo que revela la compleja red de interacciones económicas, diplomáticas y de defensa entre ellos es la intención compartida de navegar de manera simultánea entre Washington y Pekín.

El papel desempeñado por los Estados intermedios es así otra de las más importantes lecciones del informe. A falta, por lo demás, de un claro consenso, actúan—como ha dicho el ministro indio de Relaciones Exteriores, Subrahmanyam  Jaishankar—en una especie de bazar; es decir, en un sistema definido por un importante número de actores, con patrones cruzados de interacción, y con una significativa volatilidad. Si quieren evitar tener que elegir entre una u otra gran potencia, lo que les une es la voluntad de asegurar—además de su respectiva soberanía nacional—la estabilidad y prosperidad de la región en su conjunto.

En último término, el Índice muestra los altibajos en la posición relativa de Estados Unidos y China en la región, pero subraya igualmente la importancia del ecosistema regional y de los movimientos de terceros actores. Si ni Estados Unidos ni China pueden establecer su primacía, las acciones de medianos y pequeños países no sólo condicionan las decisiones de los dos gigantes, sino que determinan en buena medida la naturaleza del orden asiático. Si éste continúa definiéndose como un conjunto desordenado de coaliciones varias, o bien puede catalizar en la formación de un concierto multipolar institucionalizado, es una pregunta que seguirá sin respuesta a medio plazo.

INTERREGNUM: ¿El año de India? Fernando Delage

La próxima primavera India se convertirá en el país más poblado del planeta; un hecho cargado de simbolismo, que coincide con su presidencia—este año—del G20. Superar demográficamente a China no implica, naturalmente, que India vaya a superar el PIB de la República Popular ni alcanzar sus capacidades militares. Una notable asimetría de poder continuará definiendo la relación entre ambos vecinos. Sin embargo, la previsible consolidación del ascenso indio—proceso en el que 2023 puede resultar decisivo—es pareja a un cambio de ciclo en China, donde la desaceleración económica, los efectos de la política de covid cero y el enfrentamiento con Occidente y otras naciones asiáticas pueden marcar el fin de una época.

India se encuentra en una encrucijada, a un mismo tiempo interna y externa. Desde que el Bharatiya Janata Party ganara las elecciones de 2014 bajo el liderazgo de Narendra Modi—primera vez que un partido conseguía una mayoría absoluta en 30 años (y resultado que fue revalidado en 2019)—, el país ha registrado una alta tasa de crecimiento y ha mostrado una mayor confianza en sí mismo, abandonando toda percepción de inferioridad y adquiriendo un nuevo perfil global. Internamente, la combinación de nacionalismo e hinduismo promovidos por Modi ha debilitado la democracia y el secularismo que definieron la república tras la independencia. El tratamiento desigual de los musulmanes, la interferencia en el poder judicial o la persecución de los medios de comunicación independientes constituyen una preocupante regresión política. Es un hecho que, sin embargo, no parece alterar la trayectoria ascendente de la nación.

Circunstancias imprevistas, como la pandemia y la guerra de Ucrania, han favorecido a India. Lo han hecho, en primer lugar, en el terreno económico. El imperativo para muchas multinacionales de reducir su dependencia de China y diversificar inversiones y cadenas de suministro, les ha conducido a India, cuyo mercado—por su enorme tamaño—se encuentra a salvo de posibles turbulencias económicas. El empuje de su crecimiento hará de India, según indican las estimaciones de distintos organismos, la tercera economía mundial—tras Estados Unidos y China—hacia 2030.

También el escenario geopolítico ofrece, en segundo lugar, una oportunidad para que India amplíe su margen de maniobra diplomático, principal objetivo de su política exterior. El gobierno de Modi ha asumido sin ningún tipo de complejos el acercamiento a Estados Unidos que reclaman sus objetivos de seguridad, coincidente a su vez con el interés de Washington (como de Tokio y Canberra, entre otros) por asociarse con India como instrumento de contraequilibrio de Pekín. Se trata de toda una revolución diplomática, dado el peso de la tradición nehruviana de no alineamiento. Pero ocurre que el mundo ha dejado de estar liderado por Occidente. La división global sobre las sanciones a imponer a Rusia por la invasión de Ucrania volvió a constatar esa realidad; una circunstancia que proporciona a India la ocasión para situarse como árbitro entre Asia y las democracias occidentales, así como entre el hemisferio norte y los países emergentes.

Delhi ni siquiera tiene que improvisar. Durante los últimos años ha venido demostrando su activismo hacia distintos espacios regionales (a través de su “Act East Policy” hacia Asia oriental, la “Connect Central Asia Policy” hacia las repúblicas centroasiáticas, o la aproximación a su vecindad—la denominada “Neighborhood First Policy”—, entre otros instrumentos), como lo ha hecho igualmente hacia los foros multilaterales: de los BRICS a la Organización de Cooperación de Shanghai, del G20 al Quad. Simultáneamente, el ministro de Relaciones Exteriores, Subrahmanyam Jaishankar, ha articulado un discurso que rompe moldes e impulsa en sus propios términos (no siempre comprendidos en Occidente), la gradual emergencia de esta nueva potencia central.

El Océano Índico, ¿Un tablero de ajedrez? Ángel Enríquez de Salamanca Ortíz

El Océano Índico es el tercer océano más grande del mundo, y se extiende desde el este de África hasta la costa oeste de Australia, incluye el Mar Rojo y el Golfo Pérsico y conecta más de 30 países como Sudáfrica, Singapur, Egipto, Timor Oriental o Indonesia. Un océano por el que circulan dos tercios del comercio mundial y que da acceso al estrecho de Malaca, uno de los estrecho mas importantes del mundo por conectar la región de Asia-Pacifico con Oriente Medio y África.

Pero este océano no solo da acceso al estrecho de Malaca, también da acceso al estrecho de Ormuz, al estrecho de Bad-El-Mandeb y al Canal de Suez, es decir, 4 de los 7 estrechos más importantes del mundo se encuentran en el océano Índico, a excepción del Canal de Panamá, el estrecho de Daneses y el de Turquía. Por poner algún ejemplo, solo por el estrecho de Ormuz ya circula el 20% del crudo mundial; las consecuencias del Evergiven, encallado en el Canal de Suez en el 2021, fueron devastadoras para la logística mundial y para las pequeñas y grandes empresas en todo el mundo; o solo por el estrecho de Ormuz y Malaca circula casi dos tercios del crudo mundial. Un océano que ha ganado importancia a nivel mundial, sobre todo, desde el ascenso de China como potencia mundial.

Uno de los proyectos más ambiciosos del mundo, la Ruta de la Seda de China, unirá el país asiático con África y Europa, y lo hará por tierra y por mar, por el Océano Índico. India, potencia emergente, está creciendo a ritmos acelerados y muy posiblemente se convierta en una potencia mundial en las próximas décadas, y reclamará su dominio en la región y, por lo tanto, en el Océano Índico.

Este océano es reclamado por los países de la zona al igual que Estados Unidos, potencia militar mundial, dispone de bases militares en el Pacifico, en Guam o en el Atolón de Midway con el objetivo, primero disuasorio, y segundo proteger las rutas marítimas que van hasta sus costas, y para frenar a contrabandistas o piratas que intentan bloquear el comercio marítimo mundial.

El “collar de perlas” es un conjunto de bases militares de China en el Índico, que conecta al país con África y Oriente Medio, dos regiones desde las que China importa la mayor parte de sus recursos, unas bases militares con el objetivo de dar estabilidad a estas rutas marítimas por las que circulan las importaciones del gigante asiático: bienes de consumo o petroleo, entre otros, tan necesarios para mantener su crecimiento económico.

 

Fuente: https://dossiergeopolitico.com

Este “collar de perlas” esta formado por un conjunto de bases militares en el Océano Índico que garantizarían la seguridad de sus buques y aumentaría la influencia en la zona, puertos como por ejemplo el de Gwadar o el de Yibuti.

Con la base de Yibuti, primera base militar china en el extranjero, el país asiático incrementaría su importancia estratégica y militar en la zona , una región donde China invierte millones de dólares en los países del litoral índico. En la base de Gwadar (Pakistán) China también ha invertido grandes cantidades de dinero con el fin de asegurar el corredor económico China-Pakistán (CPEC) que conecta por vía terrestre a China con el Océano Índico, lo que garantiza una conexión con la Ruta de la Seda. Un puerto crucial para el gigante asiático que puede convertirse en un centro comercial de primer nivel que conecte Asia y Oriente Medio. Además, Pakistán esta involucrado en un conflicto con la India por la región de Cachemira, un conflicto iniciado en 1947, pos-colonial, que ha generado 3 guerras y que, a día de hoy, sigue abierto entre otras cosas, por uno de los recursos más valiosos del planeta: el agua.

El Puerto de Hambantota (Sri Lanka) también es un punto clave, no solo por poder garantizar las seguridad en las rutas marítimas hacia China, sino porque también puede controlar los movimientos de la India y tener un refuerzo militar en caso de conflicto directo. Un país endeudado con China que, en 2015, se vio obligado a ofrecer el puerto de 60 km² por un periodo de 99 años.

Bangladés, en la región de Chittagong se encuentra el puerto más grande del país, un puerto, también, en manos chinas.

India, por su lado, está en posesión de las Islas de Andaban y Nicobar, unas islas en el Océano Índico que podrían bloquear los cargueros con destino a China, lo que podría provocar el colapso del gigante asiático al quedarse sin recursos provenientes de África y Oriente Medio. Además, India, ve con temor el collar de perlas por considerarlo un cerco a su región pudiendo causar bloqueos comerciales o ataques directos y próximos a sus costas. A pesar de que China ha manifestado que el Collar de Perlas tiene el único fin de garantizar la seguridad de sus buques, India, que también aspira a convertirse en líder de la región, ha incrementado su presupuesto militar y ha realizado acuerdos con países como Irán para establecer, también, puertos marítimos en posiciones estratégicas cercanas a las de chinas o en regiones como Omán o Seychelles.

El océano Índico se ha convertido en otro campo de batalla entre China y la India, un terreno de juego crucial para asegurar el suministro y controlar las rutas marítimas más importantes del mundo. Un posible conflicto en esta zona o un bloqueo por parte de una de las dos potencias podría desencadenar consecuencias devastadoras para toda la región de Asia-Pacifico, África, Oriente Medio y Oceanía. Un conflicto por este basto océano que se añade al ya existente entre las dos potencias más pobladas del mundo en la “Linea de Control Actual”, la frontera en discordia, de más de 4.000 kilómetros entre ambos países desde hace más de 60 años. El océano Índico será la región que determinará quien tendrá la hegemonía en Asia en las próximos décadas, y para ello, las alianzas económicas, políticas o militares con los países colindantes será clave para el dominio de este basto océano, una partida de ajedrez entre las dos potencias nucleares para controlar las rutas marítimas más importantes del mundo que dan sustento al comercio mundial de bienes y servicios.

Ángel Enríquez de Salamanca Ortíz es Doctor en Economía por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Relaciones Internacionales en la Universidad San Pablo CEU de Madrid

www.linkedin.com/in/angelenriquezdesalamancaortiz

@angelenriquezs

China e India, gestos de mediación y negocios con  Rusia

China e India han hecho  gestos de querer bajar la tensión e incluso de postularse como mediadores para un proceso de negociaciones para un alto el fuego mientras, a nivel interno, justifican la agresión rusa y hacen buenos negocios con Moscú que están permitiendo aliviar el impacto de las sanciones occidentales y ofreciendo a Rusia cierto margen para financiar una guerra que cada vez es más cara para Moscú y puede comenzar a crearle problemas graves.

Aunque China no puede reemplazar a Europa en su adquisición de gas y recursos energéticos rusos, Pekín ha ido sustituyendo en los últimos meses a Qatar y Arabia Saudí como suministradores de gas para comprar gas ruso y dar salida a los recortes europeos. Según expertos en el mercado de la energía, el Kremlin ofreció descuentos a Pekín en sus precios por petróleo y gas, lo que le permitió encontrar un mercado para los suministros que no podía vender a raíz de las sanciones económicas por la guerra iniciada por Moscú.

Los mismos expertos subrayan que Rusia también acudió a India con el resultado de que antes de la invasión, un 1% de las exportaciones rusas de petróleo estaban destinadas al gigante asiático, mientras que en mayo, estas ya habían aumentado un 18%.

Así, India y China están suponiendo en la práctica el alargamiento del conflicto y la atenuación de los fracasos militares rusos y con ello, la merma de incentivos para unas conversaciones de paz en las que chinos e indios quieren ser mediadores, aunque no sean tan neutrales como pretenden.

INTERREGNUM:  India: ¿intereses o principios? Fernando Delage  

Como mayor democracia del planeta y como país que sufrió de manera directa la experiencia del imperialismo, la posición de India con respecto a la guerra de Ucrania sigue llamando la atención. Las razones de su neutralidad (que indirectamente viene a traducirse en una posición a favor de Moscú) son conocidas, y entre ellas destaca la dependencia de los suministros militares rusos para la modernización de las fuerzas armadas indias. Pero se trata de una aproximación arriesgada, pues Delhi parece querer ignorar el peligroso precedente que supone la violación por Rusia de todas las normas existentes. En último término, su actitud no ha hecho sino exponer su vulnerabilidad geopolítica.

Preguntado la semana pasada en un foro en Bratislava por qué Delhi rechaza condenar la invasión de Ucrania, el ministro de Asuntos Exteriores, Subrahmanyam Jaishankar, criticó la premisa europea de que otros países deban compartir su opinión sobre el conflicto. “Europa, dijo, debe abandonar esa mentalidad conforme a la cual los problemas de Europa son los problemas del mundo, pero los problemas del mundo no son los problemas de Europa”. India, añadió el ministro, hará exactamente lo que hacen los países occidentales: evaluar una situación a la luz de sus propios intereses. Y son esos intereses los que justificarían la posición de su gobierno sobre la guerra.

Al no aceptar que India tenga que alinearse con una de las partes, Jaishankar quiso reafirmar la autonomía estratégica de su país en un contexto de creciente multipolaridad. Dada su lejanía geográfica, Rusia—es cierto—, no representa una amenaza directa a la seguridad nacional india, mientras que el aislamiento diplomático de Moscú puede producir consecuencias que no desea, como una más estrecha alianza de China con Rusia. La República Popular es el verdadero desafío que afronta Delhi, y es un problema para el que India necesita contar tanto con Washington como con Moscú.

Ahora bien, ¿cómo puede gestionarse el hecho de que India mantenga diferentes percepciones de las de sus socios de Occidente con respecto a Ucrania, pero similares o idénticas sobre los riesgos a la inestabilidad en el Indo-Pacífico? ¿Por qué India no quiere ver la estrecha interacción que existe entre ambos escenarios? ¿Puede confiar en la ayuda de las democracias occidentales si un día tiene dificultades en Asia, manteniéndose al margen de lo que ocurre en Europa?

Es un dilema que enturbia la relación entre intereses y valores, pero que debería hacer evidente a los estrategas indios la extraordinaria transformación que se ha producido en el terreno de juego. Tradicionalmente han defendido un orden multipolar, convencidos de que es así como India contaría con un mayor margen de maniobra. La nueva estructura multipolar parece crear, sin embargo, nuevos condicionantes a su independencia estratégica, y no todos ellos relacionados con el equilibrio de intereses en política exterior.

Así se puso de manifiesto poco después de las críticas de Jaishankar a los europeos. Apenas habían sido reproducidas sus palabras con grandes elogios en los medios del mundo no occidental, cuando las declaraciones de dos antiguos portavoces del actual partido gobernante (el hinduista Janata Party) insultando a Mahoma han provocado una grave crisis en las relaciones con los países islámicos. No es necesario recordar la importancia del Golfo Pérsico en particular para los intereses indios: de los recursos energéticos que recibe, a las remesas de los ocho millones de indios residentes. La polarización de la dinámica política interna se ha convertido pues en otra nueva variable que afecta a la proyección exterior del gigante asiático.

Una cultura estratégica no se cambia de un día para otro; menos aún una milenaria como la india. Pero frente a la segunda Guerra Fría que parece estar empezando, la pregunta (que no la respuesta) es sencilla: ¿qué promoverá en mayor grado la autonomía india? ¿Defender un orden basado en reglas, o formar parte del bloque de quienes—explícita o tácitamente—no denuncian a una Rusia agresora? ¿Los principios son realmente antitéticos a los intereses?

India crece como mediador para Kiev

Conforme la invasión rusa de Ucrania se convierte en una guerra de posiciones  en la que comienza a dibujarse un escenario en el que nadie saldrá vencedor y esta situación va a mantenerse durante meses, Moscú y Kiev se hacen a la idea de que se impone algún tipo de alto el fuego durante el que se negocien cesiones en las expectativas de ambos bandos.

Y en ese marco, por ahora hipotético, crece en Ucrania la confianza en que India puede jugar un papel importante. Ucrania sabe que va a ser muy difícil hacer retroceder a las tropas rusas a sus posiciones de antes de febrero y, aunque se queja de algunas presiones occidentales para que asuman algunas pérdidas territoriales, comienza a considerar en serio esta posibilidad mientras su propaganda lo niega y sus tropas intentan en condiciones difíciles llegar a esta negociación con la mayor contención posible del invasor.

India es un país con viejas relaciones con Rusia, aunque sus disputas territoriales con China y Pakistán la están empujando desde hace años a un acercamiento a Estados Unidos y a Australia. India tiene una capacidad industrial y militar no desdeñable y, además, no tiene las ambiciones estratégicas de China que le resta credibilidad como mediador, aunque a Pekín le interese un acuerdo.

Ya hay contactos exploratorios entre Ucrania e India y entre India y Rusia con el conflicto ucraniano sobre la mesa, lo que une este proceso a los esfuerzos del otro gran mediador, Turquía, al que su pertenencia a la OTAN, sus relaciones tanto con Rusia como con Ucrania y su situación geoestratégica en el Mar Negro y en el Mediterráneo oriental otorgan muchos puntos para mediar, aunque hasta ahora sus esfuerzos han sido limitados