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THE ASIAN DOOR: Dos sesiones y una nueva hoja de ruta. Águeda Parra

La reunión anual conocida como “dos sesiones” ha sentado las bases del nuevo modelo de desarrollo estratégico para China, combinando la confirmación de algunos puestos y el anuncio de otras posiciones políticas que no estaban tan definidas para terminar conformando el Consejo de Estado. Xi Jinping ya se aseguraba un tercer mandato sin precedentes durante el XX Congreso del Partido Comunista de China, que se celebra dos veces por década, concentrando un mayor poder no visto desde 1949. Se trataba, por tanto, de una mera formalidad. A este nombramiento se sumaba la designación de Li Qiang, anterior jefe de Shanghai, como primer ministro, confirmando la reorganización impulsada por Xi para abordar los retos de los próximos cinco años con un equipo más cohesionado.

La principal prioridad del nuevo gabinete será la revitalización de la economía y avanzar en la autosuficiencia tecnológica. Ambos retos de gran trascendencia. Por una parte, se trata de impulsar la recuperación de la economía, tras el largo letargo en la atracción de inversiones extranjeras, y de estimular la demanda de consumo golpeada por una prolongada política de Covid cero. Por otra parte, evitar que la creciente tensión geopolítica con Estados Unidos restrinja cada vez más las aspiraciones de China de alcanzar la autosuficiencia tecnológica está en el centro mismo de la nueva hoja de ruta.

Recuperar el crecimiento, la confianza de los mercados e incorporar de nuevo a las empresas privadas al desarrollo económico del país son las principales palancas sobre las que tendrá que actuar Li Qiang para conseguir alcanzar el crecimiento del 5% anunciado por el gobierno para 2023, respecto del 3% registrado en 2022. Se trata de una previsión menor que la esperada por la comunidad financiera, pero una cifra considerada conservadora para así poder volver a la práctica de realizar una estimación de crecimiento sin complicaciones para luego superar las previsiones. China trata así de no repetir lo sucedido en 2022 cuando, por primera vez, no consiguió alcanzar el crecimiento anunciado.

Como anterior gobernador de dos de las grandes potencias económicas del país, la provincia de Zhejiang y Fujian, la relación directa de Li Qiang con el mundo empresarial del sector privado le ha llevado a acoger la fábrica de Tesla, y a trabajar con el anterior coloso Alibaba Group. Esta experiencia adquirida para negociar con empresas privadas y extranjeras le será de gran utilidad para recuperar la confianza del sector privado chino y conseguir involucrar a los titanes tecnológicos en el nuevo modelo de crecimiento económico más centralizado.

La consolidación de un mayor poder de Xi Jinping en su tercer mandato podría conferirle a Li Qiang la confianza para abordar cambios en las políticas económicas del país que lleven a reforzar la autosuficiencia económica y tecnológica. De hecho, el cambio generacional que está adoptando el gabinete de gobierno, evolucionando hacia perfiles científicos y tecnológicos, que reemplazan a aquéllos que durante años han estado más centrados en las finanzas y la política monetaria, muestra el desafío que supone para China alcanzar la autosuficiencia económica y tecnológica en los próximos años.

Cuando las tensiones tecnológicas se intensifican entre Estados Unidos y China, el regreso de los titanes tecnológicos a la escena digital y de innovación del país parece, más que necesaria, una prioridad para así aprovechar la capacidad de desarrollo tecnológico que han demostrado en las dos últimas décadas, persiguiendo que su incorporación sirva de aliciente para recuperar el dinámico entorno internacional de inversiones anterior al Covid y a la presión regulatoria contra las tecnológicas.

De hecho, recuperar el estímulo de consumo de la población va a estar muy ligado a incrementar la demanda en el ámbito tecnológico, incentivando las grandes compras, como la adquisición de coches eléctricos y mayor interacción con las plataformas de compra online, aprovechado el auge de la exportación de e-commerce transfronterizo que creció un 11,7% en 2022, según fuentes oficiales. Para hacer esto posible, las inversiones estarán dirigidas a ampliar el desarrollo de infraestructuras 5G en las ciudades más pequeñas, a incrementar las estaciones de recarga y a potenciar el uso de la tecnología de intercambio de baterías, así como a fomentar el despliegue de centro de datos.

En definitiva, la recuperación de la credibilidad del nuevo equipo de gobierno tras los efectos generados por la política de Covid cero, y la incertidumbre por el ritmo de crecimiento económico, constituyen los grandes retos para 2023, y estarán en línea con el éxito que alcance Li Qiang en el despliegue del nuevo modelo estratégico de crecimiento.

 

 

THE ASIAN DOOR: Tormenta perfecta para las tecnológicas chinas. Águeda Parra

Después de un año desde que el gobierno chino comenzara un intenso período de regulación sobre las compañías de Internet, los mercados dan muestra de cómo las tensiones geopolíticas y un ritmo de crecimiento menor están afectando a las tecnológicas chinas. Y las perspectivas no son muy positivas.

Coincidiendo con el escrutinio del órgano regulador, que comenzó con Didi Chuxing, siguió sobre algunas grandes del e-commerce como Alibaba y Meituan, y terminó con la decisión de eliminar la industria de tutorías privadas online en verano de 2021, el descenso de la actividad de financiación se ha hecho más notable desde la segunda mitad del año pasado. El nivel de incertidumbre generado sobre el futuro de las tecnológicas ha lastrado desde entonces la financiación recaudada, quedando reducida a una quinta parte. La caída en la recaudación ha pasado de los 15.000 millones de dólares en el primer trimestre de 2021 a los 3.510 millones de dólares en el mismo período de este año, según la Academia China de Tecnologías de la Información y la Comunicación (CAICT en sus siglas en inglés).

La cotización de las acciones de los grandes titanes chinos, que comenzaron a caer con la fallida salida a bolsa de Didi Chuxing en la bolsa de Nueva York, no ha conseguido recuperarse desde el colapso que sufrieron hace casi un año. Reflejo de esta situación es la caída en el número de ofertas de financiación realizadas en la industria de Internet en China, que ha descendido un 38,3% interanual, teniendo un mayor impacto sobre el volumen de financiación, que se ha desplomado un 76,7% interanual.

El atractivo que generaba entre los inversores internacionales que las tecnológicas chinas optaran por el parqué de Nueva York para salir a bolsa ha dejado de tener efecto. El escenario ha cambiado, los titanes se enfrentan ahora a una tormenta perfecta en la que confluye un mercado de Internet maduro, un menor crecimiento económico, una creciente tensión geopolítica y escenario en los que empiezan a ser visibles los efectos de las restricciones de la pandemia sobre el consumo.

El panorama no es mejor para las startups en el ámbito de la nueva economía en China, que están viendo reducida la inversión que recibían de fondos en dólares estadounidenses, registrando una caída del 64% anual. La confianza de los inversores hacia las tecnológicas chinas se resiente, no así el ritmo de exportaciones de alta tecnología del gigante asiático, que sigue creciendo a pesar de haber sido el objetivo de la guerra comercial entre Estados Unidos y China desde 2018.

Desde entonces, los efectos de un mayor desgaste en las relaciones comerciales no han impactado de forma similar sobre las exportaciones de alta tecnología que han crecido un 3,4% entre 2018 y 2020, según fuentes oficiales. Un incremento que ha estado impulsado principalmente por las empresas privadas chinas que han sido las grandes protagonistas de las exportaciones de alta tecnología durante la última década, sin que las empresas estatales tengan apenas entidad en las exportaciones, a pesar de que contribuyan con el 30% del PIB de China.

La encrucijada en la que se encuentran las tecnológicas chinas, con un menor apoyo gubernamental y un menor respaldo de los inversores internacionales, plantea una recuperación más lenta de lo esperado de la valoración de las tecnológicas chinas. Cuando las empresas privadas tecnológicas chinas han sido las creadoras de un ecosistema tecnológico único, y un modelo de emprendimiento que ha impulsado la creación de unicornios hasta convertir a China en un polo tecnológico capaz de rivalizar con Estados Unidos, la participación de los titanes tecnológicos parece decisiva para que el gigante asiático siga manteniendo sus aspiraciones de convertirse en líder tecnológico.

 

 

LA CUMBRE PARA LA DEMOCRACIA Y SUS IMPLICACIONES PARA CHINA (y II). Pascual Moreno

En la primera parte de este artículo se hacía una introducción a la Cumbre para la Democracia y sus posibles implicaciones para China. Además de los conflictos presentados en ciertos territorios que China considera de soberanía nacional, otros campos de discusión que pueden estar presentes en la Cumbre son:

  • La delimitación y supresión de la libertad de expresión en la esfera académica, no únicamente dentro de China, sino que se han sucedido preocupantes intentos de silenciar académicos en Australia, Europa o Estados Unidos. El cierre de los Institutos Confucio en Suecia, Alemania y otros países es un signo creciente de resistencia y rechazo a la propaganda y el poder blando chinos. Se esperan más clausuras y control sobre estas instituciones, aunque todavía no está claro el acento que pondrá la Cumbre en este tema.
  • Las prácticas de compañías tecnológicas chinas, acusadas de recabar información y violar políticas de privacidad en otros mercados. El G7 animó a China a ejercer una mayor ciber-responsabilidad y detener el robo de propiedad intelectual. Ciertas políticas de recolección de información que no sigan los estándares y reglamentos de la Unión Europea pueden llevar a sanciones e incluso a la prohibición de la operativa comercial. No está claro si la Cumbre elaborará una lista de compañías susceptibles de sanciones. Sin embargo, probablemente animará a cada país a intensificar el seguimiento por parte de las empresas chinas de las leyes nacionales, de la relación con el gobierno chino y de la adopción de estándares que protejan los valores democráticos, la libertad personal y la libre competencia.
  • Una mayor transparencia en general de China en campos como la salud global –al tiempo que se intensifican las pesquisas sobre el origen de la pandemia de COVID-19- o los proyectos de infraestructuras fuera de sus fronteras pertenecientes a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, que son sospechosos de corrupción o “diplomacia por deuda”. China aduce que ya ha puesto a disposición de la OMS suficiente información, y promete mejorar la comunicación y transparencia en otros temas.
  • El trato discriminatorio y campañas de persecución a empresas multinacionales en sectores como los medios de comunicación, moda, deportes, alimentación (BBC, HM, Adidas, NBA…) que han sufrido limitaciones en la libertad de expresión o han visto sus negocios cerrados en el territorio chino de la noche a la mañana.

Pese a que todos estos asuntos no han dejado de proporcionar munición a los diplomáticos estadounidenses en las escaramuzas diplomáticas, muchos norteamericanos y habitantes de países cercanos de China no han querido desvincularse de ningún bando, y permanecen económicamente unidos a China mientras que se alinean militarmente con Estados Unidos.

La estrategia de la Administración Biden de confrontación respecto a China intensificará ciertas herramientas que ya fueron usadas durante la presidencia de Donald Trump. Un aspecto fundamental es la necesidad de encontrar una causa común con una Unión Europea fragmentada, en la cual el sentimiento anti-China crece al ritmo que los estados miembros reciben ataques de Beijing en el marco de la estrategia del lobo guerrero, tan del gusto del Ministerio de Relaciones Exteriores de China en los últimos tiempos. Cada vez más, las élites de negocios y diplomáticas europeas se están empezando a dar cuenta que los beneficios que esperaban cosechar del pastel chino son menos de los esperados. Alemania es un ejemplo claro en este sentido. Líder europeo en economía y política, su posición frente a China está comprometida por la dependencia de su industria automovilística del gigante asiático. Los retrasos y más que posible suspensión del Acuerdo Integral de Inversiones son una señal evidente de la tensión creciente en las relaciones UE-China.

Hay una clara fragmentación entre los diferentes países europeos cuando se trata de lidiar con China. Mientras que Reino Unido aboga por ampliar el G7 a un D10 (10 democracias, incluyendo a Australia, India y Corea del Sur) con el objetivo específico de contrarrestar a China, Italia –precisamente uno de los miembros del G7- se opone a ejercer excesiva presión sobre China tras haberse incorporado a la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Xi Jinping reconoce el peligro de un frente unido de democracias, y hará todo lo posible por evitar su constitución.

En el frente tecnológico, cada vez más países europeos se están alineando junto a Australia y EE.UU. para defenderse de los avances de una China tecno-autócrata. El ejemplo más claro son los esfuerzos por apartar al gigante Huawei de cualquier infraestructura tecnológica en Europa y la participación en la Red Limpia promovida por EE.UU. para asegurar sus comunicaciones

Sin embargo, no se debe esperar que las naciones europeas firmen una iniciativa marcadamente anti-China. Los mencionados lazos comerciales y de inversión son intensos. Por ello, Biden debería hallar un mecanismo de consenso y acuerdos en el que trabajar de manera cooperativa, en lugar de una Cumbre planteada como una ofensiva clara de confrontación con China. Una gran alianza de democracias podría ser menos eficiente que pequeñas coaliciones centradas en diferentes aspectos, ya que sería más vulnerable a las tácticas de división chinas.

La estrategia debería basarse en superar competitivamente a China, evitando que se creen relaciones de dependencia económica. Es necesaria una revisión de las vulnerabilidades de la cadena de valor europea y estadounidenses en sectores como los semiconductores, material médico, baterías, tierras extrañas… Muchas compañías y funcionarios chinos confían en que muchos negocios occidentales dependen de ellos. Es necesario que sean conscientes que, bajo los actuales acuerdos de inversión y comercio, la situación está desequilibrada a su favor, y que esto provoca que las empresas europeas se vuelvan cada vez más reacias a confiar en socios chinos.

Es improbable predecir un conflicto similar a una Guerra Fría militar e ideológica. Pero al mismo tiempo, no se debe esperar que el conflicto democracia-autocracia se vaya a solucionar de manera sencilla o que vaya a acabar inequívocamente en un éxito estadounidense.

Finalmente, a medida que aumenta la insistencia estadounidense en un orden democrático global, más países que respondan a otro modelo de liderazgo pueden unirse y formar coaliciones que limiten el poder de EE.UU. y su influencia global. China y Rusia, con una rica historia de desconfianza mutual, están acercando posiciones y cooperando estrechamente en aras de defender sus intereses ante los movimientos provenientes de Washington.  

THE ASIAN DOOR: Nuevas tecnologías en acción ante la pandemia: ¿horizonte 2030? Águeda Parra

En una sociedad con conectividad omnipresente, la predisposición de consumidores y empresas a usar las nuevas tecnologías será el motor que impulse la capacidad transformadora de la Cuarta Revolución Industrial (4IR). En este punto, China ha conseguido en dos décadas una disrupción tecnológica que no se ha producido en otros países avanzados y, es justo este ritmo de transformación, lo que marca que la adopción de las nuevas tecnologías sea una prioridad para la sociedad china.

La respuesta tecnológica de China a la crisis sanitaria evidencia que las tecnologías más vanguardistas están ampliamente integradas en la sociedad, así como en los procesos productivos y gubernamentales. De forma general, la fusión de tecnologías utilizadas ante el COVID-19 en los países asiáticos en general, y en China en particular, adelanta en una década el escenario previsto que se plantea en Europa, donde se maneja el horizonte temporal de 2030 para disponer de un entorno digital consolidado.

Los distintos niveles de adopción de la tecnología entre las sociedades de los países asiáticos y de las potencias económicas occidentales provoca situaciones de desequilibrio que se están acentuando con el despliegue de las redes 5G. Los consumidores chinos destacan por ser early adopters con todo lo relacionado con la quinta generación de redes móviles, siendo su competidor más directo Corea del Sur, mientras Estados Unidos es el único país occidental con mayor predisposición a modernizar sus redes a la nueva tecnología 5G, según el informe The Mobile Economy: China 2020 publicado por la Asociación GSM. El caso de los países europeos dista mucho de esta situación, con una Europa dividida entre los que no tienen la migración de sus redes en el radar y los que todavía no están convencidos de cómo hacerlas evolucionar.

De esta forma, en el caso de China, la disrupción tecnológica que vive el país le ha permitido disponer de smart hospitals basados en un uso masivo de la IA con el que el gigante asiático puede mitigar los efectos de tener un ratio de médicos por cada 1.000 habitantes inferior al que disponen los países avanzados. Las soluciones de telemedicina implementadas en las áreas más remotas al epicentro de la pandemia han permitido dar soporte a las áreas del interior donde existe una mayor escasez de médicos, pero donde, sin embargo, comparten el mismo ecosistema digital. Asimismo, el uso de robots ha hecho posible realizar servicios esenciales en hospitales como el reparto de comida, la desinfección de habitaciones y la eliminación de desechos médicos, evitando el riesgo de contagio.

En un escenario de crisis sanitaria, el maduro sector del e-commerce de China ha tenido un desempeño diferencial en la distribución de alimentos, pero también en la provisión de suministros médicos, haciendo confluir el inventario online y offline para abastecer la demanda. El uso de la tecnología blockchain también ha destacado en tiempos de pandemia, permitiendo gestionar la recepción de mascarillas, el material médico, e incluso la donación de dinero. Entre la suite de tecnologías que se han visto en funcionamiento para contener la expansión de la pandemia también figuran los códigos QR que, junto al sistema de vigilancia por geolocalización, han permitido disponer de un diagnóstico preliminar de contagio con asignación de códigos de tres colores, rojo, naranja y verde, en función del riesgo de poder estar contagiado.

En definitiva, se trata de una suite de tecnologías que muestran el camino de cómo podría evolucionar un escenario post-pandemia en otros países donde todavía no disponen de un ecosistema digital evolucionado.

Los vehículos autónomos van para largo. Miguel Ors Villarejo

Mi sobrina dice que antes de una década habrá autos sin conductor circulando por las calles. Yo creo que no y nos hemos apostado una comida. ¿Quién piensa usted que va a ganar? Hace apenas un año, me habría dirigido una mirada conmiserativa y me habría dado una palmadita en la espalda. El sector era muy optimista. Waymo, la filial de vehículos autónomos de Alphabet/Google, había anunciado la compra de 62.000 camionetas Chrysler y 20.000 Jaguar eléctricos para su flota de robotaxis. Y General Motors tenía previsto lanzar un servicio de transporte de viajeros a finales de 2019.

Esta confianza estaba justificada. En los años precedentes el progreso había sido notable. Cuando en 2004 se celebró el primer DARPA Grand Challenge, un rally para coches autónomos, ningún inscrito completó el recorrido de 230 kilómetros. Pero 18 meses después, en la segunda edición, siete lo lograron y los inversores pensaron que culminar el desafío estaba al alcance de la mano. “Había que coger un puñado de sensores por aquí y un poco de inteligencia artificial por allá, y ya estaba”, cuenta en The New York Times un analista.

Y, efectivamente, en muy poco tiempo la industria tenía lista la tecnología necesaria para lidiar con la mayoría de las situaciones. Con ayuda de cámaras y lídares (unos radares que usan haces de láser) no resultó complicado adiestrar a una máquina para que identificara los obstáculos habituales, los procesara y los sorteara. Quedaban, sin embargo, los imprevistos: los peatones que saltan inopinadamente de la acera, los ciclistas que circulan a contramano, los automovilistas que hacen giros de 180 grados. Se trata de sucesos estadísticamente marginales, pero en un país con 26 millones de conductores como España incluso una probabilidad ínfima (del 0,001%, por ejemplo) supone que cada día se dan cientos de ellos. Concebir un programa capaz de tenerlos en cuenta se ha revelado más engorroso de lo previsto y es absolutamente indispensable, porque las consecuencias pueden ser fatales, como se puso de manifiesto en marzo, cuando un Volvo autoguiado de Uber arrolló a una mujer que cruzaba la avenida Mill de Tempe (Arizona) fuera de un paso de peatones.

Tampoco es sencillo meterle en la cabeza a un autómata micromaniobras que cualquier novato aprende en una tarde de autoescuela, como levantar el pie del acelerador cuando otro coche asoma el morro en un cruce, aunque venga por la izquierda y no tenga preferencia. ¿Y no se puede diseñar un software supercauto, que se ponga siempre en lo peor? Por supuesto. Ese automóvil a prueba de golpes ya existe, pero se pasa todo el rato dando frenazos y “es un fastidio”, como admite un investigador de la Universidad de Michigan.

Al final, la tecnología disponible solo permite usar los vehículos autónomos en entornos controlados y a velocidades muy bajas. May Mobility ya opera un servicio de lanzaderas sin conductor en tres ciudades de Estados Unidos. Realizan viajes cortos, por rutas definidas y a no más de 40 kilómetros por hora. Esta iniciativa ha permitido llevar el transporte público a zonas donde una línea tradicional de autobús no sería rentable. Es un avance social indudable, pero me imagino que sabrá a poco a mi sobrina y es posible que termine costándole una comida.

Dictadura digital. Nieves C. Pérez Rodríguez.

El Partido Comunista chino ha venido retomando el culto a la personalidad del líder como se hacía en la era de Mao. Xi Jinping no sólo se ha perpetuado en el poder con el beneplácito del partido, sino que acabó con cualquier adversario interno posible con una campaña anticorrupción que neutralizó y sacó del panorama a cualquier potencial líder que podría aparecer en su camino. Bajo el paraguas institucional del partido tomaba una decisión en el 2018, que en realidad podría haberle afectado en el 2023, momento en que acababa su segundo mandato. Pero esto es un buen ejemplo de la mentalidad china y de lo que significa el tiempo y como se planifica en esa cultura.

Los chinos se adelantan, piensan, evalúan y deciden a largo plazo.  El partido y/o su líder entienden que deben ir por delante del momento actual para mantener el control social de mil cuatrocientos millones de personas.

En este sentido el PC de China ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos y aprovecha bien las tecnologías como mecanismo de control social. Los sistemas de reconocimiento biométrico son un buen ejemplo de ello. Y para su máxima efectividad han equipado las calles con millones de cámaras que están trabajando veinticuatro horas al día durante todo el año, para poder identificar a los individuos y castigarlos si comenten alguna trasgresión de tráfico, o si infringen alguna ley.

Los teléfonos móviles se han convertido en una gran herramienta del partido comunista para poder seguir los pasos de cada usuario. Rastreando sus hábitos digitales, movimientos financieros y comerciales.

Las aplicaciones son otra vía de control social que está usando el gobierno chino para fortalecer la ideología del partido comunista y la exaltación de Xi Jinping. Estudio de la gran nación es la aplicación que lanzó Beijing a principios de este año y que según datos oficiales ya cuenta con cien millones de usuarios, lo que es un número extraordinariamente grande partiendo de que cuenta tan sólo seis meses de existencia.

La aplicación está dividida en secciones, noticias, lectura de libros -que promueven una imagen positiva del líder y del partido- y tests para evaluar el nivel de conocimiento del usuario acerca las políticas del Partido Comunista. Además de que presta servicio de mensajería entre usuarios, y videoconferencia similar a Whatsapp pero que elimina los mensajes enviados como lo hace la plataforma de Snapchat.

Para poder operar la aplicación desde el móvil, los usuarios deben registrarse con su nombre real y su número de teléfono, lo que facilita el proceso de identificación y rastreo del gobierno chino. Una vez instalado comienza a contar la puntuación del individuo bien sea por actividades realizadas, contestar los test y el tiempo que se ha pasado en la aplicación.

El Estudio de la gran nación fue desarrollado por el gigante tecnológico Alibaba y está siendo usado para forzar a la población a consumir la propaganda del Partido Comunista. Se premia a los usuarios si tienen una alta puntuación, mientras que se menosprecia a aquellos que van por detrás. Dueños de empresas obligan a sus empleados a incluir capturas de pantallas con la aplicación abierta a sus tareas diarias. Y hasta en los colegios se ha incorporado el uso de la mencionada aplicación.

Se puede afirmar sin temor a equivocarse que esta aplicación es la versión moderna y digital del famoso Libro Rojo de Mao, la publicación más leída y distribuida de su época (décadas de los 60 y 70). Además, se ha convertido en la aplicación más descargada de las tiendas Apple en China, con más usuarios a día de hoy que Tik Tok.

En la nueva era, hasta los dictadores se han visto obligados a adaptarse a la tecnología para sacar el mayor provecho de la misma. En un mundo controlado por los ordenadores, la vía más acertada es usarlos para que sean ellos quienes controlen y rastreen a los ciudadanos sin posibilidad de errores o corrupción de los funcionarios. Beijín está sacando el máximo y más retorcido provecho de las aplicaciones para conocer cada paso de sus ciudadanos y castigar a cualquiera que intente salirse del carril impuesto por el PC chino. Xi Jinping ha sabido hacerse con el control perpetuo de la nación mientras viva, pero para blindar su éxito está cerrando y neutralizando cualquier posible frente de oposición que pudiera surgir antes de que ocurra.

Por qué Israel innova y España no (3). Bedel de día, matemático de noche. Miguel Ors Villarejo

En Israel, el modelo de crecimiento basado en la movilización de recursos que vimos en la entrega anterior empezó a agotarse en los años 70. A partir de ese momento, la innovación debería haber tomado el relevo, pero muchos sectores (telefonía, distribución, automóvil) funcionaban en régimen de monopolio y, sin la disciplina del mercado, ¿para qué vas a molestarte en urdir artículos nuevos o mejorar y abaratar los existentes?

En consecuencia, como sucedió a los rusos en la fase terminal del comunismo, el nivel de vida de los israelíes se fue deteriorando y el estallido de las crisis del petróleo los acabó de empobrecer. El Gobierno intentó preservar la renta real de sus ciudadanos limitando los precios y subiendo los salarios, pero lo único que logró fue embalsar una inflación que se desbordaría aparatosamente en 1984, cuando el IPC alcanzó el 445%.

La década de los 80 se cerró con un rescate tutelado por el FMI. Por si esto no bastara, el país se disponía a afrontar la avalancha de inmigrantes judíos (unos 800.000) que estaban aprovechando la caída del Muro de Berlín para regresar a Palestina.

Parecía una catástrofe humanitaria, pero resultó un golpe de suerte. Los rusos no pudieron ser más oportunos. Cuando a mediados de los 90 empezaron a llegar a Israel, las compañías estaban ávidas de científicos que les ayudaran a sacar provecho de las novedades informáticas surgidas en Silicon Valley y aquella gente irradiaba erudición. En Startup Nation, Dan Singer y Saul Senor cuentan que a uno lo colocaron de bedel en un instituto de Tel Aviv. El hombre había sido catedrático de matemáticas en la URSS y, al ver el nivel lamentable de los alumnos, empezó a impartir clases nocturnas.

Hoy Google recluta allí a sus programadores.

Los mismos científicos que en la Unión Soviética se ganaban tan mal la vida que preferían ser bedeles de instituto en Tel Aviv son hoy los responsables del milagro israelí. Esa transformación ha sido obra del mercado, como explicaba Netanyahu en la Bolsa de Londres: “El elemento crítico para que la tecnología funcione [y genere prosperidad] es el mercado. Es crítico. Sin él, la tecnología no va muy lejos. Lo que hicimos en Israel hace unos 15 años fue liberalizar nuestros mercados, liberalizar nuestros capitales, liberalizar nuestra divisa. Esto es un cambio importante, y sigue siéndolo para nosotros […] porque permite que la innovación y la originalidad tengan su recompensa”.

Hasta aquí llevamos vistas tres claves que explican por qué Israel se ha convertido en una potencia tecnológica: innovación militar, abundancia de científicos y competencia inclemente. Todo esto es, en principio, perfectamente importable. Nada impide que los españoles invirtamos en I+D, formemos científicos o liberalicemos el mercado. Pero el caso es que no lo hacemos. ¿Por qué?

Lo veremos en la cuarta y última entrega de este apasionante serial.

Israel-Trump: cierta tensión con China al fondo

Hay tensión, de nivel bajo de momento, entre Jerusalén y Washington, aunque está pasando desapercibida. Y esta situación tiene que ver con el acercamiento entre Israel y China desde el pasado año. En octubre de 2018, Netanyahu y el vicepresidente de China, Wang Qishan, fueron los anfitriones de una conferencia de comercio e innovación de alto perfil en Jerusalén. Netanyahu anunció en ese momento que los dos países concluirían un acuerdo de libre comercio en 2019, y que China planea invertir fuertemente en infraestructura israelí, incluidos nuevos puertos y un tren ligero.

Este hecho ya llamó la atención de las autoridades estadounidenses que ven con preocupación el establecimiento de puertos directamente chinos o gestionados por empresas chinas a lo largo de la ruta de acceso del transporte occidental entre el Pacífico y el Atlántico. Puertos chinos en Pakistán; una base militar en Yibuti a las puertas del Mar Rojo; el proyecto de un nuevo puerto construido por China en Haifa, en la costa norte de Israel; la gestión del puerto de Nápoles, y las conversaciones para que empresas chinas entren en la administración de los puertos de Barcelona y Valencia son jalones en una estrategia que EEUU observa con precaución.
El mes pasado, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, advirtió al primer ministro Benjamin Netanyahu que, si Israel no frena sus vínculos con China, su relación de seguridad con Estados Unidos podría sufrir. Se informó que mensajes similares han sido retransmitidos en los últimos meses por altos funcionarios de la administración de Trump, incluidos el Asesor de Seguridad Nacional John Bolton y el Secretario de Estado Mike Pompeo.
Porque además del puerto de Haifa hay una pretensión china de entrar en las telecomunicaciones en Israel, de momento frenada tras un informe del servicio interior de inteligencia, el Shin Bet, por temor a la penetración de inteligencia china a través de su tecnología. Hay que recordar que en Israel hay instalaciones conjuntas de EEUU e Israel para control del espacio radioeléctrico, entre otras cosas. Donald Trump reestableció una relación con Netanyahu, que se había deteriorado en tiempos de Obama. El primer ministro israelí y el anterior presidente discrepaban en numerosos asuntos, aunque entre las dos administraciones los lazos siempre han sido sólidos.
Pero la situación es nueva. China quiere estar en todos los países que pueda y llega con dinero y proyectos generosos, esa es su forma de entrar. Pero en Israel, como en Europa, las tecnologías informáticas chinas han encendido alarmas y planteado la duda sobre la bondad de algunos contratos y alianzas. Además, en aquella región, con presión terrorista sobre Israel y Rusia fortaleciendo posiciones a pocos metros de la frontera israelí con Siria e Irán como aliados, cualquier movimiento de este tipo puede ser un tsunami. China sigue ganando protagonismo con su estrategia pragmática y cada vez es menos prescindible en cualquier zona del planeta. Ese es el dato. (Foto: Zsolt Varga)

¿Cuál es el problema con Huawei? Miguel Ors Villarejo

Es fácil pintar a Donald Trump como un pobre paranoico. De hecho, es un pobre paranoico. Según él, Hillary Clinton ganó en California gracias a un fraude masivo, los inmigrantes mexicanos se dedican a violar y traficar con drogas, el algoritmo de Google sabotea sus discursos y los periodistas somos unos malditos lunáticos. Ahora mantiene que Huawei es el caballo de Troya de Pekín e incluso ha instado la detención en Canadá de Meng Wanzhou, la responsable de finanzas de la multinacional. Es difícil no sentirse tentado de dar la razón al Global Times chino cuando advierte: “Washington no debería utilizar su legislación para desvirtuar la competencia”. ¿Estamos ante otra escaramuza de la guerra comercial o hay motivos para la inquietud?

Por lo que he podido comprobar leyendo algunas crónicas del Congreso Mundial del Móvil, la prensa española, sin llegar a tomar partido abiertamente por nadie, tiende a simpatizar con Huawei. Y es verdad que nadie ha sido capaz hasta ahora de encontrar nada sospechoso en sus dispositivos. Como subrayó en Barcelona Guo Ping, presidente rotatorio de la compañía: “No tienen ninguna prueba, no tienen nada”. Por su parte, el fundador Ren Zhengfei negó en una reciente entrevista las acusaciones de espionaje. “Jamás instalaremos puertas traseras”, afirmó. Y añadió tajante: “Incluso si una ley china nos lo requiriera, lo rechazaríamos enérgicamente”.

En realidad, esa ley ya existe. La Asamblea Popular la aprobó en junio de 2017 y contempla la incautación de todo tipo de material cuando se considere que la seguridad nacional está en juego. Ya vimos lo complicado que es sacudirse la presión del Estado incluso en una democracia consolidada como la estadounidense cuando el FBI reclamó a Apple que le facilitara el acceso al iPhone de un terrorista. ¿De verdad se cree alguien que la resistencia de Zhengfei, por enérgica que fuera, supondría un obstáculo para Xi Jinping?

Trump no es el único que está inquieto con Huawei. Australia y Nueva Zelanda ya la han excluido del desarrollo de su red 5G y Polonia, Canadá y Alemania podrían seguir sus pasos. La agencia de ciberseguridad de la República Checa ha alertado de los riesgos que entraña la firma china y el Reino Unido ha encargado un informe sobre la conveniencia de una prohibición total, aunque sus servicios de inteligencia la habrían desaconsejado.

Incluso aunque Huawei no fuera china, la cuota de mercado que ha acumulado en infraestructuras de última generación ya sería problemática, sobre todo en España, donde ronda el 60%. Pero es que es china y, una vez superado el enérgico rechazo de Zhengfei, sus autoridades dispondrían de una poderosísima arma. “Un ciberataque puede ser tan destructivo como un ataque convencional”, escribe el secretario general de la OTAN Jens Stoltenberg. Y recuerda cómo en vísperas de las Navidades de 2015 Kiev se quedó misteriosamente sin luz. El apagón apenas duró unas horas, pero “la temperatura de las casas se situó rápidamente bajo cero y las cañerías empezaron a helarse”. Stoltenberg cree que el agresor (¿Rusia?) solo quería enseñar la patita, pero bastó para que en la Alianza impulsaran el gasto en ciberdefensa. Ahora montan “cibermaniobras a gran escala” con “ciberfuego real”, en las que los ejércitos ponen a prueba su destreza contra adversarios de talla mundial.

Hace unos años, la prioridad era salvaguardar las plantas eléctricas, las torres de control o los centros de comunicaciones, pero el internet de las cosas y el 5G han creado nuevas vulnerabilidades. Los fabricantes de electrodomésticos inteligentes no actualizan su software ni facilitan parches y, una vez localizada una puerta trasera, los delincuentes entran y salen a su antojo. Pueden, por ejemplo, acceder a la programación de su termostato y averiguar a qué horas está usted fuera de casa. Pueden infiltrarse a través de la nevera o el horno en su ordenador, espiarlo con la cámara y grabarlo mientras navega por sitios inapropiados. O pueden encender su aparato de aire acondicionado y el de miles de vecinos simultáneamente y provocar una sobrecarga en el sistema. Un artículo presentado en agosto en el Simposio de Seguridad Usenix simulaba un asalto de esta naturaleza y concluía que un aumento súbito de la demanda del 30% podía dejar fuera de combate todos los generadores de una zona.

George R. Lucas, un profesor de la Escuela Naval de Estados Unidos, declaraba en 2014 que la tecnología precisa para perpetrar un gran ciberatentado “simplemente desborda las posibilidades intelectuales, organizativas y de recursos humanos de los grupos terroristas mejor gestionados y financiados”, pero eso ya no es un impedimento. Los terroristas no necesitan saber informática. “En la web oscura hay plataformas donde se intercambia malware o se contratan los servicios de piratas”, me contaba hace unos meses María Campos, vicepresidenta mundial de Grandes Cuentas de Panda Security. La policía desmanteló en febrero de 2018 un foro de esta naturaleza que operaba bajo el lema In fraud we trust (En el fraude confiamos).

Y si un delincuente de tres al cuarto es capaz de poner patas arriba un país, ¿qué no podría hacer Pekín a través de las autopistas que le han tendido sus compañías?

Nadie dice que vaya a hacerlo. No estamos además completamente inermes. Un estudio reciente de la Universidad de Oulo (Finlandia) sostenía que muchos peligros se conjuran con una regulación adecuada y el cumplimiento de unas normas elementales de higiene digital, como cambiar las contraseñas que vienen por defecto, actualizar el software o deshabilitar los accesos remotos. También las empresas tienen que cambiar su mentalidad. “La seguridad debe tenerse en cuenta desde el principio”, dice Campos. “No es un pegote que se pone deprisa y corriendo en el último minuto. Hay que planificarla en origen, igual que se hace en la construcción. A ningún promotor se le ocurre entregar una vivienda sin cerraduras”.

Esta concienciación puede llevar de todos modos algún tiempo y, entre tanto, un poco de paranoia trumpiana a lo mejor no estaba de más.

Tomar un taxi ya no es lo que era. Miguel Ors Villarejo

Estoy de acuerdo con los taxistas. No puede haber competencia leal cuando las reglas de juego son diferentes. Las condiciones deben ser las mismas para todos. Ahora bien, eso no significa tengan que ser eternas e inmutables. Deben estar a la altura de los tiempos. No podemos vivir con soluciones concebidas para una tecnología obsoleta.

Como escribía hace un tiempo Gerard Llobet en Nada Es Gratis, “tomar un taxi ya no es lo que era”. Durante décadas, la profesión estuvo profusamente reglamentada, y con razón. El mundo estaba lleno de peatones que buscaban transporte, pero ¿cómo localizar a un conductor dispuesto a llevarte? ¿Y qué garantías había de que conociese su oficio y no se aprovechara de que estabas en una estación, cargado de bultos y niños, para cobrarte lo que le viniera en gana?

Para sortear estas dificultades se creó un sistema de habilitación administrativa y tarifas oficiales que ha funcionado razonablemente, pero que no carece de pegas. A los requisitos iniciales se fueron sumando otros cuya justificación era ofrecer la máxima calidad, pero que en la práctica encarecían el servicio y dificultaban la entrada de competidores. La principal barrera es la propia licencia. En Madrid no se concede ninguna nueva desde 1980, a pesar de que la población y, sobre todo, el turismo han aumentado.

Pero incluso cuando su concesión se flexibiliza, plantea inconvenientes. En Irlanda desregularon el sector del taxi en 2000 e inicialmente les fue muy bien, porque miles de conductores se lanzaron al mercado para atender una demanda que crecía a ritmo de burbuja. Pero cuando el ciclo se dio la vuelta, la oferta no se redujo, porque ¿adónde iba a irse la gente ahora que no había trabajo en ningún lado?

Todas estas molestias las ha resuelto internet. Las móviles permiten localizar instantáneamente el coche disponible más próximo, sin que haya que pintarlo de blanco ni ponerle una bombillita verde. Los comentarios de los usuarios proporcionan una información mucho más abundante y práctica (es limpio, conduce con suavidad) que un frío número administrativo. En cuanto al ajuste entre oferta y demanda, un algoritmo sube los precios cuando detecta escasez (a la salida del cine, los días de lluvia), lo que incentiva la entrada de vehículos y reduce las esperas.

Lo lógico sería que la Administración tomara nota de esta realidad y aligerara de exigencias la prestación del servicio, lo que permitiría abaratarlo. Pero, en lugar de ello, discurre requisitos adicionales, como la precontratación, para nivelar la competencia. ¿Se imaginan que las autoridades hubieran obligado a los automóviles a acompasar su velocidad a la de los coches de caballos? ¿O que las bombillas eléctricas no pudieran superar la luminosidad de las velas o las bujías de gas?

El bienestar de una nación no depende de preservar los empleos improductivos, sino de sustituirlos por otros más eficientes, que facilitan bienes y servicios superiores y más asequibles. Mansa Musa, el rey maliense del siglo XIV que los expertos consideran el hombre más rico de la historia (su fortuna convertida a dólares actuales cuadruplicaba la de Bill Gates), era un desgraciado comparado con el más humilde de los europeos. No podía tomar una aspirina si le dolía la cabeza ni pulsar el interruptor para encender la luz y, para comunicarse con sus aliados, debía despachar camellos que tardaban meses en llevar y traer un pergamino.

El enorme avance experimentado desde entonces ha sido posible gracias a la asimilación de nuevas tecnologías, no a su marginación. Es verdad que es un proceso que genera perdedores, pero nuestras sociedades son lo suficientemente prósperas como para permitirse aliviar el perjuicio.

Impedirlo por completo es, sin embargo, un disparate. Tomar un taxi ya no es lo que era, como tampoco lo es escuchar música, informarse de la actualidad, hacer fotos o consultar la enciclopedia. Y si Occidente ha sobrevivido a la reestructuración de tantos sectores, podrá soportar la del transporte de viajeros. (Foto: Chris Schmid, flickr)