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INTERREGNUM: Australia revisa su política de defensa. Fernando Delage

Como muchos otros países en tiempos recientes, también Australia se ha visto obligada a actualizar su estrategia de seguridad nacional. El 24 de abril, el gobierno laborista de Anthony Albanese anunció una revisión de gran alcance de su política de defensa. Según se indica, “las circunstancias estratégicas son hoy radicalmente diferentes”: el riesgo de una escalada militar y de un conflicto en la región del Indo-Pacífico ha aumentado; las acciones de Pekín en el mar de China Meridional amenazan las reglas de un orden del que depende Australia; y la capacidad de Estados Unidos de garantizar la seguridad regional se encuentra sujeta a nuevos desafíos.

Frente a esta transformación del entorno exterior, las actuales capacidades australianas resultan insuficientes. La nación ha perdido la ventaja de su lejanía si pueden alcanzarla misiles chinos, mientras que las líneas de navegación de los océanos Índico y Pacífico, vitales para su economía, son vulnerables a un bloqueo. La revisión de la defensa, un documento que permanece clasificado en su mayor parte, no subraya tanto el temor a una invasión como la preocupación por los daños que Australia pueda sufrir desde el exterior. En consecuencia, la defensa nacional—y la estabilidad del Indo-Pacífico—demandan como prioridad la mejora de sus medios de proyección de poder.

Un instrumento básico en esa dirección será AUKUS, el pacto firmado con Estados Unidos y Reino Unido para dotarse de submarinos de propulsión nuclear. Con independencia de las dudas que plantean el calendario y el coste de dicho acuerdo, ya examinados en una columna anterior, Australia necesita asimismo otras capacidades de largo alcance, para lo que se contempla el reforzamiento de los puertos y bases situados en la costa septentrional, así como de la industria de defensa. El objetivo fundamental, según se desprende de la revisión, debe consistir en modernizar aquellos programas con mayor efecto disuasorio, aunque también se traduzca en un recorte de los recursos de carácter más convencional.

La actualización de la estrategia de defensa no se limita por otra parte a la dimensión militar. Se subraya la importancia de la coordinación entre las distintas agencias de la administración, a la vez que se hace hincapié en los instrumentos diplomáticos como clave de la seguridad nacional. En este sentido se recomienda la adopción de una posición más proactiva, encaminada a apoyar el mantenimiento de un equilibrio de poder en el Indo-Pacífico y poder reducir así los riesgos de conflicto. Es un imperativo que deriva del hecho de que, conforme al análisis realizado por el documento, Estados Unidos ya ha dejado de ser el “líder unipolar” de la región, y su competición con China puede conducir a un enfrentamiento abierto. Pero al mismo tiempo que se deben fortalecer los medios nacionales, se señala que la alianza con Washington es cada vez más importante para Canberra, por lo que se sugiere mejorar la planificación militar bilateral, aumentar las maniobras conjuntas y la presencia de las fuerzas norteamericanas. Se propone igualmente profundizar en la asociación estratégica con Japón, India y otras naciones afines.

Pese a la acertada descripción del entorno y las nuevas amenazas, la comunidad estratégica australiana ha llamado la atención, no obstante, sobre algunas debilidades de la revisión. Destaca entre ellas la llamativa ausencia de toda referencia presupuestaria y de financiación acorde con el incremento de capacidades que se propone. Las dudas surgen asimismo con respecto a la ambigüedad de los objetivos finales. Como ha escrito en The Monthly el profesor Hugh White, responsable él mismo de un anterior Libro Blanco de defensa, la cuestión que se plantea a Australia es “si desarrollar unas fuerzas armadas diseñadas para ayudar a Estados Unidos a defender su posición estratégica en Asia frente al desafío que representa China y mantener el viejo orden liderado por Washington, o construir unas fuerzas que garanticen nuestra seguridad si el poder norteamericano en Asia se reduce y se ve sustituido por un nuevo orden dominado por China e India”. Ambas cosas son imposibles, indica, porque cada una de ellas demanda prioridades diferentes para las fuerzas australianas.

INTERREGNUM: AUKUS: más preguntas que respuestas. Fernando Delage

La semana pasada los líderes de Estados Unidos, Reino Unido y Australia se reunieron en California para desvelar algunos detalles del pacto anunciado por los tres gobiernos en septiembre de 2021. De conformidad con el acuerdo, conocido como AUKUS, se dotará a Australia con al menos ocho submarinos de propulsión nuclear con el fin de reforzar las capacidades de disuasión frente a las ambiciones de dominio marítimo por parte de China. Estados Unidos y Reino Unido extenderán así su compromiso con la seguridad del Indo-Pacífico, y Australia dispondrá de tecnología (pero no de armamento) nuclear. Aunque la señal política que se lanza a China es clara, el acuerdo plantea no pocas dudas.

Un primer interrogante tiene que ver con el calendario. Los primeros submarinos no estarán en manos australianas hasta principios de los años cuarenta. Para evitar ese desfase, como solución interina Washington y Londres desplegarán hasta cinco de sus submarinos en el Pacífico de manera rotatoria a partir de 2027. A principios de la década de los treinta —y siempre que el Congreso de Estados Unidos lo apruebe—, Canberra comprará a Washington tres submarinos de la clase Virgina, con la opción de adquirir dos más, hasta que se produzcan las unidades finales previstas en el pacto. Ha sorprendido a los analistas que la Casa Blanca haya dado su visto bueno a la propuesta cuando “alquilar” submarinos nucleares es un hecho sin apenas precedente, y la armada norteamericana tiene dificultades para ampliar sus propias unidades. Por otra parte, aunque se creía que el futuro submarino estaría basado en el Virgina, se anunció que el modelo de referencia será el futuro submarino de ataque que fabricará Reino Unido.

Entretanto, la operación le supondrá a Australia un desembolso de 368.000 millones de dólares, además del reto de formación del personal necesario. No cabe descartar tampoco que los avances tecnológicos que se produzcan en este tiempo—drones submarinos, mejoras en tecnología de satélites, etc—hagan obsoletos estos submarinos incluso antes de su lanzamiento. Estas circunstancias explican que, pese a la importancia del acuerdo (es la primera vez que Estados Unidos comparte su tecnología nuclear para este tipo de submarinos desde que lo hiciera con Reino Unido en 1958), se hayan multiplicado las críticas, y no sólo porque puede contribuir a aumentar las tensiones con China. Algunos medios norteamericanos se oponen a la cesión de los secretos tecnológicos del país, mientras que expertos británicos creen que supone una distracción de recursos cuando se afronta la amenaza rusa. El líder de los laboristas, Keir Starmer, en cabeza en los sondeos de cara a las próximas elecciones, ha subrayado igualmente que la seguridad en Europa debe ser la prioridad.

Los especialistas australianos se preguntan por su parte si su gobierno ha valorado realmente todas las implicaciones. En el Saturday Paper, Hugh White, uno de los más respetados analistas del país, llamaba la atención sobre el hecho de que Australia va a comprar y operar no una sino dos distintas clases de submarinos nucleares hasta los años cuarenta con el consiguiente riesgo de que se produzcan disfunciones, y sin que siquiera esté demostrada una eficacia mayor que la de los submarinos convencionales. Por el precio de los ocho nucleares podría construirse una flota con cincuenta de estos últimos.

Quizá por todo ello, el verdadero significado de AUKUS se encuentra, más que en los submarinos, en un segundo pilar del acuerdo: en la integración tecnológica y en la profundización de la coordinación estratégica entre las tres naciones; una colaboración que podría extenderse en el futuro a la inteligencia artificial, los sistemas cuánticos y los misiles hipersónicos. Son aspectos, sin embargo, aún por elaborar.

¡Y el AUKUS, finalmente, nació! Nieves C. Pérez Rodríguez

En septiembre del 2021 se le daba nombre al acuerdo que era bautizado antes de que objetivamente naciera. El peculiar anuncio de AUKUS se hizo previo a la discusión exhaustiva de los puntos concretos de la alianza, lo que de por si le imprimió un carácter disímil y, finalmente, dieciocho meses más tarde, los tres socios se reunieron en San Diego, California, para formalizar con apretones de manos, fotos y anuncios oficiales que AUKUS es tan real que comenzará a dar sus frutos.

La asociación entre Australia, Reino Unido y Estados Unidos (AUKUS por sus siglas en inglés) está viva y tiene objetivos muy claros en el futuro, en un mundo cada vez más dividido en el que China y Rusia se acercan y las democracias se juntan para protegerse y por tanto fortalecerse.

Otras democracias como Japón, Corea del Sur, Taiwán y hasta la misma Filipinas se han acercado a los Estados Unidos, como mecanismo de supervivencia. Y en los últimos tiempos hemos sido testigo de esos acercamientos que se materializan con visitas de altos funcionarios, maniobras militares en conjunto, establecimiento de bases militares en cooperación o envío de misiones que se despliegan tanto para entrenar como para el envío de un mensaje directo a quienes pretendan desestabilizar la dinámica del Pacífico y el Indico.

Por su parte, el primer ministro británico, Rishi Sunak, hacía un anuncio el domingo (justo a un día del encuentro de los tres líderes) sobre el aumento en su presupuesto de defensa a 6 mil millones de dólares para fortalecerse contra la invasión rusa a Ucrania, que ha despertado viejos fantasmas en Europa, pero con ojo y el énfasis en la creciente amenaza China. El anuncio se da en medio de una situación doméstica comprometida para Sunak, con protestas en las calles y una situación económica desfavorable. Por lo que justificó la necesidad de la alianza, además, con empresas como Rolls-Royce, la gigante británica de ingeniería que proporcionará los reactores para los submarinos de propulsión nuclear, lo que será  una fuente de puestos de empleos locales.

El primer ministro australiano, Anthony Albanese, describía el acuerdo como la “mayor inversión individual en la capacidad de defensa de Australia”.  Australia viene desarrollando un pensamiento más estratégico, al menos desde 2020, desde donde ha venido buscado expandir su papel en la región contando con mayor capacidad a la vez que va acompañado de la mano de otras potencias que le servirán de apoyo de necesitarlo.

El comunicado oficial emitido por el Departamento de Estado al respecto decía que “gran parte de la historia del siglo XXI se escribirá en el Indo-Pacífico y para mejorar la prosperidad económica, la libertad y el Estado de Derecho, y para preservar los derechos de cada país. AUKUS ayudará a compartir la visión compartida de una región del Indo-Pacifico libre y abierta para las generaciones venideras”.

Aukus es un pacto que está concebido para enfrentar la expansión de China en el Pacífico occidental por lo que la incorporación de submarinos a la ecuación va a dar muchos beneficios. Los submarinos llevarán armas convencionales y los reactores nucleares. Se estima que a fines de la década de 2030 el primer submarino de última generación esté listo en el Reino Unido y contará con una gran cantidad a bordo de tecnología.

El AUKUS se compone de dos pilares, uno lo define el esfuerzo trilateral para apoyar a Australia en el desarrollo, construcción y operación de submarinos de propulsión nuclear y el segundo pilar se enfoca en acelerar la cooperación en tecnología crítica que incluyen capacidades cibernéticas, inteligencia artificial, tecnologías cuánticas y capacidades submarinas adicionales, hipersónicas entre otras.

En el fondo, aunque en una primera etapa impulsará a Australia, se busca mejorar las capacidades de defensa de las tres naciones que lo componen. Aunque de acuerdo con Charles Edel, respetado experto en asuntos australianos con foco en defensa, en el fondo la triple asociación busca impulsar la integración tecnológica para hacer crecer la capacidad industrial y profundizar de esta forma la coordinación estratégica entre las tres naciones.

Edel explica que esta alianza buscar transformar la capacidad de construcción naval de las tres naciones, pretende ser un acelerador tecnológico y a cambiar el equilibrio de poder en el Indo-Pacifico y, en última instancia, está destinado a cambiar el modelo de cómo opera Estados Unidos, y como empodera a sus aliados.

Las imágenes y las palabras que nos dejó el encuentro de tres poderosos líderes de Washington, Camberra y Londres después de todos los estragos de la pandemia revelan cómo las viejas democracias están recurriendo a estos acuerdos para contrarrestar a un nuevo pero peligroso adversario: China.

Y aunque ya existía una afiliación a través de la asociación del Five Eyes que tuvo su origen en los cuarenta y se expandió durante la Guerra Fría, y aunque en sus inicios Australia no era parte se incorporaron y desde entonces ha sido parte fundamental y claramente en el futuro cercano. Australia será un importante actor en los años venideros en la región y jugará un rol determinante

THE ASIAN DOOR: Islas Salomón, el vórtice para China en el Pacífico. Águeda Parra

Desde que las islas Salomón cambiaran su alianza diplomática de Taiwán por China por una amplia mayoría en una votación del Parlamento del país insular en 2019, el acercamiento a Pekín ha ido creciendo, no solamente en el número de acuerdos alcanzados, sino en la trascendencia geopolítica que supone una mayor vinculación con China. Su posición en el Pacífico, y la cercanía a otros enclaves de soberanía estadounidense, comienza a generar una inestabilidad en el equilibrio de poder de la región, sobre todo si otros países del entorno siguieran los pasos de las islas Salomón de un mayor acercamiento a Pekín.

En el cambio de reconocimiento diplomático, las islas Salomón consideraron que la política y la economía de Taiwán eran “totalmente inútiles” para los objetivos de desarrollo del país, mientras el giro hacia China estuvo considerado como de un “beneficio” mayor. Además de los objetivos de desarrollo económico, la celebración de los Juegos del Pacífico, que se celebrarán entre noviembre y diciembre de 2023 y que reunirán a los países y territorios de Oceanía, además de Australia y Nueva Zelanda, figuraba en el horizonte de los desafíos que debe acometer el país en cuestión de infraestructuras físicas y digitales para abordar una celebración de ese calibre.

Aparte de las donaciones recibidas por algunos de los países asistentes al evento, como la realizada por Australia, el grueso de la construcción de las infraestructuras deportivas será financiado y construido gracias al acuerdo de 100 millones de dólares suscrito con China con el que se cubrirá hasta el 80% de las instalaciones necesarias para acoger los Juegos del Pacífico de 2023. Un acuerdo alcanzado en 2020 que ya en su momento comenzaba a marcar el curso de un mayor acercamiento entre Honiara y Pekín en los años posteriores.

Tras el fortalecimiento de las relaciones económicas, la geopolítica ha entrado en juego, marcando el actual ritmo de las relaciones bilaterales. El acuerdo de seguridad firmado a principios de año entre las islas Salomón y China situaba al país insular como nuevo eje de la geopolítica en el Pacífico, a la vez que servía de reflejo de la paulatina pérdida de influencia de Estados Unidos en la zona durante la última década. En este juego de equilibrios geoestratégico, China conseguía sumar un aliado en el Pacífico después de anunciarse la alianza trilateral AUKUS entre Estados Unidos, Reino Unido y Australia unos meses antes. Y, aunque todavía no se conoce el detalle del acuerdo de seguridad firmado por las islas Salomón, todo apunta a que los efectos sobre el orden geoestratégico reinante en el Pacífico comienzan a tomar forma.

La decisión de las islas Salomón de prohibir temporalmente el acceso de cualquier barco militar a sus puertos hasta que se establezca un nuevo procedimiento podría ser otro paso más en el cambio de escenario geopolítico en la región. En las últimas semanas, las autoridades de la isla insular prohibían el acceso a dos barcos estadounidenses que forman parte de la campaña lanzada por Washington el pasado mes de julio para luchar contra la pesca ilegal en el Pacífico. De esta forma, Estados Unidos busca reiterar su compromiso con la región como parte de la redefinición de su estrategia Pivot to Asia mientras persigue contrarrestar la influencia de China.

Pero no solamente se han producido avances en lo económico y en lo relativo a cuestiones de seguridad. Después de la exclusión de Huawei para la construcción de la nueva red 5G en muchos países, el acuerdo firmado entre las islas Salomón con la empresa china para acometer el despliegue de la infraestructura de la red de nueva generación vuelve a poner la tecnología en el debate geopolítico. Las 161 torres móviles que construirá y desplegará Huawei cuentan con la financiación de un crédito de 66 millones de dólares ofrecido por Exim Bank a bajo interés. Huawei consigue así incorporarse finalmente como proveedor de telecomunicaciones en la isla después de que el gobierno australiano consiguiera que la isla reemplazara el contrato otorgado a la empresa china a cambio de una financiación conjunta para la construcción de una red de cable submarino en 2018, cuando todavía no se había realizado el cambio de reconocimiento diplomático.

La cercanía de las islas Salomón con las islas Marianas y Guam, que constituyen la considerada como segunda cadena de islas que condicionan la salida de China al Pacífico, preocupa a Washington por el valor estratégico de los avances geopolíticos que está consiguiendo el gigante asiático en la región. De la decisión que tome Honiara tras la moratoria de atraque en sus puertos dependerá el papel que jueguen las islas Salomón en el eje del Pacífico y cómo se reconfigure la balanza geoestratégica en la región.

INTERREGNUM: Malas noticias para Pekín. Fernando Delage

Las últimas semanas no han sido fáciles para los dirigentes chinos. Los problemas parecen acumularse en un año en el que Xi Jinping quería verse libre de obstáculos de cara a la confirmación de su tercer mandato en el XX Congreso del Partido Comunista en otoño. El escenario económico empeora, mientras la primera visita de Biden a Asia ha servido para demostrar que, pese a la guerra de Ucrania, China no ha dejado de ser la prioridad central de la política exterior de Estados Unidos.

Los datos dados a conocer el 16 de mayo han revelado el impacto negativo que la política de covid-cero (con decenas de millones de personas confinadas), además de los efectos indirectos del conflicto en Ucrania, están teniendo sobre la economía: en abril se registraron los peores indicadores de los dos últimos años. Sin embargo, lejos de dar marcha atrás en la posición adoptada con respecto a la pandemia, el Comité Permanente del Politburó ha publicado duras advertencias contra quienes la cuestionen. Con independencia de las dudas sobre su eficacia desde una perspectiva sanitaria, su coste económico impedirá en cualquier caso que pueda lograrse el objetivo de un crecimiento del 5,5 por cien del PIB en 2022 (se aspiraba a conseguir una cifra superior a la de Estados Unidos).

Xi piensa que el liderazgo del Partido Comunista y “las ventajas del sistema socialista” bastan para resolver los problemas que afronta la nación. Así lo afirmó en el discurso que pronunció en la conferencia interna sobre economía celebrada el pasado mes de diciembre, y que ha publicado recientemente Qiushi, la revista teórica del Partido. Las dificultades existentes, dijo el presidente, tienen como principal causa la expansión sin freno del capital y del sector privado, un proceso que debe limitarse devolviendo un mayor control al gobierno. Esa ha sido en realidad su posición de siempre, lo que no ha evitado, sin embargo, la aparición de rumores sobre posibles enfrentamientos entre distintas facciones políticas.

La economía no es la única preocupación de Pekín. El viaje de Biden a Corea del Sur y Japón ha servido para reafirmar el compromiso estratégico norteamericano con la contención de la República Popular. Y da idea de la percepción de alarma de Pekín la activa campaña realizada en días previos por los responsables de su diplomacia con el fin de advertir a los socios de Washington del riesgo de una nueva guerra fría entre dos bloques.

En su visita a Corea del Sur, Biden confiaba encontrar en el nuevo gobierno del conservador Yoon Suk-yeol una mayor disposición a cooperar de lo que fue posible con su antecesor, el liberal Moon Jae-in. Washington quiere ampliar el enfoque regional de la alianza con Seúl y hacer que ésta se aproxime gradualmente al QUAD (el grupo formado por Estados Unidos, Japón, India y Australia). Un primer paso consiste en ayudar a mejorar las deterioradas relaciones entre Corea del Sur y Japón. Con el problema nuclear norcoreano por medio, siempre resultará difícil, no obstante, que Seúl se sume de manera explícita a una política de enfrentamiento con Pekín.

En Japón Biden dio un nuevo impulso a la alianza con su principal socio asiático, coincidiendo con el proceso de actualización por el gobierno de Fumio Kishida de la Estrategia Nacional de Seguridad, a la vez que se sondea la posibilidad de la incorporación japonesa a AUKUS. Pero la estancia en Tokio del presidente norteamericano no respondía sólo a motivaciones bilaterales; fue también la ocasión para anunciar formalmente el plan económico de la Casa Blanca para la región (el “Indo-Pacific Economic Framework, IPEF”), y asistir a la segunda cumbre presencial a nivel de jefes de Estado y de gobierno del QUAD. El IPEF se presentó con algunos cambios tras las reservas mostradas por los líderes de la ASEAN en la cumbre celebrada en Washington la semana anterior. En cuanto al QUAD, éste ha adquirido una creciente relevancia a la luz de la agresión rusa en Ucrania, si bien se plantean nuevas dudas sobre India, país que, como es sabido, no puede prescindir de Moscú en su política de contraequilibrio de China.

Biden regresa a la Casa Blanca después de transmitir un claro mensaje de compromiso con la estabilidad asiática pese a la guerra en curso en Europa, y haber reforzado la cooperación con sus aliados frente a las ambiciones revisionistas chinas. La retórica y las advertencias de Pekín parecen confirmar que ha logrado su principal objetivo.

 

THE ASIAN DOOR: Las Islas Salomón, nuevo eje de la geopolítica en el Pacífico. Águeda Parra

La diplomacia del gasto en infraestructuras impulsada por China en el Pacífico a través de la nueva Ruta de la Seda ha ido generando una nueva dinámica geopolítica en la región que podría amenazar el orden estratégico. Una mayor presencia por parte del gigante asiático en la última década que contrasta con la pérdida de influencia de Estados Unidos sobre una zona donde ha cerrado embajadas, consulados, y reducido la presencia institucional de oficinas como la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés). Ahora, las Islas Salomón se suman al juego de equilibrio geoestratégico incrementando la incertidumbre sobre cuál será la próxima ficha que ponga más presión sobre la región.

Las ambiciones regionales de China se complementan con la acuciante necesidad de desarrollo de infraestructuras que tiene la región, y que está estimada en un gasto anual de 1.700 millones de dólares, según el Banco Asiático de Desarrollo. Bajo la iniciativa china, Pekín potencia el fomento de las relaciones diplomáticas, económicas, financieras y tecnológicas, mientras Washington ha ido paulatinamente perdiendo influencia en estas áreas clave de competencia estratégica. Con la firma del acuerdo de seguridad entre China y las Islas Salomón se abre un nuevo capítulo, el de cooperación en seguridad, que viene a dar respuesta por parte de Pekín a la alianza trilateral militar AUKUS creada por Australia, Estados Unidos y Reino Unido a finales de 2021.

Sin que ninguna de las partes haya dado mayor detalle sobre el alcance del acuerdo, el nuevo aliado de Pekín en el Pacífico, a poco más de 1.700 kilómetros de distancia de la costa australiana, se suma a otras islas de la zona con las que China ha alcanzado acuerdos de cooperación, como Fiji y Tonga. La ayuda enviada por China a Tonga tras la erupción del volcán a finales de 2021 muestra el grado de compromiso del gigante asiático con la región, y que ya se pudo apreciar tras la celebración de la primera reunión de ministros de Asuntos Exteriores de China y el Pacífico celebrada el pasado mes de octubre. Un primer encuentro para ahondar en las causas comunes, como el cambio climático y el desarrollo regional a través de la creación de un Centro de Cooperación para el Cambio Climático entre China y el Pacífico, y un Centro de Cooperación para el Desarrollo y la Reducción de la Pobreza, que marcan el tono de una nueva dinámica de relaciones entre Pekín y las islas del Pacífico.

La intensificación de la diplomacia china en el Pacífico busca también marginalizar a los aliados diplomáticos de Taiwán, reduciendo el número de apoyos en la región a solamente las Islas Marshall, Nauru, Palaos y Tuvalu. De ahí que se esté intensificando la presión para que la administración Biden negocie la extensión de los tratados que Estados Unidos mantiene con Micronesia, Palaos y las Islas Marshall, que están a punto de expirar, evitando así una nueva reordenación geoestratégica en la región.

El acuerdo, conocido como “The Switch”, marca un punto de inflexión en una región que ha estado dominada tradicionalmente por Estados Unidos y Australia, y donde la llegada de presencia militar china podría llegar a bloquear las rutas marítimas entre Estados Unidos y Australia, con la vista puesta en el pacto defensivo AUKUS. De hecho, según el acuerdo firmado, las Islas Salomón podrían solicitar a China el envío de policía armada y presencia militar para mantener el orden social, y proteger a los ciudadanos y sus propiedades. De modo que, las implicaciones reales en materia de seguridad suponen situar a las Islas Salomón como eje sobre el que van a pivotar las decisiones geoestratégicas en el Pacífico entre Estados Unidos, China y Australia.

Un pequeño conjunto de islas situadas en un espacio geoestratégico que atesora su propio capítulo de batallas durante la Segunda Guerra Mundial y que vuelven a la escena geopolítica generando movimientos en el juego de equilibrio de alianzas en el Pacífico. El primero de ellos, el anuncio de la reapertura de la embajada de Estados Unidos, cerrada desde 1993. Un signo más de cómo el ritmo de la geopolítica pone énfasis en el Pacífico.

 

China e Indochina: Pekín mueve peones

La inauguración, hace unos días, de la línea ferroviaria de alta velocidad China-Laos abre la primera etapa del gran plan estratégico chino de crear un corredor terrestre, atravesando la península de Indochina en su siguiente etapa, hasta Singapur, reforzando la influencia económica y política de Pekín (que incluye mayores posibilidades de despliegue en una eventual intervención militar en la región si China lo considerase acorde con sus intereses).

Se trata de un primer paso hacia la conocida como Red Ferroviaria Panasiática, con la que China busca establecer varias rutas por tren que la conecten con Singapur pasando por varios países del Sudeste Asiático.

Según la prensa oficial china, el proyecto logrará que Laos pase de ser “un país sin litoral” a un centro “conectado” por tierra.

El proyecto -que reducirá el tiempo de viaje entre las dos ciudades a menos de un día- forma parte del ambicioso proyecto comercial de la “Nueva Ruta de la Seda”, que Pekín apoya con el impulso de infraestructuras claves como aeropuertos, carreteras y puertos; aunque algunas voces critican que esos préstamos son inviables, una trampa para que caigan endeudados.

Además, China echa un pulso  a la influencia de EEUU en la región que lleva décadas de desarrollo basada, curiosamente, en Vietnam, además de en Thailandia. Según expertos del Departamento de Estado de EEUU, conectar por tren con el Sureste Asiático supone para China tener acceso prioritario a la Ruta de la Seda Marítima a través de los enclaves que conforman el denominado collar de perlas y que constituyen los puertos identificados en la estrategia de China para desplegar influencia en la región. Esta relevancia geopolítica sitúa a esta área como parte esencial de la estrategia de política de expansión de la influencia china.

Poco a poco es escenario del Indo-Pacífico se va dibujando de acuerdo con los intereses chinos y frente a eso se ha levantado con prisas el acuerdo AUKUS entre Australia, Reino Unido y Estados Unidos y se exploran acuerdos Estados Unidos-India a la vez que se refuerzan los lazos con los aliados tradicionales de Occidente Japón y Corea del Sur, sin olvidar el más complejo caso de Filipinas.

Las jugadas de ajedrez estratégico están planteando ya un futuro tenso, incierto y lleno de riesgos para el futuro a no tan largo plazo y el tablero implica limites casi planetarios e incorpora muchos elementos en los frentes más diversos, lo que hace el desenlace más incierto.

INTERREGNUM: Encuentros multilaterales. Fernando Delage

La última semana ha sido prolífica en cuanto a la celebración de encuentros interregionales. Con pocos días de diferencia, China ha mantenido una reunión con sus vecinos de la ASEAN y con el continente africano. Por su parte, cuando se cumplen 25 años de su nacimiento, el proceso Asia-Europa (ASEM) celebró su 13ª cumbre.

Aunque China y la ASEAN tuvieron en octubre su cumbre bilateral anual, el 22 de noviembre se encontraron de nuevo con motivo del 30 aniversario del establecimiento del diálogo formal entre ambas partes. El sureste asiático es uno de los principales espacios de competición entre Washington y Pekín, y China continúa dedicando notables esfuerzos al aumento de su influencia en la subregión. Para marcar un cambio de etapa en las relaciones bilaterales, el presidente chino anunció que se elevará el nivel de la asociación estratégica con la ASEAN, en reconocimiento de la importancia de la organización en la arquitectura asiática y global. Xi indicó, por otro lado, que China ofrecerá 150 millones adicionales de vacunas al grupo, donará 1.500 millones de dólares en ayuda al desarrollo los próximos tres años, e importará más de 150.000 millones de dólares en productos agrícolas en cinco años.

Apenas una semana después de su reunión virtual con el presidente de Estados Unidos, Xi no dejó de aprovechar la ocasión para denunciar los actos “contrarios a la paz, el desarrollo y la cooperación”, en una velada referencia al acuerdo firmado en septiembre por Estados Unidos, Reino Unido y Australia (AUKUS). El presidente chino declaró su intención de adherirse tan pronto como sea posible al protocolo del tratado del sureste asiático como zona libre de armamento nuclear.

Si bien Asia es la prioridad diplomática de China, su relación con África está adquiriendo una relevancia cada vez mayor. Hace poco más de 20 años que se puso en marcha el Foro de Cooperación China-Africa (FOCAC), cuyo octavo encuentro trienal  se ha celebrado el 29 y 30 de noviembre en Dakar. El crecimiento de los intercambios económicos desde entonces ha sido espectacular. El comercio entre ambos ha aumentado de 10.000 millones de dólares en el año 2000 a más de 200.000 millones de dólares en la actualidad (lo que supone algo más del 20 por cien del total del comercio exterior africano). La inversión directa anual china en África se incrementó, por otra parte, desde algo menos de 75 millones de dólares en 2003 (año a partir del cual hay datos disponibles), a 5.500 millones de dólares en 2018 (en 2019 cayeron a 2.700 millones de dólares, para aumentar de nuevo, pese a la pandemia, a 4.200 millones de dólares en 2020). El stock acumulado se ha multiplicado casi por 100 en este período: de 490 millones de dólares en 2003 a 43.400 millones de dólares en 2020 (46.100 millones en 2018), lo que hace de China el cuarto mayor inversor en África desde 2014.

Las proyecciones de crecimiento de esas inversiones permiten estimar que, en diez o quince años, será el primer inversor externo. A todo ello hay que añadir los préstamos concedidos por la República Popular a África: unos 153.000 millones de dólares en los últimos veinte años. Como indica el nuevo Libro Blanco sobre el continente, hecho público por Pekín en vísperas de la cumbre, China está comprometida a integrar estrechamente su propio desarrollo con el de África, reforzando su presencia en infraestructuras, tecnología, salud y educación. Ya hay en funcionamiento más de 100 parques industriales en los que las inversiones chinas—cada vez más diversificadas—contribuyen a la modernización industrial africana y a la creación de empleo.

La relación China-África es en consecuencia una variable a la que europeos y americanos deben prestar atención, aun cuando los primeros no pueden desatender de manera más inmediata el desafío asiático. Pero en contraste con el impulso de Pekín a sus redes multilaterales, la cumbre de ASEM, celebrada con Camboya como anfitrión el 25 y 26 de noviembre, ha pasado prácticamente inadvertida. Tras la adopción en septiembre de su estrategia hacia el Indo-Pacifico, y la próxima presentación de la iniciativa “Global Gateway”, que desarrolla y adapta la estrategia de interconectividad Asia-Europa de 2018 al contexto actual, podía esperarse un mayor interés. Después de todo, ASEM representa en torno al 50 por cien del PIB global y la mitad de la población del planeta, y es el único instrumento multilateral en el que Bruselas y los Estados miembros coinciden con sus interlocutores asiáticos. La amplitud de su representación puede ser quizá una de las razones de que se haya convertido en otro ejercicio burocrático, pero no deja de llamar la atención el contraste con la manera en que China saca partido a sus medios diplomáticos

INTERREGNUM: El meteórico ascenso militar chino. Fernando Delage

El pasado miércoles, el Departamento de Defensa de Estados Unidos hizo público su informe anual sobre las fuerzas armadas chinas; un documento que da idea de los extraordinarios avances que se han producido en el desarrollo de sus capacidades militares, y que agravará de nuevo las tensiones entre ambos países. Tras la sorpresa del proyectil hipersónico probado por China en agosto sin que fuera detectado por Estados Unidos, la publicación coincide con una espiral de enfrentamiento entre China y Taiwán, después de que, hace unas semanas, aviones chinos realizaran docenas de incursiones en la cercanía del espacio aéreo de la isla. La República Popular cuenta cada vez con mayores medios para intimidar a Taipei, pero su desarrollo militar envía igualmente un mensaje a Washington, en particular en el terreno naval y nuclear.

Los progresos en la modernización naval china constituyen, en efecto, uno de los puntos más destacados por el Pentágono en su informe. China posee ya la mayor flota del planeta, con unos 355 buques en su armada, una cifra que aumentará hasta las 420 unidades en cuatro años, y podría alcanzar las 460 hacia 2030. Según el documento, China persigue la adquisición de nuevas capacidades antisubmarinos y de misiles de largo alcance que puedan lanzarse desde buques y submarinos, lo que mejorará notablemente su proyección de poder militar más allá del Indo-Pacífico. Otro importante aspecto en este sentido es la atención dedicada a la reorganización interna de la armada y a su integración con los restantes fuerzas y cuerpos de seguridad.

En cuanto a su arsenal nuclear, el departamento de Defensa estima que China tendrá unas 700 cabezas nucleares hacia 2027, y 1.000 antes de terminar esta década, una cifra que supera con creces la propia estimación hecha por el Pentágono el año pasado (consideró que dicho arsenal pasaría de poco más de 200 a unas 400 unidades a lo largo de la década). Cuadruplicar o quintuplicar sus recursos, además de la expansión de sus plataformas nucleares en tierra, mar y aire, refleja la intención de Pekín de buscar un equilibrio con Estados Unidos también en este frente. Y, naturalmente, la mención del año 2027—fecha en que se celebrará el centenario de la fundación del Ejército de Liberación Popular—implica que China tendrá un mayor margen de maniobra con respecto a una eventual contingencia relacionada con Taiwán, al limitarse de manera significativa las opciones norteamericanas.

Sumados a los progresos realizados en otras áreas como el ciberespacio y el espacio, no puede negarse el extraordinario salto cualitativo dado por China en el terreno militar, y la consiguiente erosión que ello representa para la posición regional y global de Estados Unidos. El debilitamiento de la capacidad disuasoria de Washington es lo que le ha llevado a fortalecer sus acuerdos con los aliados—mediante el QUAD y el AUKUS, entre otras fórmulas—, pero también puede dar pie a una carrera de armamentos especialmente peligrosa, al no poder mantenerse la cuestión nuclear fuera de la ecuación.

Ante los avances chinos, los expertos se preguntan si Pekín está abandonando su política tradicional de “mínima disuasión” y de renuncia al “primer uso” de armamento nuclear. La creciente vulnerabilidad mutua de ambos gigantes debería obligarles a incorporar el tema a su diálogo estratégico a partir de la próxima cumbre virtual Biden-Xi, prevista para antes de finales de año, y a intentar llegar a algún tipo de acuerdo en materia de control de armamentos.

 

¿Competencia estratégica o peligrosa rivalidad? Nieves C. Pérez Rodríguez

La semana pasada un portavoz del Pentágono usaba la expresión “Competencia estratégica con China” como parte de la nueva narrativa de la Administración Biden. De esta forma entraba formalmente en uso el término acuñado por la Casa Blanca en la “orientación de su estrategia de seguridad nacional” un documento hecho público en marzo de este año, que cuenta con más de veinte páginas que enumera cada una de las prioridades para la nueva administración e identifica los mayores retos a los que se enfrentan.

Como era de esperarse la pandemia, el riesgo de un colapso económico, el cambio climático o la ciberseguridad son parte fundamental de los principales desafíos expuestos en el documento que como comienza diciendo “Nos enfrentamos a un mundo de nacionalismo creciente, democracia en retroceso, creciente revalidad con China, Rusia y otros estados autoritarios y una revolución tecnológica que está remodelando todos los aspectos de la vida”.

La Administración ha venido afirmando desde el principio que entiende la importancia de los aliados para los Estados Unidos. Por lo tanto, aseguran que revitalizarán y modernizarán las relaciones y sus alianzas y asociaciones en todo el mundo. En cuanto a la Alianza Atlántica aseguran que será vigorizada con una agenda con los miembros de la UE y Reino Unido para redefinir las prioridades de este momento. Planifican reforzar y modernizar a la OTAN. Mientras afirman que las alianzas individuales tendrán un peso importante, con países como Australia, Japón y Corea del Sur, así como reconocen los intereses claves que tienen en el Indo-pacifico por lo que se proponen profundizar relaciones con India mientras trabajan paralelamente con Nueva Zelanda, Singapur, Vietnam y otras organizaciones como la ASEAN.

La estrategia de seguridad nacional de Biden concibe la diplomacia como el mecanismo más asertivo para mantener los valores democráticos, esos valores que llevan setenta y cinco años en pie desde la fundación de Naciones Unidas y han sido capaces de mantener un sistema de cooperación global efectivo en vez del establecimiento de una agenda autoritaria.

… “Cuando el comportamiento del gobierno chino amenace directamente nuestros intereses y valores, responderemos al desafío de Beijing. Enfrentaremos prácticas comerciales injustas e ilegales, robo cibernético y prácticas económicas coercitivas que perjudican a los trabajadores estadounidenses, socavan nuestras tecnologías avanzadas y emergentes y buscan erosionar nuestras ventajas estratégicas y competitividad nacional. Nos aseguraremos de que nuestras cadenas de suministros críticas para la seguridad nacional y suministros sean seguras. Continuaremos defendiendo el acceso a los bienes comunes mundiales, incluida la libertad de navegación y los derechos de sobrevuelo, de conformidad con el derecho internacional. Nos posicionaremos para defender a nuestros aliados. Apoyaremos a Taiwán, una democracia líder y un socio económico y de seguridad fundamental.  Nos aseguraremos de que las empresas estadounidenses no sacrifiquen sus valores al hacer negocios en China. Y defenderemos la democracia, los derechos humanos y la dignidad humana, incluso en Hong Kong, Xinjiang y el Tíbet.”…

John Kerry, comisionado especial de Biden para el Clima visitó China el mes pasado, en una visita que no logró en realidad su objetivo, pues a su partida el Ministro de Exteriores de China -Wang Yi- dejaba claro que la cooperación climática “no puede separarse de la situación general entre China y Estados Unidos”.

Así mimo, la semana pasada en Suiza se reunió el asesor de seguridad nacional de Biden -Jake Sullivan- con Yang Jiechi chio, un alto miembro del politburó y diplomático chino. De acuerdo con el comunicado oficial de la Casa Blanca, Sullivan enfatizó a Yang la necesidad de mantener líneas abiertas de comunicación, al tiempo que expresó su preocupación por las recientes provocaciones militares de China contra Taiwán, los abusos de los derechos contra las minorías étnicas y los esfuerzos de Beijing para aplastar a los defensores de la democracia en Hong Kong.  Aunque este encuentro fue cordial y respetuoso, comparado con el primer encuentro del pasado marzo en Alaska donde las acusaciones y duros comentarios anticipaban unas relaciones bilaterales complejas. En esta reunión se acordó el primer encuentro entre Biden y Xi para el final de este año.

China por su parte ha seguido adelante con su agenda y no hace esfuerzo alguno en disimular su postura. Un buen ejemplo lo vimos el primer fin de semana de octubre que, haciendo coincidir con el día nacional de China enviaron un total de 38 aviones militares a sobrevolar la zona de defensa aérea de Taiwán y otros 56 aviones más volvieron a incursionas en el espacio de Taiwán el lunes 4. A lo que el ministro de defensa taiwanés Chiu Kuo-Cheng advertía sobre la posibilidad cada vez más real de que China invada Taiwán en unos cuatro años.

La diplomacia será la vía que seguirá intentando Washington y buscarán dialogar sobre el futuro de Taiwán y el mar del sur de China. Sin embargo, los mismos expertos del Pentágono cuando han sido preguntados sobre la posibilidad real de que se suscite un enfrentamiento con China, ninguno se atreve a desestimar la opción. En efecto, la estrategia de seguridad nacional de la Casa Blanca explica que estamos en un momento de inflexión acerca del futuro de nuestro mundo mientras afirma que explícitamente que Estados Unidos nunca dudará en usar la fuerza cuando sea necesario para defender nuestros intereses nacionales. “Nos aseguraremos de que nuestras fuerzas armadas estén equipadas para disuadir a nuestros adversarios, defender a nuestra gente, intereses y aliados, y derrotar amenazas que emergen”.