Lula visita China, ¿un pulso a Occidente? Nieves C. Pérez Rodríguez

El liderazgo de Xi Jinping ha salido fortalecido de la XIV Asamblea Popular Nacional donde le fue ratificado su tercer mandato con unanimidad y ovación y donde, además, aprovechó para anunciar el levantamiento de la “gran muralla de acero”, en referencia a la gran muralla china, en la que propone reforzar el ejército de liberación popular que, de acuerdo con sus propias palabras, preservará la soberanía china. En el plano internacional, Xi también está aprovechando para sacar beneficio a su protagonismo haciendo acuerdos e intentado usar su liderazgo; en efecto, su visita a Moscú es un ejemplo de su deseo de figurar y mediar en una posible solución a la guerra de Ucrania.

El mundo ha quedado más dividido desde que Putin invadió Ucrania recreando la guerra fría con alineamientos ideológicos en cada bando. Brasil es un ejemplo en donde los cambios políticos han girado la dirección desde que Lula da Silva tomaba posesión de la presidencia. Durante la era de Jair Bolsonaro y por su afinidad con Trump, Brasil parecía mirar más hacia Washington. Hoy Lula, a pocas semanas de ser investido, prepara una visita oficial a China, del 26 al 31 de marzo. con una extensa delegación compuesta por 20 parlamentarios y más de 90 empresarios de distinto sectores.

La visita es un reflejo de la importante relación comercial y política entre Brasil y China y el pragmatismo de Lula de potenciar esas relaciones y darles un carácter más estratégico. Por su parte, la estricta política china de “Cero Covid” queda atrás y el recibimiento de figuras internacionales comienza a ser parte de la agenda regular del gigante asiático.

China es el primer socio comercial de Brasil y, según cifras de la secretaría del comercio exterior de Brasil, durante el 2022 las exportaciones brasileñas a China crecieron el 1,5% promedio diario para un total de 91,3 mil millones de dólares anuales, comparados con los 51 mil millones de exportaciones que fueron enviadas a la Unión Europea, otros 51 mil millones de dólares hacia los Estados Unidos y 15.400 millones a Argentina.

La balanza comercial favorece a Brasil con un superávit de 62.000 millones de dólares en su favor debido a exportaciones en los sectores agrícola, minero y petrolero. Por su parte, una larga lista de empresas chinas tiene participación y presencia en Brasil, como en el sector de telecomunicaciones. Hay que destacar Huawei que desde la década del 2000 opera en Brasil y actualmente está construyendo centros de datos y es uno de los principales proveedores de tecnología en el desarrollo del 5G en el territorio brasileño.

China también controla el 90% del TCP (Terminal de Contêineres de Paranaguá) el segundo puerto más importante de Brasil e intentó, aunque sin éxito, entrar en el proyecto del Puerto de Sao Pablo, que es un mega puerto agrícola, de acuerdo con profesor Evan Ellis, profesor de investigación sobre América Latina en el instituto de Estudios estratégicos de la Escuela de Guerra del Ejército de los Estados Unidos.

Durante el viaje de Lula, de acuerdo con la información oficial, está previsto que se firmen veinte acuerdos bilaterales en materia de reducción de barreras a las exportaciones agrícolas, educación, cultura, finanzas, ciencias y tecnología. Los parlamentarios que acompañarán a Lula son del partidos del denominado Centro, que es la base para garantizar la gobernabilidad, aquellos que son en esencia la mayoría en la cámara y que podríamos denominar como “políticos de profesión”  y, aunque sus partidos llevaron candidatos propios a la elección e incluso para la segunda vuelta apoyaron abiertamente a Bolsonaro, el presidente Lula los incorpora a la delegación porque los necesita para aprobar las reformas que tiene previstas.

También se espera que Brasil se incorpore a alguna fase de la Iniciativa de la Franja y la Ruta de la Seda (BRI por sus siglas en inglés) y que afiance su papel en el BRICS (Acuerdo entre Brasil, Rusia, India,Sudáfrica y China) que es estratégico para Brasilia. Incluso es muy probable que Lula intente promover la ampliación de socios del BRICS tanto en la región latinoamericana, promoviendo a Argentina, como haciendo una visita corta a Arabia Saudita, tal y como han informado los medios brasileños aunque no ha sido confirmado de manera oficial, para propiciar acercamientos. Irán, por su parte, también ha mostrado interés en incorporarse.

La próxima cumbre del BRICS tendrá lugar en Suráfrica a finales de agosto y muy probablemente se anunciará la entrada de nuevos miembros que estarán ideológicamente alineados con Xi y Putin. Aunque Lula ya visitó a Biden en Washington, sus conversaciones se centraron más en la necesidad de prestar atención al cambio climático y Biden no pudo conseguir que Lula condenara la guerra en Ucrania.

China, a través de su líder supremo, se presenta como una alternativa a las democracias que se han agrupado en contra de la agresión rusa. Lula para Xi podría ser mucho más que un socio comercial, puesto que ambos son los líderes de los países más grandes de sus respectivas regiones. Brasil es la decimotercera economía más grande del mundo y el séptimo país más poblado del planeta (216 millones de habitantes para finales del 2023). ¡La polarización internacional es cada día una realidad más potente!

 

INTERREGNUM: AUKUS: más preguntas que respuestas. Fernando Delage

La semana pasada los líderes de Estados Unidos, Reino Unido y Australia se reunieron en California para desvelar algunos detalles del pacto anunciado por los tres gobiernos en septiembre de 2021. De conformidad con el acuerdo, conocido como AUKUS, se dotará a Australia con al menos ocho submarinos de propulsión nuclear con el fin de reforzar las capacidades de disuasión frente a las ambiciones de dominio marítimo por parte de China. Estados Unidos y Reino Unido extenderán así su compromiso con la seguridad del Indo-Pacífico, y Australia dispondrá de tecnología (pero no de armamento) nuclear. Aunque la señal política que se lanza a China es clara, el acuerdo plantea no pocas dudas.

Un primer interrogante tiene que ver con el calendario. Los primeros submarinos no estarán en manos australianas hasta principios de los años cuarenta. Para evitar ese desfase, como solución interina Washington y Londres desplegarán hasta cinco de sus submarinos en el Pacífico de manera rotatoria a partir de 2027. A principios de la década de los treinta —y siempre que el Congreso de Estados Unidos lo apruebe—, Canberra comprará a Washington tres submarinos de la clase Virgina, con la opción de adquirir dos más, hasta que se produzcan las unidades finales previstas en el pacto. Ha sorprendido a los analistas que la Casa Blanca haya dado su visto bueno a la propuesta cuando “alquilar” submarinos nucleares es un hecho sin apenas precedente, y la armada norteamericana tiene dificultades para ampliar sus propias unidades. Por otra parte, aunque se creía que el futuro submarino estaría basado en el Virgina, se anunció que el modelo de referencia será el futuro submarino de ataque que fabricará Reino Unido.

Entretanto, la operación le supondrá a Australia un desembolso de 368.000 millones de dólares, además del reto de formación del personal necesario. No cabe descartar tampoco que los avances tecnológicos que se produzcan en este tiempo—drones submarinos, mejoras en tecnología de satélites, etc—hagan obsoletos estos submarinos incluso antes de su lanzamiento. Estas circunstancias explican que, pese a la importancia del acuerdo (es la primera vez que Estados Unidos comparte su tecnología nuclear para este tipo de submarinos desde que lo hiciera con Reino Unido en 1958), se hayan multiplicado las críticas, y no sólo porque puede contribuir a aumentar las tensiones con China. Algunos medios norteamericanos se oponen a la cesión de los secretos tecnológicos del país, mientras que expertos británicos creen que supone una distracción de recursos cuando se afronta la amenaza rusa. El líder de los laboristas, Keir Starmer, en cabeza en los sondeos de cara a las próximas elecciones, ha subrayado igualmente que la seguridad en Europa debe ser la prioridad.

Los especialistas australianos se preguntan por su parte si su gobierno ha valorado realmente todas las implicaciones. En el Saturday Paper, Hugh White, uno de los más respetados analistas del país, llamaba la atención sobre el hecho de que Australia va a comprar y operar no una sino dos distintas clases de submarinos nucleares hasta los años cuarenta con el consiguiente riesgo de que se produzcan disfunciones, y sin que siquiera esté demostrada una eficacia mayor que la de los submarinos convencionales. Por el precio de los ocho nucleares podría construirse una flota con cincuenta de estos últimos.

Quizá por todo ello, el verdadero significado de AUKUS se encuentra, más que en los submarinos, en un segundo pilar del acuerdo: en la integración tecnológica y en la profundización de la coordinación estratégica entre las tres naciones; una colaboración que podría extenderse en el futuro a la inteligencia artificial, los sistemas cuánticos y los misiles hipersónicos. Son aspectos, sin embargo, aún por elaborar.

Putin-Xi, dos tiranos y un destino

El periodismo, con frecuencia, construye un paradigma en base a un detalle más o menos importante pero no esencial ni especialmente significativo. Así, por ejemplo, en las últimas horas se viene insistiendo en que el autócrata ruso demuestra no estar aislado por su encuentro con el presidente chino y se añade que China escenifica su apoyo a Moscú.

Pero los hechos no parecen avalar exactamente ni una cosa ni la otra. Por una parte, Putin demuestra precisamente su aislamiento político, su incapacidad militar y económica para avanzar en Ucrania y la necesidad de encontrar una salida en que se le permita disfrazar su fracaso. Y eso es lo que China se propone por su exclusivo interés estratégico de ocupar nuevas zonas de influencia, y, con un disfraz propio, presentarse como avalista de la resolución de conflictos mientras prepara su propia agresión a Taiwán si no encuentra otra forma de anular aquel régimen ahora democrático.

Por otra parte, China, aún declarándose aliado estratégico de Moscú, ha mantenido distancia del conflicto ucraniano. Es más, en la presentación de su propio plan de una salida negociada del conflicto, China pone un obstáculo difícilmente salvable al afirmar que la solución está en la integridad territorial y la soberanía de ambos países en guerra, la de Ucrania, cuya negación fue la agresión rusa, y la de Rusia, que nadie amenaza. Volver al punto de partida de 2014, que eso significaría respetar la integridad ucraniana retirándose las tropas rusas incluyendo Crimea, no parece un objetivo aceptable para Moscú e imponer un mantenimiento de la situación actual con retirada parcial rusa y dar más protagonismo a los separatistas pro rusos de Ucrania oriental no es fácil de aceptar por Kiev. Pero Chna no busca salvar a Putin sino avanzar en sus intereses estratégicos aunque eso signifique un balón de oxígeno para el caudillo ruso y si necesitara dejarlo caer y con eso consiguiera ventajas lo haría.

China necesita ir sustituyendo a Rusia en muchas regiones y para eso no le conviene una caída abrupta del régimen de Moscú que fortalezca a EEUU y aliados que están intentando frenar una reedición de Hitler pero sabiendo que el conflicto no acabará con una entrada en Berlín-Moscú.

La partida está jugándose y Occidente debe seguir presionando para que a Rusia le cueste todo lo cara que sea posible su agresión porque en Ucrania no se juega sólo la integridad territorial de aquel país sino las libertades de la Europa democrática. Los intentos de China pueden obtener algún resultado (de hecho, Putin ha hablado de resolución política) pero no parece fácil en este momento. En cualquier caso, si se entrara en una nueva fase habrá que seguir alerta y presionando a Rusia contra sus pretensiones estratégicas y mantener la vista en China que no aspira a la estabilidad internacional exactamente sino a un escenario que favorezca sus intereses y su propio proyecto de amenaza autoritaria.

INTERREGNUM: El doble juego de Xi. Fernando Delage

Como estaba previsto, la reunión anual de la Asamblea Popular Nacional china ratificó la semana pasada un tercer mandato de Xi Jinping como presidente del país por otros cinco años. Éste era el único cargo para el que existía una limitación formal a dos mandatos, pero Xi logró eliminarla en 2018. Tras obtener el visto bueno a su continuidad como secretario general en el Congreso del Partido Comunista en octubre, la Asamblea confirmó también por tanto su permanencia en la jefatura del Estado, a la vez que renovó los miembros del gobierno. Como también se esperaba, Li Qiang, número dos del Comité Permanente del Politburó, fue nombrado nuevo primer ministro.

La Asamblea Popular es la ocasión por otra parte en que se dan a conocer el objetivo de crecimiento económico para el año en curso (un cinco por cien en esta ocasión, el más bajo en tres décadas) y las grandes cifras del presupuesto nacional. Entre estas últimas destaca el gasto en defensa, que se incrementará en 2023 un 7,2 por cien, el mayor aumento en cuatro años, y por encima del 5,7 por cien que crecerá el gasto público en su conjunto

Donde no han faltado las sorpresas ha sido en el frente diplomático. Comenzaron con las críticas de Xi, al nombrar explícitamente a Estados Unidos como líder de los esfuerzos occidentales dirigidos a contener a China. Esta mención directa es del todo inusual, y contrasta con el tono amistoso que empleó en su encuentro con el presidente Biden en noviembre. Un día más tarde fue el nuevo ministro de Asuntos Exteriores, Qin Gang, quien advirtió sobre una inevitable confrontación con Estados Unidos a menos que Washington abandone su política hostil hacia Pekín. Además de aconsejar a la Casa Blanca que reafirme su compromiso con los comunicados conjuntos sobre Taiwán, Qin valoró la relación de China con Rusia como un ejemplo de confianza entre las grandes potencias y un “modelo” de relaciones internacionales. Cuanto más inestable se vuelva el mundo, añadió, más profundizarán Pekín y Moscú en su asociación.

Ambas declaraciones manifiestan con toda claridad que, tras el episodio del globo espía, China no parece inclinada en absoluto a estabilizar las relaciones bilaterales. Pero si la República Popular da por descontada las tensiones con la Casa Blanca, la semana terminó con la firma el viernes, en Pekín, del restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Irán y Arabia Saudí, suspendidas desde 2016. No sólo se trata de un notable giro para la dinámica regional de Oriente Próximo, sino que constituye asimismo un triunfo para la diplomacia china que ha provocado el desconcierto de los observadores occidentales.

No ha sido Estados Unidos, el actor central en Oriente Próximo durante los últimos 75 años, quien ha gestionado el acuerdo, sino su principal potencia rival. De tener un papel secundario en la región, la República Popular ha pasado a ocupar una posición de primer orden en la esfera política. Es cierto que, dado el estado de sus relaciones con Irán, Washington nunca podría haber conseguido ese resultado, pero el protagonismo chino es una demostración de la habilidad de Pekín para aprovechar a su favor el relativo vacío dejado por Estados Unidos en la región, así como los cambios en la dinámica de las alianzas. Es prueba asimismo de cómo a través de su comercio e inversiones ha sabido convertirse en un socio indispensable. Al dirigirse a Pekín como mediador, tanto Irán como Arabia Saudí han elevado de un día para otro la relevancia de China en Oriente Próximo: el primero para sortear la política de aislamiento mantenida por Washingto; la segunda para lanzar un mensaje a los norteamericanos sobre su libertad de acción.

El impacto local será notable. Israel, por ejemplo, tendrá que abandonar sus esperanzas de contar con Riad en una coalición anti-iraní. Pero el verdadero envite se juega a escala global. China ha demostrado una vez más que sus ambiciones no se limitan a Asia ni a la competición económica y tecnológica. Manteniendo las espadas en alto con Washington, maniobra en Oriente Próximo, como lo hace igualmente en África y América Latina, para reorientar a su favor el sistema global.

¡Y el AUKUS, finalmente, nació! Nieves C. Pérez Rodríguez

En septiembre del 2021 se le daba nombre al acuerdo que era bautizado antes de que objetivamente naciera. El peculiar anuncio de AUKUS se hizo previo a la discusión exhaustiva de los puntos concretos de la alianza, lo que de por si le imprimió un carácter disímil y, finalmente, dieciocho meses más tarde, los tres socios se reunieron en San Diego, California, para formalizar con apretones de manos, fotos y anuncios oficiales que AUKUS es tan real que comenzará a dar sus frutos.

La asociación entre Australia, Reino Unido y Estados Unidos (AUKUS por sus siglas en inglés) está viva y tiene objetivos muy claros en el futuro, en un mundo cada vez más dividido en el que China y Rusia se acercan y las democracias se juntan para protegerse y por tanto fortalecerse.

Otras democracias como Japón, Corea del Sur, Taiwán y hasta la misma Filipinas se han acercado a los Estados Unidos, como mecanismo de supervivencia. Y en los últimos tiempos hemos sido testigo de esos acercamientos que se materializan con visitas de altos funcionarios, maniobras militares en conjunto, establecimiento de bases militares en cooperación o envío de misiones que se despliegan tanto para entrenar como para el envío de un mensaje directo a quienes pretendan desestabilizar la dinámica del Pacífico y el Indico.

Por su parte, el primer ministro británico, Rishi Sunak, hacía un anuncio el domingo (justo a un día del encuentro de los tres líderes) sobre el aumento en su presupuesto de defensa a 6 mil millones de dólares para fortalecerse contra la invasión rusa a Ucrania, que ha despertado viejos fantasmas en Europa, pero con ojo y el énfasis en la creciente amenaza China. El anuncio se da en medio de una situación doméstica comprometida para Sunak, con protestas en las calles y una situación económica desfavorable. Por lo que justificó la necesidad de la alianza, además, con empresas como Rolls-Royce, la gigante británica de ingeniería que proporcionará los reactores para los submarinos de propulsión nuclear, lo que será  una fuente de puestos de empleos locales.

El primer ministro australiano, Anthony Albanese, describía el acuerdo como la “mayor inversión individual en la capacidad de defensa de Australia”.  Australia viene desarrollando un pensamiento más estratégico, al menos desde 2020, desde donde ha venido buscado expandir su papel en la región contando con mayor capacidad a la vez que va acompañado de la mano de otras potencias que le servirán de apoyo de necesitarlo.

El comunicado oficial emitido por el Departamento de Estado al respecto decía que “gran parte de la historia del siglo XXI se escribirá en el Indo-Pacífico y para mejorar la prosperidad económica, la libertad y el Estado de Derecho, y para preservar los derechos de cada país. AUKUS ayudará a compartir la visión compartida de una región del Indo-Pacifico libre y abierta para las generaciones venideras”.

Aukus es un pacto que está concebido para enfrentar la expansión de China en el Pacífico occidental por lo que la incorporación de submarinos a la ecuación va a dar muchos beneficios. Los submarinos llevarán armas convencionales y los reactores nucleares. Se estima que a fines de la década de 2030 el primer submarino de última generación esté listo en el Reino Unido y contará con una gran cantidad a bordo de tecnología.

El AUKUS se compone de dos pilares, uno lo define el esfuerzo trilateral para apoyar a Australia en el desarrollo, construcción y operación de submarinos de propulsión nuclear y el segundo pilar se enfoca en acelerar la cooperación en tecnología crítica que incluyen capacidades cibernéticas, inteligencia artificial, tecnologías cuánticas y capacidades submarinas adicionales, hipersónicas entre otras.

En el fondo, aunque en una primera etapa impulsará a Australia, se busca mejorar las capacidades de defensa de las tres naciones que lo componen. Aunque de acuerdo con Charles Edel, respetado experto en asuntos australianos con foco en defensa, en el fondo la triple asociación busca impulsar la integración tecnológica para hacer crecer la capacidad industrial y profundizar de esta forma la coordinación estratégica entre las tres naciones.

Edel explica que esta alianza buscar transformar la capacidad de construcción naval de las tres naciones, pretende ser un acelerador tecnológico y a cambiar el equilibrio de poder en el Indo-Pacifico y, en última instancia, está destinado a cambiar el modelo de cómo opera Estados Unidos, y como empodera a sus aliados.

Las imágenes y las palabras que nos dejó el encuentro de tres poderosos líderes de Washington, Camberra y Londres después de todos los estragos de la pandemia revelan cómo las viejas democracias están recurriendo a estos acuerdos para contrarrestar a un nuevo pero peligroso adversario: China.

Y aunque ya existía una afiliación a través de la asociación del Five Eyes que tuvo su origen en los cuarenta y se expandió durante la Guerra Fría, y aunque en sus inicios Australia no era parte se incorporaron y desde entonces ha sido parte fundamental y claramente en el futuro cercano. Australia será un importante actor en los años venideros en la región y jugará un rol determinante

THE ASIAN DOOR: Dos sesiones y una nueva hoja de ruta. Águeda Parra

La reunión anual conocida como “dos sesiones” ha sentado las bases del nuevo modelo de desarrollo estratégico para China, combinando la confirmación de algunos puestos y el anuncio de otras posiciones políticas que no estaban tan definidas para terminar conformando el Consejo de Estado. Xi Jinping ya se aseguraba un tercer mandato sin precedentes durante el XX Congreso del Partido Comunista de China, que se celebra dos veces por década, concentrando un mayor poder no visto desde 1949. Se trataba, por tanto, de una mera formalidad. A este nombramiento se sumaba la designación de Li Qiang, anterior jefe de Shanghai, como primer ministro, confirmando la reorganización impulsada por Xi para abordar los retos de los próximos cinco años con un equipo más cohesionado.

La principal prioridad del nuevo gabinete será la revitalización de la economía y avanzar en la autosuficiencia tecnológica. Ambos retos de gran trascendencia. Por una parte, se trata de impulsar la recuperación de la economía, tras el largo letargo en la atracción de inversiones extranjeras, y de estimular la demanda de consumo golpeada por una prolongada política de Covid cero. Por otra parte, evitar que la creciente tensión geopolítica con Estados Unidos restrinja cada vez más las aspiraciones de China de alcanzar la autosuficiencia tecnológica está en el centro mismo de la nueva hoja de ruta.

Recuperar el crecimiento, la confianza de los mercados e incorporar de nuevo a las empresas privadas al desarrollo económico del país son las principales palancas sobre las que tendrá que actuar Li Qiang para conseguir alcanzar el crecimiento del 5% anunciado por el gobierno para 2023, respecto del 3% registrado en 2022. Se trata de una previsión menor que la esperada por la comunidad financiera, pero una cifra considerada conservadora para así poder volver a la práctica de realizar una estimación de crecimiento sin complicaciones para luego superar las previsiones. China trata así de no repetir lo sucedido en 2022 cuando, por primera vez, no consiguió alcanzar el crecimiento anunciado.

Como anterior gobernador de dos de las grandes potencias económicas del país, la provincia de Zhejiang y Fujian, la relación directa de Li Qiang con el mundo empresarial del sector privado le ha llevado a acoger la fábrica de Tesla, y a trabajar con el anterior coloso Alibaba Group. Esta experiencia adquirida para negociar con empresas privadas y extranjeras le será de gran utilidad para recuperar la confianza del sector privado chino y conseguir involucrar a los titanes tecnológicos en el nuevo modelo de crecimiento económico más centralizado.

La consolidación de un mayor poder de Xi Jinping en su tercer mandato podría conferirle a Li Qiang la confianza para abordar cambios en las políticas económicas del país que lleven a reforzar la autosuficiencia económica y tecnológica. De hecho, el cambio generacional que está adoptando el gabinete de gobierno, evolucionando hacia perfiles científicos y tecnológicos, que reemplazan a aquéllos que durante años han estado más centrados en las finanzas y la política monetaria, muestra el desafío que supone para China alcanzar la autosuficiencia económica y tecnológica en los próximos años.

Cuando las tensiones tecnológicas se intensifican entre Estados Unidos y China, el regreso de los titanes tecnológicos a la escena digital y de innovación del país parece, más que necesaria, una prioridad para así aprovechar la capacidad de desarrollo tecnológico que han demostrado en las dos últimas décadas, persiguiendo que su incorporación sirva de aliciente para recuperar el dinámico entorno internacional de inversiones anterior al Covid y a la presión regulatoria contra las tecnológicas.

De hecho, recuperar el estímulo de consumo de la población va a estar muy ligado a incrementar la demanda en el ámbito tecnológico, incentivando las grandes compras, como la adquisición de coches eléctricos y mayor interacción con las plataformas de compra online, aprovechado el auge de la exportación de e-commerce transfronterizo que creció un 11,7% en 2022, según fuentes oficiales. Para hacer esto posible, las inversiones estarán dirigidas a ampliar el desarrollo de infraestructuras 5G en las ciudades más pequeñas, a incrementar las estaciones de recarga y a potenciar el uso de la tecnología de intercambio de baterías, así como a fomentar el despliegue de centro de datos.

En definitiva, la recuperación de la credibilidad del nuevo equipo de gobierno tras los efectos generados por la política de Covid cero, y la incertidumbre por el ritmo de crecimiento económico, constituyen los grandes retos para 2023, y estarán en línea con el éxito que alcance Li Qiang en el despliegue del nuevo modelo estratégico de crecimiento.

 

 

China, crisis y propaganda

La Asamblea Nacional Popular China ha finalizado su reunión anual con un mensaje de optimismo, nacionalismo, arrogancia y, en teoría, autoestima. A los gestos internos ha acompañado Pekín con mensajes de protagonismo mundial externos, contradictorios, que tratan de mostrar a la potencia asiática como impulsora de procesos de resolución de conflictos y de distensión.

En este sentido debe interpretarse el padrinazgo de un acercamiento entre enemigos irreconciliables, en el plano político y religioso, como Irán y Arabia Saudí que ha acordado reabris relaciones diplomáticas entre ellos tras unos añps de alta tensión y mientas siguen enfrentándose sobre el terreno en Yemen donde cada país apoya a un bando distinto en la guerra civil que dura ya varios años.

Pero hay otros gestos más equívocos y que alertan a los servicios de inteligencia occidentales como el acercamiento de China a Bielorrusia, un estrecho aliado de Putin y que puede ser la vía de suministro indirecto de armas y municiones china a Rusia para paliar sus gastos, su ineficiencia y sus desastres sobre el terreno en Ucrania.

A la vez, China está multiplicando su propaganda, sus sofismas mentirosos o manipuladores a la par que el presidente Xi blinda su equipo de poder, asume más autoridad que la que tuvo el presidente Mao, y multiplica su gasto y sus gestos hacia sus fuerzas armadas.

Todo junto puede significar que las dificultades económicas son mayores que las admite China y el PC nec4esita un discurso duro, propagandista, nacionalista y soberbio que mantenga a la usanza del comunismo clásico, una unidad oficial basada en el terror y en las aenazas exteriores hacia s dictadura. Pero no hay aque olvidar las enormes capacidades chinas, su ola de influencia, las debilidades occidentales y la complicidad con Pekín de algunos elementos en las sociedades democráticas y esas bazas, hasta ahora China las juega sin pudor.

INTERREGNUM: Manila se acerca a Washington. Fernando Delage

Una nueva pieza se ha vuelto contra China en el tablero estratégico asiático. Después de contar Pekín durante seis años con la simpatía del gobierno de Rodrigo Duterte, su sucesor como presidente de Filipinas, Ferdinand “Bongbong” Marcos Jr., ha reforzado la relación con Estados Unidos. Como Duterte, Marcos defiende una política exterior independiente, pero, frente al complejo equilibrio que debe mantener el archipiélago entre su principal aliado de seguridad y su principal socio comercial, la balanza se ha inclinado esta vez hacia Washington, proporcionando a Manila un papel no menor en la estrategia de la administración Biden hacia el Indo-Pacífico. Es, con todo, un giro causado por las propias acciones chinas, más que por las diferentes perspectivas de ambos líderes filipinos.

Tras llegar a la presidencia, Duterte prefirió hacer caso omiso a la sentencia del Tribunal Permanente de Arbitraje de La Haya que, en julio de 2016, falló a favor de Filipinas en la demanda presentada ante el Tribunal por su antecesor, Benigno Aquino III, contra las reclamaciones de soberanía de Pekín sobre las islas del mar de China Meridional. Duterte pensaba que una relación más estrecha con China reduciría las tensiones por los conflictos marítimos, supondría un apoyo externo a su guerra contra las drogas y, sobre todo, se traduciría en inversiones para el desarrollo de su ambicioso plan nacional de infraestructuras. El fracaso de dicha política se haría pronto evidente, sin embargo. Los compromisos de inversiones chinas nunca fueron los previstos, y los incidentes entre buques de pesca filipinos y unidades paramilitares chinas tampoco cesaron.

El propio Duterte terminaría dando marcha atrás, al ser consciente del carácter indispensable de la alianza con Washington para la seguridad de Filipinas. La normalización de las relaciones con Estados Unidos no es por tanto una sorpresa ni una decisión abrupta.  Pero conforme la presión china ha ido a más—las patrullas de sus buques guardacostas se han incrementado notablemente en los últimos meses—, también Marcos ha ido más lejos en su acercamiento a la administración Biden. Además de la integridad territorial filipina, otro factor explica ese resultado:

Taiwán. Marcos ha manifestado públicamente su preocupación por el aumento de la tensión en el estrecho, pues, dada su cercanía, todo escenario de conflicto implicaría de una manera u otra a Filipinas.

Su respuesta a la asertividad china se concretó el mes pasado. Por una parte, durante la visita a Manila del secretario de Defensa de Estados Unidos, Lloyd Austin, ambas naciones anunciaron la ampliación del acuerdo de cooperación en defensa de 2014 de las cinco instalaciones militares contempladas originalmente a un total de nueve (incluyendo al menoscuna situada enfrente de Taiwán). Las fuerzas norteamericanas, que además podrán establecerse de manera permanente y no rotatoria, contarán de este modo con una capacidad adicional de proyección desde el archipiélago en el caso de futuras contingencias.

Sólo unos días después Marcos viajó a Tokio, donde firmó con el primer ministro, Fumio Kishida, un acuerdo que permitirá a las fuerzas de autodefensa japonesas operar en Filipinas en caso de desastres naturales y urgencias humanitarias. Para los dos gobiernos se trata tan sólo del primer paso hacia una mayor cooperación militar entre ambas naciones. La relación Manila-Tokio—aliado clave de Estados Unidos—complementa así la estrategia norteamericana con respecto al mar de China Meridional y el estrecho de Taiwán. De hecho, el propio Marcos reveló que los tres países mantienen conversaciones acerca de un posible pacto de defensa trilateral.

¿Ha cambiado el Capitalismo a China? Nieves C. Pérez Rodríguez

La semana pasada el senador republicano Marco Rubio, por el Estado de Florida, hacía una intervención en el Senado cargado de un realismo político y un pragmatismo que parece estar avivándose en las filas de su partido. Tomando como referencia la realidad económica y la dependencia que ha puesto al descubierto la pandemia y la sospecha cada vez mayor sobre el riesgo que representa China tanto para el mundo como la seguridad nacional estadounidense, el senador desmonta la doctrina de la hermanad y la influencia que Washington ha venido manejando sus relaciones internacionales.

El senador califica de obsoleto el consenso bipartidista sobre que “la globalización económica traería riqueza, libertad y paz para todos”. Explica cómo Estados Unidos construyó su política exterior basada en ese principio y, cincuenta años después, los hechos prueban lo contrario.

El argumento de abrir y permitir que China entrara en la OMC fue que “el capitalismo transformaría a China”. Veintitrés años más tarde nos damos cuenta de que “China cambió el capitalismo”, afirma Rubio.

Muchas industrias estadounidenses se trasladaron a China perdiéndose por tanto fuentes de empleo, mientras China recibía esos empleos. Beijing permitió la entrada de las empresas foráneas, pero no bajo las reglas capitalistas sino bajo sus reglas, “forzaron a las empresas americanas a asociarse con pequeñas empresas chinas y de esa forma consiguieron hacerse con muchos de los secretos empresariales. Mientras la clase media trabajadora de América declinaba, la china crecía” sostiene Rubio.

El senador expone que fue gracias a eso que China se enriqueció y esa riqueza no produjo una adaptación de valores a democráticos; por el contrario, el Partido Comunista China ha usado el crecimiento y el desarrollo para afianzarse en el poder y mantener control total del gigante asiático. Aunque también se han dado a la tarea de ir por el mundo exportando su modelo autoritario que promocionan como mejor porque no requiere que un parlamento apruebe lo que se va a hacer, sino que el partido concentra en sí la decisión que sea necesaria tomar, tal y como lo hace el PC chino.

Rubio plantea otro problema que describe cómo la adicción que hay en los Estados Unidos a los productos baratos exportados de China y la dependencia de la cadena de suministro en cada rubro desde alimentos, medicinas hasta los componentes tecnológicos.

Nuestra rivalidad actual es mucho peor que la tuvimos con la Unión Soviética, afirma el senador republicano, porque los soviéticos no eran un competidor industrial o tecnológico. Fueron un competidor militar y geopolítico. En cambio China tiene influencia sobre nuestra economía, en nuestra sociedad y además tienen un montón de gente que les hace lobby en Washington que son los que más se han beneficiado de hacer negocios con China y que se han enriquecido tanto que no les importa si en unos años ya no podrán hacer negocios con ellos.

Por tanto, declara en su alocución, que la globalización como sistema ha sido un desastre, puesto que no trajo prosperidad ni paz global. Esta era tiene que acabarse, declara contundente, necesitamos cambiar nuestra manera de pensar y tenemos que pensar que no estamos en el año 1999 o en el 2000, el mundo de hoy es otro, por lo que debemos mirar al futuro y avanzar en una nueva reorganización de fundamentos e ideas detrás de nuestras políticas económicas y exterior.

Rubio afirma que Washington debe priorizar acuerdos comerciales que sean positivos para los Estados Unidos. Propone por tanto un elemento novedoso y curioso que consiste en premiar a los aliados en dichos acuerdos para que indirectamente se pueda fortalecer a quienes comparten los mismos valores que América. Fortaleciendo a los aliados nos aseguramos de que sus valores se mantengan en el tiempo.

Y frente al temor real de que las libertades están en riesgo establecer acuerdos con quienes son afines no solo es estratégico sino quizás una posible solución a proteger el legado democrático en el planeta!

Y ese debate doctrinario no solo es oportuno en el momento actual sino que podría definir el rumbo de las elecciones presidenciales en el 2024 en Estados Unidos y el futuro político de la nación.

 

EE.UU. redobla su alerta frente a China

EE.UU., a través de su secretario de Estado, Anthony Blinken, está reconstruyendo alianzas, explorando nuevas amistades y testando la influencia real de China en zonas y áreas sensibles. Blinken ha visitado Asia Central, donde las repúblicas ex soviéticas mantienen estrechos lazos con Moscú aunque buscan mejorar sus relaciones con Occidente sin romper del todo la dependencia de Rusia y ha comprobado que, en general estos países dependen para su seguridad de sus acuerdos con Rusia para contener brotes separatistas, dosificar la lenta pero creciente influencia china y atajar una orientación hacia Occidente, aunque la cercanía a Afganistán e Irán invite a esto último.

Además, Washington está exigiendo una mayor tensión y alerta ante China por lo que estiman que es su creciente agresividad en términos de inteligencia, en competitividad comercial tramposa con las leyes internacionales y en la extensión de su influencia política y militar en el Índico. En este terreno Blinken viene presionando a Europa, y más concretamente a Alemania, para que enfríe progresivamente algunos lazos con China que, según EE.UU. pueden crear una dependencia de la potencia asiática más grave y peligrosa que la que Europa ha tenido de Rusia y que ahora esté en proceso de reconversión.

Esta dependencia, además, señalan desde EEUU puede tener consecuencias más perversas en América Central y del Sur y África donde la existencia de populismos anti occidentales en el caso americano de gobiernos inestables en el caso africano son zonas abonadas para la influencia china.

Sin embargo, no parece haber tantos triunfos en las manos chinas, al margen de su voluntad política. El crecimiento económico chino lleva unos meses parado o en bajo crecimiento, el envejecimiento de su población añade problemas cada mes en sus servicios sanitarios y sociales y la crisis económica internacional como consecuencia del covid y de la agresión rusa en Ucrania dificulta nuevas expansiones.

En la reciente reunión anual de la Asamblea Nacional Popular, que con todo cinismo los chinos llaman en Occidente parlamento y muchos medios lo aceptan, el PC ha defendido un crecimiento del 7,2 en el presupuesto militar y ha subrayado la necesidad de intervenir en Taiwán, a costa de otras necesidades sociales. China está en esa contradicción en la que antes o después entran todos los sistemas autoritarios cuando sus necesidades de supervivencia se impone sobre las necesidades sociales en un escenario político y económico sin libertades impiden solucionar el problemas estructuralmente.