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Los Chaebol, ¿Son el futuro? Ángel Enríquez de Salamanca Ortíz

En 1945, después de la Segunda Guerra Mundial, Corea fue liberada del dominio colonial japonés y se dividió en dos partes: Corea del Norte, gobernada por los comunistas, y Corea del Sur, bajo la influencia de los Estados Unidos.

Después de la guerra de Corea de 1950 a 1953, que acabó con la vida de más de 2 millones de personas, Corea del Sur quedó completamente subdesarrollado y agrícola, mientras que en la parte norte se concentró la industria.

En 1960, el general Park Chun Hee dió un golpe de estado logrando hacerse con el poder. Casi 3 décadas de sucesivas dictaduras que sentaron las bases del crecimiento económico a costa de libertades civiles y recortes de derechos humanos. Es en esta época es cuando surgieron los Chaebols, un conglomerado empresarial dirigido por las familias más poderosas de Corea de Sur que contaban con el apoyo del gobierno para competir en los mercados internacionales, empresas como Hyundai, LG o Samsung son solo algunos ejemplos de Chaeboles coreanos.

Desde su surgimiento en la década de 1960, los chaebols han sido una fuerza dominante en la economía de Corea del Sur. Estas conglomerados empresariales, que abarcan una amplia variedad de sectores, han sido clave en el crecimiento económico del país, sin embargo, también han sido objeto de críticas por su influencia en la política, la sociedad y la cultura empresarial del país.

Por lo general, los chaebols son empresas familiares que han expandido sus negocios a través de fusiones y adquisiciones. En su mayoría, están controladas por una familia fundadora, lo que les permite tener un control centralizado y tomar decisiones rápidas. Además, suelen estar estructuradas en torno a una empresa matriz que controla un número de subsidiarias, cada una especializada en un sector en particular. Además, los chaebols se han expandido en múltiples sectores económicos y han diversificado sus operaciones para reducir su dependencia de un solo producto o sector, como por ejemplo, Samsung o Hyundai.

Juntos, estos conglomerados representan una parte significativa de la economía de Corea del Sur y tienen una gran presencia en el mercado global.

Como se observa en el siguiente gráfico, los chaebols abarcan diferentes sectores y productos: productos electrónicos, seguros de vida, de hogar, etc…

Uno de los principales beneficios de los chaebols es su capacidad para movilizar grandes cantidades de capital para invertir en nuevos proyectos. Esto ha sido esencial en el desarrollo de industrias clave en Corea del Sur, como la electrónica, moda y la automotriz. Además, los chaebols han creado empleo y han ayudado a mejorar el nivel de vida de muchos surcoreanos.

Sin embargo, también hay críticas al poder de los chaebols. Una de las principales críticas a estos conglomerados es la concentración del poder económico y la falta de competencia en el mercado. Como resultado, se han planteado preocupaciones sobre la justicia económica y la desigualdad en Corea del Sur.

Además, los chaebols han sido objeto de críticas por su influencia en la política del país. A menudo, tienen relaciones estrechas con los políticos y se espera que contribuyan a los partidos políticos y a las campañas electorales. Esto ha llevado a preocupaciones sobre la corrupción y la falta de transparencia en la política.

Otro problema es la cultura empresarial en los chaebols, que se ha caracterizado por una jerarquía rígida y una cultura laboral exigente. Los empleados a menudo trabajan largas horas y tienen pocas oportunidades para equilibrar su vida laboral y personal. Esto ha llevado a problemas de salud mental y a una tasa de suicidio alarmantemente alta entre los trabajadores de los chaebols. A pesar de esto, el objetivo de muchos surcoreanos es lograr trabajar en uno de estos chaebols y llegar a tener un puesto de responsabilidad y poder vivir en el prestigioso y lujoso barrio de Gangnam, en Seúl, famoso por el single del rapero surcoreano PSY.

Para abordar estos problemas, el gobierno surcoreano ha intentado implementar medidas destinadas a reducir el poder de los chaebols. En 2019, se promulgaron leyes para fortalecer la transparencia en la propiedad y la gestión de las empresas, y se estableció un fondo de compensación para los trabajadores afectados por el cierre de empresas. El gobierno también ha implementado medidas para promover la diversificación y el crecimiento de pequeñas y medianas empresas (PYMES) para reducir la dependencia de la economía de los chaebols. Estas medidas incluyen programas de apoyo financiero y fiscal, así como la promoción de la innovación y el emprendimiento.

Los chaebols tienen un peso significativo en el PIB de Corea del Sur. Según datos de la OCDE, los ingresos de los conglomerados familiares (que incluyen a los chaebols) representaron alrededor del 50% del PIB del país. Aunque se trata de una cifra que ha disminuido en los últimos años debido a las reformas y medidas adoptadas para reducir el poder de los chaebols y promover una mayor competencia empresarial en el país, y empresas como Hyundai o Samsung son sus principales contribuyentes.

En conclusión, los chaebols han sido una fuerza importante en el desarrollo económico de Corea del Sur. Sin embargo, también han generado críticas por su poder económico, su influencia en la política y su cultura empresarial exigente, que no respeta los derechos humanos. Es importante encontrar un equilibrio entre los beneficios económicos y la justicia social para garantizar un desarrollo sostenible y justo en el país. Diversificar la economía, limitar el poder de los chaebols sin mermar el crecimiento económico, es y será uno de los objetivos  principales del gobierno de Corea del Sur en los próximos años.

 

Ángel Enríquez de Salamanca Ortíz es Doctor en Economía por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Relaciones Internacionales en la Universidad San Pablo CEU de Madrid

 

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@angelenriquezs

Cuando fuimos los mejores. Juan José Heras.

China ha pasado de fabricar productos textiles y bienes de consumo barato en los años 80 a disponer de industrias en sectores con una mayor componente tecnológica como por ejemplo los de automoción, maquinaria, electrónica, productos químicos, etc. Asimismo, su mayor competitividad en el mercado global ha contribuido a multiplicar exponencialmente sus exportaciones.

Desde el mundo desarrollado se acusa a China de hacer “trampas” para mejorar su capacidad industrial y sus exportaciones. Entre ellas, destacan las de subsidiar a sus empresas, un tipo de cambio devaluado, la regulación de los precios de la energía o los tipos de interés artificialmente bajos.

Sin embargo, aunque todos estos factores han contribuido al desarrollo industrial de China, no son la base de su transformación industrial. Según los expertos, el éxito del gigante asiático se ha debido principalmente a una ubicación geográfica excepcional como núcleo manufacturero en Asia y a la combinación de un coste laboral del tercer mundo con infraestructuras del primer mundo.

Además, parece ser que hubo un tiempo en que fue al revés. En el siglo XVIII, la industria de porcelana en Europa se desarrolló gracias a los informes de los misionarios jesuitas sobre las técnicas chinas, consideradas por Pekín como secretos comerciales. Asimismo, los británicos establecieron una industria del té en India gracias al robo de plantas de té en China, ya que su exportación estaba prohibida. Pero no hace falta remontarse tanto en el tiempo, a principios del siglo XIX Estados Unidos estableció su primer complejo textil en Lowell (Massachusetts) gracias al espionaje industrial en Europa.

También en el vecindario chino encontramos casos significativos como los de Japón, Corea del sur y Taiwán, que después de la segunda guerra mundial llevaron a cabo técnicas de ingeniería inversa de la tecnología occidental. Con estos ejemplos, no se pretende justificar el robo de propiedad intelectual, sino poner de manifiesto que es una realidad universal que termina cuando los beneficios de proteger las patentes propias son mayores que los que aporta el robo de tecnología extranjera. China está cada vez más cerca de alcanzar ese punto como indica el hecho de que esté comenzando a legislar sobre el asunto.

Además, pese a las desventajas competitivas, a la mayoría de las empresas extranjeras les sigue resultando rentable su presencia en el gigante asiático debido principalmente al descomunal volumen de su mercado y a la falta de fabricantes nacionales capaces de competir en el mercado internacional de productos de alta tecnología. Y es que no hay que tirar las campanas al vuelo ya que la producción industrial china sigue muy ligada al ensamblaje final de componentes, donde los márgenes de beneficio son muy pequeños, mientras que la parte más rentable, esto es el diseño y marketing de los productos finales, sigue en manos de las multinacionales extranjeras.

Por tanto, si nos alejamos de los tópicos y los discursos precocinados donde el sentir popular es que “los chinos nos comen”, sorprende descubrir que no están haciendo nada que no hayamos hecho antes en occidente, que no están “tan avanzados” todavía y que, pese a las quejas, nuestras empresas siguen beneficiándose de su presencia en China. Pero si hacemos caso de la historia, en este caso con características chinas, ¿veremos en el futuro a occidente copiando la tecnología china de nuevo?