Angola y la Ruta de la Seda. ÁNGEL ENRIQUEZ DE SALAMANCA ORTIZ

Desde el fin de la guerra civil en 2002, China se ha convertido en el principal socio comercial de Angola. El comercio bilateral entre ambos países ha crecido a una media del  10% anual, siendo hoy China, el principal socio comercial de Angola:

[Fuente: Elaboración propia con los datos obtenidos del Instituto Estadística de China]

A pesar de la crisis del Covid19, que ha azotado todo el planeta en 2020, China sigue siendo el principal socio comercial de Angola, por delante de su ex metrópoli, Portugal.

[Fuente: INE.Gov.ao]

China es el principal cliente con casi el 63% de las exportaciones, siendo estas, sobre todo, petróleo, que suponen casi el 90% de todo lo exportado por el país africano.

Tras la guerra el gobierno de Angola necesitaba dinero para la reconstrucción del país. El problema era que los países y los organismos internacionales como el Fondo Moneta­rio Internacional (FMI) exigían a Luanda reformas en el sector económico, financiero y político.

En un solo año el Exim Bank Chino llegó a prestar más de 2.000 millones de dólares al país africano con el aval del petróleo angoleño. De esta manera China ocupaba el lugar del Fondo Monetario Internacional (FMI) y de las ayudas de la Unión Europea (UE). La financiación china se dedicó a realizar mejoras en las infraestructuras como, por ejem­plo, 400 kilómetros de carreteras o la construcción del hospital general de Luanda.

Angola es un país calificado como de riesgo alto (D4)  por la compañía Euler Hermes:

  • Alto riesgo económico.
  • Alto riesgo para los negocios
  • Alto riesgo comercial
  • Alto riesgo de financiación
  • Riesgo político Medio-alto

Las principales ventajas del país pueden ser:

  • Elecciones relativamente pacificas
  • Frontera con R.D. del Congo, a pesar de esto,  no hay amenazas significativas a la seguridad por parte de fuerzas externas.
  • Miembro de la OPEP y 2º mayor productor de petróleo de África Subsahariana con reservas para las próximas décadas
  • Grandes reservas de productos mineros (diamantes) y agrícolas
  • Importantes entradas de I.E.D.  de economía avanzadas y emergentes (China)

Los principales inconvenientes del país son:

  • Alta deuda: más del 100% del Producto Interior Bruto (PIB)
  • Baja diversificación: 98% exportaciones petróleo y dependientes de su precio
  • Infraestructura débil que requiere altas inversiones
  • Pobreza à 47% vive con menos de 1,90 usd/día
  • Corrupción
  • Recesión en los últimos años: Caídas de más del 2,5% del Producto Interior Bruto.

[Fuente: EH.es]

A lo anterior hay que añadir que la región de Cabinda, al norte, y separada por la R.D. del Congo es una de las regiones más ricas de petróleo y en sus tierras se produce más de la mitad de la producción de Angola. Esta región es muy conflictiva debido a los mo­vimientos separatistas del “Frente para la Liberación del Enclave de Cabinda” que han sido apoyados por países como Sudáfrica o por empresas petroleras.

La Ruta de la Seda Sanitaria surgió por primera vez en el año 2013, a manos del presidente chino Xi Jinping. El avance de la pandemia del Covid-19 a nivel mundial no ha hecho más que reforzar la necesidad de promover la cooperación sanitaria, y para ello, China dotó nuevas funciones a bancos  como el “Export and Import Bank” (EXIM Bank) y ha creado instituciones públicas para la financiación de la ruta como el “Silk Road Fund”.  

Con la llegada del nuevo siglo, las relaciones entre China y África se han intensificado. A principios de siglo, en torno al 80% de la asistencia medica china se encontraba en África y para el año 2006, China, ya había enviado más de 15.000 médicos, doctores, enfermeras a todo el continente, un beneficio para toda la sociedad.

Con la Malaria, el presidente de China del momento, Hu Jintao, construyo 30 hospitales y 30 centros de prevención y tratamiento de esta enfermedad, una enfermedad que China tenía casi controlada.

China y Angola han reforzado la cooperación en muchos campos, en octubre del año pasado China envió al país africano médicos para luchar contra el COVID-19, y no solo eso, además la empresa china Huawei invirtió 60 millones de dólares para completar un parque tecnológico que se espera esté acabado a finales de este año 2021. Durante los últimos años, China ha desarrollado infraestructuras que posibilitan la existencia de internet, fibra óptica y antenas de 5G, unas infraestructuras que suponen un eje para la creación de la ruta de la seda digital, que por ejemplo ha permitido a empresas como Alibaba, crear la plataforma “Electronic World Trade Platfrom” (e-WTP), creada con el fin de facilitar las comprar por internet en todo el mundo, incluido África.

En el marco de la BRI, China ha podido desarrollar infraestructuras como la ampliación del aeropuerto de Abidjan o el ferrocarril entre Addis-Abeba y Djibuti.

En el 2018 se celebró la cumbre del FOCAC, que reunió a más de 50 países africanos, uno de los objetivos de esta cumbre fue promover los ambiciosos proyectos de la Belt and Road Initiative (BRI) entre China y África. El gigante asiático ha asistido a más de 150 países con pruebas PCR, ventiladores o test rápidos; entre marzo y abril exporto 4.000 millones de mascarillas, más de 35 millones de equipos de protección, más otros 3 millones de termómetros y gafas protectoras, así como  grupos de médicos, enfermeros y expertos en salud:

[Fuente: AVECH]

A Pekín le interesa que el impacto del coronavirus sea pequeño en África, la deuda del continente ronda los 145.000 millones de dólares y más de 10.000 empresas están instaladas en África. En la actualidad, China ha proporcionado 10 millones de vacunas para el coronavirus, el “Plan de implementación de la vacuna de la nueva corona”, que incluye a Angola, proporciona vacunas que se convertirán en un producto asequible para todos los países en vías de desarrollo. En Marzo 2021 llegaron a Angola 200.000 dosis de la vacuna China para el Coronavirus así como 40.000 kits de detección rápida.

[Fuente: MERICS]

En el 2012 entró en funcionamiento el ferrocarril de Benguela, un tren que une las regiones de Luau y Lobito, el este y oeste de Angola, una forma barata y segura de transportar, no solo petróleo, sino también alimentos, cemento etc… a zonas que antes era imposible por la destrucción de la guerra civil que duro casi 30 años.

La conexión con la estación de Luau (Este) supone también un ancla importante para el desarrollo de los Países de la Comunidad de África Austral, una línea de más de 1.200 km de largo que constituye una prueba de los esfuerzos entre China y Angola por mejorar las infraestructuras del país.

La R.D. del Congo y Zambia no tienen salida al mar, por lo que conectar estas áreas con el puerto de Lobito supone una mejora en las exportaciones e importaciones de estos países y, una alternativa al puerto de Beira en Mozambique y Dar-Es-Salaam en Tanzania.

Además, la R.D. del Congo posee grandes reservas de Cobalto y otros minerales, por lo que el transporte a Lobito y al resto del mundo podría ser más barato que a Dar-Es-Salaam o Beira, por lo hablar del tráfico de personas.

Lobito está destinado a ser una puerta de entrada entre África y el resto del mundo; y la ciudad de Luau destinada a ser el nexo de unión e integración del sur de África.

Las ciudades por las que pasa este tren también se han visto favorecidas, muchos pueblos y aldeas se han trasladado a las inmediaciones de las vías con el fin de poder comprar y vender productos, mercados que avivan la esperanza de una vida mejor.

La extensión de la Ruta de la Seda por el continente africano se ha ido incrementando año tras año gracias a los acuerdos surgidos en las cumbres del FOCAC (Forum on China-Africa Cooperation) y a las ayudas de China, como los 35.000 millones de USD que se comprometieron en 2016 para la construcción de infraestructuras, líneas de ferrocarril o carreteras. A través de la Belt and Road Iniciative, China ha concedido préstamos a los países africanos por valor de más de 50.000 millones de dólares solo entre los años 2015 y 2017, cuyos mayores beneficiarios fueron Angola y Costa de Marfil, entre otros.

China quiere aumentar su presencia en todo el continente africano y, obviamente, lo está haciendo a través de la Ruta de la Seda, pero los préstamos concedidos por el gigante asiático, las inversiones en infraestructuras, en muchas ocasiones realizadas sin tener en cuenta las necesidades locales, la violación de los Derechos Humanos o los problemas políticos son algunos de los aspectos muy criticados por la comunidad internacional.

ÁNGEL ENRIQUEZ DE SALAMANCA ORTIZ es Doctor en Economía por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Relaciones Internacionales en la Universidad San Pablo CEU de Madrid.

www.linkedin.com/in/angelenriquezdesalamancaortiz

@angelenriquezs

INTERREGNUM: India en Asia. Fernando Delage

El estatus diplomático de India no puede ser hoy más diferente del que tenía al acceder a la independencia en 1947, pero—como entonces—la evolución de su política exterior continúa sujeta a las sucesivas transformaciones del orden asiático. Presionada a la vez por Estados Unidos y por China, Delhi afronta en la actualidad una nueva transición que obliga a reconsiderar su papel estratégico y a adoptar la estrategia más eficaz posible en defensa de sus prioridades. Subrayar esa continuidad histórica, y proponer los pilares de una política exterior para el futuro constituyen el objeto de India and Asian Geopolitics: The Past, Present (Brookings Institution Press, 2021), libro de reciente publicación de uno de los más respetados analistas indios, Shivshankar Menon.

Diplomático de carrera, exministro de Asuntos Exteriores, y antiguo asesor de seguridad nacional del primer ministro entre 2010 y 2014, Menon examina el encaje de India en el complejo mundo de la geopolítica asiática a lo largo de las décadas. Las condiciones al nacer la República no fueron desde luego las más propicias. Después de 200 años de colonialismo, la que había sido una de las sociedades más ricas y avanzadas del planeta se había convertido en una de las más pobre y retrasadas. La esperanza de vida en 1947 era de 26 años, y en la primera mitad del siglo XX la economía sólo había crecido un 0,005%. La pobreza y el analfabetismo eran endémicos. India necesitaba ante todo concentrarse en su desarrollo.

Al mismo tiempo, sin embargo, la independencia de India marcaba para Nehru el ascenso de Asia y, en marzo de 1947, organizó en Delhi la Conferencia de Relaciones Asiáticas, invitando a todos los Estados asiáticos así como aquellos otros aún colonizados. Era mediante la formación de una “comunidad de paz” como Nehru esperaba reforzar los vínculos de solidaridad que permitirían a Asia superar su déficit de capacidades y avanzar hacia la prosperidad y seguridad del continente. Su activismo diplomático le condujo asimismo a mediar en los conflictos en Corea e Indochina. La Conferencia de Bandung de 1955 sería el punto culminante de sus esfuerzos destinados a reorientar la geopolítica regional, pronto eclipsados por la Guerra Fría y las dos superpotencias.

La consolidación del bipolarismo en Asia en la segunda mitad de los años cincuenta redujo el espacio para India. Estados Unidos dio forma a una red de alianzas contra el comunismo, que incluyó la SEATO (1954) y la CENTO (en 1955), ambas con la participación de Pakistán, mientras que una Unión Soviética más aislada se acercó a aquellos países que por ser neutrales no eran explícitamente enemigos, como India o Indonesia. La posterior ruptura chino-soviética y la guerra de 1962 entre India y China supuso el fin de la influencia de Nehru, aunque no de su filosofía de no alineamiento. Con todo, el sistema de la Guerra Fría dividió a Asia en varias subregiones, sujetas de manera separada a la confrontación entre Washington y Moscú.

Más bien al margen de la dinámica general asiática durante los años setenta, fue la implosión de la Unión Soviética, seguida por las reformas chinas, la que permitieron a India—o, más bien, obligaron por sus circunstancias económicas—a reintegrarse con sus vecinos, lo que hizo a partir de 1992 mediante la denominada “Look East policy”.  El resultado fue un periodo de crecimiento aún en marcha que permitió sacar a varios cientos de millones de personas de la pobreza, y convertirse gradualmente en un elemento del equilibrio de poder asiático.

China es el gran protagonista de la segunda mitad del libro. En 1988, Deng Xiaoping dijo al entonces primer ministro Rajiv Gandhi, que el siglo XXI no sería el siglo de Asia a menos que India y China se desarrollaran juntos. Sus caminos han sido diferentes, sin embargo, desde entonces. Pekín intenta reconfigurar económica y geopolíticamente el continente euroasiático mediante su integración en torno a China; India actúa de manera defensiva para proteger sus intereses y su autonomía estratégica. Menon encuentra tres grandes razones para el optimismo de cara al futuro. En primer lugar, India ha mostrado una notable capacidad para aprender de la experiencia y superar sus sucesivos fracasos, especialmente en la economía. Además de ser la mayor democracia del planeta, ha cultivado en segundo lugar una cultura estratégica acostumbrada a la multipolaridad. Posee, por último, una larga tradición de dar forma a intereses compartidos mediante el diálogo con otros. El potencial es ciertamente innegable; corresponde a los demás reconocerlo mediante un mayor acercamiento a Delhi.

Se refuerzan las teorías conspirativas

Donald Trump, desde el principio de la actual pandemia, se empeñó en difundir una serie de teorías sin fundamento entre las cuales destacaba la de que el coronavirus en acción era producto de un proyecto chino de guerra bacteriológica al que, por estrategia o por negligencia, se habría liberado al exterior del laboratorio implicado. Los más osados añadían que previamente los chinos se habrían vacunado, lo que explicaría la baja cifra de muertos chinos, cifra ofrecida por el propio gobierno chino. Ni que decir tiene que estas teorías se extendieron, sofisticaron y retorcieron en las redes sociales y en los círculos y cabezas que siempre han tendido a explicar los problemas del mundo atribuyéndolas a fuerzas oscuras y malvadas, lo que exime de toda responsabilidad personal. Pero los difusores eran, aunque no exclusivamente, Trump y su círculo, y los sectores académicos y medios de comunicación “respetables y progresistas” los ridiculizaron convenientemente.

Ahora  cambian los tiempos y es Biden quien repite, o al menos no descarta, este origen maléfico de la pandemia mundial, y ahora ya no se ridiculizan aquellas teorías. Así, sorprende ver en medios “serios” comentarios racistas propios de las viejas películas de Fumanchu y del “peligro amarillo”.

Porque hay que partir de un dato hasta ahora incontrovertible: no hay ningún dato científico que indique que el virus es una creación humana. Ni un experto de los miles que han analizado la estructura, el comportamiento y las formas de atacar el virus (entre otras cosas para fabricar unas vacunas que están demostrando una alta eficacia) avala esta hipótesis, al menos hasta este momento. Aquellas teorías se basan en elementos circunstanciales sobre si hubo contagios en un laboratorio antes de las fechas consideradas de inicio y otros datos igual de poco rigurosos. Otra cosa es que China haya sabido antes del virus y en el proceso de investigación e identificación sus expertos hayan perdido el control. Pero hasta ahora no hay datos que lo avalen.

¿Entonces? Pues que Biden está mostrando una típica debilidad occidental bien conocida en Europa. Cuando ordena a los servicios de inteligencia que investiguen esas posibilidades realiza un acto de propaganda porque las agencias norteamericanas están en eso desde el principio por orden de Trump sin haber conseguido datos verificados.

Pero las democracias occidentales no necesitan teorías descabelladas que calientan cabezas peligrosas, como las que asaltaron el Capitolio o las que claman contra la globalización, para oponerse a China. China es un país despótico que desprecia las libertades individuales, las creencias personales y la dignidad humana porque se sigue asentando en un credo comunista con todo lo que tiene de antihumanismo. Y, además, desprecia tratados internacionales, la libertad de mercado y las voluntades de otros países y territorios. Incluso podría añadirse que algunas de sus técnicas de intervencionismo económicos son el sueño inconfesable de sectores de la izquierda europea y norteamericana. Y, además, puede añadirse su no tan buena gestión de la pandemia a pesar de los mensajes oficiales no contrastados. Probablemente ha sufrido cientos de miles de muertos pero la cifra no se puede constatar en aquel régimen y la transparencia no es propiamente una virtud del Estado chino.

Esta es una de las lecciones de estos tiempos en que la razón y la ciencia parecen retroceder ante las emociones, el fanatismo y la ignorancia aprovechados irresponsablemente por algunos gobiernos. Y esta es una muy mala señal.

THE ASIAN DOOR: La salud digital aborda una década dorada. Águeda Parra


Todo reto representa una oportunidad y la pandemia generada por el COVID-19 ha supuesto un profundo impulso para el despegue de la salud digital. Tanto el impulso generado por una creciente clase media, que dispone de mayores recursos para abordar los gastos derivados del cuidado de la salud, como el efecto de una población cada vez más envejecida, han puesto el foco en una revolución tecnológica en la industria de la salud en China.

Con un gasto en salud que ha venido creciendo en los últimos años y que en 2018 se situó en el 5,4% del PIB, según el Banco Mundial, China todavía tiene un amplio camino por recorrer hasta alcanzar los niveles de gasto en salud de Estados Unidos y la Unión Europea, que ascienden al 16,9% del PIB y al 9,9% del PIB, respectivamente. De hecho, el efecto de la actual crisis sanitaria no ha hecho más que acelerar una creciente atención en el desarrollo de la industria de la salud y en la biotecnología, promoviendo que se comiencen a desplegar nuevos hábitos en el uso de la telemedicina y que se incorpore un número cada vez mayor de empresas dedicadas a ofrecer servicios de salud online para cubrir la creciente demanda.

Si el brote del SARS, el coronavirus que afectó a Asia en 2003, tuvo un impacto muy significativo en impulsar el sector del e-commerce como respuesta a la creciente demanda de trasladar las compras offline al medio online, este nuevo coronavirus puede convertirse en el promotor que impulse la industria de la biotecnología y la salud digital, que ya antes de la pandemia venía experimentando crecimientos significativos año tras año. De hecho, el paso de los consumidores hacia hábitos digitales no se hubiera producido hasta dentro de cinco años, de ahí que la crisis sanitaria no ha hecho más que acelerar esta tendencia, situando la valoración del mercado de la salud online en China en unos 29.000 millones de dólares en 2020, un aumento significativo desde los 15.800 millones de dólares en los que se situaba la industria en tiempos previos a la pandemia.

La que está llamada a ser la siguiente industria del billón de dólares, incluye dentro del ámbito de la salud digital la telemedicina, la venta de medicinas online y los dispositivos electrónicos. El efecto pandemia está atrayendo la inversión hacia el nuevo abanico de negocios que se engloban dentro del ámbito de la salud digital, impulsando que los ingresos generados a nivel global casi se dupliquen desde los 350.000 millones de dólares registrados en 2019 a los 600.000 millones de dólares que la consultora McKinsey estima que se alcanzarán en 2024.

Del auge de la salud digital participan, asimismo, los unicornios de la industria, las empresas valoradas en más de 1.000 millones de dólares, que de forma combinada han alcanzado una valoración de más de 110.000 millones de dólares, según Holon1Q. El acelerado ritmo de inversión en esta industria ha promovido que varios unicornios protagonicen algunas de las más recientes y exitosas salidas a bolsa. Éste es el caso de JD Health, que parece confirmar la tendencia clara que sitúa a los unicornios chinos en el ámbito de la tecnología en los servicios de salud, mientras las nuevas startups estadounidenses están más focalizadas en la biofarma y la tecnología genética. La plataforma online de productos farmacéuticos y servicios de salud filial de JD.com, la segunda empresa de e-commerce más importante del país, consiguió con su debut en la bolsa de Hong Kong el pasado mes de diciembre recaudar 3.500 millones de dólares, convirtiéndose así en la segunda OPV más importante de 2020 en ese parqué.

Los unicornios del sector salud forman parte de una creciente oleada de nuevas empresas que comienzan a capitalizar el efecto de la pandemia global incorporando servicios de salud online. En el caso de China, las nuevas startups se suman a un entorno de desarrollo de la salud digital que ya comenzaba a ser relevante en el país antes de la actual crisis sanitaria. Aunque para algunos usuarios ha sido su primera experiencia online, se estima que más de un tercio adoptará estos nuevos hábitos de salud digital, potenciando más aún el ecosistema digital de China y la revolución tecnológica que la salud digital va a incorporar en la próxima década.

Los Juegos Olímpicos de Tokio segundo intento. Nieves C. Pérez Rodríguez

A tan sólo dos meses del segundo intento de inauguración de los juegos de Tokio 2020, aunque un año más tarde, la situación sanitaria en Japón es delicada y de acuerdo con algunos médicos locales podría llegar a empeorar.

La tercera economía del mundo había controlado bastante bien la pandemia y los contagios durante el 2020, a pesar de la cercanía con el lugar del brote inicial y otras regiones que fueron altamente afectadas en los primeros meses en que se declaro la pandemia.

Sin embargo, en los últimos meses ha habido brotes como el de Osaka, la tercera ciudad en población del país, que ha reportado un número muy alto de casos y los hospitales de la ciudad se encuentran al límite de su capacidad, lo que en muchos casos ha acabado en victimas ante la falta de asistencia. Muchos de los pacientes que comienzan a experimentar síntomas leves y que, eventualmente, podrían necesitar asistencia médica no están siendo recibidos en los hospitales debido a que se encuentran en su máxima capacidad. 

Según AP, los decesos a causa de Covid-19 que ocurrieron fuera de los hospitales en abril se triplicaron desde marzo  y fueron 96, incluidos 39 en Osaka y 10 en Tokio. Y aunque la cifra parezca alarmante hay que remarcar que Japón tiene una población de más de 126 millones de ciudadanos.

A pesar de que la comunidad internacional está de acuerdo en que los juegos  olímpicos se lleven a cabo, parece que según se acerca la fecha empieza a haber más resistencia a la celebración. Los juegos del 2020 fueron reprogramados al 23 de julio del 2021 y los paraolímpicos el 24 de agosto. Por lo que el pasado 16 de noviembre el presidente del Comité Olímpico Internacional (COI) visitó Tokio y se reunió con el primer ministro Yoshihide Suga. Y en su momento Suga aprovechó la ocasión para afirmar “nuestra determinación es realizar unos juegos seguros y exitosos el próximo verano como prueba de que la humanidad ha derrotado el virus”.

Esas palabras, que seguramente fueron la gran motivación en el momento en que fueron reprogramados los juegos, no necesariamente cuentan hoy con la misma fuerza ni el mismo entusiasmo, pues son muchos más los países que se encuentran aún batallando para controlar la pandemia sin mucho éxito.

El playbook o libro de procedimiento de las Olimpiadas de Tokio del 2020 (que mantiene su nombre a pesar de que la celebración se lleve a cabo en el 2021) ha contado con varias revisiones y modificaciones del comité, en un esfuerzo por ajustarse a la realidad del Covid-19 y lo que se ha ido aprendiendo del virus. Y aunque está previsto que los atletas se hagan dos pruebas antes de salir de sus países para contar con la seguridad de estar negativos, una vez en la villa olímpica deberán practicarse pruebas diarias junto con otras normativas estrictas en pro de mantener su seguridad sanitaria.

Así como muchos atletas internacionales están ansiosos en participar, pues estas competiciones son la razón su devoción al entrenamiento, algunas figuras importantes han anunciado que no participarán. La misma sociedad civil japonesa que ha sido consultada en encuestas de opinión ha expresado su deseo en cancelar las olimpiadas por temor a más contagios. Pues la curva de casos ha aumentado considerablemente desde que fueron levantadas las restricciones.

El gobierno japonés sigue sumando esfuerzos en evitar que los juegos sean cancelados, porque de serlo verían como 26 mil millones de dólares se perderían, eso es parte de los costos de organización, de seguridad, de adaptación de las instalaciones deportivas o en algunos casos de construcción de ellas, las trasmisiones televisivas entre otras muchas cosas.

Reuters revelaba a finales de la semana pasada que tan solo 4,1 % de la población japonesa había sido vacunada mientras que comparaba con otros países del G7 en los que las fases se encontraban mucho más avanzado.

Las cifras oficiales de casos en Japón a dos meses de la celebración de las olimpiadas y los paraolímpicos son de 706.000 casos positivos y unas 12.000 muertes en total.

En este momento se calcula que el 80% de los atletas han sido vacunados lo que es una cifra muy alta, y el gobierno japonés ha sugerido a los comercios y restaurantes que cierren sus puertas a las 8 pm para intentar contener un poco la movilidad en la calle. Lo que ha llevado a un debate entre los juristas japoneses de si la medida es o no constitucional.

El Covid-19 no sólo ha cambiado la vida, la dinámica sanitaria, la economía y hasta la política de cada país del planeta, sino que ha ocasionado que la celebración de un evento tan codiciado entre las naciones anfitrionas se haya convertido en una problema para el país receptor quién aun haciendo todo correctamente podría acabar ganando el rechazo social de sus propios ciudadanos.

INTERREGNUM: Moon visita a Biden. Fernando Delage

El presidente surcoreano, Moon Jae-in, ha sido el segundo líder extranjero recibido por el presidente Joe Biden en Washington desde su toma de posesión. Su visita de la semana pasada, después de la realizada en abril por el primer ministro japonés, Yoshihide Suga, confirma la prioridad dada por la Casa Blanca a su estrategia hacia el Indo-Pacífico. Además de engrasar una de sus alianzas bilaterales más importantes—desatendida por Trump durante su mandato—, Estados Unidos no puede prescindir de Corea del Sur para todo lo relacionado con China y con Corea del Norte.

Por lo que se refiere a esta última, Moon, creyente en la posibilidad de un arreglo diplomático con Pyongyang,  ha intentado conseguir una mayor flexibilidad por parte de Biden. La Casa Blanca insiste, no obstante, en que las sanciones no pueden relajarse mientras Corea del Norte continúe violando las resoluciones de la ONU. Su posición sobre este asunto quedó clara el 30 de abril, al anunciarse que ni se perseguirá un “gran acuerdo”—como pretendió Trump—ni mantendrá la política de “paciencia estratégica” preferida por Obama. Aun intentando distinguirse de sus antecesores mediante una especia de “tercera vía”, Biden mantiene como objetivo básico la completa desnuclearización de la península, pero sin especificar cómo hacerlo.

Consciente el presidente norteamericano de que ninguna administración anterior ha conseguido avanzar en el mismo propósito, quizá sólo posible mediante un cambio de régimen en el Norte, y de que a Moon sólo le queda un año de mandato por delante, lo lógico resultaba que ambos aliados hicieran hincapié en su compromiso con una posición coordinada con respecto a Corea del Norte. Como quería Seúl, el comunicado conjunto incluye una referencia a los principios de la Declaración de Singapur firmada por Trump y Kim Jong-un en 2018. Y, en contra de lo esperado por numerosos analistas, Washington ha nombrado finalmente un enviado especial para la cuestión norcoreana.

En cuanto a China, siguiendo el guión previsto, Biden no ha hecho una invitación formal a Moon para la incorporación de Corea del Sur al Diálogo Cuadrilateral de Seguridad (Quad), asunto sobre el que tampoco existe consenso entre los restantes miembros (Japón, India y Australia). La Casa Blanca comprende el limitado margen de maniobra de Seúl: China es unos de sus socios económicos más relevantes , del que tampoco puede prescindir en su política de acercamiento a Pyongyang. Pero Washington ha ampliado la agenda del grupo de tal manera—para incluir temas como vacunas, energías renovables, cambio climático o producción de semiconductores—, que Corea del Sur puede alinearse con el Quad sin necesidad de integrarse, y sin provocar por tanto la hostilidad explícita de China.

Pekín observa, con todo, que este primer encuentro de Moon con Biden ha servido para reforzar de manera significativa la alianza (debilitarla, como el resto de las asociaciones de Washington, es una de sus prioridades). La renovación de los acuerdos sobre la presencia militar norteamericana—que Trump bloqueó al exigir una mayor contribución financiera por parte de Seúl—ha facilitado ese resultado, visible en otras decisiones, como la reanudación de los canales bilaterales de diálogo, el suministro norteamericano de medio millón de vacunas a Corea del Sur, o la anunciada inversión de empresas de este último país, con Samsung a la cabeza, por más de 25.000 millones de dólares en Estados Unidos. También en la reafirmación por ambos líderes de los valores democráticos como eje de su cooperación.

Pese a sus diferencias,  cada uno de ellos ha conseguido buena parte de lo que quería. Debilitado por la derrota de su partido en las últimas elecciones parciales, Moon no ha vuelto a casa de vacío, mientras que Biden consolida otro pilar de su política asiática, en vísperas del anuncio, en junio, de su esperada estrategia con la que afrontar una China más poderosa.

Biden cambia el paso con Corea del Norte

El presidente Biden ha decidido cambiar el paso en las relaciones de Estados Unidos con Corea del Norte y situarse entre el objetivo de Donald Trump de lograr “un acuerdo histórico” y la vía de “la paciencia estratégica” defendida por Obama y su equipo del que Biden era un destacado componente. En la entrevista sostenida por el presidente norteamericano y el presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in, en la tercera semana de mayo, Biden subrayó, además de su voluntad de reforzar los lazos con su aliado coreano, su convicción de que avanzar hacia una desnuclearización del régimen comunista del norte es prácticamente inalcanzable.

Con ese análisis ha despejado la incógnita de un próximo encuentro  con  el dictador norcoreano, Kim Jong-un, para lo que señala que sería necesario previamente un compromiso de desnuclearización por parte de Pyongyang. Para Kim, la amenaza nuclear ha sido la palanca que le ha permitido afianzar su protagonismo, hablar directamente con Trump, e influir en la geopolítica del Pacífico, donde un Trump errático, entre amenazador y tendente a replegarse, ha hecho dudar a sus aliados tradicionales. Y, desde esa perspectiva no parece que vaya a asumir compromisos previos para situarse en un nivel, entrevistarse con un presidente norteamericano, en el que ya ha estado sin condiciones previas.

Pero como eso lo saben Biden y su equipo, lo más probable es que detrás de su planteamiento está solo una maniobra para ganar tiempo y ver los próximos acontecimientos en la región, con China en papel cada vez más agresivo, mientras se refuerzan los lazos con los aliados históricos de Washington.

Es evidente que para avanzar por esta senda, Biden necesita el apoyo completo de Japón y Corea del Sur y por eso Biden ha privilegiado con esos países sus primeros contactos y sus anuncios sobre cómo afrontar la tensión en la península coreana. Y en este escenario, aunque el acuerdo es amplio no hay coincidencia total de intereses. Al presidente surcoreano le queda menos de un año como jefe de Estado y ha centrado su gestión en mejorar las relaciones con Pyongyang y recientemente reiteró su compromiso de lograr la paz antes de dejar el poder, lo que implicaría cierta urgencia en alcanzar resultados. Desde Japón, por su parte, se ven las cosas con más tranquilidad y su prioridad es obtener más certidumbre respecto a los compromisos norteamericanos respecto a la seguridad en la región y frente a los desafíos chinos en las aguas que China y Japón se disputan.

INTERREGNUM: Planes chinos en Afganistán. Fernando Delage

Durante cerca de medio siglo, Afganistán frustró los planes de los imperialistas británicos en el siglo XIX. Expulsó al ejército ruso en 1989 después de una década de presencia. Tras derrotar Estados Unidos y la OTAN a los talibán en 2001 y ocupar el país durante veinte años, no hay motivos para creer que su retirada—efectiva desde el pasado 1 de mayo—conducirá a una mayor seguridad ni a sentar las bases del desarrollo económico nacional. Los afganos seguirán sufriendo la debilidad de sus instituciones, pero su destino no será ajeno a los intereses de sus vecinos, China entre ellos.

Pekín se ha involucrado en tiempos recientes en el conflicto, acercándose tanto al gobierno de Ashraf Ghani, como a los talibán (quienes podrían recuperar el poder político a no tardar mucho). Después de que, en 2019, el presidente Trump suspendiera las negociaciones con los talibán, fue China quien intentó propiciar un diálogo entre las distintas facciones: un gobierno integrado por todas ellas tras una próxima convocatoria electoral sería su preferencia. Las razones de su interés son claras, y relacionadas ante todo con su seguridad: aunque de apenas 70 kilómetros de longitud, Afganistán comparte frontera con Xinjiang, y China teme que la retirada de las tropas norteamericanas permita a los separatistas uigures utilizar el territorio afgano como base para sus operaciones.

Además del interés de las empresas chinas por sus recursos mineros, Afganistán es por otra parte un espacio que le permitiría estrechar los vínculos comerciales y de seguridad con Pakistán y, a través de éste, con Oriente Próximo en su conjunto. Pekín parece tener interés por tanto en incorporar a Afganistán al Corredor Económico China-Pakistán, uno de los ejes centrales de la Nueva Ruta de la Seda (BRI), como ya propuso en 2017. Pocos instrumentos como BRI podrían proporcionar las infraestructuras y las oportunidades de inversión que tanto necesita Kabul. Al mismo tiempo, pese a las reservas que pueda mantener sobre el comportamiento pakistaní, China no puede ignorar la realidad de la influencia de Islamabad en Afganistán y la coincidencia de sus intereses, como el de debilitar la capacidad de maniobra de India.

No obstante, antes de comprometerse a largo plazo en Afganistán, donde prevén un inevitable periodo de inestabilidad, los dirigentes chinos han comenzado por construir una estrategia sostenible mediante diversos instrumentos diplomáticos. El diálogo trilateral China-Afganistán-Pakistán a nivel de ministros de Asuntos Exteriores se ha convertido desde su puesta en marcha en 2017 en uno de los canales preferentes de colaboración entre las partes, y ha permitido reforzar la participación de Pekín en el proceso de Estambul y en las negociaciones en Doha y Moscú. Por otro lado, en la última cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), el pasado mes de noviembre, el presidente chino, Xi Jinping, subrayó la relevancia del trabajo del Grupo de Contacto sobre Afganistán en el seno de la institución.

En la misma dirección se ha producido la formalización de un nuevo foro, integrado por China y las cinco repúblicas centroasiáticas. Después de celebrar una primera reunión hace menos de un año, el 11 de mayo el ministro chino de Asuntos Exteriores, Wang Yi, convocó a sus homólogos de Asia central en Xian, el punto de partida de la histórica Ruta de la Seda. En este encuentro, que—tampoco fue casualidad—marcaba el 25 aniversario del proceso de Shanghai (del que surgió la OCS), se acordó establecer un mecanismo regional que, en relación con Afganistán, permita—en palabras de Wang—“coordinar sus posiciones de manera ordenada, hablar con una sola voz, y apoyar firmemente el proceso de paz para superar las dificultades y poder avanzar”. Objetivos no declarados: impedir una presencia norteamericana en cualquier país de la región, y facilitar un proceso constituyente en Afganistán libre de los valores pluralistas occidentales.

Descodificando el diccionario chino. Nieves C. Pérez Rodríguez

A principios de marzo, Makub Oud, directora de la oficina del Instituto Raoul Wallenberg de Derechos Humanos de Estocolmo, junto con Katja Drinhausen publicó un trabajo titulado “Descodificando el diccionario chino”, un análisis minucioso de los términos de uso frecuente que define las prioridades y valores políticos que sustentan los sistemas políticos tanto para los miembros de la UE como para China, pero que cuentan interpretaciones muy diferentes en ambos lados.

Basándose en el cambio que ha experimentado China como actor internacional y en la gobernanza internacional, el documento oportunamente pone de manifiesto cómo Beijing ha cambiado su comportamiento internacional mientras desmenuza el lenguaje chino y la comprensión de su estrategia de cooperación diplomática e influencia.

El informe que puede ser consultado en Decoding China – Decoding China analiza quince conceptos claves en el mundo de hoy como son: sociedad civil, cooperación, cultura, democracia, desarrollo, libertad de expresión, derechos humanos, multilateralismo, paz, seguridad, soberanía, diplomacia, entre otros.

En cuanto al concepto de soberanía, el Partico Comunista China entiende este derecho como algo exclusivo del partido a la cabeza de una nación soberana para ejercer control sobre los problemas dentro de sus propias fronteras, como los aspectos económicos, políticos, culturales y tecnológicos. Pero cuando se analiza en profundidad la soberanía territorial que reclama el PCC sobre Taiwán -reza el documento- “se remonta a la época del Imperio Qing (1644-1911) pero curiosamente no reclama parte de la actual Mongolia que fue una vez gobernado por el Imperio Yuan (1271-1368 y más tarde el Imperio Qing). Mientras, argumenta que el Mar del sur de China estaba bajo jurisdicción china durante el mismo período por lo que debe ser reconocido como su territorio, a pesar de que en el 2016 se falló en contra de esa afirmación”. Por lo que los autores afirman que no hay consistencia en los reclamos de territorio, sino que son reclamos históricos selectivos.

La cultura es otro aspecto profundamente político para el PCC y uno de los frentes que usa en la lucha contra sus enemigos o críticos tanto nacionales como internacionales. “Mao Zedong dejó claro en el Foro Yan´an en 1942 que el arte y la literatura deben seguir a la política. Bajo el liderazgo de Xi Jinping desde 2012 la cultura se ha renovado como una prioridad política en torno a nociones como construir un poder cultural, garantizar la seguridad cultural y movilizarse contra la hegemonía cultural de los Estados Unidos y Occidente. Por lo tanto, la cultura acaba siendo un medio para promover la legitimidad del PCC y fortalecerlo contra las amenazas a su legitimidad a nivel mundial”.

El documento también remarca la importancia de que los países occidentales entiendan el discurso chino. Las naciones que establecen acuerdos con China tienen de entender lo que quieren decir cuando emplean el lenguaje de valores y estándares internacionales. “Las ideas chinas están cada día más presentes en los escenarios internacionales como documentos de Naciones Unidas, donde los valores democráticos y derechos humanos son el epicentro, pero los chinos han conseguido introducir y filtrar sus ideas con características chinas en estos documentos y foros”.

Cuando saltan las denuncias o las preocupaciones por los derechos humanos, China incrimina a sus críticos de politización y de tener mentalidad imperialista o de guerra fría. Mientras pide democracia en la ONU y respeto por los derechos que tiene China a desarrollarse y crecer.

Los autores explican que este diccionario fue creado para poder descodificar los términos claves empleados por China en su beneficio y fue hecho considerando quienes serían sus principales s usuarios, aquellos responsables de la formulación de políticas e instituciones en Europa que están comprometidas en el diálogo e intercambios con China.  

En mi opinión este tipo de estudios, que analizan etimológicamente cada término empleado por China en el mundo de hoy, debe ser considerado no solo por las instituciones de la UE, sino por todos aquellos receptores de ayudas chinas, suscritores de acuerdos con Beijín, analistas en el área, naciones por donde pasa la ruta de la seda, entre otros pues aportan un acercamiento más fiel sobre como el PCC  opera y como intenta imponer sus valores usando los conceptos occidentales que han definido los últimos 75 años de la historia de la humanidad.

Las piruetas de Kim Jong-un y la mirada de Pekín

Corea del Norte no pasa por un buen momento interno. Esta es una constante en Las últimas décadas, pero ahora se tienen algunos datos más de la valoración que el presidente Kim hace a sus colaboradores y dirigentes del partido único, el comunista. Kim Jong-un reconoció el 6 de abril que el país se enfrentaba a la “peor situación de su historia” durante la reunión de los secretarios del Partido de los Trabajadores en la capital, Pyongyang, e instó a los miembros a llevar a cabo un nuevo período de cinco años. Señalan los expertos en asuntos coreanos que  Kim Jong-un, el 9 de abril, pidió al país que se preparara para otra “marcha ardua”, lo que, afirman, es frase comúnmente utilizada para describir la lucha del país contra el hambre en la década de 1990. EE. UU., Corea del Sur y Japón han analizado esta situación en una reunión de alto nivel en la que, además, discutieron la cooperación para abordar los programas nucleares y de misiles balísticos de Corea del Norte; en una declaración conjunta reafirmó la “cooperación trilateral concertada hacia la desnuclearización”, y acordó la necesidad de la plena implementación de las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU sobre Corea del Norte.

Este es el marco en el que la Administración Biden está reforzando la alianza con sus aliados tradicionales en Asia Pacífico lo que incluye como objetivo reforzar las alertas sobre el desarrollo militar, concretamente naval, de China y su creciente presencia en áreas de disputa con Japón, de intimidación a Taiwán y de intento de controlar rutas de comercio internacional.  Y, en este escenario, la crisis galopante de Corea del Norte puede alterar muchas cosas, porque el presidente Kim puede tener la tentación de aumentar la presión con sus misiles y bravatas para obtener compensaciones internacionales, reducir las sanciones o, al menos, que se alivie la presión sobre su régimen tiránico.

Para China, su aliado coreano es a veces incómodo, porque Pekín tiene su agenta y su estrategia propia a largo plazo y los gestos provocadores de Corea del Norte a veces rompen el ritmo y alteran al panorama. China presiona con frecuencia a los comunistas coreanos pero no se arriesga a ir muy lejos y que sea Occidente, concretamente EEUU y sus aliados asiáticos los que avancen en aquel espacio estratégico. Este precario equilibrio pone alta la tensión regional que pone pies de plomo en la estrategia china medida paso a paso por Pekín en su larga marcha para lo que denominan recuperar Taiwán e imponer una hegemonía irreversible china en toda la región.