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¡Y el AUKUS, finalmente, nació! Nieves C. Pérez Rodríguez

En septiembre del 2021 se le daba nombre al acuerdo que era bautizado antes de que objetivamente naciera. El peculiar anuncio de AUKUS se hizo previo a la discusión exhaustiva de los puntos concretos de la alianza, lo que de por si le imprimió un carácter disímil y, finalmente, dieciocho meses más tarde, los tres socios se reunieron en San Diego, California, para formalizar con apretones de manos, fotos y anuncios oficiales que AUKUS es tan real que comenzará a dar sus frutos.

La asociación entre Australia, Reino Unido y Estados Unidos (AUKUS por sus siglas en inglés) está viva y tiene objetivos muy claros en el futuro, en un mundo cada vez más dividido en el que China y Rusia se acercan y las democracias se juntan para protegerse y por tanto fortalecerse.

Otras democracias como Japón, Corea del Sur, Taiwán y hasta la misma Filipinas se han acercado a los Estados Unidos, como mecanismo de supervivencia. Y en los últimos tiempos hemos sido testigo de esos acercamientos que se materializan con visitas de altos funcionarios, maniobras militares en conjunto, establecimiento de bases militares en cooperación o envío de misiones que se despliegan tanto para entrenar como para el envío de un mensaje directo a quienes pretendan desestabilizar la dinámica del Pacífico y el Indico.

Por su parte, el primer ministro británico, Rishi Sunak, hacía un anuncio el domingo (justo a un día del encuentro de los tres líderes) sobre el aumento en su presupuesto de defensa a 6 mil millones de dólares para fortalecerse contra la invasión rusa a Ucrania, que ha despertado viejos fantasmas en Europa, pero con ojo y el énfasis en la creciente amenaza China. El anuncio se da en medio de una situación doméstica comprometida para Sunak, con protestas en las calles y una situación económica desfavorable. Por lo que justificó la necesidad de la alianza, además, con empresas como Rolls-Royce, la gigante británica de ingeniería que proporcionará los reactores para los submarinos de propulsión nuclear, lo que será  una fuente de puestos de empleos locales.

El primer ministro australiano, Anthony Albanese, describía el acuerdo como la “mayor inversión individual en la capacidad de defensa de Australia”.  Australia viene desarrollando un pensamiento más estratégico, al menos desde 2020, desde donde ha venido buscado expandir su papel en la región contando con mayor capacidad a la vez que va acompañado de la mano de otras potencias que le servirán de apoyo de necesitarlo.

El comunicado oficial emitido por el Departamento de Estado al respecto decía que “gran parte de la historia del siglo XXI se escribirá en el Indo-Pacífico y para mejorar la prosperidad económica, la libertad y el Estado de Derecho, y para preservar los derechos de cada país. AUKUS ayudará a compartir la visión compartida de una región del Indo-Pacifico libre y abierta para las generaciones venideras”.

Aukus es un pacto que está concebido para enfrentar la expansión de China en el Pacífico occidental por lo que la incorporación de submarinos a la ecuación va a dar muchos beneficios. Los submarinos llevarán armas convencionales y los reactores nucleares. Se estima que a fines de la década de 2030 el primer submarino de última generación esté listo en el Reino Unido y contará con una gran cantidad a bordo de tecnología.

El AUKUS se compone de dos pilares, uno lo define el esfuerzo trilateral para apoyar a Australia en el desarrollo, construcción y operación de submarinos de propulsión nuclear y el segundo pilar se enfoca en acelerar la cooperación en tecnología crítica que incluyen capacidades cibernéticas, inteligencia artificial, tecnologías cuánticas y capacidades submarinas adicionales, hipersónicas entre otras.

En el fondo, aunque en una primera etapa impulsará a Australia, se busca mejorar las capacidades de defensa de las tres naciones que lo componen. Aunque de acuerdo con Charles Edel, respetado experto en asuntos australianos con foco en defensa, en el fondo la triple asociación busca impulsar la integración tecnológica para hacer crecer la capacidad industrial y profundizar de esta forma la coordinación estratégica entre las tres naciones.

Edel explica que esta alianza buscar transformar la capacidad de construcción naval de las tres naciones, pretende ser un acelerador tecnológico y a cambiar el equilibrio de poder en el Indo-Pacifico y, en última instancia, está destinado a cambiar el modelo de cómo opera Estados Unidos, y como empodera a sus aliados.

Las imágenes y las palabras que nos dejó el encuentro de tres poderosos líderes de Washington, Camberra y Londres después de todos los estragos de la pandemia revelan cómo las viejas democracias están recurriendo a estos acuerdos para contrarrestar a un nuevo pero peligroso adversario: China.

Y aunque ya existía una afiliación a través de la asociación del Five Eyes que tuvo su origen en los cuarenta y se expandió durante la Guerra Fría, y aunque en sus inicios Australia no era parte se incorporaron y desde entonces ha sido parte fundamental y claramente en el futuro cercano. Australia será un importante actor en los años venideros en la región y jugará un rol determinante

INTERREGNUM: Asia y la primera guerra mundial. Fernando Delage

La conmemoración, el pasado fin de semana en París, del centenario del armisticio que puso fin a la primera guerra mundial ha sido objeto de un considerable número de artículos en los medios. La relevancia del conflicto para el siglo XX lo merece. Pero también por sus lecciones para el mundo de hoy y del futuro. Si en relación con este último nadie duda de que una de sus claves es el dinamismo de Asia, suele olvidarse por el contrario el papel del escenario asiático en la década que precedió al estallido de la guerra.

La competencia de las grandes potencias en este continente tuvo repercusiones directas en Europa. Frente a quienes señalan 1914 como verdadero comienzo del siglo XX, fue la derrota de Rusia por Japón en 1905 lo que desencadenó una serie de hechos que conducirían al fin de la estructura de estabilidad creada por el Congreso de Viena en 1814-15: entre ellos, la Revolución bolchevique y la reconfiguración de las alianzas europeas. Fue la derrota de Rusia lo que condujo a Guillermo II a intentar aislar a Francia en Marruecos con el fin de romper la Entente Cordiale franco-británica, fruto de la guerra ruso-japonesa. La pesadilla alemana, que se convertiría en realidad en 1907, era la formación de un acuerdo entre Reino Unido, Francia, Rusia y Japón en Oriente Próximo—incluyendo el reparto de China—que excluyera a Alemania. El aislamiento de esta última en Asia y la reorientación de Rusia hacia el frente europeo—los Balcanes en particular—con una disposición revanchista (había que dejar atrás la humillación de la derrota ante Japón) cristalizaría en la rivalidad entre Berlín y San Petersburgo.

Concluida la guerra, tampoco Alemania sería el único país humillado por los términos acordados por los vencedores. Lo fueron asimismo Hungría o Turquía, pero también Asia en su práctica totalidad. Las demandas de vietnamitas y coreanos frente al colonialismo francés y japonés ni siquiera fueron oídas. China vio cómo las colonias alemanas en su territorio (Shandong) pasaron a manos de Japón, mientras que este último se sintió tratado como una potencia secundaria. El auge nacionalista en Asia—factor que determinaría el resto del siglo XX en la región—fue, por resumir, uno de los resultados de la primera guerra mundial y del tratado de Versalles.

Pero si se piensa en Asia en relación con la Gran Guerra es sobre todo por la aparente similitud entre el ascenso de China en la actualidad y el auge de la Alemania guillermina. Fue la unificación de Alemania lo que supuso un desafío para el sistema de equilibrio de poder amparado en la primacía británica, desencadenando en último término el conflicto. Es una China camino de convertirse en la mayor economía del planeta y con la ambición de contar asimismo con las mayores fuerzas armadas hacia 2049, quien puede potencialmente poner fin al liderazgo norteamericano del orden mundial desde 1945.

La Historia no se repite pero rima, solía decir Mark Twain. Los presidentes de Estados Unidos y de China afrontan una nueva era de transición de poder. Conmemoraciones como las de estos días sirven para recordar cómo terminaron las anteriores.

Trump en Europa. Nieves C. Pérez Rodríguez

 “Los países europeos tienen que pagar más por su defensa”, es lo que ha afirmado Trump desde el principio de su legislatura. Y aunque esta afirmación es sensata, lo que debería discutirse es sobre las maneras en que se han dicho las cosas. En diplomacia las formas, los gestos y las palabras tienen mucho peso. Y de eso poco parece conocer Trump, quien no quiso esperar ni tan siquiera a un segundo encuentro para reclamarle a sus socios de la OTAN el aumento de sus cuotas. De acuerdo con Robert E. Litan y Roger Noll (expertos del Brookings Institute) Alemania, Canadá, Italia y España tendrían que aumentar su aportación en unos 10 mil millones de dólares. Pero incluso aumentando esas cuotas, Washington ahorraría tan sólo 16,6% de su presupuesto actual de defensa. Lo que lo situaría en el 3% de su PIB, por lo que continuaría siendo el mayor socio de la alianza Atlántica.

La solicitud de Washington de que cada miembro de la OTAN aporte un 2% de su PIB no es descabezada -es más, ya había sido acordada previamente-, así como no lo es tampoco el planteamiento del término, pues entraría en vigor en el 2024, con lo cual, los países tendrían tiempo para recalibrar sus presupuestos y afinar cuentas.

Pero las torpezas de Trump y sus burdas formas pueden pasarle factura. Como el grave error que cometió al atacar las políticas de Theresa May, quien lidera el país más cercano y gran aliado de Estados Unidos en Europa y en el mundo.

Que Trump tenga su opinión acerca de las políticas domésticas inglesas no es de extrañar, pero que exprese públicamente sus opiniones en forma de críticas en una visita oficial a ese país puede ser considerado una injerencia en los asuntos domésticos, además de un gran desatino diplomático.

La OTAN es la organización militar más poderosa del mundo. Se creó en un momento histórico en el que Europa necesitaba a gritos de intervención extranjera para equilibrar dictadores y movimientos políticos hiper radicales que se había cobrado la vida de muchos millones de ciudadanos.  Claramente, las circunstancias de hoy no son las de hace 70 años, pero su compromiso sigue intacto en garantizar la paz y la libertad a través de la resolución pacífica. Esta alianza, a través de los años, se ha convertido en garante de la seguridad del mundo, traspasando las fronteras de sus miembros. Y Asia no escapa de este compromiso. Así lo ha afirmado el emisario especial de la OTAN el mes pasado, James Appathurai, asegurando que Asia Central fue catalogada como una región estratégica, incluso antes de la guerra de Afganistán.

Estados Unidos ya ha intentado en varias ocasiones incorporar socios asiáticos a la Alianza, como los países miembros de la ASEAN. Con los ojos puestos en el titánico crecimiento de China y su desarrollo militar, junto con sus pretensiones expansionistas, que la OTAN tuviera más presencia en el Pacífico ayudaría a equilibrar fuerzas en la región y frenaría un poco a Beijing. Además de neutralizar el gran dolor de cabeza, Corea del Norte, que ha mantenido la región y más recientemente una amenaza para el propio territorio estadounidense, una vez que Pyongyang demostró el otoño pasado que tiene capacidad de lanzar misiles de largo alcance.

Sobre todo, después del encuentro en Singapur, y del desastroso viaje de Mike Pompeo a Pyongyang la semana pasada, Trump debería estar aglutinando aliados que lo apoyen en la resolución del conflicto que su administración considera el mayor problema a resolver, con el que se enfrentan.

Algo tan frágil como la seguridad europea debería estar en manos de sus propios miembros. El hecho de que Estados Unidos haya sido el mayor financiero de la OTAN obedeció a un momento histórico que ha cambiado. Los líderes europeos deberían entender que la seguridad es clave para proteger sus territorios, sus valores y a sus ciudadanos de cualquier amenaza, aunque no dé votos en las urnas electorales como las políticas de izquierdas (beneficios, pensiones, seguridad social, etc.). La petición de Trump no es equívoca, pedir más compromiso económico es legítimo, el problema es cómo lo ha pedido. La falta de tacto político está poniendo a Trump en una situación de aislacionismo, en vez de cultivar aliados va por ahí diciendo sandeces en foros de cooperación y entendimiento. Al final, el problema no sólo es lo que dice sino cómo lo dice. (Foto: Flickr, Ruperto Miller)