INTERREGNUM: Seúl se suma al Indo-Pacífico. Fernando Delage  

Mucho más tarde que otras democracias, Corea del Sur aprobó a finales de diciembre su estrategia hacia el “Indo-Pacífico”, término con el que se define un orden asiático libre y abierto, opuesto a la estructura sinocéntrica que Pekín aspira a crear. Tras los titubeos de gobiernos anteriores, Seúl ha optado por reforzar su papel en la región, a la vez que presenta su estrategia como pilar de una proyección global más ambiciosa. Su adopción no implica, sin embargo, que sus dilemas estratégicos hayan desaparecido.

Como la mayoría de las naciones asiáticas, Corea del Sur se ha visto atrapada en la rivalidad entre Estados Unidos y China; entre el principal garante de su seguridad y su primer socio comercial. Sucesivas administraciones han mantenido a lo largo de los años una estrecha cooperación con Washington, pero sin sumarse a la política asiática de Estados Unidos dada la dependencia económica surcoreana de la República Popular. El temor a la reacción de esta última—que ya recurrió a instrumentos coercitivos en 2017 cuando se desplegaron misiles norteamericanos en su territorio—explica la resistencia de Seúl a emplear el concepto del Indo-Pacífico y a participar en el Diálogo Cuadrilateral de Seguridad (QUAD). Prefirió inclinarse por una posición de equilibrio entre ambas potencias, aunque ello provocara las críticas de Washington.

Esa lógica cambió con el gobierno conservador salido de las urnas en mayo del año pasado. Tras tomar posesión de su cargo, el presidente Yoon Suk-yeol denunció las acciones chinas y se comprometió a ampliar la alianza con Estados Unidos. No debe sorprender en consecuencia que la nueva estrategia, y su hincapié en “un orden internacional basado en valores universales”, emplee un lenguaje muy parecido al utilizado por la administración norteamericana. Pero además de compartirse ese discurso hay intereses concretos, tanto económicos como estratégicos, que han servido de motivación a este giro.

Uno de los elementos más destacables de la estrategia es, en primer lugar, la integración económica con sus vecinos. Según se indica en el documento aprobado, el Indo-Pacífico representa el 78 por cien de las exportaciones y el 67 por cien de las importaciones surcoreanas, y es el destino de hasta dos tercios de sus inversiones directas en el exterior. La región es igualmente clave para sus necesidades energéticas: el 64 por cien del petróleo y el 46 por cien del gas que compra Corea del Sur, lo recibe a través del mar de China Meridional. La preservación de la estabilidad regional es, por tanto, un segundo imperativo nacional.

En este último frente hay que añadir asimismo el agravamiento de las tensiones en la península. Como subraya la estrategia, Corea del Sur debe gestionar de manera simultánea los riesgos planteados por Corea del Norte y por una China más asertiva. En otras palabras, no puede afrontar la amenaza que representa Pyongyang para su seguridad y prosperidad al margen del contexto regional. De ahí la creciente necesidad de coordinar su política con el resto de las democracias, de la que fue ejemplo la declaración conjunta adoptada por el presidente surcoreano con su homólogo de Estados Unidos y el primer ministro de Japón en noviembre. La cuestión para Corea del Sur es cómo mantener al mismo tiempo la relación positiva que necesita tener con Pekín.

Una vez manifestadas sus aspiraciones de mayor protagonismo en el escenario estratégico asiático, el gobierno deberá concretarlas en forma de decisiones concretas y de recursos dedicados a tal fin. El 11 de enero, el presidente fue más lejos que ningún otro antecesor al sugerir, por primera vez, que, en el caso de que continúe agravándose la amenaza norcoreana, Seúl podría adquirir armamento nuclear. Sería una medida que parece apoyar la opinión pública: según un estudio del Carnegie Endowment, un 71 por cien de los surcoreanos estarían a favor de contar con un arsenal propio, y un 56 por cien apoyarían el despliegue de armamento nuclear norteamericano en su territorio. Estados Unidos y Japón, reaccionaron sin embargo a las declaraciones de Yoon, reiterando su compromiso con la completa desnuclearización de la península.

Sri Lanka: La pugna por los créditos. Nieves C. Pérez Rodríguez

China ha venido usando la “diplomacia de créditos” para generar dependencia de pequeñas economías, mientras Beijing recibe como moneda de canje el pago de altísimos intereses de esos créditos y la mansedumbre de las naciones receptoras que acaban atrapadas en la mayoría de los casos. El mejor y más vivo ejemplo en este momento es el enorme Puerto de Hambantota en Sri Lanka, construido por una empresa china en 2010 que tendrá el control de su administración por 99 años (según el acuerdo firmado) y cuyo desproporcional tamaño ha contribuido al hundimiento económico de la isla.

Con la construcción y control del Puerto de Hambantota, ubicado al sur de Sri Lanka y siendo el segundo más grande de la isla, Beijing se aseguró su avance en la Ruta de la Seda o el BRI y el control del puerto por casi un siglo además del cobro de los exacerbados intereses.

Su ubicación ha sido estratégica en las rutas marítimas a lo largo de la historia, pues es un paso naval entre Asia occidental y el sudeste asiático. Un buen ejemplo de la importancia de su ubicación fue que durante la Segunda Guerra Mundial, época en la que Sri Lanka fue una base muy importante para las fuerzas aliadas en la lucha contra el Imperio Japonés.

Washington ve clave el interés e importancia geoestratégica de Sri Lanka en mantener neutralidad en la región con sus 1340 km de línea de costa, lo que es un gran atractivo en caso de que fuera necesario neutralizar las pretensiones expansionistas chinas en la región.

En tal sentido, Los Estados Unidos tiene acuerdos con la Armada de Sri Lanka para establecer un cuerpo de marines, que incluye apoyo para crear un Instituto de Defensa para alto rangos militares y ejercicios con la armada para dar asistencia humanitaria en caso de desastres naturales en la región, como los tsunamis propios de la zona. Washington ha donado equipos de guardacostas a Sri Lanka para patrullaje de sus aguas territoriales para garantizarse que controlen sus alrededores y garanticen estabilidad.

La isla ha venido experimentando una fuerte crisis económica durante años, situación que se agudizó con la pandemia debido a las restricciones y a la estrepitada caída del turismo.   En medio de la desfavorable situación el gobierno anterior tomó una serie de medidas económicas torpes que agudizaron aún más la crisis y que acabó con las reservas de la nación.

Ante esa situación el Estado ceilandés no ha podido afrontar sus deudas internacionales, por lo que la escasez de combustible, gas y  artículos de primera necesidad no han hecho más que multiplicar su valor y escasear. Por lo que el gobierno isleño se ha visto obligado a racionar el consumo de electricidad a sus ciudadanos, adicional a la falta de liquidez que le ha impedido al Estado cumplir con sus acreedores internacionales.

La deuda ceilanesa ronda los 50 mil millones de dólares, de los cuales alrededor de unos 10 mil millones se dividen entre China, Japón e India, según datos oficiales. Sólo a China le deben unos 4.5 mil millones de dólares, que Beijing extendió otro crédito complementario el año pasado por 1 mil millones de dólares extra.

Washington ha estado jugando un activo rol de presión internacional para conseguir una saludable y viable solución de la deuda. No cabe duda de que la isla tiene que pagar sus compromisos, pero tal y como la mayoría de los créditos fueron concebidos hace casi imposible que sean pagados. La embajadora estadounidense en Colombo, Julie Chang, ha sido una activa portavoz del Departamento de Estado abogando por una salida, activamente presente en la vida política isleña y ratificando el interés en que Sri Lanka retome cierta normalidad.

Chang ha sido directa y ha exigido a China “mayor responsabilidad frente a la reestructuración de la deuda de Sri Lanka, un requisito previo para un rescate del FMI que recae en China como el mayor prestamista bilateral. Esperemos que no se demoren porque no hay tiempo para demoras. Necesitan estas garantías de inmediato”. Asimismo agregó Chang que “por el bien del pueblo ceilandés esperamos que China no sea un saboteador mientras proceden negociar su acuerdo con el FMI”.

La respuesta de la embajada china en Colombo no se hizo esperar y calificaron a la embajadora estadounidense de hipócrita por sus declaraciones. En una declaración oficial cargada de un lenguaje sarcástico y poco diplomático se quejaron de los comentarios de la oficial estadounidense. Y curiosamente los chinos han desviado lo que deberían ser conversaciones diplomáticas para el rescate de la nación índica en una pugna diplomática entre los dos grandes poderes económicos demostrando una vez más sus valores en la forma de proceder.

En línea con los Estados Unidos, esta semana comenzaba con un gran paso por parte de India a Sri Lanka al ser el primer país en entregar su carta de acuerdo al financiamiento y la reestructuración de la deuda ceilanesa con el FMI en una señal de apoyo a la recuperación económica de la nación. De acuerdo con el Hindustan Times en el 2022 India proporcionó 4.5 millones de ayuda en asistencia a Colombo intentando aliviar la precaria crisis.

El presidente ceilanés Ranil Wichremesighe, en medio de sus maniobras intentando navegar la crisis, ha sostenido reuniones con la cabeza del Exim Bank al comienzo de enero, mientras que recibían una delegación china estuvo en la isla de visita la semana pasada.

También han mantenido conversaciones para reestructurar la deuda que tiene con Japón.

Todos estos esfuerzos con el objetivo de obtener la aprobación de la junta del FMI en el primer trimestre de este año para con esos fondos poder ayudar la hundida economía de la nación, la recesión y tremenda inflación y costos de las deudas que contrajeron, y que según Bloomberg allanará el camino para la asistencia que tanto necesitan.

Las autoridades ceilanesas tienen como principal objetivo obtener la aprobación de la junta del FMI en el primer trimestre, con esos fondos la nación tiene previsto comenzar su camino a la salida de la tremenda crisis. Estados Unidos, Japón e India han demostrado su disposición e interés en colaborar y servir de salvavidas mientras que China solo ha dado señales de querer seguir endeudando a la nación y claramente le incomoda la intromisión de Washington en las negociaciones puesto que les reducen su margen de maniobra y presionan para proceder basado en el bienestar de la nación índica y no en su propio beneficio.

China ante el problema demográfico

Aunque parezca una broma un país tan superpoblado como China, aquella sociedad tiene un grave problema demográfico que hace que la población esté decreciendo y envejeciéndose rápidamente con las lógicas consecuencias para la economía y las estrategias de desarrollo a medio y largo plazo.

A principios de año, el gobierno chino anunció oficialmente que, por primera vez en la historia china, los fallecimientos han superado a los nacimientos. Este fenómeno para derivarse directamente del desastre demográfico que significó la insensata política del hijo único que impuso Pekín a finales de los años 70.

La ONU pronostica que la población china podría caer por debajo de los 800 millones de habitantes para finales de siglo (hoy está en 1.412 millones).

Algunos piensan que al país le podría pasar lo que le ocurrió a Japón, que ha venido teniendo un bajo crecimiento económico como consecuencia del descenso de la natalidad y el envejecimiento de la población. China podría incluso tener dificultades para superar a Estados Unidos y convertirse en la mayor economía del mundo, advierte Yi Fuxian, experto en tendencias demográficas chinas de la Universidad de Wisconsin.

El crecimiento económico de China sigue determinado por la extensa mano de obra. Sin embargo, vecinos como India, Vietnam, Indonesia y Bangladesh están tomando la delantera en producción barata. Con el tiempo, la escasez de trabajadores jóvenes y productivos hará que la fabricación en China sea aún menos competitiva.

Expertos norteamericanos explicaban hace unos días en el New York Times  que durante años, la enorme población china con edad para trabajar impulsó el motor económico mundial, abasteciendo a los trabajadores de las fábricas cuya mano de obra barata producía bienes que se exportaban a todo el mundo. Y añadían que, a largo plazo, la escasez de trabajadores en las fábricas en China —impulsada por una fuerza laboral más educada y una población de jóvenes cada vez menor— podría aumentar los costos para los consumidores fuera del país, lo que podría exacerbar la inflación en naciones como Estados Unidos, que dependen en gran medida de los productos chinos importados. Ante el aumento de los costos laborales en China, muchas empresas ya han trasladado sus operaciones de manufactura a países con salarios más bajos, como Vietnam y México.

Pekín lleva años buscando soluciones a este problema, entre otras incentivar el nacimiento, pero no parecen funcionar. No se trata únicamente, dicen los expertos, de cambiar radicalmente la tendencia que marcó la prohibición de tener más de un hijo, sino que, insisten, las parejas jóvenes no quieren tener muchos hijos, al margen de que sea ahora legal y aplaudido porque estiman que reducen su bienestar.

INTERREGNUM: La gira de Kishida. Fernando Delage  

Apenas un mes después de anunciar la nueva Estrategia de Seguridad Nacional, el primer ministro japonés, Fumio Kishida, realizó la semana pasada una gira por cinco países que confirma el punto de inflexión que se ha producido en la diplomacia del país del sol naciente, así como en su alianza con Estados Unidos. Aunque el viaje respondía formalmente a la preparación de la cumbre del G7 que se celebrará en Hiroshima en mayo (Tokio preside el grupo n 2023), Kishida no sólo obtuvo el apoyo de los principales socios occidentales a la renovación de la política de seguridad japonesa, sino que hizo evidente las implicaciones de dichos cambios para la dinámica estratégica asiática.

Kishida visitó sucesivamente Francia, Italia, Reino Unido, Canadá y Estados Unidos. Sólo Alemania quedó fuera de sus encuentros. En todas las capitales se expresó una misma preocupación por el desafío revisionista planteado por Moscú y Pekín, y se subrayó la necesidad de reforzar la cooperación entre las democracias liberales. En Londres, Kishida firmó además con su homólogo británico, Rishi Sunak, un Acuerdo de Acceso Recíproco entre las fuerzas armadas de los dos países; el tipo de acuerdo que, hasta la fecha, Japón sólo había concluido—hace ahora un año— con Australia y—desde principios de la década de los sesenta—con Estados Unidos, último destino de su viaje.

Aunque Kishida se vio con Biden en Tokio el pasado mes de mayo, aún no había viajado oficialmente a Washington desde su nombramiento al frente del gobierno. La reunión de ambos líderes fue a su vez precedida, dos días antes, por el encuentro del Comité Consultivo de Seguridad, el foro en el que participan los ministros de Defensa y de Asuntos Exteriores de ambos países (lo que se conoce como formato “2+2”).  Entre otros asuntos, los ministros reiteraron el compromiso de afrontar “las crecientes amenazas militares de China en el mar de China Oriental y en torno a Taiwán”;el desarrollo de una nueva estructura conjunta de mando y control; la reorganización del cuerpo de marines basado en Okinawa—la isla japonesa más cercana a Taiwán—; y la ampliación de la cooperación bilateral al espacio y el ciberespacio. En la Casa Blanca, Biden y Kishida ratificaron este salto cualitativo en la alianza que refuerza las capacidades de disuasión, a la vez que se pone en marcha el proceso de creación de una estructura operativa conjunta que facilite la adopción de decisiones en el caso de estallar un conflicto (esos mecanismos nunca ha existido, al contrario de lo que ocurre en el caso de la alianza Estados Unidos-Corea del Sur).

Con el aumento del presupuesto de defensa, la adquisición de los medios para responder a un ataque enemigo (novedades ambas de la nueva estrategia de seguridad), y la profundización de la alianza con Washington, Japón adquiere una nueva posición en el escenario geopolítico regional y global. Estados Unidos se ve igualmente beneficiado en su presencia asiática: además de contar en  el archipiélago japonés con el mayor contingente de tropas en el extranjero, contará con nuevos medios frente a una hipotética invasión de Taiwán.

Son cambios que no se producen, por lo demás, al margen de los movimientos de otros actores (India, Australia, Corea del Sur, etc.) que comparten la inquietud por el comportamiento de Pekín. El resultado de todo ello es una estructura de seguridad regional en la que múltiples acuerdos bilaterales, minilaterales y multilaterales se refuerzan entre sí. China, Rusia y Corea del Norte estarán tomando buena nota.

 

Tokio y Washington más amigos que nunca. Nieves C. Pérez Rodríguez

La visita del primer ministro japonés, Fumio Kishida, junto con altos funcionarios de su gobierno a Washington la semana pasada, a menos de un mes del anuncio hecho por Tokio de su nueva Estrategia de Seguridad Nacional, prueba el nivel de alerta en materia de seguridad  en la que se encuentra Japón en su entorno, con una Corea del Norte que se ha empecinado en desarrollarse nuclearmente como una vía de supervivencia probando misiles cada pocos días, con un Taiwán amenazada con perder su autonomía y libertades y una China cada más poderosa militarmente cuya expansión en cuanto a territorio y valores representa el mayor de los riesgo para la región y el mundo.

El equilibrio de poderes a nivel global está en entredicho. La seguridad y la paz internacional se han visto violentadas con hechos como la invasión rusa a Ucrania que ha despertado a muchos románticos que cosecharon la esperanza de una Rusia más civilizada y en mayor consonancia con los valores democráticos. La cercanía de Beijing y Moscú justo en medio del padecimiento de Europa en territorio propio de una guerra y las consecuencias de esta ha revivido la posibilidad de una guerra a mayor escala y ha acelerado acercamientos pragmáticos.

En este sentido, la visita de las autoridades japonesa a Estados Unidos sirvió para mucho más que apretones de manos y fotos, pues hubo anuncio de acuerdos estratégicos. En cuanto al encuentro en materia de seguridad llamado 2+2 entre el secretario de Estado y su homólogo japonés y el ministro de Defensa nipón y el secretario de Defensa se acordó fortalecer la cooperación bilateral para un uso efectivo de las capacidades de contraataque de Japón. Por lo que los japoneses están duplicando su gasto de Defensa en los próximos cuatro años y reforzando su armamento para tener capacidad de alcanzar bases enemigas. El paraguas nuclear estadounidense que protege a Japón se expandirá también al espacio para incluir satélites nipones, lo que es otro reflejo del profundo nivel de cooperación que ha alcanzado esta alianza bilateral.

El secretario de Defensa estadounidense anunció que los marinos designados en Okinawa, en la parte más al sur de las islas japonesas cercanas a Taiwán, contarán con más capacitación y rapidez de reacción ante una potencial crisis. Mientras se van preparando para responder frente a un ataque real, de momento sirve como un efecto disuasorio para minimizar las provocaciones de Beijing que cada vez son más constantes. También se informó que Tokio se equipará con misiles de largo alcance. Todo esto mientras los aliados intentan navegar los avances tecnológicos chinos que representan per se otro grandísimo riesgo.

Tokio ya contaba con una Estrategia de Seguridad Nacional elaborada en el año 2013 pero este nuevo relanzamiento se debe a que “la comunidad internacional ha pasado por cambios rápidos, sobre todo el centro de gravedad del poder global que se traslada a la región del Indo- Pacífico”. Y continúa el documento oficial “es probable que estos cambios continúen a mediano o largo plazo y acarreen consecuencias históricas que transformarán la naturaleza de la comunidad internacional”.

De igual forma, la estrategia explica como los dominios cibernéticos, marítimos, espaciales y electromagnéticos muestran más riesgos para el libre acceso. En particular la amenaza de los ciberataques que es cada vez mayor pues se han venido utilizando para inhabilitar o destruir infraestructuras, interferir en elecciones extranjeras, exigir rescates y robar información confidencial, siendo en muchos casos patrocinados por Estados. Por lo que predicen que las guerras futuras serán híbridas, en las que se combinen medios militares y no militares, haciendo uso de la desinformación mediática generando por tanto confusión antes de un ataque armado.

Tanto para Japón como para Estados Unidos la región del Indo-Pacífico es el núcleo de la actividad global y hogar de más de la mitad de la población del planeta. Su dinamismo económico por tanto es inmenso, por ser la intersección del Pacífico y el Índico, ambos océanos son motores de crecimiento mundial. Y además la región tiene también el reto de contar con Estados con grandes capacidades militares, armas nucleares y valores humanos opuestos a lo establecido por el derecho internacional que representan un gran riesgo para el bienestar del mundo.

China es, sin lugar a duda, la mayor de todas las amenazas, razón por la que el QUAD (Estados Unidos, India, Australia y Japón) aunque cuenta con más de 15 años de creado, ha sido reforzado por la Administración de Biden, mientras crearon el AUKUS a finales del 2021 en busca de fortalecer y dotar de capacidad y respaldo a Australia y reforzar la cooperación en tecnología avanzada de defensa, como inteligencia artificial y vigilancia de larga distancia. Por lo que ambas organizaciones junto con la cercanía de la relación bilateral nipón-americana vienen a robustecer aún más la defensa del estado de derecho y el desequilibrio en la región del Indo- Pacífico.

Biden dijo en febrero del 2021 que “las alianzas de Estados Unidos son nuestro mayor activo y liderar con diplomacia significa estar hombre con hombro con nuestros aliados y socios claves”. El siglo XXI ha mostrado nuevas retos y amenazas, el progreso tecnológico y la globalización unieron y ayudaron tremendamente al mundo en el siglo XX, pero hoy es el detonante de la división que estamos viviendo y la razón de los nuevos equilibrios de poder global que están marcando el curso de la historia.

THE ASIAN DOOR: Filipinas, bisagra geopolítica del Pacífico. Águeda Parra

La geopolítica del gasto en infraestructuras ha pasado a formar parte del soft power de las grandes potencias que buscan afianzar su posicionamiento internacional mientras estrechan los vínculos de cooperación con países cuyo déficit en infraestructuras se ha ido acrecentando en las últimas décadas. La iniciativa china de la nueva Ruta de la Seda, pero también la versión europea Global Gateway y la apuesta estadounidense Build Back Better, representan una nueva era en el despliegue de diplomacia global.

El gasto en desarrollo de infraestructuras ha sido una de las principales palancas de China para desplegar influencia en la región del Indo-Pacífico. El buque insignia del puerto de Gwadar en Pakistán, los gaseoductos y oleoductos que atraviesan Myanmar hasta conectar con el suroeste de China, y la conexión ferroviaria en alta velocidad con Laos son algunos de los grandes proyectos promovidos por la geopolítica del gasto en infraestructuras en los últimos años. En la última década, muchos países de la región se han incorporado al esquema de la nueva Ruta de la Seda buscando impulsar su desarrollo económico e integración regional. Éste es el caso también de Filipinas, que busca dar respuesta a la grave crisis de infraestructuras públicas y cortes de energía que padece el país.

Ferdinand Marcos Jr. ha elegido Pekín como el primer viaje fuera del Sudeste Asiático desde que se convirtiera en presidente del país el pasado mes de junio, buscando mantener las buenas relaciones entre Pekín y Manila que ya iniciara su predecesor Rodrigo Duterte. A pesar de que Filipinas registró uno de los mayores crecimientos económicos de la región, alcanzando un crecimiento del 6,7% del PIB, con una previsión para 2023 que se sitúa en el 5% del PIB, la falta de disponibilidad de recursos energéticos requiere de una importante búsqueda de nueva inversión extranjera que financie el programa económico del nuevo presidente.

Acelerar el desarrollo de infraestructuras es una necesidad ampliamente compartida en una región que alcanza un déficit de gasto anual de 459.000 millones de dólares, según el Banco Asiático de Desarrollo, de los cuales 11.000 millones de dólares corresponderían a las necesidades de gasto anual en infraestructuras que necesita Filipinas. De ahí, que la grave crisis de infraestructuras públicas que padece Filipinas se haya convertido en el gran desafío del país para seguir impulsando desarrollo económico.

Conectividad de infraestructuras y generación de energía son, por tanto, una parte de las grandes demandas de inversión extranjera que el presidente Marcos ha abordado en su reunión con Xi durante su viaje a Pekín a principios de año. Una visita que tiene la doble intención de mejorar las relaciones bilaterales después de la cancelación de tres importantes proyectos chinos por falta de financiación ordenados por el presidente filipino al iniciar su mandato.

La visita ha concluido con la firma de 14 acuerdos de cooperación que suponen el compromiso de inversión china por valor de 22.800 millones de dólares y que permitirán reducir la tensión por las reivindicaciones territoriales entre Pekín y Manila en el Mar del Sur de China, para lo cual se creará además un canal de comunicación directo para gestionar la disputa de forma pacífica.

En esta nueva fase de crear oportunidades de paz y desarrollo entre ambos países, la visita también ha propiciado la reapertura del diálogo para explorar conjuntamente la cuenca marítima en busca de petróleo y gas para así poder explotar los recursos energéticos de la región para beneficio de ambas economías. Todo ello en un escenario de cooperación activo de Filipinas con Washington para la construcción de cinco nuevos puestos militares en el Estrecho de Luzón que separa Filipinas de Taiwán, un enclave estratégico ante un eventual conflicto en la zona, y que remarca el perfil de Filipinas como socio de las dos mayores potencias de la región en el momento de mayor rivalidad geopolítica.

 

China cambia el paso económico

Al calor del parón económico general y de las dificultades económicas chinas, las inversiones procedentes de la potencia asiática están cambiando de perfil y de objetivos en Europa y concretamente en España. Según la Secretaría de Estado de Comercio Exterior, las inversiones chinas en el primer semestre del 2022 se situaron en apenas 49 millones de euros. Equivalen a una fracción de los 435 millones del conjunto del 2021, los más de 3.000 millones alcanzados en el 2017 o los 9.585 millones de la suma de los últimos diez años.

El periódico La Vanguardia ha venido informando de que La firma GBS Finance, que ha acompañado a inversores chinos en operaciones en España como la de Mediapro o GBFoods, detecta varias causas para la drástica caída de la inversión. Tienen que ver con un cambio de actitud tanto de China como de los países occidentales.

“Antes venían a invertir en todos los sectores, pero con la nueva estrategia one belt one road algunos sectores han entrado en la lista negra”, al considerarse “especulativos”, entre ellos el inmobiliario y los relacionados con el ocio. “Además, Europa y Estados Unidos están protegiendo sus activos estratégicos” en áreas como la infraestructura, la defensa, el agua o la tecnología, que es lo que más gusta a China, indican desde GBS.

La consecuencia es que el inversor chino “ha cambiado el paso” y ahora, más que en comprar un negocio, “piensa en un socio estratégico, con equipos de gestión local, que le abra el mercado europeo y al que pueda abrir el mercado chino”.

China ya no crece como antes y mide más sus alegrías económicas y el uso de sus inversiones para ganar, además de áreas de negocio, influencia, poder y planes de futuro. La pandemia y los errores chinos en su gestión, las consecuencias de la agresión rusa en Ucrania que desestabiliza los planes chinos aunque Pekín tenga que seguir sonriendo a su aliado Putin y la reacción de cohesión de las sociedades democráticas están configurando un escenario mundial al que China está intentando adaptarse y obtener beneficios y ventajas.

Esto  condiciona la estrategia global china, sus gastos en Defensa, los compromisos de inversiones sin más beneficio que su influencia en Asia Central y en el Índico. Son datos a tener en cuenta.

Biden, AMLO y Trudeau en la cumbre de los 3 amigos. Nieves C. Pérez Rodríguez

La nueva geopolítica internacional es una realidad que queda por sentada con la apertura de relaciones de Washington con países como Venezuela, Cuba y esta semana concretamente con la visita del presidente Biden a México para asistir a la cumbre de “los tres Amigos” en la que participarán los líderes del llamado Tratado de Libre Comercio de América del Norte, o NAFTA por sus siglas en inglés.

Comenzó como el NAFTA y no sólo creó la zona de libre comercio más grande del mundo, sino que unió a 444 millones de personas que producen bienes y servicios por un valor superior a 17 billones de dólares, sino que fue una asociación muy próspera para las tres economías, pues al haber reducido o eliminado la mayoría de las barreras y abrir acceso a los mercados facilitó la entrada de productos y servicios, reduciendo precios y ha dado ventajas sobre los competidores naturales, las otras grandes economías como la China.

El encuentro de estos tres líderes, a pesar de no llamarse de la misma forma, renovó el compromiso de los tres países de Norte América. Pero el momento escogido para la cumbre no es fortuito. Biden ha venido moviendo piezas progresivamente para asegurar que Estados Unidos tenga acceso a materias primas, a alimentos y a combustible frente a la incertidumbre internacional. La Administración estadounidenses quiere asegurar que el país vecino sea su aliado, a pesar del comportamiento cuestionable de AMLO, y el pragmatismo prevalece ante la ausencia del petróleo ruso del mercado internacional. Además, las petroleras estadounidenses han venido presionando a la administración para que abogue por ellas en las desfavorecedores políticas de López Obrador que las dejan en desventaja en México.

Dada la situación internacional y la inestabilidad del mercado chino y los retrasos e intermitencia con la cadena de suministros desde el comienzo de la pandemia, toma más sentido el “nearshoring” para Washington. Este término que se ha puesto de moda entre los economistas justifica el acercamiento de la producción de materias primas a casa con el propósito de evitar escasez e incertidumbre. Por lo que México cuenta con atractivo, potencial, materia prima, cercanía y precios competitivos.

En efecto, un comunicado de la Casa Blanca al finalizar el encuentro informaba que los líderes también discutieron sobre la posibilidad de fortalecer la cadena de suministro de minerales críticos, vehículos eléctricos y semiconductores que a raíz de la pandemia y sus consecuencias se ha convertido en un tema estratégico.

El presidente mexicano, por su parte, se ha vanagloriado con la presencia de los invitados y ha asumido con gran gusto el rol de super anfitrión que como buen mexicano muestra con orgullo su país mientras aprovecha la propaganda política de recibir a dos jefes de Estados de tal calibre.

Por lo que no resulta casual que a tan sólo cuatro días de la llegada de Biden a territorio mexicano Ovidio Guzmán, hijo del Chapo y actual líder el Cartel de Sinaloa y, cuyo nombre se encontraba en la lista de los más buscados por las autoridades estadounidenses y, quienes habían ofrecido una recompensa de 5 millones de dólares a cambio de información que llevara a su hallazgo, era capturado por las fuerzas de seguridad mexicanas como agradecimiento anticipado a la visita del presidente estadounidense.

La Administración Biden tiene un problema muy gordo que ha heredado y que debido a los acontecimientos de los últimos años no ha hecho más que agravarse, la migración ilegal, que se ha convertido en el quebradero de cabeza de los países occidentales y cuyo manejo trascurre entre el sutil juego de respeto a los derechos humanos y la protección de los intereses del Estado.

En Estados Unidos el problema migratorio es más escabroso puesto que es una nación de emigrantes, en la que casi todos los políticos o figuras destacadas del país son producto de la migración. Razón por la que ni republicanos en previas administraciones ni los demócratas han encontrado una fórmula para solucionar el problema de flujos migratorios. Si, además, tomamos en cuenta el incremento de líderes radiales en Latinoamérica es comprensible. Los movimientos desde Centroamérica, Cuba y más recientemente Venezuela, han roto todos los índices de migrantes comparados con cualquier otro país, pues ha empujado a unos 7 millones de inmigrantes desesperados a buscar un nuevo hogar movidos por la desesperación y el deseo de superación.

Como si no fuera suficiente, Washington tiene además otro gran conflicto que necesita medianamente resolver, que es la lucha contra la adicción a sustancias ilegales que se ha agravado con el flujo transfronterizo del letal opioide sintético “fentanilo” que, se ha convertido en uno de los mayores problemas sociales a erradicar y que sólo el año pasado dejó 70,000 víctimas en los Estados Unidos y que cada día suma más adictos y víctimas mortales.

Por lo que, en este sentido, López Obrador ha hecho una clara maniobra al capturar al hijo del Chapo justo coincidiendo con la visita de Biden, como un gesto de complacencia en busca de aprobación de las autoridades estadounidenses, puesto que los carteles tradiciones ahora están traficando también con drogas sintéticas, puesto que son considerablemente más económicas de producir.

Por su parte el primer ministro canadiense respaldó a su homologo estadounidense como es costumbre, pero también aprovechaba para garantizar que Canadá tenga acceso a un mercado justo. Trudeau enfatiza la cooperación económica en el continente poniendo el foco en el crecimiento de la clase media y aquellos que trabajan para formar parte de ella.

La importancia de esta cumbre más allá de los temas abordados es el intento por las naciones poderosas de la región en ganar y acercar aliados en un momento internacional convulso y confuso en el que Putin obcecado por continuar su plan insiste en una absurda guerra que ha acabo una nación de ciudadanos inocentes, que ha condenado a su propia gente al aislamiento producto de las sanciones y con ellas a la imposibilidad de vender su petróleo en el mercado internacional. Mientras que China daba el feliz año al mundo mostrando su respaldo a Rusia generando pánico sobre le futuro de por sí incierto que nos depara este 2023…

En medio de un escenario desolador, Washington se llena de pragmatismo con apoyo de Ottawa para navegar acompañados hacia un futuro sombrío.

 

INTERREGNUM: ¿El año de India? Fernando Delage

La próxima primavera India se convertirá en el país más poblado del planeta; un hecho cargado de simbolismo, que coincide con su presidencia—este año—del G20. Superar demográficamente a China no implica, naturalmente, que India vaya a superar el PIB de la República Popular ni alcanzar sus capacidades militares. Una notable asimetría de poder continuará definiendo la relación entre ambos vecinos. Sin embargo, la previsible consolidación del ascenso indio—proceso en el que 2023 puede resultar decisivo—es pareja a un cambio de ciclo en China, donde la desaceleración económica, los efectos de la política de covid cero y el enfrentamiento con Occidente y otras naciones asiáticas pueden marcar el fin de una época.

India se encuentra en una encrucijada, a un mismo tiempo interna y externa. Desde que el Bharatiya Janata Party ganara las elecciones de 2014 bajo el liderazgo de Narendra Modi—primera vez que un partido conseguía una mayoría absoluta en 30 años (y resultado que fue revalidado en 2019)—, el país ha registrado una alta tasa de crecimiento y ha mostrado una mayor confianza en sí mismo, abandonando toda percepción de inferioridad y adquiriendo un nuevo perfil global. Internamente, la combinación de nacionalismo e hinduismo promovidos por Modi ha debilitado la democracia y el secularismo que definieron la república tras la independencia. El tratamiento desigual de los musulmanes, la interferencia en el poder judicial o la persecución de los medios de comunicación independientes constituyen una preocupante regresión política. Es un hecho que, sin embargo, no parece alterar la trayectoria ascendente de la nación.

Circunstancias imprevistas, como la pandemia y la guerra de Ucrania, han favorecido a India. Lo han hecho, en primer lugar, en el terreno económico. El imperativo para muchas multinacionales de reducir su dependencia de China y diversificar inversiones y cadenas de suministro, les ha conducido a India, cuyo mercado—por su enorme tamaño—se encuentra a salvo de posibles turbulencias económicas. El empuje de su crecimiento hará de India, según indican las estimaciones de distintos organismos, la tercera economía mundial—tras Estados Unidos y China—hacia 2030.

También el escenario geopolítico ofrece, en segundo lugar, una oportunidad para que India amplíe su margen de maniobra diplomático, principal objetivo de su política exterior. El gobierno de Modi ha asumido sin ningún tipo de complejos el acercamiento a Estados Unidos que reclaman sus objetivos de seguridad, coincidente a su vez con el interés de Washington (como de Tokio y Canberra, entre otros) por asociarse con India como instrumento de contraequilibrio de Pekín. Se trata de toda una revolución diplomática, dado el peso de la tradición nehruviana de no alineamiento. Pero ocurre que el mundo ha dejado de estar liderado por Occidente. La división global sobre las sanciones a imponer a Rusia por la invasión de Ucrania volvió a constatar esa realidad; una circunstancia que proporciona a India la ocasión para situarse como árbitro entre Asia y las democracias occidentales, así como entre el hemisferio norte y los países emergentes.

Delhi ni siquiera tiene que improvisar. Durante los últimos años ha venido demostrando su activismo hacia distintos espacios regionales (a través de su “Act East Policy” hacia Asia oriental, la “Connect Central Asia Policy” hacia las repúblicas centroasiáticas, o la aproximación a su vecindad—la denominada “Neighborhood First Policy”—, entre otros instrumentos), como lo ha hecho igualmente hacia los foros multilaterales: de los BRICS a la Organización de Cooperación de Shanghai, del G20 al Quad. Simultáneamente, el ministro de Relaciones Exteriores, Subrahmanyam Jaishankar, ha articulado un discurso que rompe moldes e impulsa en sus propios términos (no siempre comprendidos en Occidente), la gradual emergencia de esta nueva potencia central.

2023: escenarios temibles, líderes ausentes

Estados Unidos, en maniobras militares casi constantes en el Pacífico y más frecuentemente en aguas de Corea del Sur y Japón, sigue reforzando su presencia frente a las  costas chinas y contra la pretensión de Pekín de extender, a través de una política de hechos consumados, el dominio sobre rutas comerciales fuera de las aguas de soberanía que le reconoce el derecho internacional. En estas maniobras, los militares norteamericanos engrasan, prueban y refuerzan los sistemas de coordinación y reacción conjuntas con cada uno de sus aliados en de estos entre sí, tratando de superar viejos recelos nacidos del pasado.

Recientemente se han ampliado los importantes ejercicios aeronavales con Japón mientras se mantienen las patrullas conjuntas con Corea del Sur frente a las costas de la agresiva Corea del Norte, vigiladas de cerca por China que, a su vez, realiza maniobras militares con Rusia.

Ese es el telón de fondo de un escenario en el que, obviamente, hay otros actores como Australia que tiene una estrecha alianza militar con Reino Unido y EEUU; India, que juega sola pero intentando mantener un difícil equilibrio entre sus lazos históricos con Rusia y un medio acercamiento a Estados Unidos, y países menores pero estratégicamente claves como Vietnam y Filipinas.

No parece caber duda acerca del marco en el que los estrategas militares de las principales potencias mundiales creen se que puede desarrollar el próximo gran conflicto, aunque el curso de los acontecimientos pueda luego sorprender con aventuras criminales como las de Putin o con nuevos episodios del siempre ardiente de Oriente Próximo donde, por cierto, también juegan con enorme riesgo Estados Unidos, Rusia y China.

En este panorama, con focos de tensión creciente y unos dirigentes políticos cada vez más alejados del análisis racional para situarse en el plano de la emoción y el discurso fácil de la demagogia y el populismo, cualquier error de cálculo puede llevar a la catástrofe y en el caos siempre ganan, aunque sea por un tiempo corto, los malos, los que desprecian las instituciones, menosprecian las libertades y las garantías y anuncian su superioridad moral.

Así comienza 2023, con su cola de crisis económica, en gran parte fruto de estos conflictos, pandemias y aventuras liberticidas que estallan en todas partes. Un futuro abierto, incierto y temible que requiere medidas y líderes que se hacen esperar.