INTERREGNUM. Doble cumbre, doble triunfo para Pekín. Fernando Delage

El pasado viernes, por primera vez desde la división de la península, un líder norcoreano pisó el suelo de Corea del Sur. Aunque sin salir de la irónicamente denominada Zona Desmilitarizada, Kim Jong-un reiteró ante el presidente surcoreano, Moon Jae-in, su objetivo de desnuclearización, sin exigir—según se ha dicho— la retirada de las tropas norteamericanas del Sur. La firma de un tratado de paz que sustituya al mero armisticio de 1953 también está encima de la mesa.

Como es lógico, el encuentro intercoreano ha creado grandes expectativas. Pero convendría mantener cierto escepticismo. Propuestas similares ya fueron objeto de dos cumbres anteriores (en 2000 y 2007), cuyos nulos resultados parecen haberse olvidado. Además de las dificultades de verificación de todo acuerdo de desarme—cuestión sobre la que no se ha acordado nada específico—, son bien conocidas las tácticas norcoreanas destinadas a ganar tiempo mientras consolida sus capacidades. En el fondo, seguimos desconociendo las intenciones que persigue Pyongyang con su apertura diplomática. Puede ser un señuelo para lograr la ayuda económica que necesita, pero también resulta plausible pensar—en un objetivo compartido con Pekín—que intenta debilitar la alianza de Seúl con Washington.

En uno de esos llamativos guiños de la historia, mientras Kim y Moon se veían en Panmunjom, el presidente chino, Xi Jinping, recibía al primer ministro indio, Narendra Modi, en Wuhan. Todo ha sido inusual con respecto a su encuentro: que se haya celebrado fuera de Pekín, que Modi viaje dos veces a China con pocas semanas de diferencia (asistirá a la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai en Qingdao en junio), y su singular formato: los dos líderes se han visto a solas, sin asesores, sin agenda previa, y sin declaración final.

No resulta difícil identificar algunos de los posibles objetivos de ambas partes. De cara a su reelección en las elecciones del próximo año, Modi no puede permitirse un estado de tensión con Pekín como el del verano pasado en Doklam. Delhi necesita atraer capital extranjero y conocer de primera mano las prioridades chinas en Pakistán. Quizá Modi haya concluido que la hostilidad de su gobierno hacia la República Popular no ha producido los resultados esperados. O mantiene crecientes dudas sobre la administración Trump, que—sospecha—puede hacer de India un próximo objetivo de su política comercial proteccionista. China tiene por su parte un mismo interés en minimizar las diferencias con Delhi. India es una variable fundamental para el éxito de la Nueva Ruta de la Seda, y evitar que se comprometa con el Cuarteto (la potencial alianza antichina con Estados Unidos, Japón y Australia que Trump quiere impulsar) es un claro propósito de Pekín.

Las dos cumbres celebradas los mismos días en distintos puntos de Asia tienen así curiosos puntos de coincidencia. Ambas pueden beneficiar de manera directa a China. Y reducir el peso de otro actor, ausente físicamente en los dos encuentros, pero factor central en las intenciones de unos y otros: Estados Unidos. No hace mucho era Washington quien movía las piezas del tablero asiático. Ahora es su presidente quien se verá obligado a reaccionar a estos movimientos de quienes han dejado de ser peones para definir los términos del juego mayor. (Foto: Flickr, Don)

Macron, Merkel, dos nombramientos y mucho teléfono. Nieves C. Pérez Rodríguez

Cuantiosas sonrisas, muchos abrazos, numerosos gestos de complicidad, incluidos intercambios de besos —algo que no se estila en la cultura estadounidense, en general, pero sobre todo inusual entre hombres— así como un despliegue de glamour, fueron los detalles formales más sobresalientes de la visita de Enmanuel Macron y su mujer a Washington. Trump no escatimó halagos, así como Melania Trump no ahorró detalles para dejar una imagen impecable de la visita, con cenas exquisitas que rompen con la tradición extendida en la Casa Blanca de sencillez y austeridad, más típica de la auténtica cultura estadounidense. Una suntuosa ceremonia de bienvenida, al más al puro estilo europeo, hicieron brillar a Macron con esplendor en la capital de Estados Unidos.

Faysal Itani, experto del Atlantic Council analizó la visita y remarcó la buena relación entre ambos líderes como un elemento clave. El hecho de que Trump sienta gran empatía y admiración por Macron podría resultar en un mayor compromiso de Washington en Medio Oriente, contra lo que la Administración Trump parece estar planeando. Macron podría conseguir que Estados Unidos se comprometa a mantener una presencia militar a largo plazo en la Siria post ISIS para evitar que Irán llene el vacío. Sin embargo, no hay que perder de vista que Mike Pompeo (nuevo Secretario de Estado, recientemente ratificado por el Congreso) y John Bolton (consejero en Seguridad Nacional) son beligerantes contra esa idea. No obstante, hay analistas que piensan que el pragmatismo de Pompeo le hará ver lo estratégico que es para Estados Unidos mantener su presencia en esa región.

Por su parte, Margaret Brennan, corresponsal para CBS News en una tertulia la semana pasada, que tuvo lugar en el Centro Estratégico de Estudios Internacionales, planteaba que para tener más claridad sobre la línea internacional que seguirá Pompeo, hay que esperar a que nombre a su equipo. Una vez que sepamos los nombres podremos hacer una mejor predicción del rumbo que realmente tomará la política exterior estadounidense, sobre todo en el Medio Oriente.

En este foro también se planteó la importancia de que se respete el acuerdo con Irán, sin descartar que podría hacerse ajustes, tal y como apuntó Macron, para dar una imagen de confianza a Corea del Norte, y que los grandes encuentros históricos que están teniendo lugar, como fue el del presidente Moon —Corea del Sur— y Kim Jon-un —líder de Corea del Norte—, y el que se llevará a cabo pronto entre esté último y Trump, lleguen a dar frutos, basados en la confianza y el respeto de lo que allí se acuerde.

La Canciller alemana, Angela Merkel, también pasó brevemente por la Casa Blanca, y, según Christoph Von Marschall, miembro del “German Marshall Fund of the United States”, este encuentro fue mucho mejor que el anterior entre ambos dirigentes. Ella no es una persona con la se puede tener una relación kinestésica, pero el lenguaje corporal de ambos fue más amigable, afirmó.  A pesar de que no existe empatía entre ellos, al menos esta vez Trump actuó más como un jefe de Estado, defendió sus puntos, entre los cuales remarcó que los países europeos deben pagar más por la OTAN e insistió en la  disparidad comercial “desleal” entre Estados Unidos y Alemania, dando una cifra de 50 millones de dólares de déficit en componentes de automóviles, a la que Merkel replicó diplomáticamente que las marcas alemanas también producen vehículos en los Estados Unidos, que son exportados a otras partes, y que ello contribuye a crear empleo doméstico. Al menos, Trump le elogió su apoyo y presión a Corea del Norte para sentarse en la mesa de negociación sobre el desmantelamiento nuclear.

El gran ganador de Washington la pasada semana fue sin lugar a dudas Macron, quién reforzó su imagen de líder internacional que traspasa las fronteras europeas, capaz de fascinar hasta a uno de los líderes más controvertidos del momento, como es Trump. Incluso se presentó en el Congreso estadounidense con un discurso que responde a los deseos de la mitad de los ciudadanos de este país, sobre la necesidad de un mayor compromiso internacional y de la importancia de mantener el liderazgo en el mundo hasta en el área ambiental, refiriéndose a la abrupta salida de Trump del Acuerdo de París.  En contraste con la visita de la Canciller alemana en la que la frialdad y cero empatías no se disimularon ni siquiera durante la rueda de prensa que tuvo lugar en la Casa Blanca.

Todo esto mientras Trump libera una batalla doméstica para que le aprueben su secretario de Estado (que consiguió) y el de los Veteranos, que abrió otro debate paralelo sobre el alto precio que están pagando muchos de los personajes que han trabajo para él o que activamente siguen estando en su círculo.

En Washington se cerró la compleja semana con llamadas telefónicas del presidente surcoreano Moon a Trump, dando el parte del encuentro que tuvo lugar en la península coreana, mientras se concretó el lugar y el día del encuentro entre Kim y Trump (de acuerdo a un tweet del propio Trump inexplícito), y otra llamada de Trump al primer ministro japonés, en el que le informó sobre dichos avances.

Esperemos que todos éstos avances continúen inspirados genuinamente en la paz y el bienestar de los implicados y no en un juego político del líder norcoreano para ganar tiempo y que se le disminuyan las duras sanciones. (Foto: Flickr, Leo Reynolds)

La prudencia sigue siendo un activo

Una de las características de la opinión pública occidental es que puede pasar de un sentimiento catastrofista, casi apocalíptico, a una euforia ingenua y crédula sin apenas transición y con pocos argumentos. Así pasó, fuera de toda lógica, con las apresuradamente denominadas primaveras árabes y así puede estar pasando con la rápida evolución de la situación en la disputada península coreana.

Es evidente que el encuentro entre los dos líderes coreanos es impactante, novedoso, sorprendente por su rápida organización y lleno de expectativas, pero convendría mantener la calma y el escepticismo ante las verdades proclamadas sobre el que se fundó las modernas sociedades occidentales.

En Asia se estila otro sentido del tiempo, basado en la paciencia, el cálculo a medio y largo plazo y las grandes maniobras con efectos en diversos frentes.

Y hay que ser cautos también al analizar los antecedentes y los beneficiarios de los acontecimientos, es decir, a la hora de repartir medallas y puestos en el pódium.

Hay bastante consenso en que China es el país que está en mejores condiciones para beneficiarse una bajada de la tensión que, además, aparte de una consolidación del estatus norcoreano, una mayor estabilidad en ese Estado tapón frente a Estados Unidos y una neutralización de sus provocaciones, visualiza a Pekín como un aliado de la paz como si ese proceso no tuviera nada que ver con sus intereses nacionales no precisamente estabilizadores a medio plazo.

Pero no hay que olvidar que la mano firme de la Administración Trump, al margen de las improvisaciones del atolondrado y maleducado presidente, ha enseñado al dictador norcoreano una cara nueva y un camino claro: o negociar la distensión o guerra. Y Corea de Norte nunca iba a ganar la guerra. Con la amenaza clara y las ofertas de conversaciones planteadas, Corea del Norte, China y los aliados entendieron el mensaje: o ganar algo o perderlo todo.

No importa que el centro nuclear que Corea del Norte quiere clausurar en público sea ya inservible por el último ensayo (lo sugiere China), lo que importa es el gesto, y sin plantear, al menos de momento, la retirada de Estados Unidos de sus bases surcoreanas. Pero también es verdad que Corea del Norte consigue una plaza en el escenario internacional sin el estigma de Estado pirata e ilegal que realmente es. (Foto: Flickr, RoK)

THE ASIAN DOOR: Hablar de e-commerce es hablar de China. Águeda Parra

Desde hace unos años, las tendencias en el panorama tecnológico parece que han dejado de tener un enfoque eminentemente occidental-centrista, y ahora es China el que está configurando cómo se desarrollan los ecosistemas digitales mundiales. Este cambio de paradigma tecnológico supone que el gigante asiático está ejerciendo un rol determinante en sectores punteros de la innovación que engloban el Big Data, la inteligencia artificial, el Cloud Computing, las FinTech, y el e-commerce. Y, para conseguirlo, la clave de todo ello son los millones de nativos digitales chinos, los verdaderos early-adopters de las nuevas tendencias que están configurando la economía digital del siglo XXI.

De hecho, hablar de e-commerce en la actualidad es hablar de China. Hace una década, el mercado de compras electrónicas del gigante asiático apenas suponía el 1% del mercado global, cifra que asciende al 42% en 2016, según datos del estudio de McKinsey Global Institute. Tal es el dominio, que las transacciones combinadas de Francia, Alemania, Japón, Reino Unido y Estados Unidos no superan el volumen que se mueve en el mercado del e-commerce en China, según el citado informe.

De igual modo, si hablamos de e-commerce en China, hablamos de los 724 millones de usuarios de móvil que utilizan en un 35% de los casos el pago por móvil para realizar sus compras, frente a un 31,8% de los que utilizan las tarjetas de crédito, según cifras proporcionadas por el China Internet Network Information Centre. En China, el pago con tarjeta de crédito, al que han atribuido ciertos problemas de seguridad en los pagos online, está menos extendido que en Occidente, de ahí que la opción de compra a través del móvil sea la más utilizada en una economía de consumo con ritmos crecientes en China.

Gracias a esta tendencia, en los 10 primeros meses de 2017 el mercado del pago por móvil alcanzó una cifra de negocio de 17 billones de dólares, un 40% más que el volumen de las transacciones digitales realizadas en todo el año anterior. En el otro extremo se sitúa Estados Unidos, que apenas alcanzó un volumen de 49.300 millones de dólares en pagos por móvil, según datos publicados por eMarketer, haciendo que sea indiscutible el liderazgo de China en este ámbito.

Eventos como la Festividad del Año Nuevo en China han dejado patente que la comunidad de 1 billón de usuarios activos de WeChat forma parte del creciente universo de pagos a través del móvil que se desarrolla en China. Hasta 668 millones de usuarios de la aplicación optaron por enviar a amigos y familiares hongbao digitales, los famosos sobres rojos que contienen dinero, promociones que le reportan al gigante tecnológico una mayor penetración en el ecosistema digital mundial y que en China está dominado principalmente por Baidu, Alibaba y Tencent, también conocidas como las BAT, la versión china de Google, Amazon y Facebook, respectivamente.

En China, la batalla por el mercado de pagos digitales lo domina Alibaba, que en 2012 lanzaba Alipay y que ahora cuenta con 520 millones de usuarios, algo menos que su competidor, Tencent, con la aplicación WeChat Pay, que desde que comenzó a operar en 2014 cuenta ya con 600 millones de usuarios. A pesar de estas cifras, la popularidad de Alipay y WeChat Pay se concentra principalmente en los usuarios de China continental, y otros millones de expatriados que viven en Hong Kong, Macao y Taiwán, pero sin alcanzar los mercados europeos y estadounidenses. En este caso, el dominio corre a cargo de Apple Pay, con 87 millones de usuarios, y de Android Pay de Google, con 27 millones de usuarios en 2017, cifras de Statista que muestran la baja penetración del pago por móvil fuera de China.

WeChat Pay y Alipay están conduciendo a China a un mercado primordialmente de pagos digitales, aplicaciones con las que casi no se puede salir de casa ya que se utilizan para las compras de e-commerce, pago de facturas, alquiler de bicicletas, distribución de alimentos, adquisición de entradas, reserva de hoteles, o petición de citas médicas, entre los principales usos.

Cuando WeChat termine de extender a nivel nacional el desarrollo del sistema de DNI electrónico, disponible actualmente sólo en Guangzhou, el universo e-commerce comenzará a tener una dimensión incluso mayor. De hecho, ya se espera un incremento importante en el volumen de pagos online con el anuncio de WeChat de vincular y activar en las cuentas de WeChat Pay los servicios de las tarjetas de crédito proporcionados por MasterCard, Visa y JCB, posicionando a China a años luz de cómo se desarrolla el e-commerce en los mercados occidentales. (Foto: Dhruv Mahajan, Flickr)

¿Cuánto crece de verdad China? Miguel Ors Villarejo

Para justificar la buena marcha de la economía, los Gobiernos aducen a menudo un aumento del PIB de, por ejemplo, el 3,7%. ¿De dónde sacan el número? ¿Sabemos en serio con tanta precisión lo que hace el aparato productivo? ¿Por qué el 3,7% y no el 3,6% o el 3,8%? Paul Krugman tiene escrito que la contabilidad nacional es un subgénero de la ciencia ficción y el inefable Fabián Estapé solía decir que las décimas no cuentan en macroeconomía, pero lo cierto es que los ciudadanos de a pie aceptamos el crecimiento o la inflación que nos dan las autoridades con la misma fe con que los seguidores del oráculo de Delfos atendían los pronunciamientos de la pitonisa.

Otra cosa son los gestores de fondos, sobre todo cuando sopesan invertir en un país cuyos servicios estadísticos no son del todo independientes, como sucede en China. La prensa ha sido tradicionalmente muy crítica con sus cifras, especialmente después de que en 2007 Wikileaks desvelara una charla entre Clark Randt, el embajador de Estados Unidos, y Li Keqiang, a la sazón secretario general del Partido Comunista de Liaoning, en la que este último admitía que él no se fiaba de la información estatal, porque estaba muy cocinada, y prefería evaluar la marcha de su provincia a partir de magnitudes como la generación eléctrica, el transporte ferroviario y el crédito bancario.

Desde entonces los analistas de Wall Street se han servido de distintas versiones de este “índice de Li Keqiang” para estimar la actividad de China y hay que decir que, inicialmente, evolucionó más o menos a la par que las estadísticas gubernamentales. En 2013, sin embargo, comenzó a abrirse una brecha que alcanzó su máxima diferencia dos años después, cuando Pekín anunció una previsión de PIB del 6,8% y el Li Keqiang la redujo al entorno del 2%. Aquella disparidad hasta ocasionó un brote de pánico bursátil aquel verano, que se superó felizmente, pero la suspicacia hacia la contabilidad nacional no se ha rehecho. ¿Cuánto crece de verdad China?

Para dilucidar quién se aparta más de la realidad, tres investigadores de Nueva York (Hunter Clark, Maxim Pinkovskiy y Xavier Sala-i-Martin) han diseñado una métrica alternativa a partir del resplandor del alumbrado recogido en las fotografías de satélite. “El núcleo de nuestro análisis”, explican en un trabajo disponible en la web del National Bureau of Economic Research, “es una regresión entre el incremento de la intensidad de la iluminación nocturna” y el de “varias series empleadas para calcular el Li Keqiang”. No les voy a aburrir con los detalles técnicos, pero su conclusión es que este índice asigna una ponderación excesiva al transporte ferroviario, que ha iniciado un persistente declive no como consecuencia del debilitamiento de la economía, sino de su terciarización (los servicios están tomando el relevo a las manufacturas).

Es más, según los cómputos de Clark y sus colegas, el crecimiento habría sido muchos de los últimos ejercicios “superior al reportado por las estadísticas oficiales”, lo que no deja de ser una agradable sorpresa. (Foto: Marten Kuilman, Flickr)

En vísperas

Las piezas van encajando. Mientras el primer ministro japonés ultimaba sus preparativos para un nuevo encuentro con Donald Trump en Florida, Corea del Norte anunciaba la suspensión formal de su programa de desarrollo de armamento nuclear y el cierre de su principal instalación de investigación en este campo.

En pocos días, el dictador norcoreano se entrevistará con el primer ministro de Corea del Sur y, unas semanas más tarde, si no hay cambios de última hora, se encontrará con Trump para iniciar una nueva etapa en las relaciones de Estados Unidos, China y las dos Coreas.

Kim Jong-un, el líder norcoreano, está demostrando tener un plan, unos objetivos y un camino para conseguirlos y lo está siguiendo metódicamente con el inestimable aliento, y aparentemente el control, del gobierno chino. Y sus vecinos, coreanos del sur y japoneses en primer plano, pero también las otras naciones asiáticas con intereses en el Pacífico y en el Índico siguen pendientes de como gestiona Estados Unidos la situación, con qué propuestas acude a su cita con Corea del Norte y dónde pone las líneas rojas y de fuerza.

Este escenario, con Europa de convidado de piedra, será nuevo, abrirá nuevas perspectivas, cambiará de perfil los conflictos ya existentes y emergerán otros nuevos con nuevos actores o los viejos actuando en otros campos. Y, lo más importante, China verá reforzada y consolidada su presencia en todos los frentes.

INTERREGNUM. Abe vuelve a Florida. Fernando Delage

Catorce meses después de su primer encuentro en Mar-a-Lago, el club de golf de Trump en Florida, el presidente norteamericano volvió a recibir la semana pasada, en el mismo lugar, al primer ministro de Japón, Shinzo Abe. La supuesta sintonía personal entre ambos líderes, que también se vieron en Tokio en noviembre, no se ha traducido sin embargo en resultados positivos para Abe. Quizá Trump no ha abandonado su hostilidad antijaponesa de los años ochenta; quizá no entienda la importancia de Tokio como aliado.

La próxima reunión de Trump con Kim Jong-un y su política comercial han complicado en gran manera la agenda bilateral. En ambos temas, Abe parece volver con las manos vacías. El anuncio de un encuentro con Kim sorprendió al gobierno japonés: no sólo no se le consultó con carácter previo, sino que la naturaleza impredecible del presidente norteamericano crea la lógica inquietud sobre los términos de la negociación. A petición de Abe, Trump se comprometió a tratar con Kim la cuestión de los nacionales japoneses secuestrados por los servicios de inteligencia norcoreanos. Pero las dudas permanecen sobre las cuestiones de fondo: a Washington le preocupan los misiles intercontinentales de Pyongyang; no los de corto y medio alcance, es decir, los que amenazan de manera directa a Japón. Aceptar con condiciones el estatus nuclear de Corea del Norte—la suspensión de pruebas no es sinónimo de desnuclearización—, podrá empujar a Tokio a considerar su propia opción nuclear. Cualquiera de estos escenarios causará un importante daño a la alianza, obligando a Japón a seguir un camino de mayor independencia estratégica.

Abe esperaba conseguir, por otro lado, una exención a las tarifas al aluminio impuestas por Trump, al igual que otros aliados de Estados Unidos (Canadá, México y Corea del Sur). No lo ha logrado. Según algunas interpretaciones, Washington querría así presionar a Tokio para avanzar en un acuerdo comercial bilateral. Pero no parece que Japón vaya a ceder: su preferencia es un régimen multilateral, como el que ha reconfigurado bajo su liderazgo en forma del Acuerdo Trans-Pacífico a 11. Sólo días antes de su encuentro con Abe, Trump declaró estar dispuesto a considerar su regreso al TPP, pero, minutos después de su primera conversación con el primer ministro japonés en Florida, rechazó por tuit tal posibilidad. Sus formas no ayudarán a obtener la complicidad de su aliado japonés.

Ambas cuestiones, Corea del Norte y comercio, conducen por lo demás a China. La República Popular es el verdadero objetivo de la política comercial de Trump, como es también la clave del equilibrio estratégico del noreste asiático. Que, delante de Abe, el presidente de Estados Unidos elogiara a su homólogo chino, Xi Jinping, fue otro gesto probablemente innecesario. Se desconoce si Trump ha medido las consecuencias de sus actos, pero el abandono de lo que han sido líneas maestras de la política exterior norteamericana durante décadas abre un terreno desconocido: si pierde la confianza de un socio tan estrecho como Japón, los intereses norteamericanos—y no sólo la estabilidad asiática—se verán gravemente perjudicados. (Foto: Stéphane Neckebrock, Flickr)

Los impulsos de Trump, guía de la política exterior estadounidense. Nieves C. Pérez Rodríguez

Se pueden tener muchas incertidumbres acerca de la política exterior del presidente Trump, pero su posición sobre Corea del Norte ha sido clara y consistente desde el principio y enfáticamente ha dejado claro que hará lo que esté en sus manos por acabar con esa amenaza. A pesar de que no se conocen todas las claves sobre cómo se está abordando internamente el tema, dado a los constantes cambios de rumbo, más bien parece que la improvisación es la línea que se sigue.

Como sucedió con el envío del futuro secretario de Estado Mike Pompeo a una reunión secreta con el líder norcoreano, antes de su formal ratificación, hecho que deja muy clara la prioridad que este asunto ocupa en la agenda de esta Administración, pero también lo impulsivo de las decisiones del presidente que, en un acto precipitado, decide enviar a su hombre de confianza justo después de que los surcoreanos le abrieran el canal de comunicaciones con el régimen de Pyongyang.

Oportunamente, Pyongyang ha dejado de pedir que las tropas americanas salgan de Corea del Sur como condicionante para dejar su programa nuclear. Durante mucho tiempo ha sido precisamente la presencia de 28.500 soldados estadounidense en el sur de la península el argumento usado por el Norte para justificar su necesidad de desarrollar armas nucleares. De hecho, en el encuentro que tuvo lugar en Corea del Norte, entre un enviado especial del gobierno de Moon Jae-in con Kim Jon-Un el mes pasado, Kim expresó que su país no necesitará de armas nucleares si no se sienten amenazados militarmente y se les dan garantías de seguridad. Seguramente esta fue una de las razones que motivó a Trump a decidir que hay que actuar rápidamente.  Ahora la pregunta que se plantea es: ¿era realmente necesario enviar al futuro secretario de Estado con esa premura? ¿Estará Trump más bien enviando señales de desesperación a Kim?

Jung H. Pak, experta del instituto Brookings, publicó un artículo a finales de la semana pasada en el que concluye básicamente que Corea del Norte necesita un ambiente hostil para poder legitimarse. Afirma que todos los avances hechos en los últimos meses están enfocados en encontrar esa legitimidad que necesitan, mientras juegan a presentarse como los que desean paz. Explica que es todo parte de una estrategia destinada a mantener y avanzar su programa de armas nucleares, eliminar Estados Unidos de la península coreana, mantener la relevancia estratégica en la región y potencialmente tratar de crear condiciones para la unificación en sus términos. Mientras Kim Jon-Un ha ganado en todo este juego de tira y afloja, su reputación ha cambiado ligeramente de ser el personaje desalmado que oprime y mata de hambre a su población, a convertirse en un dictador abierto a dialogar y encontrar una solución pacífica que beneficie a todas las partes.

¿Y qué ha ganado Trump? A pesar de que los portavoces de su Administración han sido extremadamente prudentes acerca de la conversación entre Pompeo y Kim, pues objetivamente lo único que se sabe es que tuvo lugar en Corea del Norte el fin de semana de Semana Santa, y, de acuerdo con el New York Times, Pompeo abogó por tres presos estadounidenses detenidos en Corea del Norte, y que se está trabajando para liberarlos, a la vez que intentaba acordar detalles sobre el futuro encuentro entre Trump y el líder norcoreano.

Mientras tanto Seúl apuesta por confiar que la disposición de Pyongyang en desnuclearizarse se llevará a cabo a cambio de que se reestablezcan los lazos entre Estados Unidos y Corea del Norte, envío de ayuda para reconstruir su economía y un tratado de paz que formalice el fin de la guerra coreana. Mientras que el presidente Moon afirma que todo eso es posible, admite que el reto está en desarrollar un mapa de ruta adecuado que permita llegar a esos acuerdos.

El primer ministro japonés, Shinzo Abe, en visita oficial a Estados Unidos la semana pasada, sostuvo el sexto encuentro oficial y la tercera cumbre con Trump en la que ambos afirmaron su fuerte compromiso y determinación de aumentar la alianza entre ambas naciones para enfrentar las amenazas emergentes en contra de la paz y el mantenimiento del orden en la región de Indo-Pacífico. Ambos líderes expresaron la necesidad de que Corea del Norte se desnuclearice y abandone todas las armas de destrucción masiva y programas de misiles balísticos.

Tal y como afirmó Jung H. Pak, “si bien debemos apoyar el estado de ánimo actual de la diplomacia y el compromiso, no debemos dejarnos seducir fácilmente por los dulces susurros de paz de Kim, sin acciones creíbles que acompañan”. Junto con los impulsos intempestivos de Trump por resolver violentamente el conflicto que lleva 68 años incrustado, la Historia ha demostrado que no tiene una salida fácil… (Foto: Gage Skidmore, Flickr)

THE ASIAN DOOR: Made in China 2025 en el radar de los aranceles de Trump. Águeda Parra

Una de las grandes claves que marca la era Xi es la apuesta de China por la innovación. Entre los futuros titulares que puedan resumir el s.XXI, muy posiblemente aparecerá la figura de China como gran impulsor de las nuevas tecnologías y su aplicación a modelos de crecimiento económico. Modelos que, basados en la economía digital, permitirán al gigante asiático potenciar el desarrollo del país muy por encima de cómo ha venido siendo hasta el momento.

Aunque las grandes economías desarrolladas no terminan de asumir que el gigante asiático forma parte del grupo de potencias que apuestan por el desarrollo tecnológico como elemento clave de transformación, la verdad se impone y China ha llegado al ecosistema de la economía digital para quedarse. Pero no como mero observador pasivo de los avances que otros actores impulsan, sino como promotor de lo que se ha venido a denominar como economía digital.

El paradigma de China es que cuánto más rápido avance en adaptar su modelo de desarrollo a la economía digital, más rápido conseguirá transformar las empresas nacionales en entidades más competitivas, más globales y mejor posicionadas en la cadena de valor. El Made in China pasará a convertirse en un concepto obsoleto del modelo de crecimiento económico, evolucionando al Designed in China, para lo cual el presidente Xi ha impulsado varias iniciativas donde el desarrollo en economía digital es el principal objetivo.

Destacan el XIII Plan Quinquenal de China (2016-2020), la iniciativa Made in China 2025, concebida en 2016, el Plan de Desarrollo de la industria robótica (2016-2020), y el Plan de Implementación a 3 años de la Inteligencia Artificial como parte de la iniciativa “Internet Plus”, lanzado en 2016. El uso de las tecnologías de la información como el Big Data, el Cloud Computing y la Internet de las Cosas (IoT) son ya parte fundamental de la transformación que están experimentando las industrias tradicionales chinas, que alcanza a los sectores de la manufactura, las finanzas, la agricultura y la medicina.

De todas, la iniciativa con mayor momentum en 2018 es Made in China 2025 “中国制造 2025”. Aunque inspirada en el modelo “Industria 4.0” de Alemania, que busca “fábricas inteligentes” a través de aplicar las tecnologías de la información a la producción, el modelo chino es aún más ambicioso, con cuatro grandes diferencias. La primera, Made in China 2025 no es sólo innovación, sino que se enfoca a todo el proceso de manufactura. La segunda, la iniciativa se extiende a todo tipo de empresas, avanzadas, tradicionales y de servicios. La tercera, cuenta con gran involucración gubernamental y, por último, se han establecido medidas específicas de innovación, calidad, manufactura inteligente y producción verde.

Con ello, Made in China 2025 alcanzará una producción de contenido nacional de componentes y materiales básicos del 40% en 2020, y del 70% en 2025. La creación de 15 centros de innovación en manufactura en 2020, que llegarán a 40 en 2025, será determinante para favorecer que las industrias chinas den este “gran paso adelante” hacia la transformación digital, valiéndose del mejor talento nacional para conseguirlo.

La mano está tendida a que la inversión extrajera participe de la iniciativa, a través de joint-venture con empresas de nuevas tecnologías de información avanzadas, de robótica, del sector aeroespacial y aeronáutico, de equipamiento marítimo, de transporte ferroviario, de vehículos de energías renovables, de equipos de energía, de equipamiento agrícola, de nuevos materiales, y de Biofarma, que componen los 10 sectores más relevantes de la iniciativa.

Sin embargo, la posibilidad de que se establezca este tipo de cooperación entre China y las empresas americanas no parece muy factible, una vez que la guerra de aranceles abierta entre Estados Unidos y China parece tener a la iniciativa Made in China 2025 en el punto de mira. No existe tanta preocupación por el desequilibrio comercial entre ambos países, sino el miedo de Washington por el avance tecnológico de su rival.

Aún cuando las políticas de Trump consigan reducir el déficit comercial récord de 375.000 millones de dólares que Estados Unidos alcanzó en 2017 con el gigante asiático, y que con esta táctica pretende reducir en 100.000 millones de dólares, el objetivo principal es frenar a Xi y su iniciativa de desarrollo tecnológico que representa Made in China 2025. Si el gigante asiático llegara al año 2025 con un potencial tecnológico similar al de Estados Unidos, supondría que la distancia entre ambas potencias se habría reducido tanto como para que ambas ya jugaran en la misma liga sin diferencias. (Foto: Firestartr, Flickr)

 

¿Planeta China? La ambición de la República Popular en el siglo XXI

PROGRAMA:

9.00 – 9.30 Entrada y Registro

9.30 – 9.40 Inauguración de la Jornada
“¿Planeta China? La ambición de la República Popular en el siglo XXI”
Julio Trujillo, Director de 4Asia.

9.40 – 10.00 “Entradas al mercado chino para una empresa española”
Rafael Cascales. Presidente de la Asociación Española
de Profesionales del Comercio Exterior.

10.00 – 10.20 “Comunismo 4.0”
Miguel Ors. Director Adjunto de Actualidad Económica
y colaborador de 4Asia.

10.20 – 10.40 “China: Go Global, Go Digital”
Águeda Parra. Doctora en Relaciones Internacionales y Sinóloga.

10.40 – 11.00 “La sombra de China, geoestrategia y geopolítica”
Fernando Delage. Profesor de Relaciones Internacionales y
Analista Político.

11.00 – 11.30 Desayuno Networking

11.30 – 12.00 Mesa redonda
“¿Qué le falta a China para gobernar el mundo?”.

12.00 – 12.30 Debate con preguntas del público

12.30 – 12.45 Clausura del Acto
Julio Trujillo, Director de 4Asia.

25 de mayo de 2018 • HOTEL NH paseo de la habana
inscripción gratuita en www.4asia.es • aforo limitado.

SE ENTREGARÁ DIPLOMA DE ASISTENCIA