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THE ASIAN DOOR: No todo es infraestructuras en la Ruta de la Seda. Águeda Parra.

La nueva Ruta de la Seda marca un hito especial y muy simbólico tras diez años desde su lanzamiento. En esta década, la iniciativa china no ha dejado de evolucionar, propiciando la adhesión de hasta 147 países y manteniendo un fuerte ritmo de inversión, alcanzando los 67.800 millones de dólares en 2022, en línea con el gasto de 68.700 millones de dólares del año anterior. Una década que ha permitido a la iniciativa pasar por múltiples etapas, afrontando un nuevo ciclo de clara transformación de los ámbitos de interés de inversión.

Para la nueva etapa, las prioridades están dirigidas a potenciar la construcción de una Ruta de la Seda verde, incorporando estándares medioambientales internacionales. La apuesta por las renovables, principalmente en el desarrollo de tecnología verde solar y eólica, está marcando la transición en el modelo de inversión. A pesar de que el carbón sigue estando muy presente en la iniciativa, la proporción de inversión verde ha pasado de representar un 5,6% en 2013 a suponer un 26,1% en 2022.

No obstante, la mayor transformación en el esquema de inversión se está produciendo en evolucionar la iniciativa más allá del gasto de infraestructuras, cuyos beneficios han supuesto un importante impulso de diplomacia china en todas las regiones. Comienza una nueva fase, por tanto, en la que la inversión en tecnología comienza a generar momemtum. De hecho, aunque el protagonismo histórico de proyectos en energía y transporte desde que se lanzara la iniciativa en 2013 se ha mantenido también durante 2022, representando el 36% y 18%, respectivamente, un nuevo sector comienza a acaparar paulatinamente mayor interés, y no es otro que la tecnología. Con una inversión que ya alcanza el 16% del total, unos 10.700 millones de dólares, los proyectos de baterías para coches eléctricos lanzados por CATL en Hungría son apenas un ejemplo de esta transformación de los sectores de interés de la nueva Ruta de la Seda, entornos hacia donde China busca seguir expandiendo su liderazgo global.

La dimensión alcanzada por la Franja y la Ruta en estos diez años, englobando al 75% de los países del mundo, ha favorecido que el gasto en infraestructuras haya propiciado, asimismo, una intensificación del comercio bilateral, pasando China a convertirse en muchos casos en el principal socio comercial de varios países, favoreciendo, por ende, los lazos bilaterales. Nuevos socios comerciales que han sido una nutrida base para que el gigante asiático haya expandido los estándares tecnológicos chinos en proyectos de transición energética y digital.

Frente al episodio de creciente preocupación de que el escenario de trampa de deuda de Sri Lanka pudiera extenderse a otros países, esta etapa también está asociada a afrontar grandes proyectos de infraestructuras de forma sostenible con la capacidad económica del país, como en el caso de Bangladesh. Centrando los proyectos en ámbitos de desarrollo muy específicos, Bangladesh ha conseguido impulsar de forma importante su economía, destacando la construcción del puente Padma Bridge, un proyecto que en sí mismo está asociado al aumento del 1% del PIB del país, además de contribuir a la reducción de la pobreza a nivel nacional en un 0,84%, según Centre for Policy Dialogue (CPD).

Por otra parte, la cooperación en el ámbito de seguridad con las islas Salomón han proporcionado, asimismo, un amplio despliegue de diplomacia china en el Pacífico, extendiendo la influencia de la nueva Ruta de la Seda más allá del desarrollo en infraestructuras. Un año después de firmar el acuerdo en seguridad, ambas partes han suscrito una asociación estratégica integral con el objetivo de impulsar las relaciones bilaterales. Un éxito de la diplomacia china en una región que vuelve a retomar el interés de Estados Unidos tras más de una década de ausencia en la agenda estratégica.

Se consolida así una década de la iniciativa del billón de dólares que ha generado para China una expansión sin precedentes en el ámbito regional, zona de referencia del gigante asiático, como también a nivel global. Tras diez años, el impulso de la transición energética y digital está promoviendo el despliegue de estándares chinos y el ascenso del gigante asiático en la cadena de valor, mientras el acelerado proceso de derisking que afrontan las grandes potencias innovadoras podría acelerar un desacoplamiento que propiciara bloques de influencia con el que China equilibrara el juego de poder geopolítico.

THE ASIAN DOOR: Cambio de ciclo en la relación entre Estados Unidos y China. Águeda Parra

Una cuestión a destacar cuando se producen encuentros bilaterales entre grandes potencias es el momento específico en el que se enmarca dicha visita. En el caso de los encuentros entre Estados Unidos y China, la situación de rivalidad tecnológica y de despliegue de influencia global ya marca, en sí mismo, un punto de partida de mayor complejidad.

La visita de Antony Blinken a finales de junio, la primera de un secretario de Estado estadounidense después de seis años, y, la más reciente, de Janet Yellen, la secretaria del Tesoro de Estados Unidos en julio, se encuadran en una situación económica más propicia para Washington que para Pekín. La economía china no termina de repuntar al ritmo esperado mientras, por otra parte, la Reserva Federal de Estados Unidos ha decidido pausar una serie histórica de subidas de tipos de interés tras encaminar diez incrementos consecutivos desde marzo de 2022, un signo de que se recupera la actividad económica y se frena la inflación. De ahí, que la vitalidad económica de Estados Unidos sea una cuestión que también trasciende y se traslada al ambiente de las rondas de conversaciones mantenidas en ambas visitas.

No obstante, al margen de que las perspectivas económicas favorezcan a Washington, ambos encuentros están encaminados a establecer las bases de una relación que parece que se mantendrá en el tiempo bajo la perspectiva de gestión de la tensión. Teniendo en cuenta las ambiciones y hoja de ruta establecidas por ambas partes, la desescalada no parece que pueda considerarse como el escenario más factible hacia el que evolucione la relación bilateral. El proceso de decoupling está en marcha por ambas partes, aunque la agenda estratégica en ambos casos difiera sustancialmente, y se haya iniciado en momentos diferentes.

En este esquema de gestión de la tensión, las visitas de altos representantes están encaminadas, asimismo, a generar el acercamiento necesario para propiciar un futuro encuentro entre Biden y Xi. Las dos posibles fechas claves en el horizonte son la celebración de la cumbre del G20 en India en septiembre, y el encuentro del Foro de Cooperación Económica de Asia-Pacífico, conocido en inglés como APEC (Asia-Pacific Economic Cooperation) en San Francisco en noviembre. No obstante, mientras todavía queda lejos la posible cita entre los presidentes de las dos economías más grandes del mundo, la cuestión de China acapara el ciclo de las elecciones presidenciales de Estados Unidos de 2024 entre demócratas y republicanos, impactando, asimismo, en el ambiente que se genera en la relación bilateral.

Tras estos encuentros, la comunicación entre ambas partes parece haber recuperado cierta fluidez, aunque no se hayan alcanzado grandes avances sobre los temas tratados en cada visita, un punto de inflexión desde que comenzara a enfriarse en el mes de marzo. Una comunicación fluida que ambas partes ansían para que la frialdad de la relación no repercuta sobre el desarrollo de sus respectivas economías. En parte, porque ambas potencias necesitan que se mantengan estables los flujos de inversión y la estabilidad financiera.

De hecho, tras la decisión de Estados Unidos de elevar el techo de deuda, China destaca por ser uno de los pocos países menos afectados por la actual coyuntura internacional inflacionista y, que, por tanto, podría seguir elevando la compra de deuda estadounidense, de ahí la visita de Yellen. Pero, además de cooperar en la estabilidad financiera, la secretaria del Tesoro también aprovechó la visita para proponer que ambas partes debieran buscar consenso en otros temas importantes en la relación bilateral, como el cambio climático y los problemas de deuda de países más pequeños.

Mientras se terminan de definir posibles encuentros y puntos de cooperación bilateral, y se trabaja en la gestión de la tensión, ante una poco factible desescalada, cada parte analiza y evalúa hasta qué punto reacciona la otra parte ante determinadas decisiones, y qué impacto tienen ciertas medidas a nivel económico y geopolítico. Una estrategia no exenta de complejidad mientras crece la rivalidad tecnológica, y la geopolítica de la tecnología incorpora asegurar el acceso de las materias primas críticas como elemento clave en el tablero geopolítico mundial.

 

Washington restringe inversiones en China. Nieves C. Pérez Rodríguez

Aunque hoy el término no es guerra comercial, el utilizado hasta el cansancio en la era Trump, las restricciones a empresas parece ser él camino escogido por Washington. Ambos partidos políticos entienden la necesidad de imponer controles en pro de la seguridad nacional de EEUU.

La Administración Biden, mucho más conciliadora y tolerante, no ha sido condescendiente con Beijing. Al contrario, desde el comienzo avanzaron en establecer ciertos controles y escudriñar la razón de algunas prácticas de empresas chinas en territorio estadounidense.

El camino de las restricciones parece ser el escogido en medio de las hostilidades diplomáticas y económicas entre ambos países. El Congreso, a través del Comité de Política Exterior, está haciendo riguroso seguimiento, mientras que fortalecieron el Comité de Inversiones Extranjeras y crearon la autoridad para examinar inversiones en el extranjero de empresas estadounidenses.

El pasado otoño, la Administración Biden anunció extensos controles de exportación a China sobre “tecnologías sensibles” evitando así que China pueda adquirir chips y componentes de fabricación para chips.

Ya en el 2020, Trump había firmado una orden ejecutiva en la que se prohíbe a empresas o individuos estadounidenses invertir en valores que cotizan en la bolsa en empresas que están en la lista de empresas militares chinas para asegurarse que el capital estadounidense no financie la modernización militar china.

Otro ejemplo es la “Ley de Trabajo Forzoso de los uigures” aprobada también en septiembre del 2020 por el Congreso de EE.UU. que consiste en el bloqueo de las importaciones de productos fabricados en Xinjiang, después de comprobar con múltiples testimonios que existen evidencias suficientes de trabajo forzoso en esta región de China. Sumado al horror que estas minorías padecen en los Centros de Reeducación, por su nombre chino oficial, o campos de concentración de acuerdo con las organizaciones de Derechos Humanos.

Por lo que las tensiones solo han crecido y las quejas d Beijing de que no están siendo tratados de manera justa han venido en aumento. Paralelo con el debate de si es inminente un “decoupling” o más bien la diversificación de la cadena de suministro, que la pandemia dejo ver él problema de depender de China.

En esta compleja situación la Secretaria del Tesoro estadounidense, Janet Yellen, visitó China recientemente cerrando así una serie de visitas oficiales incluida la del Secretario de Estado que buscan claramente reabrir los canales diplomáticos.

Mientras se preparaba la visita de Blinken a Beijing los oficiales chinos insistieron en que se dieran reuniones con los oficiales estadounidenses en materia económica, sin embargo, no se les concedió hasta que se organizó la visita de Blinken y se dieron las primeras reuniones. Para Beijing la prioridad es abrir y restablecer los canales económicos.

Desde que apareció el globo espía chino sobrevolando territorio estadounidense las relaciones bilaterales sufrieron un enfriamiento lógico. En los últimos meses se habían impuesto sanciones a empresas chinas, mientras la Administración Biden presionó a sus aliados japones y holandeses para que restringieran sus ventas de semiconductores a China, mientras ha venido agrupando otros aliados para detener la coerción económica de Beijing.

Yellen aprovechó su viaje para reiterar que los Estados Unidos no buscan desvincularse de China, enfatizando que sería desastroso para ambos países y desestabilizador para el resto del mundo, además de prácticamente imposible de ejecutar. Explicó que existe una distinción importante entre él desacoplamiento y la diversificación de la cadena de suministro criticas o la adopción de medidas específicas que protejan la seguridad nacional.

La preocupación sobre las empresas chinas en América y las estadounidenses que operan en territorio chino está latente en las altas esferas de poder en Washington.  En este sentido, en abril un grupo de senadores envió una carta a los Departamentos de Estado, Comercio y Tesoro solicitando que se impongan restricciones e incluso sanciones y hasta que se considere prohibir inversiones a empresas como Alibaba y Huawei puesto que representan grandes riesgos para la seguridad nacional.

La lista es en realidad más extensa, pues los senadores consideran que cualquier asociación de empresas chinas con instituciones militares, académicas y gubernamentales despierta inquietud y sospecha y eventualmente deberán ser revisadas.

Huawei ha estado en el ojo del huracán por años y en efecto, las dudas irresolutas han propiciado un gran movimiento internacional de rechazo y bloqueo encabezado por Washington, basado en la vulnerabilidad del intercambio de información a través de esta red.

La mismo ha sucedido con TikTok, la red social de videos cortos cuyo target son los adolescentes principalmente y que, ha pasado por un intenso escrutinio en Estados Unidos incluida una audiencia con su CEO en el Congreso debido a la poca transparencia en su manejo de data personal.

El temor de que la información personal de un niño en Estados Unidos se almacene en una nube en China es motivo de gran preocupación para los legisladores que saben que la división entre el sector público y privado en China no está claramente delimitado y que además el PC chino siempre puede pedir acceso por motivos de seguridad nacional.

A principios de junio Sequoia, él gigante de capital de riesgo con sede en Silicon Valley anunciaba que dividen su negocio en tres sociedades independientes incluso con nombres distintos. La división de China fue renombrada como HongShang, mientras que la división a cargo de India y él sudeste asiático ahora es Peak XV Partners.

Este cambio de dirección y “rebranding” es una respuesta de la firma para prevenir controversias en los Estados Unidos, pues los legisladores tienen el ojo puesto en las posibles brechas que existen en las empresas domesticas con intereses e incluso operaciones en territorio chino.

En medio de las crecientes tensiones entre Washington y Beijing y la presión doméstica a las empresas americanas que apunta a posibles restricciones de inversiones en China, las firmas tratan de adelantarse y tomar medidas. Algunas están ya explorando otros mercados para establecerse, otras buscan navegar las nuevas legislaciones restrictivas.

Los mensajes de los oficiales de Biden son claros, no buscan romper con China pero sí blindarse ante las amenazas de robo de información, de no ser copartícipes en los abusos a las minorías chinas como los uigures, en la delimitación de ayuda de capital estadounidense en pro de desarrollo avance tecnológico chino y en garantizar una fluida cadena de suministros que no se vea envuelta en crisis diplomáticas. Todos estos aspectos definen una robusta y blindada seguridad nacional para América que es la visión compartida de Estado que tienen tanto los demócratas como los republicos.

 

 

THE ASIAN DOOR: El Sudeste Asiático abandera el nearshoring. Águeda Parra

Los conflictos geopolíticos, la coyuntura internacional y el entorno de mayor rivalidad tecnológica global están propiciando la redefinición del modelo de globalización que ha estado vigente las últimas tres décadas, con impacto directo tanto en la las cadenas de suministro como en las cadenas de valor tecnológico.

A todas estas dinámicas de cambio se suma el fenómeno del ritmo desigual de recuperación de la pandemia de China, que está motivando un elevado grado de incertidumbre entre los inversores internacionales. A diferencia del rol que China ha venido ejerciendo como el principal motor económico para Asia en las últimas décadas, el gigante asiático va a ser el país de la región que va a registrar su menor crecimiento económico en 2022. Una circunstancia que no ha sucedido en los últimos 30 años, pasando Vietnam a ocupar este papel de liderazgo con un crecimiento que se estima alcance el 7%, según los organismos internacionales.

De no modificarse las presiones, China reducirá su crecimiento económico hasta el 3,2% en 2022, muy lejos del 5,5% que algunos organismos internacionales estimaban a principios de año. Unos vaivenes económicos que los países del Sudeste Asiático van a aprovechar, comenzando a liderar una tendencia que ya venía materializándose tiempo atrás, y que la coyuntura internacional y las tensiones geopolíticas de rivalidad tecnológica entre Estados Unidos y China no han hecho más que acelerar, como es el nearshoring.

En esta nueva dinámica de cambio, el impacto de la geopolítica de la tecnología se va a intensificar sobre todo en el eje del Indo-Pacífico, marcando nuevas tendencias a nivel global en las próximas décadas. Las implicaciones tanto para las cadenas de suministro como para las cadenas de valor tecnológico van a ser globales, al estar redefiniéndose el modelo, pero a su vez van a generar otras más específicas en los principales polos de producción y de innovación mundiales.

Como parte de esta redefinición con implicación global, la redistribución de las cadenas de suministro se va a centrar en los países ASEAN, posicionándose como destino prioritario de la inversión en la región asiática. El atractivo de Vietnam, pero también de Indonesia, Singapur, Filipinas y Malasia están impulsando la acelerada diversificación de la inversión en la región, mejorando así todos estos países su posicionamiento en las cadenas de suministro globales, además de escalar posiciones en las cadenas de valor.

La región ASEAN se configura así como una zona a tener muy en cuenta en el radar de la expansión internacional, así como en la redistribución de las operaciones de negocio en la región, principalmente porque son países que han desarrollado óptimas condiciones de negocio en esta última década, acelerando el proceso de nearshoring. Asimismo, los países de la región están generando una floreciente economía digital que va a tener un impacto específico a nivel local, desarrollando aún más las economías. Países como Filipinas van a multiplicar su economía digital hasta en 3,5 veces, pasando de los 8.000 millones de dólares en 2020 a los 28.000 millones de dólares en 2025, siendo superado por Vietnam, que podría alcanzar un factor multiplicador de hasta 3,7 veces en el crecimiento de su economía digital, pasando de 14.000 millones de dólares en 2020 a 52.000 millones de dólares en 2025, según Temasek y Bain & Company. El resto de países de la región como Filipinas, Singapur, Indonesia y Malasia van a generar igualmente un comportamiento muy similar, multiplicando de media por tres sus economías digitales.

No obstante, la nueva tendencia de nearshoring hacia los países ASEAN no tiene su origen únicamente en la creciente tensión geopolítica global, sino que está asociada también al proceso natural que supone que China haya ascendido en estas últimas décadas en la cadena de valor hacia posiciones más altas en su objetivo de convertirse en potencia innovadora en 2030, lo que va a seguir generando un importante atractivo inversor.

El discurso de decoupling de China, que ha crecido en intensidad en los últimos años, tendrá una mayor aplicación en la adaptación al nearshoring en la industria de manufactura. Sin embargo, la inversión más ligada al desarrollo tecnológico, tanto en manufactura tecnológica como innovación digital seguirá teniendo la vista puesta en el atractivo que va a seguir generando China en los próximos años, principalmente por el aliciente que supone producir y generar innovación energética y digital en China para China.

 

THE ASIAN DOOR: RCEP, nuevo miembro de la Ruta de la Seda. Águeda Parra

La integración comercial en la zona del Asia-Pacífico siempre ha supuesto un fuerte impulso para el crecimiento económico de la región. El creciente protagonismo de China en las cadenas de suministro globales ha tenido como resultado que el gigante asiático se haya posicionado como epicentro de la aportación de valor en la zona de Asia-Pacífico. Una influencia que se prevé creciente con la firma de uno de los acuerdos regionales de libre comercio más grandes del mundo, la Asociación Económica Integral Regional, conocido en inglés como RCEP (Regional Comprehensive Economic Partnership).

En los ocho años que ha tardado en formalizarse el pacto entre China y otros 14 países de la región, que incorpora a los 10 países de la ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático) junto a Corea del Sur, Japón, Australia y Nueva Zelanda, el gigante asiático ha puesto en marcha uno de los proyectos de geopolítica más importantes de las últimas décadas, la nueva Ruta de la Seda. La ambición de la iniciativa de mejorar las conexiones a través de promover el mayor desarrollo de infraestructuras de la región en mucho tiempo persigue, asimismo, otros objetivos. Entre ellos, encontrar nuevos mercados para los productos chinos a través de fomentar una mayor integración comercial en la región.

Con la incorporación de China en el RCEP, no sólo el gigante asiático no se desacopla del mundo, sino que supone su consolidación como potencia económica dominante en la región. Poniendo la magnitud del pacto en perspectiva, la RCEP da cabida a más de 2.200 millones de personas, un tercio de la población mundial, casi el 28% del comercio mundial e incluye el 30% del PIB mundial, lo que supone consolidarse como el mayor acuerdo de libre comercio regional firmado hasta el momento.

Dos grandes ausencias marcan el inicio de una nueva etapa comercial en Asia-Pacífico. Por una parte, la de Estados Unidos, cuya retirada del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (en inglés TTP, Trans-Pacific Partnership) marcaba una nueva dinámica en las relaciones de cooperación comercial con la región. Con este nuevo posicionamiento, la región avanza sin esperar a que Estados Unidos termine de resolver su transición presidencial, que podría llevar implícito un giro de 180º en ciertas decisiones de política exterior. China, como principal impulsor del acuerdo, maximiza su influencia en una región que avanza hacia el fortalecimiento de su integración económica y comercial, mientras las exportaciones estadounidenses pierden presencia en una de las regiones más dinámicas del mundo. Por otra parte, no menos importante es la ausencia de India en el acuerdo, cuya retirada en julio se propició al considerar que su adhesión podría conducir a un aluvión de importaciones de productos chinos, aunque la puerta queda abierta para que solicite su incorporación en cualquier momento.

Lo novedoso de este acuerdo es que el pacto avanza en la línea de relación comercial ya establecida entre los 10 países miembros de la ASEAN, tomando en cuenta la mayoría de los acuerdos vigentes para aunarlos en un único documento que se ha hecho extensivo de forma multilateral al resto de miembros. Alineando los acuerdos vigentes en un único pacto, Asia-Pacífico sigue la línea de integración de otras áreas comerciales unificadas, como la existente en la Unión Europea o entre Estados Unidos, Canadá y México a través del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Un acuerdo del que no sólo se beneficiará China, sino también el resto de países, al aumentar la capacidad productiva, especialmente la de los países ASEAN, además de que conjuntamente todos los miembros impulsen la consolidación de la cadena de valor con producción e inversiones que se originan y proceden de la región.

Con la previsión de que en el medio-largo plazo se vayan reduciendo, o incluso eliminando, hasta el 90% de los aranceles de los productos en el seno de la asociación económica, los objetivos de Pekín pasan por el fomento de elementos importantes de su cadena industrial. En el radar estaría la estrategia de impulsar la tecnología de los coches eléctricos de fabricación china, que le permita al gigante asiático avanzar en el objetivo de convertirse en hub de la industria automovilística, al menos para la región de Asia Pacífico.

THE ASIAN DOOR: América Latina frente al decoupling ¿realidad o reto? Águeda Parra

Después de varios meses de pandemia, una de las consecuencias más evidentes que ha generado la crisis sanitaria del COVID-19 ha sido impulsar un proceso de aceleración mundial en varios entornos. Entre ellos, la reordenación de las cadenas de suministros globales pasa a ocupar un lugar destacado.

En un mismo período de tiempo, ha coincidido un escenario de decoupling de China, promovido por la administración Trump, y una crisis sanitaria, suscitando una posible reordenación de las cadenas de suministro globales para reducir riesgos operativos ante una situación como la que ha planteado una pandemia mundial. La vista está puesta ahora en potenciar la aportación de valor de otras regiones de Asia, por su cercanía a China, o jugar la baza de América Latina, por su proximidad al importante mercado de consumo de Estados Unidos.

La integración de China en la región asiática ha favorecido que, a medida que el gigante asiático asciende hacia la parte alta de la cadena de valor en la manufactura y producción en varias industrias, hayan sido los países vecinos los que han capturado el espacio dejado por China. Asimismo, en este escenario, el proceso de decoupling y la aceleración generada por la crisis sanitaria ha motivado que varias tecnológicas estadounidenses, como Google, Microsoft y Apple, estén moviendo parte de su producción fuera de China, quedando Vietnam y Tailandia entre los países más beneficiados. Pero ¿en qué medida podría América Latina beneficiarse de esta reordenación de las cadenas de suministro globales que está promoviendo Estados Unidos?

La gran ventaja de la proximidad de los países latinoamericanos con el gran mercado de consumo estadounidense no se ha visto traducida en un mejor posicionamiento de América Latina como sustituto natural de Asia en este proceso de decoupling al que aspira Estados Unidos. La región en su conjunto no ha desarrollado las infraestructuras y capacidades logísticas que demanda la operativa de las cadenas de suministro globales, sin embargo, determinados países podrían verse beneficiados, según un estudio de The Economist Intelligence Unit.

En ese movimiento de las cadenas de suministro globales que está promoviendo Estados Unidos del este al oeste, México es el país mejor posicionado, aunque determinados factores hacen poco factible que este proceso llegue a consolidarse, según este estudio. El hecho de que dos tercios de las importaciones de bienes y servicios de México estén relacionados con el comercio de exportación, y que el envío de contenedores tarde apenas una semana en pasar la frontera frente a las cinco semanas que tardaría en llegar desde China, además de tener un coste menor, son puntos que benefician la posición de México. Sin embargo, la lenta recuperación de la pandemia no favorece un reposicionamiento del país en las cadenas de suministro globales, a lo que habría que añadir la falta de políticas que promuevan este tipo de movimiento, así como la carencia de mecanismos que incentiven la atracción activa de la inversión.

De entre los países de América Latina, Chile, Costa Rica, México, Colombia y Brasil figuran entre los mejor posicionados para incorporarse a las cadenas de suministro globales. Sin embargo, la falta de inversión en infraestructura de la que adolece la región, que destina menos del 3% del PIB en su conjunto, no favorece esta transición. Contrasta con el 8% del PIB que dedican los países de Asia Oriental, y se estima que sería necesario incrementar entre un 4%-8% del PIB el gasto en infraestructuras para poder asemejarse a otros países industrializados como Corea del Sur, según algunos estudios.

Existen, asimismo, otras cuestiones a tener en cuenta para generar esta transición desde la región asiática a la latinoamericana. Destaca la falta de preparación y adopción de las nuevas tecnologías en un modelo de cuarta revolución industrial (4IR), así como la cuestión de los costes laborales y la disponibilidad de talento especializado. No obstante, aunque la situación no sea la más favorable, toda crisis es una oportunidad, y América Latina debe encontrar los mecanismos para reivindicarse como actor mundial en la configuración de las futuras cadenas de suministro globales.

THE ASIAN DOOR: Decoupling a la vista, pero no de quien crees. Águeda Parra

La situación de más de dos años de guerra comercial entre Estados Unidos y China ha desencadenado la posibilidad de promover el decloupling de la primera potencia del mundo del mayor exportador mundial. Una forma de reducir el déficit comercial que existe entre ambas economías pero que, asimismo, implica ciertas consideraciones geopolíticas de gran trascendencia. Hasta la llegada del COVID-19, la idea del decoupling estaba íntimamente ligada con las negociaciones de la guerra comercial entre Estados Unidos y China. Inmersos ahora en una importante crisis sanitaria, la narrativa sobre el decoupling comienza a popularizarse de forma generalizada.

La llegada de la crisis sanitaria ha puesto de manifiesto la dependencia de China que tienen las economías mundiales en muchos productos de primera necesidad. Antes de la pandemia, la producción y abastecimiento estaban garantizados, pero una demanda simultánea en un corto espacio de tiempo en todo el mundo ha hecho aflorar la posibilidad de contemplar una alternativa a China para evitar los casos de descontinuación de la producción que ha sufrido el gigante asiático por efecto de la crisis del COVID-19. Esta situación ha fomentado que se incremente la narrativa sobre el decoupling en Estados Unidos, mientras otros países, como Japón, también se suman a esta iniciativa considerando incentivar a sus empresas para que saquen la producción de China.

Todo lo contrario de lo que sucede con Asia en su conjunto y, especialmente, en el Sudeste Asiático, donde China avanza hacia una mayor integración comercial. En medio de la crisis del COVID-19, el gigante asiático incrementó las exportaciones hacia la región en un 8,5% interanual, desmarcándose de la previsión de los analistas que pronosticaban una reducción del 12%. Si algo ha demostrado la pandemia es la continua integración económica de las economías asiáticas que lejos de la estrategia promovida por Estados Unidos de fomentar el decoupling de China, Asia está consolidando una mayor integración con el gigante asiático, lo que, en definitiva, supondrá un decoupling de Estados Unidos.

El mes de abril ha registrado incrementos de compra de hasta el 50% de productos chinos por parte de Taiwán, Vietnam, Tailandia e Indonesia, justo en medio de la pandemia. A la inversa, la tendencia es la misma, y las importaciones de China desde Asia también se han incrementado. Una tendencia que puede estar provocada por la discontinuidad de la producción en los países occidentales, más afectados en ese momento por la crisis sanitaria. Sin embargo, en una situación post-pandemia, estos mayores flujos comerciales con Asia pueden hacerse permanentes y reforzar la creciente integración económica que ya se aprecia entre las principales economías asiáticas.

El comercio de semiconductores también se ha incrementado, recibiendo China un volumen mayor por parte de Japón del que éste envía a Estados Unidos. La guerra comercial continúa, y Estados Unidos ha extendido un año más la prohibición de que las compañías vendan componentes al proveedor chino de telecomunicaciones Huawei, de ahí que la necesidad de aprovisionamiento del gigante asiático de semiconductores procedentes de otros países haya crecido. En el largo plazo, esta estrategia de Estados Unidos no va a impactar en la capacidad de China para conseguir ser autosuficiente de la tecnología extranjera, pero estas restricciones sí van a perjudicar, sin embargo, la competitividad de las marcas americanas en el mercado chino.

La crisis sanitaria del COVID-19 ha reforzado la narrativa de Estados Unidos de fomentar el decoupling de China, pero las tensiones económicas provocadas por la situación post-pandemia no van a hacer sencillo que ese proceso se produzca, de producirse, en el corto plazo. Sin embargo, en este tiempo China continuará con su ambición de ser independiente de la tecnología extranjera a través del impulso que está aportando la iniciativa Made in China 2025 a su industria. De esta forma, el gigante asiático continuará con su estrategia de fomentar alianzas con otras empresas tecnológicas no estadounidenses. Lo que empezó siendo un decoupling de Estados Unidos de China puede terminar convirtiéndose en un efecto decoupling de Asia de Estados Unidos liderado por China.

¿Y si Kim decide golpear primero? Miguel Ors

“Los expertos en Corea del Norte de dentro y de fuera del Gobierno de Estados Unidos”, escribe en Vox el periodista Yochi Dreazen, “sostienen que Kim [Jong-un] es un líder racional, cuyo objetivo principal es mantenerse en el poder. No lo consideran ni un idiota ni un suicida, y durante mucho tiempo han estado convencidos de que solo recurriría a las armas nucleares en caso de derrota militar y de colapso del régimen. Sería el estertor de alguien decidido a morir matando”.

Esta opinión ha comenzado, sin embargo, a resquebrajarse. La mayoría de las fuentes que Dreazen ha consultado para su inquietante reportaje consideran ahora que Pyongyang usaría la bomba atómica al principio, no al final de la guerra. Y se trataría de una decisión perfectamente lógica.

La explicación tiene que ver con un viejo problema de la Guerra Fría: el decoupling, que vendría a significar algo así como la división. “En los años 50”, sigue Dreazen, “la URSS era militarmente muy superior a Alemania, Francia y el resto de los aliados de Europa Occidental y Washington asumió formalmente su defensa en caso de invasión”. Pero su abnegación empezó a tambalearse cuando Moscú desarrolló cohetes intercontinentales, capaces de golpear poblaciones estadounidenses.

Los primeros en comprender las implicaciones estratégicas de este despliegue fueron los franceses. “Espera un momento”, se dijeron. “Si el Pentágono arroja bombas atómicas sobre las tropas soviéticas en suelo europeo, ¿no responderán estas con un ataque en suelo americano? Probablemente sí. ¿Y está Washington dispuesto a sacrificar Nueva York para salvar París? Probablemente no”. Por eso en 1960 Charles de Gaulle anunció la constitución de una “force de frappe” nuclear.

Casi 70 años después, la situación se repite en el Pacífico. Con el ensayo de sus misiles de largo alcance, Pyongyang ha plantado la semilla de la división o decoupling en la hasta ahora monolítica alianza que formaban Estados Unidos y Corea del Sur. “Parafraseando las dudas de la Guerra Fría”, plantea Dreazen, “¿está [Donald] Trump dispuesto a sacrificar San Francisco para salvar Seúl?”

Si Kim concluye, como De Gaulle, que probablemente no, el recurso a las armas atómicas deja de ser una idiotez. Es más, la clara inferioridad del arsenal de Pyongyang (unos 50 artefactos frente a los 6.800 de Washington), algo que Trump ha esgrimido a menudo como una garantía de que el “hombre cohete” no se atreverá a desenfundar nunca, puede dejar de ser un elemento disuasorio para convertirse en un incentivo. “Si Kim Jong-un sospecha que Estados Unidos y sus aliados van a ir a por sus bombas”, escriben Vipin Narang y Ankit Panda en The Diplomat, “su estrategia dominante será lanzarlas lo antes posible, para que no se las neutralicen”.

Dreazen cree que, en caso de conflicto, Kim podría vitrificar la ciudad portuaria de Busan, con lo que mataría dos pájaros de un tiro: por un lado, aterrorizaría al mundo y, por otro, dificultaría el desembarco americano en la península. “Estados Unidos tiene 28.500 soldados estacionados en Corea del Sur y necesitaría movilizar a cientos de miles [entre 200.000 y 600.000] si estallara una guerra con el Norte. También debería enviar carros de combate, vehículos acorazados, cazas, helicópteros y piezas de artillería”. Este desafío logístico supera la capacidad de un puente aéreo. El grueso del transporte debería realizarse por mar y la destrucción de Busan supondría un duro revés.

“Debemos estar listos ante la eventualidad de que Kim use armas nucleares en la fase inicial del conflicto”, reconoce a Dreazen un analista de la CIA que ha dedicado largos años a estudiar el régimen norcoreano.

No va a pasar mañana, pero la idea de que pueda golpear primero ya no resulta tan descabellada.