Pulso en el Pacífico: vivir con más tensión

La visita de Nancy Pelosi a Taiwán, considerada por sectores del Partido Demócrata norteamericano y por el presidente Biden como inoportuna y señalada por muchos como provocación, ha creado una situación a partir de la cual van a cambiar muchas cosas y China ya ha decidido aumentar la presión sobre la isla disidente y mantener ese nivel hasta que una coyuntura más favorable le permita “reunificar” su nación, es decir, ocupar militar y brutalmente la isla, destruir su sistema democrático, apropiarse de su extraordinaria producción industrial y cumplir la gran obsesión del Partido Comunista Chino desde la guerra civil en que consolidó su tiranía aunque no pudo extenderla a la isla rebelde.

Pero en el fondo, la reacción china, que sólo era cuestión de tiempo, es básicamente, en este momento, un ejercicio de exhibición de poder bélico para ocultar su frustración y su impotencia al no poder impedir el viaje de la presidenta del Congreso de Estados Unidos a la isla. La propaganda china (como la rusa por otra parte) viene insistiendo desde hace años sobre el declive de Estados Unidos y su incapacidad progresiva para liderar Occidente y, aunque exista  una evolución en este sentido que merecería un debate reposado y honrado, China y Rusia parecen haber confundido los tiempos y creer que ese proceso de declive está ya avanzado y han acelerado. Y Rusia ha demostrado su inferioridad militar en Ucrania y China no es capaz, todavía, de suscitar un desequilibrio político y militar a su favor en el Indo Pacífico.

Y, por otra parte, Occidente no puede abandonar gratis a Taiwán, y no sólo por los intereses de los taiwaneses, porque dejar que China vaya imponiendo soluciones autoritarias progresivamente es una amenaza global a los sistemas democráticos, a la libertad comercial y al progreso.

Detrás de la decisión de Pelosi hay un montón de factores relacionas con la situación política interna de Estados Unidos, la crisis de liderazgo en los dos grandes partidos, las elecciones parciales próximas y la pérdida de popularidad de la Administración Biden pero estas razones no deben ser la coartada para hablar de provocación, justificar en el fondo la amenaza china y, como hace la izquierda y sus compañeros de viaje, señalar a Estados Unidos como el origen de todos  los conflictos. Porque detrás de todo ese discurso se esconde una negación a aceptar retos que exijan sacrificios y de ahí nace una creciente, y peligrosa si no se medita, presión a Ucrania para que vaya pensando en ceder y a no “provocar” a China. Es una vieja enfermedad europea que ha precedido a las dos grandes guerras mundiales y se sienten sus síntomas.

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