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China 2060. Ángel Enríquez de Salamanca Ortíz

La lucha contra el cambio climático se ha convertido en uno de los desafíos más grandes para la humanidad en el siglo XXI. La rápida acumulación de gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera ha generado graves consecuencias para el planeta y sus habitantes. En este contexto, China, como la nación más poblada y uno de los principales actores mundiales, ha asumido un papel fundamental en la búsqueda de soluciones para mitigar el cambio climático. Su compromiso es alcanzar la neutralidad de carbono para el año 2060 y el techo de emisiones de gases de efecto invernadero para el año 2030.

China, en la actualidad, ostenta el título del país con las mayores emisiones de dióxido de carbono (CO2) en el mundo, liberando aproximadamente 10.000 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera. Esto representa más de un 30% del total mundial. A lo largo de las últimas décadas, al igual que Europa y Estados Unidos lo hicieron en el siglo XVIII, China ha experimentado un rápido crecimiento económico, impulsado en gran medida por industrias altamente contaminantes, como el carbón y el petróleo. Esta tendencia ha dejado una profunda huella de carbono en su trayectoria. El incremento de la urbanización y la industrialización han generado una mayor dependencia de fuentes de energía fósil en el país, lo que ha agravado significativamente el problema del cambio climático.

[Fuente: Statista.com]

Sin embargo, en los últimos años, China ha tomado medidas enérgicas para abordar el cambio climático y ha logrado avances significativos en la adopción de energías limpias y renovables. Ha realizado inversiones masivas en energía eólica y solar, y ha implementado políticas para reducir la intensidad energética de su economía. Estos esfuerzos han llevado a una disminución relativa de la intensidad de carbono del país, pero aún enfrenta enormes desafíos para alcanzar la neutralidad de carbono.

En septiembre del año 2020, el presidente chino, Xi Jinping, sorprendió al mundo al anunciar el compromiso de China de alcanzar la neutralidad de carbono para el año 2060. Esto implica que las emisiones de carbono del país se reducirán a “net zero” para ese año, compensando las emisiones restantes con acciones de mitigación y absorción de carbono.

El anuncio fue bien recibido internacionalmente y se consideró un hito significativo en la lucha global contra el cambio climático. Dado que China es el mayor emisor mundial de carbono, su compromiso es fundamental para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París y proteger el medio ambiente para las generaciones futuras, logrando el objetivo de cero emisiones para el año 2060.

Para lograr este objetivo, China está poniendo todos sus esfuerzos para lograr la neutralidad en menos de 40 años.

China se ha convertido en líder en energías renovables y verdes, ha realizado enormes inversiones en turbinas eólicas, paneles solares o baterías para poder almacenar la energía y hacerla accesible a todo el mundo y, sobre todo, más asequible.

El gigante asiático cuenta con más de 300 millones de vehículos y, aunque la relación vehículos/habitante es relativamente baja debido a su enorme población, el gobierno del Partido Comunista Chino está proporcionando incentivos para la compra de vehículos eléctricos (EV) y mejorando y ampliando los puntos de carga. De hecho, ha regulado la normativa de contaminación para limitar las emisiones de gases de efecto invernadero del sector de la industria y de los automóviles, con el fin de promover el uso de energías menos contaminantes y más verdes.

Además de reducir la contaminación y producir con energías más verdes, China también está reforestando sus bosques tan dañados, como el de Saihanba, un bosque artificial capaz de purificar 137 millones de metros cúbicos al año de agua y que puede absorber 860.000 toneladas de dióxido de carbono de la atmósfera y emitir otras 600.000 al año. Un área de más de 20.000 hectáreas que ha llevado más de 3 generaciones poder reforestar y que en 2017 recibió el premio de las Naciones Unidas al ser el bosque artificial más grande del mundo.

El compromiso de China con la neutralidad de carbono no está exento de grandes desafíos. China es un país que todavía depende mucho de las energías fósiles; su industria y sus transportes son totalmente dependientes de estas energías, como el carbón o el petróleo, necesarios para satisfacer las necesidades energéticas de una población de más de 1.300 millones de habitantes. El cambio de su industria y transporte a energías más verdes y limpias requerirá por parte del gigante asiático inversiones masivas en nuevas infraestructuras, vehículos públicos eléctricos, nuevas tecnologías, inversiones en I+D+I y, como no, un nuevo sistema educativo para dar formación a su inmensa población en estas nuevas áreas y, sobre todo, el acceso a regiones menos desarrolladas o más aisladas o con niveles educativos más pobres. Si el acceso a estas energías es limitado, podrían promoverse migraciones masivas de estas áreas más pobres a las áreas más desarrolladas.

La coordinación a nivel internacional en temas como la transferencia de tecnología requerirá una diplomacia a la altura y la colaboración a escala mundial.

El compromiso de China con la neutralidad de carbono para el año 2060 representa un paso decidido hacia un futuro sostenible y la lucha contra el cambio climático. Si se logra, tendrá un impacto significativo en la mitigación de las emisiones de carbono a nivel mundial y sentará las bases para una economía más verde y resiliente. Sin embargo, enfrenta desafíos complejos y requerirá una colaboración activa entre el gobierno, la industria y la sociedad para superarlos. La implementación exitosa de este compromiso no solo beneficiará a China, sino que también contribuirá a proteger el planeta para las generaciones futuras.

Como una potencia global, las acciones de China para combatir el cambio climático influirán significativamente en la trayectoria del mundo hacia la sostenibilidad. La comunidad internacional debe apoyar los esfuerzos de China mientras continúa cooperando a escala global para abordar el desafío compartido del cambio climático. A través de acciones colectivas y compromiso global, se podrá avanzar hacia un futuro más verde y próspero para las generaciones futuras.

 

Ángel Enríquez de Salamanca es Profesor de economía y relaciones internacionales, y columnista en 4asia.es

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China y la guerra desconocida. Ángel Enríquez de Salamanca Ortíz

Etiopía es uno de los países más pobres del mundo, con un PIB per cápita de poco más de $925. Su economía se basa en la agricultura y ha experimentado una inflación de casi el 27% en 2021, además de carecer de infraestructuras adecuadas. El país cuenta con más de 100 millones de habitantes y más de 80 etnias, cada una con su propia cultura y lenguaje. Las etnias más numerosas son los Omoros, los Amhara y los Tigray.

Etiopía es, junto con Liberia, el único país del mundo que nunca ha sido colonizado. En 1974, el general Mengistu Haile Mariam dio un golpe de estado y estableció una dictadura de carácter socialista que duró 17 años. Durante ese tiempo, el régimen gobernó con mano dura, sin preocuparse por los derechos humanos. Llevaron a cabo una purga conocida como “El Terror Rojo”, eliminaron la oposición y colectivizaron la economía, lo que provocó la gran hambruna de los años 1984 y 1985, entre otras acciones.

En 1991, una coalición dirigida por Meles Zenawi derrocó al gobierno y el Frente de Liberación Popular del Tigray (FLPT), también de carácter socialista, gobernó el país durante casi dos décadas. En 2018, Abiy Ahmed llegó al poder. Durante su mandato, se logró la paz con Eritrea, se liberaron presos políticos y se llevaron a cabo importantes reformas económicas en el país. Además, se limitó el poder de la etnia Tigray.

Debido a la pandemia, Ahmed tuvo que retrasar las elecciones que debían celebrarse a finales de 2020. Esto no fue bien recibido por la etnia Tigray, ya que no consideraban legítimo el gobierno de Ahmed.

En resumen, Etiopía ha sido afectada por guerras y una mala situación económica, pero en los últimos años ha experimentado un notable crecimiento económico y se ha convertido en una de las economías de mayor crecimiento en el mundo, con una tasa media de crecimiento superior al 8%.

Este crecimiento ha sido posible gracias a las políticas favorables implementadas por el gobierno, similares a las llevadas a cabo por China.

Estas políticas incluyen la liberalización económica para atraer inversión extranjera, la diversificación de la economía hacia otros sectores como el turismo, la mejora de infraestructuras como el tren Addis-Abeba-Djibouti, la presa del Gran Renacimiento en el Nilo, el parque industrial Easter Industry Zone y el aeropuerto de la capital, Addis-Abeba. China ha invertido más de 10.000 millones de dólares en estos proyectos y ha aumentado su presencia económica, política y militar en África en los últimos años, y muchos países africanos se han convertido en importantes socios de la Iniciativa de la Ruta de la Seda.

Etiopía es un socio clave para China en África debido a su ubicación estratégica, su gran población y sus abundantes recursos naturales. China ha invertido fuertemente en Etiopía, especialmente en proyectos de infraestructura, sin embargo, el conflicto en Tigray ha generado preocupaciones sobre la estabilidad y seguridad de Etiopía, lo cual podría tener implicaciones en las inversiones e influencia de China en la región. China ha llamado a una resolución pacífica del conflicto y ha expresado su apoyo al gobierno etíope y sus esfuerzos por mantener la estabilidad. Aunque su participación en el conflicto ha sido limitada, el gobierno chino ha expresado preocupación por la situación humanitaria y ha pedido una solución política, a pesar de que se han utilizado equipos militares chinos en el conflicto y ha habido apoyo diplomático.

La participación de China puede tener implicaciones económicas para el país africano, ya que la inversión del gigante asiático podría reducirse y podría profundizar en los problemas de derechos humanos en los que está inmersa Etiopía.

La relación entre China y Etiopía también se ha fortalecido en el ámbito político y diplomático. Los líderes de ambos países han realizado visitas de alto nivel y han fortalecido la cooperación en áreas como la paz y la seguridad en la región del Cuerno de África y el apoyo a la Agenda 2063 de la Unión Africana.

La comunidad internacional ha condenado la participación de China. Tanto Estados Unidos, la Unión Europea como las Naciones Unidas han solicitado una resolución pacífica del conflicto que ya lleva más de 3 años y ha cobrado la vida de miles de personas. El Consejo de Seguridad de la ONU ha instado al gigante asiático a promover un diálogo entre ambas partes para lograr una solución pacífica.

Las inversiones de China en África en las últimas décadas han sido el motor de crecimiento económico en todo el continente, pero su apoyo a las acciones del gobierno etíope en Tigray podría dañar su reputación y perjudicar sus relaciones con el resto de los países africanos:

[Fuente: Visualcapitalist]

 

África es un continente con abundantes recursos naturales y una población joven y dispuesta a trabajar, y China lo sabe. Su presencia y apoyo en los conflictos del continente pueden afectar sus relaciones tanto en África como a nivel mundial. Las reuniones del FOCAC entre China y los países africanos no deben verse afectadas, ya que ninguna de las dos partes saldría beneficiada si las relaciones entre ambas regiones se debilitaran.

 

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Los Chaebol, ¿Son el futuro? Ángel Enríquez de Salamanca Ortíz

En 1945, después de la Segunda Guerra Mundial, Corea fue liberada del dominio colonial japonés y se dividió en dos partes: Corea del Norte, gobernada por los comunistas, y Corea del Sur, bajo la influencia de los Estados Unidos.

Después de la guerra de Corea de 1950 a 1953, que acabó con la vida de más de 2 millones de personas, Corea del Sur quedó completamente subdesarrollado y agrícola, mientras que en la parte norte se concentró la industria.

En 1960, el general Park Chun Hee dió un golpe de estado logrando hacerse con el poder. Casi 3 décadas de sucesivas dictaduras que sentaron las bases del crecimiento económico a costa de libertades civiles y recortes de derechos humanos. Es en esta época es cuando surgieron los Chaebols, un conglomerado empresarial dirigido por las familias más poderosas de Corea de Sur que contaban con el apoyo del gobierno para competir en los mercados internacionales, empresas como Hyundai, LG o Samsung son solo algunos ejemplos de Chaeboles coreanos.

Desde su surgimiento en la década de 1960, los chaebols han sido una fuerza dominante en la economía de Corea del Sur. Estas conglomerados empresariales, que abarcan una amplia variedad de sectores, han sido clave en el crecimiento económico del país, sin embargo, también han sido objeto de críticas por su influencia en la política, la sociedad y la cultura empresarial del país.

Por lo general, los chaebols son empresas familiares que han expandido sus negocios a través de fusiones y adquisiciones. En su mayoría, están controladas por una familia fundadora, lo que les permite tener un control centralizado y tomar decisiones rápidas. Además, suelen estar estructuradas en torno a una empresa matriz que controla un número de subsidiarias, cada una especializada en un sector en particular. Además, los chaebols se han expandido en múltiples sectores económicos y han diversificado sus operaciones para reducir su dependencia de un solo producto o sector, como por ejemplo, Samsung o Hyundai.

Juntos, estos conglomerados representan una parte significativa de la economía de Corea del Sur y tienen una gran presencia en el mercado global.

Como se observa en el siguiente gráfico, los chaebols abarcan diferentes sectores y productos: productos electrónicos, seguros de vida, de hogar, etc…

Uno de los principales beneficios de los chaebols es su capacidad para movilizar grandes cantidades de capital para invertir en nuevos proyectos. Esto ha sido esencial en el desarrollo de industrias clave en Corea del Sur, como la electrónica, moda y la automotriz. Además, los chaebols han creado empleo y han ayudado a mejorar el nivel de vida de muchos surcoreanos.

Sin embargo, también hay críticas al poder de los chaebols. Una de las principales críticas a estos conglomerados es la concentración del poder económico y la falta de competencia en el mercado. Como resultado, se han planteado preocupaciones sobre la justicia económica y la desigualdad en Corea del Sur.

Además, los chaebols han sido objeto de críticas por su influencia en la política del país. A menudo, tienen relaciones estrechas con los políticos y se espera que contribuyan a los partidos políticos y a las campañas electorales. Esto ha llevado a preocupaciones sobre la corrupción y la falta de transparencia en la política.

Otro problema es la cultura empresarial en los chaebols, que se ha caracterizado por una jerarquía rígida y una cultura laboral exigente. Los empleados a menudo trabajan largas horas y tienen pocas oportunidades para equilibrar su vida laboral y personal. Esto ha llevado a problemas de salud mental y a una tasa de suicidio alarmantemente alta entre los trabajadores de los chaebols. A pesar de esto, el objetivo de muchos surcoreanos es lograr trabajar en uno de estos chaebols y llegar a tener un puesto de responsabilidad y poder vivir en el prestigioso y lujoso barrio de Gangnam, en Seúl, famoso por el single del rapero surcoreano PSY.

Para abordar estos problemas, el gobierno surcoreano ha intentado implementar medidas destinadas a reducir el poder de los chaebols. En 2019, se promulgaron leyes para fortalecer la transparencia en la propiedad y la gestión de las empresas, y se estableció un fondo de compensación para los trabajadores afectados por el cierre de empresas. El gobierno también ha implementado medidas para promover la diversificación y el crecimiento de pequeñas y medianas empresas (PYMES) para reducir la dependencia de la economía de los chaebols. Estas medidas incluyen programas de apoyo financiero y fiscal, así como la promoción de la innovación y el emprendimiento.

Los chaebols tienen un peso significativo en el PIB de Corea del Sur. Según datos de la OCDE, los ingresos de los conglomerados familiares (que incluyen a los chaebols) representaron alrededor del 50% del PIB del país. Aunque se trata de una cifra que ha disminuido en los últimos años debido a las reformas y medidas adoptadas para reducir el poder de los chaebols y promover una mayor competencia empresarial en el país, y empresas como Hyundai o Samsung son sus principales contribuyentes.

En conclusión, los chaebols han sido una fuerza importante en el desarrollo económico de Corea del Sur. Sin embargo, también han generado críticas por su poder económico, su influencia en la política y su cultura empresarial exigente, que no respeta los derechos humanos. Es importante encontrar un equilibrio entre los beneficios económicos y la justicia social para garantizar un desarrollo sostenible y justo en el país. Diversificar la economía, limitar el poder de los chaebols sin mermar el crecimiento económico, es y será uno de los objetivos  principales del gobierno de Corea del Sur en los próximos años.

 

Ángel Enríquez de Salamanca Ortíz es Doctor en Economía por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Relaciones Internacionales en la Universidad San Pablo CEU de Madrid

 

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El Océano Índico, ¿Un tablero de ajedrez? Ángel Enríquez de Salamanca Ortíz

El Océano Índico es el tercer océano más grande del mundo, y se extiende desde el este de África hasta la costa oeste de Australia, incluye el Mar Rojo y el Golfo Pérsico y conecta más de 30 países como Sudáfrica, Singapur, Egipto, Timor Oriental o Indonesia. Un océano por el que circulan dos tercios del comercio mundial y que da acceso al estrecho de Malaca, uno de los estrecho mas importantes del mundo por conectar la región de Asia-Pacifico con Oriente Medio y África.

Pero este océano no solo da acceso al estrecho de Malaca, también da acceso al estrecho de Ormuz, al estrecho de Bad-El-Mandeb y al Canal de Suez, es decir, 4 de los 7 estrechos más importantes del mundo se encuentran en el océano Índico, a excepción del Canal de Panamá, el estrecho de Daneses y el de Turquía. Por poner algún ejemplo, solo por el estrecho de Ormuz ya circula el 20% del crudo mundial; las consecuencias del Evergiven, encallado en el Canal de Suez en el 2021, fueron devastadoras para la logística mundial y para las pequeñas y grandes empresas en todo el mundo; o solo por el estrecho de Ormuz y Malaca circula casi dos tercios del crudo mundial. Un océano que ha ganado importancia a nivel mundial, sobre todo, desde el ascenso de China como potencia mundial.

Uno de los proyectos más ambiciosos del mundo, la Ruta de la Seda de China, unirá el país asiático con África y Europa, y lo hará por tierra y por mar, por el Océano Índico. India, potencia emergente, está creciendo a ritmos acelerados y muy posiblemente se convierta en una potencia mundial en las próximas décadas, y reclamará su dominio en la región y, por lo tanto, en el Océano Índico.

Este océano es reclamado por los países de la zona al igual que Estados Unidos, potencia militar mundial, dispone de bases militares en el Pacifico, en Guam o en el Atolón de Midway con el objetivo, primero disuasorio, y segundo proteger las rutas marítimas que van hasta sus costas, y para frenar a contrabandistas o piratas que intentan bloquear el comercio marítimo mundial.

El “collar de perlas” es un conjunto de bases militares de China en el Índico, que conecta al país con África y Oriente Medio, dos regiones desde las que China importa la mayor parte de sus recursos, unas bases militares con el objetivo de dar estabilidad a estas rutas marítimas por las que circulan las importaciones del gigante asiático: bienes de consumo o petroleo, entre otros, tan necesarios para mantener su crecimiento económico.

 

Fuente: https://dossiergeopolitico.com

Este “collar de perlas” esta formado por un conjunto de bases militares en el Océano Índico que garantizarían la seguridad de sus buques y aumentaría la influencia en la zona, puertos como por ejemplo el de Gwadar o el de Yibuti.

Con la base de Yibuti, primera base militar china en el extranjero, el país asiático incrementaría su importancia estratégica y militar en la zona , una región donde China invierte millones de dólares en los países del litoral índico. En la base de Gwadar (Pakistán) China también ha invertido grandes cantidades de dinero con el fin de asegurar el corredor económico China-Pakistán (CPEC) que conecta por vía terrestre a China con el Océano Índico, lo que garantiza una conexión con la Ruta de la Seda. Un puerto crucial para el gigante asiático que puede convertirse en un centro comercial de primer nivel que conecte Asia y Oriente Medio. Además, Pakistán esta involucrado en un conflicto con la India por la región de Cachemira, un conflicto iniciado en 1947, pos-colonial, que ha generado 3 guerras y que, a día de hoy, sigue abierto entre otras cosas, por uno de los recursos más valiosos del planeta: el agua.

El Puerto de Hambantota (Sri Lanka) también es un punto clave, no solo por poder garantizar las seguridad en las rutas marítimas hacia China, sino porque también puede controlar los movimientos de la India y tener un refuerzo militar en caso de conflicto directo. Un país endeudado con China que, en 2015, se vio obligado a ofrecer el puerto de 60 km² por un periodo de 99 años.

Bangladés, en la región de Chittagong se encuentra el puerto más grande del país, un puerto, también, en manos chinas.

India, por su lado, está en posesión de las Islas de Andaban y Nicobar, unas islas en el Océano Índico que podrían bloquear los cargueros con destino a China, lo que podría provocar el colapso del gigante asiático al quedarse sin recursos provenientes de África y Oriente Medio. Además, India, ve con temor el collar de perlas por considerarlo un cerco a su región pudiendo causar bloqueos comerciales o ataques directos y próximos a sus costas. A pesar de que China ha manifestado que el Collar de Perlas tiene el único fin de garantizar la seguridad de sus buques, India, que también aspira a convertirse en líder de la región, ha incrementado su presupuesto militar y ha realizado acuerdos con países como Irán para establecer, también, puertos marítimos en posiciones estratégicas cercanas a las de chinas o en regiones como Omán o Seychelles.

El océano Índico se ha convertido en otro campo de batalla entre China y la India, un terreno de juego crucial para asegurar el suministro y controlar las rutas marítimas más importantes del mundo. Un posible conflicto en esta zona o un bloqueo por parte de una de las dos potencias podría desencadenar consecuencias devastadoras para toda la región de Asia-Pacifico, África, Oriente Medio y Oceanía. Un conflicto por este basto océano que se añade al ya existente entre las dos potencias más pobladas del mundo en la “Linea de Control Actual”, la frontera en discordia, de más de 4.000 kilómetros entre ambos países desde hace más de 60 años. El océano Índico será la región que determinará quien tendrá la hegemonía en Asia en las próximos décadas, y para ello, las alianzas económicas, políticas o militares con los países colindantes será clave para el dominio de este basto océano, una partida de ajedrez entre las dos potencias nucleares para controlar las rutas marítimas más importantes del mundo que dan sustento al comercio mundial de bienes y servicios.

Ángel Enríquez de Salamanca Ortíz es Doctor en Economía por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Relaciones Internacionales en la Universidad San Pablo CEU de Madrid

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¿La nueva URSS? Ángel Enríquez de Salamanca Ortíz

La Rus de Kiev fue un imperio que alcanzo una extensión desde el mar Báltico hasta el mar Negro, pero llegó a su fin en el S-XIII. Desde entonces, la región, incluyendo la actual Ucrania, ha estado gobernada por polacos, eslavos, austriacos u otomanos, pero no fue hasta la primera mitad del S-XX cuando el territorio de Ucrania fue anexionado a la recién nacida URSS. Durante el periodo de la URSS, el presidente Nikita Jrushchov decidió que el territorio de Crimea pasara a manos ucranianas, un territorio ruso desde el S-XVIII. La perestroika o el desastre de Chernóbil aceleraron el fin de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, en 1991, dando lugar a diferentes repúblicas, entre ellas, la actual Ucrania.

Tras la independencia de Ucrania, el país quedó dividido entre los prorusos y los proucranianos, al este quedo Rusia y al oeste la Unión Europea.

En el año 2010 llegó Yanukovych al poder, una nueva etapa marcada por la corrupción y el encarcelamiento de opositores. Una época de crecimiento que permitió al país acordar su anexión a la Union Europea, un mercado único que daría un impulso a la economía de la exrepública, pero en 2013, el acuerdo llegó a su fin y Ucrania no pudo anexionarse a la UE, a pesar de los cambios electorales o constitucionales, Europa no podía permitir que un país fuera al mismo tiempo miembro de la Unión Europea y estar en una área de libre Comercio con Bielorrusia, Kazajistán y Rusia, la llamada “Unión Aduanera Euroasiática”, por lo que el acuerdo de anexión no llegó a su fin. El Kremlin no podía permitir que la exrepública, llena de gaseoductos procedentes de Oriente Medio o Rusia, estuviera en manos de Europa.

Debido a esto, multitud de personas salieron a las calles de Kiev para exigir la anexión a Europa, el Euromaidán, y el fin de Yanukovich. Las manifestaciones provocaron decenas de muertos y en enero de 2014, el presidente Yanukovich huyó del país. Las elecciones presidenciales las ganó el partido de centro-derecha, con Poroshenko a la cabeza, pero poco después se desató la guerra de Crimea; la región prorusa se alzó y, tras unas elecciones dudosas, el Kremlin se anexiono la península de Crimea con el rechazo de la comunidad internacional. Sebastopol junto con Kaliningrado son puertos clave para el dominio ruso de Europa del Este, por no hablar de las reservas que se estiman de petroleo y gas en el Mar Negro.

Las protestas se replicaron en la región del Donbás, en las ciudades de Donetsk y Lugansk entre otras. Ante estas protestas y alzamientos militares, el gobierno de Kiev no podía controlar la región y, se proclamó independiente, dando lugar así, a la guerra del Donbás y a las manifestaciones de Odesa, donde grupos prorusos, con la ayuda y financiación de Rusia, y proucranianos se enfrentaron dejando decenas de muertes. La financiación y ayuda de Rusia con material militar e inteligencia o apoyo logístico ha permitido que durante estos años la región haya conseguido mantenerse viva.

Europa, tanto en la crisis del 2014 como en la actual, no ha llegado a involucrase, simplemente ha sido un mero observador, y ha mostrado su debilidad política en el conflicto, un conflicto que repercute directamente a Europa y en suelo europeo, pero, ¿Qué ocurrirá si China invade Taiwán? ¿Saldrá, en este caso, Estados Unidos en defensa la isla? Una isla que, al igual que Ucrania, no pertenece a la OTAN.

Durante años, Alemania ha estado cerrando sus centrales nucleares para depender del gas de Rusia, un claro error, pero quizás sea esta la oportunidad del viejo continente para reforzar al máximo su inversión en energías renovables, descarbonizar su economía y no depender del exterior en el futuro.

China ha manifestado su neutralidad ante el conflicto, pero en la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU para condenar la ofensiva militar en Ucrania, se abstuvo, junto con India o EUA; Rusia, obviamente, veto la condena, y el resto de países votaron a favor. Ante las sanciones impuestas por la comunidad internacional, Rusia tendrá que exportar sus recursos, para financiarse, al gigante asiático, convirtiéndose así en un aliado más junto con Bielorrusia, que cedió el paso de tropas del Kremlin para llegar a Chenobil y a Kiev. Países como Kazajistán, Kirguistán o Tayikistán, son aliados históricos de Rusia y zona de paso de unos de los proyectos más ambiciosos de China, la Ruta de la Seda, por lo que su enemistad en el conflicto con el Kremlin podría frenar el ambicioso proyecto de Pekín.

La OTAN, un tratado de defensa colectiva entre los países miembros y financiada en un 70% por Estados Unidos y, que se creó durante la guerra fría por las potencias occidentales para hacer frente a la URSS y a China, se ha desplazado cada vez más hacia el este desde su inauguración en 1949, incluyendo algunas exrepúblicas socialistas como Polonia o Los Países Bálticos. Putin teme esa expansión y proximidad del capitalismo hacia sus fronteras, unas nuevas fronteras donde podrían establecerse bases militares para amenazar a Rusia, pero, ¿No es Kaliningrado un enclave ruso en suelo europeo? No hay que olvidar que Rusia tiene bases militares en el Ártico y el Estrecho de Bering, que podría conectar Rusia y Estados Unidos, un claro ejemplo de que la Guerra Fría, 30 años después, aún no se ha olvidado.

La invasión de Rusia ha colapsado las bolsas europeas, y los precios de la energía o alimentos se han disparado. Por eso se han establecido sanciones para intentar ahogar la economía rusa. En primer lugar sacar a la banca rusa del sistema SWIFT y en segundo lugar congelar las reservas exteriores del banco de Rusia.

Eliminar a Rusia del sistema SWIFT, un sistema que establece un lenguaje común para todas las transacciones entre los bancos, un procesamiento de datos que permite la comunicación fiable y segura a la hora de hacer pagos o transacciones por parte de todos los bancos del mundo. Excluir a Rusia de este sistema impide a los bancos rusos comunicarse con otros bancos, lo que impide que se lleven a cabo las transferencias. Pero para este ataque de occidente, Rusia cuenta con el sistema CIPS de China, un sistema que podría alcanzar suficiente importancia como para eludir el sistema occidental.

La congelación de los activos externos del Banco Central de Rusia como el oro, dólares, yuanes o euros, provenientes de la venta de petroleo y gas, unos activos que Rusia no podrá utilizar, lo que ha provocado que el rublo haya caído casi un 30%, lo que hace mas difícil las importaciones rusas y generará inflación en el país.

Vladimir Putin, que se ha perpetuado en el poder tras la reforma constitucional del año 2020 y exmiembro de la KGB, ha declarado que dejar la URSS por parte de las repúblicas fue un error, y que esa disolución solo trajo miseria para el país. ¿Estará intentando reunificar la URSS a la vista de las estatuas de Vladimir Lenin que aún se mantienen erguidas en las calles de Moscú? Países como Ucrania, Finlandia, Suecia, Bosnia Herzegovina o Serbia no están en la OTAN, lo que da carta blanca al Kremlin para la invasión de estos países. Por el contrario, Polonia, Estonia, Letonia, Lituania o Bulgaria si están en la OTAN, y un atraque a estos países podría desencadenar la tercera guerra mundial, de nuevo, en suelo europeo.

 

Ángel Enríquez de Salamanca Ortíz es Doctor en Economía por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Relaciones Internacionales en la Universidad San Pablo CEU de Madrid

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China, el Yin y el Yang. Ángel Enríquez de Salamanca Ortíz

Durante los últimos meses el precio de las materias primas, de la energía, del transporte o el de la gasolina se ha disparado. Durante el año 2020 el mundo entero se paralizó a causa del Coronavirus, afectando a todos los países del planeta y paralizando las economías más grandes del mundo.

En la actualidad no todas las economías están a pleno rendimiento, el rebote de la demanda de energía y la escasez de oferta están haciendo que los precios de las materias primas y la energía se disparen.

Desde 1990 el consumo mundial de energía ha pasado de los 8.000 Mtoe a los casi 14.000 Mtoe en el año 2020, un incremento de casi el 60% impulsado por el incremento de demanda en Asia y, sobre todo, en China, que durante el 2020 representó el 24% del consumo mundial. De este consumo más de la mitad es de carbón y petróleo, y solo una pequeña parte es de energías renovables.

Estamos en una crisis energética que no se veía desde el año 1973, cuando los miembros de la OPEP detuvieron sus exportaciones a occidente por el apoyo a Israel en la guerra del Yom Kipur. Dio así comienzo una crisis que multiplicó el precio del petróleo por cuatro en pocos meses.

China lleva creciendo a ritmos elevados desde su apertura económica en 1978, gracias al uso de combustibles fósiles, de petróleo o gas provenientes de África o de Oriente Medio, pero la escalada en los precios de las materias primas ha hecho que muchas fábricas en China hayan tenido que cerrar temporalmente disparando el precio de sus productos, como el acero o el cemento.

Actualmente, China es el país más contaminante del mundo, solo en el año 2020 emitió a la atmósfera más de 9.700 millones de toneladas de CO2. A pesar de esto, China se ha comprometido a alcanzar su pico de emisiones de gases de efecto invernadero en el año 2030 y lograr la neutralidad en carbono en el año 2060. Mantener los altos ritmos de crecimiento logrado durante las pasadas décadas y alcanzar el techo de emisiones en el año 2030 será un objetivo complicado si tenemos en cuenta el frenazo económico causado por la pandemia y la dependencia, todavía, de la primera potencia del mundo  de las energías fósiles como el carbón.

China y Australia son dos de los mayores socios comerciales de la región del Pacífico pero los intentos por parte de Camberra de investigar el origen del Coronavirus, llevó al gigante asiático a dejar de comprar carbón, lo que hizo que se viera obligada a importarlo de Rusia o Indonesia:

Este frenazo en las importaciones de carbón desde Australia no fue más que el inicio de la crisis actual que ha puesto en jaque la economía de Xi Jinping, provocando racionamiento y mal estar en la población.

China tiene prisa por cumplir sus objetivos con la energía renovable y tener un cielo azul en los Juegos Olímpicos de invierno pero aún es un país muy dependiente de los combustibles fósiles. Además el precio del gas natural se ha disparado y la subida de los derechos de emisión de CO2 ha hecho que depender de los combustibles fósiles cada vez sea más caro.

Pero el origen de la escalada de los precios no está solo en estos factores, el retraso en los contenedores ha hecho que el precio del transporte marítimo (navieras) se haya multiplicado por cuatro debido al colapso. Decenas de barcos hacen cola en puertos como el de Long Beach, Hamburgo o Ningbó (China) para dejar la mercancía. El puerto de Ningbó y Yantian tuvieron que cerrar varias semanas por detectar casos de Covid19, algo que ha retrasado y encarecido el precio de los productos en todo el mundo.

Además de esta falta de contenedores, el alto precio de las energías como la luz o electricidad ha hecho que las fábricas se retrasen en la producción y en el envío de productos, haciendo más tenso aún, el mercado mundial.

 

 

[Fuente: Statista.com]

 

China es a día de hoy el país más contaminante del mundo, necesita los combustibles fósiles y el comercio mundial para mantener su crecimiento económico, pero,  ¿Logrará la transición a energías verdes y mantener su hegemonía? Como gran emisor de CO2 y potencia mundial, el gigante asiático debe liderar el cambio hacia un modelo de energía verde. La escalada de precios en las materias primas y el colapso económico podría llevar a China a la temida estanflación, pudiendo retrasar su objetivo  de cero emisiones para el 2030.

La ausencia de China en la COP26 ha sido muy criticada por los líderes mundiales pero, a día de hoy, el gigante asiático es el mayor productor y consumidor de energía verde del planeta; su inversión en energías verdes es de casi el 3% de su PIB y su capacidad de energía renovable instalada supone casi un tercio del total mundial.

 

A pesar de ser el país más contaminante del mundo, durante el año 2020, China añadió a su producción 12GW de energía  hidroeléctrica, 70GW de eólica y 50GW de solar. Datos pioneros durante ese año.

La crisis del Coronavirus, la crisis energética, la alta inflación, el posible descenso del crecimiento del PIB en China o los problemas de natalidad  han puesto en jaque el primer “checkpoint” hacia una energía verde, problemas que el país tendrá que solucionar para mantener su hegemonía mundial y sus ritmos de crecimiento con el fin de satisfacer la demanda de más de 1.300 millones de personas y los cambios que se avecinan hacia las energías verdes. Mucho trabajo por hacer por parte del Partido Comunista. El futuro del planeta y el liderazgo del país pasa por la descarbonización de su economía, y dejar de depender de los combustibles fósiles. El gigante asiático ocupa los primeros lugares tanto en contaminación como en energías verdes, el Yin y el Yang, pero, ¿logrará China su objetivo de cero emisiones en el año 2060?

 

ÁNGEL ENRÍQUEZ DE SALAMANCA ORTÍZ es Doctor en Economía por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Relaciones Internacionales en la Universidad San Pablo CEU de Madrid

 

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Vietnam, la nueva China. Ángel Enríquez De Salamanca Ortiz

Durante las últimas décadas, China ha experimentado un crecimiento sin igual gracias a la apertura económica iniciada por Deng Xiaoping a finales de los años 70.

Unas reformas que abrieron la economía y permitieron la entrada de capital extranjero, dando lugar a un crecimiento sostenido en el tiempo hasta el día de hoy y que tuvo su explosión en el año 2001, cuando China pasó a formar parte de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Los bajos costes salariales atrajeron inversión del exterior, lo que permitió un rápido crecimiento a costa de los salarios y un auge de las exportaciones. China era la fábrica del mundo, donde las empresas se instalaban gracias, también, a los casi inexistentes derechos laborales de los trabajadores.

El incremento de los salarios y riqueza en China está haciendo que las empresas ya no vean tan atractivo establecerse en este país y busquen, por lo tanto, otros países donde establecerse, es el caso de Vietnam.

Vietnam se ha convertido en una copia de China, con una apertura económica hacia el liberalismo, mano de obra barata, estabilidad política (partido comunista como única fuerza política) pero con una población mucho más joven, que en tan solo unas décadas ha pasado de ser un país agrícola a ser un país industrializado, con unas tasas de crecimiento del PIB superiores al 6% anual, duplicándose este en poco más de una década, y con un incremento del consumo de sus habitantes y de los salarios exponencial en tan solo veinte años.

Tras décadas de pobreza, hambre y guerras (con EEUU o Laos), en 1986 empezaron las reformas económicas “Doi Moi” para liberalizar el país, y en 1987 se publicó la “Ley de Inversión Extranjera” que permitió la entrada de capital extranjero. Después de  más de 30 años de apertura, la pobreza se ha reducido más de un 10% y el país ha recibido más de 400.000 millones de dólares de IED (Inversión Extranjera Directa) provenientes de países asiáticos como Japón, Corea del Sur, Taiwán o China;  o Estados Unidos con proyectos de Apple, que ya fabrica sus Airpods en Vietnam, Microsoft o Coca-Cola, con el objetivo de crear infraestructuras, empleo o inversiones que suponen casi una cuarta parte del PIB del país. Estas reformas y apertura económica tuvieron sus consecuencias y, en el año 2007, el país pasó a formar parte de la Organización Mundial del Comercio (OMC).

Estas empresas han generado, no solo riqueza y empleo, sino que también han traído la tecnología y el “know-how” que tanto necesita el país para unirse al comercio global. En algo más de 10 años se ha pasado del “Made in China” al “Made in Vietnam”. La buena gestión del SARS CoronaVirus 2 y la guerra de aranceles entre China y Estados Unidos, no ha hecho más que hacer más atractivo a este país, ya que muchas empresas han dejado el gigante asiático para establecerse en Vietnam, por no hablar de las libertades de este país, donde plataformas como Google o Youtube están permitidas.

El decenio 2021-2030, aprobado en el XIII Congreso del Partido, aclara que es necesario seguir fomentando el sector privado y la creación de grandes empresas, con fuerte presencia nacional e internacional, y fomentar la inversión.

A pesar del rápido crecimiento, Vietnam aún es un país pobre, con una renta per cápita de apenas 4.000  dólares, donde aún existe pobreza, desigualdad, corrupción y unas infraestructuras débiles, pero cuenta con salarios competitivos, una economía de mercado y recursos naturales como el oro, petróleo o gas.

En los próximos años estos factores harán que Vietnam siga creciendo a ritmos elevados, gracias a su población joven y numerosa de casi 100 millones de habitantes, su productividad y su bajos salarios pero tiene que reforzar su sistema bancario, sanitario y educativo y sus infraestructuras para no caer en el olvido de los inversores, por no hablar del riesgo político de una dictadura.

Vietnam ha pasado a ser un miembro más de los CIVETS (Colombia, Indonesia, Vietnam, Egipto, Turquía, Sudáfrica), un grupo de países con rápido crecimiento, con una población joven que, en poco tiempo, relegará a los BRIC (Brasil, Rusia, India, China) como países emergentes. Un crecimiento que aumentará las tensiones con China, ya suficientemente tensas por el conflicto por el Mar de China Meridional, una región rica en recursos naturales y puente entre el Océano Indico y el Pacifico.

Por último, el “China Plus One”, una estrategia comercial que pretende diversificar las cadenas de suministro y no depender tanto del gigante asiático, es decir, diversificar en otros países como Vietnam o Bangladesh para que, en caso de pandemia u otro elemento, la economía mundial no dependa de China. Una estrategia comercial que, seguro, agravará las tensiones entre ambos países.

 

Ángel Enríquez De Salamanca Ortiz es Doctor en Economía por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Relaciones Internacionales en la Universidad San Pablo CEU de Madrid

 

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China y la guerra de los Balcanes. Ángel Enriquez de Salamanca Ortiz

Durante siglos, China ha sido la mayor economía del planeta, tanto en términos de población como en PIB, siendo muy superior al imperio romano o al español. La Ruta de la Seda conectaba China con otros imperios o ciudades de la época: Persia, Arabia, Egipto, Isfahán, Bizancio o Damasco entre otros. Solo tras la llegada de la Revolución industrial, que China no alcanzó, fue cuando el gigante asiático perdió esta hegemonía por la superioridad tecnológica del momento de los países industrializados como Reino Unido, las Guerras del opio marcaron el inicio del fin de la hegemonía mundial de China.

Una hegemonía que recuperó siglos después, a finales de los 70 del siglo XX, cuando Deng Xiaoping decidió liberalizar la economía y abrirla al comercio mundial. A día de hoy, China está reflotando esa Ruta de la Seda que tantos beneficio dio a la economía mundial siglos atrás. Un mega proyecto que pretende unir por tierra a Asia y Europa y, por mar,  los puertos del Sudeste Asiático con Oriente Medio, África y Europa, una red de ferrocarriles, puertos y telecomunicaciones sin paragón en la historia de la humanidad que reunirá más del 50% del PIB mundial y casi 2/3 partes de la población del planeta.

Con la caída del muro de Berlín en 1989, la URSS desapareció, y la Republica Socialista de Yugoslavia entró en guerra: la Guerra de los Balcanes. Una guerra entre croatas, serbios, bosnios… que dejó la zona devastada mientras Europa miraba hacia otro lado. Una guerra que azotó toda la región, convirtiéndola en la más pobre de Europa. Albania, Bosnia y Herzegovina, República de Macedonia del Norte, Kosovo, Montenegro y Serbia son países que, a día de hoy no pertenecen a la Unión Europea y, por lo tanto, no reciben fondos europeos para su reconstrucción y desarrollo.

La destrucción de la Guerra de los Balcanes y la crisis de deuda y financiera de Grecia en 2009 han dejado a esta zona como la más pobre de Europa, una oportunidad de negocio para que China expanda la Nueva Ruta de la Seda hacia uno de los mercados más importantes del mundo: La Unión Europea.

China ya ha comprado la acerera estatal serbia de Smederevo por 46 millones de euros, ha concedido préstamos a Montenegro para la mejora de infraestructuras, inversiones en Croacia o Albania, ha invertido en los Balcanes más de 10.000 millones de euros. China es el tercer inversor en Serbia, en Belgrado han abierto el centro Confucio más grande de la región y, lo más importante, ha comprado el puerto de El Pireo, en Grecia, el mayor centro logístico del Mediterráneo Oriental por algo más de 368 millones de euros, una extensión de la Ruta de la Seda de China y una puerta para la entrada de mercancías a los Balcanes y hacia el resto de Europa.

Una oportunidad de inversión y de alianza con los países de la zona, tan devastados por la guerra que abre las puertas de China a la entrada a Europa a través de los Balcanes para la expansión del comercio de bienes y servicios a través de la Ruta de la Seda, gracias a las mejoras de las vías Ferreras entre los Balcanes y Budapest y que podría llegar hasta Europa Central, o las líneas férreas entre Serbia y Hungría o Grecia y Macedonia… toda una red de ferrocarriles para ampliar el comercio en el viejo continente, un proyecto con un coste superior a los 20.000 millones de euros.

 

Los Balcanes son una región de Europa donde la inversión es escasa, hay pobreza y desigualdad, y la corrupción está a la orden del día, pero es una zona con un gran potencial de desarrollo, con unos países y una población con ganas de recibir inversión extranjera para despegar económicamente y poder salir de esta situación precaria y dejar de ser los rezagados del continente.

Para los Balcanes, la llegada de China ha provocado mejoras y desarrollo en las infraestructuras, un estímulo para su industria y empleo y una mejora tecnológica y económica para la región, y como no, allanar el terreno para futuras inversiones privadas.

Para China, los beneficios son claros: entrar en uno de los mercados más importantes del mundo, expandir su tecnología, como el 5G, y en definitiva, expandir su influencia internacional.

Pero estas inversiones ha sido muy criticadas por la comunidad internacional. El caso más claro es el de Montenegro, cuando hace unos años el banco chino Exim prestó al pequeño estado casi 1.000 millones de dólares para la construcción de una carretera de apenas 50 kilómetros, una deuda con China que supone una tercera parte de su PIB, es decir, el Gigante asiático se ha convertido en el principal acreedor de Montenegro, dejando al pequeño país en manos de China y con una deuda del 100% de su PIB; o la central térmica en Bosnia y Herzegovina con grandes problemas ambientales y criticado por organismos internacionales.

Pero las preocupaciones van más allá. Los países de la zona, como Albania o Macedonia pronto formaran parte de la Unión Europea, y otros como Bosnia y Herzegovina está previsto más a largo plazo, por lo que si China logra establecerse en estos países hoy, podría tener una influencia en el futuro en la Unión Europea.

Estas inversiones que avivan el “euroescepticismo” y que dan un impulso económico, no solo a estos países, sino también a los países del alrededor, como puede ser Hungría, que en el año 2017 ya rechazó una declaración de la Unión Europea condenando la violación de los derechos humanos en China. Grecia hizo lo mismo pocos meses después.

Si estos países se convierten en países “pro-China”  y logran entrar en la Unión Europea, tendremos una Unión más debilitada y dividida en temas tan importantes como los derechos humanos, Hong-Kong, el Tíbet o el mar de China meridional.

Ángel Enriquez de Salamanca Ortiz es Doctor en Economía por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Relaciones Internacionales en la Universidad San Pablo CEU de Madrid

 

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La población en China. Ángel Enriquez De Salamanca Ortiz

En los años 50, China no era la potencia que es hoy en día, estaba formada por una población rural, analfabeta y pobre. A finales de los años 50, Mao Zedong decidió colectivizar e industrializar a China con el “Gran Salto Adelante”, un proyecto que eliminó la agricultura privada, intentó industrializar el país y estableció las comunas populares, es decir, Mao decidía qué, cuánto y cómo producir. Este intento de industrialización llevo a la hambruna al país, provocando la muerte de millones de personas (las cifran varían entre 30 y 60 millones).

Esta fue la primera vez en la historia de la RPCh, desde su nacimiento en 1949, que su población disminuía año tras año, una población que en 1963 casi rozaba los 700 millones de personas.

Uno de los retos a los que se enfrentó Deng Xiaoping a su llegada en 1978, fue la superpoblación que tenía China, con tasas de natalidad de, en torno al 20‰ y una población  de más de 900 millones de personas. En 1979 Deng lanzó la política del hijo único con el fin de aliviar las tensiones demográficas que tenía el gigante asiático.

Este control de la natalidad, que ya se empezó a aplicar a principios de la década con controles en áreas urbanas y rurales y con propaganda,  tuvo resultados inmediatos: el crecimiento de la población empezó a ser menor del 2% anual, con el objetivo de no superar los 1.200 millones de habitantes al finalizar el S-XX.

En el año 2000, China contaba con unos 1.260 millones de personas, duplicando la población de 1956 pero, a día de hoy, ya empiezan a verse las consecuencias reales de la política del hijo único aplicada hace 40 años: el envejecimiento de la población.

A pesar de los controles de natalidad durante décadas, la mortalidad también ha caído haciendo que su población aumente y que sea cada vez más envejecida, formando pirámides de población invertidas, es decir, con poca gente joven en la base y más en las zonas altas de mayor edad:

[Pirámide de población de China en los años 1965, 2020 y expectativa para 2075. Grupos de edad y sus % de hombres y mujeres]

La política del hijo único también tuvo otras consecuencias, y es que las familias preferían tener un niño a una niña, por lo que en la actualidad los índices de fertilidad del país son muy bajos, hasta el 1,6 en el 2019 y tasas de natalidad del 10,5‰

En el año 2015 se eliminó la política del hijo único: el PCCh temía tener una población demasiado envejecida, una población que la segunda economía del planeta no podía permitirse.

La eliminación de esta política permitió a las familias tener hasta 2 hijos, una medida que llegó demasiado tarde, ya que la tasa de reposición no será suficiente para el pago de las pensiones, es decir, no habrá suficientemente gente trabajando que sostenga a la población jubilada que representaba casi el 12% de la población en 2017, y se espera que llegue a 1/3 a mediados de este siglo, en algo menos de 30 años. Un envejecimiento que provocará tensiones en la población y en el Fondo Estatal para Jubilaciones, que puede quedarse vacío en apenas 2 décadas.

[Fuente: Weforum.org]

Los elevados costes de manutención de los hijos, el cambio de mentalidad, el retraso en las nupcias, centrarse en la profesión o el rechazo a las cargas familiares son algunos de los factores que hacen que los chinos tengan cada vez menos hijos o que los tengan más tarde.

La eliminación de esta política en China llegó cuando los niveles de fecundidad habían bajado demasiado y la población +65 crecía sin parar, es decir, se estaba formando una pirámide invertida sin frenos. China tardó en actuar, por eso el Partido Comunista está tomando contramedidas para incentivar la natalidad, como eliminar las multas por tener hijos fuera de la cuota establecida, optimizar las políticas de fertilidad, mejorar los servicios prenatal y postnatal, dar beneficios a las familias o beneficios sociales por hijos o ,incluso, retrasar la edad de jubilación (con una gran oposición pública), son solo algunas medidas propuestas por el Comité Central del Partido Comunista de China con el objetivo puesto en el año 2035. Además, en este 2021, el Partido Comunista anunció que permitirá a las parejas tener hasta 3 hijos, una medida que pretende mejorar la estructura de la población.

Señales que indican que China ya forma parte del mundo desarrollado; en este sentido, son países caracterizados por bajas tasas de natalidad y mortalidad, población envejecida, longeva o con tasas de dependencia en aumento. Ahora queda ver si las medidas tendrán efecto y si en 2035 se lograrán los objetivos para estimular a la población a tener hijos, pero, ¿Se puede obligar a la población a tener hijos?

No se puede, pero, si estas medidas no funciona, retrasar la edad de jubilación será la única arma que le quede al PCCh para solucionar las tensiones demográficas y económicas, una medida que será rechazada por millones de chinos, entonces, ¿Saldrá la población joven, los más afectados, a manifestarse en contra del Partido Comunista Chino como ocurrió en Tiananmén en 1989?

Ángel Enriquez De Salamanca Ortiz es Doctor en Economía por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Relaciones Internacionales en la Universidad San Pablo CEU de Madrid

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Entre Ereván y Bakú: Stepanakert. Ángel Enriquez de Salamanca Ortiz

El Cáucaso es la región situada entre Europa del Este y Asia Occidental. En esta región se encuentran Armenia, Azerbaiyán y Georgia. Tras el acuerdo de Belavezha en diciembre de 1991, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) llegó a su fin. La catástrofe nuclear de Chernóbil, la perdida de hegemonía durante la Guerra Fría y el colapso económico provocado por la Perestroika, aceleraron el derrumbe de la URSS. Tras la disolución, las antiguas repúblicas se dividieron formando nuevos Estados independientes, tales como Rusia, los países Bálticos, Kazajistán, Uzbekistán, Tayikistán, Bielorrusia, Ucrania, Armenia o Georgia entre otros. Además, a día de hoy existen seis Estados autodeclarados que no han sido reconocidos por ningún miembro de las Naciones Unidas, tales como Abjasia, Osetia del Sur, Chechenia, Crimea y Nagorno Karabaj.

Armenia es un país mayoritariamente cristiano y fue el primer país de la historia en adoptar, oficinalmente, el cristianismo. De sus más de 3 millones de habitantes, más del 90% se declara cristiano. Azerbaiyán, que cuenta con 10 millones de habitantes, por el contrario es laico pero la mayoría de sus  población practica el islam chií.

El origen del conflicto no es religioso, sino que se remonta más de un siglo atrás. El Imperio Otomano llegó a dominar esta región, provocando tensiones entre turcos y armenios. Durante la primera guerra mundial (1914 – 1918) el Imperio Otomano y el Imperio Ruso se disputaban la región del Cáucaso. Tras la derrota de del Imperio Otomano, estos acusaron a los armenios de apoyar a los rusos, lo que provocó el enfado turco que les llevó a gestar uno de los mayores genocidios de la historia, donde más de 2.000.000 armenios fueron asesinados a manos los turcos. El no reconocimiento del genocidio por parte de Ankara es la cuestión principal que corta las relaciones entre ambos países en la actualidad.

Tras la disolución del Imperio Ruso las repúblicas del Cáucaso se separaron y formaron su propio Estado, pero poco después la URSS anexionó la región y formo la República Democrática Federal Transcaucásica formada por Armenia, Georgia y Azerbaiyán, pero esta unión duró poco debido a las tensiones étnicas, por lo que en 1936 se disolvió la federación del Transcáucaso y las repúblicas se integraron por separado en la URSS. La región de Alto Karabaj formada casi en su totalidad por armenios, fue cedida a Azerbaiyán.

Durante la existencia de la URSS, Armenia solicitó unificar esta región a su territorio, lo que provocó un enfrentamiento entre armenios y azeríes en Stepanakert,  actual capital de Nagorno-Karabaj. Los choques violentos entre ambas regiones por dominar el territorio terminó con la guerra del Alto Karabaj que comenzó en 1988 y se prolongó hasta 1994, desde entonces la región del Nagorno Karabaj está dominada por armenios aunque oficialmente pertenece a Azerbaiyán. Ambos países se disputan la región desde hace más de 30 años y han llegado a tener conflictos ocasionalmente, como el ocurrido en abril del 2016, una guerra de solo 4 días que acabo con más de 300.000 muertos. En septiembre de 2020 también hubo enfrentamientos por esta región y, aunque no es oficial, según fuentes armenias se han perdido más de 6.600 vidas:

[Fuente: https://armenpress.am/eng/news/1032650.html]

Azerbaiyán cuenta con una gran industria de petróleo y gas y es clave para el suministro europeo desde el Mar Caspio gracias a los proyectos BTC (oleoductos desde Bakú hasta el Mediterráneo en Turquía) y TAP y TANAP (Oleoducto hasta Europa en Italia). El mar Caspio cuenta con unas reservas estimadas de 50.000 millones de barriles y 8,4 billones de metros cúbicos de gas natural.

Las relaciones en el Cáucaso han evolucionado hasta formar 2 bloques: uno formado por Turquía, Azerbaiyán, Georgia e Israel; y otro compuesto por Rusia, Irán y Armenia. La Unión Europea es más próxima a Azerbaiyán, ya que, como hemos visto, es un territorio clave para el trasporte de Gas Natural desde el mar Caspio a Europa. Además, el proyecto TRACECA busca reducir costes en el comercio terrestre entre Asia y Europa, por lo que sería vital la no enemistad de los países en esta región y la cooperación intra-regional para la fluidez del comercio internacional.

El presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, exigió un calendario para la retirada de las tropas armenias después del ataque en Septiembre, un calendario que el presidente exigió fuera aprobado por el Grupo de Minsk, grupo de países que buscan medios para resolver el conflicto del Nagorno Karabaj, países miembros como Rusia, EEUU, Alemania, entre otros.          

Turquía ha ejercido una influencia bastante intensa en favor de los azeríes, como el suministro armamentístico, una ayuda que agrava el conflicto en la zona, aun así el presidente azerí llegó a confirmar que estaba dispuesto al diálogo para solucionar el conflicto, un dialogo que lleva abierto desde 1992.

El primer ministro armenio, Nikol Pashinyan, busca la independencia de la región a pesar de que la lengua o la divisa son de armenia, de facto pertenece a este país y está controlado por él. Con esto Pashinyan afirma que hay grupos terroristas azeríes interesados en el conflicto y reclutados por Turquía y que, Azerbaiyán, solo busca la limpieza étnica en la región, una limpieza étnica, afirma el presidente, que daría el control absoluto azerí en el Alto Karabaj.

Otro actor es China, que también tiene intereses en la región, ya que la petrolera China National Petroleum Coorporation (CNPC) tiene el oleoducto desde la costa de Kazajistán, en el mar Caspio, hasta la República Popular.

Asia Occidental sigue siendo el escenario principal para la hegemonía entre las grandes potencias mundiales: Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia y China. Dos alternativas muy bien definidas: por un lado EEUU y la UE, y en el otro lado China y Rusia, ¿Qué camino tomarán los países de la región del Cáucaso? Parte de los intereses geoestratégicos de Europa, Asia central y China se juegan en este escenario.

[Fuente: Ecured.com]

La comunidad internacional ha solicitado en repetidas ocasiones la paz en esta zona y, tras los avances de las tropas azaréis sobre asentamientos en el Nagorno-Karabaj, y tras tomar la segunda ciudad más importante, Shusha, el presidente armenio ha firmado un acuerdo de paz con Bakú y Moscú sobre este territorio. Una paz controlada por Rusia y Turquía, un acuerdo que no deja satisfecha a la población armenia, que sigue considerando ese territorio como propio y exigen la dimisión del presidente Pashinyan por reconocer y ceder   los últimos avances azeríes. Aun así, una paz que da estabilidad y seguridad a los ciudadanos de las tres regiones: Armenia, Azerbaiyán y Nagorno-Karabaj.

Nagorno-Karabaj y su capital Stepanakert, se ha convertido en un territorio en guerra entre armenios y azeríes desde hace casi un siglo por la asignación, con base política, en tiempos de Joseph Stalin al ver los conflictos entre los pueblos de Armenia, Turquía  y Azerbaiyán. Ahora y a pesar de las manifestaciones en Ereván, armenios y azeríes están en paz, pero ¿Hasta cuándo durará la paz?

Ángel Enriquez de Salamanca Ortiz es Doctor en Economía por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Relaciones Internacionales en la Universidad San Pablo CEU de Madrid

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