Hong Kong resists. Nieves C. Pérez Rodríguez

Traducción: Isabel Gacho Carmona

Washington.- The Hong Kong society has deep-rooted democratic principles that are proven by the struggle they have waged in recent days and their willingness to continue to fight to maintain the freedom they have enjoyed in recent years, which has allowed them to enjoy  welfare and development outside the control imposed by the Chinese Communist Party.

The United States’ relationship with Hong Kong has been preferential due to a law passed in 1992 that allowed the US government to treat Hong Kong as a different entity from mainland China regarding trade and immigration issues after it was delivered to China in 1997, which administers the territory under the principle of “one country, two systems”.

The commitment for the transfer was to maintain the legal system that Hong Kong had during the British period, so that Chinese socialism would not be imposed. In counterpart, Beijing remained in charge of foreign policy and defence of the region. Just twenty years after the transfer, and with another thirty years to go before the region will be integrated into China, Beijing accelerates its level of interference in Hong Kong and reveals its intentions.

At the height of protests in Hong Kong, the Executive Committee for China of the United States Congress on June 13th released a bill on democracy and human rights in Hong Kong.

The announcement was made with the purpose of reaffirming the commitment of the United States to democracy, human rights and the rule of law, at a moment when these freedoms and the autonomy of Hong Kong are being eroded by the interference of the Chinese government and the Communist Party, according to the press release.

The purpose of this law is to make clear that the US Congress is on the side of the Hong Kong people and their effort to preserve human rights. This law has the bicameral and bipartisan support of the congress. 4Asia had the opportunity to consult the opinion of one of the strongest proponents of this bill, the Republican Senator Marco Rubio, who told us: “As Beijing continues its attack against the autonomy of Hong Kong, the United States must support democracy and freedom of expression. The Hong Kong government should withdraw the proposed amendments to the extradition law and explore alternatives that protect the rule of law from the influence of the Chinese Communist Party. “

Domestic and international pressure have caused the Hong Kong government to postpone the debate on the law and lower the aggressive tone that was used at the beginning of the protests. As stated by Carrie Lam, the head of the government, “the priority is to restore peace and order”. She said that while claiming that the Hong Kong courts will have the last word on extraditions to China, as an attempt to soften the oppressive and arbitrary impression of the nature of the extradition law.

It is a key moment for the region, not only for Hong Kong. Taiwan and other democracies in the Pacific need the freedoms enjoyed by Hong Kong. It is in the interest and welfare of the region that China understands that the West is on the side of democracy and will react when these freedoms are in danger.

Last week, The Economist dedicated an article to a common practice in China, which is seen as strange by the rest of the world. The Chinese music services had banned a song from “Les Misérables” that was used as a hymn in the Hong Kong protests of 2014. Do you hear people sing? It is the tune that during the protests of the last days began to be heard again, just before the gases repressed the sound of the people.

The protesters recited the song to keep the enthusiasm alive. And the response of the Chinese government, in line with its common modus operandi, seeks to silence the cry of the people to maintain an independent and democratic legal system, in this case with the Extradition Law.

INTERREGNUM: Xi en Pyongyang. Fernando Delage

La reunión del G20 el próximo fin de semana en Okinawa ofrecerá la primera oportunidad en meses para un encuentro personal entre los presidentes de Estados Unidos y de China. Los dos líderes, por no hablar de la economía mundial en su conjunto, necesitan un pacto que, aun de manera temporal, detenga la escalada en la guerra comercial. Un acuerdo no pondrá fin a la rivalidad estructural entre ambas naciones, pero facilitará a Trump el camino a su reelección, y a Xi un escenario de estabilidad frente a las numerosas incertidumbres internas y globales que afronta.

Cada uno de ellos cuenta con distintos instrumentos para convencer al otro, y no todos son de naturaleza económica. Es desde tal perspectiva como cabe interpretar el viaje de 24 horas realizado por Xi Jinping a Pyongyang a finales de la pasada semana. No sólo es la primera visita oficial de Xi como presidente a Corea del Norte (aunque como vicepresidente estuvo en 2008), sino la primera de un jefe de Estado chino en 14 años. Sin embargo, ni se ha querido que hubiera medios cubriendo el viaje, ni tampoco ha trascendido lo tratado entre Xi y Kim Jong-un.

El Rodong Shinmun, principal diario norcoreano, publicó la víspera de la llegada de Xi, un artículo de este último en el que hizo hincapié en su intención de involucrarse en mayor medida en el proceso de desnuclearización de la península. Altos funcionarios chinos han insistido, por otra parte, en la dimensión económica del viaje: Pekín tiene como prioridad la estabilidad intercoreana, lo que se verá facilitado si Pyongyang decide seguir la experiencia de las reformas de la República Popular.

China también necesita a Corea del Norte como instrumento de negociación con respecto a Estados Unidos. Ello explicaría la superación del enfriamiento en las relaciones bilaterales que causó la ejecución de Jang Song Taek, tío de Kim y principal interlocutor de Pekín, en 2013. Tras evitar durante los últimos años referirse a Pyongyang como aliado, los gestos de acercamiento por parte de las autoridades chinas se han multiplicado en los últimos meses. Es cierto que, según los términos del tratado de ayuda mutua y cooperación de 1961—que hacen de Corea del Norte el único aliado formal con que cuenta la República Popular—, en 2021 habrá de renovarse el documento. Pero la aparente improvisación de su visita se debe a la urgencia para Xi de ofrecer un señuelo a Trump. Aunque se trate tan sólo de la reanudación de las conversaciones de desnuclearización—sin que pueda descartarse tampoco alguna solución imaginativa por parte de Pekín—, es la mejor manera de que Trump supere la frustración de la fallida cumbre de Hanoi en febrero, y cambie de actitud en el terreno comercial. Apenas dos días después de la visita de Xi, Kim recibió de hecho una carta “excelente” del presidente norteamericano.

Pyongyang sigue jugando con habilidad entre los dos gigantes, pero es China quien vuelve a confirmar su margen de maniobra en relación con los asuntos de la península. Algo que complica no sólo los cálculos de Estados Unidos y de Japón, sino de modo más directo los de Corea del Sur, cuyo presidente, Moon Jae-in, recibirá a Trump en Seúl tras la reunión del G20.

Cita en Japón

Donald Trump se enfrenta a la cumbre del G-20 en Japón con dos frentes de alta tensión abiertos: el de Irán y el de la guerra comercial y sobre este último tiene previsto realizar una oferta a Pekín durante la reunión.

El presidente norteamericano parece haberse acostumbrado a una estrategia de negociación burda y, por eso mismo, peligrosa. Se trata de llevar cada conflicto al límite, exhibir músculo militar y de presión comercial y, sobre esa base, hacer una propuesta ganadora.

Hasta el momento, estos movimientos le han dado victorias parciales en México; aparentes, pero no concretadas, con Corea del Norte, y están en todo lo alto con Irán y China. El caso de Venezuela es peculiar por el protagonismo de una alternativa a Maduro que no acaba de romper el equilibrio.

En Irán, la presión militar está acompañada por gestiones más o menos secretas realizadas a través de Japón y de Omán, pero el inicio de un ataque militar abortado en el último momento presentado por Teherán como una muestra de debilidad ha sido recibido entre los aliados de la zona como expresión de un liderazgo que más allá de la bravuconería formal se muestra poco resolutivo, imprudente e impulsivo. Y ese no es un buen mensaje.

No se sabe si hará una propuesta que alivie la tensión con China  ni si las reuniones intensas de los últimos días con actores de  la zona han avanzado o no, pero si algo aleja a la forma de negociar de Trump y los jerarcas chinos es el concepto de cada uno de la paciencia y el manejo de los tiempos.

Es posible que la realidad de los números imponga una tregua pero será solo un aplazamiento de una crisis de cambio del modelo de relaciones internacionales y de gestión de la globalización.

THE ASIAN DOOR: Alibaba acerca la Ruta de la Seda digital a las empresas españolas. Águeda Parra

El complejo mercado chino ha supuesto siempre una barrera de entrada importante para nuestras empresas internacionales. La necesidad de abordar la estrategia de expansión internacional en China de la mano de un socio local ha supuesto una dificultad mayor para nuestro tejido empresarial más mayoritario, el formado por pequeñas y medianas empresas, que ha llevado en muchos casos a desechar la idea de internacionalización hacia el mercado asiático.

Los mercados evolucionan, y el comercio electrónico se está convirtiendo en la plataforma más idónea para que empresas de todo el mundo se acerquen al gigante asiático, reduciendo las barreras que suponen las diferencias culturales. Adaptarse a los gustos y preferencias del cliente chino es una prioridad del marketing online, muy necesaria para que las empresas españolas tengan éxito en su relación con los titanes tecnológicos chinos y, en especial, con su nueva estrategia de expansión internacional.

Hasta el momento, las empresas españolas más internacionales han conseguido estar presentes en el mercado chino con tiendas presenciales, pero cada vez más aumentan aquéllas que forman parte de los entornos virtuales de los marketplaces que Alibaba, Tencent y JD han diseñado como grandes exponentes de la revolución tecnológica que vive China. Los titanes tecnológicos chinos, en su fase de expansión internacional, están acercando sus ecosistemas digitales a otros mercados, ofreciendo a las empresas locales operar en sus marketplaces internacionales donde hasta el momento solamente estaban presentes las referencias de productos chinos.

Éste es el caso de AliExpress, la plataforma con la que Alibaba ofrece los productos de empresas chinas en el extranjero y que en su nueva estrategia de internacionalización va a incorporar a vendedores de España, Italia, Turquía y Rusia para que ofrezcan sus productos dentro de la plataforma con operación en el propio país, con la opción de que en unos meses alcancen otros mercados internacionales donde opera AliExpress. Aunque entre los destinos de exportación queda excluida China, ya que Alibaba opera en el país a través de Tmall, la cooperación con AliExpress supone un gran impulso para agilizar los mecanismos de internacionalización de las pymes españolas que, debido a su menor tamaño, tendrían más difícil entrar a operar en otros mercados.

En el ecosistema que ha creado AliExpress en los nueve años que lleva funcionando, los 150 millones de usuarios únicos registrados en la plataforma pueden encontrar hasta 50 millones de productos en 220 países. El objetivo con esta nueva estrategia es que AliExpress se convierta en una plataforma de e-commerce global, y no meramente un punto de venta de los productos chinos fuera del país, con el objetivo de alcanzar los 500 millones de clientes en todo el mundo y contar con 1 millón de pymes. Con el despliegue en España, el segundo mayor mercado para AliExpress por detrás de Rusia, la compañía china pretende pasar de las 1.000 pymes registradas desde el mes de marzo hasta las 10.000 a finales de 2019, consolidando así su posición en España donde ya es la segunda plataforma de comercio electrónico por detrás de Amazon, después de superar a eBay.

El éxito de este tipo de plataformas dentro de China se debe a la alta penetración del e-commerce, que en el país asiático se sitúa en el 25%, mientras que en España apenas alcanza el 10%. A pesar de que el comercio electrónico no está tan extendido en nuestro país, la tasa de penetración de Internet es una de las más altas de Europa. Este factor, junto con el acceso a los mercados europeos, la conexión con América Latina y la fama de nuestras marcas, son los elementos diferenciales que le han servido a AliExpress para elegir España como laboratorio para su expansión internacional.

Pekín está desplegando a través de la Ruta de la Seda digital su ecosistema tecnológico más allá de la “Muralla China”. A esta dinámica se ha sumado también El Corte Inglés que, tras la firma de un primer acuerdo en 2018, ha reforzado recientemente la colaboración con la empresa china para incorporar nuevas marcas en el marketplace de AliExpress. Con ello, no sólo la compañía española se suma a la Ruta de la Seda digital que está implantando China en el extranjero, sino que la misma plataforma se está convirtiendo en el facilitador para que las marcas españolas lleguen a los mercados internacionales de la mano del gran referente del e-commerce mundial.

La estrategia de Alibaba fuera de España es impulsar la potencialidad del e-commerce más allá del gigante asiático, donde se posiciona como el máximo impulsor de que el comercio electrónico en China sea el mercado más grande y el que más crece del mundo. Con esta estrategia de internacionalización de AliExpress, Alibaba está consiguiendo una colaboración win-win que beneficia a ambas partes. Para los productos españoles supone conquistar los mercados internacionales de la mano de la mayor empresa de e-commerce mundial, mientras que para el titan tecnológico chino significa afianzar su posición fuera de Pekín a través de las rutas digitales que está tejiendo en su expansión internacional. (Foto: Wojtek Gurak)

Xi visita Corea del Norte. Nieves C. Pérez Rodríguez

Washington.- A finales de la semana Xi Jinping visitó Corea del Norte, en medio de una de las peores crisis que atraviesa China en los años recientes. Con varios frentes abiertos, uno con Washington y una guerra comercial, que, a pesar de haber intentado manejarla con discreción está teniendo efectos negativos en su economía, con previsiones aún más perjudiciales; y el otro en Hong Kong, que se les ha complicado más de lo que previeron. Mientras los manifestantes siguen ocupando las calles, la suspensión de la ley de extradición prueba que, al menos de momento, la sociedad civil está ganándole el pulso a Beijing.

Hacía más de 14 años que un presidente chino no pisaba suelo norcoreano. Aunque entre las dos naciones hay lazos e intereses comunes, la persistencia de Pyongyang por desarrollar su carrera nuclear y las frecuentes pruebas tensaron la alianza y la cercanía comenzó a enfriarse. Hasta el punto de que China apoyó las sanciones a Corea del Norte en Naciones Unidas durante el momento en que Kim Jong-un insistía en mantenerse herméticamente aislado.

Pero la situación ha dado un vuelco. Desde que Trump ocupa la Casa Blanca el juego de poder es otro y las reglas han cambiado. Trump ha intentado lo que ningún otro líder estadounidense se hubiera atrevido tan siquiera pensar, y eso ha desequilibrado los centros de poder.

China, por su parte, ha sido acorralada en el plano económico, por sus prácticas irregulares y está padeciendo los efectos, por lo que se ha visto presionada a usar aliados históricos como Pyongyang para desviar la atención del mundo con su visita, que aprovecha en vender como parte de un proceso de negociación nuclear.

En tal sentido, la agencia china de noticias Xinhua publicaba el día de llegada de Xi a Pyongyang que “la esperanza sigue viva para resolver el estancamiento nuclear”. Queriendo poner en primer plano las discusiones del desarrollo nuclear norcoreano y darles protagonismo a estas conversaciones, intentando cambiar con esos nuevos titulares los que han ocupado las primeras páginas de los diarios en las últimas semanas.

No es nuevo que Beijing intente sacar partido a una situación de crisis. Por su parte, Corea del Norte está pasando una de las sequías más duras de su historia, de acuerdo con los medios oficiales, lo que agrava aún más la situación alimenticia en el país. Los norcoreanos saben lo que es pasar hambre, excepto Kim Jong-un que claramente está sobrealimentado. Ya en los años noventa miles de personas murieron en una terrible hambruna. Y actualmente Naciones Unidas está contemplando que un 40% de la población se enfrenta a una grave escasez de alimentos.

Para Kim Jong-un la visita de Xi Jinping es una buena noticia, pues revive su imagen de líder internacional, mientras que da esperanza a su gente de que están trabajando para mejorar la situación doméstica.

China sigue siendo el país que más asiste a Corea del Norte con todo tipo de ayuda. Los envíos de alimentos desde China superan considerablemente los envíos recibidos por ONGs. Rusia también es un donante importante para Beijing, la semana pasada anunciaba que estaba enviando cuatro mil toneladas de trigo y 4 millones de dólares, según la BBC. Seúl ha estado también enviando dinero y alimentos para tratar de contrarrestar los efectos de la crisis.

Mientras que Kim Jong-un ha hecho cuatro visitas oficiales a Beijing, Xi Jinping es la primera vez que recíprocamente le corresponde. Y lo hace en un momento en que tiene muchos líos en casa y le convenía salir y aparecer en Pyongyang en medio de la cobertura mediática casi exclusiva de los medios oficiales de ambos países, y en medio de un despliegue de caravanas, protocolos pomposos y honores a su persona que desvía la conversación hacia otro lugar.

Mientras todo ese derroche ocurre, la mitad del pueblo norcoreano es obligado a pasar hambre por los caprichos de su líder de mantenerse aislado y sancionado por no estar dispuesto a parar su carrera nuclear. Mientras, los hongkoneses mantienen su lucha al pie del cañón, dando un ejemplo al mundo de cómo se defiende un sistema democrático. (Foto: Gabriel Britto)

INTERREGNUM: Cumbres paralelas. Fernando Delage

Mientras Estados Unidos se enfrenta simultáneamente a China, México e Irán, el mundo emergente euroasiático vive un periodo de notable actividad diplomática, tanto en el frente bilateral como en el multilateral. En el centro de esos movimientos, como cabía esperar, se encuentra una China proactiva, resuelta a no quedarse de brazos cruzados frente a las presiones de Washington.

La semana pasada se celebró la cumbre anual de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) en Bishkek (Kirguistán), y la cuatrianual de la Conferencia sobre Interacción y Medidas de Construcción de Confianza (CICA) en Dushanbe (Tajikistán). Ambos foros ilustran la gradual institucionalización de Eurasia como espacio geopolítico, un objetivo perseguido en particular por los dos principales miembros de ambos procesos multilaterales: China y Rusia.

No casualmente, sus líderes mantuvieron una reunión días antes de la doble cumbre, en la que adoptaron dos documentos reveladores de hasta qué punto la política de Trump está reforzando el acercamiento de Pekín y Moscú. Vladimir Putin y Xi Jinping firmaron un comunicado conjunto con el título “Reforzar la estabilidad estratégica global en la era contemporánea”, y otro enfocado al desarrollo de su asociación estratégica bilateral, por los que se comprometen a sumar a otros países en su esfuerzo dirigido a “proteger el orden mundial y el sistema internacional sobre la base de los objetivos y principios de la Carta de las Naciones Unidas”.

En Bishkek, Xi celebró un encuentro paralelo con el primer ministro indio, el primero entre ambos desde la reelección de Narendra Modi. Si sus fronteras septentrionales las tiene Pekín protegidas mediante su entente con Moscú, su proyección hacia Asia meridional ha sido objeto de una sutil corrección en las últimas semanas. Empeñada en evitar la hostilidad de India hacia la iniciativa de la Ruta de la Seda (BRI) y hacia su cuasialianza con Pakistán, desde abril China está lanzando nuevos mensajes a Delhi. Si la República Popular ofrece la transparencia financiera en sus proyectos que reclama India, así como su la neutralidad con respecto a los problemas territoriales indios-paquistaníes, se eliminarían buena parte de las suspicacias indias, facilitando la consolidación de la asociación bilateral que Xi y Modi declararon querer impulsar tras la cumbre que mantuvieron en Wuhan en abril del pasado año. Círculos diplomáticos hablan incluso de la posibilidad de estructurar un diálogo 2+2—es decir, con la participación de los ministros de Asuntos Exteriores y de Defensa—, lo que supondría un innegable salto cualitativo en su relación.

El viaje del primer ministro japonés, Shinzo Abe, a Irán—tercer grande continental euroasiático, y próximo a incorporarse como miembro de pleno derecho de la OCS—tampoco fue ajeno a esta semana de iniciativas diplomáticas, todas ellas indicadoras del mundo post-occidental en formación. (Foto: Judit Ruiz)

Hong Kong resiste. Nieves C. Pérez Rodríguez

Washington.- La sociedad hongkonesa tiene principios democráticos arraigados y lo prueba la lucha que han librado en los últimos días y su disposición a continuar dando la batalla por mantener esa libertad de la que han gozado en los últimos años, que les ha permitido saborear el bienestar y el desarrollo al margen de Beijing y las controles que impone el Partido Comunista Chino.

La relación de Estados Unidos con Hong Kong ha sido preferente debido a una ley aprobada en 1992 que permitió al gobierno estadounidense tratar a Hong Kong como una entidad diferente de la China continental en cuestiones de comercio e inmigración después de que fuera entregado a China en 1997, que administra el territorio bajo el principio de “un país, dos sistemas”.

El compromiso para el traspaso consistió en mantener el sistema legal que tuvo Hong Kong durante el periodo británico, por lo que no se impondría el socialismo chino. En contraparte, Beijing se quedaba a cargo de la política exterior y la defensa de la región. A tan sólo veinte años del traspaso, y quedando otros treinta años por delante, antes de que se integre la región en China, Beijing acelera su nivel de injerencia en Hong Kong y deja al descubierto sus intenciones.

En el momento más álgido de protestas en Hong Kong, la Comisión ejecutiva para China del Congreso de los Estados Unidos ha hecho público el pasado jueves un proyecto de ley sobre democracia y derechos humanos en Hong Kong.

El oportuno anuncio se hizo con el propósito de reafirmar el compromiso de Estados Unidos con la democracia, los derechos humanos y el Estado de derecho, en el momento en que estas libertades y la autonomía de Hong Kong están siendo erosionas por la interferencia del gobierno chino y el Partido Comunista, de acuerdo con la nota de prensa.

El propósito de esta ley es dejar claro que el Congreso estadounidense está del lado del pueblo hongkonés y su esfuerzo por preservar los derechos humanos. Esta ley cuenta con el apoyo bicameral y bipartidista del congreso. 4Asia tuvo la oportunidad de consultar la opinión a uno de los más fuertes propulsores de dicho proyecto de ley, el senador republicano Marco Rubio, quien nos dijo: “A medida que Pekín continua su ataque contra la autonomía de Hong Kong, los Estados Unidos debemos apoyar la democracia y la libertad de expresión. El gobierno de Hong Kong debería retirar las enmiendas propuestas a la ley de extradición y explorar alternativas que protejan el Estado de derecho de la influencia del Partido Comunista Chino”.

La presión doméstica e internacional han hecho que el Gobierno hongkonés posponga el debate de la ley y baje el tono agresivo que fue empleado a principios de las protestas. En palabras de Carrie Lam, la cabeza del gobierno “la prioridad es restaurar la paz y el orden”. Mientras que afirman que los tribunales hongkoneses tendrán la última palabra sobre las extradiciones a China, como un intento de suavizar la impresión opresiva y arbitraria de la naturaleza de la ley de extradición.

Es un momento clave para la región, no sólo para Hong Kong. Taiwán y otras democracias en el Pacífico necesitan de las libertades de las que goza Hong Kong. Es en el interés y bienestar de la región que China entienda que occidente está del lado de la democracia, y se hará oír cuando estas libertades estén en peligro.

La semana pasada The Economist dedicaba un artículo a un hecho habitual en China, que resulta curioso para el resto del mundo. Los servicios de música chino habían vetado una canción de “Les Misérables” que fue usada como himno en las protestas de Hong Kong del 2014. ¿Oyen a la gente cantar? Es la tonadilla que durante las protestas de los últimos días empezaba a oírse de nuevo, justo antes que los gases reprimieran el son del pueblo.

Los manifestantes recitaban la canción para mantener vivo el entusiasmo. Y la respuesta del Gobierno chino, a tono con su modus operandi, busca silenciar el grito del pueblo de mantener un sistema legal independiente y democrático, al igual que ocurre con la Ley de extradición.

La lección de Hong Kong

Las movilizaciones de la sociedad de Hong Kong han logrado parar, al menos de momento, la pretensión de China de dar una vuelta de tuerca más en la restricción de los derechos pactados con la población de la ex colonia británica en su acuerdo de retrocesión a China. La Ley de Extradición que Pekín quería aprobar en Hong Kong implicaría reafirmar la potestad de los jueces chinos para imponer un sistema judicial menos independiente y más severo a los ciudadanos de la ex colonia igualando su situación a la de los ciudadanos chinos, casi completamente indefensos ante unos tribunales controlados por el Estado.

La movilización social ha demostrado que los sistemas totalitarios son brutales pero no impermeables a una opinión pública que les gustaría (y es uno de sus intentos más sofisticados, perversos y peligrosos) controlar y silenciar. Para sociedades como la coreana del norte o la de Taiwán, que mantiene sus libertades bajo una intensa presión china, son un ejemplo sobre cómo no siempre las dictaduras están completamente libres para imponer su voluntad en un mundo cada vez más complejo.
Y, una vez más, en un lamentable espectáculo que ya apenas sorprende, en las sociedades democráticas europeas reina un estruendoso silencio ante unas movilizaciones que molestan a China. No es que brille la sensibilidad con estos asuntos en las calles de Europa, pero algo más se notaría si se tratara de movilizaciones contra regímenes autoritarios con coartadas de extrema derecha o simplemente no de izquierdas. Por ahora, la sociedad de Hong Kong está dando un ejemplo y China entiende que debe moderar algunos de sus gestos porque no tiene tanta libertad de actuar como había supuesto. Aunque la situación aún puede variar. (Foto: Alvin Ku)

Tiempo de juego y resultado. Miguel Ors Villarejo

¿Quién está ganando la guerra comercial? Oigo la pregunta a menudo, y me temo que la respuesta ilumina más las preferencias de los opinantes que la situación real. ¿Hay algún modo objetivo de abordarla? Más o menos.

Lo primero que hay que decir es que las guerras comerciales no las gana nadie. Todos perdemos cuando se imponen aranceles. Donald Trump argumenta que los van a pagar los fabricantes chinos y es verdad que estos podrían decir: vale, pues gano menos dinero. Pero casi el 40% de los bienes penalizados son de consumo y ahí la competencia es intensa y los márgenes, por tanto, delgados como una hoja de afeitar. La única opción que les queda a los exportadores si no quieren arruinarse es trasladar al ciudadano el alza y eso es lo que está pasando. Tras la aplicación de las nuevas tarifas, los artículos afectados se han encarecido en promedio el 1,6%.

Pero aunque las guerras comerciales no las gana nadie, sí puede determinarse quién pierde más y, para ello, en Bloomberg han desarrollado unos marcadores con los que nos podemos hacer una idea aproximada.

 

Primer marcador: ¿qué está pasando con el déficit comercial?

Este ha sido el desencadenante de las hostilidades, un desencadenante absurdo, porque el déficit comercial no es un indicador de bienestar. De hecho, Estados Unidos se ha pasado más de la mitad de su historia en déficit, y no podemos decir que le haya ido mal. Al contrario. Y si el superávit fuera un signo de salud económica, sus mejores momentos habrían sido las dos guerras mundiales y la Gran Depresión. Un disparate.

Sea como fuere, ¿qué ocurre con la balanza bilateral entre Estados Unidos y China? Pues que se ha estrechado efectivamente, lo cual tiene toda la lógica, porque si subes los precios de los productos chinos, su demanda caerá.

Así que en este marcador, Trump 1, China 0.

 

Segundo marcador: los precios. ¿Suben o bajan?

Ya hemos visto que suben. O sea, Trump 0, China 1.

 

Tercer marcador: confianza del consumidor.

Los ánimos se mantienen por ahora altos en ambas retaguardias.

Reparto de tantos, dice Bloomberg: Trump 1, China 1.

 

Cuarto marcador: el mercado de divisas.

Habrán oído que una de las manipulaciones más escandalosas de los chinos tiene que ver con la cotización de su moneda, que mantienen artificialmente baja para facilitar la salida de sus productos. ¿Y qué ha pasado con el yuan? Pues que se ha debilitado en torno al 7% durante el último año. Pero, claro, un yuan tan débil también supone un problema para China, porque importa inflación y tarde o temprano obliga a subir los tipos de interés, lo que ralentiza la economía.

Empate, concluye Bloomberg: Trump 1, China 1.

 

Quinto marcador: crecimiento.

¿Qué están haciendo las economías respectivas? Si tenemos en cuenta que el peso de las exportaciones en el PIB es muy superior en el caso de China (19,6% frente a 11,9%), lo lógico es que sea ella la que acuse el golpe mayor, y eso es lo que refleja la contabilidad nacional: mientras su PIB se desacelera, el de Estados Unidos se acelera.

Trump 1, China 0.

 

Sexto marcador: las bolsas.

Aquí nuevamente se lleva la mano Trump. Tanto el Dow como el Shanghai Composite registran pérdidas desde enero de 2018, pero las del segundo son superiores.

Trump 1, China 0.

 

Séptimo marcador: inversión directa.

El año pasado, la inversión estadounidense en China mantuvo su tono, o sea, que el Imperio del Medio conserva su atractivo para los capitales americanos. La inversión china en Estados Unidos, por el contrario, se ha desplomado. Mano para China.

Trump 0, China 1.

Si han llevado la cuenta, el resultado global de la eliminatoria arroja un apretado 5 a 4. Es posible que haya que recurrir a la prórroga y los penaltis. (Foto: Nicolas Stafford)

THE ASIAN DOOR: En los juegos digitales Tencent es el rey. Águeda Parra

De la economía digital en China se conoce mucho a sus actores, los grandes titanes tecnológicos que están impulsando el desarrollo de las nuevas tecnologías en el país. Baidu, Alibaba, Tencent, más conocidos como los BAT, figuran entre los grandes referentes de la revolución tecnológica que está experimentando el país. Muchos de ellos ya han traspasado la “Gran Muralla china” digital y están desarrollando sus planes de expansión internacional con éxito entre los países asiáticos, pero también entre las grandes potencias occidentales. De entre los sectores que hacen posible la floreciente economía digital en China, el e-commerce, las FinTech y la inteligencia artificial figuran entre los más importantes, pero existen muchos otros, menos conocidos, como los juegos digitales, que también están realizando una gran aportación a una cada vez más importante economía digital en China.

Podríamos decir que Alibaba representa para el e-commerce lo que Tencent a los juegos digitales, un gran imperio que le ha llevado a ser la firma de juegos más grande a nivel mundial con los mejores juegos para móvil y PC del mundo por ingresos. Conseguir esta posición de liderazgo ha sido el resultado de la adquisición de otras compañías extranjeras que ha permitido a las empresas chinas disponer de los juegos con mayor número de jugadores online. De hecho, las compañías chinas fueron responsables de hasta el 70% de todas las adquisiciones de compañías de juegos digitales entre 2015-2017, un escenario que difícilmente se volverá a producir después de que el gobierno chino incorpora en agosto de 2017 una nueva ley sobre inversiones en el extranjero que prohíbe la adquisición de este tipo de empresas. No obstante, el entorno de enfrentamiento entre Estados Unidos y China con el trasfondo de la guerra comercial harían en la actualidad muy complicadas este tipo de negociaciones.

Una clase media con mayores ingresos y una creciente penetración de usuarios de Internet ha llevado a que China se posicione como el mercado más grande del mundo con un 26% de cuota por ingresos, según la consultora especializada NewZoo. El liderazgo en esta ocasión corre a cargo de Tencent, que cuenta con un 46% de la cuota de mercado del país, lo que además le permite situarse como la compañía de juegos digitales más importante del mundo por ingresos con 10.200 millones de dólares, según Niko Partners. Esto supone que la compañía china acapara un 13% de los ingresos globales de los juegos digitales, que le permite posicionarse por delante de otras grandes empresas del sector como Sony, Activision Blizzard, Microsoft, Apple y Electronisc Arts que, junto a Tencent, ocupan el Top 5 mundial de las empresas de juegos más importantes. En el mercado chino, por el contrario, solamente NetEase, la sexta compañía más importante del mundo, consigue con un 15% de cuota de mercado hacerle algún tipo de competencia al gigante Tencent, propietario además de la omnipresente aplicación WeChat, elemento clave del ecosistema digital de China.

El mercado de juegos digitales ha conseguido duplicar en poco tiempo sus cifras de negocio, creciendo entre 2013-2017 desde los 13.800 millones de dólares a los 32.500 millones de dólares, una cifra que se consigue reuniendo a más de 575 millones de jugadores online, según NewZoo. El creciente mercado de juegos digitales en China ha superado con creces al de Estados Unidos que alcanzó los 25.000 millones de dólares en 2017, registrando 180 millones de usuarios menos que el chino. Este menor rendimiento del negocio de empresas estadounidenses en China no procede, sin embargo, de un menor interés por los productos que ofrecen, más bien al contrario. El juego para PC más popular en el gigante asiático es el League of Legends, desarrollado por la empresa estadounidense Riot Games que fue adquirida por Tencent, mientras que el más popular entre los juegos para móvil es Honor of Kings, una adaptación de League of Legends. Sin embargo, la situación a la inversa no suele darse, es decir, que las empresas chinas que desarrollan juegos digitales populares en el mercado nacional consigan traspasar la “muralla china” y posicionarse entre los más descargados en otros países.

El gran dominio de Tencent se produce gracias a la obligación impuesta por las leyes chinas que requieren que las empresas extranjeras se asocien con una compañía local para operar en China. La cesión obligatoria de las licencias supone que las compañías extranjeras reciban en torno al 30%-50% de los ingresos asociados a los juegos de PC disponibles en el mercado chino, mientras que en el caso de los diseñados para móvil ese porcentaje puede ascender hasta el 60%. Una situación que dificulta la operativa de las compañías extranjeras en China, donde el mercado de juegos digitales está experimentando un gran crecimiento después de que el gobierno levantara en 2015 la prohibición de 14 años impuesta en 2000 de importar consolas de juego extranjeras por considerar que podrían ser perjudiciales para la salud por cuestiones de adicción. La situación llegó al extremo en China cuando en 2007 el gobierno obligó a los operadores a incluir un “software anti-adicción” para evitar un uso excesivo entre los jóvenes.

Una de las preocupaciones de este monopolio entre las empresas chinas del sector de juegos digitales es el acceso a la información que se recopila de los terminales de juego, que puede incluir la geolocalización, acceso a la cámara, lista de contactos y hábitos. Información sensible si se tiene en cuenta que en el caso de Tencent la compañía también dispone de los datos que le proporciona WeChat, la aplicación omnipresente con la que los usuarios pueden realizar compras e-commerce, pagos online, solicitar citas médicas, pedir comida a domicilio, solicitar transporte compartido, bicicletas de alquiler y un largo etcétera. Unos datos que podrían llegar al gobierno, si así se lo requiriesen por normativa legal. Mientras los usuarios de WeChat en el extranjero siguen siendo una minoría, la información actual corresponde principalmente a los ciudadanos chinos.