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Corea del Norte vuelva a la carga. Nieves C. Pérez Rodríguez

Washington.- El “Rocket man”, el célebre nombre que le dio Trump a Kim Jong-un vuelve a poner sobre la mesa la razón de la prueba que Pyongyang llevó a cabo el pasado sábado. Sin haberse dado a conocer mayores detalles, de momento se sabe que tuvo lugar en el noroeste del país en la base de lanzamientos de Sohae.

Mientras tanto, el embajador norcoreano ante Naciones Unidas aseguraba el mismo día de la prueba que la desnuclearización está fuera de la mesa. Mientras, afirmaba que había sido un truco que ayudaba a una agenda política.

Todo lo relacionado con Corea del Norte está estratégicamente planificado. El lanzamiento del misil se hace paralelamente a la publicación de un comunicado en el que afirman que ellos no seguirán avanzando en las negociones que incluyan la desnuclearización.

Lo cierto es que “la desnuclearización total y comprobada”, que ha sido el punto de partida de la negociación por parte de Washington nunca ha estado considerada seriamente por los norcoreanos. Sería como entregar la mayor inversión, el mejor poderío que tienen y ponerse -por decisión propia- en una de extrema vulnerabilidad que no le traería ningún beneficio a la cúpula política, y ellos lo saben bien.

La escalada en los “pasos provocadores”, tal y como los denominó Stephen Biegun -el encargado especial de los Estados Unidos para Corea del Norte-, son la prueba que Kim Jon-un necesita que se hable de él, que se retome la importancia del riesgo que representa Pyongyang para el mundo. La situación entre ambas naciones ha estado estancada después de que Trump se retirara de Vietnam el pasado mes de febrero.

Kim Jon-un está activamente apostando por el juego de presión a Washington con la prueba de misiles. Es a lo que él sabe jugar bien, y hay que admitir, además, que le ha salido bastante bien con Trump, pues ha conseguido levantamiento de la presión extrema que hubo el primer año de gobierno de Trump.

Tal y como ha afirmado Sue Mi Terri -especialista en Corea- “lo único que se ha conseguido durante la legislatura de Trump es agregar romance a la relación entre Washington y Pyongyang”. Objetivamente no se sabía qué se podía conseguir con ofrecerle al líder norcoreano la oportunidad de actuar como un líder internacional, y se le dio, y más de una vez, pesar de ser un tirano. Y en cada oportunidad se ha podido comprobar que no se avanza nada, porque él no está dispuesto a comprometerse y perder su poder misilístico y nuclear.

Victor Cha afirmaba en un evento sobre Asia en CSIS -uno de los think tanks más prestigiosos de Washington- que a él no le sorprendería que la Administración Trump llegara a algún tipo de acuerdo con Corea del Norte antes del fin de año. A un acuerdo no significativo o bueno en realidad, pero lo haría para poder decir que ha conseguido un acuerdo. Y además desviaría el foco de atención doméstico que es “su impeachment” o juicio político, que tiene acaparada la atención mediática.

Cha insiste en que a él le preocupa que se esté considerando el tema de Corea del Norte dentro de la agenda electoral presidencial del 2020. Afirma “históricamente ha sido un tema importante pero no que afectaba las elecciones internas de los Estados Unidos. Pero en realidad, lo que ocurre con esta Administración es que la única política exterior de la que se han ocupado, y el presidente personalmente, ha sido Corea del Norte”.

En los puntos de discusión entre Washington y Pyongyang tampoco se han tocado los Derechos Humanos en Corea del Norte, a pesar de que ha sido un punto clave en las conversaciones históricas. Pero Trump ha preferido dejarlo fuera por el grado de sensibilidad que tiene para con el régimen de Kim.

Hubo muchas expectativas y esperanzas de que Trump, con su irreverencia y particulares formas pudiera conseguir lo que no había conseguido ninguna otra presidente estadounidense. En un intento por mantener el positivismo se centró la atención en el aspecto negociador de Trump como efectivo, en parte debido al alarde que él mismo ha hecho de buen negociador. Sin embargo, el fracaso es lo único que hemos podido comprobar hasta ahora. Más misiles, incluido uno intercontinental balístico de largo alcance que podría impactar territorio estadounidense.

INTERREGNUM: Trump contraataca (a sus aliados). Fernando Delage

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, parece estar dispuesto a abrir una nueva etapa en la reclamación a sus aliados de una mayor contribución a los gastos de defensa. Mientras se espera que insista de nuevo en la cuestión con motivo de la cumbre de la OTAN que se celebrará en Londres la próxima semana, ya ha abierto el camino con los aliados asiáticos.

Durante la campaña electoral de 2016, Trump no dejó de criticar a Corea del Sur y a Japón por el “aprovechamiento” por parte de ambos de sus pactos defensivos con Washington. Sus dos años en la Casa Blanca no le han hecho cambiar de opinión. El 15 de noviembre, la administración norteamericana exigió a Seúl un aumento del 400 por cien de su contribución anual a los gastos derivados de la presencia militar de Estados Unidos en Corea del Sur, para pasar de los casi 1.000 millones de dólares que pagará este año a un total de 4.700 millones de dólares. Sólo dos días más tarde, Washington pidió a Tokio que cuadruplique su aportación por el mismo fin, de 2.000 millones de dólares a 8.000 millones de dólares.

Estados Unidos ha abandonado las conversaciones con Seúl al no acceder éste, como cabía esperar, a sus demandas. Desde 2016, Corea del Sur paga aproximadamente la mitad de los gastos que suponen los 28.000 soldados de Estados Unidos en su territorio. Gasta, además, buena parte de su presupuesto militar—el 2,6 por cien del PIB, más que cualquier miembro europeo de la OTAN—en armamento norteamericano (hasta 13.000 millones de dólares durante los últimos cuatro años). Seúl absorbe además otros gastos no cubiertos por el acuerdo sobre tropas, como la construcción de Camp Humphreys, la que será mayor base de Estados Unidos en el extranjero (lo que representa otros 10.000 millones de dólares).

Aunque Japón gasta un menor porcentaje de su PIB en defensa que Corea, es una economía mayor y, por tanto, gasta más en términos absolutos. Tokio cubre aproximadamente el 70 por cien del gasto de las fuerzas norteamericanas en el archipiélago (54.000 hombres) y la práctica totalidad del coste de construcción de las nuevas instalaciones de Estados Unidos en Futenma e Iwakuni, así como un tercio de las que se están construyendo en Guam. Japón compra además el 90 por cien de su armamento a Estados Unidos. La negociación para renovar el acuerdo con Japón debe empezar en el primer semestre de 2020.

La Estrategia de Seguridad Nacional de la administración Trump hace hincapié en las “extraordinarias ventajas” que le proporcionan sus alianzas: proyectan el poder e influencia de Estados Unidos, y maximizan sus capacidades políticas y económicas. La Estrategia de Defensa Nacional señala por su parte que la “red de alianzas y asociaciones estratégicas de Estados Unidos continúa siendo la espina dorsal de la seguridad global”, al proporcionar “acceso a regiones clave y respaldar un sistema de bases que sustenta el alcance internacional de nuestro país”. Sin embargo, es el propio Trump quien está haciendo que los aliados se cuestionen el compromiso de Washington con su seguridad.

Incluso si el presidente diera marcha atrás en sus irrealistas demandas, ha vuelto a dañar la credibilidad de Estados Unidos y a humillar a sus aliados. No debe extrañar por tanto que Seúl y Tokio vean en la reelección de Trump en 2020 una amenaza mortal a sus alianzas. Kim Jong-un estará encantado, aunque quizá no tanto como los líderes chinos, a los que Washington habrá regalado uno de sus grandes objetivos.

INTERREGNUM: ¿Qué quiere Washington de Pekín? Fernando Delage

Mientras los medios de comunicación hablan de la próxima conclusión de un acuerdo que pondrá fin a la guerra comercial entre Washington y Pekín, la administración Trump ha lanzado de nuevo mensajes contradictorios sobre sus intenciones con respecto a la República Popular.

El martes 22 de octubre, el secretario de Estado, Mike Pompeo, pronunció en la conservadora Heritage Foundation un discurso en defensa de la política exterior de su presidente. Aunque Irán y Turquía fueron objeto preferente de sus palabras, hizo una breve mención a la reactivación del Diálogo Cuatrilateral de Seguridad, más conocido como “Quad”, con el fin de “asegurar que China mantenga tan sólo el lugar que le corresponde en el mundo”. Si esto significa que—según la percepción de Washington—China ya ha logrado más de lo que debiera, Estados Unidos aspira entonces—dio a entender Pompeo—no sólo a contener a Pekín, sino a reducir su actual influencia global.

Dos días más tarde fue el turno del vicepresidente Mike Pence. Justo un año después de su discurso en el Hudson Institute sobre la estrategia china de esta administración—intervención que fue considerada de manera unánime como la señal de comienzo de una nueva Guerra Fría—, Pence dedicó el jueves 24 un nuevo “sermón” a la República Popular. Aunque en un tono algo menos desabrido que el empleado en 2018, y en un foro políticamente más moderado—el Wilson Center—, reiteró su acusación de que China mantiene un comportamiento “agresivo y desestabilizador”. Por primera vez expresó, en nombre de su gobierno, el apoyo a los movimientos de protesta en Hong Kong, como ejemplo—dijo—de lo que debería ocurrir en el resto de China. Y, sobre los problemas estructurales en la relación bilateral, negó—frente a las críticas en dicho sentido—que la administración pretenda romper la interdependencia entre ambas economías. Estados Unidos, indicó, no trata de aislar a Pekín, sino de “establecer unas reglas de igualdad en su interacción”.

El mensaje transmitido por Pence no coincide exactamente por tanto con el de Pompeo. Lo que sí queda claro en cualquier caso es que Washington no está dispuesto a renunciar a su preeminencia global, ni a ser él, y sólo él, quien decida los límites de la proyección internacional de China. Pero plantear la relación entre ambas potencias como un juego de suma cero es una simplificación que oculta la falta de una definición sobre sus últimos objetivos, y un reconocimiento implícito de los condicionantes a su margen de maniobra.

China, por el contrario, tiene un concepto muy claro de lo que quiere, y cuenta con la estrategia asimétrica que le permite ir ganando gradualmente espacio. Sabe también que muchos de los aliados de Washington no comparten ni el lenguaje ni los métodos con los que Casa Blanca pretende afrontar el desafío chino.

INTERREGNUM: La OTAN mira a China. Fernando Delage

A comienzos de año la OTAN comenzó un ejercicio de reflexión interno sobre China y las consecuencias de su creciente proyección internacional para los intereses euroatlánticos. En el marco de su modernización militar, China cuenta con un arsenal de misiles balísticos intercontinentales cada vez más sofisticados, mientras que sus avances en relación con el ciberespacio y el espacio también carecen de límites geográficos. Como es sabido, China inauguró en 2017 su primera base militar en el exterior, en Yibuti, no muy lejos del área de acción de la Alianza Atlántica, a la vez que ha realizado maniobras navales en el Mediterráneo y en el Báltico.

La República Popular aparece de este modo como una nueva variable a la que prestar atención. No es Europa su terreno prioritario de acción—sus verdaderos imperativos estratégicos se juegan en Asia—, pero sus movimientos confirman la intención de situarse en el centro de un espacio euroasiático interconectado. Su aproximación a Rusia es, desde esta perspectiva, un factor adicional al que los europeos—y no sólo los norteamericanos—deben prestar mayor atención en su planificación de defensa.

Sin embargo, pese a los intentos de Estados Unidos por implicar a sus aliados, estos últimos se resisten a que la OTAN tenga un papel en relación con China. Esta es la conclusión a la que llega Jonathan Holslag, profesor en la Universidad Libre de Bruselas, en un artículo que publica el último número del Washington Quarterly. El problema, escribe Holslag después de entrevistarse con un considerable número de funcionarios y expertos de distintos Estados miembros de la UE, es que si la Alianza no logra formular una respuesta adecuada al ascenso de China, no sólo verá en peligro el mantenimiento de su función en el orden mundial que se avecina, sino que agravará la frustración mutua entre ambos lados del Atlántico.

La incapacidad para dar forma a una sólida estrategia china, indica, “podría ser el clavo en el ataúd de la OTAN”, organización que justamente celebra en 2019 los 70 años de su nacimiento. Quizá se le pueda tachar de exagerado, pero es cierto que, sin esa estrategia, la Alianza dejaría de ser un instrumento útil frente al ascenso de este nuevo competidor. Se quiera reconocer o no, continúe su ascenso o se detenga su crecimiento, China afectará a la seguridad europea. Pekín está poniendo a prueba la disposición de la Alianza para apoyar a Estados Unidos cuando sus intereses de seguridad se ven en riesgo en la región del Indo-Pacífico, pero también la voluntad de las naciones europeas de defender su posición en el tablero euroasiático. La necesidad de Washington de concentrar su atención y sus capacidades en Asia puede obligarle a una drástica reducción de su presencia militar en el Viejo Continente, obligando a éste a afrontar de una vez por todas el dilema de su inevitable conversión en actor geopolítico. Si no se está dispuesto a dar este paso, sólo caben entonces estas dos alternativas: restaurar el poder colectivo de la Alianza mediante una estrecha coordinación con Estados Unidos, o aceptar una posición subordinada en una Eurasia en la que China podrá haberse consolidado como la potencia central. Sí, realmente son tiempos interesantes.

China-Estados Unidos: tregua y a esperar

Fiel a la estrategia repetida de Donald Trump, tras la virulencia verbal y anuncios de aranceles acompañados de negociaciones discretas “a cara de perro” se ha producido un acercamiento entre Estados Unidos y China que implica una tregua de momento y una fase de exploración de un acuerdo más amplio.

Según la agencia Bloomberg, este acuerdo hará que China acepte volver a adquirir algunos productos agrícolas estadounidenses, mientras Estados Unidos detenga la imposición de aranceles a algunos productos de origen chino.

Este primer acuerdo buscaría sentar las bases para un acuerdo más amplio al que se llegaría a finales de año, cuando los presidentes Donald Trump y Xi Jinping se reúnan nuevamente a negociar su relación comercial.

Según el entorno de Trump, EEUU suspenderá la aplicación nuevos aranceles que tenía programados para aplicar a algunos productos chinos y lo mismo sucede con los aranceles que entrarían en vigor el 15 de diciembre.

Sin embargo, señalan los expertos, quedan pendientes temas más complicados como las acusaciones de Estados Unidos a China por robo de propiedad intelectual, transferencias forzadas de tecnología y quejas sobre los subsidios industriales chinos.

Y estos son, precisamente, asuntos esenciales. El neoproteccionismo de Trump es una respuesta simplista e ineficaz a largo plazo, además de peligrosa, pero sigue siendo verdad que China no compite limpiamente sino subvencionando a sus empresas, no respetando patentes y en el marco de una legislación laboral que pone todos los poderes en manos de la Administración y los empresarios que en China acaban siendo lo mismo con demasiada frecuencia.

El golpe chiita

El ataque a instalaciones petrolíferas en Arabia Saudí esta vez sí ha alarmado a Occidente que sigue conteniendo el aliento hasta hacer una evaluación real del impacto que va a tener sobre el precio del crudo y, consecuentemente, sobre la economía. Pero la alarma no ha llevado, al menos públicamente, a pensar en una estrategia clara sobre como abordar la escalada de tensión en Oriente Próximo más allá de as habituales baladronadas de Donald Trump.

No cabe ninguna duda de que Irán, directa o indirectamente, ha estado detrás de los ataques con drones. Hayan sido los huttíes de Yemen, donde hay expertos y unidades militares iraníes sobre el terreno que les asesoran y apoyan, o directamente las fuerzas de Teherán, el ataque tiene el carácter de una operación calculada contra el líder, espiritual y financiero del Islam sunni, en la confrontación entre ambas corrientes que se extiende desde las fronteras de Turquía hasta las de la India.

En ese escenario, el pulso que están echando los iraníes para consolidar su influencia en Irak y Siria y debilitar la de Arabia trasladando crisis económica y política a Occidente, es una apuesta estratégica que merece algo más que una condena y una amenaza de una operación militar de castigo. Irán está aumentando su protagonismo agresivo, tiene planes de dotarse de capacidad de ataque nuclear, es capaz de determinar la situación política en Líbano, Irak y Siria y se está convirtiendo cada vez más en el gran padrino del terrorismo palestino, en este caso al margen de que los grupos armados sean básica y religiosamente sunníes.

En esa guerra política y religiosa Yemen es una pieza estratégica clave porque desde su territorio se puede controlar, facilitar y estrangular la ruta marítima desde los campos petrolíferos orientales a Occidente. Por eso, Arabia Saudí, los Emiratos, Egipto y Marruecos han estado presentes militarmente sobre el terreno para frenar la insurrección de los huttíes chiitas aliados de Irán, bajo la atenta vigilancia y el apoyo tácito y explícito de Estados Unidos e Israel.

Pero hay más protagonistas, discretos pero muy activos. Por ejemplo, China. Pekín depende, al menos mientras desarrolle más fuentes de energía propias, del petróleo de Oriente Próximo y no quiere de ninguna manera que haya una guerra de alta tensión en la zona ni bloqueo de las rutas. Así, mientras se alinea automáticamente con Irán en los foros internacionales, está mediando entre Teherán y Whashington y presionando a Teherán para bajar la tensión. Y por supuesto Rusia, presente en todas las salsas y jugando, con la cortada de buenas intenciones a consolidar a su vez, en algunos casos de la mano de Irán, la creciente sombra de Putín.

新课程待定问题

新的政治课程开始了,似乎我们处于一个巨大的循环中。 不仅在西班牙。 中美贸易争端,来自朝鲜的导弹试验,永久的中东冲突和与伊朗的紧张关系。 假期让我们回到了起点。

然而,在媒体和政治领导人颁布的表面之下,事情已经发生了。 在欧洲,新委员会尚未开发,英国不会离开英国退欧的迷宫; 在政治上无能为力的情况下,普京略微增加压力并等待,经济颤抖,对移民的担忧增加。

事情也发生在亚洲。 印度和巴基斯坦已经整顿了他们的政治和军事力量。 他们总是处于冲突的边缘,总是处于谈判的中间。 但正如我们在4亚洲所说的那样,亚洲的新奇事物一直是香港。 成千上万的抗议者推翻了中国守卫的地方政府。 台湾充满希望地观察了。 北京关注。 北京政府知道,它没有完全自由的手段在军事上粉碎抗议活动,但它必须向中国其他地区发出势力信息。

这将是未来几个月的舞台。 旧问题,新因素和新举措很少。有时,这些因素的结合会使问题的威胁增加几度。

Entrevista a Yao-Yuan Yeh: ¿Corre Taiwán el mismo riesgo de Hong Kong? (1). Nieves C. Pérez Rodríguez

Washington.- Taiwán juega un papel clave en el escenario asiático, a pesar de su diminuto tamaño. Taipéi es un actor que influye significativamente en la seguridad y la evolución de las alianzas en la región de Asia Pacífico. Estados Unidos ha entendido bien ese rol desde el principio, razón por la que Washington ha seguido apoyando el estatus especial de Taiwán. Pero dado que China se ha vuelto cada vez más poderosa, el riesgo para los actores más pequeños ha aumentado también considerablemente.

Para profundizar en este asunto 4sia.es tuvo la oportunidad de entrevistar a Yao-Yuan Yeh, experto en asuntos asiáticos con especial énfasis en su país de origen, Taiwán, y quién comenzó por explicarnos que la visión que tiene el Departamento de Estado de China es de un solo país, de una única entidad. Saben que Taiwán es parte de China, por lo que frente a cualquier contencioso que surja entre Taiwán y Beijing, Washington entiende que debe ser solucionado por ellos, sin su intervención.

Sin embargo, agregó que el Departamento de Estado entiende el estatus especial que tiene Taiwán, y en efecto es muy importante para ellos que se siga manteniendo el mismo. “Estados Unidos no quiere generar presión que propicie un cambio la postura china con respecto a Taiwán, porque acabará siendo un problema para la región”.

Insistió en que Washington “continuará con una fluida y fuerte cooperación con Taiwán sin llegar a establecer una base militar o sistema defensivo de misiles, para evitar provocaciones innecesarias”.

China lleva años tratando de aislar a Taiwán en la escena internacional usando presión diplomática o cantidades enormes de dinero. Ha sido el caso en una gran cantidad de países africanos y latinoamericanos. Le preguntamos al Profesor Yeh que si Taipei tiene alguna estrategia para recuperar su protagonismo internacional.

“El problema de negociar con China es que nunca se sabe cuáles son sus intenciones reales cuando están negociando. Un buen ejemplo es el puerto de Sri Lanka que prácticamente fue vendido a Beijing”. “En nuestro caso -agrega el Profesor Yeh- “nunca hemos tenido la intención de hacernos con territorio ajeno, respetamos la legislación internacional, nuestras relaciones bilaterales están basadas en normas y leyes internacionales, mientras que China siempre pondrá sus intereses por encima de las normas. Sus intereses económicos dirigen sus relaciones y el país con quien están haciendo negocio nunca conocerá las intenciones reales de Beijing. Mientras que Taiwán entiende las relaciones a un largo plazo y buscamos hacer amigos, cuantos más amigos mejor, queremos pertenecer a organizaciones internacionales, convertirnos en un actor con presencia y voto”.

¿Cree usted que la confirmación del 19 de agosto de que el presidente Trump aprobaba la venta de Jets F-16V a Taiwán refleja un cambio de dirección en las relaciones bilaterales?

“Yo no creo que sea un cambio de dirección -afirma Yeh-; es una señal de nuestra relación de amistad de tantos años. Incluso durante la Administración Obama los lazos entre ambas naciones fueron muy cercanos”.

Según Yeh, Trump hace uso de una “diplomacia sexy” lo que significa que si alguien está en línea o consonancia con los intereses americanos Trump hará negocios con ellos.

“Taiwán necesita más armas, necesitamos dotarnos de más armamento para poder reducir el desequilibrio con China. Washington quiere que Taiwán pueda ser capaz de defenderse solo, que tenga más capacidad militar y defensiva frente a una posible agresión china. Por lo tanto, estamos en línea con los intereses estadounidenses”.

Insiste: “Yo diría que esta venta se traduce en una continuada relación de amistad, y que estamos moviéndonos a un mejor lugar, sin ser un nivel diferente”.

China está constantemente desplegando presencia militar en el Océano Pacífico, “incluso fuera de su jurisdicción, lo que es una potencial amenaza para Taiwán, así como para otros países ¿Cómo está abordando Taiwán este desafío militar?

“Taiwán tiene una capacidad militar muy fuerte, aunque obviamente no podemos compararla con la estadounidense o la china. En el ranking mundial estamos en el puesto 20, por lo que tenemos un poder militar nada despreciable. A pesar de eso, nosotros confiamos en nuestros acuerdos de seguridad con los Estados Unidos y esperamos que Washington mantengan su actual postura con China”.

Asimismo, agrega, “los Estados Unidos están intentando propiciar la adquisición de múltiples equipos y armamento a Taiwán, para que sigamos dotándonos defensivamente y tengamos como protegernos”.

El presidente Trump ha mostrado un gran apoyo a Taiwán desde el principio. El incidente diplomático que ocurrió antes de su toma de poder, cuando habló por teléfono con la presidente de Taiwán -Tsai Ing-wen- es un buen ejemplo. El “Acta de Viajes de Taiwán” (Taiwán Travel Act, su nombre en inglés), es una ley que permite las visitas de altos funcionarios estadounidense a Taiwán y viceversa, es otra ilustración del apoyo de la Administración a Taipei, a pesar de las quejas de Beijing.

Parece ser que la Administración Trump entiende que fortaleciendo a los pequeños indirectamente debilita a Beijing, y en plena guerra comercial lo más sensato es tener una estrategia que se ocupe de las debilidades geopolíticas y diplomáticas mientras China tiene la cabeza en parar la caída de su economía…

(Continua la próxima semana)

INTERREGNUM: Señales desde Pekín. Fernando Delage

La designación de China por Estados Unidos como “manipulador de su divisa”, el pasado 5 de agosto, supone la ampliación de la guerra comercial a la escena monetaria o, si se prefiere, a una abierta guerra económica entre ambos países. La beligerante reacción de la administración Trump a la depreciación del yuan por Pekín, una medida que neutraliza en cierta medida los aranceles impuestos por Washington, revela su alarma al descubrir que China cuenta con un margen de maniobra mayor del previsto. Pero sorprende que siga sin entenderse que para la República Popular es una cuestión política de primer orden: no puede ceder ante lo que interpreta como la intención norteamericana de frenar su crecimiento económico y su ascenso como potencia.

La nueva escalada comenzó cuando Trump—contra el consejo de la mayor parte de sus asesores—anunció días antes la imposición de nuevas tarifas a las importaciones chinas por valor de 300.000 millones de dólares a partir del 1 de septiembre. En su reciente encuentro con sus interlocutores chinos en Shanghai, Los negociadores norteamericanos no obtuvieron de los primeros el acuerdo—exigido por Trump—de incrementar de manera inmediata la importación de productos agrícolas de Estados Unidos. La decisión del banco central chino de depreciar el yuan—considerada como lógica por todos los expertos dado el impacto de las sanciones de la Casa Blanca—, precipitó la acusación de manipulación de su divisa, una medida que tiene no obstante escasos efectos prácticos más allá de iniciarse consultas al respecto en el marco del FMI.

El impacto de las tensiones bilaterales sobre las bolsas de medio planeta—una situación que en nada beneficia a un Trump que comienza la campaña para su reelección—, muestra que Pekín conoce mejor que nadie su vulnerabilidad. Al contrario de lo que parece creer, el presidente norteamericano en absoluto tiene la situación bajo su control. El riesgo es que esta espiral conduzca a una dinámica autodestructiva y se extienda a otros terrenos, en los que también China ha lanzado varias señales en las últimas semanas.

Una de ellas ha sido la primera incursión aérea conjunta de China y Rusia en el noreste asiático. El 23 de julio, aviones de ambos países patrullaron sobre el mar de Japón y el mar de China Oriental, entrando en la Zona de Identificación de Defensa Áerea de Corea del Sur. Si a Washington le preocupa el acercamiento entre Pekín y Moscú, esta operación marca un nuevo hito en la relación estratégica entre ambos. Realizada la víspera de la llegada a Seúl del asesor de seguridad nacional del presidente, John Bolton, y semanas después de que el Pentágono hiciera pública su estrategia hacia el Indo-Pacífico, la iniciativa va dirigida a debilitar las alianzas de Estados Unidos con Corea del Sur y con Japón, y representa una respuesta al despliegue por Washington de un sistema de defensa antimisiles en la región tras su abandono del INF.

En relación con este último asunto, a finales de julio China también realizó por primera vez una prueba de sus misiles anti-barco en las aguas del mar de China Meridional. Los ensayos, coincidentes con la publicación por Pekín de su último Libro Blanco de Defensa, abren un nuevo capítulo en la competencia militar entre Washington y Pekín en la periferia marítima china. El uso de este tipo de misiles, que pueden destruir buques de grandes dimensiones (portaaviones incluidos), lanza un poderoso mensaje político y militar a Estados Unidos sobre las crecientes limitaciones de sus capacidades en el espacio que los estrategas navales chinos denominan “la primera cadena de islas”.

Las opciones norteamericanas, tanto en el frente económico como en el de seguridad, se complican en consecuencia. China tampoco está libre de problemas: además de muchas otras dificultades, Hong Kong se ha convertido en un desafío difícil de gestionar. La celebración, el 1 de octubre, del 70 aniversario de la fundación de la República Popular marca los tiempos al presidente Xi. Una nueva guerra fría aparece cada vez más como inevitable.

INFORME: Petróleo para la Eternidad. Ángel Enríquez de Salamanca Ortiz.

El programa nuclear de Irán se encuentra desde hace años en el punto de mira de todos los organismos internacionales. El gobierno iraní intenta tener capacidad propia y total de todo el ciclo nuclear, desde la minería hasta el procesamiento y, además, defiende que su programa nuclear va dirigido a fines civiles pero Europa y Estados Unidos, entre otros, consideran que la compra de tecnología nuclear tiene un único fin: construir la bomba atómica. Además, el Estrecho de Ormuz está en Irán, un estrecho por el que circulan más del 30% de los barriles que se mueven por el mundo en un solo día. Este estrecho es una salida al petróleo producido en Oriente Medio.

Irán:

Irán es un país situado en Oriente Medio que cuenta con unas reservas de petróleo de 158.000 millones de barriles, lo que supone el 10% del todo el crudo del mundo y el 13% de la reservas de la OPEP y se estima que es uno de los países más ricos en recursos naturales como gas natural, oro, plata o cobre.

El Tratado de No Proliferación Nuclear (TPN) entró en vigor en 1970, y prohíbe a todos los países desarrollar y poseer armamento nuclear. Solo los 5 países pertenecientes al Consejo de Seguridad de la ONU pueden tener armamento nuclear: Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia y China. El enriquecimiento de Uranio para la fabricación de la bomba atómica ha sido el motivo por el que Estados Unidos ha establecido sanciones contra Irán en las últimas décadas. En 2015, éste país se comprometió a parar su programa nuclear si se eliminaban las sanciones, el acuerdo lo firmaron Irán, EEUU, Rusia, Reino Unido, Francia, Alemania y China, es el llamado “Plan de Acción Integral Conjunto”, un pacto que no fue bien visto por el Primer Ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, porque Ahmadineyad declaró su enemistad con los judíos el mismo año que llegó a Teherán.

El desarrollo de la bomba atómica por parte de Irán (mayoritariamente Chiita) le podría dar más control sobre el estrecho de Ormuz, así mismo, ganaría influencia sobre Arabia Saudí, lo que podría provocar conflictos entre las dos ramas del Islam: Chiitas y Suníes. Estados Unidos perdería influencia en la zona, a través de Arabia Saudí, que es de mayoría Sunita. Por otro lado, Irán apoyó a Bashar Al–Ásad en la guerra civil Siria y, la Guardia Revolucionaria Iraní apoya a Yemen en su guerra con Arabia Saudí y, por si fuera poco, Iraq también es de mayoría Chiita y, acciones internacionales en conjunto, serían devastadoras internacionalmente, por lo que si Irán obtuviera la bomba atómica, pondría en jaque a Israel, Arabia Saudí, a toda la región y a Occidente, vía el estrecho de Ormuz.

Las relaciones entre EEUU e Irán sufrieron altibajos a partir de la Revolución Islámica de 1979. Alí Jamenei fue un claro defensor de los palestinos y, por lo tanto, opuesto a Israel (Aliado de Estados Unidos), pero el detonante fue Mahmud Ahmadineyad, que radicalizó el país y abogó por un mundo antisemita poco después de su llegada al poder en 2005, lo que no sentó nada bien a los Estados Unidos, y no solo por esto, sino también por financiar grupos terroristas. Fue entonces cuando Irán dio un impulso a su desarrollo nuclear, pudiéndose convertir en una amenaza para los países de la zona, como Arabia Saudí o Israel (aliados de EEUU).

En la resolución 1737 de 2006, el Consejo de Seguridad de la ONU estableció sanciones contra Irán por no dejar de enriquecer Uranio, lo que provocó inestabilidad en un país tan dependiente de las exportaciones de petróleo.

Hasta el año 2015, Irán vendía 1,8 millones de barriles al día a países como China o la India, pero, en 2015 llegó  el “Plan de Acción Integral Conjunto”, donde se eliminaron estas sanciones a Irán a cambio de una disminución drástica de enriquecimiento de Uranio, lo que provocó un aumento de las venta de petróleo iraní hasta los 3 millones de barriles al día:

[Visualpolitk:https://www.youtube.com/watch?v=ZiegCXkt6UM&list=WL&index=9]

EEUU y Arabia Saudí han mantenido más o menos buenas relaciones diplomáticas desde mediados del siglo XX, gracias al acuerdo que firmó Roosevelt y el Rey Abdelaziz Bin Saud; Roosvelt ofrecía protección en la zona a cambio de petróleo.

Si tenemos en cuenta esto y las declaraciones de Alí Jamenei o Ahmadineyad en 2005, podemos entender las malas relaciones de EEUU con Irán, a pesar del acercamiento de Obama con el acuerdo del 2015.

Donald Trump ha criticado este acuerdo y ha insistido al resto de países a no comprar petróleo iraní, rompiendo el acuerdo firmado por Obama, con el objetivo de reducir las exportaciones de la República Islámica a cero, favoreciendo así a su aliado en la zona, Arabia Saudí.

Estados Unidos:

El presidente de EEUU, Donald Trump, anunció que dejaría de comprar petróleo Iraní, una decisión que afectaría a los ingresos y a las exportaciones del país. Trump también amenazó a otros países como China, India, Corea del Sur o Japón por mantener lazos comerciales con el país. China es el mayor comprador de petróleo de Irán y rechaza, tajantemente, la decisión del presidente de EEUU. Esta decisión unilateral del presidente americano ha sentado muy bien a los países vecinos, pues los países que no compren a Irán, podrían comprarlo, por ejemplo, al aliado americano, Arabia Saudí, pero si esto ocurriera, Irán podría cerrar el estrecho de Ormuz, provocando una crisis a países dependientes del petróleo como China, bloquear barcos ingleses o derribar drones, como ya ha ocurrido recientemente.

China:

Las relaciones entre China e Irán comenzaron hace más de 3 décadas y, a día de hoy, Teherán es altamente dependiente de China. Las necesidades energéticas de China ligado a los bajos costes de extracción de petróleo hacen que Teherán sea un socio en la zona muy importante, así como un socio estratégico para frenar la hegemonía de los Estados Unidos.

[Visualpolitk. https://www.youtube.com/watch?v=KsF6_Iv2l3A&list=WL&index=3]

El rápido crecimiento de China le obliga a demandar petróleo y, a pesar de las sanciones, el gigante asiático va a seguir importando petróleo Iraní, entre otras razones, por su bajo coste. Irán es un punto estratégico muy importante para China ante el proyecto más ambicioso del siglo XXI, la Nueva Ruta de la Seda. En 2017, China prometió 35.000 millones de dólares en financiamiento y préstamos, así como 10.000 millones de dólares para financiar proyectos de agua, energía y transporte. Esta Nueva Ruta de la Seda, que pasa por Irán, reduce el transporte de los 45-50 días por mar a los 14-15 por tierra. Gracias al nuevo tratado de Libre Comercio entre Irán y la EaEU, países como Armenia, Bielorrusia, Kazajistán o Kirguistán se podrían ver favorecidos de este proyecto chino.

La renovación de las vías por parte de Irán está atrayendo a empresas chinas, como la “China Railway Engineering Corp”, que está construyendo un tren de alta velocidad entre Teherán e Isfahan y otro que conectará Kermanshah y Khosravi, o la empresa “China Machinery Industry Corp”, que quiere conectar Teherán,  Hamedan y Sanandaj.

Con todo esto, China no va a dejar de comprar petróleo iraní y poco le importan las sanciones de Donald Trump.

[Fuente: Real Instituto Elcano: https://blog.realinstitutoelcano.org/en/global-spectator-the-new-silk-road-passes-through-iran/]

Conclusiones:

 

La bomba atómica es clave para que Irán pueda doblegar a sus enemigos y ganar adeptos en la zona. Es el segundo país con más reservas de Gas Natural del mundo y una posible alianza con Irak, ambos chiitas, pondría en serios apuros al resto del mundo; ambos países tendrían, aproximadamente, las mismas reservas de petróleo que Venezuela. Obviamente, si Irán desarrolla energía nuclear, Arabia y el resto de países harán lo propio para no quedarse atrás. El estrecho de Ormuz juega un papel clave  ya que junto con el de Malaca es el estrecho por donde más petróleo navega cada día. Bloquearlo provocaría un aumento del precio del petróleo con consecuencias negativas para Occidente y el resto de países.

Chiitas contra sunitas, chiitas y hutíes contra sunitas, chiitas contra judíos,  posibles alianzas entre Irán e Irak: guerras y alianzas por el control de la región más caliente del planeta.

El control de esta zona es crucial para la supremacía de estos países; Arabia Saudí, Irán, Irak, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos, Omán y Qatar tienen juntos unos 800.000.000.000 de barriles.

Quien domine esta región, tendrá reservas de petróleo para la eternidad. (Foto: Joshua K. McClain)

Ángel Enríquez de Salamanca Ortiz es Doctor en Economía por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Relaciones Internacionales en la Universidad San Pablo CEU de Madrid

www.linkedin.com/in/angelenriquezdesalamancaortiz

 

 

BIBLIOGRAFÍA: