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Taiwán: elecciones trascendentales

El próximo 13 de enero se celebrarán elecciones legislativas y presidenciales en Taiwán y a nadie se le oculta que estos comicios tendrán una gran importancia en el marco actual de especial agresividad china, alta tensión en el Pacífico y lo que parece ser el inicio de una etapa algo más distendida entre China y Estados Unidos.

En Taiwán las dos fuerzas políticas principales, que se reparten prácticamente por la mitd el electorado, son el Kuomintang (KMT) y el Partido Popular de Taiwán (PPT). El primero fue el fundador de la República de Taiwán, cuando fue derrotado (gobernaba en Pekín en 1949) por los comunistas de Mao Tse Tung y sus dirigentes huyeron de la China continental instalándose en la isla sin que hayan podido ser desalojados por el gobierno de Pekín.

El KMT se considera representante de la China democrática y aspira a una reunificación con la China continental con ua constitución democrática y liberal. EL PPT, que actualmente gobierna, responde a nuevas generaciones de taiwaneses que quieren avanzar a una situación de plena independencia sin mirar de reojo a Pekín y funcionar como dos países diferentes (que es lo que ocurre en la práctica). El KMT mantiene mejores relaciones con Pekín, a pesar de la historia.

El experto en asuntos chinos Xulio Rios describe la situación actual señalando que “la oposición insiste en que una victoria del soberanismo puede hacer inevitable el conflicto armado y ese temor alienta su esperanza de triunfo ya que puede presumir de una mejor relación, disuasoria, con China continental. El mayor inconveniente es su división en dos fuerzas (que prácticamente dividen el voto por la mitad. Pese a que han intentado fraguar la unidad, las negociaciones han fracasado, lo cual, por otra parte, resta credibilidad a su clamor sobre la emergencia de ese compromiso con la paz”.

El PC chino observa desde Pekín con atención la situación, atento a las brechas políticas y sociales en la isla que le permitan ir avanzando hacia una ocupación de la isla que ellos denominan reunificación. Es verdad que el presidente Xi prometió al presidente Biden en su reciente encuentro en California que China no planea una intervención militar en Taiwán a corto ni medio plazo pero Pekín no deja de exhibir fuerzas aeronavales en torno a la isla. Este es el escenario de fondo en el que se van a desarrollar las elecciones de enero.

Xi Jinping en la APEC, en San Francisco. Nieves C. Pérez R.

El foro de Cooperación Económica Asia-Pacifico (APEC por sus siglas en inglés) que se lleva a cabo esta semana en San Francisco ha traído de regreso a Xi por está parte del mundo. El líder chino decidió finalmente participar en la cumbre y reunirse con destacadas personalidades y lideres internacionales entre los que figura el presidente Biden, después de tantas tensiones y tantos encuentros pospuestos.

Las relaciones entre Washington y Beijing llegaron a su punto más bajo a principios de este año con la aparición del globo espía en Montana que sobrevoló el país. después de años de fricciones y desencuentros. La Administración Biden, a pesar del globo y la larga lista de confrontaciones diplomáticas, ha venido haciendo esfuerzos a través de diálogos y reuniones, y enviando a China altos funcionarios pasando por los secretarios de Estado, Tesoro y Clima, entre otros.

Beijing, en un intento por abrir canales, envió a Washington unas semanas atrás a Wang Yi, el excanciller de relaciones exteriores de China y alto rango en las filas del Partido Comunista chino y quien ahora es director de la Oficina de Relaciones Exteriores del partido quien se reunió con el secretario de Estado, Antony Blinken, y el asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan, e incluso con el mismo Biden.

Fue precisamente la reunión entre Wang y Biden lo que pavimentó el camino a que se acordara el encuentro entre los dos líderes de las económicas más poderosa a mediados de esta semana en las adyacencias del foro del APEC.

El APEC es un foro al que pertenecen veintiún países, constituido en 1989, y es la principal plataforma para que Washington avance políticas económicas en la región, para promover el comercio libre y abierto y el crecimiento económico sostenible e inclusivo, de acuerdo con la web oficial del foro.

La región del Asia Pacifico es el hogar de 4.3 mil millones de personas, siendo el área más poblada del planeta por lo que el slogan del foro que es “la construcción de una región más interconectada, innovadora e inclusiva”, adquiere tanto sentido.

China no quiere perder ni presencia ni protagonismo en una región que por su propia cercanía es clave para su crecimiento, por lo que decide asistir a la cumbre.  Debido do a que el foro es en San Francisco, la presencia de Xi no tiene status de una visita de Estado, lo que disminuye su nivel protocolario a pesar de que esté previsto un encuentro con Biden.

La última vez que Xi estuvo en los Estados Unidos fue en el 2017, cuando fue recibido por el expresidente Trump en Mar-a-Lago, en Florida, hace seis años atrás. Otra visita que a pesar de haber estado rodeada de atenciones y lujos careció de los protocolos de Estado.

Xi también está aprovechando el viaje para sentarse a cenar con un grupo de millonarios estadounidenses, quienes seguramente están buscando opciones de inversiones con garantías en China. Cada comensal debe pagar 2000 dólares por la oportunidad de pasar una velada con el nuevo emperador chino.

Mientras tanto, la Administración Biden ha dado clarísimas señales de apertura diplomática mientras aprueban leyes anti-espionaje y de protección de los intereses nacionales estadounidenses, vetando materias primas cuyos orígenes se producen con mano de obra esclava como el algodón de Xinjiang, para proteger los derechos humanos de aquellos que la producen. O bloquean el acceso a China de los semiconductores o la penetración de empresas como Huawei.

En cualquier caso, el encuentro entre Biden y Xi se interpreta como un intento para aliviar tensiones e intentar escribir un nuevo capítulo en las relaciones bilaterales.

China, por su parte, está en una compleja situación interna de incertidumbre y una crisis económica que no tiene fácil salida, necesita estabilidad internacional para exportar sus productos, continuar sus planes de expansión del BRI o la nueva Ruta de la Seda e intentar consolidarse internacionalmente. A mayor inestabilidad mayor dificultad para lograr sus objetivos y más dificultad para navegar la crisis.

 

INTERREGNUM: Xi: ¿un camino sin salida? Fernando Delage

La agencia oficial de estadísticas confirmó la semana pasada que la economía china ha entrado en un período de deflación, lo que se suma a otros indicadores en descenso. Por sexto mes consecutivo, las exportaciones cayeron en octubre un 6,4 por cien, a la vez que se contrajo la producción industrial. La inversión extranjera ha registrado por su parte—en el tercer trimestre del año—el primer saldo negativo en décadas: 11.800 millones de dólares. El desempleo juvenil alcanzó el 21,3 por cien en junio, fecha desde la que el gobierno ha dejado de dar cifras actualizadas. La deuda total del país se estima en el 281,5 por cien del PIB. En un contexto aún marcado por los efectos de la pandemia, además de por la crisis del sector inmobiliario y las tensiones geopolíticas, los esfuerzos de las autoridades no logran estimular la demanda.

Pero las causas del deterioro de las perspectivas económicas quizá tengan más que ver con la política, como parecen confirmar una desconfianza cada vez mayor en la estrategia seguida por el presidente Xi Jinping y, por extensión, en su liderazgo. Aunque los desafíos estructurales que afronta la economía china son bien conocidos desde hace más de una década (en particular, el recurso a la deuda para invertir en infraestructuras y viviendas, y el reducido porcentaje que representa el consumo en el PIB), la obsesión por el control ha bloqueado los ajustes necesarios.

Justamente se cumplen ahora diez años de la Tercera Sesión Plenaria del XVIII Comité Central, en la que, con sólo unos meses en el poder, Xi presentó un ambicioso plan de reformas que tenía como motivación extender el papel del mercado en la economía como base de un nuevo modelo de crecimiento. Es posible, piensan algunos, que fuera un plan al que Xi se comprometió para lograr su elección al frente del Partido Comunista. Su opción personal—reiterada en el XX Congreso hace un año—pasa en realidad por incrementar, no por reducir, el intervencionismo estatal. Las consecuencias de su aproximación están a la vista. Datos macroeconómicos negativos; una Ruta de la Seda cuyos objetivos hay que recortar en su décimo aniversario; y un notable fracaso en su doble propuesta de “circulación dual” y “prosperidad común”: la prioridad por la seguridad se ha impuesto sobre el desarrollo y ha hecho caer la inversión extranjera, mientras que los índices de desigualdad, lejos de menguar, se agrandan.

El país, dijo recientemente Xi, avanza hacia el “rejuvenecimiento nacional” y el “desarrollo de alta calidad”. No parece ser esa la opinión de los observadores; tampoco de muchos miembros del Partido. La idea de que el proceso político chino pueda estar a la deriva ha cobrado nueva fuerza tras el reciente fallecimiento del exprimer ministro Li Keqiang. El contraste entre su talante e inclinación reformista y la manera de gobernar de Xi ha resultado evidente para numerosos ciudadanos, cada vez más inquietos sobre su futuro. Al margen de las teorías conspirativas que rodean la inesperada muerte de Li, con su desaparición han trascendido los enfrentamientos en la cúpula del Partido, algunos de los cuales pudieron estallar en el cónclave del pasado verano en la playa de Beidaihe, según informó hace un par de semanas el diario Nikkei Asia.

El dogmatismo y arrogancia de Xi no sólo se ha traducido en una errónea política económica. El cese, aún no explicado, de los ministros de Asuntos Exteriores y de Defensa—ambos hombres de su confianza—, así como de altos cargos del ejército, por no hablar de la humillación de la que fue objeto su antecesor, Hu Jintao, en el último Congreso, podrían haber conducido a la imposición por parte de las “viejas glorias” de la organización de ciertos límites a su poder. Por no hablar, claro está, de una política exterior que ha complicado enormemente el entorno geopolítico chino al consolidar la coalición de socios y amigos de Estados Unidos. Mientras Xi insiste en la imprescindible misión del Partido Comunista como escudo contra el caos, más de uno empieza a preguntarse si no será él la causa de los problemas. Las llamadas internas de atención quizá expliquen que haya aceptado la invitación hecha por el presidente Biden para verse esta semana en San Francisco.

Xi y Biden, al sol de California

Los dos mandatarios más influyentes del planeta hablan, en California, de la agenda bilateral entre ambas naciones que es la agenda de un mundo sometido a una inquietante incertidumbre en el escenario internacional, y lo primero que salta a la vista es la urgente necesidad, más allá del griterío, los gestos y las exhibiciones de fuerza, de China y EEUU de hacer un alto en la escalada de tensión y reevaluar las capacidades propias.

China, desde su veteranísimo sistema autoritario y su filosofía de la paciencia, la vista larga y la aplicación implacable y rígida de medidas cuando así lo estima, probablemente está encontrando mayores resistencias internas, y desde luego externa, ante sus modelos despóticos de gestión de crisis. Es un tópico decir que ya no son los tiempos de los emperadores taimados y despiadados ni de Mao y sus cómplices, corruptos mesiánicos y criminales. Es verdad que China sigue sin garantías judiciales ante el poder ejecutivo ni una sociedad demandante de las libertades al estilo occidental, pero no es menos cierto que las viejas instituciones se van resquebrajando en un mundo cada vez más abierto e interconectado a pesar de los esfuerzos del PC chino y su gerontocracia autoritaria.

Las capas empresariales chinas, aunque apéndices de un sistema intervencionista, ven como el sistema lastra sus resultados  con decisiones más políticas que comerciales y como desaprovechan inversiones más pensadas para influir que para crecer económicamente. Esto, sumado a la dependencia china de recursos energéticos externos y al crecimiento de focos de desestabilización en zonas estratégicas desde el punto de vista energético, está obligando a Pekín a una reflexión de sus pasos a medio plazo.

Pero EEUU también tiene necesidades. La debilidad del liderazgo interno de Biden y la creciente demanda de liderazgo externo de EEUU en el plano internacional están generando contradicciones. La creciente preocupación ante el coste del apoyo a Ucrania, el debilitamiento del tradicional apoyo s Israel a manos de sectores que compran la hipocresía europea y la propaganda islamista y, no perdamos de vista esto, las renovadas tensiones en el patio trasero de EEUU, la América que habla español y portugués (y donde también juegan las inversiones chinas), obligan al país a repensar su situación.

Este es el contexto en el que se mueven los últimos pasos en la relación entre China y Estados Unidos y sus intereses nacionales que, para bien y para mal, impactan en los intereses de todos.

Biden en Londres, breve pero significativo. Nieves C. Pérez Rodríguez

El presidente Biden hizo una parada estratégica en Londres de camino a Vilnius, antes de atender la cumbre de la OTAN y se reunió con él primer ministro, Rishi Sunak, y el recién coronado rey británico, Carlos III.

El breve aunque significativo encuentro entre Biden y Sunak fue básicamente una reunión preparatoria de la cumbre de la OTAN y el sexto encuentro entre ambos líderes desde que Sunak asumió el poder en octubre de 2022. En palabras del mismo Biden, “la relación bilateral es tan sólida como una roca”, mientras que describió al primer ministro como un buen amigo y un gran aliado.

Para el Reino Unidos contar con el apoyo incondicional de Washington es ahora más importante que nunca después de la materialización del Brexit y él aislamiento que supone para los británicos.

Por otro lado, Washington siempre se ha beneficiado de una relación cercana con Londres, pero en la coyuntura actual es vital que ambos aliados estén en total sintonía para que juntos puedan presionar en conseguir más apoyo para Ucrania, sobre todo después de que él presidente francés Enmanuel Macron se distanciara de la línea europea de fortalecimiento y crecimiento de la OTAN.

Recientemente, el presidente francés expresó su desacuerdo con la propuesta de la OTAN para abrir una oficina en Tokio argumentando que “la alianza de seguridad transatlántica debería seguir centrada en su propia región del Atlántico del Norte”.

La necesidad de que la OTAN tenga presencia en Asia se produce en medio de la preocupación de las aspiraciones chinas en la región y la inquietud que ese comportamiento produce en los países de la zona, razón por la que Japón ha venido haciendo lobby a la idea de que Europa se involucre con los problemas de seguridad de Asia, lo que implícitamente incluye a Taiwán.

Paris parece estar siguiendo una agenda propia que responde más a sus intereses franceses comerciales a corto plazo que a los de la UE. En 2019 Macron dio a la revista The Economist unas declaraciones muy fuertes en las que declaraba la muerte cerebral de la OTAN por la retirada de EE.UU. de Siria, en la que Turquía aprovechó para atacar a los kurdos, que han sido aliados de los estadounidenses.

Macron ha tratado de distanciarse de la tensión entre Washington y Beijing y considera que ese debería ser él comportamiento de la UE. Durante su visita a Beijing no ocultó su complacencia con Xi Jinping.  Razón por la que se hace aún más crítica la alianza Londres y Washington para poder alinear al resto de las naciones de la OTAN.

En cuanto al encuentro del presidente Biden con el Rey Carlos fue más protocolario y con él propósito de acentuar la prioridad que tiene la lucha por el cambio climático en las agendas de ambos. En 2021, Biden y el entonces príncipe Carlos sostuvieron conversaciones al respecto en la cumbre climática de la ONU COP26 que tuvo lugar en Glasgow, Escocia.

Cabe destacar que la Administración Biden identificó desde sus comienzos cuatro crisis claves en que centraría su gestión y él cambio climático es una de ellas. Y en este sentido, la Casa Blanca destinó 375 mil millones de dólares en incentivos vinculados al clima.

El mandatario estadounidense no acudió a la coronación del Rey; en su lugar asistió la primera dama, por lo que Biden en su momento prometió al soberano británico un encuentro próximo, por lo que es muy probable que la Casa Blanca aprovechara la oportunidad del viaje a Europa para cumplir con la promesa y darle prioridad de Estado a su encuentro.

Todos los presidentes estadounidenses se reunieron con la difunta Reina Isabel II durante sus siete décadas de reinado, aunque las conversaciones nunca fueron públicas. Era diplomáticamente necesario, por tanto, que el presidente Biden tuviera un encuentro con el Rey. Además, las imagines de su encuentro mostraron una especial cercanía entre ambos que claramente trasciende su interés medio ambiental.

La fugaz parada del líder estadounidense en Inglaterra dejó por sentado el elemento estratégico de las relaciones entre ambas naciones, aunque la visita estuvo empañada por la discusión sobre el envío de bombas de racimo a Ucrania, que están prohibidas en más de cien países, incluyendo a Gran Bretaña, por lo que la Casa Blanca definitivamente escogió un mal momento para traer el tema a colación, pues puso a Sunak en una situación incómoda ante el cuestionamiento de la prensa.

Aunque la Administración Biden afirmó que fue una decisión difícil de tomar,  “la tomamos porque los ucranianos se están quedando sin municiones, por lo que estas bombas son necesarias para que continúen luchando contra los rusos”. Otro elemento que distancia a los países es que Los británicos apuestan por la entrada de Ucrania a la OTAN mientras que él mismo presidente norteamericano afirmó que no es el momento.

A pesar de estas diferencias ambos países muestran un sólido nivel de alianza que parece superar las divergencias políticas y abonar el camino que seguirá Europa ante la amenaza rusa…

 

 

 

 

 

Washington restringe inversiones en China. Nieves C. Pérez Rodríguez

Aunque hoy el término no es guerra comercial, el utilizado hasta el cansancio en la era Trump, las restricciones a empresas parece ser él camino escogido por Washington. Ambos partidos políticos entienden la necesidad de imponer controles en pro de la seguridad nacional de EEUU.

La Administración Biden, mucho más conciliadora y tolerante, no ha sido condescendiente con Beijing. Al contrario, desde el comienzo avanzaron en establecer ciertos controles y escudriñar la razón de algunas prácticas de empresas chinas en territorio estadounidense.

El camino de las restricciones parece ser el escogido en medio de las hostilidades diplomáticas y económicas entre ambos países. El Congreso, a través del Comité de Política Exterior, está haciendo riguroso seguimiento, mientras que fortalecieron el Comité de Inversiones Extranjeras y crearon la autoridad para examinar inversiones en el extranjero de empresas estadounidenses.

El pasado otoño, la Administración Biden anunció extensos controles de exportación a China sobre “tecnologías sensibles” evitando así que China pueda adquirir chips y componentes de fabricación para chips.

Ya en el 2020, Trump había firmado una orden ejecutiva en la que se prohíbe a empresas o individuos estadounidenses invertir en valores que cotizan en la bolsa en empresas que están en la lista de empresas militares chinas para asegurarse que el capital estadounidense no financie la modernización militar china.

Otro ejemplo es la “Ley de Trabajo Forzoso de los uigures” aprobada también en septiembre del 2020 por el Congreso de EE.UU. que consiste en el bloqueo de las importaciones de productos fabricados en Xinjiang, después de comprobar con múltiples testimonios que existen evidencias suficientes de trabajo forzoso en esta región de China. Sumado al horror que estas minorías padecen en los Centros de Reeducación, por su nombre chino oficial, o campos de concentración de acuerdo con las organizaciones de Derechos Humanos.

Por lo que las tensiones solo han crecido y las quejas d Beijing de que no están siendo tratados de manera justa han venido en aumento. Paralelo con el debate de si es inminente un “decoupling” o más bien la diversificación de la cadena de suministro, que la pandemia dejo ver él problema de depender de China.

En esta compleja situación la Secretaria del Tesoro estadounidense, Janet Yellen, visitó China recientemente cerrando así una serie de visitas oficiales incluida la del Secretario de Estado que buscan claramente reabrir los canales diplomáticos.

Mientras se preparaba la visita de Blinken a Beijing los oficiales chinos insistieron en que se dieran reuniones con los oficiales estadounidenses en materia económica, sin embargo, no se les concedió hasta que se organizó la visita de Blinken y se dieron las primeras reuniones. Para Beijing la prioridad es abrir y restablecer los canales económicos.

Desde que apareció el globo espía chino sobrevolando territorio estadounidense las relaciones bilaterales sufrieron un enfriamiento lógico. En los últimos meses se habían impuesto sanciones a empresas chinas, mientras la Administración Biden presionó a sus aliados japones y holandeses para que restringieran sus ventas de semiconductores a China, mientras ha venido agrupando otros aliados para detener la coerción económica de Beijing.

Yellen aprovechó su viaje para reiterar que los Estados Unidos no buscan desvincularse de China, enfatizando que sería desastroso para ambos países y desestabilizador para el resto del mundo, además de prácticamente imposible de ejecutar. Explicó que existe una distinción importante entre él desacoplamiento y la diversificación de la cadena de suministro criticas o la adopción de medidas específicas que protejan la seguridad nacional.

La preocupación sobre las empresas chinas en América y las estadounidenses que operan en territorio chino está latente en las altas esferas de poder en Washington.  En este sentido, en abril un grupo de senadores envió una carta a los Departamentos de Estado, Comercio y Tesoro solicitando que se impongan restricciones e incluso sanciones y hasta que se considere prohibir inversiones a empresas como Alibaba y Huawei puesto que representan grandes riesgos para la seguridad nacional.

La lista es en realidad más extensa, pues los senadores consideran que cualquier asociación de empresas chinas con instituciones militares, académicas y gubernamentales despierta inquietud y sospecha y eventualmente deberán ser revisadas.

Huawei ha estado en el ojo del huracán por años y en efecto, las dudas irresolutas han propiciado un gran movimiento internacional de rechazo y bloqueo encabezado por Washington, basado en la vulnerabilidad del intercambio de información a través de esta red.

La mismo ha sucedido con TikTok, la red social de videos cortos cuyo target son los adolescentes principalmente y que, ha pasado por un intenso escrutinio en Estados Unidos incluida una audiencia con su CEO en el Congreso debido a la poca transparencia en su manejo de data personal.

El temor de que la información personal de un niño en Estados Unidos se almacene en una nube en China es motivo de gran preocupación para los legisladores que saben que la división entre el sector público y privado en China no está claramente delimitado y que además el PC chino siempre puede pedir acceso por motivos de seguridad nacional.

A principios de junio Sequoia, él gigante de capital de riesgo con sede en Silicon Valley anunciaba que dividen su negocio en tres sociedades independientes incluso con nombres distintos. La división de China fue renombrada como HongShang, mientras que la división a cargo de India y él sudeste asiático ahora es Peak XV Partners.

Este cambio de dirección y “rebranding” es una respuesta de la firma para prevenir controversias en los Estados Unidos, pues los legisladores tienen el ojo puesto en las posibles brechas que existen en las empresas domesticas con intereses e incluso operaciones en territorio chino.

En medio de las crecientes tensiones entre Washington y Beijing y la presión doméstica a las empresas americanas que apunta a posibles restricciones de inversiones en China, las firmas tratan de adelantarse y tomar medidas. Algunas están ya explorando otros mercados para establecerse, otras buscan navegar las nuevas legislaciones restrictivas.

Los mensajes de los oficiales de Biden son claros, no buscan romper con China pero sí blindarse ante las amenazas de robo de información, de no ser copartícipes en los abusos a las minorías chinas como los uigures, en la delimitación de ayuda de capital estadounidense en pro de desarrollo avance tecnológico chino y en garantizar una fluida cadena de suministros que no se vea envuelta en crisis diplomáticas. Todos estos aspectos definen una robusta y blindada seguridad nacional para América que es la visión compartida de Estado que tienen tanto los demócratas como los republicos.

 

 

INTERREGNUM: Blinken en Pekín, Modi en Washington. Fernando Delage

Llamar dictador a Xi Jinping como hizo el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, sólo un día después de que el secretario de Estado, Antony Blinken, se reuniera con el presidente chino, no parece la mejor manera de encauzar las relaciones bilaterales. Quizá Biden sólo tenía in mente a los votantes y legisladores republicanos, y no esperaba mayores consecuencias de sus palabras: sabe—como le transmitiría Blinken—que también Pekín necesita un cierto grado de estabilidad en las relaciones con Washington. La reciente visita del primer ministro indio, Narendra Modi, a Estados Unidos ha sido la indicación más reciente de los límites a la capacidad de maniobra de la República Popular.

El ministro de Asuntos Exteriores, Qin Gang, el jefe de la diplomacia china, Wang Yi, y el presidente Xi atendieron sucesivamente a Blinken. Pese al reparto de tareas y de tiempo (un importante número de horas los dos primeros y apenas 30 minutos Xi), los líderes chinos mostraron su disposición a restaurar la normalidad en los contactos. Una voluntad que podría parecer contradictoria, sin embargo, con el repetido mensaje de que ha sido Estados Unidos el culpable del deterioro en las relaciones al rechazar una “actitud racional y pragmática” hacia China. Las dos partes acordaron “continuar las discusiones acerca de los principios que deben guiar la relación”, si bien Pekín rechazó la posibilidad de un diálogo entre las fuerzas armadas de ambos países.

Si no hubo resultados sustanciales de la visita de Blinken, quedó claro al menos el interés compartido en prevenir un conflicto. Los dos gobiernos son conscientes de la naturaleza estructural de sus divergencias, por lo que se trata de minimizar riesgos y evitar choques accidentales. Si Xi asiste en noviembre a la cumbre de APEC en San Francisco, habrá una oportunidad para seguir avanzando en esta dirección, aunque la proximidad de las elecciones presidenciales de 2024 no propiciarán una posición menos polarizada por parte norteamericana hacia China.

La reanudación de los contactos diplomáticos al más alto nivel no implica por lo demás un cambio de estrategia. Justo antes del viaje de Blinken a Pekín, el asesor de seguridad nacional, Jake Sullivan, visitó Japón e India con el fin de coordinar posiciones con respecto al “desafío chino”, mientras que la visita de Estado de Modi a Washington confirma la consolidación de una asociación estratégica que inquieta a la República Popular y será una de las variables clave en la reconfiguración del orden asiático y global.

Aunque hace ya dos décadas que comenzó el acercamiento entre Estados Unidos e India, en los últimos años ha adquirido un impulso sin precedente. Si cuatro sucesivos presidentes norteamericanos han visto el valor de India como socio económico y estratégico, dos gobiernos de distintos partidos en Delhi han concluido igualmente que Washington es un factor imprescindible para su prosperidad y seguridad. Las dos mayores democracias del planeta deberían ser socios “naturales”, pero en realidad es la coincidencia de sus intereses más que sus valores lo que orienta su aproximación. La administración Biden prefiere, de hecho, ignorar el deterioro de la democracia india bajo Modi ante las ventajas que puede ofrecerle en su estrategia hacia China.

Frente al imperativo de corregir la dependencia de las cadenas de valor chinas, India puede convertirse no en un sustituto pero sí en una de las principales alternativas, por lo que Washington le ofrecerá capital y tecnología, además de coordinar sus políticas industriales (de manera destacada en la producción de semiconductores). Especial atención se prestará al terreno militar, lo que permitirá a India minimizar a su vez su dependencia del armamento ruso. Mientras Estados Unidos avanza en su política de diversificación con respecto a China y de aislamiento de Rusia, India podrá desarrollar su sector tecnológico y competir globalmente con la República Popular, además de jugar sus propias cartas ante el eje Pekín-Moscú.

Afrontar el desafío geopolítico chino y garantizar la estabilidad del Indo-Pacífico es, en efecto, la segunda motivación por la que Delhi y Washington se complementan. Sin tener que convertirse en su aliado (posibilidad que sería contraria a su cultura estratégica), India verá reforzada su autonomía mientras continúa construyendo su ascenso como gran potencia económica (tendrá el tercer mayor PIB del planeta antes de que termine está década) y diplomática (compitiendo con Pekín por el liderazgo de los países del Sur Global).

Viena, sede para conversaciones entre Washington y Beijing. Nieves C. Pérez Rodríguez

Después de unas largas semanas de distancia y especulación, de reuniones suspendidas por el hallazgo del globo espía sobrevolando territorio estadounidense y de dimes y diretes a mediados de la semana pasada, finalmente se reuneron en Austria  Jake Sullivan, el asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, y Wang Yi, el ex canciller de Relaciones Exteriores de China y muy alto rango en las filas del Partido Comunista chino y ahora es director de la Oficina de Relaciones Exteriores del partido.

Aunque poco se ha dicho de los dos largos días de trabajo sostenidos en Viena, el simple hecho de que se materializara la reunión es positivo y puede interpretarse como un pequeño avance en dejar atrás la hostilidad e inactividad en la comunicación de ambas naciones. Han pasado tres meses en los que las comunicaciones en la práctica no han existido y los mensajes se han enviado de manera pública y a través de portavoces oficiales en ruedas de prensa o comunicados y en un tono defensivo y que podría complicar aún más la actual situación internacional en medio de la guerra de Ucrania.

La aparición del globo sucedió en un momento de fuertes asperezas y gran tensión diplomático entre ambas naciones, debido a otros casos de espionaje chino, además de una recesión económica internacional, y en efecto una economía china golpeada como consecuencia de la pandemia. Sumado a los efectos que ha generado la guerra de Ucrania en el coste y distribución de combustible y cereales.

La Administración Biden se vió forzada por la presión interna a mostrar un tajante rechazo a China, aunque ciertamente no suele ser su estilo. Tuvo que hacerlo ante el desconcierto y los duros comentarios del partido de oposición y la prensa informando sin parar durante días sobre la violación territorial que significó el globo y su carácter de espía mientras China por su parte se mostraba ofendida por el derribo del artilugio. A razón de ese episodio, el secretario de Estado, Antony Blinken, suspendió su viaje a China y se enfriaron casi todos los canales de comunicación durante un tiempo. Pero la reunión en Viena puede ser un acercamiento previo al G7 que tendrá lugar en Japón el 19 de mayo. Aunque, ciertamente, Blinken conversó brevemente con Wang a pocos días del incidente del globo en Múnich, en el marco de la Conferencia de Seguridad Nacional, pero sin conseguir avances.

A principio del mes de mayo China extendió una invitación a John Kerry, el encargado especial para el cambia climático, pero sin haberse dado fecha públicamente. Se especula que Kerry es cercano a los chinos por los intereses económicos y negocios de su esposa en China. Por lo que, claramente, para Beijing Kerry es mucho más afable y próximo a ellos que otros funcionarios de la Administración.

Así mismo se informó de que el embajador americano en China conversó con el canciller chino el pasado 9 de mayo. Probablemente parte de esa conversación hizo que la reunión de Viena se llevara a cabo aderezada además por los positivos comentarios públicos expresados por la secretaria del Tesoro sobre la necesidad de mantener un diálogo respetuoso entre ambos países a finales de marzo.

Mientras tanto, el Pentágono ha intentado mantener un canal de comunicación abierto con el Ministerio de Defensa chino, pero dado que Li Shangfu, el ministro de defensa, fue sancionado por Washington la Administración no se ha conseguido ningún avance por esa vía.

Algunos analistas estadounidenses creen que la Casa Blanca estaba en conversaciones para conseguir la liberación de algunos presos americanos en China, que valga decir ha sido una de las políticas más consistentes de la Administración Biden desde que tomó el poder. Sin embargo, justo el lunes de esta semana se hacía público que un preso estadounidense de 78 años fue sentenciado de por vida por espionaje. Sentencia que podría volver a poner en jaque las relaciones bilaterales.

Claramente, Beijing está jugando una carta interesante. Sé sabe que los representantes de la Casa Blanca van por el mundo intentando conseguir la liberación de sus presos al precio que sea. Lo han hecho ya en distintos momentos, al régimen de Maduro le liberaron los sobrinos de la mujer de Maduro que estaban presos por narcotráfico, un delito muy grave en este país. a cambio de un par de empresarios estadounidenses apresados en Caracas para poder conseguir el trueque. Lo hicieron con la baloncestista estadounidense, Brittney Griner, apresada por Putin  y también liberada. Y hoy seguro que están negociando la liberación de Evan Gershkovich, el periodista del Wall Street Journal retenido.

El Partido Comunista chino está presionando para conseguir algo más de Biden o simplemente tener más a su favor a la hora de exigirle algo. Lo increíble es que Biden se deja manipular y juega bajo las reglas de los autócratas para conseguir que sus ciudadanos regresen a casa.

Necesitamos más conversaciones y relaciones distendidas, sin duda alguna, pero también necesitamos que Estados Unidos se mantenga firma y exija que se mantenga el cumplimiento de las reglas internacionales y que el estado de derecho internacional sea respetado y no abusado por los tiranos.

INTERREGNUM: Washington-Seúl: un nuevo paradigma. Fernando Delage

Desde su toma de posesión en mayo de 2022, el presidente de Corea del Sur, Yoon Suk-yeol, situó la alianza con Estados Unidos en el centro de la política exterior del país. Coincidiendo con el 70 aniversario de la fundación de dicha alianza, la visita de Estado realizada por Yoon a Washington la semana pasada puso asimismo de relieve el relevante papel que desempeña Seúl en la política asiática de Estados Unidos. Por su capacidad industrial—en particular por la producción de semiconductores y baterías de vehículos eléctricos—, Corea del Sur es una variable central en la estrategia de la Casa Blanca dirigida a reducir la dependencia tecnológica de China. Por otra parte, la presencia militar norteamericana en su territorio ha adquirido una renovada importancia frente al desafío planteado por Corea del Norte.

El objetivo disuasorio que ha supuesto el compromiso norteamericano con la seguridad surcoreana desde el armisticio de 1953 ya no resulta suficiente cuando el programa nuclear de Pyongyang crece de manera alarmante. Además de contar con armamento táctico que podría usar contra su vecino del Sur, el régimen de Kim Jong-un ha modificado su doctrina nuclear, y no descarta el uso preventivo de su arsenal contra Estados no nucleares. Preocupados por su creciente vulnerabilidad frente a esta amenaza, más del 70 por cien de los surcoreanos defienden hoy la adquisición de armamento nuclear; una idea a la que se opone radicalmente Estados Unidos. Puesto que Corea del Norte también puede alcanzar el territorio norteamericano mediante sus misiles intercontinentales, la convergencia entre las necesidades de seguridad de Seúl y las de Washington ha propiciado una redefinición de la alianza.

A ese resultado conduce igualmente una segunda inquietud compartida por ambos países: Taiwán. Abandonando la equidistancia de su antecesor, Moon Jae-in, el presidente Yoon ha subrayado en varias ocasiones que “la paz y estabilidad en el estrecho de Taiwán es un elemento esencial para la seguridad y prosperidad de la región del Indo-Pacífico”. Es una declaración más que bienvenida por Washington y que, al sumarse a la normalización de relaciones entre Corea del Sur y Japón (la visita de Yoon al primer ministro Fumio Kishida en marzo fue el primer encuentro mantenido por los líderes de ambas naciones en 12 años), refuerza los objetivos norteamericanos de consolidar las alianzas con países afines frente a las potencias revisionistas.

La declaración firmada en Washington por Biden y Yoon abre la puerta al establecimiento de un sistema de consultas nucleares entre los dos gobiernos en el caso de una potencial agresión norcoreana, similar al que existe entre los Estados miembros de la OTAN desde 1966. Estados Unidos no volverá a desplegar armamento nuclear táctico en Corea del Sur (lo retiró tras el fin de la Guerra Fría), pero sí un submarino con armamento nuclear sobre bases rotatorias. Por su parte, Seúl reiteró su compromiso con el Tratado de No Proliferación Nuclear, renunciando de este modo—al menos de momento—al desarrollo de una capacidad nuclear propia. A Pyongyang se le lanza el mensaje de que serán inútiles sus intentos de dividir a ambos aliados, y a Pekín el de que no ha logrado evitar el alineamiento de su vecino surcoreano con Estados Unidos (sus acciones, por el contrario, han sido una causa fundamental de ese acercamiento).

El comunicado es creíble y convincente, pero queda sujeto a que sus términos se sostengan en el tiempo. Yoon afronta las críticas del principal partido de la oposición, contrario a lo que considera como una excesiva sintonía con Washington. Biden, además de tener que atender problemas más inmediatos como Ucrania y la rivalidad con China, tiene que revalidar la presidencia el próximo año. Una victoria republicana podría cambiar de nuevo el escenario.

La presidente taiwanesa en EEUU: visita no oficial rodeada de asuntos oficiales. Nieves C. Pérez Rodríguez

 

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Tsai Ing-wen, presidenta de Taiwán, en un intento por cultivar sus aliados visitó el continente americano en un tour de 10 días cuyo destino central tenía a Guatemala y Belice, naciones con las que la isla tiene relaciones diplomáticas.

De camino a sus destinos oficiales, Tsai hizo una parada en Nueva York, ciudad en la que asistió a varios encuentros, entre ellos uno con la comunidad taiwanesa residente en la ciudad. Aunque su visita a los Estados Unidos no es oficial, debido a que desde que se establecieron relaciones formales entre Washington y Beijing en 1979 los líderes taiwaneses solo han viajado a Estados Unidos en forma de visitas privadas y/o tránsito y, se le reserva la distinción de visitas oficiales a los funcionarios o dirigentes de Pekín.

Para Taipei, el gobierno estadounidense es la clave en la preservación de su semi-autonómico estatus y el hecho de que figuras políticas taiwanesas usen de tránsito a los Estados Unidos potencia las relaciones y en este caso le permite a Tsai reunirse con algunas figuras distinguidas y hacer un poco de lobby para su isla.

De acuerdo con el informe ChinaPower del Think Thank CSIS sobre Taiwán, históricamente las visitas de los líderes taiwaneses a Estados Unidos se han manejado con sutileza e intentando no ofender al gobierno chino y evitando provocaciones innecesarias.

La Administración Clinton, por su parte, inicialmente negó la visa al entonces presidente taiwanés Lee Teng-hui pero el Congreso presionó para que la visita privada se llevara a cabo. En 2001 a Chen Shui-bian no se le permitió realizar eventos públicos. Posteriormente el presidente Bush en 2002 cambió esa dinámica, aunque en 2006 la misma Administración, preocupada por las políticas de Chen hacia China, limitó las actividades.

A partir del 2008 el tratamiento de Estados Unidos a estos viajes se hizo más consistente bajo el entonces presidente Ma Ying-jeou, al cual se le permitió reuniones con líderes locales y congresistas y hasta la posibilidad de realizar eventos públicos.  Desde el 2016, año en que Tsai se convierte en presidente, Washington ha actuado con más flexibilidad y ha dado más tiempo a los visitantes taiwaneses para participar en actividades en sus paradas técnicas en territorio estadounidense.

Como es costumbre, en esta última visita la respuesta china no se hizo esperar y el ministro de Relaciones Exteriores calificó a Tsai como la “jefa de las fuerzas secesionistas de independencia de Taiwán” alegando que la visita viola la política de una sola China que mantiene los Estados Unidos.

Poco antes de que se conociera la visita de Tsai, Honduras rompía relaciones con Taipei y se pudo saber que China ofreció 2.95 mil millones de dólares a Honduras como estímulo para establecer relaciones bilaterales, y el canciller hondureño, Eduardo Enrique Reina, fue invitado al gigante asiática en el momento en que Tegucigalpa rompió sus relaciones diplomáticas con Taiwán.

Taipei mantiene relaciones diplomáticas con 13 Estados pequeños (Ministry of Foreign Affairs, Republic of China (Taiwan)-Diplomatic Allies (mofa.gov.tw)  y la visita de la presidenta en este momento es importante, puesto que Taiwán necesita hacerse presente y enviar un mensaje claro a sus aliados recordándoles que siguen estando ahí y que a pesar de la ausencia física durante la pandemia, una vez que se ha vuelto a la normalidad, Tsai se presenta y les recuerda que aprecia y necesita de sus aliados.

Los países que tienen relaciones diplomáticas con China no pueden tener relaciones diplomáticas con Taipei, razón por la que en los últimos años la lista de Estados que reconocen a Taiwán se ha ido encogiendo. Mientras que Beijing ha ido aumentando su influencia y comprado con proyectos y créditos sus relaciones por el mundo.

Paralelamente a la visita de Tsai, en el Congreso estadounidense se introducía un proyecto de ley para “formular la respuesta de Estados Unidos ante una posible invasión de Taiwán”. Una propuesta bipartidista y bicameral puesto que dos representantes de la cámara baja presentarán una legislación complementaria.

En la presentación del proyecto de ley  explícitamente se solicita que el Departamento de Defensa, en colaboración con la comunidad de inteligencia y los Departamentos del Tesoro, Comercio y Homeland Security elaboren una estrategia de sanciones efectiva contra la República Popular China en caso de una agresión contra Taiwán. Solicitan a estas instancias tener identificadas las vulnerabilidades y las posibles medidas de respuesta a China.

Asentándose sobre la orden que dio Xi Jinping al Ejército Popular de liberación de que esté preparado para invadir Taiwán en el 2027 se justifica este proyecto de ley y en las consecuencias devastadoras que dicha invasión puede acarrear para los aliados de Washington en la región. Dice también que aún hay tiempo para formular una estrategia clara para proteger la economía y fortalecer significativamente a nuestros socios en la región como medida disuasoria.

En este sentido 4Asia se puso en contacto con la Representación Económica y Cultural de Taipei en Washington para conocer su opinión sobre dicha ley y esto fue lo que nos dijeron:

“El Congreso de los Estados Unidos ha sido una fuerza impulsora para acercar las relaciones entre Taiwán y los Estados Unidos. Estamos muy agradecidos por el apoyo bipartidista y bicameral a largo y ancho del Congreso de los Estados Unidos”.

Por su parte, el pasado viernes, mientras la presidente taiwanesa estaba en la gran manzana, Beijing envió 10 aeronaves militares a sobrevolar el Estrecho de Taiwán como una respuesta de protesta y quizás hasta de alerta sobre lo que puede suceder si Occidente se opone a una futura adhesión de Taiwán al territorio chino.

Antes de regresar a Taiwán Tsai hará una parada técnica en Los Ángeles en su camino de regreso, ciudad estadounidense con más taiwaneses, unos 45.000 aproximadamente. Aunque el Estado de California tiene una comunidad de casi 95.000 taiwaneses. Además de diferentes encuentros previstos, la presidente planifica reunirse con Kevin McCarthy el nuevo líder de la Cámara de Representantes que sustituyó a Nancy Pelosy. Y aunque el encuentro no es oficial, con un recibimiento en el Congreso, es posible que Beijing proteste enérgicamente debido a que McCarthy es el segundo en la línea de sucesión de EEUU.

Estados Unidos ha venido aumentando su apoyo a Taiwán en los últimos años, ante el potencial peligro de que China invada la isla. A finales de año se acordaba que se le vendería a Taiwán armamento por un importe superior a 1.1 mil millones de dólares, lo que provocó la ira de China.

El General Mark Milley, jefe del Estado Mayor Conjunto, hizo un llamamiento a cambiar la retórica alarmante sobre una inminente guerra de Estados Unidos contra China y dijo que él duda de las posibilidades de que China pueda conquistar a Taiwán. Mientras, dijo que Washington debe continuar acelerando los envíos de armas a Taiwán y aumentar las capacidades militares de la isla, por si acaso…

Milley dijo también que Taiwán necesita defensa aérea, misiles de crucero antibuque y minas antibuque. Aunque admitió que la isla en sí misma, su población de 23 de millones, incluidos los 170.000 militares en servicio activo y entre 1 y 2 millones de reservistas, junto con la falta de experiencia de China hacen que una toma de control sea poco probable. “Taiwán sería una isla difícil de conquistar”.