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Wang Yi visita Washington. Nieves C. Pérez Rodríguez

Wang Yi, el excanciller de relaciones exteriores de China y muy alto rango en las filas del Partido Comunista chino y quien ahora es director de la Oficina de Relaciones Exteriores del partido, visitó Washington la semana pasada para tener reuniones de alto nivel y se reunió con el secretario de Estado, Antony Blinken, y el asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan.

Durante la visita, Wang se reunió también con el presidente Biden durante una hora en la Casa Blanca, encuentro que él definió como “una buena oportunidad para mantener vías abiertas de comunicación entre los dos rivales geopolíticos con profundas relaciones y diferencias políticas.”

Wang también afirmó frente a los medios que ambas naciones “tenemos nuestros desacuerdos, tenemos nuestras diferencias y al mismo tiempo también compartimos importantes intereses comunes y enfrentamos desafíos a los que debemos responder juntos.”

Las relaciones bilaterales han estado durante años en la sombra debido a diferentes razones, o bien por la llamada guerra comercial  o las indebidas prácticas comerciales chinas e incluso el espionaje. El mejor y más claro ejemplo fue él globo espía chino que sobrevoló los Estados Unidos durante una semana a principios de este año. El globo espía definitivamente marcó un antes y un después en las relaciones diplomáticas. Blinken tenía previsto visitar China desde principio de año pero debido a ese incidente su viaje fue pospuesto hasta que finalmente se llevó a cabo en junio, momento en el que  tuvo una reunión de unos 35 minutos con Xi Jinping.

Para los estadounidenses, China no solo es un competidor comercial sino un actor internacional de altísimo perfil que no sigue las reglas internacionales de convivencia, por lo que se ha convertido en un dolor de cabeza y un peligro inminente. China se aprovecha de esa visión y siempre intenta pedir más concesiones, levantamiento de sanciones, más visitas oficiales durante los encuentros, o cualquier otra demanda que considere oportuna y necesaria.

Durante su estancia en Washington, Wang también se reunió con Jake Sullivan. Previamente Sullivan y Wang se habían reunido en Austria el pasado mayo después de tres largos meses de confrontaciones, y se pensó que el encuentro podía abrir una nueva etapa de las relaciones, aunque no fue así.

Durante los momentos de mayor tensión en las relaciones diplomáticas bilaterales, el Pentágono intentó mantener los canales de comunicación abiertos en todo momento, aunque era difícil que se propiciara un encuentro con la contraparte china debido a que su ministro de defensa, Li Shangfu, fue sancionado por Washington unos años antes.

Curiosamente, Xi Jinping firmó la semana una orden ejecutiva que destituyó de su cargo al citado ministro de la defensa, Li Shangfu, del que se ha especulado mucho desde que desapareció de la vida pública hace unos dos meses. Beijing llevaba tiempo evadiendo encuentros entre el secretario de Defensa, Lloyd Austin, y su homólogo chino basado en las sanciones que pesan sobre Li desde 2018.

La Casa Blanca informó que parte de las conversaciones con el alto diplomático se centraron en los preparativos del encuentro de APEC que, se llevará a cabo en California entre el 11 y el 17 de noviembre bajo el slogan “crear un futuro resiliente y sostenible para todos.”

La APEC es el foro económico regional de Cooperación Económica en el Asia-Pacifico constituido en 1989 y al que pertenecen veintiún países. De acuerdo con la página web del encuentro, la APEC es la principal plataforma para que Washington avance políticas económicas en la región, para promover el comercio libre y abierto y el crecimiento económico sostenible e inclusivo.

Algunas analistas interpretan la visita de Wang como un esfuerzo para pavimentar el camino para un posible encuentro entre Xi Jinping y Joe Biden y lo más lógico sería que esa reunión suceda en torno al encuentro de la APEC donde ambos han confirmado su asistencia.

Xi no ha visitado los EE.UU desde el 2017 y un encuentro en ese marco no sería una visita de Estado porque Xi no sería recibido con honores y protocolos en la Casa Blanca, sería mucho más casual que se reúnan en California paralelamente a los eventos de la agenda de la cumbre, lo que es más cómodo para ambos bajo las actuales circunstancias.

Otro punto clave que se abordó fue el conflicto palestino-israelí y en este sentido Wang afirmó que en este momento hay que evitar una catástrofe humanitaria a mayor escala y que la salida impulsar solución de dos Estados, mientras pedía calma a los actores involucrados y que la solución pase por Naciones Unidas. Aseguró que China está dispuesta a trabajar para promover la paz. Blinken ratificó que el mantenimiento de la paz y la estabilidad en la región es en beneficio de todas las partes.

La situación internacional es cada vez más compleja y eso enreda la dinámica no solo de Washington sino de Beijing. China ahora misma se encuentra en una situación interna de incertidumbre y una crisis económica que no tiene fácil salida; necesita estabilidad internacional para exportar sus productos, continuar sus planes de expansión del BRI o la nueva Ruta de la Seda e intentar consolidarse internacionalmente. A mayor inestabilidad mayor dificultad para lograr sus objetivos y más dificultad para sobre salir la crisis.

Washington tiene también sus grandes problemas políticos, elecciones el próximo año y una clara crisis en los partidos. Además, está invirtiendo demasiado dinero en ayudar a Ucrania y ahora intentar ayudar en la crisis en la Franja de Gaza y en Israel.

Las dos naciones más poderosas deben sentarse y concienzudamente trabajar en pro de la inestabilidad mundial para garantizarse sus cuotas de influencias, pero también su supervivencia.

 

 

 

Washington restringe inversiones en China. Nieves C. Pérez Rodríguez

Aunque hoy el término no es guerra comercial, el utilizado hasta el cansancio en la era Trump, las restricciones a empresas parece ser él camino escogido por Washington. Ambos partidos políticos entienden la necesidad de imponer controles en pro de la seguridad nacional de EEUU.

La Administración Biden, mucho más conciliadora y tolerante, no ha sido condescendiente con Beijing. Al contrario, desde el comienzo avanzaron en establecer ciertos controles y escudriñar la razón de algunas prácticas de empresas chinas en territorio estadounidense.

El camino de las restricciones parece ser el escogido en medio de las hostilidades diplomáticas y económicas entre ambos países. El Congreso, a través del Comité de Política Exterior, está haciendo riguroso seguimiento, mientras que fortalecieron el Comité de Inversiones Extranjeras y crearon la autoridad para examinar inversiones en el extranjero de empresas estadounidenses.

El pasado otoño, la Administración Biden anunció extensos controles de exportación a China sobre “tecnologías sensibles” evitando así que China pueda adquirir chips y componentes de fabricación para chips.

Ya en el 2020, Trump había firmado una orden ejecutiva en la que se prohíbe a empresas o individuos estadounidenses invertir en valores que cotizan en la bolsa en empresas que están en la lista de empresas militares chinas para asegurarse que el capital estadounidense no financie la modernización militar china.

Otro ejemplo es la “Ley de Trabajo Forzoso de los uigures” aprobada también en septiembre del 2020 por el Congreso de EE.UU. que consiste en el bloqueo de las importaciones de productos fabricados en Xinjiang, después de comprobar con múltiples testimonios que existen evidencias suficientes de trabajo forzoso en esta región de China. Sumado al horror que estas minorías padecen en los Centros de Reeducación, por su nombre chino oficial, o campos de concentración de acuerdo con las organizaciones de Derechos Humanos.

Por lo que las tensiones solo han crecido y las quejas d Beijing de que no están siendo tratados de manera justa han venido en aumento. Paralelo con el debate de si es inminente un “decoupling” o más bien la diversificación de la cadena de suministro, que la pandemia dejo ver él problema de depender de China.

En esta compleja situación la Secretaria del Tesoro estadounidense, Janet Yellen, visitó China recientemente cerrando así una serie de visitas oficiales incluida la del Secretario de Estado que buscan claramente reabrir los canales diplomáticos.

Mientras se preparaba la visita de Blinken a Beijing los oficiales chinos insistieron en que se dieran reuniones con los oficiales estadounidenses en materia económica, sin embargo, no se les concedió hasta que se organizó la visita de Blinken y se dieron las primeras reuniones. Para Beijing la prioridad es abrir y restablecer los canales económicos.

Desde que apareció el globo espía chino sobrevolando territorio estadounidense las relaciones bilaterales sufrieron un enfriamiento lógico. En los últimos meses se habían impuesto sanciones a empresas chinas, mientras la Administración Biden presionó a sus aliados japones y holandeses para que restringieran sus ventas de semiconductores a China, mientras ha venido agrupando otros aliados para detener la coerción económica de Beijing.

Yellen aprovechó su viaje para reiterar que los Estados Unidos no buscan desvincularse de China, enfatizando que sería desastroso para ambos países y desestabilizador para el resto del mundo, además de prácticamente imposible de ejecutar. Explicó que existe una distinción importante entre él desacoplamiento y la diversificación de la cadena de suministro criticas o la adopción de medidas específicas que protejan la seguridad nacional.

La preocupación sobre las empresas chinas en América y las estadounidenses que operan en territorio chino está latente en las altas esferas de poder en Washington.  En este sentido, en abril un grupo de senadores envió una carta a los Departamentos de Estado, Comercio y Tesoro solicitando que se impongan restricciones e incluso sanciones y hasta que se considere prohibir inversiones a empresas como Alibaba y Huawei puesto que representan grandes riesgos para la seguridad nacional.

La lista es en realidad más extensa, pues los senadores consideran que cualquier asociación de empresas chinas con instituciones militares, académicas y gubernamentales despierta inquietud y sospecha y eventualmente deberán ser revisadas.

Huawei ha estado en el ojo del huracán por años y en efecto, las dudas irresolutas han propiciado un gran movimiento internacional de rechazo y bloqueo encabezado por Washington, basado en la vulnerabilidad del intercambio de información a través de esta red.

La mismo ha sucedido con TikTok, la red social de videos cortos cuyo target son los adolescentes principalmente y que, ha pasado por un intenso escrutinio en Estados Unidos incluida una audiencia con su CEO en el Congreso debido a la poca transparencia en su manejo de data personal.

El temor de que la información personal de un niño en Estados Unidos se almacene en una nube en China es motivo de gran preocupación para los legisladores que saben que la división entre el sector público y privado en China no está claramente delimitado y que además el PC chino siempre puede pedir acceso por motivos de seguridad nacional.

A principios de junio Sequoia, él gigante de capital de riesgo con sede en Silicon Valley anunciaba que dividen su negocio en tres sociedades independientes incluso con nombres distintos. La división de China fue renombrada como HongShang, mientras que la división a cargo de India y él sudeste asiático ahora es Peak XV Partners.

Este cambio de dirección y “rebranding” es una respuesta de la firma para prevenir controversias en los Estados Unidos, pues los legisladores tienen el ojo puesto en las posibles brechas que existen en las empresas domesticas con intereses e incluso operaciones en territorio chino.

En medio de las crecientes tensiones entre Washington y Beijing y la presión doméstica a las empresas americanas que apunta a posibles restricciones de inversiones en China, las firmas tratan de adelantarse y tomar medidas. Algunas están ya explorando otros mercados para establecerse, otras buscan navegar las nuevas legislaciones restrictivas.

Los mensajes de los oficiales de Biden son claros, no buscan romper con China pero sí blindarse ante las amenazas de robo de información, de no ser copartícipes en los abusos a las minorías chinas como los uigures, en la delimitación de ayuda de capital estadounidense en pro de desarrollo avance tecnológico chino y en garantizar una fluida cadena de suministros que no se vea envuelta en crisis diplomáticas. Todos estos aspectos definen una robusta y blindada seguridad nacional para América que es la visión compartida de Estado que tienen tanto los demócratas como los republicos.

 

 

Blinken finalmente visitó Beijing. Nieves C. Pérez Rodríguez

El esperado y pospuesto viaje del secretario de Estado, Antony Blinken, a China, se llevó a cabo entre el pasado domingo y el lunes en una intensa jornada de reuniones de alto nivel que incluyó un encuentro con el líder supremo de la nación. Blinken tenía previsto hacer una visita oficial a principios de este año a China que la Administración Biden se vio obligada a suspender debido al incidente del globo espía chino que sobrevoló los Estados Unidos de costa a costa.

El esperado encuentro de alto nivel entre las dos potencias adversarias era considerado clave para conseguir un efecto neutralizador de las altísimas tensiones que hemos vivido en lo que va de año. Que vale la pena apuntar que no es una tirantez exclusiva de la Administración actual; por el contrario, la mayor escalada de tensiones entre Washington y Beijing se produjo durante los años en los que Trump ocupó la Casa Blanca con la llamada guerra comercial o guerra tarifaria.

Para los estadounidenses, China no sólo es un competidor comercial sino un actor internacional de altísimo perfil que no sigue las reglas internacionales de convivencia; por lo tanto se ha convertido en un dolor de cabeza y un peligro inminente. Pero, en busca de un acercamiento que pudiera bajar la tensión y reanudar el diálogo, el secretario de Estado visitó Beijing con la esperanza de frenar el deterioro de las relaciones y, de paso, quizás conseguir un acercamiento en temas como Ucrania, las provocaciones en el mar del sur de China o un intento en bajar la temperatura en el estrecho de Taiwán.

En palabras del propio Blinken “el viaje a China tuvo como propósito fortalecer los desafíos de comunicación de alto nivel, aclarar nuestras posiciones e intenciones en áreas de desacuerdo y explorar áreas en las que podríamos trabajar juntos cuando nuestros intereses se alineen con desafíos transnacionales compartidos”.

Una vista de este nivel no ocurría desde hace casi cinco años y curiosamente parece que uno de sus logros es que ambas partes reconocieron la necesidad de estabilizar las relaciones y ese podría definirse prácticamente como el gran avance. Sin embargo, si se hace un análisis de lo que se sabe la conclusión quizá no es tan positiva.

En primer lugar, fueron los estadounidenses los que fueron a China. Cruzaron el planeta para expresarles su preocupación por su negación al diálogo bilateral. Aun cuando esta preocupación ha sido trasladada en público por distintas vías.

El encuentro entre Blinken y Xi sólo tuvo una duración de 35 minutos, lo que es realmente corto considerando que se hacen traducciones simultaneas. En conclusión, cada uno tuvo unos 10 minutos para exponer su posición y unos cinco minutos para intercambiar opiniones. Pero desde el punto de vista de propaganda o liderazgo, los que más se benefician son los chinos que consiguen que la primera potencia y a la que China debe en parte su crecimiento y mayor número de exportaciones les visite en casa a pesar de que les humillaron con la presencia del globo espía en territorio estadounidense.

Igualmente, la visita de Blinken dejó la promesa de una serie de visitas de otras autoridades americanos como la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, la secretaria de Comercio, Gina Raimondo, o el enviado especial para el cambio climático John Kerry. Mientras que China acordó que Qin Gang, el canciller chino visite Washington pronto.

El Partido Comunista Chino había venido presionado fuertemente para que Washington enviara a estos altos cargos previamente a la visita del secretario de Estado y acertadamente no se les había concedido. La realidad es que ambas economías están realmente interconectadas, pero China necesita venderle a su principal comprador, y la arrogancia con la ahora China gestiona sus relaciones debe ser más ecuánime.

Bonnie Glaser, una de las más respetadas expertas en Washington sobre China, tuiteó su lectura de la reunión entre Blinken y Xi en la que comienza por exponer que la ha dejado con gran preocupación que Xi haya dicho que la competencia entre las principales potencias no se ajusta a la tendencia de los tiempos. Mientras que por su parte la Administración Biden ha venido trabajando en convencer a los chinos de que acepten la competencia como pilar de la relación y reconozcan que es esencial trabajar juntos para gestionar la competencia y evitar que la competencia se convierta en conflicto.

Glaser dice encontrar decepcionante que el encuentro no haya arrojado un auténtico avance, aun cuando ambas partes afirmaron que acordaron estabilizar sus relaciones.

Y aunque parezca una pregunta retórica cabe hacerla, ¿valió la pena de que el secretario de Estado le hiciera una visita a su principal socio y competidor comercial? Y aunque el diálogo siempre es fundamental y la clave para evitar escaladas en los conflictos también es cierto que parece que a los estadounidenses se les ha olvidado que, especialmente cuando se puede y se tiene razón, se debe mantener una posición un poquito menos condescendiente para así enviar mensajes más claros que no puedan ser distorsionados o mal empleados…

 

INTERREGNUM: Diplomacia de primavera. Fernando Delage

A la sombra del frente bélico en Ucrania se suceden los movimientos diplomáticos de unas y otras potencias. Aunque un escenario de negociaciones parece aún lejano, la guerra es una variable que obliga a ajustar la política exterior de los principales actores internacionales. Y así lo está haciendo, en primer lugar, China. Si bien sus principios para la paz presentados en febrero pueden carecer de credibilidad a efectos de un cese el fuego, es una maniobra diplomática que revela su intención de avanzar en su estrategia de reconfiguración del orden global con independencia de cuál sea el resultado final del conflicto.

Que Pekín se haya convertido en un factor relevante lo demuestran varios encuentros celebrados la semana pasada en diferentes puntos del planeta. En Viena, tradicional punto de encuentro entre Estados Unidos y la Unión Soviética durante la Guerra Fría, se reunieron miércoles y jueves el asesor de seguridad nacional del presidente Biden, Jake Sullivan, y el jefe de la diplomacia china, Wang Yi.  Pese a la intención de evitar un deterioro mayor en las relaciones bilaterales, Wang reiteró las advertencias chinas sobre Taiwán, mientras que Sullivan expresó la preocupación norteamericana por la posibilidad de suministro de ayuda letal china a Rusia. La reunión, precedida a su vez a principios de semana por otra mantenida por el embajador de Estados Unidos en Pekín, Nicholas Burns, con el ministro chino de Asuntos Exteriores, Qin Gang, fue indicación del interés compartido por reducir la tensión entre ambos países y mantener abiertas las líneas de comunicación. Sigue sin desbloquearse, no obstante, la visita a Pekín del secretario de Estado, Antony Blinken, cancelada tras la crisis del globo espía.

Viernes y sábado fueron los diplomáticos europeos quienes se encontraron en Estocolmo. En una reunión informal de los ministros de Asuntos Exteriores de la Unión Europea se discutió acerca de la actualización de la estrategia hacia China que deberá presentarse para su aprobación al Consejo Europeo de junio. Un día más tarde se celebró la segunda cumbre ministerial UE-Indo-Pacífico con cerca de medio centenar de participantes (Pekín no estaba invitado). Los Estados miembros continúan divididos sobre la República Popular—basta recordar el reciente viaje del presidente francés, Emmanuel Macron, a China—, pero deben afrontar el complejo dilema que plantea para sus intereses la rivalidad entre Washington y Pekín.

Los ministros europeos discutieron un informe preparado por el Servicio de Acción Exterior, en el que se recomienda mantener el diálogo directo con China. El documento, al que tuvo acceso Politico, considera que una cooperación constructiva con Pekín es necesaria tanto para evitar el aislamiento de los líderes chinos como para reducir los riesgos para la UE. Pero al mismo tiempo se sugiere que los gobiernos europeos aceleren sus planes para reducir su dependencia de la República Popular, y que estén preparados para una potencial escalada en el estrecho de Taiwán. De manera paralela, en una carta privada dirigida a los ministros por el Alto Representante, Josep Borrell, advierte—según el Financial Times—que China sacará partido geopolítico a una derrota de Rusia en Ucrania, y pide a los Estados miembros que den forma a una estrategia coherente en respuesta a las ambiciones internacionales de Pekín.

“La UE debe ser consciente de que muchos países ven la influencia geopolítica de China como un contrapeso de Occidente, y por tanto de Europa”, escribe Borrell. “Tratarán, añadió, de fortalecer su propio margen de maniobra sin ponerse del lado de ninguno”. Es una idea que nos conduce al tercer encuentro de la semana: la cumbre de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN), celebrada en la isla de Labuan Bajo (Indonesia) el 10 de mayo. Pese a la lejanía de Ucrania, la organización—inclinada tradicionalmente al no alineamiento—continúa luchando por su unidad y centralidad en un tablero geopolítico alterado por la competición entre las grandes potencias. Qué hacer con respecto a las acciones de Pekín en el mar de China Meridional son causa de división entre los Estados miembros, y su “consenso de cinco puntos” para restaurar la estabilidad política en Myanmar tampoco ha sido respetado por los generales birmanos (sujetos a la influencia china).

Los encuentros al más alto nivel no han terminado: continuarán este fin de semana con la cumbre del G7 en Hiroshima, y la del QUAD en Sidney la próxima semana. Como contraprogramación, también este fin de semana China celebra en Xian su primera cumbre bilateral con las repúblicas de Asia central. Los comunicados de las dos primeras cumbres revelarán los ajustes más recientes a la estrategia china de Occidente, mientras que el discurso de Xi Jinping en la tercera reafirmará las ideas de Pekín sobre el orden internacional de su preferencia (y podrá dar alguna claves sobre su relación con Rusia, escasamente feliz por no haber recibido invitación a la reunión).

TikTok, del éxito al estigma. Nieves C. Pérez Rodríguez

Tiktok, la popular aplicación china que permite crear, editar y compartir videos y que da la opción a los usuarios de interactuar entre sí, ha sido la noticia de la semana pasado en Washington con el testimonio de su CEO, Shu Chew, en el Congreso de los Estados Unidos que está dando pasos para prohibir el uso de la red en el país.

Los parlamentarios interrogaron al alto ejecutivo sobre las vulnerabilidades de seguridad que potencialmente tiene la red social y Shu, por más que lo intentó, no tuvo mucho éxito en convencer a los legisladores de que TikTok ha hecho lo necesario para proteger la información de los usuarios.

En diciembre del 2022 el director del F.B.I., Chris Wray, manifestó su preocupación sobre la capacidad que, afirma, posee China de controlar el algoritmo de TikTok por lo que podrían manipular el contenido para operaciones de inteligencia, así como también cree que China podría usar la aplicación para recopilar datos de sus usuarios que podrían usarse en operaciones de espionaje tradicional.

Por tanto, la tesis de la que parten los legisladores es que TikTok es una amenaza para la seguridad nacional de país puesto que la aplicación compila datos, censura contenidos y daña la salud mental de los niños por lo que están presionando para que la red social sea prohibida. El 16 de marzo Washington prohibía la aplicación en los dispositivos electrónicos oficiales. Y tan solo siete días después se interpelaba en el congreso al CEO de la empresa en busca de respuestas que demuestren la tesis de la vulnerabilidad de la plataforma.

El portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores chino, Mao Ning, dijo que Estados Unidos estaba acusando a TikTok en base a una presunción de culpabilidad y no ha presentado evidencia de que la aplicación sea una amenaza para la seguridad nacional, justo después de que el presidente de la Cámara de Representantes del Congreso, el republicano Kevin MacCarthy, tuiteó que la Cámara está avanzando la legislación para proteger a los estadounidenses de los tentáculos tecnológicos del Partido comunista chino lo que provocó la pronta reacción china.

Siguiendo el ejemplo, en Japón un grupo de legisladores del Partido Liberal Democrático estudian la posibilidad de presentar una propuesta el próximo mes instando al gobierno a prohibir los servicios de redes sociales como TikTok si se utilizan para campañas de desinformación.

No es la primera vez que TikTok está en entredicho en los Estados Unidos, La naturaleza con la que la red fue concebida era permitir mensajes directos entre usuarios, lo que ocasionó que adultos pudieran tener contacto y conversaciones con menores de edad, lo que propició una primera batalla en la que el ente de protección de privacidad de niños (Federal Trade Commission, FTC por sus siglas en inglés) llevara el caso al Departamento de Justicia por lo que la operadora de videos tuvo que pagar 5.7 millones de dólares, lo que es la multa civil más alta hasta ese momento por haber violado la privacidad de menores.

Además de la millonaria cifra, la empresa fue obligada a respetar la ley de protección de la privacidad de niños (Children Online Privacy Protection) por lo que tuvo que retirar de la plataforma videos de menores de 13 años para así poder seguir operando en territorio estadounidense en donde actualmente cuenta con 150 millones de usuarios.

En Corea del Sur, TikTok también pagó una multa de 133 millones de dólares, un 3% de los ingresos de la plataforma, en 2020, por haber recolectado datos de niños menores de 14 años.

Claramente, las brechas de seguridad no sólo son consideradas como un peligro en Estados Unidos. De hecho, India fue el primer país en imponer una prohibición total de la red en 2020 basándose en que la empresa extraía datos y los enviaba al exterior por lo que la aplicación no puede ser descargada en India.

Taiwán prohibió el uso de la red en dispositivos gubernamentales a pocos días del anuncio el F.B.I. y, de hecho, fue más allá y prohibió el uso de software fabricado en China en estos dispositivos. De igual manera reaccionó Canadá, prohibiendo el uso de la aplicación en dispositivos gubernamentales, así como el Reino Unido, Australia y Nueva Zelanda, cuya prohibición entrará en vigor a finales del mes. Los cinco miembros del “Five Eyes” coordinaron rápidamente esfuerzos para blindar sus datos.

El 20 de marzo la Unión Europea puso en marcha la misma medida de prohibición a la que países como Noruega se suman y muy probablemente otros seguirán.

Pakistán prohibió el uso de Tiktok de manera temporal y ésta es la cuarta vez que lo hacen bajo la excusa de que promueve contenido inmoral. El gobierno talibán de Afganistán en el 2022 también ha prohibido la aplicación bajo la razón de proteger a los menores de edad.

La prohibición de una empresa como TikTok ha despertado un debate en Washington entre algunos más radicales como Alexandria Ocasio-Cortez, representante demócrata del Congreso, quién publicaba un video, precisamente en TikTok, que se hizo viral con más de tres millones y medios de vistas en menos de 48 horas en el que explicaba sus razones por las que la plataforma no debería ser ilegalizada.

Tanto Ocasio-Cortez como otros grupos como La Unión de libertades Civiles advierten de que prohibir el uso atenta contra la primera enmienda de la Constitución americana.

El debate es muy complejo sin duda en un país en el que se garantiza el respeto a las libertades personales; sin embargo, el uso de la información no es un debate simple. La información que se desvía a usos malévolos puede convertirse en un arma poderosa en contra de un gobierno, de un Estado y por tanto de una sociedad.

El vacío de legislación no puede ser una excusa para dejar operar libre y sin parámetros a empresas controladas por otros Estados que de paso son competidores. Si las agencias de inteligencia afirman que hay un gran riesgo para la seguridad nacional de la nación, lo correcto y oportuno es imponer restricciones para prevenir esos vacíos en los que Beijing ha demostrado una y otra vez que sabe usar con astucia y consigue penetrar sus tentáculos.

El enfrentamiento entre Washington y Beijing está motivado más que en la lucha económica en la sobrevivencia de valores… y finalmente Occidente parece estar entendiéndolo.

 

¿Ha cambiado el Capitalismo a China? Nieves C. Pérez Rodríguez

La semana pasada el senador republicano Marco Rubio, por el Estado de Florida, hacía una intervención en el Senado cargado de un realismo político y un pragmatismo que parece estar avivándose en las filas de su partido. Tomando como referencia la realidad económica y la dependencia que ha puesto al descubierto la pandemia y la sospecha cada vez mayor sobre el riesgo que representa China tanto para el mundo como la seguridad nacional estadounidense, el senador desmonta la doctrina de la hermanad y la influencia que Washington ha venido manejando sus relaciones internacionales.

El senador califica de obsoleto el consenso bipartidista sobre que “la globalización económica traería riqueza, libertad y paz para todos”. Explica cómo Estados Unidos construyó su política exterior basada en ese principio y, cincuenta años después, los hechos prueban lo contrario.

El argumento de abrir y permitir que China entrara en la OMC fue que “el capitalismo transformaría a China”. Veintitrés años más tarde nos damos cuenta de que “China cambió el capitalismo”, afirma Rubio.

Muchas industrias estadounidenses se trasladaron a China perdiéndose por tanto fuentes de empleo, mientras China recibía esos empleos. Beijing permitió la entrada de las empresas foráneas, pero no bajo las reglas capitalistas sino bajo sus reglas, “forzaron a las empresas americanas a asociarse con pequeñas empresas chinas y de esa forma consiguieron hacerse con muchos de los secretos empresariales. Mientras la clase media trabajadora de América declinaba, la china crecía” sostiene Rubio.

El senador expone que fue gracias a eso que China se enriqueció y esa riqueza no produjo una adaptación de valores a democráticos; por el contrario, el Partido Comunista China ha usado el crecimiento y el desarrollo para afianzarse en el poder y mantener control total del gigante asiático. Aunque también se han dado a la tarea de ir por el mundo exportando su modelo autoritario que promocionan como mejor porque no requiere que un parlamento apruebe lo que se va a hacer, sino que el partido concentra en sí la decisión que sea necesaria tomar, tal y como lo hace el PC chino.

Rubio plantea otro problema que describe cómo la adicción que hay en los Estados Unidos a los productos baratos exportados de China y la dependencia de la cadena de suministro en cada rubro desde alimentos, medicinas hasta los componentes tecnológicos.

Nuestra rivalidad actual es mucho peor que la tuvimos con la Unión Soviética, afirma el senador republicano, porque los soviéticos no eran un competidor industrial o tecnológico. Fueron un competidor militar y geopolítico. En cambio China tiene influencia sobre nuestra economía, en nuestra sociedad y además tienen un montón de gente que les hace lobby en Washington que son los que más se han beneficiado de hacer negocios con China y que se han enriquecido tanto que no les importa si en unos años ya no podrán hacer negocios con ellos.

Por tanto, declara en su alocución, que la globalización como sistema ha sido un desastre, puesto que no trajo prosperidad ni paz global. Esta era tiene que acabarse, declara contundente, necesitamos cambiar nuestra manera de pensar y tenemos que pensar que no estamos en el año 1999 o en el 2000, el mundo de hoy es otro, por lo que debemos mirar al futuro y avanzar en una nueva reorganización de fundamentos e ideas detrás de nuestras políticas económicas y exterior.

Rubio afirma que Washington debe priorizar acuerdos comerciales que sean positivos para los Estados Unidos. Propone por tanto un elemento novedoso y curioso que consiste en premiar a los aliados en dichos acuerdos para que indirectamente se pueda fortalecer a quienes comparten los mismos valores que América. Fortaleciendo a los aliados nos aseguramos de que sus valores se mantengan en el tiempo.

Y frente al temor real de que las libertades están en riesgo establecer acuerdos con quienes son afines no solo es estratégico sino quizás una posible solución a proteger el legado democrático en el planeta!

Y ese debate doctrinario no solo es oportuno en el momento actual sino que podría definir el rumbo de las elecciones presidenciales en el 2024 en Estados Unidos y el futuro político de la nación.

 

INTERREGNUM: Tensiones en la península. Fernando Delage

El pasado 2 de noviembre, Corea del Norte disparó 25 misiles—el mayor número registrado en un solo día hasta la fecha—, uno de los cuales cayó muy cerca de las aguas territoriales de Corea del Sur. Los lanzamientos continuaron durante los días siguientes, incluyendo el de un misil intercontinental (que, según parece, resultó fallido). En respuesta a las provocaciones norcoreanas, Seúl desplegó sus propios misiles, a la vez que su ejército realizaba maniobras con Estados Unidos (que incluyeron los mayores ejercicios aéreos realizados en la historia de la alianza). Se sospecha asimismo que Pyongyang podría realizar a corto plazo su séptimo ensayo nuclear. Las tensiones en la península coreana se han elevado así a un peligroso nivel, agravando el riesgo de enfrentamiento militar en unas circunstancias en las que toda posibilidad de un acuerdo parece cada vez más remota.

Dos factores han transformado el equilibrio estratégico en la península coreana. El desarrollo de sus capacidades militares hace irreversible, por una parte, el estatus de Corea del Norte como potencia nuclear. Por otro lado, en un contexto geopolítico definido por la guerra de Ucrania y por el incremento de la rivalidad entre Washington y Pekín, China y Rusia encuentran motivos para reforzar su “protección” del régimen de Kim Jong-un, haciendo virtualmente inviable una resolución diplomática del conflicto.

A pesar de los esfuerzos de la comunidad internacional para prevenir su adquisición de armamento nuclear, Pyongyang, en efecto, ha continuado construyendo su arsenal sin interrupción. Tras su último ensayo nuclear en 2017, intensificó de hecho los esfuerzos dirigidos a ampliar y diversificar sus sistemas de misiles. Este mismo año, además de realizar un número sin precedente de lanzamientos, anunció el fin de la suspensión de los ensayos de misiles de largo alcance al que se comprometió con la administración Trump en 2018. El país está invirtiendo además en la producción de nuevos misiles—con cabezas múltiples, hipersónicos, lanzados desde submarinos, etc—, y en tecnologías que los hacen más fáciles de transportar y lanzar, y más difíciles de detectar.

Con la atención del mundo puesta en Ucrania, Corea del Norte ha encontrado una gran oportunidad para continuar con su escalada, así como con un mayor margen de maniobra al convertirse en un instrumento útil para Pekín y para Moscú. Si, para China, su aliado norcoreano ha sido siempre un elemento de presión en su competición con Estados Unidos, con respecto a Rusia la relación ha conocido un acercamiento sin precedente. Pyongyang fue uno de los cinco gobiernos que, en marzo, votaron en la Asamblea General de la ONU en contra de la condena de la invasión rusa de Ucrania. En julio, reconoció oficialmente a Donetsk y Luhansk como Estados independientes. En septiembre se hizo público que estaba vendiendo armamento a Moscú. No debe sorprender pues que el Kremlin haya calificado a Corea del Norte como “un muy importante socio estratégico”.

Kim Jong-un carece en consecuencia de todo incentivo para negociar. Pero, simultáneamente, la capacidad de la comunidad internacional para contener el problema se vuelve cada vez más limitada. Todos los intentos de desnuclearización de la península realizados durante años han fracasado: ni las sanciones económicas ni la presión diplomática han permitido poner fin al programa nuclear norcoreano. Pyongyang ha consolidado un cambio unilateral del statu quo, reduciendo las opciones de las naciones vecinas y de unos Estados Unidos volcados en su competición con China. No ha dejado de ser, sin embargo, una grave amenaza para la estabilidad internacional.

INTERREGNUM: BRICS vs G7. Fernando Delage

Mientras buena parte del mundo sufre las consecuencias económicas de la guerra de Ucrania, China redobla su pulso con Occidente y trata de capitalizar el momento en su estrategia de ascenso global. Una semana después de reiterar el apoyo de Pekín a Putin en su llamada de felicitación al presidente ruso por su 69 cumpleaños, Xi Jinping recurrió, en efecto, a la cumbre de los BRICS del pasado jueves para dar visibilidad a los países emergentes como bloque, y para promover un concepto alternativo de orden internacional.

Las circunstancias ya apuntaban al simbolismo de esta cumbre, celebrada—no por casualidad—en vísperas del encuentro anual del G7 en Alemania y de la reunión de la OTAN en Madrid que actualizará el concepto estratégico de la organización. Aunque la reunión de los BRICS se ha realizado virtualmente, ha sido la primera convocatoria multilateral en la que ha podido participar Vladimir Putin después de la invasión de Ucrania. Putin ha hecho ver que su aislamiento diplomático no es completo, y que los líderes del grupo—pese a las presiones que han recibido de Estados Unidos y de sus aliados—no tienen inconveniente en tratar con él. Es más, tratando de sortear las sanciones occidentales, buscan la manera de beneficiarse del contexto actual en sus intercambios económicos con Moscú. Rusia les ha propuesto, por ejemplo, pagar sus transacciones sobre la base de una cesta de divisas que sustituya al dólar.

Pero es China el gigante cuya economía supera con creces a las de los otros cuatro miembros juntos, y Xi quien pretende dar forma a un consenso del bloque en torno a su visión de las relaciones internacionales. En su discurso, Xi expuso las dos grandes propuestas que, desde la invasión de Ucrania, ha articulado como ejes de la diplomacia china: la Iniciativa de Desarrollo Global y la Iniciativa de Seguridad Global. La primera, vinculada a la Nueva Ruta de la Seda, confirma una vez más que Pekín ha hecho del Sur Global un instrumento central para sus ambiciones estratégicas. La segunda, aunque tiene su origen en el “nuevo concepto de seguridad” acuñado por Pekín en la década de los noventa, ha sido reformulado como respuesta a la guerra de Ucrania y es una manera de denunciar a Occidente—y de manera por primera vez explícita a la OTAN—por no haber respetado los intereses de seguridad de Rusia.

El mensaje que se quiere transmitir con ambas propuestas es claro: China está preparada para sacar al mundo de la crisis económica (a través de sus planes de coordinación e interconectividad con los países en desarrollo) y proporcionarle estabilidad geopolítica (mediante el establecimiento de una nueva arquitectura de seguridad). Contrapone así su papel al de Estados Unidos, quien—por el contrario—mantiene según la República Popular una mentalidad de guerra fría y, con su política de sanciones, prolonga un conflicto que está provocando graves daños económicos. Es un discurso al que Pekín está dedicando grandes esfuerzos desde que estalló el conflicto en Ucrania, y que el ministro de Asuntos Exteriores, Wang Yi, ha tratado con al menos cuarenta países durante los dos últimos meses.

Frente a las tensiones con Washington y sus aliados por el apoyo que presta a Moscú, China tenía que lanzar el mensaje de que cuenta con el alineamiento de los países no occidentales. Pero lo cierto es que, más allá de una retórica compartida, no todos los miembros de los BRICS ven las cosas de la misma manera. Un escollo notable es India: pertenece al grupo, aunque también al QUAD y al Marco Económico del Indo-Pacífico propuesto por la Casa Blanca. El primer ministro Narendra Modi, que comparte con el presidente Joe Biden la idea de que China es un rival estratégico, ha participado como invitado, incluso, en la reunión del G7. Dejando a India al margen, Pekín ha propuesto la ampliación de los BRICS a nuevos miembros, entre los que podrían encontrarse Argentina, Egipto, Indonesia, Kazajstán, Nigeria, Emiratos, Arabia Saudí, Senegal y Tailandia (países todos ellos participantes, en mayo, en una reunión de los ministros de Asuntos Exteriores del grupo).

China parece jugar con la idea de que, con la ampliación del bloque, y bajo su liderazgo, los BRICS podrían convertirse en una alternativa al G7 o al G20. Las naciones en desarrollo van a contar, no obstante, con propuestas que rivalizan con las de Pekín sin sus mismos riesgos de dependencia. El anuncio por el G7, el pasado domingo, del “Partenariado para Inversión e Infraestructura Global”, un ambicioso plan dotado de ingentes recursos y concebido para competir con la Nueva Ruta de la Seda china, es la más reciente demostración de que la partida continúa.

 

 

Unos juegos olímpicos realmente excepcionales. Nieves C. Pérez Rodríguez

El domingo se celebró la clausura de los juegos olímpicos de invierno de Beijing con una ceremonia fastuosa en el Estadio Nido de Pájaro… “Unos juegos realmente excepcionales”, tal y como los describió el propio presidente del Comité Olímpico, Thomas Bach, cuando declaraba el cierre del evento.

Excepcionales porque, en los meses previos, la noticia no fue que los estadios o pistas de patinaje y hielo estaban siendo construidas o que estaban ya listas, sino que la noticia fue un debate sobre si China debería o no ser anfitrión de los juegos a pesar de la denuncias de consecutivas violaciones de derechos humanos que tienen lugar en el país. Hecho que motivó el boicot internacional encabezado por Estados Unidos, Australia, Reino Unido y Canadá entre otro que, aunque no impidió la realización del evento, si generó polémica e incomodidad en el gobierno chino, que se quejó por la publicidad negativa del boicot mientras negó enérgicamente la veracidad de que los derechos humanos no se respeten en China.

En un intento por silenciar las denuncias y tergiversar la realidad, el Partido Comunista incluyó a Dinigeer Yilamujiang, una joven atleta uigur (sin medallas olímpicas) a protagonizar el momento más simbólico de la inauguración, el encendido de la antorcha. Dinigeer fue expresamente usada para enviar un mensaje neutralizador de las protestas por las violaciones de los derechos de esta minoría.

Estos juegos fueron excepcionales por no haber contado con espectadores debido a que se celebraron en medio de una pandemia. Excepcionales también porque las Villas Olímpicas se mantuvieron absolutamente aisladas de la vida de la ciudad y herméticamente cerradas a cualquier individuo que no formara parte en los juegos. Excepcionales por los rigurosos controles sanitarios que incluyeron pruebas diarias de Covid-19 a los casi 3000 participantes y una larga lista de controles y restricciones en pro de mantener la política de cero casos impuesta por el Partido Comunista en China. Por estas fechas el año pasado se celebraron en Tokio los juegos olímpicos y aunque fueron cuidadosamente organizados por la pandemia, los participantes no estuvieron sometidos a los excesivos controles impuestos por Beijing.

Excepcionales además por los líderes que asistieron a la inauguración del evento: unos veinte dirigentes que en su mayoría provenían de países pobres, naciones vecinas a China o dependientes de Beijing, o estados cuyos gobiernos son conocidos por sus restricciones de libertades. En efecto, el gran protagonismo lo tuvo Vladimir Putin, quien, además, se reunió en privado con Xi Jinping y consiguió su apoyo a los lanes rusos en la delicada situación de Ucrania. Mientras, la presencia de los líderes occidentales brillaba por su ausencia.

Estos juegos fueron excepcionales porque la atleta que más ha dado que hablar fue la esquiadora Eileen Gu.  La ahora medalla de oro en la categoría de esquí acrobático es una chica nacida y criada en los Estados Unidos, de padre americano y madre china, y que aunque nadie cuestiona que es la “princesa de la nieve”, como la llaman por su gran destreza en el esquí, la atención se ha centrado en ella por su origen y su nacionalidad y la incógnita que surge por saber si abandonó la nacionalidad estadounidense para competir en el equipo chino. Pues, de acuerdo con la ley china, para poder representar a China hay que ser de nacionalidad china y asimismo China no permite la doble nacionalidad.

Excepcionales también por la forma como el Comité Olímpico manejó algunas descalificaciones que nos tocará esperar para ver como se resuelven, pues las naciones afectadas han introducidos quejas formales que tardarán un tiempo en resolverse. Pero que en la mayoría de los casos las descalificaciones ayudaron a los atletas chinos a llegar a las primeras posiciones.

Fueron dos semanas definitivamente excepcionales en las que el Partido Comunista chino aprovechó para brillar como país, pero también como líder internacional de primer orden. No sólo quedó como la tercera nación en ganar medallas, detrás de Alemania que quedó en segundo lugar o Noruega que obtuvo el primer lugar, sino que Beijing aprovechó el escenario de los juegos olímpicos para ejercer el rol de líder internacional y llenar vacío que ha ido dejando Washington.

 

Beijing aprovecha la crisis estadounidense. Nieves C. Pérez Rodríguez

El pavoroso asalto al Congreso de los Estados Unidos de manos de estadounidenses aupados por el mismísimo -todavía- presidente Trump ha marcado un antes y un después en la historia de este país. Pero también ha abochornado la imagen de los Estados Unidos frente al mundo. La nación que ha exportado sus valores democráticos a cada esquina del planeta, que ha sido observador y certificador de miles de elecciones extranjeras y el que ha financiado la mayoría de las organizaciones internacionales ha sufrido un gran golpe en el corazón de Washington D.C., en el edificio que ha simbolizado desde 1800 los valores de democracia y libertad.

Los hechos revelan la profunda división que vive esta sociedad y el peligro de un discurso incendiario en la boca de un líder. Trump ha venido alimentando un discurso divisionista, no ha denunciado abiertamente a grupos radicales como los blancos supremacistas o los QAnon, éstos últimos se basan en una teoría que dice que Trump está librando una guerra secreta contra pedófilos de las élites del gobierno, de las empresas y los medios de comunicación estadounidenses.

Paralelamente, la infundada teoría que ha mantenido Trump y muchos líderes republicanos de que las elecciones presidenciales del 2020 fueron fraudulentas. A pesar de que cada una de las cortes de justicia a las que la campaña de Trump pidió abrir una investigación determinaron afirman no haber encontrado pruebas de fraude. Todo eso y el extraordinario número de votos que obtuvo -más de 74 millones de votantes lo apoyaron- fueron el caldo de cultivo de esa insurrección de la semana pasada. Que, además, fue aderezada por el discurso que esa misma mañana Trump dio a los manifestantes.

Como era de esperar la agencia oficial de noticias china Xinhua reportaba el suceso a minutos de haber tenido lugar y el fin de semana publicaba un extenso editorial que titulaba la doble moral de los estándares estadounidenses, en el que describían lo sucedido y como fue condenado por la prensa y algunos políticos. Sin embargo, comparaban la respuesta con “la desestabilización social de Hong Kong en 2019 cuando estos mismo elogiaban las atrocidades cometidas por los manifestantes vestidos de negro en Hong Kong, que pisotearon gravemente el estado de derecho y incurrieron en actos de terrorismo por naturaleza. Algunos estadounidenses incluso describieron las escenas como una hermosa vista y glorificaron a los manifestantes como héroes de la democracia”.

Afirman en la publicación de Xinhua que esas reacciones revelan “el prejuicio e hipocresía estadounidense sobre el tema de la democracia y su doble moral. Sus actos hacen ver al mundo más claramente que los llamados “valores democráticos” que promueven son, en esencia, una forma de mantener sus intereses creados a través de sus narrativas”.

La narrativa china revela una de las grandes crisis que ha venido atravesando Estados Unidos en los últimos años, la pérdida de influencia en el mundo cuya consecuencia automática es dejar un vacío de poder que eficientemente ha venido ocupando Beijing. Mientras, el Partido Comunista chino envía un mensaje a su población distorsionado la debilidad estadounidense y su sistema. Paralelamente China afina su estrategia de ataque a Occidente y sus valores que, además, vienen a fortalecer su narrativa doméstica.

La nueva Administración Biden tiene un complejo camino por delante. A nivel interno le tocará maniobrar con suprema delicadeza para intentar reparar las tremendas grietas sociales y restaurar el baluarte institucional del país y a nivel internacional el panorama no es mucho más alentador, pues Beijing ha venido sacando sus garras en los últimos años. La la pandemia los ha fortalecido aún más en una defensa frontal de sus intereses y su agenda al precio que sea.

El legado de la Administración Trump a raíz de los sucesos del pasado 6 de enero ha quedado manchado para siempre. Muchas de las políticas exteriores positivas puestas en práctica quedarán aminoradas en importancia por la gravedad de lo ocurrido.