Entradas

THE ASIAN DOOR: Dos visitas, dos visiones geopolíticas. Águeda Parra

La agenda de política exterior de Estados Unidos y China se intensifica en una clara referencia a un mundo de bloques donde las acciones de diplomacia juegan un papel cada vez más decisivo en la rivalidad que mantienen ambas potencias. En este tablero de estrategia geopolítica, Estados Unidos y China han sido los escenarios hacia donde se han trasladado las conversaciones en torno a las dos cuestiones que más están tensionando la geopolítica global, Taiwán y la guerra de Ucrania, coincidiendo en el tiempo ambas visitas.

La coincidencia no tiene por qué ser casual, pero sí que es cierto que el tiempo apremia, y en cada caso en distinto sentido. Mientras, por una parte, apenas queda un año para las elecciones presidenciales de Taiwán en 2024 en las que podría cambiar la presidencia del gobierno hacia el partido nacionalista Kuomintang, al alza en las últimas elecciones locales de noviembre y más proclive a la unificación con el continente, por otra parte, el año transcurrido desde que se iniciaría la guerra en Ucrania urge a Occidente a buscar una solución pacífica, incorporándose recientemente China como actor global en su nuevo rol de mediador en el conflicto frente a Rusia.

La presidenta de Taiwán Tsai Ing-wen ha realizado un viaje por Centroamérica para estrechar sus lazos diplomáticos con Guatemala y Belice, buscando reforzar un apoyo decreciente tras el reciente cambio de reconocimiento de Honduras por China, dejando a Taiwán con apenas 13 países que siguen manteniendo relaciones diplomáticas con la isla. Mientras fortalecer este tipo de lazos directos con los países que todavía mantienen el reconocimiento de Taiwán sigue siendo una cuestión prioritaria, la reunión con el presidente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos Kevin McCarthy ha sido el punto más estratégico de su agenda.

Cambiar el escenario de la visita de Taiwán a California ha permitido que la escalada de tensión entre Estados Unidos y China no pase a un nivel mayor de intensidad, evitando reproducir la atención mediática y geopolítica que supuso la visita de la entonces presidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi a la isla en agosto del año pasado, además de generar una reacción militar sobre Taiwán menos intensa por parte de Pekín. El trasfondo, sin embargo, no varía. El reconocimiento de que los lazos entre ambas partes “nunca han sido tan fuertes” muestra el apoyo bipartidista de Estados Unidos hacia Taiwán que, a su vez, se traduce en la necesidad de acelerar la venta de armas a la isla asegurándose de que “lleguen en el momento oportuno”.

Mientras la reunión entre Tsai y McCarthy es la primera que se realiza en suelo estadounidense desde que Estados Unidos iniciara relaciones diplomáticas con China en 1979, el encuentro de Macron con Xi ha permitido a los dos países restablecer sus relaciones diplomáticas de forma presencial desde la última visita del presidente francés en 2019. Sin interferir en la visita de estado de Macron y la reunión con la presidente de la Comisión Europea Úrsula Von der Leyen, en la que China ha mostrado a su amplia audiencia la fortaleza de sus relaciones con Europa, la reacción sobre Taiwán no se ha hecho esperar, pasando a activar las maniobras militares por mar y aire apenas el presidente francés abandonó suelo chino.

La frase del presidente Reagan de “la paz a través de la fuerza” comentada por la presidenta Tsai, ensalzando que “somos más fuertes cuando trabajamos juntos”, en referencia a un impulso en las relaciones de defensa, comerciales, económicas y tecnológicas entre Estados Unidos y Taiwán, da muestra de cómo la mayor cohesión entre ambas partes se traduce, asimismo, en una confrontación más seria en las relaciones entre Estados Unidos y China.

El encuentro de Tsai y McCarthy posiblemente no generará un paso importante para cambiar el status quo de Taiwán, aunque sí ha otorgado a la isla mayor visibilidad internacional. En cuanto a la visita a Pekín, las cuestiones económicas y comerciales han protagonizado un encuentro en el que China ha dejado claro que los avances sobre Ucrania se producirán cuando las “condiciones y los tiempos sean los adecuados”, mostrando Pekín auténtico pragmatismo chino y fortaleza internacional sin dejarse influir por las peticiones que los mandatarios europeos vienen realizando al gigante asiático en sus visitas al país. Muy posiblemente, actuar frente a China como bloque geopolítico imprescindible en la resolución de temas que impactan en la gobernanza mundial pasaría por encontrar el espacio de diálogo y negociación con el gigante asiático donde no confluyan a la vez temas económicos y comerciales de país con los de la geopolítica global.

 

 

Ucrania: un test para todos

La invasión rusa de Ucrania y la incertidumbre sobre cómo y cuándo se va a alcanzar un alto el fuego marcan, directa o indirectamente la realidad internacional. La guerra ha sorprendido a Europa en su relajada confianza ante la política exterior rusa (como lo está con respecto a China), aunque la guerra ha obligado a reaccionar y a comenzar una nueva etapa con una mentalidad nueva y ahí, por más que le pese a algunos, seguirá jugando un papel fundamental Estados Unidos, también cogido por sorpresa, y obligado a confirmar su liderazgo aunque tampoco esto entusiasme a algunos en aquel país.

En todo caso, la agresión de Putin ha demostrado que la política de defensa en Europa no ha sido suficientemente disuasoria, que una vez iniciada la agresión la acción ha tenido que limitarse a confiar en la única resistencia ucraniana con apoyo europeo aunque no demasiado para evitar una reacción rusa más extensa y que debe abandonarse  la ingenuidad hacia países cuya historia demuestra que nunca han dudado en asumir cualquier acción que exijan sus intereses nacionales.

Y esto también afecta a Estados Unidos, instalada desde hace décadas en la creencia de que el frente europeo estaba suficiente estabilizado y sin riesgos a medio plazo, lo que daba una oportunidad de volcarse en el Indo Pacífico y enfrentar el crecimiento de China en expansionismo, influencia y defensa y exportación de su modelo autoritario.

Ahora, sin rebajar un milímetro su estrategia asiática, Estados Unidos va a tener que volver a darle importancia a Europa, reforzar su presencia militar y política y aprovechar el susto y la alarma europea para reforzar alianzas y, sobre todo, impulsar la arquitectura estratégica y militar que tengan más capacidad de disuasión para nuevas aventuras de agresión de una Rusia resentida, necesitada de protagonismo y desconcertada ante las evidentes debilidades demostradas por su ejército en la campaña ucraniana.

Kazajistán: golpe, contragolpe y gana Moscú

Kazajistán ha vivido durante unas semanas un grave conflicto social y político, en lo que parece haber sido un intento de golpe de estado aprovechado con un contragolpe que ha reforzado al presidente Tokayev y la influencia rusa en el país y que ha acabado con violentos enfrentamientos entre la población y las fuerzas de seguridad. Más de 3.000 personas han sido detenidas y ha habido más de un centenar de muertos.

La crisis empezó a principios de enero, cuando el gobierno anunció un aumento del precio del gas licuado, un combustible muy utilizado para los vehículos. Esta decisión fue muy impopular porque perjudicaba sobre todo a la clase media, cuya economía ya ha quedado muy afectada por la pandemia.

Como consecuencia, se organizaron manifestaciones de protesta en varias ciudades hasta llegar a Almaty, la ciudad más grande del país y capital económica de Kazajistán. El gobierno, liderado por el presidente Kasim Jomart Tokayev, intentó rebajar la tensión volviendo a bajar los precios, pero ahora las protestas iban más allá de la cuestión económica.

Con una superficie algo más que cinco veces la de España, Kazajistán comparte una frontera de 7.598 kilómetros con Rusia, pero también cuenta con una frontera de 1.782 kilómetros con China (1.215 kilómetros de frontera terrestre y 566 de acuática). Ambas fronteras dan una idea de la importancia de las relaciones comerciales entre los tres países, aunque la relevancia mundial de Kazajistán va más allá de esas cifras económicas, incluso de sus muy importantes yacimientos de recursos energéticos. Su importancia es estructuralmente geográfica en mitad de la nueva ruta de la seda y coyunturalmente si Rusia llega a plantear un conflicto abierto con Ucrania.

Según datos del Instituto Español de Estudios Estratégicos, Kazajistán exportó en 2020 70 millones de toneladas de petróleo crudo (el 3,4 % de las exportaciones mundiales) y 100 millones de toneladas de carbón (el 1,3 % del total mundial). Solo la actividad en torno al petróleo supuso el 21 % de su PIB. La Unión Europea importa el 40 % del gas natural, el 30 % del petróleo y el 25 % del carbón de Rusia. El gas natural fluye a través de tres vías; el gasoducto que atraviesa Bielorrusia y Polonia (Yamal-Europe), la conflictiva ruta a través de Ucrania y el gasoducto Nord Stream 1. A este se va a añadir el ya construido Nord Stream 2 con salida en la ciudad rusa de Vybrog y entrada en Alemania por Grefswald.

Desde su separación de la Unión Soviética en 1991, Kazajistán ha seguido manteniendo buenas relaciones con Moscú que se ha asegurado en la figura de Nursultan Nazarbayev, antiguo burócrata comunista el control de la transición a un sistema autoritario en una democracia restringida. Sin embargo, eso no ha impedido, sobre todo en los tiempos recientes, un leve acercamiento a Occidente y una apertura a la economía de mercado que ha alertado a Moscú, que ha recordado indirectamente que existe una franja territorial al norte del país, habitada por rusos, que en el pasado ha reclamado su integración en Rusia.

En ese contexto, sorprende que, desde los primeros incidentes, el gobierno kazajo, a la le vez que pedía el apoyo de Rusia y el envío de tropas para aplastar la revuelta, cesara a los responsables de los servicios de inteligencia, antiguos funcionarios del KGB y apoyados por Moscú en su nombramiento y a los que ha acusado de organizar la rebelión “con el apoyo de potencias extranjeras”. Entre estos responsables purgados destaca el nombre de Karim Masimov, el miembro de mayor confianza de su equipo –antes había dirigido el gobierno y la administración presidencial– como jefe del Comité de Seguridad Nacional (KNB), el servicio de seguridad más poderoso del país.

A pesar de la confianza depositada en él en su día, Masimov no podía aspirar a suceder a  Nazarbáyev debido a los prejuicios que existen contra él en Kazajistán, donde la opinión pública considera que Masimov es uigur y no de etnia kazaja. No obstante, fue seleccionado como el candidato ideal para supervisar la transición de poder desde su atalaya en el KNB.

En todo caso, tras el fin de la crisis, Rusia ha fortalecido su influencia, ha sacado músculo militar y enviado a China el mensaje de que la Ruta de la Seda por vía terrestre  o se hace con Rusia o no se hace y se ha comenzado a frenar la tendencia a relacionarse más con Occidente.

 

Pakistán, el gran padrino emergente

El nuevo Afganistán está siendo el catalizador de una reordenación geopolítica y geoestratégica de la vasta región que va desde el Índico al Mediterráneo y desde Asia Central al golfo de Bengala. La existencia previa de alianzas regionales, la victoria talibán y el acercamiento entre China y Rusia para gestionar la crisis, marcan un nuevo mapa de fuerzas, como explica y analiza esta semana en 4Asia nuestro colaborador Fernando Delage.

 

En este nuevo escenario, Pakistán se ha convertido en país clave que va a intentar, está de hecho intentándolo desde hace años, convertir la situación creada por el resurgimiento talibán en el gran momento o para fortalecer su protagonismo nacional, vertebrar más su dividida sociedad, hacer imprescindible su mediación a ojos occidentales, mantener y robustecer sus relaciones con China con sus grandes inversiones y mejorar sus relaciones con Moscú. Todo esto a cambio de mediar en Kabul. Con todo ello, Pakistán, trata de mejorar su propia posición estratégica sobre su adversario tradicional, India, y blanquear y hacerse perdonar con promesas de impulsar una moderación sus oscuras relaciones con Al Qaeda y los talibán.

 

Para afinar está puesta en escena y esta estrategia, el superpoderoso jefe de los servicios secretos paquistaníes (ISI), Faiz Hameed, ha visitado Kabul acompañado de una delegación de altos cargos donde tratará de arrancar al nuevo gobierno islamista, en el que hasta quince de sus miembros están reclamados por diversos tribunales internacionales por indicios de  delitos de terrorismo, mensajes que pueden ser presentados en el exterior como ejemplos de una mayor moderación. Les une el odio a la forma de vida y las libertades occidentales (como a casi tos los vecinos regionales) y, a la vez, la necesidad de ganar tiempo para acumular fuerzas.

 

En realidad, la capital pakistaní, Islamabad, se ha convertido en una nueva meca política y desde allí muchos países europeos, entre ellos España, van a gestionar sus relaciones con Kabul. El propio ministro español de Exteriores, José Manuel Albares, ha visitado Pakistán para impulsar la nueva etapa como han hecho muchos representantes de EEUU y la Unión Europea. Pero van a ser Pakistán y Qatar, que ha venido propiciando encuentros entre EEUU y los talibán desde hace años, los grandes mediadores, aunque hay que subrayar que ha aumentando su papel sobre el terreno Irán, ahora enfriando a toda velocidad su tensión tradicional con los nuevos dueños de Kabul y asociándose, de la mano de Rusia, al nuevo mapa de poderes en Asia Central.

 

Y todo eso, como señalan los expertos, con EEUU trasladando su principal atención al Pacífico y a los movimientos de China y una Unión Europea clamorosamente ausente en capacidad y voluntad.

 

Afganistán y los fantasmas de Europa

El impacto de la crisis afgana en la UE es una radiografía de la propia crisis europea. Las primeras reuniones para analizar consecuencias y explorar medidas han hecho resucitar la idea de una task force dependiente de la UE capaz de desplegar cinco mil soldados con sus respectivos medios de combate en cualquier crisis que requiera defender intereses europeos. Y esta misma propuesta ha revelado la disparidad y la ausencia de bases para definir ese propósito de una política común de seguridad.

Nos guste o no, los intereses nacionales, la historia y las condiciones geoestratégicas de cada país, marcan las decisiones y las aspiraciones de cada uno. Así, aquellos países que han liderado la historia de Europa en algún momento defienden la creación de esta unidad europea, aunque no parezcan muy dispuestos a aumentar los presupuestos para defensa que serían necesarios, mientras aquellos países, básicamente de Europa del Este, históricamente  amenazados por las ambiciones rusas y alemanas y los manejos británicos y franceses, prefieren mantener las iniciativas de defensa bajo el paraguas de la OTAN, básicamente porque no quieren un excesivo distanciamiento de Estados Unidos y se sienten más sensibles a las amenazas rusas. Unos y otros han financiado sus políticas de desarrollo y de bienestar durante décadas dejando a cargo de los EE.UU. la mayor parte del coste que ha exigido en la Europa democrática una defensa suficientemente disuasoria frente a las ambiciones de Moscú.

Europa tiene que clarificar qué relaciones quiere mantener con EE.UU. en la etapa que se avecina, lo que, a la vez, puede ayudar a EE.UU. a enmendar esa vieja tendencia al aislacionismo que, dicho sea de paso, ha quedado anulada cuando las crisis han amenazado la existencia misma de Europa, esa Europa de la que nació, cultural y políticamente, la idea fundacional de Estados Unidos. Lo que no puede seguirse manteniendo es la prepotencia al juzgar la política exterior de Estados Unidos, no asumir riesgos ni gastos propios y, a la vez, acusar a Washington de distanciamiento hacia Europa en algunos casos. Europa tiene que encerrar sus fantasmas y crear condiciones para que no vuelvan las pesadillas y para eso tiene que consolidar sus lazos con EEUU, asumir los riesgos imprescindibles y negociar las diferencias subrayando lo que une más de lo que separa.

El mayor riesgo mundial es la lenta pero persistente vuelta del autoritarismo, la extensión de los poderes estatales, el retroceso de las garantías jurídicas y el rearme de ideologías liberticidas que parecían en retroceso. Y Europa, y tampoco parte de EEUU, parecen estar  meditando suficientemente esa tendencia de fondo.

China desafía a occidente: guerra de sanciones. Nieves C. Pérez Rodríguez

La Unión Europea anunciaba sanciones el lunes pasado a 4 funcionarios chinos encargados de las operaciones de los “centros de reeducación” en Xinjiang. Estas sanciones vienen a complementar las impuestas por Washington en julio de 2020 a otros 4 funcionarios chinos claves, como el jefe regional del PC Chen Quanguo, quien es visto como el artífice de las políticas de Beijing contra las minorías musulmanas y que anteriormente estuvo a cargo de las acciones impuestas en el Tibet; el director de la oficina de seguridad de Xinjiang, un ex funcionario de seguridad, y una destacada figura del partido en Xinjiang. Estratégicamente los europeos sancionaban otras personalidades y no las que ya habían sido sancionadas por los Estados Unidos con la intención de neutralizar más piezas claves del PC chino.

Reino Unido se sumaba a las sanciones de la UE, y Beijing respondía con sanciones a sanciones a 7 parlamentarios y 2 académicos. “Es nuestro deber denunciar el abuso de los derechos humanos por parte del gobierno chino en Hong Kong y el genocidio de los uigures”, dijo Ducan Smith, académico y sancionado, quien afirmaba que “aquellos de nosotros que vivimos días libres bajo el imperio de la ley debemos hablar por aquellos que no tiene voz”.

Canadá también se sumaba a la acción coordinada de sancionar miembros del PC chino. Por lo que la respuesta de Beijing no se hizo esperar sancionando a 2 miembros de la comisión internacional de libertad religiosa (USCIRF) estadounidenses y a 9 parlamentarios canadienses. A lo que el primer ministro canadiense, Justin Trudeau aprovechó la oportunidad para manifestar: “Las sanciones chinas son un ataque a la transparencia y a la libertad de expresión y valores en el corazón de nuestra democracia. Apoyamos a los parlamentarios y nos manifestamos en contra de estas acciones inaceptables y continuaremos defendiendo los derechos humanos en todo el mundo con nuestros socios internacionales”.

China y Canadá llevan un par de años de fuerte tensiones desde que la policía canadiense prohibieran a la ejecutiva de Huawai, Meng Wanzhou, salir del país por solicitud de la Administración Trump, basándose en una orden de un tribunal de New York que emitió una mandato de arresto para Meng para que fuera juzgada en los Estados Unidos por violación a sanciones estadounidense en contra de irán y conspiración para robar secretos comerciales”.

Australia y Nueva Zelandia no han impuesto sanciones, pero sí han manifestado su apoya a las que otros países han puesto. Aunque Australia ha expuesto abiertamente que consideran que China debe responsabilizarse por el daño causado por la pandemia, lo que ha generado fricciones importantes entre ambos. En efecto, el Ministro de Comercio australiano amenazaba con llevar a China ante la OMC a finales de la semana por su decisión injustificable de aumentar los aranceles en las importaciones de vino australiana entre el 116.2% al 218.4% por cinco años, como otro de sus mecanismos de retaliación.

El secretario de Estado de EEUU publicaba una declaración el sábado por la noche sobre la respuesta de China: “Los intentos de Beijing de silenciar a quienes se pronuncian por los derechos humanos y las libertades fundamentales solo contribuyen al creciente escrutinio internacional del genocidio y los crímenes de lesa humanidad en curso en Xijiang. Nos solidarizamos con Canadá, el Reino Unido, La UE y otros socios y aliados del mundo para pedir a la República Popular China que ponga fin a las violaciones de derechos humanos y los abusos en contra de los uigures, así como hacia otras minorías étnicas y religiosas de Xinjiang y la liberación de los detenidos arbitrariamente…” 

La Administración Biden, con poco más de dos meses en el poder, no ha perdido tiempo en restablecer relaciones con los aliados tradicionales y consolidar acercamientos que en los últimos años habían sufrido un enfriamiento considerable. El tono de la Casa Blanca es mucho más reconciliador hacia sus aliados y las acciones del Departamento de Estado de Blinken parecen estar articulando un sólido frente internacional que, en primer lugar, alerte sobre el peligro de China y segundo lugar, parecen intentar poner fin a las prácticas e irregularidades chinas en el mundo.

Beijing por su parte se ha dedicado a responder como otra potencia fuerte que no está dispuesta a dejarse amedrentar,  por lo que se acerca a Rusia e Irán para levantar su propio frente de oposición mientras ha pasado la semana respondiendo con sanciones y tarifas para castigar a quienes los juzgan por lo que están haciéndole a los Uigures, que cada día el mundo ve más claro que es la erradicación de esa etnia a través de la eliminación de sus costumbres, religión, idioma, cultura y hasta nacimientos.

INTERREGNUM: Pekín, Moscú y Teherán mueven ficha. Fernando Delage

La intención de la administración Biden de restaurar la relación con los aliados, y el simultáneo interés europeo por restablecer los lazos transatlánticos, tienen como principal objetivo la gestión del desafío chino. Así se ha puesto de manifiesto en las sanciones impuestas conjuntamente por ambos actores—además de Reino Unido y Canadá—por los abusos cometidos en Xinjiang, y en el anuncio—realizado durante la visita del secretario de Estado, Antony Blinken, a Bruselas—de reactivación del foro de diálogo Estados Unidos-Unión Europea sobre la República Popular. La medida representa un nuevo paso adelante en la voluntad de la Casa Blanca de articular una respuesta unificada al ascenso de China, si bien la reacción de Pekín—que ha impuesto sanciones por su parte a parlamentarios y académico europeos—puede poner riesgo el acuerdo de inversiones firmado con la UE en diciembre.

China no se ha limitado sin embargo a elevar el tono y a responder con rapidez a las sanciones de que ha sido objeto. Sus movimientos diplomáticos tampoco se han hecho esperar. Apenas tres días después del encuentro de Alaska entre representantes chinos y norteamericanos, el 19 de marzo, el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergey Lavrov, llegó a Pekín, donde los dos gobiernos acordaron mantenerse unidos frente a Occidente. “Ambos, dijo Lavrov, creemos que Estados Unidos desempeña un papel de desestabilización. Se apoya en las alianzas militares de la guerra fría y trata de crear nuevas alianzas con el fin de erosionar el orden internacional”. Con una preocupación aparentemente menor por las sanciones, las dos potencias estrecharán su cooperación en áreas de interés compartido y desarrollarán alternativas comerciales y financieras que no les haga depender de las estructuras y prácticas dominadas por las democracias occidentales.

Tras este nuevo gesto de aproximación entre Pekín y Moscú, el ministro chino de Asuntos Exteriores, Wang Yi, aterrizó en Teherán el 26 de marzo. Durante su breve estancia, ambas naciones firmaron un acuerdo de cooperación estratégica por un periodo de 25 años, haciendo así realidad la propuesta sugerida por el presidente Xi Jinping con ocasión de su visita a Irán en enero de 2016. Aunque los detalles del acuerdo no se han dado a conocer, abarca sectores diversos, el militar incluido, y se traducirá en una significativa inversión china en el sector energético y en infraestructuras. La República Popular es el primer socio comercial de Irán y uno de los principales destinos de sus exportaciones de crudo, sujetas como se sabe a sanciones norteamericanas.

Ninguno de estos movimientos es mera coincidencia. El deterioro de la relación de Washington con Moscú tras llamar Biden asesino a Putin, y con Pekín tras adoptarse medidas concretas contra la violación de derechos humanos en Xinjiang, han ofrecido una nueva oportunidad para el acercamiento chino-ruso. Desde el asedio del Capitolio el pasado mes de enero, los dos gobiernos se consideran más legitimados que nunca para denunciar la disfuncionalidad de las democracias liberales y la falsa universalidad de sus valores. Al incluir a Irán en la ecuación, Pekín no sólo refuerza su presencia en relación con la dinámica regional de Oriente Próximo—de la que también es prueba su declarada oferta de mediar entre israelíes y palestinos—sino que ha lanzado otro claro mensaje a la administración Biden: tanto para presionar económicamente a Teherán como para rehacer el pacto nuclear de 2015 necesitará contar con China. Las piezas se siguen moviendo en el tablero geopolítico.

THE ASIAN DOOR: 7 claves sobre el Acuerdo Integral de Inversión UE-China. Águeda Parra

SIETE AÑOS DE NEGOCIACIONES. Ha sido un largo trayecto hasta completar el Acuerdo Integral de Inversión entre la Unión Europea y China. Las negociaciones han durado siete años hasta llegar a la firma el pasado 30 de diciembre de 2020, a pocos días de finalizar el año y antes de que se acabara la presidencia rotatoria semestral de Alemania en el Consejo de la Unión Europea. Entrará en vigor en 2022.

ACCESO AL MERCADO CHINO, DEMANDA REITERADA INCORPORADA. El acuerdo recoge varios aspectos que han sido una demanda constante entre las empresas europeas que operan en el país. Entre los más destacados, el acuerdo recoge un mayor acceso al mercado chino y la eliminación o reducción del requisito de tener que crear una empresa conjunta con un partner local para operar en el país. Asimismo, el acuerdo también contempla que las empresas europeas recibirán el mismo trato que las chinas, además de avanzar en una mayor transparencia regulatoria. A todo ello, hay que sumar un tema que ha sido central en las negociaciones: se elimina la transferencia de tecnología en determinados sectores.

RECIPROCIDAD: CABALLO DE BATALLA ENTER LA UE-CHINA. Uno de los principales reclamos de la UE a China ha sido el importante desequilibrio existente en el nivel de apertura entre el mercado chino y el europeo, sobre todo cuando Europa es uno de los mercados más abiertos a la inversión, de aquí que la desproporción fuera evidente.

La falta de reciprocidad siempre ha sido el caballo de batalla entre la UE y China ya que China ha mantenido viva una lista de sectores económicos restringidos a la inversión extranjera que se han ido reduciendo con el tiempo. Ahora, con este acuerdo, se avanza en mejorar la tantas veces reclamada reciprocidad.

MANUFACTURA Y SECTOR SERVICIOS, LAS GRANDES ESTRELLAS. El sector manufacturero es uno de los grandes baluartes de China, y de hecho más de la mitad de la inversión de la UE se realiza en este sector. El gran avance que se produce con este acuerdo es que, por primera vez, China dará acceso a este mercado a un socio. En este sector está incluida la industria automotriz, tanto de automóviles tradicionales como los de nuevas energías, además de la producción de equipos de transporte y sanitarios, entre los más destacados.

El sector servicios también forma parte del acuerdo. En este ámbito se incluye el floreciente ámbito de los servicios financieros, las renovables, una mayor apertura en los servicios en la nube, la sanidad privada y el transporte aéreo, entre otros.

ACUERDO DE LIBRE COMERCIO. De entre los acuerdos que China tiene con otros países, el Acuerdo Integral de Inversión con la UE, conocido en inglés como Comprehensive Agreement on Investment (CIA), es el más ambicioso que ha firmado el gigante asiático con otro socio y resulta de gran importancia económica para la UE. El objetivo principal es reequilibrar la relación comercial y de inversiones existente, pero también se podría considerar como la antesala de un futuro acuerdo de libre comercio entre ambos mercados.

INFLUENCIA Y ASERTIVIDAD EN ASIA. Uno de los aspectos más importantes del acuerdo es que se elimina el requisito de necesitar crear una joint-venture, un gran avance para la inversión europea que lleva años operando en China. Contar con un acuerdo como el recientemente firmado, supone para la Unión Europea dar un salto cuantitativo y cualitativo en las relaciones bilaterales con China, un paso más en consolidar su influencia en la región y su asertividad en Asia.

GOLPE DE EFECTO. A nivel geopolítico, el acuerdo de inversión entre la UE y China, así como el anteriormente firmado por China con otros 14 países de la región de Asia-Pacífico con el que se ha creado el mayor acuerdo de libre comercio del mundo, conocido en inglés como RCEP, ofrecen a China un entorno de estabilidad y un escenario muy propicio para recuperase de la pandemia. El golpe de efecto se produce por el avance realizado por China sin necesidad de esperar a ver cuáles serán las medidas que tome la nueva administración Biden después del deterioro que han sufrido las relaciones con Estados Unidos tras más de 2 años de guerra comercial.

El alcance acelerado de la India a Europa. Niranjan Marjani

La 15ª Cumbre UE-India se celebró virtualmente en julio de este año. Después de esta cumbre hubo una serie de compromisos entre India y países europeos en diferentes niveles. El primer ministro Narendra Modi celebró cumbres virtuales con los líderes de Dinamarca, Italia y Luxemburgo entre septiembre y noviembre, mientras que el secretario de Relaciones Exteriores, Harsh Vardhan Shringla, visitó Francia, Alemania y el Reino Unido entre la última semana de octubre y la primera de noviembre.

La crisis del COVID-19 y los desafíos emergentes de seguridad y geopolíticos ofrecen una oportunidad a la India para redefinir sus relaciones con Europa. La región del Indo-Pacífico, las cadenas de suministro y el mecanismo antiterrorista son tres áreas que tienen el potencial de definir las relaciones entre India y Europa en el futuro.

La región del Indo-Pacífico

La región del Indo-Pacífico se ha convertido en el área con el máximo potencial de cooperación entre la India y los países europeos. Francia, Alemania y los Países Bajos se han mostrado inclinados a participar en la geopolítica del Indo-Pacífico.

En los últimos tiempos, el Indo-Pacífico ha agregado una nueva dimensión a las relaciones India-Francia que se están fortaleciendo en el área estratégica. De manera similar, mientras se encontraba en Alemania, el Secretario de Relaciones Exteriores Shringla acogió con satisfacción la política de Alemania hacia el Indo-Pacífico y afirmó que es un área de interés común entre ambos países. En septiembre se celebró virtualmente el Primer Diálogo India-Francia-Australia. Este diálogo se centró en la región del Indo-Pacífico. Alemania, por su parte, también planea enviar patrulleras en el Océano Índico junto con la Armada Australiana.

A medida que la política global está experimentando un cambio estratégico hacia la región del Indo-Pacífico, hay cada vez más oportunidades para que las potencias europeas jueguen un papel importante en la región del Indo-Pacífico. Las relaciones con la India deberían permitir a los países europeos participar en una cooperación significativa en la región del Indo-Pacífico.

Cadenas de suministro

La interrupción de las cadenas de suministro ha sido uno de los efectos más graves de la crisis del COVID-19. Dado que empresas de todo el mundo han establecido un gran número de cadenas de suministro en China, la pérdida económica ha sido enorme. El primer ministro Narendra Modi ha hecho hincapié en la diversificación de las cadenas de suministro, lo que reduciría el impacto negativo de cualquier crisis. India, junto con Estados Unidos, Japón y Australia, ha estado trabajando en esta área. La cuestión de la diversificación de las cadenas de suministro se debatió de forma destacada en las cumbres virtuales bilaterales India-Dinamarca e India-Italia.

La UE es el mayor socio comercial de la India y el 11,1% del comercio de la India en 2019 fue con la UE. El comercio de India con la UE es más que el comercio de India con los Estados Unidos y China. Recientemente, la India decidió no unirse a la Asociación Económica Integral Regional, que se considera el pacto comercial más grande del mundo. La India se negó a unirse porque las disposiciones de este acuerdo van en contra de los intereses económicos de la India. En cambio, India ha decidido centrarse más en la UE y los Estados Unidos. India está considerando celebrar un acuerdo comercial preferencial con la UE y luego avanzar hacia un acuerdo de libre comercio.

Mecanismo antiterrorista

Los recientes ataques terroristas en Francia y Austria proporcionan otra área de cooperación entre la India y los países europeos. El presidente francés, Emmanuel Macron, ha expresado su postura contra el terrorismo y el separatismo basado en la religión. Desde la llegada de ISIS, Europa ha sido testigo de una gran cantidad de ataques terroristas. Especialmente Francia ha estado en el extremo receptor del terrorismo islámico durante este período.

India también ha sido víctima del terrorismo islámico durante décadas. Sin embargo, es importante señalar que la naturaleza del terrorismo que enfrentan India y Europa puede parecer diferente. El terrorismo en Europa lo llevan a cabo principalmente inmigrantes de países musulmanes. El terrorismo en la India está patrocinado principalmente por Pakistán.

Pero la amenaza del terrorismo podría considerarse desde dos puntos de vista. Primero está el terrorismo organizado que es llevado a cabo directamente por miembros de organizaciones terroristas o por países que apoyan el terrorismo. En segundo lugar está el terrorismo que es el resultado de la radicalización. Ha habido muchos ataques terroristas en Europa que fueron llevados a cabo por personas motivadas por ideología extremista. Estos atacantes no eran necesariamente miembros de ningún grupo terrorista, sino que fueron radicalizados a través de enseñanzas religiosas.

Hoy la radicalización religiosa es una amenaza tanto como el terrorismo organizado. India y Europa deben cooperar en ambas áreas. El desarrollo de mecanismos para el intercambio de inteligencia sería un buen comienzo. Al ser también democracias liberales, la India y los países europeos podrían realizar esfuerzos concertados para contrarrestar las ideas radicales y promover la libertad y la seguridad.

La recuperación económica y abordar los desafíos geopolíticos y de seguridad en el período posterior al COVID-19 requeriría un esfuerzo colectivo de países de todo el mundo. India y los países europeos tienen una base de relaciones sólidas y diversificadas desde donde podrían incursionar en nuevas áreas de cooperación.

(Niranjan Marjani es analista político e investigador de Vadodara, India. Síguelo en Twitter: @NiranjanMarjani)

INTERREGNUM: Asia marca el ritmo. Fernando Delage

Después de ocho años de negociaciones, y coincidiendo con la celebración de la cumbre de la ASEAN en Hanoi, los ministros de Comercio de 15 países firmaron el domingo 15 de noviembre la Asociación Económica Regional Integral (Regional Comprehensive Economic Partnership, RCEP). Aun sin la participación de India—que abandonó su participación el pasado año por temor al impacto del acuerdo sobre su industria y agricultura—, el nuevo bloque constituye la mayor área de libre comercio del mundo, al representar el 30 por cien de la población (2.200 millones) y del PIB (26.200 billones de dólares) global. En una era de polarización política y de desconfianza en la globalización y el multilateralismo en Occidente, las naciones asiáticas han optado por el camino opuesto y confirmado su voluntad de compartir unas mismas reglas económicas.

El pacto entre los diez Estados del sureste asiático y los socios con los que ya mantenía acuerdos bilaterales de libre comercio (China, Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda), representa por sí mismo un logro histórico. Desde el lanzamiento de la iniciativa en 2011 no han faltado los obstáculos: del auge de las fuerzas proteccionistas al deterioro de la relación de Pekín con sus Estados vecinos; de la retirada de un gigante como India a la pandemia del COVID-19. Que, frente a unas circunstancias tan adversas, países con sistemas políticos diversos y diferentes niveles de desarrollo hayan culminado la negociación, es prueba de su interés común por un proceso de integración regional que no sólo reconfigurará el mapa económico y estratégico del Indo-Pacífico, sino también la interacción del continente con Estados Unidos y con la Unión Europea.

La reducción de las barreras al comercio y a la inversión intrarregionales conducirá a una mayor interdependencia entre los miembros, para quienes las relaciones económicas con países terceros ya no serán tan determinantes. En un contexto de rivalidad entre Estados Unidos y China, la RCEP ofrece nuevos instrumentos a sus gobiernos para buscar soluciones panasiáticas a los desafíos del crecimiento. La ASEAN ve satisfechos sus objetivos de permanecer en el centro de la arquitectura regional, y la República Popular queda vinculada a una estructura multilateral que condicionará su tradicional inclinación por las fórmulas bilaterales, pero multiplicará su influencia económica (es decir, el resultado que quiso evitar Obama con el TPP). Pese a ser la mayor economía del grupo, la preocupación por un posible dominio chino queda asimismo equilibrado por la combinación de países avanzados (como Japón, Corea del Sur y Australia), con otros en desarrollo (como Indonesia o Vietnam). India ha preferido descolgarse del grupo, lo que frenará su ascenso pero no el de la región—que preferirá invertir en la ASEAN—, aunque se le ha dejado la puerta abierta para incorporarse en el futuro.

Con todo, más que el impacto directo del desarme arancelario—que requerirá aún unos años conforme al calendario establecido—, importa destacar las consecuencias económicas más inmediatas, así como el mensaje político de la operación. Con respecto a lo primero, el acuerdo facilitará en gran medida la restauración de las cadenas de valor interrumpidas por la pandemia, haciendo de Asia el motor de la recuperación global, por delante de otros continentes. En el terreno político hay que añadir el hecho de que la RCEP representa la primera área de libre comercio entre las tres grandes economías del noreste asiático—China, Japón, y Corea del Sur—que negociaban desde 2012 su propio acuerdo trilateral. Pero, sobre todo, la ausencia de Estados Unidos—tanto del RCEP, como del CPTPP (es decir, el antiguo TPP tras la retirada de Trump)—implica que ni Washington, ni Bruselas, tendrán una voz cuando Asia decida sus reglas económicas.